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MI BLOC, QUE NO BLOG

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Mensaje  achl Dom Feb 26, 2017 10:28 am



Tópico: las apariencias engañan

La angelical Lina se pasó un rato largo ilusionada pensando en el vestido que se pondría en esa noche tan significativa. Quería verse impactante. Era muy importante.

Después, en una de las tres repisas del boatoso cuarto de baño, hizo gala de sus glamurosos cosméticos, y de una amplia experiencia en su aplicación.

El espejo no engaña: lucía joven e irresistible como a ella le gustaba verse. Después de todo, siempre había sido una mujer bella y elegante.

Antes de salir, roció sobre su cuerpo un exquisito perfume de Loewe, Quizás,Quizás Quizás, Casi imprescindible que en esa velada luciese estupenda, ya que era algo así como su cumpleaños, y quería tener éxito.

Fue en su coche hasta un lugar vip, donde era fácil hallar acompañante para ocasión tan especial. No tardó en presentarse el hombre indicado: apuesto galán, pero muy ingenuo. Creyó haberla abordado, pero realmente fue ella quien lo escogió y lo hizo sentarse a su mesa.

Le persuadió hasta convencerle de que tomase vodka en lugar de whisky, pues detestaba la cebada, sobre todo en cena.

Para cerrar la prometedora noche, le propuso pasarla en su mansión. Él aceptó sin dudar, embelesado por tanta dulzura y juvenil belleza.

Luego del segundo rund sexual, Lina no soportó el hambre, y dulcemente, como besándole, le hincó los colmillos en plena yugular, succionándole hasta la última gota de sangre.

El vodka, mezclado con el vital líquido de un apuesto galán, era su mejor cena...


….precisamente ese día, en el que cumplía quinientos y un años de haberse convertido en mujer vampiro


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Mensaje  achl Dom Feb 26, 2017 11:07 am




Algo terrible inminente

Dormí mal, muy mal. Sudaba constantemente a pesar de que no hacía calor. En los escasos ratos en que lograba conciliar el sueño, aparecían en mi mente monstruos y criaturas de verdad desagradables que pretendían devorarme vivo: lo hacían pero sin destruirme, dejándome vivo para el siguiente mordisco.

Me volvía a despertar y la angustia me aniquilaba. Ésta era real. Tomé un  medicamento para dormir, para ver si así rescataba la calma y por ende el sueño.

Pero no se produjo el resultado previsto. La noche se fue entre dormido y despierto, entre soñar con simbólicos espantos y yo angustiarme con la durísima realidad que hacía poco me habían anunciado.

La madre de todos los miedos –como diría el mismísimo Sadam Hussein- estaba presente en mi vida.

Deseaba que nunca amaneciese. Como sea, prefería enfrentarme a esos espíritus oníricos indeseables de afilados y asquerosos dientes, que a la cruda realidad que se avecinaba. Los primeros rayos del sol habrían de caer en mí como afilada guillotina, pero sin matarme. Harían rodar mi cabeza viva varios metros con agudo dolor, pero no por ello encontraría el descanso de la muerte.

Sonó por fin el despertador sobre la mesilla de mi esposa, a mi lado. Sus ojos, una vez abiertos, me confirmaron con su alegría para la ocasión que mi suerte estaba echada, irremisiblemente:


Mi suegra vendría a casa esa mañana para desayunar


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Mensaje  achl Dom Feb 26, 2017 2:46 pm



Bombón de ida y vuelta

Las sombras de aquellos naranjos, aún cargados de frutos amargos, se dibujaban espléndidas y concretas sobre la acera.

Jacinta iba unos metros delante saltando a la pata coja.

____¡Jacinta! -grité-. ¡Pareces un conejo! ¡Deja de brincar y camina como una señorita!

Ese día de colegio había sido fructífero, lo que se llama un día de suerte, especialmente por las notas que ambas, cada una en su curso, habíamos obtenido. Alcancé a mi hermana y la cogí por el pelo. Pudo oírse un muy audible ¡eh, tonta, qué haces! antes de soltarse y seguir brincando.

Al fin logramos caminar juntas y por minutos no nos dirigimos la palabra. Íbamos felices con nuestras notas e imaginaba yo la cara de satisfacción de nuestra madre cuando le diésemos la noticia. Aunque. en realidad, las notas no eran para tanto; un '6' y un '5' respectivamente suficientes para aprobar la asignatura, pero nuestra mamá sabría que sus hijas al menos se aplicaban...; bueno, eso era lo que yo pensaba, ya veríamos que diría ella… ¡Es que es tan difícil entender a las madres...!

Nuestra casa se acercaba rápidamente.

____Jacinta, ¿qué estás comiendo? ¿Bombones? Dame un bombón, tienes uno en la boca. Anda, dame uno.
____No tengo más. Me lo dio Currito -respondió.
____¡Egoísta! ¡Ojala te atragantes! Pero tú y el 'Currito' ése…
____¡No tengo más, Manuela, lo juro! -replicó con pícara mirada.
____¡Ya verás! -alcancé a decirle mientras abría la puerta que daba a las escaleras de los pisos altos donde vivíamos.

Jacinta entró a mis espaldas. Oía su risita cantarina plena de picardía.

Al llegar al rellano, quedé paralizada cual si muro invisible me impidiera seguir avanzando. El hielo, extendido como un río de corriente eléctrica, estremeció mi cuerpo. Mi boca se abrió desmesuradamente pero no salió sonido alguno de mi garganta. Minuto después pude reaccionar y mirar hacia atrás. Jacinta, pocos peldaños más abajo, miraba hacia arriba con aquellos ojos color almendra que nuestra madre había parido para cada una de nosotras, tan abiertos que parecían que se iban a salir de órbitas. Ambas tratábamos de decirnos algo, pero nos encontrábamos tullidas, agarrotadas, como suspendidas en medio de un sueño.

Jacinta pudo moverse. Se apretó todo lo que pudo junto a mí y me cogió de un brazo. Pasaron instantes, que parecieron una eternidad, antes que pudiéramos musitar palabra.

____¿La ves, Jacinta? ¿Ves lo mismo que yo?
____Si, Manuela, la veo…. ¡No puede ser...!
____¿Que hacemos?
____No sé… Esperemos...

Quedamos tan quietecitas como estatuas que alguien hubiera olvidado en medio de la escalera.

Subiendo lentamente, doña Lupe Ruiz, vestida con su camisón de franela color indescifrable, parecía flotar sobre los peldaños alfombrados. En un momento se volvió a nosotras y la vimos nítidamente. El ojo que siempre le supuraba, colgaba casi totalmente fuera de su cuenca, como sostenido por hilos invisibles. Sus manos, unos huecesillos descarnados semejantes a ramas secas de vid, se movían espasmódicamente, y por la comisura de su boca desdentada fluía baba incolora, espuma vomitiva, que resbalaba en pequeñas gotas sobre la parte superior del camisón.

Totalmente endurecidas y casi sin respirar seguíamos observando aquella visión increíble, espantosa; y de pronto, en un instante, pude ver colgada de su cuello, sostenida por cinta amarilla, una bolsita de nylon , repleta de aquellos bombones que Jacinta y yo conocíamos de sobra.

'¡No puede ser! Esto no está ocurriendo, debo estar soñando', pensé.

Quise gritar, llamar a mi madre, pero mi garganta seguía tapiada con cemento. El hielo, ya convertido en líquido, se deslizaba serpenteante por la espina dorsal.

Mientras tanto, la señora Lupe nos miraba fijamente; se mantuvo así por unos segundos y de nuevo comenzó a subir las escaleras, con sus pasos cansados como la habíamos visto ciento de veces.

'Aquello-Eso-Lupe' culminó su ascenso y sin volverse, entró en su casa, ahora alquilada a una pareja, ambos empleados de Correos de la ciudad.

Cuando desapareció de nuestra presencia, Jacinta y yo, corriendo como poseídas cruzamos frente a aquella puerta, volando por aquel territorio infestado de pesadillas; corrimos sin mirar atrás hasta ingresar como un rayo en nuestro piso.

Nuestra madre no estaba, y esa afortunada circunstancia fue vital para que no nos sometiera a un interrogatorio de esos famosos suyos.

Jacinta y yo nos acostamos en nuestras camas. No hablamos una palabra desde que llegamos a casa. Extenuadas, dormimos con un sueño pesado como si hubiésemos cargado a nuestras espaldas dos mochilas llenas de piedras.

Al anochecer, mamá nos llamó a cenar.

Desperté primero que Jacinta.

Cuando me estaba calzando, advertí sobre la mesilla de noche, situada entre ambos camas, que Jacinta me había dejado un bombón.

Lo cogí y lo volví a depositar en el mismo lugar para disfrutarlo luego de la cena. Sonreí y me acerqué a su cama. Dormía. Le acaricié suavemente el pelo, la besé en la frente y como no queriendo deshacer aquel instante de serenidad, musité en un susurro inaudible, '¡gracias, Jacinta!' Después bajé al comedor donde mamá estaba sirviendo la cena.

Nuestra madre volvió a llamar a Jacinta. Luego de unos minutos repitió la llamada hasta que llegó a nosotros y nos sentamos a la mesa.

Unos momentos después Jacinta me apretó el brazo, y por lo bajini, como si un secreto estuviese compartiendo conmigo, me dijo:


Manuela, gracias por el bombón que me dejaste en la mesilla. Muchas gracias, hermanita


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 1:38 am



Orfandad y Locura

Me llamo Rocío. Mi padre y yo nos hemos mudado a un pequeño pueblo. La idea de mudarnos no era de mi agrado, pero mi padre me convenció. Quiero mucho a mi padre, me comprende y me escucha. Él hace todo lo que puede por llevar nuestras vidas adelante. Tiene doble cometido, dos roles a la vez, ya que mi madre murió cuando nací yo. Me resulta difícil vivir sola con mi padre, y dolor sufro por no haber conocido a mi madre. Me pregunto a veces qué sería de mi vida si mi madre viviese; siendo así, si le pesaría haberme dado la vida a costa de su muerte. En fin, lo mejor, sin duda, es no pensar más en estas cosas y me dé a fondo para afrontar lo que me vaya a deparar la vida.

____¡Rocío, ya es hora de que te levantes!- grito una voz.
____Ya voy -respondí, saliendo de la cama. Era la voz de mi padre.

Ayer llegamos a este pueblo, y lo único que hicimos fue meter todas las cajas y muebles en nuestra nueva casa. Medio colocamos algunas cosas, pero hoy será un día muy duro, sobre todo cuando nos metamos de lleno a limpiar y organizar todo y bien.

Me duché y me vestí lo más rápida que pude y me fui hacia las escaleras que conducían a la planta baja, donde había una biblioteca, dos cuartos más, un enorme salón, un cuarto de servicio, un trastero y la cocina. Y en la planta alta, tres dormitorios y dos cuartos de baño. La casa es enorme. Admito que bonita, y lo será más aún cuando esté completamente limpia y organizada.

____Papá, ¿qué vamos a desayunar? -le pregunté entrando a la cocina
____Me levanté muy temprano y he comprado algunas cosas en un súper y así comeremos algo mientras nos instalamos -dijo alzando una bolsa, en cuya vi que había un paquete de cereales.
____¿Cereales? ¡Qué rico! -exclamé, sentándome en el suelo.

Y me senté en el suelo porque... pues no sé por qué hice eso. Creo que es una costumbre que tengo desde niña. Y menos mal que mi padre no se enfada, y será, digo yo, porque él hacía lo mismo siendo un niño. Un día me confesó que mi abuelo también lo hacía, por lo que supongo que es una tradición familiar.

Desayuné tranquilamente, hundiéndome en mis propios pensamientos. Y entonces no sé cómo fue que miré un rincón de la cocina y vi un charco de sangre. Pensé que tal vez lo estaba imaginando, pero no, era sangre. Cuando llamé a mi padre y lo vio, se acercó al charco.

____¡Dios, esto es reciente! -levantó la voz tocando la sangre

Después retrocedió unos pasos y de inmediato sacó su móvil y llamó a la policía, que llegó enseguida. Dos agentes empezaron a inspeccionar toda la casa. Vi que tenían cara seria. No sé si aluciné, pero se miraban como diciéndose algo y pensando lo mismo que yo: 'esto es raro y mi interior me dice que las cosas no van bien'.

____Ya acabamos de revisar toda la casa y hemos visto que hay regueros de sangre que se encaminan hacia el mismo charco -dijo un policía
____Pero, ¿qué significa esto? -le preguntó mi padre.
____Lo más probable es que ayer uno o varios heridos entraron pensando que nadie habitaba esta casa -respondió el mismo policía.
____Esto no puede estar pasándome -suspiró mi padre.
____Señor, le sugerimos que cierre bien todas las ventanas y la puerta de salida a la calle. Nosotros seguiremos investigando. Para cualquier cosa, no dude en comunicarse con la Comisaría -medió el otro policía.

Los policías salieron y mi padre se fue a la cocina a por un vaso de agua. Mentalmente me preguntaba: '¿por qué los policías actúan tan extraños?' '¿Por qué hablaron de lo que pudo haber pasado, menos de la sangre?'. Y sobre todo, '¿quién y por qué habrá entrado a nuestra casa?'. Todo esto me produce dolor de cabeza, así que seguiré limpiando la casa y ya veré cómo y cuándo investigo sobre ello.

Me fui a la cocina, en busca de una escoba para empezar a barrer, y fue cuando me sorprendí al ver a mi padre dormido en una silla descansando su cabeza sobre la mesa. Traté de no hacer ruido y rápida cogí la escoba y salí directa al salón. Empecé a limpiarlo y luego acomodé los muebles que a él correspondían. Me resultó difícil moverlos, pero lo logré. Estaba cansada y sedienta. Eran las cuatro de la tarde, por lo que decidí irme a descansar un poco. Pero, sobre la marcha, rectifiqué y de nuevo fui a la cocina. No podía creer que mi padre aún siguiera dormido, y eso que mi padre no es de esas personas que duermen mucho. Lo miré un instante y luego me acerqué más a él.

____Papá, despierta -le dije moviéndole.
____¿Qué pasa? -respondió con esa pregunta, levantando la cabeza.
____Que llevas durmiendo mucho tiempo. Ya son las cuatro -le mostré un reloj de pulsera.
____Qué raro. Yo no me quedé dormido -respondió, como pensando.
____¿Qué quieres decir? –le pregunté.
____Cuando entré a la cocina bebí un vaso de agua, pero luego vi en el suelo una navaja y me agaché para recogerla, cuando de repente sentí que me dieron un golpe y todo se hizo oscuro –se levantó de la silla.

No podía creerme que en realidad eso haya pasado. Me senté en la silla donde mi padre estaba sentado y trate de relajarme. Para ser nuestro primer día en la casa se acumularon muchas emociones, aun así no iba a impedir que algo como esto volviese a pasar. Me levanté y le dije a mi padre que me iba a arriba para descansar. Él se me quedó mirando y me dijo que no había ningún problema, así que enseguida me fui a mi cuarto.

Entré en él y lo primero que hice fue inspeccionar para que no viese nada extraño y así quedarme tranquila. No quería que nada malo pasase más. Entre las cajas que habían comencé a buscar una caja en concreto, pero como eran muchas no la encontré. Decidí entonces organizar mi cuarto, aunque me ocupase toda lo noche. Volví a bajar a por una escoba y unos trapos y productos para limpiar, y vi a mi padre cerrando con un pequeño candado las ventanas de la cocina. Supuse que era por lo que nos dijo el policía. Cogí todo lo que necesitaba y regresé a mi cuarto, empezando a barrer y a limpiar la ventana. Fue agotador, ya que el cuarto era grande. Terminé y comencé acomodar algunas cosas, y esta vez fue fácil, porque los muebles ya estaban puestos. Lo único que tenía que hacer era sacar mis cosas y colocarlas en el armario. Ya casi terminando cuando mi padre entró y se quedó mirando el cuarto.

____¡Qué bien te ha quedado! -exclamó mostrando una sonrisa.
____Gracias, papá, pero aún faltan algunos detalles -le dije.
____Pero eso lo harás mañana, porque ya es de noche y debes cenar.
____Tienes razón, me muero de hambre.
____Lo suponía. Vente a la cocina. He preparado ya la cena.

Bajamos hasta la cocina y empezamos a cenar. Mi padre es un genio en esto de ollas y sartenes. Todo lo que cocina está estupendo. Espero que también yo pueda hacer lo mismo algún día.

La cena transcurrió tranquila, comiendo y hablando sobre la casa. Él me dijo que al anterior dueño de la casa le urgía venderla a cualquier precio. Eso me dejó pensativa, pero traté de evadirme. No quería que mi padre se enterase de que estaba investigando sobre ello. Si llegara a enterarse se preocuparía y acabaría por convencerme de que no lo hiciera. A veces odio esto de él. Sé que preocupa por mí, pero debe comprender que no puede controlarme, ni mucho menos decidir por mí.

Acabamos de cenar y nos fuimos a nuestros respectivos cuartos. Estaba cansada, pero sin embargo tenía que terminar de arreglar mi cuarto. Con gran determinación terminé y me acosté. Ya iba a cerrar los ojos cuando de repente escuché un ruido. Cogí la escoba y me dirigí a donde provenía llegando a la cocina, en cuya hallé sangre por todos lados y un cuerpo de humano mutilado. Aterrorizada salí en busca de mi padre. Mientras corría sentí que alguien me seguía, pero no me paraba a pensar en eso. Llegué al cuarto de mi padre y llamé a la puerta; no contestaba. Tenía miedo y sentía que alguien tocaba mi hombro. Me di la vuelta y vi a una persona con una tabla, con cuya me golpeó y caí cuan largo al suelo.

3 meses después…

Ya han pasado 90 días desde que recibí aquel golpe y luego desperté en un hospital. Los policías me preguntaron que qué me había pasado y yo les respondí:

____Ustedes me dijeron, cuando vinieron a mi casa, que no hallaron nada de lo que yo les dije, aunque no les creí.

Luego de eso, el jefe de la policía me dio la noticia de que había muerto mi padre. Grité, no me lo creía, que mentía...

Y, bueno, ahora estoy en un Centro, donde van a atender mi 'problema mental', conocido como 'Manicomio'. No sé lo que pasaría en esa noche. Lo único que sé es que esa casa que compró mi padre está embrujada y que alguien, no sé quién, quiere verme muerta. No sé cuando saldré de este encierro, pero mientras tanto seguiré aquí lamentándome de haber salido de mi casa.

En fin, seguiré hablando con ese loco enmascarado.

____¿Y qué hacemos ahora?
____¡Ahora? Me apetece jugar a... 'vive o muere'.
____Me parece muy bien. Yo empiezo.
____No, que tú no sabes las reglas.
____¡Qué no! Ya verás...


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 10:32 am



Horror en lo más alto


La casa se encuentra en lo más alto de una colina. El camino que conduce hasta ella es justo el que deja atrás el Cementerio. No existe otro acceso



Inevitablemente pasaré por allí para ver esa construcción sombría, oscura, tétrica que se alza como baluarte a la desesperación, como única opción si decido dejar atrás la muerte. Pero no por ello mejor, ni mucho menos, satisfactoria.

Sí, me aterroriza la muerte. No soporto saber que mi cuerpo será pasto de la putrefacción más espantosa, que gusanos inmundos recorrerán mi garganta y anidarán en las cuencas vacías de mis ojos, que mis pieles reventarán para dar paso a los insectos que han surgido tras la eclosión de los millones de huevos depositados bajo ella.

Huiré del Cementerio, lugar elegido por todos los que no se atrevieron a ir más allá, por todos los que prefirieron la descomposición que aterroriza a mi alma antes que enfrentarse a ella: a 'la casa del horror'.

Seguiré el camino sinuoso al anochecer, justo en el momento en el que la luz debe apartarse para dar paso a esa oscuridad absoluta. Justo cuando las últimas vetas del día se entrelazan con los primeros tentáculos de la noche.

Sentiré, al pasar por su lado, gritos estremecedores y silenciosos, como reclamando mi presencia, de quienes moran bajo las frías e inertes losas de mármol y que tal vez fueran humanos alguna vez pero que dejaron de serlo hace mucho tiempo ya transformada su carne en carroña devorada por insectos hambrientos, frenéticos, imparables.

Y continuaré caminando, pese a la tenaza que va oprimiendo mi corazón en forma de desesperanza, pese a la oscuridad húmeda, viscosa, que me siento crecer en mi interior como un líquido nauseabundo que inunda mis entrañas.

Miraré al frente y la veré allí arriba esperándome, segura de su terrorífica vida, con las columnas del pórtico cubiertas por completo de repelentes enredaderas muertas, con los escalones que conducen a la entrada, muy extrañamente húmedos, oscuros y pegajosos. Si me atreviese a tocarlos, si me atreviese a obligar a mi ser a cumplir las exigencias de mi cerebro y los rozase apenas con la yema de mis dedos, notaría que la gelidez de su tacto paraliza todo mi ser. Pero no lo haré, porque el pánico de lo que he dejado atrás y la terrorífica presencia de esa casa me impulsarán a seguir adelante, sin poder hacer nada por evitarlo.

Veré la puerta inexistente frente a mí, cuya oscuridad sólo revela el vacío más angustioso, apoderándose de mi esencia. Gotas de sudor, destiladas del mismo terror que anida en mi corazón, rodarán calientes y apáticas por mi frente y junto a todas las fibras de mi cuerpo.

Las agujas de grima helada que se me fijan en la médula, me instarán a dar la vuelta, me pedirán desgañitadas que vuelva. Pero no lo haré, daré el paso decisivo para adentrarme en las tinieblas de la inexistencia, así intuyendo que ya es tarde para cualquier otra cosa. Percibiendo que la casa succionará el más mínimo atisbo de mi esencia, de mi Yo. Sabedor, por fin, que el horror más espantoso, la descomposición más putrefacta y el infierno más enloquecedor habrían sido preferibles a lo que me espera en su interior, ya que desde el mismo momento en que avance hacia las sombras vacías de vida, en el mismo instante en que me adentre en la oscuridad que me reclama, sabré que jamás volveré, ya que una vez allí sólo seré…


...la Nada Más Absoluta


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 1:19 pm



No existo


Todo empezó esta mañana. Salía yo de la ducha cuando llamaron a la puerta. Al abrir, vi a un tipo de baja estatura, calvo y con un fino bigote. Iba vestido con traje gris marengo y sostenía una carpeta en una de sus manos


____¿Don Eusebio Miranda? -preguntó.
____El mismo.
____Soy agente de FUSIÓN y vengo a traerle una notificación.
____¿FUSIÓN? Nunca he oído hablar de esa empresa.
____Es un organismo nuevo. Se trata de la fusión de los departamentos de Hacienda y del Censo. El gobierno los ha fusionado en uno solo para poder solucionar, por ejemplo, casos como el suyo.
____No entiendo...
____¿Me permite usted pasar? Será más fácil para ambos si le entrego este comunicado mientras estamos sentados.
____Por favor, pase, pase...
____¿Qué ha querido decir con 'casos como el mio'? -pregunté, una vez que nos encontrábamos sentados en el sofá del salón.
____Sí, hemos repasado que lleva muchos años sin pagar sus impuestos. El total acumulado, junto a los intereses fijados, se eleva a una suma que seguramente no pueda pagar. Lo hemos comprobado. Aún vaciando sus cuentas en Bancos y vendiendo todas sus propiedades, no cubre usted más que el cuarenta por ciento del total.
____¿Y que van a hacer, llevarme a la cárcel?
____Nada de eso. Ello supondría que el estado tendría que mantenerle. Y, francamente, ya nos ha costado usted mucho dinero.
____¿Entonces...?
____Nos limitaremos a denegarle todos los derechos de ciudadano. Usted ha sido borrado del censo y de toda entidad con la que mantenga, o haya mantenido toda clase de relaciones. Y todo ello, con carácter retroactivo. En pocas palabras: Oficialmente, usted no existe ni ha existido nunca.
____¡Pero esto es muy grave! ¿No hay otra manera de solucionarlo?

El tipo aquel me dio un sobre que sacó de su carpeta.

____Tome. Ese es un documento donde se le comunica la pérdida de sus derechos y las gestiones que debe hacer para recuperarlos.

Cogí el sobre que me tendía 'aquel proyecto de hombre', sin saber qué decir. Estaba anonadado por lo que me había comunicado.

____Y ahora, si me disculpa, tengo otros documentos que entregar y el tiempo se me echa encima.
Le acompañé hasta la salida de mi piso y vi cómo desaparecía tras la puerta del ascensor.

_______________________________________________________________


Pep Puig estaba sentado tranquilamente en el bar tomando una cerveza, cuando ese tipo se sentó frente a él en la mesa con su vaso de whisky en la mano e inició a contarle su historia. Al principio le jodió, no soportaba a los beodos que se ponen a contarle sus penas al primero que pillan, pero lo cierto es que su historia le estaba gustando. Por eso cuando el hombre se calló y quedó ensimismado contemplando cómo el hielo se fundía en la bebida, preguntó:

____¿Y qué hizo usted entonces?

El otro levantó la cabeza de golpe, como si se acabase de despertar de sopetón.

____Dejé el sobre sobre la mesa del salón y me marché. Ya era tarde para acudir a mi trabajo. Pensé que lo leería con calma al regresar a casa. No me imaginaba el grave error que cometía...

Lo primero que hice, antes de coger el autobús que me iba a llevar a la oficina, fue pasar por un cajero para sacar dinero. Y ahí, ahí empezaron mis desventuras...

Una vez metida la tarjeta y tecleado mi número, apareció un mensaje en pantalla que me comunicaba que mi tarjeta no era válida y que quedaba confiscada. Entré al Banco y me dirigí a la caja. Lis, la amable cajera, me recibió con sonrisa y me preguntó en qué podía ayudarme. Le conté lo que había pasado y me pidió el talonario.

____No lo llevo encima. No podía saber que la iba a necesitar.
____¿Me permite entonces su DNI?

Se lo di y ella empezó a teclear en su ordenador.

____Lo siento, señor Miranda, pero no consta en ningún lado el que tenga usted cuenta en este Banco.
____¡Pero eso es imposible! -dije confundido- Llevo gestionando todas mis transacciones a través de esta sucursal desde hace diez años. Tú misma me ha atendido en numerosas ocasiones.
____Lo lamento, señor, pero no recuerdo haberle visto nunca.
____Por favor, dile al señor Marcos que quiero verle.

Luis Marcos, el director de la sucursal al que conocía desde que ocupó su puesto, seis años atrás, no solo confirmó lo que me había dicho Lis, sino que también afirmó no haberme visto en su vida. Grité, supliqué y clamé a las más altas instancias. Inútil. Tuve que salir de allí tras la amenaza de Marcos de llamar a la policía si persistía en mi actitud.

Al salir miré mi reloj. Era tardísimo. No llegaría a tiempo a la oficina. Eché mano del móvil para avisar que iba a llegar tarde, pero tras marcar, una voz grabada me anunció que el número desde el que llamaba no estaba registrado. En ese momento me acordé de lo que me dijo el agente del FUSIÓN: 'oficialmente, usted no existe ni ha existido nunca'. Nunca pensé que pudieran llegar tan lejos. ¿Cómo diablos lo habían hecho?

Subí al autobús y, al abrir la cartera para sacar el abono, vi que mi carné de identidad había desaparecido. No podía ser, una cosa es que te hagan desaparecer administrativamente, y otra que lograran hacer desaparecer algo físico como si nunca hubieran existido. Entonces recordé que había sacado el DNI en el Banco y pensé que lo había olvidado allí y que estaba seguro de haberlo metido de nuevo en mi billetera.

Cuando bajé del bus, busqué una cabina y llamé a la sucursal. Ni siquiera recordaban que hubiera ido a allí, hacía como unos cuarenta o cuarenta y cinco minutos.

No sabía qué pensar. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando al entrar en el edificio donde estaba mi oficina, Daniel, el portero, me espetó:

____Disculpe, señor. ¿A donde se dirige?
____¿Y a donde quieres que vaya? A Sanpedro SA.
____¿Tiene usted cita?
____¡Por Dios, Daniel! ¿Es que no me conoces?
____No recuerdo haberle visto nunca por aquí, señor.
____¡Pero si llevo siete años trabajando en Sampedro y pasando cada día frente a tu portería!

Fue inútil, se repitió la situación de la sucursal, y una vez más tuve que salir de allí bajo la amenaza de Daniel de llamar a la policía. La mano del FUSIÓN era más larga de lo que jamás pudiera haber imaginado.

'¡Claro!, pensé. El sobre que me dio el hombrecillo, seguro que allí se me explicaba como salir de ese embrollo.

___________________________________________________


Cuando llegué a la puerta de mi piso comprobé alucinado que mi llave no encajaba en la cerradura. Frustrado, di un puñetazo a la puerta y cuál fue mi sorpresa cuando ésta se abrió y me encontré cara a cara con un tipejo mal encarado.

____¿Qué coño está pasando aquí? ¿A qué vienen esos golpes?
____¿Quién es usted y que está haciendo en mi casa?
____¿Su casa? Esta es 'MI' casa. Llevo viviendo aquí más de veinte años.

Nueva amenaza de llamar a la policía me hizo salir de allí a todo gas, no sin antes comprobar que no me había confundido de piso ni de edificio. Debí andar sin rumbo fijo una hora. La cabeza me daba vueltas como si estuviera loco. ¿Cómo lo hacían? ¿Cómo podían borrar la existencia de alguien de esa manera? Debía haber alguna constancia de mi existencia en alguna parte, tenía que haber alguien que me recordase...

'¡Eso!', pensé.

Busqué una cabina telefónica y llamé a Carmen, mi novia.

____¿Sí? -escuché la voz de mi amada.
____Carmen, soy Eusebio.
____Hola, cariño.

¡Dios, me recordaba!

____Carmen, necesito verte inmediatamente. ¿Estás en casa?
____Claro. ¿Qué sucede? Te noto un poco raro.
____Te lo contaré cuando llegue. No te preocupes. Estoy bien.

Colgué y salí pitando hacia la casa de Carmen. Cuando llamé a su puerta, ella abrió con la cadena de seguridad puesta.

____¿Que desea? -preguntó.

Se me cayó el alma a los pies.

____¿Es que no me reconoces?
____¿Debería?
____Acabamos de hablar por teléfono.
____Yo no he hablado con nadie en toda la mañana.

Espantado, confundido y cabreado, salí corriendo, y al llegar a la calle vomité en la acera. Estaba mareado, medio loco... ¿Cómo me podía estar pasando esto? ¿Es que nadie me recordaba ya? Tenía que haber alguien que... ¡Mamá...!

Busqué una cabina y llamé a mi madre. Reconocí su voz enseguida.

____¿Diga?
____Soy yo, mamá, Eusebio.
____¿Quién?
____Eusebio. Tu hijo.
____¿Qué es esto? ¿Alguna broma de esas que hacen por la radio?
____No es ninguna broma, mamá... yo...
____Oiga, no tengo ni idea de quien es usted, pero no es mi hijo, eso es seguro. Yo no tengo hijos.

Y me colgó. No sé cuanto tiempo permanecí inmóvil dentro de la cabina, incapaz de reaccionar, hasta que una anciana empezó a dar golpes a la misma con su bastón, exigiéndome dejase libre el habitáculo.

He estado todo el día dando vueltas por la ciudad, caminando sin rumbo fijo, sin prestar atención a mis alrededores, con la mirada perdida, como un zombie. Hasta que he pasado frente a la tienda de electrodomésticos que hay al lado de este bar.


___________________________________________________

____¿Qué pasó entonces? -preguntó Pep Puig al desconocido cuando este se sumió nuevamente en la contemplación de su vaso.
____¿Conoce usted la tienda?
____Sí.
____Entonces sabrá usted que en el escaparate hay una gran pantalla de televisión. Pantalla plana, de esas modernas. Enorme pantalla conectada a una cámara enfocada a la calle, de modo que cualquiera que pase por delante, se verá reflejado en ella.
____Sí, me di cuenta.
____Pues bien, cuando he mirado la pantalla, he podido ver toda la calle, los coches y los peatones que pasaban, árboles, edificios, todo... excepto a mí. Yo no aparecía en esa pantalla. Y no lo he podido resistir. Así que he entrado aquí dispuesto a coger la borrachera más grande del siglo.
____Historia realmente increíble esta suya, que a buen seguro debe tener una explicación razonable para todo lo que le está pasando.
____¿Usted cree? ¿Se le ocurre alguna?
____Ahora mismo no.
____Ya.
___Le diré qué haremos. Ahora voy al baño. Esta es mi quinta cerveza y ya no puedo aguantar más. Cuando salga, pensaremos juntos en ello.
____Se lo agradezco muchísimo.

Pep se levantó y fue al baño. Estuvo orinando buen rato (cinco cervezas dan para mucho) y cuando salió vio la mesa vacía. Llamó la atención al camarero.

____Paco, ¿dónde se ha metido el tipo que estaba conmigo?
____Más vale que no bebas más por hoy, Pep.
____¿Por qué lo dices?
____Has estado solo todo el rato.
____¿Quéééé? Entonces, ¿de quién es ese vaso de whisky a medio acabar que hay en la mesa?
____¡Vaya, no lo había visto! No sé de quien pueda ser.
____Qué raro. Bueno, olvídalo y sírveme otra cerveza.
____¿Seguro?
____Estoy bien, no te preocupes. Seguramente me he quedado dormido y lo he soñado.

Pep Puig volvió a sentarse en el mismo taburete mientras el camarero le servía otra cerveza y retiraba la vacía y el vaso con whisky sin terminar. Bebió un largo sorbo y frunció el entrecejo...


...qué raro, se dijo a media voz. Debe estar subiéndome la cerveza a la cabeza. Por mucho que me esfuerzo no consigo recordar qué estaba haciendo yo antes de entrar en el baño


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 4:06 pm



Tranquilo, fuego controlado


Allí está el fuego. Aquí el extintor. Tengo el control. Estoy entre los dos. Siento su cálida presencia, su aliento, su rugido. Su voz. Me saluda con sus llamas. Estoy tranquilo, no pasarán


Primero fue el olor. Apenas podía percibirlo, pero era fácil imaginarlo. El suave olor de un cigarrillo que se consume. Hojas secas incandescentes que liberan lentamente sus esencias. Papel de arroz impregnado por los aceites de los aromáticos tabacos del cigarrillo que escapan poco a poco en un hilo de humo azulado inundando la sala.

Delicado equilibro interrumpido súbitamente por la explosión de azufre y fósforo de la cerilla. Su humo blanco y denso se disipa con rapidez dando paso a una delicada madera quemada. Como esos viejos troncos de pino que se atesora en el otoño para usar en la chimenea durante el invierno. Madera seca y limpia que, de tizón en llamas, pasa a brasas y acaba en cenizas.

Cuantísimos kilos de carne ayudé a asar sobre rescoldos, aprendiendo a distribuir la gris ceniza para ayudar a consumirlos totalmente. Soplando convenientemente para avivar cuando el rojo se volvía pardo. Enseguida comenzó el olor a papel y cartón de la cajetilla.

Cada fin de curso, tras la entrega de notas, apilábamos nuestros apuntes y libros de textos en una pira de alegrías y sensaciones. Jolgorio y júbilo. Risas y canciones. Alcohol y llamas. Siguió el olor a trapos viejos. Menos delicados pero necesarios. Duraría poco. El olor a queroseno, siempre da un toque artificial, pero se me antoja dulce su fragancia parafinada. Me ayuda a fantasear con lo que sentía mi abuela entre velas y quinqueles.

Sus llamas anaranjadas y amarillentas, han cautivado a generaciones. Aún se revive de forma artificiosa. Muchos huyen de la luz blanca en las lámparas que eligen para sus hogares buscando el calor en el color. Lo que sigue es una amalgama de olores, suaves matices muy difíciles de distinguir. Para entonces, el fuego se habría extendido rápido y devoraría diversos materiales. No todos agradables. Sin duda, el humo se volvió oscuro y espeso. Se notaba el inconfundible olor a plástico quemado. El plástico siempre arde mal. Para entonces, las llamas debían ser grandes. Estoy tranquilo, no pasarán.

Lo siguiente fue el humo. Comenzó escapando tímidamente por debajo de las puertas y ascendía desvaneciéndose. Poco a poco, se volvió más denso. Lo más peligroso en un incendio es el humo. Asesino sigiloso que sega la vida de personas. En muchos casos la gente muere sin saber que hay un incendio. Otros lo consideran piadoso, mata dulcemente antes de que las llamas nos alcancen. Sin duda, traidor. Oscurece todo cuanto te rodea, oculta la realidad y nubla la mente. Siempre asciende. No se debe caer en el error de huir hacia arriba en un incendio. El humo te alcanzará. Las llamas le siguen. Humo traicionero. Malo hasta para el propio fuego. Por una parte le ahoga, por otra revela dónde está, da silencioso aviso de su presencia, pero escapa lentamente hacia los pisos superiores por los huecos del ascensor de servicio, y, al exterior por los rotos tragaluces del pasillo. Faltan por llegar las llamas. Estoy tranquilo, no pasarán.

Comenzó la alarma. La voz de la emergencia fue pasando de puerta en puerta. Piso a piso. Personas que durante meses no se habían dirigido la palabra se atrevían a tocar la puerta de su vecino a intempestivas horas de la madrugada. Para cada uno, tras el desconcierto inicial y el recelo al abrir la puerta, el mal humor se tornaba gracias y empezaba la labor de aviso y desalojo. Siempre aparecen incautos que prefieren refugiarse en sus casas y mirar cómo evoluciona la situación. Confían en que estarán a salvo o, si no, les salvarán. Estoy tranquilo, no pasarán.

El desalojo fue rápido. Encendí la lámpara para hacerme ver mejor en el neblinoso ambiente que comenzaba a crearse. Di a voces instrucciones de cómo llegar hasta el rellano y alcanzar las escaleras. Me aseguré de que nadie abriese puerta y ventana que creasen inapropiadas corrientes de aire. Veía la incredulidad en sus ojos. La duda en su mirada. El terror en sus caras. Algunos, tranquilos, trataban de organizar grupos. Otros, eufóricos, bromeaban para aliviar la tensión del momento. Unos pocos quedaban bloqueados por el pánico y se dejaban guiar. Hubo quién sufrió crisis y se comportó violentamente. Por su bien, fue reducido y llevado al exterior antes que apareciesen las llamas que el equipo contraincendios debía sofocar. Estoy tranquilo, no pasarán.

El fuego se volvió imparable al conquistar el pasillo. El calor hizo quebrar la puerta y leve llama lamió el dintel que desbordaba espeso humo todo el techo inundando hasta encontrar la abertura que le permitió subir al piso superior. Las jambas se tornaron incandescentes y el ardor reptó por la cenefa del pasillo y la moqueta del suelo hasta la puerta de los pisos colindantes. El calor en ellos era tan grande que las puertas no tardaron en ceder. El techo prefabricado se derretía goteando lágrimas en llamas que prendían el enmoquetado. Oí el derrumbe de un techo. La escalada estaba asegurada por un nuevo camino. En el pasillo miraba al fuego y el fuego me miró. Se relamía con lenguas de oro y sangres entre rugidos. Desafiante. Retando a quién quisiera batirse con él. Estoy tranquilo, no pasarán.

Oí los pesados pasos de la brigada de bomberos contra incendios. Subía presurosa y segura por la escalera. Había llegado el momento de luchar. No estaba solo. Cogí buen extintor y volví a comprobar el manómetro. Quité el precinto de la válvula y sujeté firmemente la manguera. Incliné ligeramente el extintor para asegurarme de que al tubo sifón llegase el máximo de producto posible. Apunté con la boquilla por intuición, más que por lo que veía. Cuando apareció el primer bombero, sorprendido se detuvo.

No dudé. Disparé el agente extintor por el hueco de la escalera, creando una nuble blanca de polvo. Gritos de sorpresa y desconcierto. A la voz de replegarse el primer bombero desobedeció intentando ganar distancia.

No esperé a agotar la bombona. Cuando estuvo lo suficientemente cerca le golpeé en el pecho con la base del cilindro, y por último se lo lancé haciéndole caer.


Recogí del suelo mi escopeta y disparé dos veces como advertencia. Estoy tranquilo, no pasarán


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 6:26 pm



Tres obsequios de improviso


La noche era de luna pobre. El viento silbaba en forma agonizante. El cielo se quebraba con los relámpagos. Los relámpagos anunciaban una impresionante tormenta


Isidro llegaba de trabajar y todas la luces de su casa estaban apagadas. Su paso era lento y sus ojos recorrían el entorno pausadamente.

Al cruzar la puerta de la entrada vio enseguida que en el buzón habían enredado gran cantidad de cabellos frágiles y delgados. Caminó entre la opacidad del jardín hasta llegar a la puerta de su hogar, y al abrirla topó con un pequeño zapato de alguna de sus hijas. Quiso encender las luces, pero éstas no respondían.

Isidro comenzó a agitarse, su respiración exponía la incertidumbre que lo envolvía. Era muy claro que todas esas cosas extrañas de aquella noche motivaban su desconcierto, pues estas condiciones discrepaban con las de un día normal en su vida cotidiana.

Caminó hacia el salón de su casa con las pupilas queriendo reconocer en la oscuridad, cuando, de repente, y a la luz de los rayos de la tormenta, vislumbró un pequeño cuerpo que colgaba del ventilador. En medio de su exaltación se aproximó para echar un vistazo, tocó el cuerpo femenino, le dio la vuelta y con sobresalto se percató de que se trataba de una de sus hijas, cuyos ojos estaban más abiertos de lo normal.

Isidro tapó su boca conteniendo la desesperación y corrió hacia la cocina donde estaba la cabeza de su esposa, Irene, sobre el frutero. Salió de allí y se fue hacia el segundo piso, subió la escalera con los ojos empapados de lágrimas, sin embargo, dando la vuelta, a la mitad de la subida, vio el cuerpo de su otra hija, se agachó para ver si por lo menos ella se hallaba con vida y en cuanto tocó su cabeza, sin pelos, ésta rodó por la escalera hasta caer al suelo y llegar a la puerta de la entrada de la casa. Bajó al baño con apresuramiento, cuyo baño se encontraba junto a la escalera. Se enjuagó cara y manos y después se miró en el espejo. Los rayos que se filtraban por la ventana lo percataban de una escritura roja sobre el cristal. Buscó vela, la encendió y así, ésta dio luz y consumación a toda su desgracia. El mensaje decía:


Hoy hace cuatro años que me fui de este mundo, pero todavía te amo intensamente, como el mismo fuego que inunda en este momento a tu corazón agonizante. Hoy, en este día tan especial, he venido hasta aquí para entregarte tres regalos sorpresa, y así contrarresta con tu actitud, ya que nunca me haz llevado nada a mi panteón.

Nos veremos muy pronto.

Te quiere, tu primera y verdadera esposa, Consuelo.




¡Feliz aniversario!


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 9:57 pm




Muchacho asesino, muchacha vampiro

Se tomó su tiempo para quitarle la vida, pero al mismo tiempo estaba ansioso por acabar el trabajo. Tomás Vega era un perturbado mental, un loco, que ahora se convirtió en un asesino; y la vez anterior, y la primera vez. Pero nunca le descubrieron. Sabía hacer bien las cosas. Tomás Vega, quedaros con este nombre

La chica estaba colgada del techo de un pie, una gruesa cuerda rodeaba su tobillo ensangrentado. El otro tobillo estaba casi retorcido por el peso de la pierna suelta, rígido. En piernas y pecho tenía innumerables cortes, pero en la cara, eso no eran cortes, sino una furia descargada sobre ella con ansia. La sangre había salpicado la pared de atrás y dejado enorme charco en el suelo sobre la hoja de cortar, hoja que no tenía ningún otro grupo sanguíneo más que el de la pobre chica. Un asesinato brutal, que hasta él mayor observador lo dejaría de mirar.

Era diciembre, concretamente 31 del mes. Fin de año, y en todas partes del mundo celebraban la llegada del año nuevo, mientras la sangre fluía espesa cuerpo abajo. Tomás Vega amaba a la chica, que ahora era como un cerdo colgado. Descubrieron el cadáver a la mañana siguiente.

________________________________________________


____Hola, soy Tomás Vega -dijo mirándola fijamente.

Ella levantó la mirada y vio a un chico de aspecto desaliñado, gafas con montura carey, rubio y a la vez realmente feo, o quizá difícil de ver. Todo ello envuelto en un anorack azul, como si de un disfraz se tratase.

____¿No vas a decir nada? -inquirió Tomás, sonriendo levemente.
____Es... estoy ocupada -respondió ella.
____¿Lo ves? Todo el mundo estudiando, ¿y para que? Para no aprobar, y en el mejor de los casos, si apruebas, sales del instituto sin trabajo. Para quedarte con papá y mamá.

Ella soltó una risa. En realidad, Nerea, que así se llamaba, pensaba igual. Era como si ese chico difícil de ver le hubiera leído la cabeza. La primera impresión había sido buena.

____Sí, tienes razón -respondió Nerea
____Claro que la tengo -e hizo un gesto de satisfacción.

Nerea no era especialmente guapa, pero tenía preciosos ojos azules; eso sí, el pelo, flácido y estirado cogía forma detrás de las orejas forzándolas hacia delante, creando una buena protuberancia roja en ambos lados de la cabeza. Era de piel blanca, demasiado blanca, era delgada y el cuerpo ligeramente encorvado. No tenía amigos ni amigas. Jamás había estado con un chico y su afición era autolesionarse. Su cuerpo era un mapa, por las cicatrices. obviamente ocultas tras su fino vestido y anorak rojo.

____¿Te apetece comer algo? -la invitó Tomás, sonriendo.
____Acepto.

Y en aquella fría mañana de enero, Tomás ya había elegido a su siguiente víctima, mientras ella se levantaba del banco en que estaba sentada, al tiempo que recogía los libros en su mochila.

_____________________________________________


En dos semanas, Tomás ya tenía a Nerea en el bote. Siempre sabia darle lo que ella esperaba de él. Era como una amistad perfecta en la que todo funciona bien y nada se tuerce hasta que lo hacía de sopetón. Pero por el momento, su sexta víctima y debía hacer el preludio antes. Los dos iban a la misma clase del instituto y hasta ahora Nerea, desapercibida para él había pasado. Más que nada porque sus cinco primeros asesinatos eran chicas de otra 'ralea'. 'Otro estilo personal', decía él continuamente. Pero ahora que le había cogido el gustito, todas valían. Incluso Nerea con sus orejas a lo bamby echadas hacia delante.

Pero Nerea también tenía sus rarezas. Algo que todavía Tomás no había descubierto: cortes, cicatrices en todas las partes del cuerpo. Pero como era invierno, no podía verle los brazos, verbigracia. Pero en quince días Nerea podría haber recuperado algo perdido para ella. Era feliz y ya no tenía motivo para lesionarse. Quizá se había dado un respiro.


______________________________________________


A las dos semanas en teoría uno se conoce lo suficiente como para pasar al beso o a la cita con algo más. Ella confiaba plenamente en él, de modo que aceptó la propuesta. Iban a pasar la velada en un cuarto de un motel 'Siempre hay un principio', se dijo ella. Y lo que podría ser una velada con charla eterna incluida, podría acabar en el sexto asesinato de Vega y por ello había alquilado el cuarto con nombre falso, y en su pequeña mochila llevaba guantes de lana y cuchilla de afeitar. En realidad llevaba dos, por si algo fallaba. Estaba ansioso y su corazón latía hasta querer salirse del pecho. En todo este tiempo, todo había sido maniobra y no sentía nada por ella. Nerea, empero, comenzó a sentir algo por él. Algo que quizás le iba a demostrar esa misma noche.

____Creo que algo va a ocurrir esta noche -dijo ella con una copa de más, mientras miraba fijamente a los ojos a Tomás, justo frente a ella, a pocos centímetros, apoyado con su delgado cuerpo.
____Claro que va a ocurrir algo esta noche -dijo él con brillo en ojos.

Estaba desplazando la mano hacia su mochila, cuando ella se percató de ello y le dijo:

____¿Estás buscando un condón?

Tomás frunció el ceño.

____Bueno... no... exactamente -se puso nervioso.- Voy a coger chicle. ¿Te apetece uno? Los tengo de fresa y de menta.

Nerea se estaba desvistiendo, y entonces fue cuando él cogió la cuchilla de la mochila, sin que ella lo viese. En ese momento alargó la mano para recoger un chicle, pero lo que recibió fue un dolor punzante en la palma, en medio de la penumbra. Al poco, notó algo tibio brotando de ella tras retirarla casi al instante.

____Voy a darte lo que mereces -dijo Vega abalanzándose sobre ella.

Y fue precisamente el momento en que los ojos de Nerea brillaron en la penumbra, y abriendo la boca mostró afilados colmillos que un segundo después se hundieron en el cuello de él.

Y es por eso que nunca dieron con el asesino de las cinco chicas. Nerea desapareció del lugar y nunca más se supo de ella. A decir verdad, nadie había sabido nunca nada de ella, ni de su familia.

Tomás apareció muerto desangrado a la mañana siguiente, en un motel de mala muerte.

El despiadado y cruel asesino murió a diente de una mujer vampiro. Un preciso agujero en la yugular fue suficiente, pero tan grande como para desangrarse en pocos segundos.

________________________________________________________


En algún lugar de Asturias en el invierno mas duro que se conocía desde los últimos 25 años, Nerea hacía autostop en una carretera secundaria. Un auto redujo la velocidad y se paró unos metros mas adelante. Al poco, ella llegó al coche. La ventanilla se bajó.

____¿Qué hace una chica joven como tú en esta fría noche de invierno y  haciendo autostop? -preguntó el conductor, hombre mayor con un puro paseándose por sus labios.
____Tengo frío, ¿me lleva a Gijón?
____Por supuesto, sube
____Gracias señor, es usted muy amable.

Y tras arrancar el coche, Nerea se llevó una de sus manos a la boca para asegurarse de que el colmillo, cualquiera de ellos, había regresado a su estado normal. Y así era. Siguieron la ruta lentamente.

Así como los asesinos existen, los vampiros también.


'Tomás, esta vez te has equivocado de presa'


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Mensaje  achl Lun Feb 27, 2017 10:59 pm



Agripnia endémica


Estoy frente a la libreta. Recorro el entorno con la mirada, en busca de algo que me inspire. Ya saben, una forma de iniciar. Lentamente, el lápiz se deja llevar y las palabras tan sólo surgen. Como cadáver que intenta escapar de un pozo, escalando para ser libre, las heridas se abren y el corazón comienza a escurrir


Pero alejémonos de esos sentimientos un segundo. No hace falta sufrir, no en este momento. Lo mejor es dejarlo para después.

Me detengo y medito. Hay muchas imágenes que quisiera plasmar, pero no tengo la menor idea de cómo tallarlas. Mi mano tiembla. Miro el lápiz y éste comienza a derretirse.

____Ignóralo, en un momento volverá a la normalidad.

Porque así es como ocurre; qué me maten si no es verdad. Cada pequeña cosa que es destruida, se puede volver a reparar. Tan sólo hay que saber ser paciente.

____Aguarda, despierta. Estás empezando a sonar aburrido. Ya nada tiene sentido para ti. Mejor mira la vela y maravíllate con su esplendor.
____¿Es hermoso no es cierto? ¿El fuego?
____Es lo más majestuoso que podría existir.
____Naturaleza en su más puro esplendor. Increíbles todos los colores que puede llegar a adquirir la combustión. Una danza de matices imposibles de separar.
____Un momento. ¿Por qué te paras? ¿Acaso tú también lo escuchaste?
____Creo que hay alguien afuera, sal a investigar.
____No puedo, idiota.
____¿Por que?
____No sé si lo has notado, pero sólo existo en la libreta.
____Disculpa, me dejé llevar por la situación.
____No te preocupes, a veces me pasa a mí. En fin, ¿Vas a salir o que?
____Pues supongo que no queda nada más qué hacer.
____Date prisa, maldito. ¿Por qué demorará tanto? Probablemente es que al muy estúpido le haya sorprendido una sombra en la oscuridad. Quizás no vuelva a saber más de él
____Regresé.
____Por fin. ¿Por qué tardaste tanto?
____¿Quién escribió todo esto?
____Olvídalo. ¿Qué fue lo que pasó? ¿Había alguien?
____No, al parecer habrá sido el viento.
____¿Si no había nada entonces por qué tardaste tanto?
____Porque bajé a por algo de beber.
____Desgraciado, te estaba esperando, y tú sirviéndote algo de beber.
____Disculpa, la verdad no sabía que tenías vida propia.
____Descuida, como te dije hace un momento, no es común que la gente me note de la forma que tú lo has hecho. Hablando de eso, ¿seguro que no había nada allá afuera?
____Nada. Encendí la luz y no vi nada.
____Créeme, a veces la oscuridad puede revelar más que la claridad.
____¿Crees que ésta es una noche normal? Estás inventando una historia en tu libreta, en manos desconocidas. ¿Te parece que eso es común?
____Supongo que no.
____Ok, Ahora párate a pensar. Todas las ventanas están cerradas y el viento no hubiese podido haber causado ese sonido.
____Tienes razón. Ahora, sí, todo comienza a tener sentido. Cuando bajé a la cocina, sentí un toque de alguien en mi hombro, pero fue justo antes de encender la luz.
____Te salvaste, al accionar ese interruptor prolongaste tu vida. Espera, de nuevo lo volví a oír.
____Yo también. ¡Demonios! ¿Qué estará pasando?
____Oye, ¿adónde fuiste?
____Maldita sea, algo abrió la puerta de mi habitación y apagó la vela. Apenas puedo ver la libreta.
____¿Qué fue eso? ¿Por qué gritaste?
____Supongo que de nuevo quedé hablando solo. Maldita sea, odio como cada noche la oscuridad, cobra una nueva víctima. Tengo que aprender que así es el balance de las cosas.

¡Ojalá no pase mucho tiempo hasta que aparezca alguien con quien pueda compartir todo esto!.


Para ya. Nadie está leyendo


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Mensaje  achl Mar Feb 28, 2017 3:50 pm




Una historia verídica

(como una de esas que contaba el tristemente desaparecido, el gran humorista sevillano, Paco Gandía, pero verídica en realidad, a la vez que narrada con menos arte y gracia por este humilde escritor, el mismo que suscribe)


Normalmente, cuando me da por escribir cualquier historia, del tema que sea y en lugar que sea, siempre me gusta hacer previamente un desarrollo esquema de la misma, y ello lo hago para que todo cuadre y salga bien. En este caso, sólo me limito a repetir una añeja historia, ocurrida en el barrio de Triana de la ciudad de Sevilla (España), cuya ha ido de generación en generación y de boca en boca. Se trata de la historia de un tal Ángel (Angelito) Ruiz, alias ' El Lito'



Intensamente enamorados, Lito Ruiz y Tere Garci, se juraron amor eterno hasta la muerte. Y así fue en realidad.

Una tarde de verano cualquiera, con su angustioso y desesperante fuego sevillano, Lito, que venía padeciendo del corazón, murió en el acto. Cayó fulminantemente al suelo y en un cata crack estruendoso. Su rechoncho cuerpo quedó estirado en el suelo. Tere se encontraba postrada en cama, inválida, y sólo podía mover un poco la cabeza. No podía hablar y menos todavía pedir auxilio. Su marido Lito era su único consuelo y apoyo en los últimos diez años.

El cuerpo sin vida de su esposo distaba unos dos metros de la cama, y la puerta del hogar de los Ruiz estaba a seis metros. De modo que la pobre de Tere estaba condenada a morirse en silencio de inanición ese fatídico verano, si nadie se percataba de la ausencia de Lito.

Y como los Ruiz solían pasar largas temporadas en su casa, sin salir a la calle, nadie del lugar ni foráneos les echaron en falta durante los días en los que duró la tragicomedia.

Día después, la vista de Tere alcanzó a ver que el cuerpo inerte de Lito, estaba a un metro de su cama. O sea, mucho más cerca de cuando cayó fulminado. Eso la sobrecogió y también la alivió.

Dos días más tarde, el hediondo cuerpo de Lito estaba casi a al lado de la cama, en dirección a la puerta de salida. Tere sólo podía llorar, pero creía haber muerto ella también porque estaba como en sueño. Su ángel de la guarda particular, en este caso Lito, se encontraba con ella. Pero no era un despertar y ya, todo sucedía en realidad. Pasado un día más, el fétido cuerpo estaba encaramado hacia la puerta, le faltaban pues seis metros. De modo que necesitó que pasasen cinco días más hasta que el cadáver putrefacto llegase hasta la puerta, y otro día más para que sus huesudos dedos, tras la hinchazón, pudieran abrir el pestillo de la misma para salir afuera. Al día siguiente de esto, medio brazo situado en la entrepuerta dio el grito de alarma.

Y así fue como semana después de la muerte de Lito Ruiz se descubriera a la señora Tere deshidratada en su lecho. Lo que suena absurdo pero así lo cuentan los viejos de Triana y hasta ha llegado al mismísimo centro la ciudad.


Y yo, en estos folios, corroboro esta historia porque   infinidad de veces el amor es tan intenso que va mucho más allá de la vida misma


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Mensaje  achl Mar Feb 28, 2017 10:22 pm




El Garrote del Generalísimo



A los amigos los puedes elegir, a los familiares no


Esa frase cogió consistencia en la mente de Germán Gil el día en el que falleció su último abuelo.

A sus treinta años de vida, ya había sufrido el zarpazo de éstas luctuosas situaciones; ya era conocido el llorar finados próximos. Su padre dejó la vida década atrás. Murió en trágico accidente de tráfico, en el que hubo varios interfectos. Su padre conducía beodo un camión de gran tonelaje y arrolló a una monovolumen que transportaba a un matrimonio y a sus cinco hijos, rumbo, posiblemente; a algún destino veraniego. Todos ellos murieron en el acto.

Año luego, su hermano murió reo de una sobredosis de éxtasis. Feneció en el suelo de una sospechosa discoteca. El día que lo velaron, aún lucía magulladuras en cara, resultado inequívoco de reiterados pisotones.

Todos sus familiares fueron muriendo en los años venideros. Caían como mosca; tíos, primos, hermanos… familiar tras otro moría cada año desde el primero hasta completar el décimo: su abuelo Anselmo.

El aciago anciano, a punto de cumplir noventa, víctima fue de accidente casero, facilitado quizás por la desidia que le suponía vivir sin compañía. Resbaló bajando las escaleras que daban a la alacena de la rústica casa familiar, cayendo los veinte escalones de madera, fracturándose varias costillas y un omóplato, que le causó la muerte, cuando una astilla ósea le perforó el pulmón derecho. Cuentan que los aullidos de dolor fueron escuchados por todo el pueblo durante minutos. Cuando el primer vecino llegó, Anselmo Gil empezaba a criar malvas.

El tanatorio del pueblo sevillano de Peñaflor parecía haberse convertido en una taberna de pueblo. Un grupo de familiares charlaba alegremente frente al cristal que separaba el ataúd con el cuerpo en completo rigor mortis.

Pequeños grupúsculos estaban esparcidos en aquella antigua sala con el mismo granito pulido que aquella funeraria utilizaba en las lápidas de sus clientes. Nadie lloraba allí. Pareciese que todos ansiabana el momento de enterrar a aquel vejestorio y empezar a discutir el reparto de la jugosa y diversa herencia.

Cuando Germán presentaba su respeto a su abuelo, expuesto en aquella mortaja blanquecina, un griterío provino de la calle.

____¡¡Hijos de puta...!! ¡¡Hijo de puta...!!

El insulto se reverberó en las graníticas paredes, abofeteando con su sonoridad a todos los presentes que, oprobiados, salieron a la puerta exterior.

Sorprendiose Germán, como todos, al descubrir que aquel improperio fue lanzado por una anciana con no menos de noventa años.

____¡¡Hijos de gran puta, me cago en vuestros putos muertos y en todos ustedes cuando reventéis!! -profirió la nonagenaria, amenazando a los más cercanos con un báculo de roble y con una cruz como filacteria.

____¡Oiga, ¿qué coño le pasa? -preguntó uno de los presentes, sobrino del occiso.
____¡¡Hijo de Satanás!! ¿Crees que puedo olvidar que ese cabrón mató a mi marido por un real? -gritó mientras su dentadura se las veía canutas para mantenerse en su sitio
____¡Era su trabajo! ¡Váyase antes de que la eche a palos, bruja! -lanzó otro familiar alzando el puño y haciendo gesto ignominioso con éste.

La vieja volvió a la carga con su afilada lengua. La gente regresó a la sala del tanatorio, poco a poco, mientras dos valientes seguían enfrentándose a aquella iracunda fémina.

Finalmente, ella se alejó y se perdió entre calles angostas y empedradas.

Germán pensaba intrigado. '¿Cómo que era su trabajo?'.

____Tía Lola. ¿Qué es eso de que era su trabajo? ¿Quien era esa mujer?
____¿No lo sabías? Tu abuelo fue verdugo -respondió Lola, con su mirada soslayada y arrogante de siempre
____¿Qué?
____Estuvo en el cuerpo de verdugos durante veinte años. Y esa era la mujer del primer ajusticiado por tu abuelo, que también era del pueblo

Un bofetón sentimental le azotó como patada en los huevos.

Su abuelo, verdugo en la etapa del dictador Franco.

____¿Qué hacía exactamente mi abuelo? -preguntó mientras miraba de reojo la sonrisa que exhibía el cadáver en la caja.
____Para que lo entiendas, era el que giraba la manivela en el garrote vil -explicó la pariente a la vez que simulaba girar una manivela.

____Es suficiente, gracias -finalizó Germán repudiado, intentando no ser descortés.

Una nausea, por poco le causó el vómito cuando volvió la vista al cuerpo de su predecesor paterno.

Un mar de recuerdos gratos era evaporado por el fuego que le provocaba pensar en la crueldad del garrote vil, y en la figura risueña de su abuelo, activando el mezquino instrumento.

Aquella silla fue utilizada en España, y en algunos países de América del Sur para ajusticiar a los condenados a muerte. Aquel collar, aquel tornillo con cabeza abultada que destrozaba vértebras produciendo ese sonido característico y macabro, era activado por su abuelo, en su pueblo.

¿Cuánta gente habría matado por un real, como decía aquella resentida anciana? Imaginaba, sin temor a equivocarse, que no fueron pocos.

Siguió mirando el cadáver, con cierto asco y repugnancia comedida; pero con todos los matices que le ofrecían sus recuerdos infantiles. Se detuvo en aquella sonrisa que mostraba su extinto familiar.

De repente, algo le aterró.

El pavor fue tal que gotas de orín fluyeron sin control, llegando a marcar los pantalones.

Cuando segundos después comprendió lo que terminaba de presenciar, dictaminó que debería tomar el fresco un rato. Una vez fuera, mientras encendía un cigarro con manos temblorosas, intentó dar respuesta a lo que acababa de suceder.

Intentaba poner en pie si todo lo acaecido era producto de su enajenada imaginación, o, por contra, era tan real como los exabruptos de aquella curiosa y cacólatra anciana.

Pareciese que el amortajado le había guiñado un ojo. El iris vidrioso que se escondía tras el párpado muerto le miró unos segundos, aunque años fueron para él.

Caminó calle arriba, con idea de entrar en uno de los bares del pueblo y así tomarse un buen pelotazo. Intentó prometerse que lo ocurrido no era más que el resultado del cansancio y estrés, provocado en gran medida por el largo viaje en coche desde Alemania

Cuando empujó la puerta del Bar Pepillo, un rugido mecánico le detuvo en seco, en pleno acto de apartar con las manos la cortinilla de plástico que impedía la entrada a las moscas y a otros dípteros indeseables.

El sonido provenía de calle abajo, creciendo cada segundo que pasaba. Instante después, divisó un tractor a todo gas, rumbo al tanatorio.

La sorpresa se tornó en temor cuando vio que la conductora era aquella vieja desahogada.

El tractor iba ensamblado a una pequeña cisterna, que, por su aspecto, delataba que se trataba de gasóleo. Y los reflejos del sol demostraron también que el líquido del interior brotaba por decenas de agujeros.

Germán se echó las manos a la cabeza.

El tractor entró impetuoso en el tanatorio, rompiendo la vidriera exterior como un niño rompe un juguete de papel.

Los alaridos se escucharon durante pocos segundos, y dieron paso a un torrente de explosiones, para finalizar sucumbiendo a la oscuridad más absoluta que Germán experimentó en su vida.

Cuando la negrura desapareció, un blanco infinito le rodeó en derredor.

Tras andar desorientado unos minutos en aquella espesa neblina, tropezó con un objeto de madera.

Palpando, descubrió que era una silla, y se aposentó en ella, pues estaba muy cansado.

Casi por instinto, apoyó la cabeza en el respaldo. Un chasquido metálico, sorpresivamente, le colocó un collar en el cuello.

No se podía mover.

Siseo de engranaje le hizo volver la cabeza sin dificultad. Y allí descubrió a su abuelo, que giraba una manivela. Mostraba un par de ojos vidriosos y una sonrisa tenebrosa.

Cerró los ojos y gritó.

Cuando los volvió a abrir, el blanco le cegó. Pero esta vez fue el color reflejado por la viveza de los fluorescentes de aquel hospital sevillano.

Una máquina cercana a la cama comenzó a pitar, lo que precedió a una inundación de médicos, periodistas y curiosos que en ese momento rondaban las cercanías de la UVI.

____¿Cómo se encuentra? -le preguntó un tipo con bata verde.
____Confuso -pudo contestar Germán.- ¿Qué ha pasado?
____Ha sobrevivido a la matanza del tractor de Peñaflor. Una mujer hizo estallar media tonelada de gasoil y de amonal rudimentario fabricado con fertilizantes…

Pero Germán dejó de escuchar. Giró la cabeza hacia el compartimento continuo, oculto con biombo azul. Crujido metálico era lo que le llamaba la atención. Susurro pidiendo ayuda fue lo que le hizo reaccionar.

Germán se levantó de la cama, bañado por los lampos de cientos de flashes fotográficos.

Solamente él parecía oír aquella demanda de auxilio y aquel traqueteo mecánico que le resultaba tan familiar.

Los presentes le seguían con la vista.

Germán apartó el biombo y gritó.

Donde los demás no veían más que un nimio espacio diáfano, él veía una silla de garrote vil con un cadáver, con el cuello bermejizo, empapado en sangre. El cadáver era él, y el verdugo de ojos rubicundos y vidriosos era su abuelo Anselmo.

Los anonadados espectadores no comprendían los gritos de terror.

Y tampoco comprendieron el motivo por el que Germán blandió afilado bisturí que cogió de la mesa blanca. Cuando intentó ensartar al verdugo, la imagen desapareció y la sala volvió a quedar diáfana.

Detrás suya, oía murmullos. Se dio la vuelta.

Aterrado, comprobó que docenas de ojos vidriosos le miraban.

Furibundo, atacó con objeto de defenderse.

Su brazo se agitaba frenéticamente. El bisturí salpicaba las paredes de sangre, trozos de músculo y fluidos oculares.

Prosiguió hasta que un periodista le redujo golpeándole en la cabeza con un extintor.

Cuando despertó de nuevo, una bata blanca era su única compañía en la candorosa y acolchada habitación del Centro Psiquiátrico Penitenciario.

Sin comprender bien donde estaba, se incorporó y se acercó a la puerta. Se asomó por la ventanilla enrejada. Un grupo de gente parecía mostrar atención al interior de otras estancias iguales en un interminable pasillo.

Germán golpeó la puerta.

Las personas del exterior, se dieron la vuelta y se acercaron; y entonces vio en ellos aquellos ojos vidriosos que tanto le asustaban. Gritó mientras se acercaban a él.

Vencido por el miedo, Germán chilló y metió con fuerza sobrehumana los pulgares en sus cuencas oculares. La sangre resbaló por sus mejillas y lo último que oyó antes de morir desangrado fue la cerradura electrónica de la puerta moviendo los goznes para abrirla.


A los verdugos se les reconoce siempre: tienen cara de miedo


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Mensaje  achl Miér Mar 01, 2017 7:55 am






La Cosa Sicilia




La miel más dulce se agría en vaso sucio


____¿Quieres más, cielo? -preguntó Iván a Isa, meneando con el cucharón los pedazos de carne entre la pasta.
____¿Quieres que reviente, amor? -contestó Isa, exhibiendo en su sonrisa la más perfecta dentadura.
____Entonces, me serviré yo lo que queda.

Iván cumplió su palabra y se sirvió la última ración disponible.

Isa vertió más vino de la botella en el vaso de Iván.

Mientras Iván masticaba, miraba de reojo a Isa.

O mejor dicho: miraba lascivamente el canalillo de Isa.

En verdad, Isa estaba buenísima. Iván no paraba de tener pensamientos sexuales con su nueva pareja: alta, rubia, con enormes ojos verdes, y un tipo... Se consideraba afortunado por haberla conocido.

Y de eso sólo hacía diez días. Ocurrió en una comida de empresa, donde varios grupos del sector informático se reunían para cenar y conocer las impresiones de los demás miembros del gremio.

Ambos empezaron a charlar cordialmente, y al otro día surgió la relación.

Y allí estaban, diez días después, como pareja que se inicia en las artes amatorias con amor, deseo, respeto y educación.

La cena en el restaurante italiano fue una idea que Isa aprobó con gusto. Era una fanática de la pasta. Y era el primer acto de tres que componían el plan: ágape, concierto y a casa… Pero los dos juntos.

Desde entonces, Iván sólo pensaba en posar su lengua en esos botones jugosos, y parecía que esa noche lo iba a lograr. Tiempo al tiempo…

La idea le volvió a atosigar. ¿Serían gruesos? ¿Delgados? ¿Operada de los pechos? ¿Auténticas?

____¿Quieres que pidamos postre? -preguntó con tono cariñoso a Isa.
____Buena idea -contestó esbozando otra vez gigantesca sonrisa, ornada con el rubicundo color chillón en sus labios.
____Pero para mí, pídeme café solo.
El camarero se acercó al ver el brazo de Iván levantado.

Pidió helado de chocolate y un café solo.

El chico se alejó luego de garabatear algo en su bloc de notas.

Iván encendió un cigarrillo. Isa no fumaba, pero tampoco se oponía a que su amor lo hiciese. Miró en derredor. El restaurante estaba vacío ya. Ellos eran los últimos, lo cual les reconfortó.

Charlaron sobre sus últimas y ajetreadas jornadas laborales durante los escasos minutos que tardó en reaparecer el joven ítalo con una bandeja y los postres solicitados sobre ella: una copa con helado de chocolate, y un humeante, negro y aromático café.

Cuando la taza tocó mesa, la puerta del local se abrió estrepitosamente.

Los acontecimientos comenzaron a acaecer de forma precipitada.

Primero un disparo. Luego, dolor.

Tres tipos con sombrero y gafas negras entraron en el local. El primero de ellos portaba pistola repetidora, causante de aquél terrible estruendo.

El primer proyectil dio en el pecho del camarero, que cayó fulminado con un enorme orificio de entrada en el pecho y otro de salida en la espalda. La sangre tapizaba el mobiliario cercano.

Segundos después, el cerebro de Iván se preguntó por su acompañante.

Giró el cuello.

Isa seguía sentada, con la sonrisa que exhibió segundos antes, pero sin el tercio superior del cráneo.

Grumos de masa encefálica fluían por hilos de sangre que resbalaban por su tez, acariciando macabramente la comisura de los labios, que minutos antes había besado para acabar goteando en el canal, también castigado por plomo, y que mostraba carne interior de las glándulas mamarias. Por desgracia, no parecía haber silicona en aquella masa pultácea.

Iván no pudo gritar y ni tan siquiera razonar, sólo quedó inmóvil, mirando aquel trozo de carne del que hondamente había estado enamorado, tan sólo unos minutos antes.

Los tres enmascotados se olvidaron de aquel hombre inmóvil, y entraron a quemarropa en las dependencias interiores del restaurante. Cuando el arma rugió de nuevo, reaccionó. Se levantó de la silla con tranquilidad macabra. Caminó hacia una de las paredes del local, donde se exhibían los regalos que podían lograr los clientes gracias a su fidelidad, a cambio de puntos que se obtenían al pagar.

Con la misma tranquilidad, escogió dos katanas de diferentes tamaños. Las descolgó de los asideros, las desenvainó de sus llamativas fundas y caminó hacia la entrada de la cocina, empuñando las dos hojas, afiladas como cuchillas de afeitar. Nuevos disparos tronaron en sus oídos. Esperó escondido tras el marco de la puerta.

Los tres capo, una vez cumplido su trabajo, que consistía en asesinar a los empleados y dueño del local, se disponían a abandonar con presteza el lugar del crimen. Bajaron presurosos las escaleras que conducían a la cocina desde el despacho principal.

Iván escuchó los pasos. Cerró los ojos y apretó las empuñaduras.

Cuando el primer capo salió, no le dio tiempo a entender lo sucedido.

Un tajo bastó para separar, de forma limpia, la cabeza cubierta con una mascota negra, de un cuerpo que aún sostenía una pistola. El frenesí se apoderó de Iván.

Con insospechable velocidad, batió sus brazos como aspas. Las katanas hicieron su trabajo. El sonido de la hoja penetrando y lacerando huesos, se hizo interminable.

Sólo se detuvo por puro cansancio. Amasijo de ropa, carne y fragmentos óseos, se amontonaba en la entrada de la cocina.

La sangre le cubría casi entero y al mobiliario colindante. Tiró las katanas al suelo. Se miró sus manos enrojecidas, y se agachó. Tuvo que tirar con fuerza de los dedos del finado degollado para hacerse con la pistola. Con parsimonia se aproximó a la mesa que antes ocupaba con Isa. El cadáver seguía rezumando sangre y la gravedad se ocupaba de que cayesen los sesos, poco a poco, en el alicatado suelo.

Tropezones cerebrales descansaban en el plato de pasta. La salsa cubría algunos de esos pedazos. Iván se sentó. Comió helado. Alargó la mano y la posó sobre el pecho de Isa, que no había sufrido daños. Pegó pequeño pellizco. Se levantó y llorando abrazó y besó el cuerpo inerte de su amor.

____No te dejaré sola.

Cargó la pistola. Dio beso en la sangrienta mejilla y entrelazó sus dedos con los de la occisa, aún calientes.

____Te amo.

Introdujo el cañón del arma en la boca. Apretó el gatillo.

De pronto, su cabeza se convirtió en un popurrí de sustancias viscosas, astillas óseas y fragmentos de plomo.


Diario del día. Sección Sucesos


Matanza en un restaurante italiano


Un joven asesina a su pareja y a ocho empleados en un restaurante italiano. Varios empleados eran miembros de 'La Cosa Nostra'.

_______________________________________________________


Jorge tiró el periódico sobre la mesa.

____Desde luego, ya no existe el amor.
____Claro que existe. Yo te amo -contestó Andrea con una sonrisa

El camarero llegó decidido a tomar nota.


Y cuando se afanaba en garabatear 'pasta', las dos puertas del local se abrieron violentamente


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Mensaje  achl Jue Mar 02, 2017 9:03 am





Mitad Dios, mitad demonio


Las palabras 'bien' y 'mal' deberían ser vistas y llevadas a cabo de la misma manera, de la única manera por todos; lo que ocurre es que lo que para unos es 'bien', otros no lo ven así, por lo que es 'mal'. Sólo es cuestión de criterio



Llevaba toda la noche sin dormir, pensando en el día siguiente, en lo que haría para impresionarla, en cómo podría decirle que la quería sin recibir un no por respuesta.

Le había comprado un libro, y una rosa, la más roja que había visto, y no me importaba nada más que lo que ella me pudiera decir.

Toda la mañana pensando en ella, en sus ojos negros, su cabello castaño, su boca perfecta, sus labios carmesí ...

Cuidé mucho sus dos pequeños regalos míos -el libro y la rosa- como si fuesen ella misma. Hice todos los preparativos para que todo estuviese perfecto cuando ella llegase.

Los últimos minutos antes de que sonase el timbre de la puerta de mi casa, fueron momentos de nervios, silencio, impaciencia...

Al fin sonó. Yo tenía preparados mis regalos. Me vestí como mejor podía. Por mi mente pasaban todos los momentos con ella, los buenos y los menos buenos.

Abrí la puerta y apareció una pareja de policías.

____Buenos días -me dijeron.
____¿Qué pasa? -pregunté.
____¿Conoce usted a esta persona? -me enseñaron una foto de ella.
____S...sí. Es más, la estaba esperando -respondí.
____¿Está seguro? -me preguntó uno de ellos.
____Completamente -contesté.
____Pero... ¿qué pasa? -añadí preguntando de nuevo.
____Ha sido asesinada -me comunicó el otro.
____¿Cómo? ¿Qué dice usted? -me puse blanco.
____Mi compañero y yo llevamos el caso -concluyó el primero.

Dejaron estas palabras en el aire, y no me importó que se me cayera el libro que llevaba toda la mañana cuidando. No me importó que pudiese romperse, ni me importó que las espinas de la rosa se me clavasen en las mano y me hicieran sangrar. Tampoco me importó que esos policías viesen cómo de mis ojos salían lágrimas, sin parar. Y no me importó que llamaran a timbre cuando cerré la puerta de un portazo. No me importó nada de nada. Sólo ella.

Subí hasta mi habitación (es un duplex) Ya  allí, me senté en el borde de la cama y lloré. En ese momento me acordé de que mi padre siempre me decía... 'ĺos chicos valientes no lloran'. Recordé los ojos de ella. Rogué a Dios que me la devolviese... A ese mismo Dios del que siempre yo había dicho que no existía... A ese Dios al que había insultado tantas veces en mi vida...

Y volví a abrir la puerta de la calle. Los policías seguían allí.

____¿Dónde se encuentra?
____En el tanatorio. Allí pueden decirle en qué sala está.

No me hizo falta más información. Cerré la puerta, y esta vez no volví a oír como llamaban al timbre o golpeaban mi puerta. Ya tenían mis datos. Podría venir en cualquier otro momento.

Hacía tiempo que había dejado esa vida que en unos segundos volvería a retomar. Una vida de demonio, de asesino...

Hice que me brotasen alas de nuevo; alas negras, con huesos asomando en sus bordes. Mis uñas se volvieron garras afiladas, cuales cuchillos. Mis ojos se volvieron rojos. Y mi corazón latía a un ritmo al que a cualquier humano le habría dado un infarto.

Llegué de noche al tanatorio, rompí el cristal de la ventana que había en el pasillo que daba a su sala. Entré en ella.

Abrí el ataúd, estaba pálida, y debajo de su vestido blanco, aún se veían algunos cortes. Cogí su muñeca, bebí su sangre, y sus recuerdos fueron míos. Un violador como cualquier otro.

Ella iba sola, y el violador la vio. Ella intentó defenderse, pero él sacó su cuchillo y le asestó cuatro puñaladas, sólo una la mató. Tras esto, en el informe del forense, que había hallado en uno de los sillones de la sala, ponía... en fin, ponía lo que el violador había hecho tras matarla, lo que tenía pensado hacer desde un principio: violarla y matarla

Mi rápida velocidad me hizo llegar en un santiamén a la casa del asesino. Llamé a su puerta, cuando vio mis ojos y mis alas se asustó de verdad, y echó a correr hasta su cocina. Lo seguí. Tenía un cuchillo en la mano, se lo arrebaté y lo lancé lo más lejos que pude dentro de la casa.

____Hoy has hecho algo con la chica equivocada.

Dicho esto, sólo pasé una de mis manos por las venas de su cuello. Mis garras se lo cortaron.

Una vez en mi casa me di cuenta de lo que había hecho. Había faltado a mi promesa de no volver a este mundo. Me había rebajado a la altura de un insignificante violador, y sería cuestión de tiempo que el resto de los grandes de mi especie descubriese que había faltado a la promesa, y que me había saltado una, la principal de sus reglas: me había enamorado de una humana.

Pero en mi mente flotaban dos sentimientos; por un lado sabía que había hecho el bien porque eso me mandaba el corazón, por el otro lado, sabía que mi conciencia me recomendaba lo contrario.  O sea...


...el Bien y el Mal


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Mensaje  achl Jue Mar 02, 2017 7:09 pm




Enigma


Esta es una historia imaginaria, que bien podría ser real


¿Hay en realidad en nuestro Planeta, Tierra, gentes de otras galaxias conviviendo con nosotros?


Cuando Rosa sintió un dolor horrible en uno de sus pies, súbitamente se despertó y fijó la mirada en ese punto, que, aunque no se podía ver bien, no distinguió en la penumbra nada que le hiciese pensar que allí habría alguien o algo, junto a la cama de matrimonio.

Con su derecha encendió la lámpara de su mesilla y cuando vio que nada había realmente ahí abajo, aliviada se sintió. Empero, un punzón de dolor en el tobillo la martirizaba. Sacó el pie por un lado de la cama, y vio cosa asombrosa: tenía amoratada esa parte del pie, como si alguien la hubiera estado cogiendo con fuerzas. En principio se asustó, pero qué más podía hacer, si Juan, a su  izquierda, dormía 'a patas sueltas', y lo peor era que roncaba como animal. No tuvo más que esperar un poco para entrar otra vez en la recta del sueño, apagar la lámpara y volverse a dormir.

'Venga, Rosa, duérmete. Pero ahora sin sobresaltos', pensó.

Al despertarse a la mañana siguiente, el morado se notaba menos, y ya no le dolía tanto, por lo que le pasó casi desapercibido. No se le contó a Juan, el cual se levantó, como de costumbre, para irse directamente a la ducha, antes de desayunar.

____¿Cómo has dormido, cielo? -le preguntó Juan, besándola.
____Bien -respondió, seca.
____Pues ya tenemos un día más por delante.
____Eso parece. Pero no todos los días son iguales para todos...
____¿Qué día es hoy? ¿Miércoles? -preguntó él, a su bola.
____Jueves. Qué bien vives -yendo hacia la cocina agregó-: Se nota que pasas de todo, menos de tu 'trabajo', que te va muy bien, ¿no?
____No me puedo quejar -respondió, sentándose a la mesa de la cocina.

El caso es que un día más de rutina desayunaron juntos, hasta que Juan se marchó a su 'trabajo'. Rosa se quedaría en casa y haría las labores de ama de casa. Y casi cabreada, le esperaría hasta bien pasada la noche a que él regresase de su 'trabajo'. Por desgracia, no tenían hijos, que bien les podría acompañar. Un intento 'In Vitro', uno de los muchos intentos, la dejó estéril para siempre.

Pasando casi todo del día sola, Rosa decidía ver televisión. Tumbada en el sofá, encendía el aparato y ponía 'Mega'. Tenía en la casa una instalación compuesta con una cabeza receptora de dos salidas, y así disponía de un receptor en su cuarto y otro en el salón, alimentados por una plataforma de pago por Satélite, con excelente rendimiento en España. Sobre todo si no te llega la televisión por cable.

Ese día estuvo viendo televisión una hora, más o menos. Juan llegó a las tantas a casa, y como de costumbre, Rosa le preguntaría ¿qué quieres de cenar? Un día más. Día monótono como otros. Pero en esa noche ocurrió algo raro. Aparte de hacer el amor, cosa 'extremadamente inusual' en los últimos siete meses.

De nuevo apareció el dolor punzante, y esta vez en los dos tobillos. Pero cuando quiso encender la lámpara, a ésta no alcanzaba debido a que su cuerpo estaba entre el suelo y la cama. Había sido arrastrada por debajo las sabanas. Se empinó en la cama y, llena de sudor, alcanzó la lámpara y la encendió.

Allí no había nada, salvo Juan roncando y echado al otro lado de la cama. Se miró los dos tobillos. Tenía un moratón en cada uno de ellos. Miró en derredor del cuarto, con la mirada casi perdida por miedo, y no vio nada. Despertar a Juan sería inútil debido a su pasotismo en grado superior de emergencia a todas horas. De modo que siguió aferrada a su ataque de ansiedad intentando serenarse. Entonces se percató de algo. El televisor plasma estaba encendido pero el monitor estaba oscuro y negro, con un mensaje... 'NO HAY SEÑAL' en el centro del mismo.

A otro día Rosa, llorosa, le contó a su marido lo que le estaba ocurriendo en las noches de un tiempo a esta parte. Le enseñó los tobillos, pero Juan le dijo que eso no era creíble. En verdad, Juan no creía en casi nada de lo que le contaba su mujer, y en este caso se inclinó por decirle que ello era debido a por estar tantas horas sola en la casa, pues como a tanta gente, 'El Paro Feroz e Implacable' la tenía en su gran lista.

Al despertarse Juan una mañana, sin embargo...

____¡Cielo, veo tus tobillos hinchados! ¿Te llevo al médico?
____¡No! -se apartó de él bruscamente, aleteando las manos.
____¡Vamos, cielo, no pensarás que voy a tragarme tus historias!
____¡Me da igual! ¡Puedes irte cuando te salga de las pelotas!

Y Juan se fue. Las cosas no iban demasiado bien en el matrimonio.
Dejaron de hablarse unos días, y afortunadamente a Rosa no le sucedió nada de eso durante ese tiempo. Salvo que cada vez que se despertaba veía la televisión encendida; las dos, la de su dormitorio y la del salón, y ambas con el mensaje 'No hay señal'. Pero como no se hablaba con Juan, no quiso decirle nada, de modo que el tiempo pasó y hasta eso se volvió trivial para ella.

El descodificador compartido era de alta tecnología, y, aun eso, también amanecía encendido, y se actualizaba solo para cambios de canales o en reorganización del sistema, entre otras cosas. Y quizás eso hacía que los dos televisores se encendiesen, y cuando los apagaba y los encendía de nuevo, veía que todo iba bien y había imagen. 'Cosas de esta tecnología moderna', pensó sin dar más importancia que la del gasto de luz.

Pero una noche pasó algo estremecedor, horrible, espeluznante...

Esa noche Rosa decidió no dormir. En verdad, cuando su marido se puso a roncar, se sentó en la cama, y entonces vio el televisor encendido a la vez que mostrando el mismo mensaje. Hacía días que no sucedía, pero ella tenía una premonición. Tenía que pasar algo especialmente extraño esta vez. Su corazón pedía a gritos que se fuese de allí y alertase a Juan. Pero no lo hizo porque su cerebro, tajante ordenaba curiosidad 'yo quiero ver qué pasa', y además Juan la tildaría de loca.

De repente, rayos brillantes saltaron de la pantalla, rayos que adquirían forma de brazos con garras como espátulas, transparentes pero grandes. En silencio, Rosa miraba lo que ocurría. Asomaba una cabeza verde, sin rasgos, con enormes ojos y boca de mono, tras la transparente e hirsuta piel de 'aquello', por definirlo de alguna forma.

Un ser extremadamente extraño avanzó a través de la pantalla, sin que ésta se moviera. Era como un cuerpo inerte, sin peso. Y Rosa empezaba a tener pánico. Pero se quedo allí, sentada en la cama, sobrecogida...

Detrás del primer ser salió otro; movían la cabeza de un lado para otro y parecían oler el cuarto, como si no viesen realmente. Uno de ellos metió ambos brazos, largos y poderosos, bajo las sábanas, esta vez hacia Juan. Cogió fuertemente los tobillos de éste y tiró hacia sí con fuerzas. Juan no despertó esta vez, pero cuando el otro cuerpo inerte le ayudó, entonces Juan abrió los ojos y miró horrorizado el aspecto de aquellos dos seres sin expresión, inanimados, y que se habían colado por la parabólica, desde el descodificador hasta el televisor.

Ambos arrastraron a Juan hacia el televisor, hasta difuminarse en él. Juan no gritó, quizás no le dio tiempo. Rosa, horrorizada, y sin hacer ruido, vio cómo el cuerpo de su marido desapareció, no sin antes convertirse en un cuerpo transparente y verdoso al mismo tiempo, en donde se podía ver el interior del cuerpo humano.

Sencillamente, se lo llevaron.

Todo sucedió tan rápido y tan sencillo que parecía un sueño.

Pero no fue un sueño. Rosa se las apañó para encender la lámpara de su lado y vio de nuevo en el televisor el mensaje 'NO HAY SEÑAL'. Como si nada hubiera pasado.

Pues sí. Aquellos bichos se llevaron a Juan. Pero antes, uno de ellos sacó, no sé de dónde, una especie de micrófono, cuyo llevó a su boca de mono y dijo, entre enfadado y solemne, pero en un español perfecto...


Miles y miles de seres de mi constelación van y vienen a este planeta de mierda, sin tanto tecnicismo como el de esas naves de la NASA, y por supuesto muchísimo más rápidos. Y muchos de ellos viven permanentemente, sin posibilidad de que los detectéis, entre ustedes para estudiarles, para observar sus comportamientos... ¡Malditos humanos!


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Mensaje  achl Vie Mar 03, 2017 12:52 pm



La Parca y la música


Aquel lugar ya era siniestro de por sí, pero los instrumentos que había en ese lúgubre salón lo hacían parecer aún más aterrador

Arrinconada en una esquina, cubierta de polvo y con alguna cuerda rota, se podía ver un arpa en el centro del cuarto. Un violín en una silla dormía tranquilamente, como si algo o alguien cuidase de él, en cada momento, como una obra de arte entre objetos insignificantes. Mas en la otra parte del salón, decorado con cortinas negra, ya roídas, con un suelo de lo que antes podría haber sido parqué, con alfombra persa auténtica destrozada y con los hilos pidiendo clemencia al tiempo, yacía un viejo piano de cola negro, medio tapado con una sábana blanca.

La sola presencia de aquel instrumento, hacía que te sintieses atraído a él. Y cómo no. Comencé a tocar algo, algo pequeño y malo, pero que en aquel momento parecía magia.

Poco a poco, mis manos y el piano se fundieron en un solo ser. Maligno ser tocaba acordes prohibidos, canciones maléficas, le rezaba al diablo mediante aquella música.

Era extraño, sorprendente, y doloroso a la vez.

Mis manos se movían solas, y mi cuerpo no reaccionaba. Mi mente se iba nublando a medida que las manos tocaban las teclas más rápido.

Ensordecedores alaridos sonaron entonces desde la puerta. Había llamas en su interior, y una silueta delgada y firme, apoyada en el marco de la puerta, con una guadaña en su mano izquierda.

Se acercó sin hacer ningún ruido. No estoy yo muy seguro de lo que vi. Parecía que flotaba...

Fue en ese momento cuando tras sí aparecieron otras personas con caras desfiguradas de dolor, con signos claros y evidentes de sufrimiento. Y la Parca reía. El piano lanzaba carcajadas sin parar, cuyas se multiplicaban en mi cerebro viendo imágenes que ningún mortal se atrevería a ver.

Las almas que entraron mientras el piano tocaba cantaban en un idioma desconocido, cantaban con fuerza, pero sin gritar, como pidiendo ayuda y queriendo decir algo a la vez.

La Parca entonces se acercó al violín, que flotó hasta situarse a la altura de lo que podría ser su cuello, y levantó una de sus mangas, dejando al descubierto una huesuda mano, salpicada de sangre.

La melodía del piano, junto a la del violín y la de los coros, hacía que mi cuerpo no se moviese. Sentía miedo... Mis pulmones respiraban miedo y mis venas transportaban impotencia.

Fue entonces cuando todo terminó. Mis manos tocaron un último acorde atronador que hizo que se estremeciese por entero hasta el más valiente de los hombres.

Y la Parca hizo un gesto y habló...

____Ven a mi vera, alma muerta, alma débil y temerosa que ha caído en la trampa del piano del infierno.

Mi mente sabía que no podía hacer nada, que mi cuerpo estaba poseído, y fue entonces también, cuando comprendí lo que las almas decían:

____Somos las almas esclavas de la Parca, que vivimos en el arpa de la habitación prohibida. Las almas a las que el violín ha poseído y el piano ha engañado, las almas muertas del gran señor Lucifer"


Terrorífico y mágico a la vez, y mi cabeza seguía pensando en los acordes prohibidos, en las almas muertas, en...


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Mensaje  achl Sáb Mar 04, 2017 12:49 pm




Sin identidad


____Doctor, doctor, quién soy yo -preguntó el paciente al doctor.

El paciente añadió:

____Doctor, doctor, me llaman peluquero porque arreglo pelucas. Doctor, doctor, me llaman minero porque la luz calienta mi frente todo el día. Doctor, doctor, me llaman ermitaño porque trabajo en soledad. Doctor, doctor, me llaman pirata por llevar binóculo en el ojo...

El paciente gritó...

____¡¡Doctor, doctor, quién soy yo!! Me llaman loco por estar buscando problemas y encima me pongo el binóculo para verles más grandes.

Y el paciente se desesperó:

____¡¡¡Doctooooooooooooooor!!! -gritó con toda las fuerzas al ver que el doctor, haciendo oídos sordos, salía de la estancia, a la vez que el aire acondicionado se paró.

____¡¡¡SOS!!! -gritó el paciente. ¡¡Me muero de calor!! ¡¡Quién soy, quién soy yo, yo no soy nadie!!

Inspirado en anuncio de Aire Acondicionado, el paciente tiene una crisis de identidad y continuadamente le dice al doctor:

____Doctor, doctor, no soy nadie. Doctor, doctor, no soy nadie.

Al salir de la habitación, el doctor se para dejando perplejo al paciente:

____Hoy día los aparatos de aire acondicionado son tan inteligentes que cuando no hay nadie dejan de funcionar.


Bueno, a lo que íbamos. Dejémonos de tanto bla bla bla y decirme quien soy yo


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Mensaje  achl Sáb Mar 04, 2017 2:20 pm



El señorito y su capataz

Parado junto a la puerta de la cocina, con el sombrero cogido del ala con las dos manos, el pantalón metido en los calcetines, y un suéter plagado de arrugas, Eduardo Montero Solís, esperaba.

La mujeres del servicio reían, cómplices, y murmuraban desprecios, que aun susurrados, Eduardo escuchaba perfectamente bien. Los olores de la cocina alborotaban su sistema digestivo y los ruidos incontrolables de su estómago recrudecían las risas y las burlas de las quince empleadas, que se afanaban entre platos y tazas.

Eduardo cargaba el peso de su cuerpo en cada pie, mientras mantenía baja la cabeza y fija la vista en el verde y blanco del suelo de la cocina.

El señorito llegó desde el interior del caserón con paso seguro, precedido por el aroma de Loewe y mientras se sentaba en un taburete alto, frente a la barra de madera, saludó al capataz:

____Buenos días, Eduardo. ¿Ya están limpias las acequias?

Eduardo, apenas si movió los ojos para mirar a su patrón:

____Sí, Don Manuel.

Una taza de buen café, una jarrita con leche, tres tostadas, mantequilla, mermelada y jugo de naranja, estaban dispuestos ante el señorito.

____Lavemos bien hoy los potros jóvenes, Eduardo, y podemos el césped de los jardines -y ajustándose el cinturón se dirigió a las mujeres:

____¡Pepa, aviva ese fuego de la chimenea, que me congelo!

Los dos interpelados superpusieron sus voces:  

____Sí, Don Manuel.

Eduardo sintió el golpe del aroma del café cual bofetada, y rezó en su interior para que su estómago no le traicionase sonoramente.

____Esta tarde traen el coche nuevo de la señora, así que despéjeme el garaje, y cuidado con la lengua. Es sorpresa, regalo de aniversario.

Don Manuel seguía hablando, pero Eduardo ya no escuchaba; el hambre lo distraía y sus pensamientos volaron hasta su casa; sabía que la Josefa estaría ya con la manos en agua helada, lavando la ropa de sus patrones y los chicos en la escuela, temprano habían compartido el desayuno: un vaso de leche y un trozo de pan, justo antes de salir para el trabajo.

La voz de Don Manuel llegaba a ramalazos:

____Qué bien se lo merecen. Veinticinco años aguantándome...

'¿Veinticinco?, pensó Eduardo. Parecía ayer que 'el Toto' le contase lo del casamiento de la señorita, ahora la señora. Pobre Toto, le había dejado el trabajo como herencia un par de meses antes de morirse.

____Así que les quiero a todos de dulce. Usted Eduardo se encargará de la luz del parque y de las terrazas. De las de la carpa se encargarán los organizadores. Serán como trescientos invitados. La comida (gazpacho, filetes de ternera y cerdo, pescado variado) Ibéricos (15 jamones de 10 kg cada uno, 30 cañas de lomo de 3 kg cada una), mariscos (langostinos ostras, gambas, centollos, cigalas), será suministrada y servida por los servicios de un restaurante de Sevilla.

'¡Jo, cuánto comen trescientas personas', pensó Eduardo.

____Bueno, Eduardo, ya sabe, ponga en funcionamiento todo. Ah, casi se me olvida. Está usted de suerte. Sobre la mesa de la entrada le dejé su sueldo de este mes. Le aumenté veinticinco pesetas.
____Gracias, Don Manuel -Eduardo salió de la cocina con una sonrisa, a la vez que pensando...


...¡qué contenta se va a poner la Josefa!


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Mensaje  achl Sáb Mar 04, 2017 4:53 pm




El muro que les separa de la realidad


Un sueño es el desarrollo de una conducta personal, ejecutada en un plano disímil de la conciencia. Es un acto realizado en un lugar, cuya existencia real, nadie, que esté en su sano juicio, debe llamar irreal


El rey negro y blanco que reina en este tablero, o nación como prefieran llamar, ordenó construir un puente que una España con la verdad.

Es dudoso que lo use podemos, pues sufre de vértigo de conciencia. Así que esperamos que se alejen sus componentes y su música.

El encargo es ciclópeo, lo sabemos, pero propio de su majestad, toda vez que sus razones reales son contundentes. A la fecha, contamos con miles de puentes similares.

Nos gusta complacer al rey. Lo vemos como misión de carácter real, que esperamos y deseamos se imponga democráticamente.

Por ahora, seguimos construyendo.

Pero no todos.

Hay 'uno' esperando que zarpe el barco, fabricado por él mismo, a base de falacias y promesas tan falsas que ni toman cuerpo que, lo llevará, el charco cruzando, a un país sometido por un inmaduro maduro.


'Ése' y sus colegas son los que, confiados en que el viento soplará fuerte y desplegará velas, aturden al rey cantando su música


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Mensaje  achl Sáb Mar 04, 2017 6:01 pm



Triste existencia la de mi amigo

Existen días tristes, en los que vienen a mi memoria el recuerdo de mi amigo, lejano en el tiempo, que de vez en cuando me vomitaba retazos de su vida.

En medio de las tinieblas, no podía verse. Si dormía, no podía existir, así que nunca apagaba las luces. Dormir le resultaba aterrador. Pesadillas le ahogaban por la noche.

De día, las visiones le atormentaban. Desde lo más profundo ascendían demonios que querían dominarle, cual pájaro inmenso que se abalanza sobre él, y lo arroja al suelo.

La punta de una lanza le desgarraba el pecho. Sobresaltado, sudoroso, con estremecimientos y convulsiones, despertaba de los espejismos.

Una vez que se olvidó de perderse y volverse a encontrar hasta el infinito en la multiplicación de espejos, vio a sus alrededores ruinas, abandonos, decrepitudes. Como reptil en su guarida, fue desposeído de los instantes y de los seres, y ya no vivió más que con fantasmas en una casa donde merodeaba la angustia.

Ya no volví a verle más, pero alguien allegado a él, me contó su final:


Ruidos apagados, murmullos inconexos, pasos que se pierden, llantos sin terminar, el vuelo de un vampiro bajo la cúpula de la sala de los oscuros espejos, esos fueron sus compañeros en esos momentos, sus últimas señales de vida


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Mensaje  achl Sáb Mar 04, 2017 11:25 pm



Otoño desde mi mostrador

Pelea el viento ligero y juguetón con las hojas de los árboles tirándolas al suelo. Son las nueve de la mañana, pero podrían ser las diez o las once, una hora cualquiera de una mañana repetida. Dentro, no pasa el tiempo. No entra el Sol, que huye del humo de tabaco y del olor a café torrefacto. Afuera, en aceras, fluye la vida disfrazada de cuerpos animados y ruidos que le siguen.

En aquella mesa, que quiere ser de cubierta de mármol, junto al café frío, espera un libro prestado y dormido; y una mosca, cansada de que nadie le haga caso, quiere salir y topa una y otra vez contra el grueso cristal de la ventana.

Entran y salen los ocupados. Se quedan sólo los que ya pagaron su cuota de años y sudor al capital siempre ignoto. La viuda Pepa entra, de negro toda, pequeña, delgada, arrastrando sus zapatillas. Pide algo por pedir, rumbo a la tragaperras que le roba, no bien llega los veinte euros del día. Su hijo drogadicto y muerto, parece regañarla desde la pequeña foto que lleva prendida en el chaleco. Sale más pobre que ayer.

Entran los tres cuerpos de cien kilos puntuales de cada día, se apoderan de las noticias de papel y engullen café y tostadas. Matrimonio y cuñada saldrán al medio día para comer de la mano del colesterol.

Mi amigo Alfonso, el de la caja de ahorros, pasa con su caminar nervioso de traje y corbata, luego entrará y, como siempre, contará las aventuras de los capitales mundiales, sus estrategias, sus riesgos, y sus beneficios. Por la acera, gorriones dejan paso con descaro a los zapatos de rebajas, y una osada paloma, en vuelo rasante, sortea a los viandantes.

Pasan mujeres, vistosas, hermosas, de todo tamaño y edades, el verano de la vida que decía Borges. Ruidos enfrente de mi amigo, el pescadero lepero, Pepe, que suelta las cajas vacías de un genero vendido temprano. A su estrafalario hablar en Catalán, lo adorna con el marcado acento de su Lepe natal. A veces, en su viaje solitario a la costa le canta fandangos y bulerías solitarias y madrugadoras a los peces de plata. Mi vecina Pura, pasa arrastrando unas muletas prestadas; está de luto, entró en el taller reparador de huesos de la SS con la carga y la pena de haber enterrado a su marido el lunes de esa semana.

Pocos jóvenes que se quedan en el barrio, y la Parca, que se ha quedado a vivir en los descansillos oscuros de las escaleras, hace de las suyas, día sí y otro también.

Pasa el 'Siete Pelos' paseando, al acecho, mirando, atento, gafas negras y su caniche abrigado, haga frió o calor; su perro le da vida, tapadera y unión de negocio seguro. Detrás, dentro de la barra Juli, antiguo churrero, y forofo al dominó, seca los vasos desde la altura de su nariz aguileña. El aire huele a mañana pasada por humedad, y a orines del váter cercano. Entra 'el Roncha' con su negocio con ruedas, veterano estraperlista de la Ceuta tabaquera. Tuvo que dimitir cuando la UE nos llamó a inscribirnos en el club del Euro. Cada día lleva género diferente, y ofrece sin insistir, y sin casi hablar.


Se habla mucho bar adentro, pero más lo hacen las miradas y los pesares también. El jolgorio se deja para el viernes noche, cuando el alcohol garrafón reparte felicidad


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Mensaje  achl Dom Mar 05, 2017 2:34 pm



Siempre desaparece y siempre regresa

La vieja señora de la limpieza fue quien se encontró con aquel dantesco panorama. La cabeza retorcida hacia atrás y un palmo de lengua fuera, como una larga babosa de buenas proporciones.

Pero dejando a un lado los detalles, ese tipo debía estar por esa zona, en busca de un argumento para su próxima obra. En el suelo había un viejo portátil, embadurnado de sangre. Algunos escritores se desplazan a una ciudad en concreto para estudiar sus monumentos, sus calles y su gente y así poder empezar a escribir; a éste, el protagonista de este imaginario pero macabro relato, seguro le hubiera gustado hacer un perfecto relato sobre lo que sucedió.

Seguramente sería algo brillante, pero ya no podía hacerlo. Obviamente no era un asesinato a punta de pistola. El cuerpo desmenbrado, retorcido hacía pensar que una bestia gigante había hecho de las suyas con él. No hallaron huella ni ADN que estudiar. Tampoco respuestas. Sólo que alguien había sido destrozado en forma bestial, brutal. Fue mucho tiempo secreto de sumario. Y aún después de reabrir el caso, nunca encontraron nada explicable para aquella situación.

Ricardo era un tipo alto, barbudo y con gafas con montura carey con una graduación de cubo de vaso. Era un escritor prolífico, hasta ahora, hasta que su musa lo había abandonado mes atrás. Por eso se trasladó a vivir a otra casa, cuya era de tipo victoriana, con seis habitaciones y tres baños, además de un amplio salón y otras partes propias de una casa señorial. En definitiva, era el lugar perfecto para un escritor casi vacío de ideas y que necesitaba espacio para inspirarse.

Alquiló la casa por 2500 euros al mes. Presente estaba la lluvia un día sí y otro también. Era un muy frío otoño, que había dejado paso a estufas y calderas en todo el pueblo. Ricardo, ajeno a todo aquello, se tapaba con una manta mientras aporreaba la máquina de escribir. Aún al día de hoy, cuando todo está ya informatizado, Ricardo prefería su vieja Olivetty que tantos éxitos le habían permitido cosechar. Pero ahora, evidentemente, la Olivetty había dejado de escupir palabras sobre hojas en blanco.

El tratamiento psiquiátrico que tenía Ricardo no era broma; tomaba cinco  pastillas al día, para así poder concentrar toda la ansiedad en nada. Pero eso requería esfuerzos y era difícil de controlar. Y si a eso unimos que era gran bebedor de cervezas, temíamos que en la mañana del día siguiente apenas se acordaba en qué jodida cosa había pensado la noche anterior. Por suerte no estaba casado, si no, esa clase de vida no seria compatible con la idea de formar una familia y de escribir todos los días como parte del trabajo diario. Aunque era escritor de éxito, no disponía de más libros suyos a la venta, porque siempre andaba borracho, o sonámbulo por las pastillas, y no siempre cumplía con sus deberes como escritor.

Era bastante descuidado. No se preocupaba de nada en estos momentos, excepto que tenía que entregar un par de libros más a la editorial, como parte de un acuerdo entre ambos, y no tenía ni puta idea de lo que iba a escribir esta vez. Por eso eligió una mansión, apartada del ruido vecinal y del mundo. Se abastecería de comidas y cervezas y enseguida surgiría la musa. De eso estaba seguro.

'Vamos, Ricardo, tú puedes. Todo escritor tiene lapsus, pero al final todo se arregla y publica un nuevo bestseller', se decía.

'¡Sí claro y una mierda!', pensó de nuevo para su interior, con botella de cerveza en una mano y la pastilla correspondiente en la otra.

Al otro día, Ricardo se despertó a eso de las diez y treinta de la mañana, con los ojos hinchados de tanto dormir. Fuera, el panorama era el mismo que el día que dijo sí al alquiler de la casa con una lluvia pastosa que se hacía interminable. Llevaba allí tres días y aún no había bajado al pueblo a por comida. Pasaría de bajar al pueblo al menos en una semana. Tenía cinco cajas de cervezas y también tenía las malditas pastillas de colores. Apenas si se acordaba qué color debía tomar por la mañana, el mediodía o por la noche.

Había dejado la Olivetty sobre enorme mesa de madera antigua, con una hoja de papel en blanco ahogada en el cilindro de la máquina. La cinta de tinta dispuesta para imprimir cualquier carácter, pero a Ricardo, la musa aún no le había aparecido por ningún sitio. Era como si de pronto hubiera dejado de ser escritor.

Se paseaba por la casa haciendo escuetos vistazos en todos los cuartos  de la misma pero había elegido dormir en el sofá, al menos de momento. Arriba, en la segunda planta, el frío era más intenso. Y en el sofá estaría cerca de la máquina de escribir y se levantaría urgente a aporrear teclas si a su inspiración se le ocurría algo de repente. Como a cada rato iba al baño -por aquello de beber tanta cerveza- al que estaba justo al lado del espacio que ocupaba y mientras caminaba en la penumbra se fijaba en la sombra de la Olivetty y se preguntaba si por fin había escrito algo esa noche. Pero la borrachera le impedía pensar con claridad.

'Demasiada cerveza, Ricardo, y además mezclada con pastilla. Así no vas a ninguna parte. Pero forma parte del plan, ¿a que sí?', se decía.

Durante todo ese día, la musa dejó en el olvido la mente de Ricardo. A la mañana siguiente se despertó a las once, y el silencio reinaba dentro de la mansión, salvo un repiqueteo de gotas de lluvia. A veces se asomaba por una de las ventanas del amplio salón para ver cómo las gotas hacían curiosas y gruesas hileras desproporcionadas sobre el cristal, esperando que la musa de los huevos de oro apareciese ya. Esas gotas podrían ser toxicas y quemar el mundo. '¡Bah!', pensó. Eso ya lo habían escrito otros. Tampoco valía que allí habitaba fantasma. Era repetir su primera novela, o quizá era la tercera de ellas. Tampoco lo recordaba.

'Vamos, Ricardo, tienes madera, prepárate para escribir. ¿No ves la hoja en blanco en la máquina de escribir? O te estás cagando de miedo por haberte quedado sin ideas', no paraba de pensar.

Pero en parte tenía razón.

Una de esas noches, el tableteo de la lluvia era más intenso, como más fuerte, como si se tratase de golpes ocasionados por granizado. Tampoco seguían compás, eran golpes sueltos, pero fuertes a la vez. Y eso le hizo despertar de su resaca. Serían las siete de la mañana. Y por un instante pensando en que sería granizo se preocupó por el techo de la casona. Al asomarse al ventanal del salón principal, no vio nada en la penumbra, y sólo agua resbalando en el cristal. Ahora los golpes eran más nítidos, no acompasados. Absolutamente cierto de que no era granizada sino golpes ¿Pero quien podría dar esos golpes en una casa vacía?

El ruido provenía de la planta superior, de una de las habitaciones, y para cuando estuvo a punto de subir las escalera, no sin antes dudar, cesaron los golpes. Ahora había podido adivinar qué tipo de golpes eran como los de un nudillo chocando contra la madera.

'Ratas. Serán las malditas ratas o algún pájaro grande', pensó.

Volvió al sofá y se durmió casi al instante.

Al otro día no recordaba nada, y la musa seguía sin aparecer. La máquina de escribir, allí estaba, intacta, con el papel doblado sobre ella. En blanco por supuesto. Ni tan siquiera había escrito lo más absurdo del mundo, su nombre y una raya indicando: primer capítulo. Y no podía hacerlo porque, sencillamente, antes iba el título y no lo tenía todavía. Para desayunar se tomó una cerveza y una de esas pastillas que no podía dejar a un lado, si no, problemas y más problemas...

'No no estoy loco, simplemente tengo estrés', se decía.

En alguna parte, el sol brillaba sobre la tierra, pero allí seguía lloviendo durante toda la semana, y el tableteo de las gotas, insoportable se hacía ya. A veces, el silencio hace que nimio chasquido suene como explosivo en tus oídos y te sobresaltes enormemente.

Aquella noche se repitieron los ruidos en una de las habitaciones del piso de arriba. No se atrevió a subir. En verdad, le había entrado cagaleras en medio la borrachera. Eran golpes muy precisos. ¿Un martillo tal vez?

Ahora sonaban con más intensidad, y ya no era un maldito pájaro o rata. Decidió dormir un poco, ajeno a todo aquello. El silencio reinó de nuevo en la noche, salvo el repiqueteo de las gotas innecesariamente audibles ahora desde la ventana también.

Por fin, al día siguiente la lluvia dio un respiro, aunque las nubes seguían encapotando el cielo. Ricardo, como habitual, ingirió la pastilla con trago de cerveza. Mezcla letal a alta dosis que para él ahora no era nada, salvo que le hacía ir de un lado a otro cuando caminaba por el salón y de ahí al baño de abajo. Hoy sí, hoy sí que recordaba los tableteos y pensó que iba a subir a husmear. De modo que cerveza en mano y con ropa desaliñada se dispuso a subir la escalera de madera que parecía crujir bajo sus pies, sólo lo parecía. Una a una discurrió por las 6 habitaciones y dos cuartos de baño más. Todo era tétrico a los ojos de Ricardo, tan vacíos como sus ideas ahora mismo. Y es que en realidad no estaba amueblada ninguno de los habitáculos, salvo en uno de ellos, el que daba al fondo del pasillo, que tenía un armario, uno de esos de la Era de Piedra, con cristales y dos manivelas oxidadas. No se atrevió a acercarse. '¿Para que?' pensó. Allí no habría nada, de modo que volvió a bajar al salón. Y siguió bebiendo más cervezas. En todas partes, botellas vacías de cerveza formaban extraños montículos de basura.

Esa noche, todavía sin musa, Ricardo, aún consciente, oyó el ruido, pero esta vez era como si algo extremadamente pesado se retorciera sobre la madera del suelo del piso de arriba. Oyó un momento. Se hizo el silencio. Todo estaba oscuro y decidió que era hora de dormir ya.

A la mañana siguiente, cuando despertó entre latas de cerveza vacías, lo primero que le vino a la cabeza fue ese ruido que oyó la noche anterior, tan diferente a las otras. 'Las casas grandes y viejas hacen ruidos por la noche', pensó jocosamente. Pero eso no le decía nada, en realidad no le dejaba tranquilo. De modo que esta noche decidió estar lucido para subir a ver de dónde provenía ese ruido.

Y así fue. Mientras volvía a llover afuera y se escuchaba el repiqueteo de la lluvia, el ruido volvió a aparecer. Esta vez Ricardo estaba sobrio.

Decidió subir la escalera lentamente y a medida que lo hacía el ruido era más prominente, como si algo allí arriba estuviera arrastrándose. Cuando llegó al pasillo no vio nada. Tenía las luces encendidas. Miró en cuartos y todo parecía normal. También el armario estaba allí, pero percibió... que el ruido que ahora había desaparecido hubiese podido venir del extraño armario. '¿Y si fuera un gato dentro en él?', pensó con una sonrisa en sus labios.

Se acercó hacia el armario lentamente. Una de las puertas estaba medio entreabierta. Se fijó en el interior desde esta apertura. El armario estaba vacío. Tocó el picaporte de la puerta y un chirrido de bisagra acompañó a la apertura total de la puerta. Efectivamente, nada había adentro. Ahora iba a probar con la otra puerta, pero, ¡paf!, se fue la luz. Ricardo volvió la cabeza esperando obtener respuesta. Sencillamente se había ido la luz y ahora estaba a oscuras.

'Vamos, Ricardo, baja al sótano y tómate dos o tres cervezas con un par de pastillas y te olvidas de todo', se iba diciendo.

Pero no lo hizo, porque en el fondo de la habitación, tras la puerta, había una sombra viscosa perfectamente visible. Era de color pardusco y de un tamaño considerable, más alta que un hombre y mucho más recia. Como dos dedos, pulgar e índice, de mano humana apoyados allí. Podía oler un olor nauseabundo y Ricardo empezaba a dudar si aquello era ya el efecto de las continuas mezclas de alcohol y pastillas.

Trató de moverse, pero aquella forma inhumana se movió en el centro de dichos dedos en posición vertical. Se movieron varios tentáculos de gran alcance, que casi rozan la cara a Ricardo. Una forma abominable estaba allí presente y comenzó a avanzar hacia Ricardo. Dada la profesión de él, escritor, al verlo con más nitidez lo reconoció como una criatura como los que describan los autores favoritos suyos.

Y de pronto a Ricardo se le heló la sangre. ¡Producto de mi mente', pensó una vez más, pero el abominable ser se apoyó en varios de sus tentáculos y lo último que vio Ricardo mientras chillaba de pánico fueron refulgentes ojos amarillentos sobre una protuberante boca con cientos o quizás miles de dientes afilados y colapsados en tráquea pestilente. Un dolor intenso le recorrió en el cuerpo mientras la bestia lo abrazaba, y entonces supo que no era una pesadilla, ni las malditas pastillas, ni el alcohol. Cuando vomitó sangre, por el hecho de que estaba reventado por dentro, supo que todo aquello era realidad.

Por la mañana y luego de larga semana de lluvia y nubes, apareció el sol. Los primeros rayos del mismo entraron por el ventanal de la habitación. Allí había un cuerpo retorcido y un amasijo de huesos asomando de entre la carne rígida. Abajo en el salón, la máquina de escribir estaba donde el primer día , con la hoja en blanco aún en ella. Rayos del sol la iluminaban Ahora, Ricardo, de haber sido un sueño podría iniciarse en un nuevo libro con las primeras palabras...

'Siempre desaparece y siempre regresa...'


Y de aquel abominable ser, nunca más se supo... por el momento, porque súbitamente apareció cuando un nuevo inquilino arrendó aquella mansión...


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Mensaje  achl Dom Mar 05, 2017 5:05 pm



Amor y pasión ocultos


La función debía empezar ya. Era la hora estipulada en el programa. El público colmaba las butacas. Detrás del telón, una batahola flotaba en el aire. Y no era para menos: Patricia Montero, la conocida y famosa actriz, que haría el personaje de una anciana paralítica en sillón de ruedas en la obra, había desaparecido de su camerino. Como si su cuerpo se hubiera esfumado, sin rastro. Su sustituta estaba ya dispuesta, pero tal no era el caso. Nadie aceptaba la increíble realidad. La pregunta que flotaba en el ambiente era una sola: '¿Dónde está la abuela?'.

Los recuerdos de aquella noche, que con el tiempo llegó a ser una noche sin final, reaparecieron en forma impetuosa, al igual que las olas castigan las indefensas rocas agolpadas en los acantilados, achacando la agotada mente del hombre sentado en la mesa del bar. Una taza de café negro en su mesa; observando a dicho personaje desde cierta distancia, parecería hablar consigo mismo o quizá con la taza inmóvil frente a él.

El camarero se acercó, susurrando, pues el asiduo cliente no soportaba los altos volúmenes, razón por la cual siempre se ubicaba, como era su costumbre, desde hacía tiempo, en la última mesa del fondo del local, evitando así, en lo posible, los ruidos molestos del trajín de los clientes y los griteríos de los camareros.

____¿Le traigo algo para comer?

El hombre no contestó, ni siquiera levantó la vista o entornó la cabeza hacia el empleado.

El camarero conocedor por su experiencia captó la indirecta y como vino se fue, sin lograr respuesta del cliente.

La Agrupación Teatral Universitaria, famosa en la ciudad, tanto por sus puestas en escena como por contar en su haber decenas de prestigiosas figuras de renombre nacional que pasaron por sus tablas, había decidido en su última Asamblea Anual, acerca de la investigación policial sobre el caso sin respuesta de la desaparición de la actriz, y teniendo en cuenta que ya habían transcurrido dos años de la desgracia, suspender todo tipo de entrevistas y diálogos con la prensa sobre el tema. Ello perjudicaba a los miembros de su familia, a raíz del manoseo destructivo que en nada les ayudaba y que además resultaba perjudicial para la reputación de la empresa teatral.

Los dos oficiales destacados para atender el caso, que fueron enviados desde la Jefatura Central, revisaban por milésima vez las voluminosas carpetas del expediente 13E/13A, que aún se hallaba abierto, y que les impedía volver a sus respectivos lugares de trabajo y a sus familias.

La desaparecida en cuestión no tenía antecedentes policiales. Nunca fue molestada o agraviada. Pasó por la vida como en un viaje de placer, sin obstáculos, problemas económicos, familiares o sociales.

Se investigaron a todos los empleados del teatro. Uno a uno, presentaron declaración los miembros de su familia. Fueron interrogados los amigos y conocidos de la susodicha. Nada. Ni siquiera mísera pista. Posiblemente uno de los casos sin solución más comentados en los últimos años.

Su familia era compuesta por escaso número de miembros; una hermana soltera, a su vez actriz, dos primos que vivían desde hacía tiempo en el extranjero y un hermano mayor, el más afectado por la tragedia que dejó su trabajo y deambulaba por calles, visitaba todo lugar donde solía ir su hermana, hablaba con todo aquel que de una u otra forma se relacionaba con la desaparecida. Los días transcurrían y el peso de su desesperación le agobiaba.

Aquel día era sábado. Pasada la medianoche, sentado en su bar, que ya era su segunda casa, o la única, sacó de su bolsillo un bloc. Y escribió y escribió... Luego puso el manojo de papeles garabateados dentro de un sobre que le facilitó el camarero, que sin hablar ya lo entendía. Abonó la consumición y salió, sin despedirse, a enfrentar las desiertas calles.

El lunes, la gente del teatro, la hermana soltera, los dos oficiales policías, tenían el diario local en sus manos, como la mayoría de los habitantes de la ciudad de Sevilla. La edición del lunes, la primera de la semana con las últimas noticias y las más frescas novedades.

En la Sección Sucesos se publicó a doble tamaño y con remarco especial, una extensa carta que concentró la atención de los lectores. El siguiente era el texto:


Patricia

Quisiera tu perdón, que con seguridad ya me brindaste. Yo aún no lo sé. Te conozco lo suficiente, quizás demasiado. Tú, con tu inmenso corazón, lleno de amor y comprensión, y yo con el mío más bañado con lágrimas. Yo sé el causante de tu muerte. No fue por maldad, y bien que lo sabes. Por contra, mi amor por ti es mayor que nuestra relación carnal.

Una y otra vez mis actos comprobaron mis intentos de congraciarte, y de aquella forma poder vivir en un mundo imaginario pero real; ese mundo en el cual sólo tú y yo, fiel servidor para atenderte, cuidarte, defenderte y adorarte. Desde chicos, siempre fue así.

Es verdad que en ciertas oportunidades y sabes a qué me refiero, todo tu cuerpo se estremecía, y cierta frialdad lo cubría. Pero nuestros reiterados encuentros, reconozco que por mí incentivados, pusieron de manifiesto el sentimiento de total delirio que sentía por ti, por tu sola presencia, por tu cuerpo, por todo aquello que fuera tuyo. Todavía no considero la realidad como algo verdadero.

Te quiero, te deseo, te busco... Todo es más fuerte que yo mismo. Sólo tú podrás comprender mi dolor. Un lastimoso quejido es lo que mi desabrido cuerpo exhala. Sé que no volverás. Pero aun así, no dejo de esperarte.

Tu querido hermano



A primera hora de la madrugada, fue sacado de aguas del Guadalquivir, río que recorre la ciudad de Sevilla, el cadáver de un hombre de unos 60 años, desnudo. Se considera la posibilidad de un suicidio.


En las próximas horas, después de las averiguaciones y exámenes pertinentes y necesarios, será posible identificar a la víctima


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Mensaje  achl Mar Mar 07, 2017 12:01 am





Largar de una es de balde



Tengo treinta años y el médico me ha dicho que el tabaco me va a matar pronto. Casi puedo oír a las vecindonas:

'De esa Rosita dicen que sus pulmones son como tinta china'.

De pequeña odiaba que me llamasen Rosita. Odiaba a mis padres, y de hecho odiaba en general. Con diez u once años, era experta en renegar de todo. Siempre he sido igual: pelo negro industrial, como el negro que verías si derritieras un neumático. Siempre el corte de pelo a la altura de los hombros, rímel negro, para resaltar el color miel de los ojos, camiseta negra y vaqueros negros ajustados, con los pies enfundados en zapatos negros de tacón. Tacones cada vez más altos a más años de edad. Como si fuera inconformista de cintura para arriba, y pija de cintura para abajo. Hasta llegar a ahora, viviendo en un piso compartido con un tío al que lo mejor que le podría pasar es que resbale en la ducha y se diese un golpe en la cabeza. Puedo oír a las de siempre:

'¿Es tu compañero de piso? Anda, que estarás destrozada'.

Destrozada. La gente es falsa. Gente que te rodea y sonríe y te masacra cuando no estás delante. Esa misma gente que saluda efusivamente.

'¿Tinta china? ¡Esa tía lo que es un putón verbenero!'.

Esto es sólo un ejemplo. El otro día me senté en en sillón para ver tele, a eso de las diez de la noche. Levanté el culo y me fui a dormir, como dos horas después. Me arropé, di un par de vueltas en la cama y me levanté a mear. Cuando pasé enfrente del cuarto de estar, mi compañero de piso tenía el cojín en el que había estado apoyada, lo tenía cogido con las dos manos y lo estaba apretando contra su cara, con los ojos cerrados. Otras veces he encontrado mi ropa interior revuelta. Y es sólo un ejemplo, oler lo que toco o lo que he llevado puesto ese día. Es cuando te avergüenzas de alguien como para dedicarle una sonrisa. Ni sé cómo se llama si Javi o José o algo con 'J'. Somos el matrimonio ejemplar. A estos matrimonios lo provoca el tio de las inmobiliarias al comunicarte lo que te va a costar tu independencia. El alquiler te obliga a confiar en alguien, aunque sólo en lo económico. Eso es amor para mucha gente: hallar la pareja económica ideal. 'Amor moderno'. En esta clase de amor, puedes odiar a tu pareja, ponerle los cuernos; sólo basta con que a final de mes pongas tu sueldo a su disposición y él el suyo a la tuya. Hay quien acaba confundiendo ese tipo de amor con el de verdad, y los hay quienes incluso se casan. Quizá porque el amor poético ha muerto por falta de credibilidad. Pero no pasa nada. Con ese amor, toda clase de pareja es aceptada; homosexuales, lesbianas... da igual; y hasta acaba siendo verdad eso de que el amor no tiene edad. No la tiene, sólo se trata de dinero. Precio lo suficientemente elevado puede hacer trizas cualquier tipo de poesía que puedas hallar en la vida. Bienvenidos a ese amor: menos preocupaciones, sólo cuestiones prácticas, apenas unas sumas. ¿Quién dijo que el amor era complicado? Dime lo que cobra tu pareja y te diré si te quiere. Quizá de ahí las parejas liberales, tríos, orgías, todo eso que se está normalizando. Imagina a tres compartiendo piso o a cuatro que al final acaban… eso, follando. Prueba que demuestra que el amor y el sexo son de disímiles galaxias.

Todas esas cosas nos ha enseñado sin querer la anónimo-dependencia, la verdadera necesidad de hallar a alguien conocido o no, para poder pagar el piso a medias. Dependencia para poder lograr independencia. Porque ni independizándote logras independizarte. Mírame a mí, por lo menos a mis padres les podía pedir dinero, o un favor de vez en cuando.

Mi esperanza actual es un hombre. Y mi vía de escape... una mujer: Eva, mi antigua amiga de la universidad con la que aún conservo contacto. A la que se lo cuento todo, porque es lo suficientemente lejana a mi grupo de amigos como para poder hablar con ella sin tener que imaginar luego a todo bicho viviente que me conoce chismorreando sobre mí. Hablar con ella es como escribir un diario sin posibilidad de que alguien lo lea.

Una mañana de sábado, luego de haber salido Javi o José, o como coño se llame, suena el teléfono. Es Eva. Puedo hablar tranquila:

____¿Qué tal, Evita? Pues todo bien ¿Seguro? Sí, ¿qué tal te va a ti? Pues me gustaría matar a mi compañero de piso, pero necesito su dinero…
____Ya -sonríe-. ¿Pero es que no te lo follas?
____No me hagas vomitar. ¿Sigues yendo al taller de escritura?
____Sí, pero últimamente todo lo que escribo me parece una mierda.
____Tranquila. De todas formas, si escribes alguna vez algo bueno se te reconocerá cuando ya estés muerta, o algo así…
____Gracias por los ánimos…
____Ha pasado muchas veces.
____Ya… ¿Has llamado a ese tío?

Ese tío es mi esperanza. Ahora mi esperanza está volcada en un tío que parece valer la pena, que me cae bien. Trabaja como funcionario, lo cual es digno de admiración, pues yo a estas edades, ya me habría suicidado si lo fuera. Y en sus ratos libres actúa de canguro. Él es algo así como un mito en el barrio. He salido con él un par de veces. Y un par de veces, es eso, no ha sido una frase hecha. Porque la tercera me está costando. Por aquello de esperar a que llame él, porque le toca a él.

____No, no lo he llamado. Hace quince días que no nos vemos.
____Entonces no tendrás tanto interés como dices.
____Sí lo tengo, pero también tengo orgullo.
____Bueno, cuelgo, que no me dejan hablar tranquila. Y llama a ese tío, anda, haz algo, muévete, coño…

Miro el teléfono con ganas de tirarlo por la ventana. Descuelgo. Marco el número del funcionario. Lo bueno es que con su horario sé si va a estar libre. Al segundo tono se oye un clic, un niño grita. Oigo respiración en el auricular.

____¿Sí?
____Ho… Hola…
____¿Hola?
____Soy Rosita.
____Ah, ¡hola, Rosita!

'¡Dios, que no pongas tanto énfasis en el nombre!', pienso

____¿Estás ocupado?
____Estoy en casa de un vecino, estoy haciendo un canguro. Es un follón. Son gemelos. Tienen cuatro años.
____Bueno… te llamaba por si querías salir esta noche a algún sitio… Si… si quieres, ¿A qué hora acabas?

Estoy en la puerta de los multicines pensando que tendría que haberme traído ropa de abrigo. El funcionario se retrasa. Tengo piel de gallina. Me he puesto demasiado rímel, y he descubierto una raya en las medias, de esas que se ven desde el otro lado de la calle; no sé si vendérselo como recurso estético o decirle la verdad. Voy toda de negro. Una quinceañera gótica de treinta años. Como mínimo es desconcertante. Nunca he tenido la voluntad de cambiar de hábitos con la ropa. Por pereza. Y él va a llegar con sus vaqueros baratos y cualquier camisa. Viéndonos, nadie diría que tenemos algo en común en lo de vestir. Pero ya sabes lo que pasa con la gente:

'Esa chica debía dormir en un ataúd; debía fumar dentro del ataúd; debía follar dentro del ataúd'.

El médico me dijo no hace mucho que con mi ritmo de cigarrillos por día era milagro que aún no me hubiera dado un infarto. Teniendo en cuenta el estado de mis pulmones. Tinta china.

'¡Que se joda! Ella se lo ha buscado'.

Veo llegar al funcionario. La gente no puede evitar mirar antes de entrar en el cine. A la gente le encanta comparar su vida con la tuya y le basta con ver cómo llevas el pelo o qué ropa te has puesto, y después se siente mejor.

Por suerte el funcionario no parece ser así, y es justo eso lo que me gusta de él, su visión poco definida de las cosas, del mundo, de la vida; como si se conformara con hacer dos buenas acciones al día y punto. Lo que para los yankis sería un Boy scout. Lo que tan poco erotiza a la mayoría de las mujeres; la bondad no camuflada.

Y porque nada en la vida es sorpresa, efectivamente el funcionario llega con sus vaqueros baratos, su camisón, sus buenas intenciones. Beso en cada mejilla, su mano derecha en mi brazo izquierdo, apenas apretando. Y después los dos alzamos la vista hacia la cartelera. Ocho salas.

Mientras vemos la película me siento el hombre, salida, dudando sobre si tengo que tocarle más de la cuenta, sobre cómo se lo tomaría si lo hago. Porque él no parece excitado. No sabe que igual le estaría haciendo una paja si hubiera menos gente y se dejase.

'¡Es un putón verbenero, vaya si lo es!'.

Igual se la chuparía. Aunque nunca se la he chupado a nadie, quizá a él se la chuparía.

'No puede estar sola, siempre tiene que estar con un tío'.

Puede que si llevara falda y hubiera menos gente me bajase las bragas y me sentase en su bragueta.

'¡Guarra! ¡Qué eso es lo que eres, una guarra!'.

Puede que tirase de su brazo a media película y me lo llevara a casa y…

'¡Ninfómana! ¡Eso es lo que eres, una ninfómana!'.

Pero en lugar de ser yo, lo que hago es intentar seguir la película. Como esa gente. Que me juzga sin saber nada de mí.

Lo que pasa luego es que la película acaba. El funcionario me acompaña a casa. Hasta la puerta de casa. Y me da un beso en la boca, sin mucha pasión. Pero algo es algo. Se va y me deja con ganas de…

'¡Puta! ¡Qué esos es lo que eres, una puta!'

Ganas de hacerle saltar los ojos... follando. 'Me gusta, me gusta mucho! Aun con lo del romanticismo patológico.

'¡Zorra! ¡Qué eso es lo que eres, una zorra!'.

Lo que me dijo el médico es que un día podía notar un dolor muy fuerte, bajando por el brazo izquierdo, como un colapso. Es una posibilidad. Si pasa, me dijo, tienes que tener a alguien cerca. Con un infarto no puedes cargarte de paciencia y coger el coche para ir al hospital. O eso, me dijo, o dejas de fumar. De forma radical. Lo que pasa es que el funcionario ya ha dejado pasar tres días sin llamar. Lo está haciendo otra vez. Coño, ¿no puede llamarme? Así no voy a adelantar nada. Cada vez me gusta más el tabaco. Puedo pasar sin sexo, sin amigos, sin trabajo, sin calefacción, sin muebles… ¡Pero que no me quiten el tabaco! Hay que tener siempre un paquete de reserva. No esperes a que se te acabe para comprar, porque nunca se sabe si tendrás una máquina cerca. Es tan bueno que te podría matar, como la gente que se suicida por amor. Tanto el tabaco como el enamorase consume. Y ahora tengo las dos enfermedades. Da igual si la cuestión es física o química, siempre me engancho a los peores vicios.

Así que, una vez he vuelto a llamarle y hemos quedado, no puedo evitar preguntarle por qué nunca me llama. El bar está atestado de gentes que salen a las seis del trabajo, y aquí estamos. El funcionario duda.

____No lo sé -dice-, es que… no se me dan bien estas cosas…
____Pues el otro día me besaste muy bien -intento animarle.

Sonríe, coge su taza, bebe, la deja en el platito, vuelve a sonreír:

____Bueno, gracias. Es que creo que se me da mejor tratar con niños que con gente adulta.

Vale, alto. Congela la imagen del funcionario mientras vuelve a su café. En circunstancias normales, su último comentario me hubiese repateado. Ese rollo en: 'me encanta ver sonreír a los niños'. Pero esto no deben ser circunstancias normales. Con él todo parece siempre escena de Friends. Así que le digo que me gusta, que me llame cuando le apetezca, que no me molestará, que me envíe mensajes estúpidos cuando quiera. Porque me gusta, ¡joder!. Y porque quiero verle más a menudo.

____Vale. Tomo nota -responde.

Y yo pienso: '¡qué mono!'. Luego me dice que esta noche no puede salir, que está agotado, y todo eso que dices cuando no te apetece hacer algo. No me lo tomo a mal, porque esto debe haber sido un mal rato para él. Su taza tiembla cuando la coge. Y aunque que me lo 'haría' con él ahora mismo hasta en el aseo del bar, merece un descanso.

Por la noche, en casa, me siento más tranquila, en relación a la cuestión del funcionario. Veo futuro con él. Sólo le falta terminar de abrirse. Fumo arropada con una manta mientras veo la luz de los coches que pasan por la calle proyectarse en el techo, entrando y haciéndose más fuerte hasta que se esfuma. Suena el móvil sobre la mesilla. Me acomodo en la cama Lo cojo. Es Eva. Me dice que es importante que ponga la tele. Me levanto y me dirijo hacía la sala de estar. ¿Qué canal?, le digo a mi móvil. Eva me habla atropelladamente. Javi o José o como se llame, está dormido en su sillón. Tengo que sacar el mando de debajo de su... Pongo informativo. En pantalla salen fotos en blanco y negro: caras. ¿Lo estás viendo?, me dice Eva. Voy a contestar desconcertada cuando veo que una de las caras que desfilan una y otra vez por pantalla es la del funcionario. ¡Mi funcionario! Le grito al teléfono qué es lo que pasa. En el informativo ya han pasado a otra cosa y no me he enterado. Y Eva me dice:

____Han desmantelado una red de pornografía infantil.
____¿Qué?
____Han registrado unas seis casas en toda la ciudad.

Eso me dice Eva. Seis casas, incluyendo la del funcionario. Quizás sí que hay sorpresas en la vida. Lo malo de estas cosas es que nunca acabas de probar tu inocencia en caso de ser inocente. Si eres una vez pederasta lo eres para siempre aunque lo hayan inventado. 'Creo que se me da mejor tratar con niños que con gente adulta'. Eso me dijo el...

'¡Es una zorra, y además una pederasta, un desecho humano!'.

Me hago ovillo en el suelo, rezando para que el asunto no me salpique. Rezando y cagándome en to lo que se menea. La gente no se me va de la cabeza:

'¡Es ella la que lleva el tema de los niños, él sólo es un pringao!'.

Cuelgo sin despedirme de Eva. Una acusación de asesinato sería un oasis en desierto en comparación con esto. Si mi nombre sale a relucir, alguien vendrá a hablar conmigo; tartamudearé, dudaré, no sabré qué decir, no sabré mantener la calma. Me auto inculparé con declaraciones confusas. Te hacen miles de preguntas y tú sólo puedes responder: 'no sé nada de todo esto'.

'¡Qué la detengan, y se pudra en la cárcel esa tía asquerosa!'.

Saco un cigarrillo y me pongo a fumar. Borro el teléfono del funcionario de mi móvil, aunque no sirva de nada. Podría bloquear la entrada de sus llamadas, pero no sé hacerlo. Hasta ahora mi mayor preocupación era el tabaco, y ahora sería un alivio que me quitase de en medio. Ahora me encantaría ser como esas gentes que no tienen problemas para elegir un bando, aunque no sepan la verdad, aunque no estén ni cerca de saberla.

Mi compañero de piso se despierta. Me ve nerviosa.

____¿Qué te pasa? -me pregunta.

Me vuelvo hacia él.

____Oye -le miro a los ojos-. ¿Tú cómo coño te llamas?
____David.
____¿David?
____Sí.


Muy bien, David. ¡Pues métete las manos en los huevos y no vuelvas a tocar mi ropa interior!


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Mensaje  achl Jue Mar 09, 2017 4:36 pm



Pánico en un hospital de la ciudad de Sevilla


En trabajo de basurero, el apestoso olor de los contenedores acaba pareciendo agradable al olfato. Cuando se lleva recogiendo muchos años desperdicios y sobras de comidas y otras cosas, de cientos o quizás de miles de familias, la percepción olfativa se vuelve buena. Incluso llega un punto en el que los olfatos normales llaman olor nauseabundo, ahora los soportan con total normalidad


Luis podía distinguir todas y cada una de las especias que su compañera empleaba para preparar sus platos. Era muy capaz de separar, identificar y nombrar todos los condimentos cuando saboreaba los bocados que se hallaban en la mesa.

Su esposa y compañera bromeaba mucho con este asunto.

____¡Vaya, lo has vuelto a conseguir! ¿Estás seguro que en otra vida no has sido perro?
____No creo, pero uno se acostumbra a trabajar hasta con kk -le dijo

Pero había algo a lo que jamás su percepción pudo acostumbrarse: el olor de la Parca.

El olor a descomposición y putrefacción, nunca fue un problema en su labor; muchas veces encontraba mascotas muertas (gatos, tortugas, perros...) en el interior de los contenedores, debajo o detrás de estos y también había conseguido acostumbrarse a tal fragancia.

Pero el olor a descomposición de un cuerpo humano, es el único que le había conseguido despertar las náuseas, la palidez e incluso la falta de sueño por las noches.

Años recogiendo restos de las calles, años arrastrando cadáveres a los fosos; trabajando para reconstruir lo poco que queda de humanidad, para comenzar una nueva vida; para crear nuevas ilusiones.

Cuerpos sin vida hacía mucho ya que habían dejado de impresionarle. Pero por alguna razón el olor de estos le atormentaba.

Llegaba a casa con el olor de la muerte impregnado en su tez, aun los gruesos guantes, máscaras antigás y numerosas medidas de seguridad para no acabar criando malvas como todos aquellos desgraciados.

Sus intentos por despegar aquel olor de su piel, sólo hallaban frustración.

El frote neurótico del cepillo contra ésta había cavado hondas hendiduras en su piel, creando ampollas de sangre y raspaduras que provocaban un ardiente dolor al rozar la ropa con ellas.

Su pequeña insistía en que él olía muy bien. Puede que el olor estuviera tan incrustado en él que fuera lo único que su olfato lograba percibir, o que el olfato de la cría no supiese distinguir el olor de la muerte entre el aroma del jabón y cremas hidratantes que su padre usaba para intentar mermar las jaquecas, producidas por la pestilencia.

Y es que uno nunca se podrá acostumbrar a un olor tan turbio: el olor de la muerte, el olor del final.


Las cinco de la mañana y la rutina se apodera de Luis. Tambaleante, se levantó de la cama.

Entró en el cuarto de baño y miró su pálida cara en el espejo. Su densa y bohemia melena negra que caía hasta sus hombros dejaba entrever una cana que antes no había visto.

'Jo, estoy empezando a hacerme viejo' -se dijo para sí, y de fuerte tirón acabó con la vejez en su cabellera.

Se lavó la cara haciendo especial hincapié en las enormes legañas que le salían de los ojos.

La barba de tres días empezaba a darle un aire desaliñado, pero a ella, a su esposa, le gustaba su aspecto.

'Si no fuera porque le gusta a María, me afeitaría ahora mismo', pensó mientras paseaba su mano por su cuadrada mandíbula.

Se metió en el cubículo de la ducha y giró la llave del agua caliente. No estaba dispuesto a pasar frío ese día, a pesar de su costumbre de darse un buen baño de agua fría para espabilarse por las mañanas.

Salió de la ducha tras una nube de vapor.

Su mujer le esperaba despierta junto a la cama. Luis se acercó a ella con la toalla a la cintura y la rodeó con los brazos.

Cada día se preguntaba cómo podía haber conseguido una mujer así, tan buena, tan servicial, tan trabajadora... Y tan guapa.

Pasó su mano por el rubio pelo de su mujer mientras le plantaba un beso en los labios.

____Ya es hora de irme al curro, cariño -dijo él.
____Estoy preparando café. Cuando estés listo, baja a la cocina -dijo ella mientras salía de la habitación.
____Me tienes demasiado mimado, esposa mía.

Luis se puso los calzoncillos, una camiseta de gruesa lana y se enfundó en su amarillo y negro uniforme flurescente de basurero.

Aun trabajando con desperdicios y malos olores, su uniforme olía como la mejor ropa de domingo. Gracias a su esposa.

Una vez listo para irse a trabajar, bajó a la cocina y se tomó un café solo con una tostada con aceite y jamón serrano.

____Yo vuelvo a la cama, cariño. Que tengas un buen día -le dijo ella, a la vez que le plantaba un beso en los labios.

Luis adoraba a su mujer. Era la mujer que siempre había soñado.

Antes de salir de la casa entró en el cuarto de su hija. Dormía ajena como siempre a los movimientos matutinos de su padre.

Se despertó dulcemente con un beso de su padre.

____Sigue durmiendo, cielo -le dijo él mientras le acariciaba la cara.

Antes de volver a quedarse dormida, la pequeña balbuceó unas palabras ininteligibles, pero enseguida volvió a quedarse dormida.

Luis, con una sonrisa en los labios, cerró lentamente la puerta del cuarto de la niña de sus ojos.

Entró en la terraza y se enfundó sus botas de goma. Ya preparado y listo para irse a trabajar.

Cogió las llaves de su utilitario que estaban donde siempre, en un cuenco con el escudo del Betis, ubicado en un mueble del salón.

Salió a la calle. Todavía era de noche, y el frío húmedo de Sevilla calaba hasta los huesos. Así que corrió hacia el coche y lo primero que hizo fue arrancar el motor, y pocos instantes después puso la calefacción a tope. Con un suspiro de alivio, las ruedas empezaron a girar.

Antes de ir a la nave de reciclaje, debía recoger a su compañero Pepe.

Un chico que siempre tenía una sonrisa en la boca y una gorra embutida en la cabeza.

Pepe era todo lo contrario a él. Delgadito y bajito. Luis se preguntaba de dónde sacaba la fuerza para mover los contenedores de basura hasta el camión, porque lo hacía sin ningún esfuerzo.

____¿Cómo estamos esta mañana, Luis? -le saludó el chaval.
____Ya ves. Vamos a partirnos la espalda un rato -contestó Luis.

Luego de recoger a Pepe se fueron a la nave. Como todas las mañanas, Pepe sorprendía a Luis con alguna historia.

'Hay que ver todo lo que ha vivido este chico para sólo tener 21 años', pensó Luis.

La vida de Pepe había sido demasiado dura; criado por una familia pobre en un barrio donde la droga y la delincuencia eran la mayor actividad. Su forma de ser y su voluntad habían jugado un papel básico para formar el hombre que era ahora.

Era una de los pocos de su barrio, e incluso de su familia que se ganaba la vida de forma honrada. Había logrado salir adelante, sacarse el título de bachiller, y aunque no pudo seguir estudiando, por falta de recursos, consiguió un trabajo en Lipasam, empresa de limpieza del Ayuntamiento de Sevilla.

Con piso propio, ya se valía por sí solo aun su corta edad.

El largo parloteo de Pepe terminaba al divisar la planta de reciclaje.

____Ea, ya hemos llegado al tajo -decía con energía Pepe.

Luis estacionaba el coche en el parking para empleados y se dirigían los dos caminando hacia los garajes donde estaban los camiones.

Y allí se encontraban con el resto de la tropa, con la que se repartían los territorios de la ciudad.

Ese día les tocaba la zona desde El Paseo de Las Delicias hasta final del Paseo de la Palmera, más los barrios de Heliópolis, Reina Mercedes y el de Pedro Salvador.

Pepe y Luis saludaron al conductor de lo que sería su transporte durante aquella jornada, Paco.

Hombre obeso y callado. Su cara quedaba profundamente ornamentada, gracias a un denso bigote y una gran papada. Al igual que Pepe, siempre llevaba gorra embutida en cabeza. Las manchas de grasa que llevaba en el uniforme le daban un aire asquerosamente dejado.

____¡Chavales, subiros al camión que ya salimos! -dijo Paco limpiándose la boca con un sucio pañuelo.


Los contenedores de basura, atestados hasta la tapa, brindaban otra vez dolores de espalda a los basureros que se ocupaban de arrastrarlos hasta el camión.

Paco, recostado en el asiento del conductor, sólo se ocupaba de poner en marcha el camión tras la orden de los basureros.

____¡Hostia, que más quisiera yo estar ahí tumbado pisando un pedal y poniéndome las botas con comida basura! -dijo Pepe mientras le ponía el seguro a uno de los contenedores móviles.
____Para eso hay que saber conducir, y un camión no es lo mismo que un coche. Cosa que tú tampoco sabes conducir -se burlaba Luis de su colega
____Ya, bueno, sigamos con lo nuestro.

Los dos basureros se subieron a la parte de atrás del camión. Luis dio un golpe seco al lateral de éste y se puso en marcha.

Para variar, Pepe le contaba otra de sus numerosas historias a Luis, cuyo le miraba y soltaba alguna carcajada de vez en cuando.

____¡Y entonces Lolo saltó por encima del coche y se colgó del cuello de Juan, semejante paliza estaba a punto de llevarse. Pero Juan fue listo y se escabulló de su enemigo!

El parloteo de Pepe se paró tras el sonido de los pistones del camión. Los dos basureros se bajaron y arrastraron otro de los contenedores hacia el camión.

____¡Joder, cómo pesa este! -se quejaba Luis.

Con gran esfuerzo lo llevaron hasta los brazos mecánicos del camión que cogieron el contenedor y agitaron la carga en su interior.

Mientras Luis y Pepe hablaban, no se fijaron en lo que había caído dentro del compactador del camión. Un humano gritaba cuando las mandíbulas metálicas trituraban el montón de basura que habían acumulado.

____¡Joder! -exclamó Pepe-. ¡Luis, para eso! ¡Para eso!

Luis, con asombro fijado en los ojos, se había quedado en blanco. Pepe tuvo que apartarle de un empujón de los mandos y abrir las mandíbulas de acero del camión.

Cogieron al hombre que gritaba por los brazos y lo sacaron del camión. Tenía las piernas destrozadas, y numerosas heridas por todo el cuerpo.

Luis, por fin, reaccionó y sacó su móvil del bolsillo.

____Cálmate. Respira. Ahora vendrá una ambulancia -tranquilizaba Pepe a aquel tipo mientras Luis llamaba al 061.

Paco, que no se había enterado de nada de lo sucedido, salió del camión al ver que sus compañeros no habían terminado con la faena.

____¡Dios! ¡¿Lo he atropellado yo?! -gritó el obeso conductor.
____¡Cállate, coño, que estoy intentando calmarle!
____La ambulancia está en camino -dijo Luis, con el móvil en mano.

El aspecto de aquél tipo era grave. Las piernas estaban en carne viva y tenía profundas heridas en los brazos. No se explicaba cómo demonios había acabado dentro del compactador.

Luis pudo ver cicatrices circulares por todas las extremidades.

Aquel tipo, que tenía toda la pinta de ser yonqui empezó a convulsionar. Escupía sangre en todas direcciones y observaron que se orinó encima. Movía el tórax bruscamente hacia arriba y abajo, golpeando la espalda contra el suelo en cada descenso.

____¡Sujétale bien! ¡Que no se trague la lengua! -gritó Pepe, mientras se quitaba un guante y metía la mano en la boca del yonqui para intentar evitar que se ahogara con su propia lengua.

Y el 061 que no llegaba...

El tipo dejó de convulsionar y antes de que Pepe pudiera sacar la mano, cerró la boca con fuerza aprisionando los dedos de Pepe en su interior.

Un grito de dolor escapó del interior de Pepe.

____¡Abridle la boca! -gritaba- ¡Abridle la puta boca, joder!

Lograron separar las mandíbulas al yonqui , y Pepe sacó la mano. Los dientes habían cercenado los dedos hasta el hueso, el cual impidió que se los arrancara.

____¡Joder! ¡Duele que te cagas! -dijo Pepe mientras cogía el pañuelo que le tendía Paco.

El herido había dejado de respirar cuando llegó el 061, acompañado de un coche de policía; cuyos dos miembros tomaron testimonio a cada uno de los presentes, que contaron lo sucedido con pelos y señales. Los dos policías no parecían muy sorprendidos con los hechos.

Los auxiliares del 061 metieron el cuerpo en una bolsa para cadáver tras comprobar que había muerto y se lo llevaron al hospital, junto con Pepe, el cual empezaba a marearse por la pérdida de sangre.

____¿A qué hospital se lo llevan? -preguntó Luis.
____Al Virgen del Rocío -contestó el chófer del 061.

Paco y Luis se metieron en la cabina del conductor y al unísono soltaron un largo suspiro. Para ellos, la jornada de trabajo había acabado.


Era muy temprano aún cuando Luis llegó a casa. Su mujer le recibió con sorpresa, ya que no esperaba verlo de regreso tan pronto.

Le contó lo sucedido con aquel individuo a su esposa. Mientras la niña se preparaba para ir al colegio.

____¿Y Pepe está bien? -preguntó preocupada María.
____No lo sé, casi pierde varios dedos. No podíamos creernos que pudiera haber un hombre dentro del contenedor -decía meditabundo-. Cuando lo sacamos, su estado era lamentable. Al poco entró en shock y empezó a temblar. Pepe intentó evitar que se ahogara con su propia lengua y por eso casi pierde la mano.
____¡Cielo santo…!
____En fin, llamaré a su casa. Quizá ya esté de vuelta.

Marcó el número y esperó varios tonos.

____No lo cogen. Quizá fuera más grave de lo que parecía. Lleva a la niña al colegio. Yo estaré aquí para el almuerzo -le dijo mientras se cambiaba de ropa.
____¿Adónde vas?
____Al Hospital para ver cómo se encuentra Pepe -aclaró Luis mientras se abotonaba la camisa-. Nos vemos después.

Luego de despedirse con un beso de las dos mujeres de su vida, se subió a su Renault Clío y se dirigió hacia el hospital.

Habían pasado dos horas desde que se llevaron a Pepe en la ambulancia y pensó que quizás le tuvieran que ampuntar algunos dedos.

'¡Vaya putada!', pensó.

Aparcó un poco alejado del hospital, ya que en ese Centro a todas horas era muy difícil encontrar aparcamiento.

Salió del coche y se encaminó a pie hacia el hospital. Un atasco de gente iba en la misma dirección que él.

A medida que iba acercándose al hospital se iba encontrando más gente. Hasta que llegó un momento en que se encontró en medio de un barullo que observaba un accidente, lo que parecía un choque frontal entre dos coches.

Hizo caso omiso a eso y se dirigió a la recepción de urgencias.

____Buenos días. Quisiera ver a José Montero Herrera.
____Un segundo por favor.

Tras teclear el nombre en su ordenador la recepcionista, una mujer alta rubia y guapa, le dijo dónde se encontraba.

____Está sedado, no podrá hablar con él hasta que despierte.

'¿Lo han tenido que sedar?', pensó moviendo la cabeza.

____¿Señor?
____Sí, perdón. No hay problema. Puedo esperar.

Se dirigió al interior de urgencias.

Llamó a la puerta de la habitación que le dijo la recepcionista y entró. Había dos personas más en la misma habitación.

Al final de ésta, tras una cortina, estaba la cama de su compañero que estaba sedado y con la mano vendada.

Tenía el brazo morado, tirando a verde; quizás se le había infectado la herida y la infección se le había extendido al brazo. Él no entendía de eso, así que no se paró a pensar. Hasta ese momento, se percató de que nunca le había visto sin gorra; tenía pelo fino, liso y negro.

Estuvo durante una hora leyendo revistas del corazón en espera de que despertase, o de que apareciese algún médico que le informase de la situación de su compañero. Pero, de pronto, una respiración acelerada le apartó de la lectura.

Pepe se había despertado. Respiraba frenéticamente y tenía los ojos en blanco. Una gruesa vena se le marcaba en el cuello y se ponía rojo por momentos.

Luis se levantó de golpe, y, nervioso, enroscó la revista mientras corría hacia la puerta.

____¡Un médico, por favor! -gritó por los pasillos-. ¡Dónde coño están los médicos cuando se les necesita!

Una enfermera llegó a su lado y le pidió que le llevase hasta la causa de su excitación.

Al darse él la vuelta, vio la silueta de Pepe a través de la cortina que le protegía de las miradas de sus compañeros de habitación. Se estaba levantando.

Corrió junto a la enfermera y ésta llevó la mirada hacia donde se hallaba. Cuando la cortina no entorpecía su vista lo vio. Estaba en pie, el vendaje que cubría su mano había desaparecido. Más cerca pudo ver la pinta que tenía aquella herida.

Su mano estaba completamente negra, chorreando una densa sangre de color oscuro.

La enfermera que no conseguía salir de su asombro lo único que alcanzó a decir, con un fino hilo de voz, fue:

____Vo… voy a buscar un médico…

Pepe se giró lentamente hacia nuestra posición. Su mirada me decía que algo no andaba bien.


La mirada de Pepe estaba entintada en sangre y llena de odio. Apretaba los puños con tanta fuerza que chorreaban sangre. Toda su dentadura se empezaba a astillar lanzando nimias estacas óseas, debido a la presión que ejercía su mandíbula sobre los dientes.

Voz interior le decía a Luis ¡Huye! La mirada de Pepe había desaparecido. Ahora sólo quedaba un semblante enajenado, a punto de estallar en un ataque colérico.

La enfermera volvió a hablar.

____¡Por favor, que alguien llame a un… -la joven fue interrumpida tras un placaje de Pepe, quien arremetió gritando contra esta.

Forcejeó con ella en el suelo mientras ambos gritaban, hasta que logró morderla en un brazo.

Un intenso grito de dolor brotó de los labios de la enfermera.

____¡Pepe, suéltala!

Luis cogió por las axilas a un enajenado Pepe y lo arrojó a un lado.

La enfermera gritaba como una posesa mientras gateaba de espaldas a toda velocidad alejándose lo más posible de la persona que acababa de propinarle un mordisco.

La chica se incorporó y salió de la habitación a todo gas, seguida por uno de los pacientes que consiguió incorporarse de la camilla y, ayudado por el soporte para el suero, abandonó la habitación.

En la sala sólo quedaba Luis y otro paciente: una anciana de ochenta y siete años que apenas se mantenía en pie y que llevaba observando el espectáculo desde el principio.

Pepe se incorporó del empujón y se desenredó de la cortina contra la que había caído. Miró con ira a Luis, pero en lugar de arremeter contra él, fue directo a por la anciana.

____¡Espera! ¡Para, Pepe! -gritaba impotente Luis.

Pepe corrió hasta la anciana, y de un gran salto se posó sobre la camilla, y luego le hundió los dientes en la yugular.

____¿Qué coño estás haciendo, puto chiflado? -gritaba Luis.

La anciana apenas produjo ruido cuando esto ocurrió. Simplemente cerró los ojos y una expresión de sumisión apareció en su rostro.

Luis, con fuerza separó a Pepe de la anciana. Al hacerlo, un largo tendón del cuello de la mujer dio un latigazo y quedó colgando mientras brotaba la sangre de la brutal herida.

La anciana empezó a temblar violentamente a los pocos segundos luego de separar a su agresor.

Pepe intentaba zafarse. Buscaba por todos los medios morder a Luis, y éste lo único que pudo hacer fue tirarlo a un lado y correr.

Cuando estaba a punto de salir de la habitación aparecieron de repente dos celadores que fueron directos a por Pepe.

Uno de ellos miró a la anciana mientras decía en voz baja: '¡coño…!'.

Ambos forcejearon con Pepe hasta que uno de los celadores lo cogió por las piernas mientras que el otro conseguía inmovilizarle los brazos

Estaban a punto de administrarle un sedante, y la anciana que Luis había dado por muerta se levantó de la camilla. Su cuello dejaba al descubierto enorme herida de la que no dejaba de manar sangre. La mujer arremetió contra el celador que mantenía inmovilizadas las piernas de Pepe con tal rapidez y fuerza que Luis nunca hubiera creído posible en una mujer de su edad.

Luis cerró la puerta tras sí, dejando a los celadores, a Pepe y a la anciana a su suerte.

El pánico finalmente se había apoderado de él.

Todo había ocurrido muy rápido.

¿Por qué había enloquecido Pepe de tal manera? ¿Cómo diablos se había levantado aquella anciana? ¿Por qué esa mujer de tanta edad se había vuelto igual de lunática que Pepe?

Eran preguntas que volaban en la mente de Luis, mientras permanecía clavado en aquella puerta y oía estrepitosos sonidos de fondo.

Luis empezó a caminar; no quería quedarse más en aquel lugar. Sin mirar atrás, empezó a correr hacia el ascensor.

Apartó a una enfermera de un empujón y se metió en el ascensor. Pulsó varias veces el botón de la planta baja hasta que la puerta se cerró.

Estrujando la revista que no había soltado en ningún momento, trataba de racionalizar lo ocurrido, mientras un frío sudor corría por su frente.

Al llegar a la planta baja, su pánico se incrementó cuando vio las caras de la gente. Algunos corrían en una dirección mientras los otros ajenos a la razón por la que estos huían, se limitaban a mirar con aire escéptico en la dirección de la que venían.

Luis se asomó desde el ascensor. Dos médicos y algún asistente salían envueltos en sangre de una sala cuando, un tipo desnudo, les aplacó y empezó a morder ferozmente a uno de ellos.

Seguido de este, otros dos tipos desnudos salían de la misma sala.


Luis pudo reconocer en el acto a uno de ellos, era el yonqui que cayó en el contenedor


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