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Romance de Juan Osuna (estampa)

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Mensaje  Guasón Mar Oct 15, 2013 3:51 pm

ROMANCE DE JUAN DE OSUNA
Estampa (1953)
Letra: Antonio Quintero y Rafael de León / Música: Manuel López-Quiroga

TORRES DE ESPAÑA
CUADRO DECIMOQUINTO

Sobre un fondo lejano de cortijo andaluz en tintes de crepúsculo, se alzan, en primer término derecha, los restos del arco de entrada a una casa señorial derruida por el tiempo y el abandono. Sólo queda en pie medio arco al que, milagrosamente, permanece unida la cancela, mohosa e incompleta en sus herrajes.

Tras ellas se ve como han crecido ortigas y hierbas salvajes que muestran la desolación del lugar. A la izquierda, el interior de tres habitaciones con las puertas abiertas al campo y las hojas de cuarterones hacia dentro.

Mirando ansiosamente el campo desolado, a través de la cancela, está Juan de Osuna, que al cabo de unos momentos, y con aire de tristeza, va a sentarse sobre una piedra que está junto al arco, quedando en actitud de abatimiento. En cada una de las tres puertas, de espaldas al público y en actitud de espera, una mujer joven. Por detrás de la cancela sale la Biznaga, mujer de buena planta, pero envejecida y descuidada en su atavío, de modo que casi parece una mendiga de camino. Se acerca a Juan y le habla. Una guitarra va subrayando desde dentro lo que dice:

Biznaga:
¿Qué es lo que han visto tus ojos
a través de esta cansela?
¿Se recordaban acaso
del árbo de la canela
debajo de cuya sombra
pronunciaste un juramento
como un bronse que repica
y er son se lo lleva er viento?
¡Qué maravilla de casa!
¡Qué hermosura de jardín!
Y, de noche, qué peleas
entre er clavé y er jazmín,
el uno lleno de envidia
y el otro muerto de selos
cuando tú ponías rosas
en la noche de mi pelo.

(Él la mira sorprendido)

Tu memoria ya no sabe
quién fue tu primer amó…
¡Cómo vas a conoserme
si no me conozco yo!
Me dejaste arrasaíta
como al Egito las plagas:
me llamaban La Camelia
y hoy me disen la Biznaga.
Der trigá de mi hermosura
ya no queda ni una espiga;
estoy como está mi casa
derrumbá y llena de ortigas.
Yo fui la primera piedra
der puente de tus conquistas;
me enterraste tan profunda
que hoy no me arcansa tu vista.
Más cerca están los cariños
que conseguiste después;
te estás hasiendo ilusiones
de que aún te esperan las tres.

Ar poniente de tu vida
qué claras se te aparesen
y al reclamo de tu cante
qué pronto se desvanesen.
Las tres se vorvieron locas
por er señó Juan de Osuna;
recobraron er sentío
y hoy no te quiere ninguna.
Y aunque ya te queda poco
para atravesar er puente
antes de arcansá la orilla
te llevará la corriente.
Porque tus brasos cansinos
que perdieron su podé
los quebrará el remolino
de lo que no puede sé.
Que er que siembra malos vientos
tarde o temprano lo paga;
tal vez que en ese momento
te acuerdes de la Biznaga.

(Desaparece como una sombra. Cesa la guitarra)

MÚSICA
(Juan se pone en pie y contemplando a las tres mujeres que esperan, canta:)

Juan:
¡Hasta el alma me duele, señores,
de tanto queré!

I
No hay fló como la amapola,
ni corasón como er mío
que me sentensian a muerte
por tenerlo repartío.

A las dó de la mañana
me vinieron a llamá
tres pares de ojitos negros
y me tuve que entregá.
La mano en el Evangelio
la pongo, que yo me muera
que yo no he matao a nadie
de noche en la carretera.

Estribillo:
Los tormentos de mis negras duquelas
no se los mando ni a mis enemigos;
yo soñaba con clavito y canela,
me despertaron pa darme castigo.

(las tres mujeres se van lentamente, una por una)

Mi sangre y mi vía,
mi lunita clara,
con lo mucho que yo las quería
se vas sin vorvé la cara.

II
La rosa de la alegría
llevaba ocurto un veneno
y a mí me mató la gloria
de aquel semblante moreno.
¡Qué delitos de consiensia
habré cometío yo,
que pa tó er mundo amanese
y a mí se me pone er só!
La rosa de los amores
la cortan pobres y ricos
y tóos acaban llorando
iguá que los niños chicos.

Estribillo:
Los tormentos de mis negras duquelas
no se los mando ni a mis enemigos;
yo soñaba con clavito y canela,
me despertaron pa darme castigo.
Mi sangre y mi vía,
mi lunita clara,
con lo mucho que yo las quería
se vas sin vorvé la cara.

Con el final, Juan de Osuna hace mutis por un lado. Suena la guitarra dentro y por el lado opuesto al del mutis de Juan, aparece La Camelia, bellísima muchacha andaluza que danza llena de garbo y sentimiento. Vuelve Juan de Osuna y canta para ella:

Juan:
Cuando miro tu carita,
en la torre de mis años
repican las campanitas.
Los nombres de las mujeres
a mí se m’han orvidao;
como er tuyo fue er primero,
nunca te vas de mi lao.
Tóos los malos pensamientos
los borran tus lagrimitas;
es como er que entra en er templo
y toma el agua bendita.

CORTINA
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