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MI BLOC, QUE NO BLOG

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Mensaje  achl Jue Ene 12, 2017 2:36 am



Cándida caridad

El espejo de su raquítico cuarto de baño le devolvía una imagen que no quería ver y que, sin embargo, no podía ignorar.

Frisando los cincuenta, ya se veían esenciales entradas en lo que antaño fuera una profusa cabellera. La barba prolijamente recortada enmarcaba una cara que podía considerarse común, pero de ninguna de las maneras desagradable. Todo lo contrario, amable a más no poder.

Pero no era su aspecto lo que deseaba evitar ver, era lo que ese aspecto ocultaba. Sentía que había perdido una buena parte de su vida, la mayor parte, la parte más interesante, y que el hecho de intentar cambios a esa edad no le daba los resultados esperados.

Había sido un hombre próspero en su juventud y principios de su adultez, pero la pésima gestión de su vida, con muchos impagados de los clientes de su negocio, demasiados gastos improcedentes y ciertos 'amigos' poco recomendables, casi acabó por derrotarlo.

Muchas veces la depresión le ganaba, aunque sonreía e intentaba que su carácter fuera lo más cordial posible. Sin embargo, por dentro su pena se extendía de una forma incontrolada.

Amaba a su mujer, pero jamás había conseguido la admiración de ella, y eso, día a día, fue creciendo hasta llegar a un divorcio, en el que sólo fue ella, la muy zorra, la única parte favorecida. Es decir, la puntilla.

Su formación académica encajaba a la perfección en el mundo actual, de globalización, especialización y de ingeniería en todas las áreas, y sentía que era mucho lo que aún podía aportar, pero no conseguía transmitirlo a sus imaginarios empleados.

El estómago comenzaba a hundirse por encima del cinturón, y las canas ganaban la guerra en cabeza y barba. Se estaba haciendo viejo con una rapidez desmesurada.

Encendió allí, frente al espejo, el primer cigarrillo de la mañana, al que seguirían, sin duda, veinte o veinticinco más. El humo nuevo le obligó a entrecerrar los ojos, y la imagen menguada en aquel espejo se hizo algo más soportable.

Interrumpió la rutina del aseo para ir en busca de un café, y el silencio de la cocina le golpeó el pecho, oprimiendo lo que él creía que debía ser su corazón. Añoraba su casa surtida de recién casado, añoraba la presencia de sus hijos, añoraba... y no paraba de añorar...

El pitido de la cafetera lo arrastró a la realidad, y en segundos su infame desayuno estaba ya listo. Era muy temprano aún, y el reloj no le impelía darse prisa. Un largo día con poco que hacer y un aburrimiento habitual, era lo que esperaba.

Sentado a la mesa de la inhóspita cocina, recordó el sueño de esa noche; no era en él un magnate, ni un célebre artista, ni tan siquiera un hombre soñador, como en otros, era un humilde limpiador de aseos públicos, con un mono blanco y guantes azules que malvivía de lo que buenamente los usuarios dejaban en un cartón, posado en el lavamanos, y aunque era el único 'ingreso' que tenía, lo odiaba con todas sus fuerzas.

Terminó el café y luego su aseo personal, con esa imagen mental de los guantes azules limpiando retretes. Traje marengo, camisa azul y corbata de seda, todo ello de antaño, fue lo que eligió para vestirse hasta llegar a su puesto de labor, que cambiaría por la indumentaria ya citada. Parado en el umbral de la puerta, echó un vistazo para asegurarse de que todo estaba... bueno, en relativo orden, y salió a la calle.

La misma gente borrega de todos los días andaba cabizbaja, sin rumbo fijo. Su calle estaba empapada por la intensa lluvia de la madrugada, y los edificios parecían lavados y resplandecientes con los primeros rayos de un sol de últimos de mayo.

El aroma de churros calientes que salía de un bar, casi le desmayan. Con pasos largos apresuró su llegada a la Puerta Jerez. Como cada día, buscó la sombra de un añoso árbol de un jardín cercano y sobre sus exageradas raíces superficiales se sentó.

Miraba a la gente pasar, apresurada, ignorándole, y el peso de sus penas hundió su cara entre las manos. Lágrimas discretas mojaron sus dedos y la desesperación le ganó la primera batalla del día.

Pensó en ir a coger un diario del día en el puesto de su amigo Pepe, para leer un poco, y se imaginó la lectura de numerosos anuncios clasificados que ofrecían trabajos para los que él estaba bien cualificado. Resignado y triste, levantó con dificultad su cuerpo con la idea de ir a cumplir con su cometido, pero la sorpresa le congeló su tristeza.

Ante él, una preciosa niña, de unos tres años, le miraba extasiada con un original bizcocho firmemente aferrado en sus manos regordetas.

Enjugó sus lágrimas, y la niña ladeó su cabeza. En media lengua que, sin embargo, le fue entendible, le dijo:

____No llores más. Toma -y tendió hacia él el bizcocho con forma de barco.

Lo cogió sin pensar bien en lo que hacía y sonrió a la cría, quien dándose la vuelta, contenta, corrió hacia su madre que la esperaba en la cola del tranvía, a pocos metros de distancia, feliz por el gesto de su hija.

Más lágrimas pujaron por regar sus ojos, pero no las dejó salir. Miró el tan oportuno como inesperado obsequio y el bizcocho acabó de tres bocados en su estómago, dejando ver sólo el ancla del barco.

Una sonrisa iluminó la plaza, y parte de la ciudad, por lo menos desde el Puente de San Telmo hasta el Puente de Triana, recorriendo el Paseo de Colón y la Plaza de Toros de la Real Maestranza.

Se levantó raudo y miró al sol por encima de la terraza del Hotel Alfonso XIII, y Sevilla pareció retribuir su sonrisa.

Empezó a caminar por el césped, recién cortado, de los jardines Cristina hacia la Avenida de la Constitución, pero a medio camino se detuvo, dio un pequeño salto, juntando por detrás de su cuerpo los tacones de sus zapatos, con su característico optimismo, y...


...levantando sus  brazos hacia el cielo, saludó efusivamente a su ciudad... ¡¡muy buenos días, Sevilla!!


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Mensaje  achl Jue Ene 12, 2017 5:11 pm




Filosofando

Comentar cosas raras es hablar de experiencias de difícil demostración. Miles de mortales son testigos de tales hechos sin explicación lógica, que escapan a todo razonamiento científico.

No hace falta ser erudito o analfabeto, crédulo o escéptico, de alta o baja extracción. ¿Dinero? ¡Qué digo! Éste no cuenta en esto.

Todos somos susceptibles de ser protagonistas en situaciones fuera de lo común, insólitas. La realidad cotidiana está de más.

Los hechos, a veces favorables y otras simplemente espeluznantes, pero siempre sorprendentes, llegan como la visita de un ladrón.

Difícilmente pueden imaginar el desánimo que se apoderó de mí cuando a través de mis viejos ojos no podían creer una inédita noticia.

Ruegos al cielo buscando el favor de la dicha. ¿Dicha? Palabra grande y complicada para ser interpretada de forma única. No quiero confundirla con sentimiento, porque la vida regala infinidad de ilusiones.

Mi reloj biológico me canta cada segundo los últimos que aún me restan, de mi existencia.

Sólo quisiera saber quien, con morbo, ensaya grotesca sonrisa, gozando de su obra, ante los fervorosos ruegos de este mortal.


Un hecho que sólo es privilegio de los sueños es ser el único ganador del premio mayor de la lotería


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Mensaje  achl Sáb Ene 14, 2017 12:38 am





Carmen y su encrucijada

Era noche templada. A la luz de la luna, Carmen salió del salón y se fue al baño de la planta baja de su casa rural, sin luz eléctrica. Hacía buena temperatura, pero todos los bellos de su cuerpo se erizaron cuando se desnudó. Cogió el telefonillo de la ducha y el agua empezó a caer.

Al parecer, esa ducha estaba conectada a un enorme bidón que había en la azotea, y de ahí caía hacia abajo. Carmen masajeó su esbelto cuerpo y se tranquilizó un poco. Pensó que el agua fría la haría reflexionar con más claridad, a la vez que amansaba su sangre hirviente, ansiosa de sexo. Se estremeció de nuevo al recordar las caricias de su más que amigo Jaime; un chico de ciudad que estaba enamorado de ella, pero, tocante al sexo, era más bien pasivo, sobre todo por sus muchas ocupaciones y por sus estudios, que le hacían no aparecer muy a menudo por el pueblo.

Pero también recordó a Ángel, obrero de la finca de su padre, que estaba encaprichado con ella, pero sólo para hacer sexo, lo contrario de Jaime. Carmen se sentía dividida por el hecho de amar a la vez a dos hombres, cada uno con sus características.

Jaime conocía los secretos más íntimos de ella, que ni Ángel ni ninguno de sus amigos y amigas conocía.

Luego de ducharse, cogió la toalla y nerviosa se secó, pues no se sentía demasiado feliz por mantener dos relaciones al mismo tiempo. Después, buscó a tientas su ropa y no la encontró.

____¿Dónde está mi...? -no le dio tiempo a terminar la pregunta. Ángel, completamente desnudó, entró en la ducha e intentó hacerle el amor.

El cuerpo de Carmen le dio la bienvenida con vaivenes provocativos. De ahí que Ángel la besase, le diera la vuelta, la empotrase contra la pared del habitáculo y desparramase sobre ella besos salvajes y mordiscos.

____¡Basta ya, basta ya…! -dijo Carmen tratando de escapar de él.

Sin embargo, Ángel se pegó más a su cuerpo y, con esa intención propia de hombre que sólo quiere lo que quiere, la manejó a su antojo.

Rodeó su cuerpo, besándolo, acariciándolo, lamiéndolo, mordiéndolo, y la atraía hacia sí cada vez que ella trataba de escabullirse.

Carmen no hacía uso de todas las fuerzas de las que en realidad disponía ya que Ángel la satisfacía sexualmente de forma plena, dándole pie a él para abusar de ella.

____¡Suplícame! ¿Qué quieres que te haga ahora? ¿O acaso quieres que pare? ¿Quieres jugar?

La ajustó para penetrarla. La alzó, como si fuera pluma, y ella cruzó las piernas por la espalda de él, que con fuerza siguió empujando mientras ella gemía y le suplicaba que parase. Pero no paró. Sabía que le deseaba y que lo último que quería era que parase.

Y así, culminaron una vez más, pidiéndole ella ahora repetir...


Sin embargo sentir tanto placer en todas las veces que 'se lo hacía' con Ángel, su encrucijada la atormentaba por haber montado su vida de una forma tan loca. Necesitaba el cuerpo de Ángel, pero también necesitaba el alma de Jaime


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Mensaje  achl Sáb Ene 14, 2017 3:11 am




Soñé lo que ocurrió

Subí la escalera hasta llegar a su estudio. La puerta estaba entreabierta; el olor a óleo aleado con el aroma del café, me dieron la bienvenida.

Era agradable estar allí. En cada rincón sentía su presencia. Bastaba ver sus cuadros para darme cuenta la pasión que escondía en su alma y que se esmeraba en ocultar bajo fachada de hombre frío, que lo alejaba de la posibilidad de ser fijado como el amante perfecto que toda mujer desea tener en su cama.

Me estremecí recordando sus besos, suaves provocadores, sabiendo bien cómo despertar la pasión que había en mi interior, y que hacía que me convirtiese en rea de sus deseos.

Me fascina sentir su osadía al considerar mi cuerpo como suyo, el mismo que moldea cual arcilla entre sus dedos hasta dejarme abandonada a esa pasión que enloquece todos mis sentidos y adormece mi voluntad.

Mi vista se fue al lienzo que había sobre un caballete. Era la primera vez que lo veía. El color de cojines parecía no encajar con la sexualidad que irradiaba esa mujer, ni con la llama de sus ojos, que pedía a gritos amor para saciar el deseo que se veía a flor de piel. Cerré los ojos y pensé...

Lo único que cubría mi cuerpo era una bata de felpa que no conseguía ocultar la pasión que latía en mí. Podía oír mis latidos golpeándome el pecho, recordándome la locura que estaba a punto de cometer.

Entonces le vi y me estremecí, bajo el calor de su mirada. Se me acercó despacio y puso las manos en mi hombro. Quedé atrapada en la hondura de sus ojos. Estaba jugando con fuego, pero no me importaba.

Quería quemarme, arder viva en las diablas llamas de esas manos que deshacían vehementemente el nudo que protegía mi intimidad. No podía controlar mi respiración. Mis senos subían y bajaban en clara invitación a ser besados, pero sólo su mirada viajó por mi cuerpo hasta pararse en la hendidura que escondía el epicentro de mis deseos.

Me acomodó sobre unos cojines y sin apartar los ojos de mi cara, deslizó sus dedos por mi piel, en un desplazamiento sensual y atrevido que me fue apartando de la realidad.

Lamió mis pezones hasta dejarlos de punta, clamando mimo, pero siguió por mi vientre hasta pararse en el cráter de mi pasión. Con mano experta acarició ese cráter carnoso hasta humedecerlo completamente.

Le pedí me hiciera suya. Quería sentir su excitación rozando mi vientre y traspasando esa barrera donde el calor se hace fuego. Quise acariciarlo, pero me sujetó por las muñecas y me dijo:

____Aún no. Ahora sólo quiero mirar lo que mis dedos te hacen sentir.

Me dejé llevar por sus besos, hasta entrar en ese mundo indescifrable de sensaciones, donde los gemidos son la única forma de aplacar el torrente de placer que inunda cada poro de la piel.

Más serena volví a pedirle que me poseyera. Necesitaba sentir su cuerpo moviéndose a igual ritmo que el mío, atormentándonos y regocijándonos por lo que pudiéramos sentir. No aceptó. Se alejó para esconderse detrás del lienzo y seguir con una tarea que se me hizo interminable.

Cuando creí que no iba a soportarlo más, dejó el pincel y se unió al deseo de navegar conmigo por las aguas turbulentas de la pasión, amenazando con devorarnos si no hacíamos algo por evitarlo.

Seguí mirando el lienzo. Sabía que aparecería con vaqueros y camisa de cuadros verdes sobre su cuerpo.

Un cosquilleo me dijo que estaba junto a mí. Al darme la vuelta, me topé con sus ojos. Nuestras manos se entrelazaron, rompiendo el espacio que nos separaba. No hablamos. Nuestros cuerpos se entendieron solos.

Abrí mi boca y con su lengua exploró cada rincón de la mía, jugueteando con mis labios. Los besaba como queriendo ser perdonado por ese juego que muy lejos de dañarme, me producía placer.

Sus besos hacían camino en mi cuello, mientras sus manos quitaban las barreras que cubrían mi piel. Chupó mis senos, atrapándolos luego entre su boca, mordiéndolos. Y yo no pedía clemencia, quería más...

Fui quitándole la ropa. Primero, la camisa, que desabotoné hasta ver su pecho, cuyo besé una y otra vez dejando con mis dientes las huellas de mi pasión. Después vaqueros y calzoncillos.

Sentí sus manos deslizarse por mis muslos hasta pararse en el charco de mi vagina, para después explorarme con devastadora intimidad logrando que mi cuerpo respondiera a semejante embestida.

Los dos teníamos prisas por satisfacer esa ansia animal que teníamos a flor de piel. Abrí los ojos y vi la pasión que reflejaba su rostro. Sabía que era la causante de ese estado de locura, y eso me hizo muy feliz.

Caímos sobre el sofá. Su cuerpo cubrió el mío, y juntos seguimos en loca carrera hacia la cúspide. Parecía un sueño estar así, sintiendo su peso, su excitación, su aliento mezclándose con el mío.


Intenté gritar su nombre, pero me percaté de que no había nombre que pronunciar. Entonces desperté...


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Mensaje  achl Dom Ene 15, 2017 9:18 pm



Un 'no' que es un 'sí'

Un eterno silencio a la caricia prematura porque es errada, siniestra e inusual, torpe y áspera. No hay razón para que se efectúe, así que la haremos sufrir con la ausencia de nuestra voz. Y si aquel no deseado movimiento pregunta qué me pasa, le respondo con gritos en silencio:

'¿Quién cree que lo ha llamado a rozar mi celestial piel?'

Blasfemia diría si fuera yo la religión. Pero es blasfemia para mi corazón, ya que su paz ha sido perturbada por un espantoso incidente, y en mi armoniosa persona no toleramos este equívoco acto. Nunca más voy a distraerme y permitir semejante brutalidad. Pero ahora sonrío. ¿Por qué sonrío? ¡Porque no me gusta! ¡Deja de sonreír! Será el valor que tuvo lo que me impulsa a descontrolarme.

Me niego a ser chiquilla enamorada. ¡Me niego, me niego y me niego! Es aborrecible y a la vez bonito. Como un demonio encarnado. Un adorable muchacho. ¡Dios, tengo que volver a la tranquilidad que alguna vez tuve! A simple vista es un tipo horrible, pero si te detienes en él, si tan sólo te detienes...

He perdido el juicio o he encontrado el verdadero, pero estoy segura de que quiebro mis palabras al decir que sí, de algún modo mágico. Soy una chiquilla enamorada, y ahora soy de él. Ahora justifico mi sonrisa en un sentimiento.

____Vamos a tomar un helado -me invita, y por más que no haya gusto de helado que me guste, acepto.

Me pongo a recordar: '¿por qué sali con él? Lo odiaba, lo aborrecía, me perturbaba su presencia era como un sapo ante mis ojos'. Y ahora siento que le amo, me encanta, que sin él me pierdo, es un príncipe. Sí, ahora comprendo ese cuento del sapo que se transforma en príncipe. El amor, sentimiento que me absorbe de un segundo a otro y a su vez me nutre. Quisiera un helado con gusto a él, y entonces tomaría uno cada día.

Llegamos, pide uno de chocolate amargo, aunque él mismo sea un dulce de leche. Y yo, uno de vainilla, pero por compromiso. Intento esconder una expresión de disgusto, pero no soy buena para posturitas.

____No está muy bueno, ¿no?
____Quizá no -confieso-. Pero culpo al helado y no a mis gustos.
____¿Quieres este mío?- me ofrece preparando un bocado en su cucharita de plástico.

Entonces pierdo el control otra vez. Siento una mano que se apoya sobre la mesa; no puedo detenerla; mis pies me levantan, sin que lo desee; me inclino hacia él, confiada en que sí cogeré el helado; cierro los ojos para vivir un sueño.

La muchacha se estira en la mesa para un encuentro precioso, magistral; el muchacho la sigue a la vez.


Y en medio de una redonda y metálica mesa de una céntrica heladería, dos pares de labios unen dos corazones, y en ese instante, ellos son invencibles


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Mensaje  achl Dom Ene 15, 2017 10:29 pm



Sueño para estar contigo

Cuando te rompen el corazón, cuando una relación se termina de forma inesperada, cuando el amor de tu vida te abandona de un día para otro, sin explicación alguna, el alma se te seca, entras en un profundo letargo y finalmente dejas de existir. Entonces, te das cuenta de que tu vida se ha acabado.

Hace poco que me pasó eso y desde entonces voy por la vida sin rumbo; errante en busca de amor, en busca de un calor que me haga revivir, en busca del hombre que he perdido y que nunca volverá a mí.

Me he convertido en una especie de objeto, en algo que va de mano en mano, sin que nadie se lo quiera quedar. Sólo soy un trozo de carne, sin sentimientos y completamente vacía...

Procuro conocer a otros. Quedo con hombres que me desean y me dejo conquistar; sólo buscan mi cuerpo, encuentro sexual, simple momento de placer. Pero no me importa. Me entrego, les doy lo que quieren, me dejo utilizar, dejo que gocen y hagan conmigo lo que quieran hacerme, porque ya no siento, ya no tengo alma ni conciencia.

Pero no me dejo conquistar cuando mi mente vuela al pasado, mientras mi mente se inunda de recuerdos que se repiten en mi cabeza.

Cuando mis devaneos cesan y me quedo sola de nuevo, lloro en silencio. Lágrimas me inundan, sin que quiera secarlas. Una lluvia que limpia mi cuerpo mancillado por esos a los no que les importa mi alma, por esos a los que sólo sienten por mí lujuria, deseo carnal...


Pero cuando me canso definitivamente de ese tipo de vida, mis ojos se cierran y mi cuerpo te busca, y es entonces cuando me duermo y te sueño para estar contigo


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Mensaje  achl Lun Ene 16, 2017 8:24 pm



El amor llamará a mi puerta

Cuando me desperté, lo primero que se me vino a la cabeza fue Carmen. ¡Dios, nadie sabe cuánto la deseo, nadie sabe lo que ansío tenerla entre mis brazos, nadie sabe lo que me gustaría besarla y decirle todo lo que la amo y la deseo!

Sé que el día que ella recapacite y yo sea correspondido será, sin duda, el mejor día de mi vida. El día en que Carmen será mía para siempre. Y también sé que ese día no tardará en llegar...

Me fui a la cocina a tomarme mi leche con Neskuit tarareando una copla. Ahora no me acuerdo del título, pero sí recuerdo que era una de esas de amores profundos. Pero ni siquiera su apasionada letra transmitía tanto amor como el que yo siento por Carmen.

Hoy es uno de esos días en los que te levantas de un ánimo de maravilla, y en lo único que piensas es en cosas buenas. Tu cuerpo se mueve por sí solo, sin que te des cuenta de ello.

¡Me encantan estos días!

Terminé mi leche y llevé la taza sucia al lavaplatos. ¡Y no se imaginan lo que pasó! Mirando por la ventana de mi cocina vi a Carmen regando sus plantas con una regadera verde, y su melena rubia con un sombrero de paja. Estaba preciosa. Como esas bellas jardineras de revistas. Me vio y me hizo un gesto como queriéndome decir algo...

Pero yo, imbécil que es uno, me aparté de la ventana. Si tuviera el valor para gritarle lo que la amo y lo que me gustaría estar con ella... Pero no, lo único que hice fue quitarme de en medio.

Pero la realidad es que soy muy realista. Sé que no soy un modelo, sino un poco… ¿cómo decirlo para que ni yo mismo sufra? Diré que bastante desafortunado. No me gusta decir feo. Nadie en es feo. Todos tenemos alguna belleza. ¿Y yo también? Bueno... vamos a dejarlo ahí...

Lo que quiero decir es que a veces pienso que llegué tarde al reparto de facciones. Algunos recibieron nariz respingada; y yo, porruda. Lo mismo con los ojos y el resto del cuerpo, pero me tomo las cosas con humor. Si me preocupase demasiado por 'esos piropos' que circulan por ahí a mis espaldas, tiempo haría ya que me hubiera suicidado.

Seguía yo reflexionando sobre mi fealdad cuando escuché el timbre de la puerta. El corazón se me paró de repente, pero rápidamente comenzó a bombear con más fuerza. El sudor corría a canales por mi frente y sentía mi jorobada y doblada espalda empapada, como un paraguas en días de viento y lluvia. Hacía un calor tremendo, que mezclado con la adrenalina de ese momento, mi cuerpo de había convertido en un infierno.

____Hola, vecino.

Y ahí estaba ella: blanca sonrisa, ojos como cielo y un cuerpo perfecto. Y todas 'sus cosas' seguían tan bien puestas como la última vez que la vi. No podía ser más perfecta.

____Hola, Carmen. Cuánto tiempo...
____Sí, mucho que no te veía. ¿Has estado enfermo?

'¿Ella preocupada por mí? ¿Me echa de menos?', me escamé.

____No. Bueno, sí. Un poco.
____¡Pobre…! Sólo quería preguntarte si tienes una maceta pequeña que no la utilices. Mañana compraré unas cuantas y te devolveré la tuya.
____Creo que sí. Un momento. ¡Pero, pasa, pasa por favor…!

Mis manos temblaban y mi cuerpo entero sudaba. Parecía como si dentro de mí hubiese un grifo. Tenía que hacer algo para que de alguna forma se fijase en mí. Por lo menos en mi educación y mi manera de ser. No en mi físico, porque como se fijase detenidamente en mi físico, seguro estoy de que saldría corriendo sin parar.

____¿Te traigo un vaso con agua? -me dijo al verme nervioso.

Mi boca estaba más seca que una mojama, y con mis grandes gafas de culo de vaso estaba realmente espantoso. Pero qué podía hacer yo. Así fue como me mandó Dios a este mundo.

____Si, un vaso con agua estaría bien -le dije y me apresuré en añadir:
____Carmen, escucha, yo...
____!No me digas nada! Yo también..

Su delicado dedo índice tocó mis labios y entonces olí su delicioso aroma. No entendía lo que estaba pasando...

____¡Ay, Antonio! Ni te imaginas lo mucho que siento por ti. Cada vez que te veo me excito entera.

Sus voluptuosos empinados pechos se aproximaron completamente a mí y empitonaron mi raquítico cuerpo.

____No entiendo. Tú eres una mujer hermosa y yo soy un hombre horrible -desvié la boca; temía que me oliese el aliento por muchas muelas picadas.
____¡No digas estupideces! Todas las personas son hermosas por dentro y las hermosas por fuera generalmente son horribles por dentro -me dijo y añadió-: bueno, lamento dejar esta charla aquí. Me tengo que ir. Dejé a mi sobrino solo en casa. Así que nos veremos pronto.
____Claro. Me rendiré a tus pies cuando tú quieras.

Y así termina mi extraña historia. Pero todo lo que ocurrió en esa mañana fue una malévola trampa de esa perra arpía de Carmen.

Resulta que la muy zorra había apostado buen dinero con todos nuestros vecinos a que yo me rendiría a sus pies. Y no me rendí a sus pies porque no me dejó. Me sentí un estúpido cuando me enteré de la apuesta.


Tan mal me sentó y tan mal me siento ahora por esa burla que me he encerrado en mi casa y no saldré de ella hasta que no llame a mi puerta mi verdadero amor


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Mensaje  achl Mar Ene 17, 2017 1:00 am



Aquella chica y su mejor amigo

A través de senderos de tierras heladas que se internaban en el corazón del bosque y sus secretos, una noche de un gélido enero una chica había caminado durante horas, aterida de frío, alejándose para siempre de su hogar, de sus padres, de sus hermanos, de su pueblo y de toda la gente que había conocido en su vida.

El viento ululaba, siniestro, tratando de asustarla para que retrocediera, congelando su piel para que recordase el calor de los suyos.

Pero ese frío era fuego si lo comparaba con el hielo que había petrificado el interior de su alma. Todas las mentiras habían dejado de funcionar. Ya no aguantaban el peso, la impostura de su vida. Vivir fingiendo es mucho peor que morir. Y ahora, tras incontables tormentas de dudas y dédalos, caminaba, con pequeños pero decididos pasos, hacia la verdad... oscura, oculta... Pero la verdad es que es la verdad...

Porque Tomás, de tan sólo 21 años, se había alistado al ejército, para ir a la guerra, para luchar por su familia, para ganar dinero y así procurarles a sus padres y sus hermanos, más pequeños que él, una vida mejor. Pero el joven nunca más regresó.

____Ha desaparecido –algunos del pueblo le dijeron a la chica.
____No consiguieron encontrarle -afirmaban otros.
____¿Cómo que desaparecido? ¿Cómo puede desaparecer alguien a quien sientes y oyes y ves su cara todos los días a todas horas? -dijo ella.
____No, Tomás, tú no has desaparecido, sigues presente en mí. Para ellos, eres sólo un recuerdo porque no te amaban con el corazón como yo; este trozo de carne que ya no palpita. Para ellos el mundo continuará girando, pero nosotros no estamos ya aquí, nos hemos ido -añadió mirando hacia arriba, con voz serena y llena de sentimientos.

Iluminada por el débil fulgor de las estrellas y una luna velada por nubes cargadas de negritud, la chica arribó hasta la orilla del lago. Se sentó en una roca, temblando. El agua era un gran espejo negro, lamido en ondas por el viento reflejado en su oscuro gemelo del cielo. Y a sus alrededores, majestuosos árboles en infinitas hileras, como dientes de una Naturaleza abismal en su arcano. Se sintió poca cosa, y así era en realidad en medio de aquella inmensidad natural. ¿Qué era ella sino una chica confusa tras perder el libreto de su vida? Era un espectro de carne y hueso, en mitad de la nada. Y estaba allí, justo allí, porque éste era el lugar y el momento donde la voz de un sueño le dijo que debía estar. En realidad, quería ver y permanecer con su mejor amigo, Tomás.

¿Es una locura dejarse llevar por un sueño? Posiblemente sí, en la misma medida que lo es conducirse por una lúcida idea, pues la vigilia tal vez no sea sino la más poderosa ensoñación.
Tiritando, abrazada a sus propias rodillas y meciéndose en un intento por conservar un mínimo calor, aguardaba con entera resignación su destino, que ya intuía tan oscuro como todo cuanto la rodeaba.

De repente, en la línea que suponía separaba la indistinguible oscuridad del agua de la del cielo, apareció un círculo de luz amarillenta, lejana y mortecina, como una estrella caída o el ojo de un animal que despertase. La miró con fijeza, sin dejar de mecerse. El viento revolvió su azabache melena, como en un último intento de hacerla comprender que todavía estaba a tiempo de irse de aquel lugar, de volver a su vida.

Pero firmemente decidió que ya era tarde, imposible regresar. El destino se precipitaba velozmente. La voz del sueño parecía ahora más real que la de todo ser querido. La voz del sueño no la había engañado.

Luz distante se acercaba, pero tan lentamente que parecía no moverse, como si el aire mismo fuese un bloque de hielo invisible. Crecía sí, podía apreciarlo aun los escalofríos de su cándido cuerpo casi congelado.

Cada vez más cerca flotaba sobre el agua. Pensó que sería una lámpara de gas, una de esas lámparas de mano, y tan apagado era su brillo que juzgó milagroso el hecho de que se mantuviese encendida en mitad de una noche cortante como ésta. Entonces distinguió un leve chapoteo en las aguas, que se repetía con ritmo. Y vio que la lámpara –eso es lo que era– no llegaba arrastrada por el aire; lo hacía sobre una madera negra, como quemada: una especie de barca.

El aura de luz perfilaba entre pliegues de sombra a aquella encapuchada figura tras ella, tan sutilmente que llegó a creerla ilusión de sus sentidos ya entumecidos. Remaba con desmesurada lentitud, en rígidas brazadas. Tardó largos minutos en llegar hasta la orilla, como si fuese la escena de un irreal sueño lúcido. '¿Estaré soñando?'. Comprendió que no cuando la figura soltó los remos y se puso en pie, en su insospechada amedrantada estatura.

La luz de gas titiló sobre el hueso amarillento de la calavera, mostrando una sonrisa estática desde el fondo de la tela negra.

La chica se incorporó violentamente al recibir una dentellada del terror. Intentó huir, incapaz de comprender cómo pesadilla así se había filtrado en la realidad. Entonces escuchó una voz dentro de su cabeza:

____Yo te hablé ayer en sueño.

Sí, cierto, reconoció al instante aquel grave tono, su cadencia inmaterial. Y de alguna forma, sintió que esa voz era la suya propia, hablando desde algún parapeto interior desconocido, no de esa figura siniestra rebosante de quietud. Su mente tenía dos bocas. Así lo sentía, aunque en absoluto lo comprendiese.

____¿Eres... eres la muerte? -preguntó.

La calavera no abrió sus mandíbulas, pero sus palabras se oyeron con perfecta claridad.

____No. Soy la imagen, la idea que tu cultura plantó en vuestras cabezas sobre el fenómeno que conocéis como muerte. Tus antepasados crearon esta tétrica forma simbólica para representar mi aparición. Para ellos era el súmmun de lo terrible, aunque resulte patética. Es bueno para ti que sólo puedas verme así, una reconstrucción personal que elaboras de esa imagen, ya que, si contemplases la realidad de lo que soy, de mi esencia que ahora te rodea, perderías la razón, irremisiblemente.

La chica se frotó los brazos para aumentar su temperatura, a la vez que trataba ella misma de infundir ánimos a su cuerpo.

____Me da que estoy hablando con mis propios pensamientos –dijo al aire de la noche la chica, recuperándose un poco
____Vivo en ti. Pero te recomiendo que no intentes comprenderlo. Resulta Imposible para tu mente. Es una protección natural; como los párpados a la luz solar.

La chica miró las cuencas negras, que le devolvieron vacío.

____¡Quiero ver a Tomás; me dijiste que estaría aquí, en este momento y en este lugar! ¡Cumple tu palabra! ¡Se que está muerto! -se enfureció.

Tras un extenso silencio, la muerte icónica respondió:

____El tiempo y el espacio son lo mismo, aspectos de la unidad del Todo, que todos los hombres se empecinan en dividir con su manía de inventar nombres y criterios, por razones pragmáticas o por simple vanidad. Todo cuanto fue y será está aquí, y ahora.

La chica apoyó la frente entre sus manos, como si no pudiese soportar el peso de sus ideas. Luego, alzó su cara hacia la muerte, con ojos bañados en lágrimas, pero hablando enérgicamente:

____¡Quiero con toda mi alma estar con mi amigo Tomás en sus últimos momentos! ¡Muéstramelo, porque para eso he venido!
____Eso que me pides te causará un dolor indescriptible, como jamás lo has experimentado.
____¡Quiero verle! –sus lágrimas cayeron resbalando por las mejillas-. ¡Se lo debo! ¡Quiero sufrir con él! ¡Y tú me lo prometiste...!
____Tomás murió, y él no querría que tú sufrieras lo mismo. Te prevengo, no es lo que esperas. Él no volverá jamás.

____Y yo no volveré a mi casa sin verle, aunque por última vez.

La muerte la miró desde su irónica palidez. Al fin, sacó una negra mano de la oscuridad para señalar la arena cercana a la orilla, y dijo:

____Contempla tu deseo entonces. Siento mucho que hayas despreciado mi consejo.

El sitio que fijaba su índice descarnado se iluminó. La arena se removió y fue formando el parapeto de una trinchera. El musgo se estiró en espiral de alambre de espino, mientras las rocas se convertían en vigas de una barricada metálica. Desde lejos, llegaban tableteos de distantes ráfagas de ametralladoras, estruendos sordos de obuses. Entonces, le vio...

'Era él! Lo veía a través de sus ojos empañados, moviéndose junto a sus colegas de trinchera. Iba cubierto de sangre y barro pero le reconoció por su corpulencia, sus gestos. Gritaba algo a los soldados señalando al lago con su rifle, a la vez que se sujetaba el casco con la otra mano. Los otros también gritaban, y disparaban. Si pudiera correr y sacarlo de ahí con un abrazo y traerlo consigo... De pronto, oyó un silbido agudo descendiendo al grave. Y la tierra explosionó y reventó estruendosamente en un volcán terrible de piedras, casquillos de balas, barro...

Durante unos segundos observó la escena infernal ante ella, estupefacta, como si fuera una fotografía imposible. Después, comenzó a comprender parte de lo que le mostraba.

Los gritos de su mente al romperse fueron arrastrados por el viento hacia las heladas llanuras de la noche sin fin.

Fue un pescador quien descubrió el cuerpo congelado de la chica, junto a la orilla. En pocas horas, estaban allí su familia, vecinos y las autoridades del pueblo, conmocionados, en este amanecer de pesadilla.

Las almas de los que allí habían se rindieron ante el prolongado desgarro y llanto de aquellos padres, sus vaivenes de ternura al arropar a su niña para llevarla de vuelta a casa, lejos del frío... Muy lejos del frío...

Nadie en aquella comitiva de dolor hubiera podido ver cómo se alejaba la barca hacia el interior del lago nocturno.

Nadie habría visto a la figura de negro que, con una lenta majestuosidad, remaba incansable.

Nadie sabía que en el fondo descansaba la chica, acurrucada como bebé en el vientre de su madre, murmurando ensoñaciones en aquella noche profunda, etérea...

Nadie, ni remotamente, podía imaginar lo que iba a pasar en el escenario de aquella funesta noche...


Una noche que la mayoría de los seres humanos conocemos por ese nombre tan rotundo como es ETERNIDAD


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Mensaje  achl Mar Ene 17, 2017 2:38 am



Pasión, antes contenida, en el jardín

Un sábado noche de un mayo caluroso, me reuní con unos amigos de un amigo mío, y una amiga, en el chalé, con un muy florido jardín de uno de ellos. La chica y yo nos conocíamos de antes, no 'teniendo nada' con ella. Hacía quince días que no la veía, pero ahora estaba entre nosotros, pues recientemente había regresado de New York con sus padres, que habían ido allí a celebrar la mayoría de edad de su única hija

Ambos sabíamos que nos gustábamos, pero en esa noche no hablamos en todo el rato. No hubo oportunidad. Es que ni siquiera nos mirábamos. Nos evitábamos, no por rechazo, era por lo que, inevitablemente, llegó luego, más tarde...

Hasta que apareció la bendita madrugada y se fueron algunos amigos, y sólo quedamos los que lo siempre lo pasábamos fenomenal hasta el alba, además de esa chica.

No sé por qué no nos queríamos mirar, pero al fin sucedió. Toda la noche estuvimos mirando las flores, pero cuando al fin decidimos mirarnos, mis ojos buscaban con ansia los suyos. En ese instante, alzó la cabeza, y de pronto pude ver lo oculto: una mirada como rayo de sol, contenida en su iris azulino.

Solamente duró unos segundos aquella mirada. Luego bajó los ojos, tal vez por timidez, al ver que los míos la reclamaban.

Cuando quedamos solos, vino a mi lado y se sentó a mi derecha, con su mano izquierda rozando mi mano derecha. Estábamos sentados en uno de esos bancos que hay en las plazas. El padre de mi amigo tiene uno de color blanco en su jardín, que decoraba el ambiente y acompañaba a una fuente de agua. Estábamos rodeados de césped y de flores, y la brisa de la noche nos llevaba a un deseo, no antes premeditado.

Las estrellas, testigos de todos los poemas, vieron lo mismo que yo; a mí, recostado, y a ella, con movimientos cadenciosos de mar. Pude observar en ese momento el arte de la desnudez pura de la sinceridad física hecha seda y poesía.

Nuestra ropa empezó a alfombrar el césped. Un jazmín adornaba el aire. La luna llena hacía brillar sus ojos mientras alumbraba su fragilidad. Y los astros, en lo más alto de nuestras cabezas, eran los que enaltecían este cuadro vivo, lleno de gracilidad.

Mis manos, posadas en sus piernas, empezaron a subir la torre de babel en busca de la caja de pandora, gran reveladora de todas las maravillas, y ella, la chica, se recostaba mientras yo hice lo mismo.

Aumenté, muy a propósito, las notas musicales de los ángeles cantantes, mientras su vientre vibraba, disfrutando yo de su canto y de su cara, que expresaban el regocijo, proveniente de esa unión de todas las flores en el valle de palomas blancas, y acariciaba sus cabellos rubios esparcidos en su blusa carmesí...


No recuerdo bien ahora cuánto duró exactamente aquella música, bastante diría yo. Casi al unísono dimos comienzo y fin a aquel maravilloso y puro concierto, pero antes del finalizar, culminamos juntos, complacidos y agitados, esa placentera sinfonía de los querubines


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Mensaje  achl Mar Ene 17, 2017 9:01 am




El lienzo

Su corazón retumbaba en una fiesta a todo color. Una fiesta orquestada por la enorme sensación de que había tocado el cielo.

Su piel la rozaba cubriéndola como un manto tibio, pero su mirada quería poseer sus ojos. Su sed la devoraba con cada segundo que pasaba. Sus mirada aleonada la dominaba.

Las manos del ilustre pintor las utilizaba también como un escultor que modelaba la arcilla fresca, húmeda -así era, como su carne-. Sus manos delineaban sus formas para amar cada poro de su cuerpo.

Blanda y fresca inicialmente, pero a los pocos minutos hervía entre sus piernas la humedad del néctar que mutuamente rozaban.

Hasta sus cabellos los lamía, como si elaborase un tatuaje meticuloso.

Con su miembro viril, que entraba profusamente, pero con tanta ternura entre sus piernas, ella le absorbía hasta sus últimos alientos, jadeante y silenciosa.

Después, su enorme boca recibía ese atributo entregado, como un alma líquida, para que una parte de él nunca se olvide, porque ya habitó entre sus estremecimientos y la hizo cómplice, ser muy amada hasta sembrar su esencia líquida.

El pintor ardía por ella y no quería detenerse nunca.

'Veo que todavía tengo la pasión del primer amor, veo que todavía soy el hombre poeta', pensaba segado en su éxtasis.

La destrozaba enajenadamente con esa parte más intima de su cuerpo, ambos jadeantes, no pararían jamás, como si participaran de un maratón cuya meta ya la habían cruzado y seguían en el cielo.

El cuerpo elástico de ella le proporcionaba un mayor placer y mucha más resistencia para recibir las violentas contorsiones que el célebre pintor le enclavaba.

Luego de ese trote, ella automáticamente se ponía boca abajo, para que él retome con el mismo ritmo de su cabalgadura.

Después…

El cielo de sus pechos sobre sus muslos, su aliento que le embargaba a otro tipo de universo que un hombre solamente puede vivir con aquella mujer que ama.

Así acabó su primera cita impensada, completamente desnudo el pintor abrazando a ella como un ser indefenso contemplando su piel trigueña, cobriza cual eso inca. Candorosa, sensible y circunspecta a su voluntad. Su abanico azabache que poseía por caballera humectada y empapada por la gran lengua lamedora de ilustre pintor.

Ella seguía tumbada, como si esperase la mirada del pintor Tiziano para ser eternizada en un lienzo.

Y los niveles horizontales de su figura fulgurosa por el sudor y los rayos del sol abrasador. Mirarla así, en tal escena, trajo en él la esperanza de un nuevo destino a su vida...


Su cuerpo respiraba, su cuerpo estaba completamente jadeante, y él seguía acariciándola como si quisiera tocar el sueño en el que ella navegaba


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Mensaje  achl Mar Ene 17, 2017 3:12 pm



Al primer tapón, zurrapa

La sevillana María Manuela había sido educada al modo antiguo, estricto, no gozando de ninguna libertad y haciendo culto de su virginidad.

A los quince, su madre le regaló una monjil falda por su cumple. La lució con risita de asco ante su mami, pero avergonzada ante sus amistades.

Fue creciendo bajo constante control, y con doble actitud trató de encajar en el mundo, sin dejar los valores que le inculcaron desde muy niña.

Cumplió treinta y aún no conocía intimidad con hombre, sólo esporádicas 'manitas' con casuales acompañantes, que no la llamaban al otro día.

Pasaban los años y cada vez le era más difícil hallar una relación. El amor parecía estar lejos de sus posibilidades, y lo que para ella era una virtud, se había convertido en el principal motivo de su fracaso.

Dejó de asistir a los bailes, dejó de maquillarse, dejó de ir a la peluquería y adoptó como único refugio las fantasías que hallaba en la lectura de novelas románticas.

Una lluviosa mañana de abril cogió el metro, rumbo a su trabajo. Como de costumbre, mantenía la vista fija en su lectura; pero, de pronto, se sintió observada. Un joven, frente a ella, no dejaba de mirarla tras sus gafas negras, y esto la incomodó. Comprobó que estaba 'correctamente' sentada y volvió al libro de cuentos, donde se sentía identificada con uno de los personajes.

Imaginariamente fue manteniendo dialogos con aquel joven desconocido, explayándose en sus virtudes y confesándole sus ocultos deseos. Era la primera vez que hacía un juego mental de ese tipo y le pareció divertido. Al llegar a su parada le regaló al joven una sonrisa cómplice, como si la conversación con él hubiese sido real.

El episodio del metro comenzó a hacerse presente en sus sueños, donde el joven fue adoptando persuasiva actitud, que poco a poco fue ganando su corazón.

María Manuela se había enamorado. El joven la sorprendía con frases inteligentes; además, sus sueños eran cada vez más eróticos.

Una vez, luego de un vívido encuentro amoroso, su amado le regaló una rosa roja, que ella guardó celosamente en un secreto lugar. Al despertar, la busco infructuosamente durante horas tratando de recordar el sitio.

Comenzó a creer que no se trataba de fantasía, que realmente se había conectado de alguna manera y que ese joven era el amor de su vida.

La idea del amor trascendente siempre había existido en ella, y ésta era la demostración de su acierto. En su próximo sueño, le propondría al joven un encuentro diurno en el mundo real.

Noches y noches pasaron y en algunas se vio con su alma gemela, pero cada vez que intentaba hablarle de ese encuentro, un sobresalto interrumpía su sueño, despertándose en forma abrupta y nerviosa.

Dejando esa idea, dedicó todo su esfuerzo a su vida onírica, y gozó cada ensueño con su amante nocturno.

Llevaba una vida paralela: durante el día, una recatada, y por las noches, una enamorada y juguetona mujer.

Esa mañana su metro llegó atiborrado de pasajerosl. En uno de los vagones delanteros viajaba su amante. Intentó llegar hasta él, pero quedó atrapada entre el gentío. Desesperada, intentó visualizarlo, pero la mole de humanos se lo impedía.

No se bajó en la parada de La Puerta Jerez y siguió hasta la Catedral. Era su única oportunidad y no podía desperdiciarla.

Corriendo llegó hasta la Catedral, y en la esquina, esperando el verde de peatones, estaba su joven amado. Llegó hasta él y le cogió del brazo. En ese momento, escuchó por primera vez su voz:

____Gracias. Puedo cruzar solo.
____Pero yo no -dijo ella, sin soltarse.

Y haciendo bueno ese dicho de lo curiosas que son las mujeres, repasó al joven de arriba a abajo y vio que llevaba una Biblia en la mano.

Caminaron sin hablar hasta la Plaza Virgen de los Reyes; y ya allí, se separaron a las puertas de la Archidiócesis Arzobispal


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Mensaje  achl Vie Ene 20, 2017 12:00 am





Inesperado final

La llevé conmigo a una terraza del Paseo de la Palmera, de Sevilla. Pasé todo el trayecto mirando de reojo sus piernas desnudas y recorriéndolas hasta el inicio de su minifalda. Pasamos un buen rato hablando mientras tomábamos cerveza. Entre charlas y risas, nos fuimos conociendo.

Ella, Inés, trabajaba en el Hospital Macarena, como auxiliar de quirófano. Estaba sin pareja, luego de una relación de siete años. Sus ojos grandes y verdes, en los que me pasé toda la velada perdido; sus labios pulposos, con un toque de carmín; unos pómulos dulcemente marcados y un cuello moldeado, en el que me hallaba a mí mismo fantaseando con recorrerlo y llenarlo de besos, así como la silueta con senos turgentes, perfectos de tamaño para mí gusto; hacían que mí libido se disparase.

La llevé a su casa. No quería y no sabía bien el motivo de mi forma de actuar tan distinta, pero no quería que aquella noche fuera una copia de las cientos de noches que otras chicas acababan en mí cama.

Aparqué el auto y luego del adiós me besó en las mejillas. Fue exactamente como los besos que recordaba de la noche que nos conocimos, aunque esta vez la distancia jugaba a nuestro favor. Separadas por centímetros, nuestras bocas se saludaron vivamente. Cerramos los ojos, y beso tras beso, la pasión se encendió en los dos.

Dentro del auto, en que no teníamos casi espacio, nos fuimos metiendo mano y sin darme cuenta hice lo que toda la noche me había imaginado: deslicé mi mano recorriendo sus muslos, para perderla por debajo de su minifalda hasta llegar a sus bragas y encontrarme con la humedad de su vulva.

Nuestras lenguas y sus manos no estuvieron quietas, y a pocos segundos mi duro miembro salió al aire, y su mano lo acariciaba.

____Vámonos a mi casa -me susurró, a la vez que me devoraba el cuello y su lengua lo lamía.

Salimos del auto, y abrazados llegamos a su puerta sin dejar de besarnos y sin dejar de meternos mano.

Cuando llegamos a la entrada de su casa, me dijo:

____Espera, déjame que busque las... ¡ahhhh, sigue... sigue...! ¡Jo, no encuentro las puñeteras llaves!

Me reía de la escena y, sin casi darnos cuenta, estábamos tendidos en la alfombra del salón de su casa desnudos. Todo parecía ocurrir en un fugaz segundo, que no me dejaba ser consciente de lo que sucedía.

Despacio la sujeté mirándola a los ojos. Recorrí con los míos su cara y me detuve mirando su cuerpo, desnudo, intentando lograr detener el tiempo, inútilmente. Subió su cabeza aproximando sus labios a los míos, pero de nuevo encontró mi rechazo. Necesitaba ser consciente de lo que estaba pasando, sacar toda la esencia de esos mágicos momentos.

Con ternura, bajé por su cuerpo hasta su entrepierna. Me deleité con su  aroma y seguí hasta sus pies. Sus dedos fueron rodeados por mis labios, uno por uno, y mi lengua relamió su contorno. Acaricié sus piernas hasta llegar a su sexo, pero me paré a oler. El olor era intenso, debido al efluvio de placer que emanaba. Sin parar, vi sus pezones, los succioné, los lamí y los humedecí, mientras sentí que su cuerpo se estremecía.

Mi traviesa lengua siguió el camino marcado por su búsqueda infatigable hasta su cuello, y desde la garganta dejó un rastro húmedo y tibio hasta la parte de atrás de su oreja. Mordí el lóbulo y tiré de su pelo hasta dejar expuesto su cuello; ya tensado, era más receptivo a mi juego, lo que fue evidente, una vez que de nuevo mi lengua exploró su piel.

Caímos en un profundo beso, cargado de lujuria, y nuestros cuerpos se unieron fundiéndose en uno solo.

Su sexo húmedo y ardiente parecía estar hecho a mi medida. La facilidad con la que mi miembro entraba y salía y los movimientos de su pelvis, lograban que todo mi cuerpo volviese a nacer, pues hacía tiempo que no me sentía tan vivo como esa noche. Al detenerme, me miró con fuego en los ojos, y todas sus uñas se clavaron en mi  espalda. Haciendo fuerza para que el movimiento de mis caderas no cesase, clavó con más intensidad sus afiladas garras, sin obtener el resultado deseado.

Levanté sus piernas, juntándolas, apoyé sus pies en mi pecho y empecé de nuevo a redirigir mis movimientos. La profundidad de cada una de las penetraciones, sacaba de su garganta gritos, al principio de dolor, luego de gozo. Su cara cambió el gesto y dejó de morderse el labio para aguantar el pequeño dolor que le producía. Lentamente, la música celestial de mis vaivenes la trasportó al cielo, y la llama de su placer empezó a quemarla en un deseo irrefrenable por llegar a un clímax.

Retiré mis pies de su pecho y estiré las piernas, apoyando mi cara en sus plantas. Lamiéndolas seguí con mi danza, por vez más fuerte. Sus jadeos y contracciones me decían que debía penetrarla con rabia. La intensidad de sus gemidos, sus uñas y sus orgasmos, hicieron que inundase su sexo. Cuando ella había acabado, provocó que mi descarga la llevase de nuevo a sentir con cada una de mis convulsiones otro orgasmo más intenso aún que el anterior.

Abrí sus piernas y me tumbé encima. Nuestros pechos unidos, respiraron; nuestras bocas unidas, se besaron con furor; nuestros ojos, inundaron de palabras nuestras mentes, carentes de pensamiento. En ese instante por fin conseguí detener el tiempo.

____Quiero más -me susurró.
____Déjame descansar un momento -suspiré.

Pero su sonrisa pícara me indicó que no iba a darme más tiempo.

Su contoneo, ajando su cuerpo sudoroso, su boca recabando, al igual que sus ojos el calor de mi cuerpo, y sus labios que no dejaban de susurrar...

____Quiero mucho más.

Con fervor, como jamás había sentido hasta ahora, logró, para asombro mío, que de nuevo mi deseo de poseerla se disparase cuando creía que ya no podía más.

____Vámonos a tu cama -le susurré.

Detrás de ella, nos apresuramos en llegar a su dormitorio.

Nos echamos en la cama. Su boca engulló de nuevo mi pene chupándolo con un ritmo frenético durante un buen rato, hasta que logró lo que tanto deseaba. Cuando la aparté de mi lado, toqué su sexo empapado, que me confirmó sus gemidos, y mis dedos mojados se perdieron en su boca.

Golosamente los lamió. Pero otra vez los introduje en su caliente sexo. La rabia se apoderó de mí, la cogí del pelo y la puse a cuatro patas, apreté los dientes y empecé a penetrarla lo más fuerte que pude.

____¡Más fuerte, más fuerte! -gritó.

Los golpes de mis caderas contra sus nalgas llenaron el cuarto. Mientras veía cómo su trasero se contraía, tiraba de su pelo, y su mano de vez en cuando cogía el mío para que empujase más fuerte.

____¡Sí sí!' -repetía, hasta que la intensidad de la afirmación cambió por un ¡síííííí!, que me indicó que su cuerpo y su mente se unían para llevarla al paraíso.

Con más ritmo y con todas las fuerzas que aún me quedaban, metiendo y sacando mi pene, descargué mi semilla.

____¡Sí, sí, ya la siento, ya la siento! -chilló.

Sólo pude emitir unos ruidos que le demostraron que la intensidad de mi orgasmo era equiparable a la suya.

Sin poder aguantar mi propio peso, nos extendimos encima de la cama. Su trasero apresó mi miembro, en un afán de retenerlo dentro. Su cuerpo caliente, unido de nuevo al mío, me reconfortó. Cerré los ojos mientras, y hacía mías las sensaciones que ella sentía en ese momento.

Empecé a reír con ganas a la vez que de su boca salió una pregunta:

____¿Ya se acabó?
____Por hoy sí. Mañana lo reanudaremos -le dije.

Se acurrucó sobre mi pecho de lado, uno frente al otro. Nuestras manos empezaron a recorrer nuestros cuerpos, despacio, mientras nuestros ojos decían mucho más que nuestras bocas, calladas por la intensidad de las mil y una sensaciones que en ese momento estaban en nuestras almas.

Sus siguientes palabras, en forma de pregunta, fueron:

____¿Y si te rapto?

No reí, pues sé que sus palabras no eran demagogia para ganar mi amor. Me hubiera quedado allí con ella, sin pensar en nada más.

Me vestí, y luego de un triste adiós por acabar la noche, nos despedimos. Sabía cómo se sentía, pues su mirada reflejaba lo que su alma gritaba, lo que todo mi ser clamaba... '¡quédate conmigo!'.

Volví a mi casa sin apenas reparar en la carretera ni del tiempo que pasó. Simplemente, mi mente seguía con ella, en su cama, abrazados, uniendo nuestras bocas, exponiendo nuestras almas...

Recordé cada instante de la noche intentando hacerlo mío para siempre, mientras en más de una ocasión mis manos se aproximaban a mi nariz, aspirando su esencia, aún impregnada en ellas.

Cuando sonó mi móvil supe que era ella. Que me llamase y la charla que mantuvimos, me hizo saber que había algo más que una noche de sexo entre nosotros.

Los días se sucedieron, pero ninguno pasó sin que hablásemos en algún momento, aunque sólo para decirnos un 'hola' o un 'qué tal'.

Pasado un mes desde nuestra primera noche, la casualidad de la vida me llevó a que un día, comprando en un centro comercial, vi una pareja y me di cuenta de que ella era Inés. Suponía que era el precio que debía pagar por todo lo que en el pasado había hecho yo con otras mujeres, pero me pareció extraño y algo dentro de mí se resquebrajó.

Me subí a mi coche y me fui, sin saber que ella me había visto. Mi coche sufrió las consecuencias de mi impotencia, lo guié por la carretera dando rodeo y parándolo en un sitio especial para mí. A solas con los recuerdos de esa noche y de los momentos vividos hasta entonces, interrumpido fui por el sonido de mi móvil. En la pantalla aparecía Inés; los pensamientos contradictorios se acumularon en mi mente e hice lo que con cualquiera otra mujer no hubiese hecho, y es que respondí, aunque en tono seco

____Dime.
____Martín, déjame que te explique.
____¿Qué quieres? ¿Qué me vas a explicar que ya no sepa?
____Era mi ex. No te lo dije porque ya había terminado con él y no quería que eso influyese en lo nuestro.
____¿Crees que soy imbécil?
____No. Te estoy diciendo la verdad. Te lo juro. Te quiero -su voz reflejaba el llanto que mis ojos no podían ver.

Sus palabras sonaron tan sinceras que sin percatarme, lágrimas salieron de mis ojos.

____¡Dios! -dije luego y cerré el móvil.

Me quedé un rato sentado, ensimismado en mis pensamientos hasta que decidí subir al coche, pues se estaba haciendo ya de noche.

Metí el Audi en el garaje y subí las escaleras. Cuando llegué a mi portal, Inés estaba pulsando el timbre de mi piso. Me quedé parado, mirándola. Al verme, se vino hacia mí y me abrazó y me besó. Sus labios se movían por la tensión acumulada. Sus palabras entrecortadas y sus ojos llorosos, reflejaban lo que sentía. Entramos con esa rabia que sale a relucir en las reconciliaciones. Con pasión nos besamos y buscamos nuestros cuerpos. No sé cómo llegamos al ascensor, de cuyo salió mi vecina mirando hacia otro lado, pues mi mano estaba ya debajo su falda buscando sus muslos, mientras que mi bragueta recibía la suya.

En el mismo ascensor empezamos a desnudarnos. Sus manos se posaron en mi vientre, que metí para adentro, facilitando así la llegada a mi pene, que ya era roca por la excitación y el morbo.

Ni siquiera nos percatamos de que habíamos llegado y que ya estábamos en mi planta.

Cuando de rodillas arranqué su braga y chupé su sexo mojado y abierto, su pierna se había apoyado en uno de los pasamanos del ascensor.

Me bajé los pantalones y saqué mi miembro. La penetré, a la vez que nos besábamos. Cogida en volandas con sus piernas cruzadas en mi cintura y agarradas por mis brazos, que controlaban las subidas y las bajadas de su cuerpo y mi penetración, empezamos a hacernos el amor como locos. Abrazada a mí y sus labios y los míos recorridos por ambas lenguas, los mordiscos apresando nuestras bocas y mis envites rítmicos, nos llevaron a ambos a un colosal orgasmo.

El ascensor empezó a bajar. Nos dimos prisas a recomponer nuestra ropa y ella a limpiarse su sexo mojado. Mirándome se lamió dos dedos y luego antes de sacarlos jugué con ellos en su boca hasta que se abrió la puerta del ascensor.

Las risas cortadas y nuestras miradas hacían que fueran a más, mientras un vecino miraba de reojo después de saludarnos, sin percatarse de que Inés llevaba en la mano sus bragas rotas, recogidas antes que entrase al ascensor.

Nada más atravesar la entrada de mi piso, empezamos desde donde lo habíamos dejado, y poco después acabamos en mi cama.

Cuando ese sol mañanero alumbró mi dormitorio, caldeando mi cuerpo y haciéndome abrir los ojos, noté el cuerpo tibio y desnudo de Inés pegado a mi espalda abrazándome. Despacio me di la vuelta para no despertarla y en ese preciso instante, en silencio, mirando su cara serena y sus ojos cerrados iluminados por los tímidos rayos del alba, supe que era la mujer que había estado buscando toda mi vida y con la que deseaba compartir el resto de mi existencia.

A los pocos días de aquella noche, Inés se vino a vivir conmigo a mi casa. Siguió con sus estudios de Medicina y trabajando en el Macarena.

Recuerdo aquél día en el que, con sonrisa en su boca, me enseño un test que traía y unos informes médicos. Abrazándome y llorando de emoción exclamó:

____¡Vas a ser padre!

No podía creerlo. Me sentía feliz, nervioso y con miles de preguntas en mi mente. ¡Yo, yo iba a ser padre!

Los primeros meses, como es normal, fueron un poco revueltos, pero con mucha ilusión pasamos los días decidiendo y discutiendo, todo sea dicho, un montón de cosas. Nombre, color para la habitación y todas esas cosas que acompañan al primer hijo. Estuve en cada una de sus revisiones y a los cinco meses del embarazo, pudimos ver ilusionados en 3D, la cara de nuestra hija, Triana.

A veces le regañaba, pues se pasaba todo el día comprando cosas para la niña, pero al final tenía que ceder; no podía negarle nada y ella sabía bien como sacarme todo.

Y llegó el gran día. Llegamos al Hospital. Estaba programado el parto con su ginecóloga, Rocío. Recuerdo esos nervios en la sala de espera: las tres de la mañana, sin afeitar y con la ropa que me dio tiempo coger mientras nuestros padres y nuestras madres me acompañaban.

La enfermera nos dijo que debíamos esperar, que permaneciésemos allí tranquilos, que tenían que llevarla a quirófanos por complicaciones y que por consiguiente nadie podía entrar en la sala de partos.

La espera fue eterna. Yo no paraba de andar de un lado a otro de la sala, hablando conmigo mismo.

Cuando salió Rocío, acompañada de otra persona, su cara y sus palabras se grabaron para siempre en mi ser, sin que ningún día desde aquel haya pasado una sola noche sin recordarlas. Me llevaron aparte.

____Martín, la niña está muy bien, pero Inés ha sufrido un infarto agudo. Lo siento mucho. Martín, Inés... ha fallecido.

Me derrumbé y caí al suelo, llorando. Con la cabeza ida fui ayudado para poder incorporarme. No pensé en mi hija ni un solo instante; es más, en ese momento la rabia que me consumía la repudió.

Rocío y un psicólogo me llevaron hasta una sala, donde después de un tiempo, sin poderlo precisar, me explicaron todo lo ocurrido. Sin dejar de llorar, con la mirada perdida y con un dolor tan intenso que consumía mi cuerpo y rompía a trozos mi alma, una y otra vez me repetía a mí mismo la misma pregunta: ¿por qué...? ¿por qué...?

Supongo que no sabían si esa pregunta mía se la hacía a ellos, o al Dios que se supone nos debe proteger.

Pero lo más duro fue cuando decidí ser yo en persona el que notificase la trágica noticia a sus padres. Entonces, me sentí culpable por algo ajeno a mí: la muerte de Inés

Pero, sin duda, el más doloroso fue cuando entré a ver el cadáver, inerte ya. La cogí de la mano, llorando; la besé en su mejilla, a la vez que le dije un adiós desde lo más profundo de mi alma. Si poder soltar su mano, me 'invitaron' a salir del cuarto.

Cuando, junto con los padres de ambos trajeron a la niña y me la dieron en brazos, vi de nuevo a Inés y supe que su nombre sería siempre Inés en la memoria de su madre.

Ahora, después de haber perdido para siempre a lo que más quería del mundo, soy consciente de que lo importante en la vida es:

Lo que hayamos sido capaces de disfrutar de la misma. La dura lección que aprendí desde aquel día es que la vida es caprichosa y efímera, y la muerte nos enseña que debemos vivirla sin perder un solo instante.
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Hoy, después de veinte años, puedo cerrar los ojos y recordar mirando al pasado todos aquellos inigualables momentos que pasé junto a Inés.


Y si por dolor o porque no sea capaz de ver su cara, reflejada en mi alma, puedo ver en los bellos ojos verdes de nuestra hija, la viva estampa de su madre, cuyo recuerdo perdura indeleble


El fruto de mi amor por Inés


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Mensaje  achl Vie Ene 27, 2017 1:45 pm



Looping

Looping es un término que inventaron los informáticos para definir un enredo, de los muchos que se producen en todo ámbito y ambiente. Trataré de explicarlo.

Un programa de informática "entró en looping" cuando ocurre, por ejemplo, la siguiente situación:

El director de una empresa le dice a su secretaria:

___Silvia, tengo negocios en Roma durante una semana y quiero que me acompañes. Haz los preparativos del viaje.

La secretaria llama al marido:

___Pepe, me voy a Roma con el director durante una semana. Mientras tanto, tendrás que quedarte solo.

El marido llama a su amante:

___Amor, la bruja se va al extranjero una semana. ¡Vamos a pasarla juntos...!

La amante llamó a un niño, al que daba clases particulares:

___Manolito, tengo mucho trabajo la próxima semana. No te puedo dar clases.

El niño llama a su abuelo:

___Abuelo, la próxima semana no tengo clases. Así que por fin puedo irme contigo a tu casa.

El abuelo _que es el director de la empresa y quiere mucho a su nieto_ llama a su secretaria:

___Silvia, suspende el viaje, voy a pasar la próxima semana con mi nieto.

La secretaria llama a su marido:

___Pepe, el payaso del director cambió de idea y ya no hay viaje.

El marido llama a su amante:

___Amor, nuestro gozo a un pozo. El viaje de la tetona de mi mujer fue cancelado.

La amante llama a Manolito:

___Manolito, esta semana te voy a dar clases como siempre.

El niño llama al abuelo:

___Abuelo, mi profesora dice que esta semana tengo clases, así que no podemos pasarla juntos

El abuelo llama a la secretaria:

___Silvia, mi nieto me informa que no va a poder estar conmigo esta semana porque tiene clases. Así que continúa con los preparativos del viaje.


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Mensaje  achl Lun Ene 30, 2017 11:45 pm



La madurez en la mujer



Una mujer madura debe ser símbolo de respeto y confianza


Con el paso de los años, se va dando cuenta de que los conceptos y las prioridades cambian. La madurez le llega con el pasar del tiempo y con las experiencias adquiridas en la vida.

Una mujer madura es una mujer que ha vivido lo suficiente como para saber qué es lo que quiere y posee el don de la seguridad en sí misma.

No tiene dudas de quién es, ha vivido y ha aprendido hasta el punto de saber qué le llena de felicidad y qué le hace llorar o enojar. Sabe cuál es su esencia y no tiene miedo a disfrutarla e incluso compartirla.

Nunca teme al rechazo, sabe que está bien siendo como es. No importa si se halla en relación de pareja. Al tener madurez adquiere la confianza necesaria para conseguir el amor propio, y ello permite que el rechazo sea algo que sólo afecta a otras que no tienen autoestima.

La mujer madura no se preocupa por su autoestima, ya que ha adquirido ese amor propio para el difícil caminar por la vida.

Algunas veces prefiere estar sola. Estar en su propia compañía es bueno cuando está cómoda en su propia piel y no duda quién es ni tiene miedo. La madurez hace que al conocerse a sí misma, olvide los miedos y entre en un proceso de aceptación personal, en el que valora sobremanera el estar consigo misma.

Dedica el tiempo preciso a estudiar lo que más le agrada. Estando en su propia compañía, aprende que todas las personas necesitamos tiempo y espacio para desarrollar habilidades y talentos.

Una mujer madura dedica tiempo a aquello que la hace feliz, que cree le hace falta para mantenerse ocupada, y/o la ayuda a liberar estrés.

Afronta los problemas de manera calmada. Ha vivido lo suficiente como para decidir de qué manera afrontar las cosas. La experiencia de la vida le sonríe al poder afrontar situaciones difíciles. No está pendiente de las opiniones externas. Lo que digan los demás no importa. La madurez trae una consciencia individual y no colectiva.

Sabe lo que le gusta, pues has desarrollado sus gustos, sus deseos, Sabe qué le gusta y qué no y busca llegar a adquirir lo que quiere, alejándose de todo aquello que le quita energía para lograrlo. La madurez le enseña a distinguir entre lo que es relevante y lo que no es importante.

Puede dar consejos. Con su experiencia, puede hablar de lo vivido. Una mujer madura puede analizar las cosas de forma diferente. La capacidad racional y analítica se expande, y por esto puede ser fuente de consejos para otras que no han vivido tanto o que aún no han alcanzado ese nivel de capacidad intelectual y emocional. De la misma forma, no crea drama por nada y entiende que cada cosa tiene su lugar y su propósito.

Ha tenido su trayectoria profesional, ha hecho su carrera y conoce como experta su área de trabajo y cómo ser buena en lo que sea que hace.

La madurez también le trae un sentido de responsabilidad, que se refleja en el compromiso con otros y en la fuerza laboral.

La mujer madura recibe preguntas y opiniones de otras mujeres, porque la madurez es sinónimo de sabiduría, y así es percibida por las otras.


Y le piden consejos para tomar decisiones de todo tipo, porque aún no han llegado a donde ella está


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Mensaje  achl Mar Ene 31, 2017 12:48 pm




Decidió irse con él

El tiempo se detiene en el justo momento en que la vida deja de surgir, en que los sueños dejan de existir, en que ni siquiera crees que debes seguir viviendo

____La vida sigue.

Oía susurrar a todo ser viviente que vagaba a mis alrededores en aquella calurosa tarde de julio, en aquel momento en que las palabras eran como agujas que tejían con hilos de dolor mi nuevo y renaciente corazón. Y las palabras se las lleva el viento en la más inmensa calma. Los susurros no sirven como frenos para parar la caída, ni las lágrimas expresan el miedo a que ya no existas. Sólo se oye el silbido del vacío. La nada impregna de ira todas las heridas. Y mientras tanto, pasan los días…

Nací cuando le vi por primera vez sonreír. Dieciocho primaveras contaban aquellos ojos con los que pude gozar de su mirada y una vida por delante en la que quizás podría pasar a su lado. La inocencia también era un lado apegado a mí, el lado más importante de todos mis latidos.

Era un chico feliz, sonriente, amable, respetuoso, educado, y sobre todo satisfecho y agradecido a la vida. La miel alimentaba el color de sus ojos, y el sol se escondía en las nubes cuando éstos parpadeaban. Su pelo era del color de los castaños, chirriantes de fuerza, y su sonrisa... su sonrisa era el contento de su vida, el móvil de sus sueños, el símil de lo perfecto. Pero su belleza no se guardaba en apariencias, sólo mostraba lo que su corazón escondía. Era grande, sincero, chispeante. Era de esas personas que con sólo su presencia pone color a la vida.

Le conocí, por casualidad, en una de estas oportunidades que brinda la vida, en uno de esos trenes que no se pueden dejar escapar. Y el tiempo se detuvo en el momento que le vi marchar, sabiendo que sería la última vez que lo hiciera. Se tiñó el cielo de gris, para no dejar ni un rayo de sol a la vista, las nubes se alinearon en forma de corazón, y yo cerré los ojos creyendo que si no le veía sería fantasía. Pero cuando los volví a abrir, se había marchado, y lo único que a aquellas alturas aún quedaba en el aire era un horrible vacío que desde entonces protagoniza mis días... No dudé en gritar su nombre, para romper ese silencio, pero la respuesta sólo fue mi propio eco. Me hallaba rodeada de gente y me sentía sola, como si se hubiese llevado hasta el último resquicio de vida que me quedaba, y tan sólo pude llorar. Cogí las gafas de sol para ocultar mis ojos, ahogados en dolor, y no pude pronunciar palabra alguna.

Salí de aquel lugar sin vida y sin saber a donde ir. Mis pies sólo utilizaban la inercia para llevar a mi cuerpo y a mi mente. Andaba perdida en algún lugar de aquel cementerio intentando buscar el alma que le acababan de arrebatar o, en su defecto, hallarse con su propia alma. Seguían cayendo lágrimas de mis ojos y mi estado de ánimos pedía a voces la máquina del tiempo para poder volver a dar marcha atrás.

La gente seguía a mi alrededor, permanecía callada siguiendo mis pasos, aprovechando todo cruce de mirada para dedicarme un 'lo siento' con los ojos. Sin dirigirme la palabra me llevaron al coche y empezamos otra vez el viaje, ahora de regreso. Quise pensar que aquella tarde sólo habíamos ido al cine y acabábamos de regresar de ver una película triste y por ello lo de las caras largas, que aquellas imágenes no habían sido ciertas, que no pertenecerían al baúl de mis recuerdos, que no estarían en el cajón de mis olvidos, y sobre todo, que no acababan de dibujar la última pincelada de mi realidad. No eran míos, no los sentía como parte de mí, quería que todos aquellos pensamientos se fueran de golpe.

Quería que volviesen a ser las 9 de la mañana de aquel 3 de julio, que él mirase al frente y no dejase que el sueño, la música, o lo que le pudiera haber llevado hasta la muerte, le arrebatara la vida. No lograba distinguir nada en el ambiente, sólo era rea de la mayor de las tristezas.  

____Leticia, ¿estás bien? -y entonces desperté.

Miré hacia el sillón trasero del coche y vi a mis dos mejores amigas, que me miraban fijamente. Sólo pude asentir con la cabeza. Volví a mirar al frente y lloré de nuevo. Una de ellas me cogió de los hombros, sin poder decir nada. Tampoco había mucho que hablar. Les di las gracias por estar conmigo en aquel instante. También quería gritar mi dolor, pero nada de eso fue posible. Aún no valoraba lo que acababa de pasar, aún no había medido nada, no había pensado nada, en cada parpadeo sólo aparecía la imagen de él. Sólo oía su voz, sólo olía su olor. Y lo más triste es que sólo podía sentir su vacío. Llegamos a mi casa y yo me fui a la terraza. Miré al cielo con la vista obnubilada y grité un '¡te quiero!' callado desde lo más hondo de mi corazón. Recordé una de las cartas que él me escribió en la que se despedía con un 'te amo'.

Ahora, una de las estrellas era su nueva casa, y fui yo quien le imaginé mirándome, dedicándome un adiós. Por muy linda que mi mente pintase la situación, en mi corazón sólo retumbaba ese adiós. No pude dormir en toda la noche. Caí rendida a las ocho. Dormí un par de horas y la semana pasó entre falsas sonrisas. No estaba preparada aún para dejarle ir de mi vida. No me consolaban los consejos de amigos. Me cogía fuertemente a cualquier esperanza de que eso no fuese verdad, al menos en mi interior.

Todas las noches de ese verano volvía a sentarme en la terraza y miraba a la estrella que había marcado como nuestro punto de encuentro. Había cogido por norma de que cuando más sola estaba, me iba la terraza para sentirle cerca de mí. Y una de esas noche estaba más sola que nunca.  

Para mi sorpresa, todos los sentimientos que manaban de mi corazón se empezaron a instalar como luces independientes detrás de mí, y sólo un sentimiento, que brillaba más que todos los otros juntos, diseñaba hacia nuestra estrella el camino de la felicidad. Estaba a punto de dejar aquel mundo, en cuyo la felicidad era el único sentimiento que no pertenecía a mi vida para acabar con todo sufrimiento. Pero cuando me levanté para dejarme llevar por ese camino de luz, miré hacia atrás para despedirme de la vida. Me hallé con todos los sentimientos brillando aún en aquella silenciosa penumbra, y detrás de esas luces cegadoras vi a mi madre, a mi padre, a mis amigos y a toda la gente que me quería formando un río de infinitos momentos que aún me quedaban por disfrutar. Por mi mente empezaron a aflorar recuerdos, recordándome que aun todas esas luces, había una luz más fuerte, el sentimiento más grande: la vida.

Dirigí la cara hacia el amor de mi vida, recopilando de cada poro de mi piel hasta la ultima gota de fuerza que me quedaba. Le miré a los ojos por ultima vez, le di mi corazón en carne viva y siendo presa de aquella triste soledad, sólo pude gritar: ¡llévame contigo, mi amor!


Y después, aun sus padres observándola, pero sin que les diese tiempo de detenerla, se lanzó al vacío desde la terraza de su piso de la séptima planta del edificio. La altura y la inercia de  la caída despedazó contra el suelo todo su cuerpo


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Mensaje  achl Miér Feb 01, 2017 4:34 pm



Angustiada

Sin embargo, algo en su interior le decía que él iba a volver


Llevaba ya demasiado tiempo de apatía y sin muchas ganas de vivir. No recordaba cuántos días llevaba estirada en la cama de su cuarto mirando por la ventana con la mirada perdida en el cielo, perdida en aquella bella luna de espectacular y deslumbrante brillantez que, supuestamente, la protegía cada noche, que la mantenía de alguna forma despierta...

Pero la mujer de esta historia llegó a un punto en que no quería aguantar más. Habían sido ya demasiados años de espera, demasiados años ya de suplicas silenciosas, demasiados años de tristeza y lágrimas que no iban a ninguna parte. Se encontraba muy sola, con una nostalgia permanente que la estaba destrozando, con unos pensamientos que en nada ayudaba a su estado de ánimo, al contrario..

Ahora, una vez llegada a este punto, empezaba a perder la esperanza de que él regresase. Le había llamado tantas veces en sueños que no podía creer que no la hubiese escuchado. Quizá no volvería a verle nunca más. Sólo con pensar eso, su corazón sufría, la pena la dejaba paralizada. Con todo el deseo del mundo de verle, al menos una vez, una última mirada, ya sólo pedía eso...

El día que la dejó, eternidad ya, la vida se le cortó en seco. Las agujas del reloj se pararon, los días perdieron sentido, pasó horas vacías, pidiéndole a Dios que aunque fuese el fin del camino se ellos, le permitiera volver a ver su cara, volver a coger su mano por última vez, decirle, mirándole a los ojos, cuánto le añoraba, cuánto le amaba...

Cerró los ojos tratando de contener las lágrimas que de nuevo volvían a caer lentamente por sus mejillas y volvió a revivir momentos junto a él: el día que le conoció, y su vida cambió para siempre. Recordó el primer beso y los sueños de amor que juntos forjaron durante años, que habían construido a base de amor y confianza, que lejos estaban ya.

De repente, notó a alguien a su lado. Él estaba allí mirándola con los ojos negros que tanto añoraba. Se acercó a ella y con una de sus manos secó las lágrimas que ahora, por fin, eran de alegría.

____¿Por qué tardaste tanto? Llevo toda la vida esperándote.

Sin él decir nada, se estiró a su lado, cogió su mano y acercando su boca a los labio de ella la besó y luego le dijo:

____Desde que te dejé, nunca más volví a amar. Tú te quedaste con todas mis sonrisas.

Ambos se miraron a los ojos como si se vieran por primera vez, como si el tiempo se hubiera parado en el primer día en el que se enamoraron, en el primer te quiero, en el primer beso...


Y desde ese momento, ya podían marcharse unidos y volver a vivir el amor que siempre habían sntido, hasta la eternidad que les esperaba junto a su luna...


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Mensaje  achl Jue Feb 02, 2017 8:29 am



Aprovecha el momento

Esta es la historia de Dolores, una hermosa mujer, de treinta y ocho años, ferviente católica, casada, que no podía disfrutar de su marido por haber padecido él, año y pico atrás, un grave accidente laboral que lo tenía en cama, y vivo a base se medicamentos específicos, cuyos le producían impotencia sexual

Estaba intranquila. Le dio las medicinas a su marido y éste se durmió en el acto; los efectos secundarios actuaban como rápido somnífero.

Merced a esta situación, desde un año atrás, Dolores tenía intervalos de ocho horas libres para hacer lo que le viniese en ganas.

Por lo general, dejaba ese tiempo para hacer las tareas de casa mientras veía sus novelas en la tele. A veces, escuchaba música, leía algún libro o confeccionaba alguna prenda en su máquina de coser, sin temor alguno a perturbar el reposo de su marido, que tampoco era necesario pues éste perdía toda noción al ingerir los medicamentos.

Imbuida varias horas en la lectura de un libro, había apagado muy tarde la luz en esa noche. Avanzó hasta más de la mitad, y prometió acabarlo durante el próximo descanso médico de su marido.

Ese día, no obstante, no bien su marido se durmió intentó leer, pero en absoluto se concentraba; dejó el libro sobre la mesilla y se recostó en la cama, entrelazando los brazos por detrás de la nuca.

No podía sacarse de la cabeza lo que le había ocurrido en la cocina luego de comer. Al ser, anormalmente, un día de otoño caluroso y careciendo el piso de aire acondicionado, dejó la puerta de salida a la escalera abierta, con la idea de que corriera un poco el aire.

El vecino de puerta, 'amigo' del matrimonio, se acercó a ella por detrás cuando estaba fregando y, sin mediar provocación, la cogió de la cintura presionando su cuerpo contra sus nalgas.

Dolores sintió por encima del delantal la vigorosa masculinidad entre las piernas, pero todo fue tan inesperado y rápido que no pudo reaccionar. Al creer ese vecino que ella cedía, presionó todavía más, preguntándole, sin rodeos, si quería ser poseída allí mismo. Dolores, indignada y sacudiendo las manos húmedas, se apartó del fregadero.

Al retirarse, el vecino vio cómo sus nalgas succionaban el delantal entre las piernas. Dolores alzó desafiante la cabeza, haciéndose inalcanzable al deseo del intruso, al que echó de su casa, cerrando después la puerta.
Sofocada, entró a su cuarto echándose en la cama junto a su marido, que dejó el prospecto que estaba leyendo sobre la mesilla, y le preguntó:

____¿Te pasa algo, mi vida?
____No, nada. Sólo que estoy cansada -mintió. No quería preocuparle.

'¿Hago mal con no contarle lo que me ha ocurrido?' Se preguntó para sí. 'En realidad, puedo decirle que he sentido algo muy poderoso'.

Acelerado el corazón, el cuerpo trémulo y la respiración jadeante, hacían crecer los pechos, como si quisieran soltar los botones del delantal.

Cerró los ojos con idea de relajarse. Inútil. Le venía una imagen de manos sujetándola por la cintura. Sentía la dureza varonil de aquel que la quería violar. Sentía su propio mareo al escapar de esas manos, sentía su andar acelerado rumbo a su pieza...

Como media hora después, recuperó la calma, le dio un beso en la frente a su marido y le secó el sudor en torno a las cejas.

Pensó que tenía que hacer algo para quitarle relevancia a lo acontecido, pero a más empeño por olvidarlo, más turbada se mostraba.

Leer le resultaba imposible, así que se dispuso a preparar la comida, pero recordó el suceso y como aún no se había tranquilizado del todo para ir a la cocina de nuevo, se puso a revisar la ropa sin planchar.

Puso la mesa de plancha y se sentó al borde de la cama. Miraba el suelo, cómo queriendo encontrar una respuesta en él. Trataba de olvidar aquel incidente, pero no lo lograba. Tenía en la piel lo ocurrido y, cada vez que lo recordaba, un escalofrío la recorría de pies a cabeza. Esa ambigüedad entre la indignación y... '¡No, no puede ser...!', pensó

Por más que hacía por desconocerlo, sabía que había sentido algo inédito en ella. Cuando aquel desconocido posó las manos en su cintura, tuvo la intención de abrir las piernas, e incluso cerró los ojos por una fracción de segundos, a modo de entrega. Una fuerza inevitable la invitaba a caer en el vacío. Pero pudo más su pudor de señora casada.

'¿Y si...? ¡No, por Dios...! ¡No!... -pensó.
'¿No sería que estaba yo desvariando?' -pensó de nuevo.

Era posible, tanto tiempo desvelándose por su marido, la tenía estresada.

A pesar de haberse calmado, volvió a caer en la confusión, sintiendo que un temblor recorría su cuerpo.

'¡No pienses tonterías, Dolores!', le decía su conciencia.

Se entregó a la inacción de pensamiento y cuerpo. No pensaba en nada; pero, de pronto, la conciencia se recuperaba con la imagen de la cocina. Se sorprendió por pensar en la posibilidad de tener un rollo para sofocar sus calores. Lo natural era dejarse llevar por lo que sentía y la torturaba su postura de mujer fiel. Aquello, siendo carnalmente bueno y necesario, era pecado mortal.

Se puso en pie, quiso evitar el espejo; pero, en segunda instancia, vio su imagen como reto a los hombres. Era guapa, atractiva y con ese delantal pegado y corto, dejando ver sus largas y bien torneadas piernas hasta el comienzo de las nalgas, le parecía apetitosa para todo hombre. El escote desabotonado dejaba a la vista buena parte de los senos, cuyos pezones de punta luchaban por romper la tela humedecida por la transpiración. El cuerpo resbaladizo chorreaba voluptuosidad y lujuria.

Inocente a los estragos que podía ocasionar en los hombres, sus curvas invitaban al atrevimiento. Y aquella desnudez del triangulo que apenas se veía entre los botones del delantal, clamaban lo suyo...

Esquivaba la mirada porque de hacerlo desnudaría los deseos ante quien no guardaba secretos porque todo lo sabe y conoce respecto de ella. '¡No Dios mío...!', se dijo, llevándose, horrorizada, las manos a la cabeza.

Cuando logró mantener la vista fija ante su propia imagen, esos confusos pensamientos se tornaron racionales y lógicos: todo aquello era producto de... y, no se atrevía a reconocerlo. Empero, sabía sin decírselo que tenía mucha parte de culpa de lo que estaba experimentando en ese momento independientemente de lo que había sucedido en la cocina.

'La verdad es que llevo mucho tiempo sin sexo', se justificó ante los ojos que la escrutaban despiadadamente. Sentía que su cuerpo le exigía más que abrazar con amor al marido enfermo y por eso, las fuerzas atávicas de su cuerpo conscientemente traducían con coquetería lo que su razón no quería reconocer. Y los hombres sabían leer el idioma de las maneras y movimientos femeninos. Los hombres eran maestros para traducir las turbaciones de las mujeres, y eso es lo que leía en ella el vecino. Amaba a su marido, y no era su culpa sentir ganas al contacto de él, que, debido a su enfermedad, sufría impotencia, sin visos de pronta recuperación.

Y ahí quedaba siempre esa presión interna, que no podía concluir lo que sus intentos buscaban. Terminaba afiebrada, con mal genio y todo se le tornaba hostil.

Recordó que llevaba ya más de un año sin probar hombre. 'La tierra en barbechos se expresa con sus malezas, que coquetas, se apoderan de todo el sol'.

La mirada del espejo la sorprendió diciéndole que no había nada de malo sentir deseo; aquello no implicaba pecado alguno, porque al fin y al cabo, ella era humana: una mujer de carne y huesos.

Al asimilar ese pensamiento fue presa de un vértigo tan incisivo que tuvo que sentarse nuevamente en el borde de la cama.

'Dame fuerzas, mi amor', le decía en voz baja al marido, sabiendo que si gritaba, él no podía escucharla.

Su cuerpo se enfriaba y empezaba a temblar por una razón muy distinta. Era miedo al pecado, miedo a la infidelidad. Abrió el cajón del escritorio, leyó un pasaje bíblico y rezó un Padrenuestro y tres Ave María; entendía que si pensaba tanto en ello era por... '¡No, Dios mío, no!'.

Cuando volvió a mirarse en el espejo, se hallaba más calmada, en cierto modo, veía a la Dolores de siempre. Aquella mujer sexuada sólo para el marido. Bebió un vaso de agua, e puso bien el delantal y al disponerse a ir a la cocina se animó: 'tranquila, Dolores, si te vuelve a molestar, dile con buenas palabras, que ella no es una cualquiera, que lo perdonaba y... que aquí no ha pasado nada y que fueran buenos vecinos'.

Ese discurso la templó y le dio fuerzas para salir tal como estaba y seguir con el fregado de la vajilla.

Apenas comenzó el sonido de los platos, sintió pasos acercándose por el patio. El corazón comenzó a acelerarse, la sangre le pintó las mejillas y la respiración se le entrecortaba. Lo sintió venir y entrar a la cocina. Luego, notó que la había observado varios minutos, que le pedía disculpas, que la culpa de todo la tenía Dios por darle tanta belleza. Rió y giró la cabeza para verle. En la risa incluía disculpa y aquí no ha pasado nada. Haciendo negativas con la cabeza, volvió al fregado.

'No puedo retener mis impulsos ante cuerpo tan perfecto, te pido perdón, no tengo gen que me proteja de la belleza de una mujer tan voluptuosa'. Al oír el detalle de caballerosidad, sintió que de nuevo se ponía detrás de ella, a un metro. La cercanía le agarrotaba las manos: cogía platos, vasos y cubiertos con inseguridad. Sus mejillas estaban encendidas cuando él la ciñó de la cintura.

Rumiando la respuesta, la apretó contra sí. Un mareo fugaz la dejó con la mente en blanco. Al volver las capacidades racionales recordó el discurso preparado. Iba a decir la primera palabra, cuando él se adelantó y le dijo a sovoz: 'Carpe Diem, déjate llevar; el lenguaje de tu cuerpo habla igual idioma que el mío; me está diciendo que te posea'.

Ella volvió a sentir aquel vértigo que la acercaba al vacío de una forma incontrolable. La cogió de las caderas y deslizó una mano por debajo del delantal. La acarició hasta la rodilla, y después trepó para meter la mano cual cuña por debajo de las bragas, hecho que respondía a sus vaticinios, así que podía obviar los preparativos: esa condescendiente humedad era más que suficiente.

____¡Estoy a las puertas del Paraíso! -le dijo, mordiéndole el cuello.

Dolores cerró los ojos. Él seguía alabando su belleza, esperando luz verde  aunque roja por haber avanzado hasta 'ahí'. Imprimió más empeño a su atrevimiento. Ella no se resistía y dejaba que la tocase, y considerando el tiempo necesario para haberse defendido con dignidad, dio rienda suelta a su animalidad.

Ella seguía con las manos en el fregadero. Él la tenía presionada entre su cuerpo y el mueble redondo de aluminio.

Después de estimular la entrada, el violador dirigió el glande al punto de convergencia. Ella lo sentía presionar vanamente en busca de la entrada. No sabía qué hacer con las manos, pues en ese momento y en virtud del estado en que estaban las cosas, los platos pasaban a segundo lugar.

Como quien se coge a débil rama al caer por un barranco, ella cogió con firmeza un rodillo de cocina, a la vez que asomaba su vagina por encima de la espuma del fregadero, mientras el amante 'amigo' insistía que no actuara contra sus deseos.

Cuando alzó el rodillo para rechazarlo, él bruscamente abrió el delantal, haciendo volar los botones. Luego, haciendo demostración de su fuerza, la rodeó con los brazos y sin percatarse que ella tenía el rodillo agarrado con la mano le dio la vuelta, quedando cara a cara. Por la inercia del giro, no llegó a cerrar las piernas y él interpuso entre ellas su virilidad.

Dolores mantenía los brazos por detrás, sujetándose con una mano del fregadero y con la otra fuertemente asida al rodillo. Él quedó mirándola desafiante, y ella vio cómo le miraba los pechos antes de acariciárselos. Como la empujaba hacia atrás, no podía asestar el golpe definitivo y se retuvo mientras él le estimulaba los pezones con la lengua.

La cogió de la cintura, la levantó y, sentándola en el borde del fregadero, acercó su erecto miembro que, abriéndose camino, medio se coló en el punto neurálgico.

Entonces vino la sorpresa. El vio por última vez esa cara altanera; por su lado, ella sintió por última vez la violación de ese macho cabrío; porque, cuando comenzaba a presionar el glande, y cuando vencía la resistencia de sus labios en flor, ella levantaba el rodillo de cocina por detrás de la espalda visualizando el golpe en dirección al cráneo. En ese momento, él presionó aún más la intimidad de Dolores, e invadió ese territorio bendito hasta mitad de su virilidad. Ella gritó de dolor al sentir que el miembro la dilataba y avanzaba más allá del territorio que nunca había conquistado su marido. Tres embestidas después, ella sintió el golpe eléctrico y soltó el rodillo, rompiendo varios platos.

____¡Ahhh!- exclamó ella con la mirada perdida al soportar ese enajenado ritmo de empuje. Adelantando la mano que había tenido prisionera con el rodillo, dio otro grito y se sujetó del cuello de de su amigo y vecino.

Ella abandonó el lugar de pecado y él salió hacia su casa. Ella fue al baño para ducharse. Luego, terminó de fregar. Su marido seguía dormido.

Se recostó mirando el techo del cuarto. Su cara iba experimentando una metamorfosis; empezando por una sostenida sonrisa, pasando por breve preocupación, para culminar en total desesperación al recordar que no se había tomado anticonceptivos.

____Hola, mi amor -saludó el marido cuando se despertó.
____Hola -contestó, medio sonriendo y poniendo las manos abiertas sobre su vientre palpitante, inquietante...

Moraleja para todo en la vida

No nos obsesionemos con lo que nos deparará el destino, y no achaquemos la buena o mala suerte al sino. Vale más experimentar el día a día en lo que quiera que sea. Puede que Dios nos conceda más inviernos, o puede que éste, que azota el mar contra las rocas de los acantilados, sea el último; pero mientras golpeen las olas, olvidemos el tiempo que nos queda amparándonos en la esperanza. Si perdemos el tren que se nos presenta en todos los terrenos, el tiempo se nos va escapando. Aprovechemos el hoy, y no nos refugiemos en la esperanza del mañana


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Mensaje  achl Vie Feb 03, 2017 9:55 pm





El destino se ocupó de que no hubiese ataduras

Era el final de ella. Él no podía creerlo. Se hallaba en aquella habitación, sosteniendo aún su mano fría entre las suyas. No paraba de preguntarse por qué, por qué ahora, por qué de esta manera, por qué había decidido llamarle en su último aliento, por qué se refugiaba en él si era uno de los amigos que últimamente no tenía contacto con ella...

No podía dejar de mirarla. Si no fuese por la palidez de su piel, se podría asegurar que dormía. En su cara veía tranquilidad, paz, felicidad. Parecía que de un momento a otro iba a abrir sus ojos y obsequiarle con una de sus preciosas sonrisas. Pero sabía que eso no iba a ocurrir. Caprichoso el destino que después de tanto tiempo los había vuelto a unir, y ahora se la arrebataba así, de una forma tan cruel y tan despiadada.

Se paraba a pensar en el día en el que la conoció, hacía ya nueve años. Era sólo una niña, como muchas otras de las que habían allí, nada había que la hiciese diferente a las demás, o al menos eso era lo que parecía a simple vista. La química empezó a funcionar en el laboratorio de los dos desde el primer segundo en que se vieron.

En un primer momento, no pensó que pudiese llegar a tener con ella algo más que una amistad, pero fruto del tiempo que pasaban juntos, o por el alcohol que habían ingerido en aquella fiesta, esa misma noche la besó. Y la besó con la boca abierta y fue correspondido de igual forma.

Recordaba cómo yendo vestido de animadora había intentado acercarse a ella toda la noche, incluso se lo contó a una de sus amigas para que se lo dijese, pero ella estaba en otra galaxia, eufórica por su fiesta, hablaba y bailaba con unos y con otros, sin reparar en quien fuese. Aunque en su alegría interior, habría una atracción especial por alguien, que él se auto erigía como ese alguien.

Con más frecuencia de lo normal en dos desconocidos cruzaban miradas insinuantes, y ella siempre sonreía mirándole. Fue en ese momento que ella se percató de que él también sonreía cuando la miraba. Hacía mucho tiempo ya que él había olvidado esa sensación.

Por eso se lanzó. Sus amigas la iban dejando sola y él temía que se fuese sin haber tenido, aunque una sola oportunidad, para hablarle. Así que se armó de valor y se fue hasta donde ella se encontraba. La música estaba demasiado alta como para hablar con voz normal, por lo que decidieron ambos acercarse a una ventana, bastante alejada del jolgorio que en ese lugar reinaba.  

Ya en la ventana, la brisa hizo que su olor le inundase todos los sentidos. Hablaron un buen rato de cosas triviales, nada trascendente que pudiese acaparar el momento. Seguían cruzando miradas, y cada vez la atracción era mayor entre ellos.

Por un momento pensó que la besaría allí mismo, delante de todos, pero no fue así; uno de sus amigos se acercó para intentar ligar con las chicas de aquella ventana, pero al comprobar que él era un chico, se marchó un poco avergonzado. Entonces cayó en la cuenta de que aún iba vestido de animadora, de ahí la confusión del otro.

Le pidió que le esperase pocos minutos mientras subía a cambiarse a su habitación; ella asintió. Aunque la fiesta estaba ya terminando, ellos dos buscarían otro sitio donde poder seguir divirtiéndose. Fueron los minutos más largos de su vida.

Luego de pedirle que le esperase, subió y buscó en su armario una ropa adecuada que ponerse para la ocasión. No quería vestirse con cualquier cosa, quería que ella sólo tuviese ojos para él; así que decidió un jersey verde y un pantalón y un abrigo negros. Recordó que cuando se vieron la primera vez, en una biblioteca, ella le dijo que le gustaba la combinación del verde con el negro en la ropa.

Cuando llegó a recepción, donde la había dejado esperando, se encontró con que le esperaba también dos amigos más, que durante su ausencia, al verla allí sola le propusieron continuar la fiesta en otro lugar, y ella no podía negarse; así que, aunque lo que en realidad le hubiese gustado era estar con ella a solas, accedió a ir con aquel pequeño grupo a algún otro coto para continuar la fiesta.

Él, por su experiencia, sabía que eso no iba a ser posible. Eran casi las 3 de la mañana y por aquella zona sólo habían garitos nocturnos, a los que él no quería que ella entrase. Así que caminaron en busca de una disco. Durante el camino tuvo la ocasión de hablar con ella, y pudo comprobar que el castaño de sus ojos conseguía hechizarle.

Por fin, luego de caminar durante un par de horas se dieron por vencidos. Aunque por ser viernes tenían permiso de la dirección, debían volver a la residencia porque era ya muy tarde. En el camino de vuelta, el grupo se dispersó; sólo quedaban ellos dos y otro chico, que iba rezagado. Quería estar a solas con ella: abrazarla, besarla, perderse en aquellos ojos, pero no se atrevía a dar el paso, no sabía si la situación podía incomodarla, así que tuvo que resignarse y seguir caminando a su lado, hechizado por sus bellos ojos.

Bastante antes de lo que les hubiese gustado, llegaron a la residencia de ella. Era ya el momento de despedirse. El otro amigo no estaba dispuesto a dejarles ni un momento solos, así que se lanzó: la cogió de la mano, la llevó hacia su boca y la besó de la forma más tierna que pueda besarse.

Vio cómo le brillaban los ojos y no le sorprendió, sino que le confirmó que ella también estaba como loca por besarle de la forma que lo hicieron. Se despidieron hasta el otro día; él se quedó mirando cómo se alejaba hasta la residencia femenina de estudiantes, a seis calles de la de él.

Mientras subía a su habitación rulaba en su mente una extraña sensación de no haber hecho lo correcto; ella le atraía, pero no quería hacerla daño; no debía darle esperanza de que algo entre ellos pudiese pasar, pero, por otro lado, le apetecía seguir saliendo con ella, conocerla mejor, continuar descubriendo todo lo que le podía ofrecer.

No obstante, no quiso dar muchas vueltas al asunto. Pensó que lo mejor sería que la sabiduría del tiempo decidiese por los dos. Seguro estaba de no perderla de pista, pero sin ataduras, sin poner nombre a una relación, que no fuese de una buena amistad.

Pero la amistad se truncó con la muerte de ella, cuya acudió a esa última oportunidad que da la vida de hablar, antes de irnos, y la aprovechó para decirle, con voz débil pero audible, que desde que le vio sabía que él era el hombre de su vida.


Esta foto, por separado, corresponde al día en que se conocieron; ella, en un sector de la biblioteca pública de la ciudad, y él, en otro, hasta que coincidieron

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Mensaje  achl Sáb Feb 04, 2017 12:50 am



Cumpliste nuestra promesa

Sinceramente, sería incapaz de expresar con palabras lo que siento en estos momentos. Sólo sé que camino perdida y solitaria, vagando por un angosto camino oscuro y siniestro. Mi cuerpo tiembla, horrorizado, y a la vez invadido por un sentimiento de desolación. Mi mente y mi alma se encuentran más conectadas que nunca, pues ambas desean una misma cosa; recuperar la paz en el suave y dulce calor de tus labios.

Por desgracia, eso no volverá a suceder jamás. En mi interior, escucho tu nombre, lo susurro una y otra vez, casi queriendo que aparezcas frente a mí, como si todo hubiera sido un sueño.

El viento sopló con fuerza, como manifestándose ante mí, compartiendo mi furia y mi agonía. Mi melena violácea se agita con él, envolviéndose en el aire. Mis pies desnudos se humedecieron en la fría arena, y fueron caminando lentamente hasta llegar a la orilla. En ese instante, reaccioné. Casi sin darme cuenta, llegué a aquel hermoso lugar donde compartimos momentos que nunca jamás olvidaré.

De mi mirada exhausta brotaron súbitas lágrimas. De pronto, mi mente comenzó a tomar conciencia de que eso era lo único que me quedaba de ti: tu recuerdo. Miré fijamente a la luna, buscando calmar mi alma. Pero era inevitable; el destino se había interpuesto ferozmente entre nosotros. Ya no había vuelta atrás. Yo misma pude cerciorarme de ello.

Estuve frente a ti y no correspondiste a mi mirada. Estabas frío, sin pulso y con la tez pálida. Fue en ese preciso momento que me invadió un llanto súbito e incontrolable, me aferré a ti con fuerza dejando caer mis fluidas lágrimas sobre ti. Me sentí sola, desorientada y conmovida por un hondo sentimiento de amor absoluto. Y ahí, en medio de mi desgracia, entendí y comprendí algo.

Desde aquél día, quedaría marcada para siempre y asimismo condenada a sentirme incompleta para los restos; mi otra mitad yacía junto a mí. No sólo desapareciste tú sino que en mi interior algo también murió a la vez, como mis ganas de seguir luchando, mis ganas de reírme, porque, si mi mundo eres tú ¿qué mundo siniestro sin sentido me espera sin ti? ¿Quién podrá saciar mi alma? ¿Quién cogerá mi timón? Eras tú mi fiel compañía, el que estaba siempre a mi lado de forma altruista y desinteresada.

Busqué consuelo en el frío mar, nadando y nadando sin cesar. Sumergida en el agua buceé con cara abatida. Cerré los ojos e imaginé que nadabas junto a mí. Nuestras manos se rozaron, nuestras miradas eran intensas, profundas, desbordaban placidez y felicidad. Esbocé una inmensa sonrisa y sucumbí a la ternura de tus labios. Nos besamos envueltos en infinito placer. Lo sentí tan real, tan intenso, que de repente parpadeé y observé asombrada que te tenía frente a mí. Me cogiste de los brazos y subimos juntos hasta la superficie. Mi incesante deseo de estar a tu lado hizo que te materializases súbitamente.


Y ya arriba, rodeados por el bravo mar, pero custodiados por la luna, cumplimos nuestra promesa: permanecer juntos para toda la eternidad


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Mensaje  achl Dom Feb 05, 2017 3:14 am



Mi princesa y mi loquito


La historia de siempre: chica rica, chico pobre, o al revés, pero en ambos casos con la prohibición de los progenitores de la parte pudiente de que no se establezca una relación sentimental


____¿Por qué viniste de nuevo? -le pregunto el hermano de ella.
____Porque la quiero.
____Pero sabes que ella no tiene decisión propia.
____Lo sé y no me importa. No quiero que se case con ese impostor.
____Pues se van a casar.
____Desgraciadamente para mí. Y creo que para ella también...
____¿Por qué no hablaste antes con ella?
____Sabes bien que tu padre no la deja ni escucharme.
____¿Y entonces por qué has venido?
____Ya te lo dije. Para, al menos, verla una vez más.
____Pero qué ganas con todo esto. Está a punto de casarse, no hay nada que podamos hacer para remediarlo.
____Por aquí se dice que al sonar las campanas de la iglesia, todo puede cambiar. Y yo estaré ahí, por si acaso...
____Pero mi padre te encomendó cuidarla. Te recuerdo que esto te puede costar muy caro, y ante algo así no puedo hacer nada por ti.
____Lo sé, pero ella es toda mi vida. No puedo asesinar lo que aún siento. Dame tiempo. Sólo un poco más.
____La has visto llorar, sufrir, reír... y creo que se ha vuelto a enamorar. Ahora va casarse, y ante esto yo no puedo hacer nada No te está negado amarla, pero no amarla de la forma que lo estás haciendo, debes amarla de la forma que te ha dicho mi padre: protegiéndola. Por eso conseguiste empleo y por eso intercedí por ti, para que tú pudieras estar cerca, pero no para que sigas queriéndola para ti.
____Lo he intentado y me es imposible. Los días son eternos sin ella y me siento feliz de que tu hermana pueda alcanzar la felicidad, pero no puedo olvidar lo que siento. Ella forma parte de mi propia existencia.
____Entonces sabrás lo que va a pasar, ¿no?
____Claro que lo sé.
____Se le asignará otro guardaespaldas, y jamás volverás a saber de ella, ni estar cerca, por más que intentes o hagas lo que hagas. Quizá eso sea lo mejor para ti y también para mí.
____¡No, por favor! Te prometo que trataré de asimilarlo.
____Bueno, tú sabrás. Pero yo no te veré en algún tiempo para no tener también problemas con mi tozudo padre.
____Lucía bella. Aquel vestido rojo le quedaba muy bien. Recuerdo que fue una tarde de mayo cuando la conocí; caminaba por el parque y la vi sentarse en un banco, con la cara alegre y una sonrisa fresca. Me costó acercarme a ella, pero había algo en sus ojos que me tenía embelesado. Me senté a su lado, intentando no molestarla, pero ella lo notó y me miró fijamente. No dije palabra en los siguientes segundos, pero cuando pude hacerlo, las palabras no salían de mis labios. La vi reír y nunca vi una risa tan hermosa. Traté de saludarla y sólo conseguí ponerme más nervioso. Sonreía mientras intentaba llamar su atención. Me llamo Paola, me dijo y me regaló la primera sonrisa. No sé cómo lo conseguí, pero aceptó a dar juntos un paseo por el parque. Me cogió de la mano y así empezamos a caminar. 'Me gusta este parque', le dije sonriendo.'Y a mí también', me respondió, y también sonrió. Esa fue la primera tarde de las muchas que vendrían después.
____Ya me has contado eso mismo. ¿Por qué te empeñas en recordarlo?
____Porque esta puede que sea la última vez que pueda hacerlo.
____¿Recuerdas el día de los enamorados, el 14 de febrero?
____Cómo no recordarlo. En ese día te vi correr por todos lados buscando una rosa roja. No la encontraste, pero lo intentaste. Casi te atropella un coche y te salvaste de milagro.
____Ese día la llamé y ella había recibido otra invitación, por encargo del tu multimillonario padre, pero le dijo que no le apetecía salir con nadie, sólo conmigo. Yo la llamaba mi princesa. Me decía que estaba loco, que tenía las revoluciones a mil. Y no era así, era lo que ella me hacía sentir. Pero las cosas no siempre fueron bien, A veces discutíamos por culpa de tu padre. Hasta que tu padre me chantajeó diciéndome que me daba un puesto de guardaespaldas con la condición de que sólo protegiese a su hija. Con el tiempo, le pedí matrimonio, y ella lloraba y no me respondía a mi petición. La alejaron de mí y lo pasé muy mal. Quise buscarla, pero tenía miedo que echase todo a perder. Esperaba su llamada. Pero nunca se producía. Como tenía que vivir, me coloqué en un gabinete técnico de dibujante. Se me daba bien el dibujo, pero nunca fue lo mío. Una tarde en el parque traté de hacerle un dibujo de rostro a tu hermana, pero se negó por miedo a tu padre. Ella disfrutaba con mis cartas y los poemas que le enviaba a escondidas. Me decía que esa era mi vocación y que me dejase de dibujitos. Quería estar con ella cuando la operaron del corazón, pero tu padre no me lo permitió. Algunos amigos me decían que nunca cediese; otros, que la dejase en paz. Mi corazón me pedía llamarla, pero mis miedos me decían que no. Así que no pude verla en la clínica. Pero me queda el buen recuerdo de que entre los dos hubo amor, además de que lo pasábamos muy bien juntos. ¿Recuerdas el día que fuimos tú y yo al circo?
____Cómo no. Te reíste tanto que hasta escribiste algo sobre eso.
____Es cierto. El payaso perdió la cabeza. Me reí a carcajadas al ver su cabeza por un lado y el cuerpo por otro. Esa noche le escribí una carta a tu hermana y se lo conté, y ella se rió también.
____Lo que los dos vivisteis fue muy lindo. Pero, ahora, mira ahí va ella de blanco. Está a punto de casarse. Y yo me tengo que ir a la iglesia. Quería que fuese feliz contigo, pero las cosas son como son.
____No será feliz sin mí. Esas lágrimas no son precisamente de felicidad.
____No estés tan seguro...
____Ella me dijo una tarde en el parque: 'pide un deseo, algo que quieras hacer en este momento, y cierra los ojos'.'¿Y eso para que?', le pregunté. 'Tú cierra los ojos y haz lo que te digo'. Y pedí que nunca se casase con nadie, sólo conmigo.


Después de dos meses y días de la boda, y sin haber hecho el viaje de luna de miel, el hermano de ella lo buscó y hablaron. Eran muy amigos...


____¿Cómo estás? -le preguntó.
____Bien, ¿y tú?
____Mal. No se me va tu hermana de la cabeza
____Pues dentro de poco te va a llamar alguien.
____¿Quién?
____¿No lo oyes? Anda, coge tu móvil. Está sonando.
____¿Sí?
____Hola, mi loquito. Tenía ganas de oír tu voz y decidí llamarte.
____¡Oh, Dios, mi princesa! ¡Todas las noches sueño contigo!
____¿En serio?
____Y tan en serio.
____¿Y cómo son tus sueños? Bonitos o feos.
____Mis sueños son bonitos porque tu estás en ellos.
____¡Qué lindo eres! Por cierto, quería decirte algo...
____Dime.
____Le pedí el divorcio a mi marido, pero me independicé y ya no estoy con él. Te informo que nunca tuvimos relaciones íntimas. Me di cuenta, aunque tarde por culpa de mi padre, de que no puedo vivir sin ti. Tú eres para mí algo que no puedo explicar con palabras, pero sí lo puedo sentir en mi corazón... ¡Quiero verte!


¡Te quiero, mi princesa!


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Mensaje  achl Lun Feb 06, 2017 2:42 am



Así pinto a mi amante y musa

Veo cómo cada átomo de su espléndida figura, cae en una catarata de diversas tonalidades, en una desnudez integral, en una desnudez que incita mis sentidos y arranca mis gemidos, casi rugidos...

Es una oda a mi propio silencio, es ver yo una convulsión agitada en sus senos, es ver ella mi impaciente quietud, y sonríe con esos movimientos intencionados de su poblada y rizada entrepierna.

Se exhibe a mis ojos en un rincón recóndito de mi estudio, acondicionado para practicar sexo, con una cautelosa celosía en la ventana, celosía que dosifica la luz concupiscente en su cuerpo

Su piel es vívida, lozana, voluptuosa. Sus pechos, con olor a lujuria, y sus ojos pecaminosos, se hacen notar deseosos...

Todo ello descontrolado por el vapor de su alta temperatura

Posa para mi pincel, y mi inspiración hace un cuadro de matices sexuales; inigualable imagen de una anatomía entrenada para el deseo carnal...

Discretamente abre los labios superiores, larga un leve vaho de vapor y sonríe en forma provocativa.

Ese es el justo momento de coger de nuevo el pincel e inventar lascivas tonalidades, para impregnarlas en sus carnes morenas desnudas.


Empiezo desde sus sazonados labios inferiores, después de besarlos con desenfrenado frenesí


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Mensaje  achl Mar Feb 07, 2017 11:11 am



Una perla apareció por mi pub

Me llamo Antonio y tengo 31 años. Desde adolescente aprendí de algunos detalles que dan sentido, diversión, y placer a cada existencia. Y si bien cada cual tiene sus propias cosas, para mí en este momento nada es mejor que estar sentado a la barra de mi pub, en mi ciudad, Sevilla, con una jarra de buena cerveza y un paquete de cigarrillos. Estando así, siento que el tiempo se detiene ante mí y que estoy a punto de encontrar a una mujer que me haga feliz y yo a ella


Las cinco menos cuarto de la madrugada...

De repente, la puerta se abrió y una tenue luz se dejó caer sobre una figura, que parecía de mujer. Sólo pude ver una silueta de algunas curvas muy pronunciadas. Afuera, la lluvia caía fuerte, pero aquella figura no estaba mojada, sin duda por la protección de un impermeable largo rojo que la cubría por completo.

____Disculpa, el pub está ya cerrado por esta noche -dije desde el otro lado del local
____Lo siento. No lo sabía -respondió con voz casi inaudible.- Vi desde afuera que había luz y por eso entré.

Dio unos pasos hacía la barra y pude verla entera. Su cara era tersa y su piel de un delicado color crema. Sólo por eso, me dio la sensación de que era forastera. En sus ojos pude ver tristeza, pero no di mayor importancia, pues el color celeste y profundo de ellos me estremeció de tal forma que sentí que no podría hablar. Sus labios eran suculentos y vi lo hermoso de ellos, mezclados exquisitamente con un fuerte color de carmín y que a su vez combinaba con lo que más me deslumbró: un pelo que caía en ondas hasta su coxis y un flequillo cubría parte de la frente. Pero no fue eso lo que sisó mi atención y que me había cautivado; su deslumbrante color escarlata era lo que me tenía embobado.

Después de verla más cerca, me auto confirmé lo que vi.

____Y si el pub está cerrado, ¿por qué estas tú aquí bebiendo cervezas? -me preguntó, aún en pie junto a una mesa cercana a la barra.
____Porque soy el propietario. Soy yo quien lo dirige y manda -respondí, dentro de lo extasiado que estaba en ese instante.
____¿Podría al menos tomar una copa? -preguntó de nuevo, a la vez que se acercaba más a mí.

Dudé pensando si en verdad eso estaba pasando. Llevaba tiempo con mi pub y era la primera vez que me sucedía algo así.

____Bueno, una copa no se la niego a nadie. Total, no tenía previsto hacer nada más y el cierre es ya inminente -contesté recuperando mi tono-. Mi camarero se fue ya, pero yo puedo servirte. ¿Qué deseas tomar?

Desvió sus ojos al estante de licores. Pensativa, recorrió de una esquina a otra, deteniéndose en ciertas botellas: whisky, vodka, ron. Finalmente, se quedó mirando fijamente una hilera de botellas de whisky.

____Un whisky – dijo, decidida
____Ok. Si quieres, siéntate en una de esas sillas mientras lo preparo.

Se sentó y yo me levanté, dirigiéndome al otro lado de la barra. Por unos instantes, se produjo un incómodo silencio entre nosotros, sólo se oía un ruido de botellas, debido a que buscaba el mejor whisky para intentar dejar a aquella clienta una buena impresión de mi negocio.

____¿Te molesta si pongo música?- me preguntó con más confianza que antes-. Este pub está más apagado y triste que yo -agregó.

La miré de reojo mientras descorchaba una botella de Chivas, etiqueta negra. Sin percatarme, mi cara reaccionó con un gesto de desagrado.

____Disculpa, quizás me esté tomando demasiada confianza -su voz era temblorosa, como asustada.- Sería mejor que me marchase.

Reaccioné desconcertado, si saber bien qué ocurría.

____No, por favor -respondí, con la duda de qué habría pasado para que ella cambiase súbitamente de parecer, después de haber insistido para quedarse a tomar una copa.- ¿Algo te ha molestado? -le pregunté.
____Bueno… tu expresión -tartamudeó levemente.
____Disculpa. Mi cara suele aparentar que estoy molesto, pero no es así. No he pretendido molestarte.

Suspiró aliviada. Se levantó de la silla y se sentó en un taburete, junto al mío. Después, se levantó de nuevo y dio un par de zancadas hasta llegar a la máquina de discos.

____En la parte de atrás hay un interruptor para encenderla -dije sin dejar de mirar el vaso donde vertía el Chivas.

Luego de que ella encendió la máquina, sentí una moneda caer golpeando a otras al fondo del aparato.

'Nostálgica música suena; mala pieza para calmar el espíritu turbado de esta nueva clienta', pensé. Dejé el whisky preparado sobre la barra y me aproximé a la máquina. Digitalicé en el tablero dos números más.

____Con eso, las canciones seguirán hasta que acabe el disco -le dije con un tono de voz, claramente para agradar.

____Estupendo. Gracias -dijo de manera que casi no pude oír, mientras se sentó de nuevo.

Ya sentada, bebió un sorbo de Chivas, pero con elegancia. Cada vez que mis ojos la miraban, me quedaba más hechizado por ella y por lo esbelto que se veía de su cuerpo

____¡Es magnífico este whisky -exclamó-. Como se ve que eres el dueño y sabes tratar bien a tu clientela -agregó, mirándome.

De pronto, se quitó el impermeable rojo que llevaba puesto, dejando ver su figura totalmente. Ya había logrado distinguir sus bellas curvas. Ahora era disímil. Si ya antes quedó sorprendido por su espectacular belleza, de pronto estaba yo en otra galaxia.

Llevaba puesto un vestido muy escotado, que dejaba ver mucha parte de unos pechos redondos y bien hechos. Eran más grandes que el tamaño normal. Vi que usaba un sostén negro, que si no fuese por él, quizás sus senos estarían completamente al descubierto. El vestido era negro, con ciertos destellos rojizos. Elegante, diría yo. Pero las partes de su cuerpo que pude ver, mostraban cardenales y arañazos recientes.

En el momento que se giró para dejar su impermeable en el taburete de al lado, pude ver que el vestido era unos diez centímetros por encima de las rodillas y que tenía aberturas laterales que dejaban casi enteros los muslos. Era una chica sensual y más porque llevaba ligas negras, con total evidencia de transparencias.

Volví a levantar la mirada y mis ojos chocaron con los de ella, quien me miró sonriendo, no sabría decir si pícara o irónica. En ese momento, no quería pensar más que en aquel hermoso cuerpo, quizá maltratado.

____No es para tanto -se dio cuenta de mi mirada, y en tan sólo un segundo su cara cambió a expresión triste.- No soy tan bella. O al menos no todos los hombres me ven como tú.

De sus palabras pude sacar algunas conclusiones de lo que había pasado y quizá el por qué de venir sola a mi pub a altas horas de la mañana y con mucha tristeza y su urgencia por beber, al menos una copa. Pensé que habría algo oculto que no quiso confesar, ni yo, por supuesto, preguntar.

____Eres lo suficientemente bella para dar guapura a mi pequeño negocio -afirmé con humildad, y quizás mi voz delataba un enorme cabreo contra el bastardo que había dejado así a aquella preciosa mujer.
____Muchísimas gracias por su halago, señor dueño -respondió entre risas nerviosas nuevamente.
____No me llames así. Me hace parecer mayor de lo que soy –añadí de forma graciosa.- Me llamo Antonio, y por cierto, aún no me has dicho tu nombre.

____Creo, señor propietario… -dijo, otra vez entre risas nerviosas–, que no necesita usted saberlo, pero puede llamarme Perla –alargó su mano para completar el saludo.

Esperaba que estrechase su mano como cualquier saludo, pero en vez de eso la cogí entre mis brazos y la besé, cosa que le cogió por sorpresa. Se sonrojo y apartó su boca rápidamente. Cuando superó su vergüenza, me miró a los ojos y ambos sonreímos.

Mi jarra estaba vacía, así que cogí otra lata. Era una exquisita Mahou, por su color rubio y su sabor madrileño. Encendí un cigarrillo para sentirme más a gusto. Sin percatarme, había acabado su whisky, por lo que me apresuré a traer la botella de Chivas, además de un cubilete con hielo y una jarrita con agua mineral.

La charla empezó a fluir de forma natural y con más whisky y Mahou de por medio y así me pude informar de que era decoradora de interiores de 'El Corte Inglés' del Duque, y que ese día libraba. Hablamos sobre temas diversos, pero no pude conseguir que hablase sobre lo que le había sucedido antes de llegar a mi pub; por lo tanto, dejé de insistir para no echar a perder lo poco que quedaba ya para el cierre, pues mi solitaria velada pasó a ser placentera, algo que no había pensado que iba a suceder.

De pronto, aquella preciosa dama misteriosa y enigmática, puso una de sus manos sobre mi muslo derecho.

____Gracias, Antonio. Lo he pasado bien, pero ya es tarde y no creo tener en mi bolso suficiente dinero para seguir consumiendo –me dijo. En cierto modo, parecía que no quería irse.
____No te preocupes por eso. Todo corre por cuenta de la casa -respondí, con una sonrisa en los labios para tratar de animarla.
____Pienso que de quedarme abusaría de tu hospitalidad -añadió.
____Nada de eso. Es un placer que me acompañes esta noche -le dije sin poder ocultar mi satisfacción por tan grata presencia.

Entonces, se puso en pie y me abrazó. Mi cabeza quedó apoyada en su pecho, y podía sentir el suave peso de sus senos. En aquel momento me percaté de que era casi de mi estatura, o sea, muy alta.

____La verdad es que me gustaría quedarme, si no es molestia -susurró a mi oído en un tono, entre insinuante y dudoso.

Mi corazón corría cual AVE. Me pareció disímil a otras chicas que conocía. Diría que era una hembra especial. Desde luego, guapísima y con un palmito que podría resucitar a un muerto.

Antes de que pudiese responder o decir algo, me besó con tal pasión que mordió mi labio inferior. Pude sentir una ansiosa lengua buscando la mía, jugueteando dentro de nuestras bocas.

Busqué con ansia su cuello y me deleité con su dulce aroma. Su perfume, Quizás quizás quizás, de Loewe, me envolvía, como también me abrumaba tanta dulzura junta. La vi a falta de cariño, sobre todo de macho.

Levantó la cabeza para que pudiese moverme con total libertad por todo su cuello. Cada vez que la besaba sentía su fuerte respiración en mi oído, produciéndome un cosquilleo excitante. Apenas lo notó, comenzó a reír y sus labios resoplaban. Llegado a este punto, mi miembro era ya un tubo alargado de acero macizo.

Seguí besando su cuello para luego empezar a descender hasta su canal. Otra vez me encandilé: sus senos eran grandes, redondos y bien puestos. Al igual que en los animales se adivina su edad por la dentadura, en casi todas las mujeres, lo es por la turgencia de sus senos, por lo que calculé que aquella despampanante ignota tendría sobre unos 30 años.

____Ahora puedes hacerme algo más que tocarme -me susurró con tono sensual, deseoso e incluso exigente.

No quise mirarla, ya que estaba un poco cortado. Puse mi mano en sus senos y los acaricié suavemente. Podía sentir su anhelo. Sólo allí alcé la mirada y vi su cara rebosante de placer. Pero también sonrojada.

____Por favor, sigue –apenas si pudo decir.- Son tuyos, puedes hacer con ellos lo que quieras -añadió a sovoz, aun su agitada respiración.

Bajé su vestido hasta la cintura y dejé su sujetador expuesto. Era negro y con encajes: deliciosa prenda de lencería. Llevé mis manos a su espalda para soltarlo y sentí su carne tibia y tersa, clamando bajo mis palmas. No me costó y lo desabroché en el acto, dejándolo caer sobre el taburete de al lado de donde estábamos.

Sus pechos eran más grandes de lo que creía. Me fui de inmediato contra ellos y comencé a lamer uno de sus pezones, mientras con la otra mano pellizcaba el otro.

____¡Muérdelos! -me pidió con voz suplicante.

Y los mordí suavemente, y ella dejó salir un fuerte gemido. Dos de mis dedos jugueteaban con el otro, pero siempre delicadamente.

De repente, cogió mi cabeza y me hizo subir. Me besó apasionadamente. Sus besos 'me ponían'. Puso una mano en mi pecho y me hizo retroceder contra una silla.

____Siéntate -suplicó, seductora.- Es tu turno de gozar.

Me soltó el cinturón y me quitó los vaqueros que llevaba, arrojándolos al suelo. Mi pene ante sus ojos, estaba realmente rabioso. Hacia ya algunas semanas que no había tenido sexo.

Vi que estaba sorprendida y yo tuve una mezcla de sentimientos; por un lado sentía orgullo, pero a la vez seguía cortado.

____Tu tranca de abajo es fuerte, dura y grande -dijo caliente por lo que tenía entre la manos rompiendo así el silencio que se produjo, y supongo que dijo 'tranca de abajo' por el alcohol ya ingerido.
____No es para tanto. Ni yo presumo de ello -sonreí nuevamente con una mezcla de deseo y algo más. ¿Me estaba enamorando? Creo que sí...

Se humedeció bastante su mano derecha con su propia saliva y empezó a masturbarme. Se sentía muy a gusto, y más aún cuando su boca se fue hacia la mía y me besó, acompasada con los vaivenes de su mano.

____Me estás proporcionando mucho gusto. Eres muy buena en esto del sexo y sabes bien como satisfacer a un hombre -susurré entre gemidos.

Quedé mirando su mano mientras disfrutaba de aquello. Pero, de pronto, vi que cambió la mano por la boca, cuya succionaba ahí abajo de forma increíble. En verdad, era demasiado buena en esto. Sentí como metió mi pene entero en su boca, y no pude evitar dejar salir rugidos. Su boca se movía sincronizada, alternando las lamidas de rápidas a lentas, mientras su lengua se recreaba con mi glande y con el agujero del meato. Y cada vez que me hacía eso, un escalofrío recorría todo mi cuerpo, para luego sentir un placer indescriptible. Llevaba mucho tiempo sin hacer el amor y ahora iba a pasar apuros por largar mi semilla en su boca, algo que Perla, deseosa era de que eso ocurriese.

Sin embargo, cogí su cabeza y la aparté de ahí abajo, para luego darme la vuelta. Fue entonces cuando ella puso sus manos sobre mis piernas y me forzó a sentarme sobre su vientre.

____¡Échamela en mi cara y en mis pechos! -exclamó de nuevo con esa voz suya tan sensual y tan atrevida.

No pude aguantar más y regué esas partes. Sentía inmenso placer, pero hubiera preferido que ella también hubiese tenido un orgasmo al mismo tiempo que yo. Entonces me miró a los ojos.

____No te apures, Antonio. Esa era mi idea: darte placer a ti -me dijo con tono amable, pero siempre con ese dejo sensual que ya la caracterizaba. Y yo no lograba asimilar por qué sólo se conformaba con mi gozo...

____Cuando vuelva a estar de aquella manera, podremos seguir y entonces gozaremos juntos -añadió, como si hubiese leído mis pensamientos.

Ahora todo tomaba sentido para mí. Dejé a un lado mi cortedad. La cogí y la levanté. Ya de pie la besé como nunca creo haber besado a una mujer, para luego echarla sobre la mesa. Subí su vestido, dejando al descubierto su tangas negro, de igual color que el sostén e igual de elegante. Separé sus piernas y llevé mi boca a su vagina. Podía oler su sexo, envolvente y dulce. Pasé la lengua sobre su tangas. Aun así lo sentía mojado, y lo noté por sus rugidos. Corrí la prenda hacia un lado y ahí estaba ante mí: una vagina rosada. La besé lenta y repetidamente hasta que puso sus manos en mi cabeza y comencé a besar de un lado a otro con delirio frenético. Levanté la cabeza y la miré, como esperando sus órdenes. Entonces metí un dedo y lo moví lentamente, cuando lo sentí mojado puse el segundo y los moví rápido. Perla empezó a dar gritos de placer, y yo poco a poco sentía que mi miembro era roca, hasta que descargué un chorro de semilla.

Se levantó y se quitó el vestido. Entre tanto placer, no me percaté de que llevaba un liguero que la hacía sexy. Me besó y caminó junto al taburete, donde se hallaba su impermeable, y sacó un monedero de un bolso. En ningún momento me di cuenta que traía bolso, debió ser por la poca luz en el momento de su llegada al local. Abrió la cremallera de su coqueto monedero y sacó un preservativo.

____Supongo que ninguno de los dos queremos tener problemas o sorpresas -me dijo, picarona, y después se echó sobre mi cuerpo.

Me quité la camisa y ella se agachó para ponerme el condón con la boca en mi casi flácido pene, y la verdad, no sé cómo pudo hacer eso, y tan rápidamente...

Quería hablar, decirle algo en ese momento, pero ninguna palabra salía de mi boca. No sé si por la emoción o tal vez por la excitación. El caso es que debí haberle dicho algo y no lo hice

Al igual que antes puso una mano sobre mi pecho y me empujó hacia la silla, se instaló sobre mí y sosteniendo mi pene, se lo metió lentamente en su vagina hasta que estuvo completamente dentro y erecto de nuevo. Empezó a moverse. Era una mujer fascinante con un interior atrevido y a la vez responsable. Al tener una vagina estrecha, el placer que sentía era mayor. Se movía de tal modo que adormecía por completo mis sentidos. En absoluto me importó que sus pechos estuvieran cubiertos, pues puse mis manos sobre ellos y los pellizqué. Sus propios gritos la volvían loca y sólo quería más y más... No sé cuando tiempo transcurriría mientras estábamos así. Perdí la noción de todo.

De pronto se paró y se levantó rumbo a la mesa. Se inclinó apoyando sus pechos contra la madera.

____Ven -me dijo con su voz, ya conocida por mí, sensual, a la vez que se daba cachetes en sus nalgas.- ¡Hazme el amor por detrás!

Me fui hacia ella y nuevamente hinqué mi pene, y ahora lo hicimos más fuerte que antes. No podía creer que todo eso fuese verdad. Y tampoco podía creerme tantas y tan abundantes descargas seguidas por mi parte...

Le di un par de nalgadas y ella gemía. La mesa de madera crujía a cada movimiento de nuestros cuerpos, pero no le prestábamos atención. Todo aquello era realmente delicioso. Ahora, se paró otra vez el tiempo.

____¡¡Hazme tuya, que ya me viene!! -gritó como una condenada.

Yo también estaba a punto otra vez, por lo que hice esfuerzo para contenerme, aunque era difícil siendo aquello tan estrecho. De pronto sentí cómo todos sus músculos se apretaban, y luego ella caía tendida sobre la mesa, y fue entonces que no pude contenerme y descargué mucho más que las dos veces anteriores.

____Perla, eres una joya. Creo que te amo -susurré entre jadeos.
____Digo lo mismo de ti, señor dueño -respondió con guasa.- Yo no sólo lo creo, afirmo que te amo. Pero mi vida es muy complicada, y por nada del mundo quiero que mis problemas te salpiquen.

Nuestros cuerpos empezaron a enfriarse lentamente y sentimos el efecto de la fría noche de lluvia, hasta entonces totalmente desapercibida para nosotros. Me quedé rumiando sus últimas palabras...

____Ahí adentro hay un cuarto, si es que quieres pasar la noche conmigo –rompí a decir eso.- La cama no es muy grande, pero me da que no vamos a tener problemas por eso.
____También a mí me da. Gracias por todo lo que está haciendo por mí -añadió con voz muy triste, como si se despidiese.– Vámonos ya a la cama. Tengo frío.

Le señalé la puerta para que entrase, mientras me deshacía del preservativo. No recuerdo la hora, sólo que nos acostamos juntos y abrazados. Dormí tan bien esa noche que si no fuese por la triste sorpresa de la mañana siguiente, hubiese sido un magnífico nuevo día.

Al despertar, Perla no estaba a mi lado. Salí al local y no estaba ni ella ni su ropa. Sobre la barra había una servilleta marcada con un beso tan rojo como la sangre. Junto a esa servilleta estaba el tangas negro. Reí, y no sé si por lo anecdótico de la situación, o porque la risa escondía mi pena.

Después de vestirme, revise a fondo el local entero y no había nada, ni siquiera una simple nota. Si no fuese por los recuerdos que me quedaron, habría creído que todo fue un sueño. Un maravilloso sueño.

Pero mi vida siguió como siempre. Este fue otro detalle que aprendí para ser feliz… bueno, quizá un gran detalle. Y ella, que en verdad se llamaba Perla no volvió, aunque tengo la esperanza de que algún día lo haga o tal vez no porque haya vuelto con su novio. Me daría pena que hiciera eso, máxime sabiendo, casi con toda seguridad, que él fue el causante de ese maltrato físico y psíquico que se veía en su cuerpo y marcaba su alma.

El pub abre todas las tardes hasta las 5 de la madrugada. Pero al llegar ahora la hora del cierre, ya no hay ninguna historia de 'Perlas que aparezcan'. No paro de pensar en ella y en lo felices que podríamos haber sido.

Al cabo de catorce días y trece noches sin saber nada de ella, una tarde, a las cinco y veinte apareció por el pub, más dolida sentimentalmente y más maltratada físicamente que la vez anterior, pero con la satisfacción de haber hecho lo que muchísimo antes debió hacer: denunciar a aquel malvado, que ella llamaba novio, cuyo fue detenido y enviado a la cárcel por un juez. Me miró, me sonrió y me dijo:

____Nadie, ni tan siquiera mis padres, me han tratado con tanta ternura y tanto amor como lo hiciste tú en la noche que nos conocimos y pasamos juntos. Te aseguro que te amo y si tú me amas como me dijiste entonces, me encantaría que fabricásemos unidos nuestra felicidad.


¿Se imaginan lo que yo le respondí? Ahí va una pista: ¡Dios, mi Perla ha regresado para quedarse conmigo!


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Mensaje  achl Miér Feb 08, 2017 11:19 pm



Orgía entre amigos

Estaba medio borracha cuando se me pasó por la cabeza. Me hallaba sentada en el sofá, junto a su nuevo flirt, y mis hormonas jugueteaban con mis sentidos. Ella me miraba con sus penetrantes y azules ojos, pero, de algún modo, sus labios, rojo carmín, me incitaban a ser pilla. Ella se lo estaba pasando bien. Era una fiesta, entre amigos, de rock, alcohol, drogas y sexo. Pero había una distancia que no era capaz de recorrer. Habíamos hablado de sexo duro, y yo ya estaba que me subía por las paredes.

Año atrás, ella y yo tuvimos un episodio lésbico, pero desde que empezó a salir con un tío, final del libro. Cerró con él, y yo me abrí con una tía. Pero ahora estaba sola, y a mi lado, su nuevo flirt. En verdad, me hubiese encantado poder explicarles abiertamente que me daba igual uno que una, o los dos a la vez, aunque, si soy sincera, confieso que prefería una: ella.

Sentía atracción por su chico y por cómo me había hablado ella de él. Su camiseta apenas dejaba ver lo que había bajo ella. No era de esos tipos que se acicalan como escaparates. Si no fuera por ella, me hubiera pasado totalmente desapercibido, y no creo que él hubiese tenido interés por mí. Pero, bueno, las hembras somos enigma para los machos.

Seguimos bebiendo y charlando, y él seguía allí, sin moverse del sillón, y yo en otro, a su lado. No podía evitarlo, pero cada vez, y más a menudo, mis ojos se iban hacía la parte más abultada de sus vaqueros, que mucho dejaba intuir. 'La tiene grande', pensé, y mi pulso se aceleraba a mil. Ella me miraba con los labios apretados. Gesto que ambas teníamos cuando queríamos decir... '¡ofu, vaya tela!'.

Pero esos labios creaban un dilema; no sólo podían significar sexo, podían ser un beso, un auto o cualquier otra cosa, pero siempre implicaba un máximo grado de deseo.

En ese momento, y con buena dosis de alcohol para una excusa, si fuera necesario, me dejé caer hacía atrás, y con el pelo cruzándome la cara, mi mano se desplomó sobre su bajo vientre... ¡Estaba armado!

____Alcánzame mi litrona -le pedí.

Todo estaba perfectamente bien calculado; mi litrona sobre la mesa, y al yo inclinarme para recogerla de su mano, la mía cayó 'sin querer' en su pubis. Y ahí se hallaba su tranca, tiesa bajo un pantalón ancho que, a mi parecer, no hacía justicia.

Mi corazón se disparó y una risa debió dejarse oír. Con toda probabilidad, una de mis risas más sinvergonzonas. Pero la cosa no quedó ahí. Cuando cogí la botella, me dispuse a beber, ¿y a que no saben dónde estaba mi mano y cuál era su punto de apoyo? Pero yo, a mil y bien agarrado a su tranca, pero él, ni parpadeó. También ella estaba a la misma velocidad que yo Sus impolutos senos parecían querer abrirse paso en el escote, y sus ojos, exageradamente escrutadores, me devoraban. ¡Y yo, aguantándome!

Justo cuando acabé de beber un trago, dirigí la mirada a aquel chico, cuyo parecía paralizado. Pero lo que quedaba por descubrir era la opinión de su novia, para hacer un menage a trois.

Por un instante no quise hacer lo que estaba haciendo. No es pensar que había dejado de ser casta y pura. No era eso. Era mi amiga, frente a mí, y la idea de tirármela. Solté la tranca del tío y me aparté cuando puse de nuevo la cerveza en la mesa. Estaba ya beoda total por haber bebido demasiado. Era uno de esos momentos en los que la vista te muestra todos los movimientos a alta velocidad. Sin duda, el monitor HD de mi cabeza, debía haberse jodido bien y cuando vine a darme cuenta estaba quedándome frita.

Mi amiga me comentó algo lascivo y, aunque no lo escuché bien, enseguida reaccioné y sentí un escalofrío en mi cuerpo que drenaba la temperatura, proyectándola, y ahora mi sexo volvía a enfocar con la precisión justa por la tigresa depredadora que llevo dentro de mí.

____¿Estás bien? -me preguntó no sé quién, dos veces seguidas.
____¡Sí, sólo que no tengo coño de levantarme! -respondí, riéndome.

La verdad es que no me sentía tan mal, y una vez en pie, me vi mejor. Mi amiga, muy preocupada también por mí, se había puesto a mi lado y me ofreció su mano. Desde los 18, ambas bailábamos danza tras danza.

Me cogió la mano y sentí su amabilidad hacía mí. Es una chica delicada. Tiene los ojos azules más bonitos que nunca vi, y su piel 'me pone'; suave de cabeza a pies, o como en este caso, hasta las puntas de sus dedos. Es espectacularmente guapa: rasgos bellamente marcados en rostro, y carnosos y melosos labios. Su pelo es castaño, pero con el yodo del mar se le pone rubio. En todo caso, está como un queso, para los amantes de ése lácteo; para los demás, como un tren.

Sin duda alguna, esa noche estaba yo más caliente de lo habitual en mí al contacto físico, ya macho, ya hembra. El mero roce de mi piel, hace erizarme entera. El chico nuevo estaba al loro y lo percibió.

____¡Estoy buenísima, de puta madre! -grité al aire
____No bebas más -me aconsejó no sé quién.

Pero ese tono sonó insinuante, y no me extrañaba porque mi tonteo ponía cachondo a todiós, y hacía poco estuve cogiendo y mimando el miembro viril a uno que no conocía de nada, como si algo mío fuese.

Alguien me llevó al sofá y me eché en él. Mi amiga y uno que apareció, no sé por dónde, se puso a mi lado, y mi amiga en el otro lado.

El efecto de las luces era confuso. Sentía como si mi excitación batallase contra el alcohol en una encarnizada lid, donde mi aliado era el contacto físico. Les pregunté si se iban ya a 'practicar'. Me dijeron que no, que no querían dejarme sola. Con gesto amable, les agradecí el detalle.

Luego de eso, la charla tornó a pornografía y yo me sentía ya como las cataratas de Niágara. Con aquel chico nuevo me era extremadamente difícil un acercamiento, pero con mi amiga no. Me eché en su regazo, ella me cobijó y sentí sus senos contra mi pecho. Al poco, me incorporé y le pregunté:

____¿Puedo? -señalando un de ellas, atrapad en un sostén negro de licra.

Ella afirmó y su amigo corroboró. Luego, ella cogió mis pies y los sostuvo con firmeza y también con ternura. Es mi mejor amiga, es una chica muy amable y muy considerada conmigo. Nos amamos mucho.

Hizo algo que me sorprendió, pero enseguida me sacó una sonrisa. Puso mi pie derecho sobre el pene de él. No estaba tan duro como antes, pero mis eróticos vaivenes darían solución al problema. El otro pie lo sostuvo en las manos y lo masajeaba repetidamente. Es difícil que me den un masaje en los pies y no me hagan cosquillas. Él lo consiguió.

Mi amiga me miraba y jugueteaba con mi cabello. La conversación ahora era más excitante que antes, debido a la calentura que teníamos. Por mi parte, introduje el brazo por detrás de la cintura de mi amiga, que no tardó en dejar caer el suyo sobre mis muslos. Para mi desgracia, el tener su cabeza apoyada, me imposibilitaba palpar la verga de él; ahora, muy dura, tan dura como para ser confundida con un buen pepino. ¿He dicho pepino? ¡Si no podía ser comparada ni con la del jefe semental de la manada, al menos no por mí! Era una tranca enorme, una de esas que a cualquier mujer le gustaría gozar a sus anchas, al menos una sola vez.

El chico nuevo y yo nos dedicamos una lasciva mirada. Me miraba con esa cara de... ¿y ahora qué? Aun eso, parecía que se rendía fácilmente.

De inmediato, puse mi otro talón sobre él. Dejó de masajearlo, pero, por contra, se presionaba su pene con la herramienta que yo le había facilitado, mi pie, que él me decía que no parase de moverlo.

Jugueteaba con el pelo de mi amiga y, de vez en cuando, pasaba mi índice por sus labios. Me moría por tener sexo con ella, y es que hacía tiempo que nada podía detener mi lívido, y más aún por estar sentada entre dos buenas piezas, ambas de diferentes sexos y las dos condenadamente guapas. No sé si era por los tan hermosos senos de mi amiga, con sus apetitosa lancitas, o por aquel macho macizo de tripa dura y verga tiesa que, con buen tacto y no menos destreza, ya me había masajeado, y en semejantes o tales circunstancias, el alcohol era una ridícula traba, hasta el punto de que ni tan siquiera la pejiguera de los riesgos morales de mi amiga podía impedir que fuese precisamente ella la que moviese la primera ficha.

Mis dedos se deslizaron en desacierto por debajo de su barbilla. Volvieron a su boca, y allí me explayé hasta que la abrió. El gesto fue erótico, y mis dedos se mojaron. Recorrí sus mejillas, dejando un mero rastro suave con la punta de las uñas; luego, dejé caer los dedos sobre el borde del escote. Me miraba como si fuese mi confidente, y el chico nuevo, lo intentaba pero que no podía vernos. Estaba incómodo por pensar que de un momento a otro confesaría, y su novia estallaría en ira o en cólera, qué más da. Es que el alcohol hace que me repita

Cogí su pecho y tras largar un suspiro, apretó sus labios mientras me miraba muy fijamente. Sonrió y comenzó a acariciar mis muslos. Yo ya estaba aguantando demasiado, así que cogí su mano y la pasé por debajo de mis bragas. Como era de prever, su mano halló mi preciosa joya, y yo tensé todos mis músculos. Mi corazón se me salía por la boca, e incluso solté un rugido. Mi talón se clavó en el miembro del chico nuevo.

Mi amiga rió y se puso roja como un tomate, pero al girarse hacia su nuevo novio, él la cogió con ambos brazos arrastrándola y dejándome a mí sin ella. Me incorporé y vi cómo una mano del chico nuevo se deslizaba bajo la blusa de mi amiga, magreando sus pechos, como antes con mis pies. Desde atrás besaba su cuello, y mi amiga extasiaba con sus labios entreabiertos, y sus azules ojos me miraban y sus dientes mordían su lengua.

Le sonreí y trepé por el sofá hasta que me fue posible acaparar y lamer sus muslos. Subí restregando mi rostro contra sus abultados pero perfectos pechos, donde también trabajaba el chico nuevo, y quedamos cara a cara mirándonos fijamente y con total lujuria en los ojos.


Finalmente, mi mano derecha se posó en su encharcado sexo, y dos dedos de esa mano, empapados, cortaron orejas y rabo en su cueva


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Mensaje  achl Jue Feb 09, 2017 12:34 am




¡Aquellos antiguos cabaré!

La nutrida clientela masculina, con calentura sexual, se abanicaba el torso semi desnudo. Las manos de los clientes apaciguaban ‘las otras partes’. Los palmitos de las cabareteras, preparados estaban para dar deleite a penes rabiosos. Miles de tentaciones en las sillas, buscando, posesas de iracunda fiebre. Al alba, se veían rayos lunares y solares, y también pájaros azules, acariciándose; limpios lapislázulis, transidos colibríes granates y bellos narcisos carmesí. La clientela era gente de azúcar que se derretía en cántaros de cera caliente.

Por entre las mesas, la canastera, y en su canasto, tesoro en un contorno lascivo. Casi desnuda iba y era bellísima. Movía caderas y pechos al son de la música. Los saxofones echaban candela, escupían notas de limón, amarillas y verdes, cuales caramelos. Sus dibujadas nalgas y el triángulo de su rapado pubis ofrecía placer a aquellas salidas vergas, orientadas hacia una gruta de deleite infinito.

Los clientes soñaban con rojos dormitorios en el infierno. Los hermosos y bien puestos pechos de aquella canastera prometían un paraíso de abundante y denso líquido viscoso. Aquella espectacular estaba descomunalmente buena e infernalmente lasciva…

Los clientes, ebrios de vino y de lujuria, vibraban en el ambiente. Labios buscaban en donde derretirse y apoyos en donde descoyuntarse. Ojos de machos, clavados en la anatomía de aquella preciosa nena; y en su cesto: baratijas sexuales y bolas de lotería. ‘¿Me compra usted mis géneros?’, pregonaba. El mimbre tenía un toque de baboso escarnio. Su vientre iba tatuado con jeroglíficos arábigos.

Y al fin, sobre el estrado, la primera vedette semi desnuda y con la cabeza llena de plumas de avestruz, mostrando su bello rostro, sus largas y torneadas piernas y sus redondos y duros senos. Y luego, la segunda, y casi seguido, la tercera, y todas ellas del mismo corte hasta formar un trío, envidiado por las mujeres que lo miraba y aplaudido por los hombres que lo arreaba. Y ese repetía danzas a petición del vocerío masculino...

Pero siempre que la caudales echase tanto o más humo que los falos asistentes en la sala
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Mensaje  achl Jue Feb 09, 2017 1:07 am



Aquel rotulador también era testigo de Jehová

Ella: chica de 25 años, de cuna rica; alta, guapa y con un palmito mareante. Aunque vestía costosa ropa de marca, no era muy aseada que digamos, más bien 'desaseada'. Aparentaba ser liberal responsable, pero en realidad era poco reflexiva. Ejercía como 'Testigo de Jehová'

Él: chico bien parecido, de baja extracción, 27 años y 1,90 de estatura, con la obsesión del metodismo. Su ilusión era formar su propia familia. No creía en Dios, y menos aún en Jehová (¿es el mismo?): un ateo, pero si creía en el matrimonio mujer-hombre, aunque civil fuese

Su burguesa familia y las amistades de ella eran de ese tipo de gente que se auto define como 'casto' y que sólo hacen 'el acto', sin lujuria ni regodeos, para procrear; aunque solapadamente 'se lo montan con quien se someta a su dinero o su capricho'; y cuando hacen el amor, extra conyugalmente, no dudan en echar mano del condón o la píldora, además de juguetes sexuales, pero siempre se las componen para no dejar huellas que puedan 'manchar su buena reputación'

Y ciñéndome al protagonista de esta historia, añado de él que despreciaba la conducta de esa gente tan hipócrita. Aunque él era un tanto extraño, algo así como un rara avis


Ella me telefoneó un sábado y me preguntó, con su empalagosa, melosa y casi adormecedora voz:

____¿Qué vas a hacer esta tarde-noche?

Estaba muy harto ya de tener que aguantar sermones sobre su religión; y no sólo de ella, también de sus familiares y amigos. Estaba muy harto ya de soportar los desdenes de la madre de ella, muy preocupada por no ser yo el más idóneo para su hija; simplemente por no ser de su clase, por ser ateo y por detestar todo los relacionado con los testigos de Jehová.

Eso sí, la tal doña se arrugaba cuando algún pastor de su iglesia le imponía algo. Y yo me mordía la lengua por no mearme de risa, mientras ella me veía con gesto de reproche. Nadie de su gente me podía ver, ni hablaba bien de mí. Toda esa plebe burguesa me quería lejos de ella.

____¿Por qué me lo preguntas? ¿Tienes algún plan?

Le pregunté acomodándome el móvil a la oreja mientras pensaba si tendría condones para, 'por si acaso'. 27 años y todavía inexperto en muchas cosas, sobre todo en las relacionadas con el sexo. Tardé bastante en darme cuenta de que ella no era tan nívea como creía. Siempre pensaba que las personas adictas a religiones eran recatadas, pudorosas... Pero ella me sacó del error cuando una vez puso mi miembro en su boca, lo chupo y descargué dentro de ella dentro, y fue entonces que me di cuenta de que 'esos fervorosos y persuasivos testigos' son tan pecadores como el resto de los humanos.

Cuando hacíamos el amor era de una forma más torpe que técnica, y ello se explica porque la química no siempre va a la misma velocidad que el pensamiento o el deseo. No obstante, nunca dejaba de sorprenderme la intensidad de sus gemidos y la maestría de su boca trabajándose mi miembro.

Era buena persona, pero excéntrica a más no poder. Por ejemplo: yo nunca sabía explicarme el por qué de tantos viajes, pagados por ella, a Cuba para predicar su 'jehovalismo'. Y lo hacía a menudo. Y no sólo a Cuba, también a otros países suramericanos, e incluso a Europa: España, Portugal, Francia, Suiza, Alemania, Italia...

Esos sus lindos hoyuelos que se le hacían en las mejillas cuando sonreía, su uno ochenta de estatura, su guapura de cara, su explosivo cuerpo, y su aire de ingenuidad, que ahora más me parece hipocresía, me encantaba de ella. Era buena amante y sabía trucos para coitar, que sabía usar, pero de higos a brevas, al menos conmigo. No sé si llegó a leer un libro que le regalé sobre las relaciones sexuales en el matrimonio.

Un día, con ojos medio llorosos, me dijo:

____Sé que te mantienes opuesto a mi religión, pero me gustaría que fueses un poco más flexible

Quizás internamente hubiese querido ser flexible, para intentar asistir a sus reuniones, donde un chiflado hablaría del cielo, del purgatorio, del infierno y de la vida eterna, con desmesurada exageración.

____Mis padres se fueron de viaje a California. Y me encantaría que vinieses a una fiesta que he organizado en mi casa para los dos -aclaró, al fin.

Luego de decir eso, sentí 'algo' que se calentaba y crecía entre mis piernas. Tenía una caja de preservativos en un cajón del armario de mi dormitorio. Me duché, me afeité y me vestí en un tiempo récord. Salí a la calle y tomé un taxi que me llevase a su casa. Llegué y, para mi sorpresa, vi que en la calle estaban aparcados los coches de sus amigas y amigos. Esto me hizo pensar 7 cosas que, debido a lo metódico que soy, enumero a continuación:

1__ Que ella preparó una reunión Jehová, con limonadas y nada de sexo.
2__ Que tendría que soportar a sus amigas calientapollas hablándome de tonteras.
3__ Que, por lo anterior, me aburriría como en un funeral.
4__ Que mejor cogía de nuevo un taxi y regresaba a mi casa.
5__ Que me iría con mis amigos y así ahogar mis dudas y penas en el alcohol.
6__ Que en vez de una fiesta para los dos, era un grupo de oración a Jehová.
7__ Que habría invitado a esos hijos de puta, y algunos de ellos intentarían tirarle los tejos.

Esta, mi guerra interna, por no llamarla mi indecisión, duró pocos segundos. Cuando vi esos coches, buena parte de mi entusiasmo se esfumó. Pulsé el timbre del portero electrónico, notando que mi miembro se iba aflojando. Pensé: 'si es una reunión de esos estúpidos testigos y Jehová es loado, hay alcohol; si no, sermones y refrescos; y si se te pone tieso, sobado al canto'.

Una música pop sonaba; y ella, con minifalda ceñida, sandalias de elevado tacón, que la hacían casi más alta que yo, y el cabello recogido en un moño, se apresuró hacia mí, y sin decirme nada, me plantó un beso en plena boca, lengua incluida. Luego, me dijo a sovoz:

____Esta noche, Jehová mediante, te quedas aquí conmigo.

Mientras iba alejándose despacio de mí, en sus ojos leí el deseo, la pasión... En el salón, sus amigos bailaban con caras aburridas. Me extrañó, más que nada por ser gente tan joven.

Pasados unos minutos, me cogió de la mano, me llevó al centro del salón y bailamos al ritmo de la música. Toda ella pegada a mí, con sus descubiertos muslos, que ya comenzaba a imaginármelos en mis hombros. Me besaba en forma pasional, sin importarle sus amigos. Pensé que esa efusión era debido a una especie de declaración para comunicar públicamente que me amaba. 'Al fin, lo he conseguido', pensaría.

Cuando la fiesta acabó y toda aquella plebe se marchó, la ayudé a recoger los vasos, las botellas y algunas bandejas con aperitivos que habían sobrado. Pero, de pronto me cogió de nuevo de la mano y me llevó directamente a su cama. Me echó sobre el colchón, me quitó el pantalón, y empezó a darme muestra de lo que era capaz de hacer conmigo después de ingerir unos cuantos tragos. Aunque sobria se comportaría tan desinhibida y tan liberal que igualmente me haría lo que quisiera hacerme.

Me besó y sentí su aliento a ron en mi boca. Se quitó la minifalda y se echó sobre mí. Yo estaba excitadísimo, con ganas de empezar ya. Ella, todavía con bragas y sujetador, se movía con ritmo. Pero, de pronto, se quitó las bragas y cogió un rotulador gordo, que había sobre la mesilla; primero lo lamió, de punta a punta, y luego se lo introdujo poco a poco con una mano en el agujero negro, mientras que con la otra se cogía un pecho que llevó a la boca lamiéndose el botón amarronado. La miraba extrañado, pero sus firmes senos, ni grandes ni pequeños, progresivamente me iban atrayendo. Y ahí y allí, en su cuarto, en su cama, empezó a ocurrir todo. Y cuando digo todo, es todo.

Sigan leyendo...

Pasmado, vi cómo después de mantener durante un buen rato el rotulador en el ojete, incluso haciéndolo girar repetidamente, lo sacó adoptando una postura sexy, y lo chupó con saliva que soltaba y recogía. O sea, succionaba el rotulador luego de tenerlo ahí, y a saber cómo estaría de limpio ese 'ahí'.

Ignorante yo hasta el último instante, pensé: 'esta tía es más guarra aún de lo que pensaba'. Asqueado, empecé a encogerme y a vomitar. Aquel rotulador había pasado, súbitamente, de ser para ella un instrumento de placer, a ser para mí un instrumento vomitivo.

Fue una metáfora en nuestra relación forzada. Pero me repuse para hacerle el amor; aunque eso si, me cercioré de que se limpiase perfectamente bien la boca. Al final, descargué; no de forma espontánea y natural, repito, de forma forzada. Como cuando la acompañé a su iglesia con su mamá, como cuando fui con ella y sus amigos a un local siniestro en el que sólo hablaban de Jehová y de cuyo local eran asiduos; como cuando sonreía a sus amigos, esos amigos que me deseaban lo peor. Todo forzado. Pero seguí forzando lo nuestro algún tiempo más hasta que ella no pudo librar más batallas contra su persuasivo entorno y yo no supe ganar la guerra contra mis perjuicios y mis convicciones.

Al final, acabé pensando que nunca jamás encontraría una mujer con quien compartir mis sueños. Pero... la vida guarda sorpresas...

Cuando ella se enteró de que esa mujer, la de mis sueños, había aparecido en mi vida, me envió un whatsapp diciéndome que me mandaba un pasaje para irme con ella a Miami, ciudad donde vivía. Le contesté que no, que no me gustaba Miami, que no me gustaba su familia ni sus amigos, y que no me gustaba su vida. Me respondió: 'sabía perfectamente que, aunque todo eso te gustase, nunca vendrías'.

Y tenía toda la razón. Ya no había por qué forzar las cosas. Al fin, habíamos terminado nuestra estúpida relación.


¿Y ahora yo? ¡Más feliz que nunca! Me caso por lo civil el próximo otoño con esa chica que apareció de pronto en mi vida, con la que comparto los mismos sueños y las mismas inquietudes, además de ser de mi escala social


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