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LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA

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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:33 am

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA MenendezPelayo

Estatua de Marcelino Menéndez y Pelayo, por el escultor sevillano Lorenzo Coullaut-Valera en la entrada de la Biblioteca Nacional de España en Madrid.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:38 am

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Santi

SERRANILLA



Íñigo López de Mendoza
Marqués de Santillana
(1388–1458)

Moça tan fermosa
Non vi en la frontera,
Como una vaquera
De la Finojosa.

Faciendo la vía
Del Calatraveño
A Sancta María,
Vencido del sueño
Por tierra fragosa
Perdí la carrera,
Do vi la vaquera
De la Finojosa.

En un verde prado
De rosas e flores,
Guardando ganado
Con otros pastores,
La vi tan graciosa
Que apenas creyera
Que fuese vaquera
De la Finojosa.
Non creo las rosas
De la primavera
Sean tan fermosas
Nin de tal manera,
Fablando sin glosa,
Si antes sopiera
D’aquella vaquera
De la Finojosa.

Non tanto mirara
Su mucha beldat,
Porque me dexara
En mi libertat.
Mas dixe: «Donosa
(Por saber quién era)
¿Dónde es la vaquera
De la Finojosa?...»

Bien como riendo,
Dixo: «Bien vengades;
Que ya bien entiendo
Lo que demandades:
Non es desseosa
De amar, nin lo espera,
Aquessa vaquera
De la Finojosa».
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:46 am

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Jorge_Manrique_portrait

A la Muerte del Maestre de Santiago
Don Rodrigo Manrique, Su Padre

Jorge Manrique
(1440–1479)

Recuerde el alma dormida,
Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando;
Cuán presto se va el placer,
Cómo después de acordado
Da dolor,
Cómo a nuestro parescer
Cualquiera tiempo pasado
Fue mejor.

Y pues vemos lo presente
Cómo en un punto s’es ido
E acabado,
Si juzgamos sabiamente,
Daremos lo non venido
Por pasado.
Non se engañe nadie, no,
Pensando que ha de durar
Lo que espera
Más que duró lo que vio,
Porque todo ha de pasar
Por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar,
Que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar
E consumir;
Allí los ríos caudales,
Allí los otros medianos
E más chicos;
Allegados, son iguales
Los que viven por sus manos
E los ricos.
Invocación

Dexo las invocaciones
De los famosos poetas
Y oradores;
Non curo de sus ficciones,
Que traen yerbas secretas
Sus sabores.
A aquél solo me encomiendo,
Aquél sólo invoco yo
De verdad,
Que en este mundo viviendo,
El mundo non conoció
Su deidad.

Este mundo es el camino
Para el otro, qu’es morada
Sin pesar;
Mas cumple tener buen tino
Para andar esta jornada
Sin errar.
Partimos cuando nascemos,
Andamos mientras vivimos,
Y llegamos
Al tiempo que fenecemos;
Así que cuando morimos
Descansamos.
Este mundo bueno fue
Si bien usásemos d’él
Como debemos,
Porque, segund nuestra fe,
Es para ganar aquel
Que atendemos.
Y aún el Hijo de Dios,
Para sobirnos al cielo,
Descendió
A nascer acá entre nos.
Y a vivir en este suelo
Do murió.

Ved de cuán poco valor
Son las cosas tras que andamos
Y corremos;
Que en este mundo traidor
Aun primero que muramos
Las perdemos:
D’ellas deshace la edad,
D’ellas casos desastrados
Que acaescen,
D’ellas, por su calidad,
En los más altos estados
Desfallescen.
Decidme: la hermosura,
La gentil frescura y tez
De la cara,
La color e la blancura,
Cuando viene la vejez
¿Cuál se para?
Las mañas e ligereza
E la fuerga corporal
De juventud,
Todo se torna gaveza
Cuando llega el arrabal
De senectud.

Pues la sangre de los godos,
El linaje e la nobleza
Tan crescida,
¡Por cuántas vías e modos
Se pierde su grand alteza
En esta vida!
¡Unos por poco valer,
por cuán baxos e abatidos
Que los tienen!
¡Otros que por no tener,
Con oficios non debidos
Se mantienen!
Los estados e riqueza
Que nos dexan a deshora
¿Quién lo duda?
Non les pidamos firmeza
Pues que son d’una señora
Que se muda.
Que bienes son de fortuna
Que revuelve con su rueda
Presurosa,
La cual non puede ser una,
Ni ser estable ni queda
En una cosa.

Pero digo que acompañen
E lleguen hasta la huesa
Con su dueño;
Por eso non nos engañen,
Pues se va la vida apriesa
Como un sueño:
E los deleites d’acá
Son en que nos deleitamos
Temporales,
E los tormentos d’allá
Que por ellos esperamos,
Eternales.
Los placeres e dulçores
D’esta vida trabajada
Que tenemos,
¿Qué son sino corredores,
E la muerte la celada
En que caemos?
No mirando a nuestro daño
Corremos a rienda suelta
Sin parar;
Desque vemos el engaño
E queremos dar la vuelta
No hay lugar.

Si fuese en nuestro poder
Tornar la cara fermosa
Corporal,
Como podemos hacer
El alma tan gloriosa
Angelical,
¡Qué diligencia tan viva
Tuviéramos cada hora,
E tan presta,
En componer la cativa,
Dexándonos la señora
Descompuesta!
Esos reyes poderosos
Que vemos por escripturas
Ya pasadas,
Con casos tristes, llorosos,
Fueron sus buenas venturas
Trastornadas;
Así que no hay cosa fuerte;
Que a Papas y Emperadores
E Perlados
Así los trata la muerte
Como a los pobres pastores
De ganados.

Dexemos a los Troyanos,
Que sus males non los vimos,
Ni sus glorias;
Dexemos a los Romanos,
Aunque oímos o leímos
Sus hestorias.
Non curemos de saber
Lo d’aquel siglo pasado
Qué fue d’ello;
Vengamos a lo d’ayer,
Que también es olvidado
Como aquello.
¿Qué se hizo el Rey Don Joan?
Los Infantes de Aragón
¿Qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán,
Que fue de tanta invención
Que truxeron?
Las justas e los torneos,
Paramentos, bordaduras
E cimeras,
¿Fueron sino devaneos?
¿Qué fueron sino verduras
De las eras?

¿Qué se hicieron las damas,
Sus tocados, sus vestidos,
Sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
De los fuegos encendidos
De amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
Las músicas acordadas
Que tañían?
¿Qué se hizo aquel dançar
Aquellas ropas chapadas
Que traían?
Pues el otro su heredero,
Don Enrique ¡qué poderes
Alcancaba!
¡Cuán blando, cuán alagüero
El mundo con sus placeres
Se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
Cuán contrario, cuán crüel
Se le mostró,
Habiéndole sido amigo,
¡Cuán poco duró con él
Lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,
Los edificios reales
Llenos d'oro
Las baxillas tan febridas,
Los enriques e reales
Del tesoro;
Los jaeces, los caballos
De su gente e atavíos
Tan sobrados,
¿Dónde iremos a buscallos?
¿Qué fueron sino rocíos
De los prados?
Pues su hermano el inocente,
Qu’en su vida sucesor
Se llamó,
¡Qué corte tan excellente
Tuvo e cuánto gran señor
Le siguió!
Mas como fuese mortal,
Metióle la muerte luego
En su fragua.
¡Oh jüicio divinal!
Cuando más ardía el fuego
Echaste agua.

Pues aquel gran Condestable
Maestre que conoscimos
Tan privado,
Non cumple que d’él se hable,
Sino sólo que le vimos
Degollado.
Sus infinitos tesoros,
Sus villas e sus lugares,
Su mandar,
¿Qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
Al dexar?
E los otros dos hermanos,
Maestres tan prosperados
Como reyes,
Q’a los grandes e medianos
Traxeron tan sojuzgados
A sus leyes;
Aquella prosperidad
Que tan alta fue subida
Y ensalzada,
¿Qué fue sino claridad
Que cuando más encendida
Fue amatada?

Tantos Duques excellentes,
Tantos Marqueses e Condes
E Barones
Como vimos tan potentes,
Di, muerte, ¿dó los escondes
E traspones?
Y sus muy claras hazañas
Que hicieron en las guerras
Y en las paces,
Cuando tú, cruda, t’ensañas,
Con tu fuerza los atierras
E desfaces.
Las huestes innumerables,
Los pendones, estandartes
E banderas,
Los castillos impugnables,
Los muros e balüartes
E barreras,
La cava honda chapada,
O cualquier otro reparo
¿Qué aprovecha?
Cuando tú vienes airada
Todo lo pasas de claro
Con tu flecha.

Aquel de buenos abrigo,
Amado por virtuoso
De la gente,
El Maestre Don Rodrigo
Manrique, tanto famoso
E tan valiente,
Sus grandes hechos e claros
Non cumple que los alabe,
Pues los vieron,
Ni los quiera hacer caros,
Pues qu’el mundo todo sabe
Cuáles fueron.
¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
E parientes!
¡Qué enemigo d’enemigos!
¡ Qué Maestre de esforcados
E valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los subjetos!
¡A los bravos e dañosos
Qué león!

En ventura Octaviano;
Julio César en vencer
E batallar;
En la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
E trabajar:
En la bondad un Trajano;
Tito en liberalidad
Con alegría;
En su brazo, un Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
Que prometía.
Antonio Pío en clemencia;
Marco Aurelio en igualdad
Del semblante:
Adriana en la elocuencia;
Teodosio en humanidad
E buen talante.
Aurelio Alexandre fue
En disciplina e rigor
De la guerra;
Un Constantino en la fe;
Camilo en el grand amor
De su tierra.

Non dexó grandes tesoros,
Ni alcanzó muchas riquezas
Ni baxillas,
Mas fizo guerra a los moros,
Ganando sus fortalezas
E sus villas;
Y en las lides que venció
Caballeros y caballos
Se prendieron,
Y en este oficio ganó
Las rentas e los vasallos
Que le dieron.
Pues por su honra y estado
En otros tiempos pasados
¿Cómo se hubo?
Quedando desamparado,
Con hermanos e criados
Se sostuvo.
Después que fechos famosos
Hizo en esta dicha guerra
Que hacía,
Hizo tratos tan honrosos,
Que le dieron muy más tierra
Que tenía.

Estas sus viejas hestorias
Que con su brazo pintó
En juventud,
Con otras nuevas victorias
Agora las renovó
En senectud.
Por su grand habilidad,
Por méritos e ancianía
Bien gastada
Aleançó la dignidad
De la gran caballería
Del Espada.
E sus villas e sus tierras
Ocupadas de tiranos
Las halló,
Mas por cercos e por guerras
E por fuero de sus manos
Las cobró.
Pues nuestro Rey natural,
Si de las obras que obró
Fue servido,
Dígalo el de Portugal,
Y en Castilla quien siguió
Su partido.

Después de puesta la vida
Tantas veces por su ley
Al tablero;
Después de tan bien servida
La corona de su Rey
Verdadero;
Después de tanta hazaña
A que non puede bastar
Cuenta cierta,
En la su villa d’Ocaña
Vino la muerte a llamar
A su puerta.


(Habla la Muerte)

Diciendo: «Buen caballero,
Dexad el mundo engañoso
E su halago;
Vuestro coraçon de acero
Muestre su esfuerzo famoso
En este trago;
E pues de vida e salud
Fecistes tan poca cuenta
Por la fama,
Esfuércese la virtud
Para sofrir esta afrenta
Que vos llama.

»No se os haga tan amarga
La batalla temerosa
Qu’esperáis,
Pues otra vida más larga
De fama tan glorïosa
Acá dexáis:
Aunque esta vida d’honor
Tampoco no es eternal
Ni verdadera,
Mas con todo es muy mejor
Que la otra temporal
Perecedera.
»El vivir qu’es perdurable
Non se gana con estados
Mundanales,
Ni con vida delectable
En que moran los pecados
Infernales;
Mas los buenos religiosos
Gánanlo con oraciones
E con lloros;
Los caballeros famosos
Con trabajos e aflicciones
Contra moros.

»E pues vos, claro varón,
Tanta sangre derramastes
De paganos,
Esperad el galardón
Que en este mundo ganastes
Por las manos;
E con esta confiança
E con la fe tan entera
Que tenéis,
Partid con buena esperança
Que’estotra vida tercera
Ganaréis.»


(Responde el Maestre)

«Non gastemos tiempo ya
En esta vida mezquina
Por tal modo,
Que mi voluntad está
Conforme con la divina
Para todo;
E consiento en mi morir
Con voluntad placentera,
Clara e pura,
Que querer hombre vivir
Cuando Dios quiere que muera
Es locura.»


Oración

Tú que por nuestra maldad
Tomaste forma servil
E baxo nombre;
Tú que en tu divinidad
Juntaste cosa tan vil
Como el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
Sofriste sin resistencia
En tu persona,
Non por mis merescimientos,
Mas por tu sola clemencia
Me perdona.

Cabo

Así con tal entender
Todos sentidos humanos
Conservados,
Cercado de su mujer,
E de sus hijos e hermanos
E criados,
Dio el alma a quien se la dio,
(El cual la ponga en el cielo
Y en su gloria),
Que aunque la vida perdió,
Nos dexó harto consuelo
Su memoria.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:49 am

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Romance de Abenámar

Anónimo
(c. 1500)

—¡Abenámar, Abenámar,
moro de la morería,
el día que tú naciste
grandes señales había!
Estaba la mar en calina,
la luna estaba crecida:
moro que en tal signo nace,
no debe decir mentira.—
Allí respondiera el moro,
bien oiréis lo que decía:
—Yo te la diré, señor,
aunque me cueste la vida
porque soy hijo de un moro
y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho
mi madre me lo decía:
que mentira no dijese,
que era grande villanía;
por tanto pregunta, rey,
que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar
aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?
¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor,
y la otra la mezquita;
los otros los Alixares,
labrados a maravilla.
El moro que los labraba
cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra
otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,
huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,
castillo de gran valía.—
Allí habló el rey don Juan,
bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,
contigo me casaría;
daréte en arras y dote
a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,
casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene
muy grande bien me quería.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:52 am

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Romance del Rey Moro que Perdió Alhama

Anónimo
(c. 1500)

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Vivarrambla.
«¡Ay de mi Alhama!»

Cartas le fueron venidas
que Alhama era ganada:
las cartas echó en el fuego,
y al mensajero matara.
«¡Ay de mi Alhama!»

Descabalga de una mula,
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se había al Alhambra.
«¡Ay de mi Alhama!»

Como en el Alhambra estuvo,
al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.
«¡Ay de mi Alhama!»
Y que las cajas de guerra
apriesa toquen al arma,
porque lo oigan sus moros,
los de la Vega y Granada.
«¡Ay de mi Alhama!»

Los moros que el son oyeron
que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos
juntado se ha gran batalla.
«¡Ay de mi Alhama!»
Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
—¿Para qué nos llamas, rey,
para qué es esta llamada?—
«¡Ay de mi Alhama!»

—Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada:
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.
«¡Ay de mi Alhama!»

Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
—¡Bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara!
«¡Ay de mi Alhama!»

Mataste los Bencerrajes,
qu’eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.
«¡Ay de mi Alhama!»
Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y aquí se pierda Granada.—
«¡Ay de mi Alhama!»
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 10:55 am

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA 2383017

Romance de Rosa Fresca

Anónimo
(c. 1500)

—Rosa fresca, rosa fresca,
tan garrida y con amor,
cuando vos tuve en mis brazos,
no vos supe servir, no;
y agora que os serviría
no vos puedo haber, no.

—Vuestra fue la culpa, amigo,
vuestra fue, que mía no;
enviátesme una carta
con un vuestro servidor,
y en lugar de recaudar
él dijera otra razón:
que érades casado, amigo,
allá en tierras de León;
que tenéis mujer hermosa
y hijos como una flor.
—Quien os lo dijo, señora,
no vos dijo verdad, no;
que yo nunca entré en Castilla
ni allá en tierras de León,
sino cuando era pequeño,
que no sabía de amor.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 12:53 pm

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EL ROMANCE DE FONTEFRIDA


Anónimo
(c. 1500)


Fonte-frida, Fonte-frida,
Fonte-frida y con amor,
do todas las avecicas
van tomar consolación,
sino es la tortolica
que está viuda y con dolor.
Por allí fuera a pasar
el traidor de ruiseñor:
las palabras que le dice
llenas son de traición:
—Si tú quisieses, señora,
yo sería tu servidor.

—Vete de ahí, enemigo,
malo, falso, engañador,
que ni poso en ramo verde,
ni en prado que tenga flor;
que si el agua hallo clara,
turbia la bebía yo;
que no quiero haber marido,
porque hijos no haya, no:
no quiero placer con ellos,
ni menos consolación.
¡Déjame, triste enemigo,
malo, falso, mal traidor,
que no quiero ser tu amiga,
ni casar contigo, no.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 12:56 pm

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ROMANCE DE BLANCA-NIÑA


Anónimo
(c. 1500)


Blanca sois, señora mía,
más que no el rayo del sol:
¿si la dormiré esta noche
desarmado y sin pavor?
que siete años había, siete,
que no me desarmo, no.
Más negras tengo mis carnes
que un tiznado carbón:
—Dormilda, señor, dormilda,
desarmado sin temor
que el conde es ido a la caza
a los montes de León.
—Rabia le mate los perros,
y águilas el su halcón,
y del monte hasta su casa
a él le arrastre el morón.
—Ellos en aquesto estando
su marido que llegó:
—¿Qué hacéis, la Blanca-niña,
hija de padre traidor?

—Señor, peino mis cabellos,
péinolos con gran dolor,
que me dejéis a mi sola
y a los montes os vais vos.
—Esa palabra, la niña,
no era sino traición:
¿cúyo es aquel caballo
que allá bajo relinchó?
—Señor, era de mi padre,
y envióslo para vos.
—¿Cúyas son aquellas armas
que están en el corredor?
—Señor, eran de mi hermano,
y hoy os las envió.
—¿Cúya es aquella lanza,
desde aquí la veo yo?
—Tomalda, conde, tomalda,
matadme con ella vos,
que aquesta muerte, buen conde,
bien os la merezco yo.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 12:59 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Gal1

ROMANCE DEL CONDE ARNALDOS


Anónimo
(c. 1500)


¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traía de seda,
la ejercía de un cendal,
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar,
los peces que andan nel hondo
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
nel mástil la faz posar.

—Galera, la mi galera,
Dios te me guarde de mal,
De los peligros del mundo
sobre aguas de la mar,
de las fustas de los moros,
que andaban a saltear—.
Allí habló el conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
—Por Dios te ruego, marinero,
dígasme ora ese cantar.—
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
—Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 1:01 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Reinebn1wf5

ROMANCE DE LA HIJA DEL REY DE FRANCIA


Anónimo
(c. 1500)


De Francia partió la niña,
de Francia la bien guarnida:
íbase para París,
do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,
errada lleva la guía:
arrimárase a un roble
por esperar compañía.

Vio venir un caballero
que a París lleva la guía.
La niña desque lo vido
de esta suerte le decía:
—Si te place, caballero,
llévesme en tu compañía.
—Pláceme, dijo, señora,
pláceme, dijo, mi vida.—

Apeóse del caballo
por hacelle cortesía;
puso la niña en las ancas
y él subiérase en la silla.
En medio él del camino
de amores la requería.
La niña desque lo oyera
díjole con osadía:
—Tate, tate, caballero,
no hagáis tal villanía:
hija soy de un malato
y de una malatía;
el hombre que a mí llegase
malato se tornaría.—
El caballero con temor
palabra no respondía.

A la entrada de París
la niña se sonreía.
—¿De qué vos reís, señora?
¿de qué vos reís, mi vida?
—Ríome del caballero,
y de su gran cobardía,
¡tener la niña en el campo
y catarle cortesía!—
Caballero con vergüenza
estas palabras decía:
—Vuelta, vuelta, mi señora,
que una cosa se me olvida.—
La niña como discreta
dijo: —Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,
en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia
y de la reina Constantina,
el hombre que a mí llegase
muy caro le costaría.
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Mensaje  Habanera Dom Oct 13, 2013 1:05 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Romancero

ROMANCE DE DOÑA ALDA


Anónimo
(c. 1500)


En París está doña Alda
la esposa de don Roldán,
trescientas damas con ella
para bien la acompañar:
todas visten un vestido,
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa,
todas comían de un pan,
sino era sola doña Alda,
que era la mayoral.
Las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal,
las ciento instrumentos tañen,
para doña Alda holgar.

Al son de los instrumentos
doña Alda adormido se ha:
ensoñado había un sueño,
un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy grand,
los gritos daba tan grandes
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán:
—¿Qué es aquesto, mi señora?
¿quién es el que os hizo mal?
—Un sueño soñé, doncellas,
que me ha dado gran pesar;
que me veía en un monte
en un desierto lugar:
de so los montes muy altos
un azor vide volar,
tras dél viene una aguililla
que lo ahinca muy mal.
El azor con grande cuita,
metióse so mi brial;
el águila con grande ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshaz.—
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
—Aquese sueño, señora,
bien os lo entiendo soltar;
el azor es vuestro esposo,
que viene de allen la mar;
el águila sedes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia
donde os han de velar.
—Si así es, mi camarera,
bien te lo entiendo pagar.—
Otro día de mañana
cartas de fuera le traen;
tintas venían de dentro,
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.
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LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Empty GARCILASO DE LA VEGA

Mensaje  Habanera Vie Nov 08, 2013 12:43 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Rai-calle

Égloga Primera

Garcilaso de la Vega
(c. 1501–1536)

A Don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, virrey de Nápoles

Salicio, Nemoroso

El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
He de contar, sus quejas imitando;
Cuyas ovejas al cantar sabroso
Estaban muy atentas, los amores,
De pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando
Un nombre en todo el mundo,
Y un grado sin segundo,
Ahora estés atento, solo y dado
Al ínclito gobierno del estado
Albano; ahora vuelto a la otra parte,
Resplandeciente, armado,
Representando en tierra el fiero Marte;

Ahora de cuidados enojosos
Y de negocios libre, por ventura
Andes a caza, el monte fatigando
En ardiente jinete, que apresura
El curso tus los ciervos temerosos,
Que en vano su morir van dilatando;
Espera, que en tornando
A ser restituido
Al ocio ya perdido,
Luego verás ejercitar mi pluma
Por la infinita innumerable suma
De tus virtudes y famosas obras;
Antes que me consuma,
Faltando a ti, que a todo el mundo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
Viene a sacarme de la deuda un día,
Que se debe a tu fama y a tu gloria;
Que es deuda general, no solo mía,
Mas de cualquier ingenio peregrino
Que celebra lo digno de memoria;
El árbol de victoria
Que ciñe estrechamente
Tu gloriosa frente
Dé lugar a la hiedra que se planta
Debajo de tu sombra, y se levanta
Poco a poco, arrimada a tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
Escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,
Rayaba de los montes el altura
El sol, cuando Salicio, recostado
Al pie de una alta haya, en la verdura,
Por donde un agua clara con sonido
Atravesaba el fresco y verde prado;
Él, con canto acordado
Al rumor que sonaba
Del agua que pasaba,
Se quejaba tan dulce y blandamente
Como si no estuviera de allí ausente
La que de su dolor culpa tenía;
Y así, como presente,
Razonando con ella, le decía:

Salicio

—¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
Y al encendido fuego en que me quemo
Más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo;
Témola con razón, pues tú me dejas;
Que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
Ninguno en tal estado,
De ti desamparado,
Y de mí mismo yo me corro ahora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
Donde siempre moraste, no pudiendo
Della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos de su lumbre
Por montes y por valles, despertando
Las aves y animales y la gente;
Cuál por el aire claro va volando,
Cuál por el verde valle o alta cumbre
Paciendo va segura y libremente,
Cuál con el sol presente
Va de nuevo al oficio,
Y al usado ejercicio
Do su natura o menester le inclina.
Siempre está en llanto esta ánima mezquina
Cuando la sombra el mundo va cubriendo
O la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, desta mi vida ya olvidada,
Sin mostrar un pequeño sentimiento
De que por ti Salido triste muera,
Dejas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe que ser guardada
Eternamente sólo a mí debiera?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,
Pues ves desde tu altura
Esta falsa perjura
Causar la muerte de un estrecho amigo,
No recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿Qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba;
Por ti la verde yerba, el fresco viento,
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
Y cuán de otra manera
Lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
La siniestra corneja, repitiendo
La desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
Reputándolo yo por desvarío,
Vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
Llevaba, por pasar allí la siesta,
A beber en el Tajo mi ganado;
Y después de llegado,
Sin saber de cuál arte,
Por desusada parte
Y por nuevo camino el agua se iba;
Ardiendo yo con la calor estiva,
El curso enajenado iba siguiendo
Del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
De tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
Aunque fuese de piedra,
Viendo mi amada hiedra,
De mí arrancada, en otro muro asida,
Y mi parra en otro olmo entretejida,
Que no se esté con llanto deshaciendo
Hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

A Don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, virrey de Nápoles


Salicio, Nemoroso

El dulce lamentar de dos pastores,
Salicio juntamente y Nemoroso,
He de contar, sus quejas imitando;
Cuyas ovejas al cantar sabroso
Estaban muy atentas, los amores,
De pacer olvidadas, escuchando.
Tú, que ganaste obrando
Un nombre en todo el mundo,
Y un grado sin segundo,
Ahora estés atento, solo y dado
Al ínclito gobierno del estado
Albano; ahora vuelto a la otra parte,
Resplandeciente, armado,
Representando en tierra el fiero Marte;

Ahora de cuidados enojosos
Y de negocios libre, por ventura
Andes a caza, el monte fatigando
En ardiente jinete, que apresura
El curso tus los ciervos temerosos,
Que en vano su morir van dilatando;
Espera, que en tornando
A ser restituido
Al ocio ya perdido,
Luego verás ejercitar mi pluma
Por la infinita innumerable suma
De tus virtudes y famosas obras;
Antes que me consuma,
Faltando a ti, que a todo el mundo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino
Viene a sacarme de la deuda un día,
Que se debe a tu fama y a tu gloria;
Que es deuda general, no solo mía,
Mas de cualquier ingenio peregrino
Que celebra lo digno de memoria;
El árbol de victoria
Que ciñe estrechamente
Tu gloriosa frente
Dé lugar a la hiedra que se planta
Debajo de tu sombra, y se levanta
Poco a poco, arrimada a tus loores;
Y en cuanto esto se canta,
Escucha tú el cantar de mis pastores.

Saliendo de las ondas encendido,
Rayaba de los montes el altura
El sol, cuando Salicio, recostado
Al pie de una alta haya, en la verdura,
Por donde un agua clara con sonido
Atravesaba el fresco y verde prado;
Él, con canto acordado
Al rumor que sonaba
Del agua que pasaba,
Se quejaba tan dulce y blandamente
Como si no estuviera de allí ausente
La que de su dolor culpa tenía;
Y así, como presente,
Razonando con ella, le decía:


Salicio

—¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
Y al encendido fuego en que me quemo
Más helada que nieve, Galatea!
Estoy muriendo, y aun la vida temo;
Témola con razón, pues tú me dejas;
Que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
Ninguno en tal estado,
De ti desamparado,
Y de mí mismo yo me corro ahora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
Donde siempre moraste, no pudiendo
Della salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

El sol tiende los rayos de su lumbre
Por montes y por valles, despertando
Las aves y animales y la gente;
Cuál por el aire claro va volando,
Cuál por el verde valle o alta cumbre
Paciendo va segura y libremente,
Cuál con el sol presente
Va de nuevo al oficio,
Y al usado ejercicio
Do su natura o menester le inclina.
Siempre está en llanto esta ánima mezquina
Cuando la sombra el mundo va cubriendo
O la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Y tú, desta mi vida ya olvidada,
Sin mostrar un pequeño sentimiento
De que por ti Salido triste muera,
Dejas llevar, desconocida, al viento
El amor y la fe que ser guardada
Eternamente sólo a mí debiera?
¡Oh Dios! ¿Por qué siquiera,
Pues ves desde tu altura
Esta falsa perjura
Causar la muerte de un estrecho amigo,
No recibe del cielo algún castigo?
Si en pago del amor yo estoy muriendo,
¿Qué hará el enemigo?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Por ti el silencio de la selva umbrosa,
Por ti la esquividad y apartamiento
Del solitario monte me agradaba;
Por ti la verde yerba, el fresco viento,
El blanco lirio y colorada rosa
Y dulce primavera deseaba.
¡Ay, cuánto me engañaba!
¡Ay, cuán diferente era
Y cuán de otra manera
Lo que en tu falso pecho se escondía!
Bien claro con su voz me lo decía
La siniestra corneja, repitiendo
La desventura mía.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
Reputándolo yo por desvarío,
Vi mi mal entre sueños, desdichado!
Soñaba que en el tiempo del estío
Llevaba, por pasar allí la siesta,
A beber en el Tajo mi ganado;
Y después de llegado,
Sin saber de cuál arte,
Por desusada parte
Y por nuevo camino el agua se iba;
Ardiendo yo con la calor estiva,
El curso enajenado iba siguiendo
Del agua fugitiva.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste?
¿Cuál es el cuello que como en cadena
De tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
Aunque fuese de piedra,
Viendo mi amada hiedra,
De mí arrancada, en otro muro asida,
Y mi parra en otro olmo entretejida,
Que no se esté con llanto deshaciendo
Hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Qué no se esperará de aquí adelante,
Por difícil que sea y por incierto?
O ¿qué discordia no será juntada?
Y juntamente ¿qué tendrá por cierto,
O qué de hoy más no temerá el amante,
Siendo a todo materia por ti dada?
Cuando tú enajenada
De mí, cuitado, fuiste,
Notable causa diste
Y ejemplo a todos cuántos cubre el cielo,
Que el más seguro tema con recelo
Perder lo que estuviere poseyendo.
Salid fuera sin duelo,
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Materia diste al mundo de esperanza
De alcanzar lo imposible y no pensado,
Y de hacer juntar lo diferente,
Dando a quien diste el corazón malvado,
Quitándolo de mí con tal mudanza
Que siempre sonará de gente en gente.
La cordera paciente
Con el lobo hambrïento,
Hará su ayuntamiento,
Y con las simples aves sin ruido
Harán las bravas sierpes ya su nido;
Que mayor diferencia comprehendo
De ti al que has escogido.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Siempre de nueva leche en el verano
Y en el invierno abundo; en mi majada
La manteca y el queso está sobrado;
De mi cantar pues yo te vi agradada,
Tanto, que no pudiera el mantüano
Títiro ser de ti más alabado.
No soy pues, bien mirado,
Tan disforme ni feo;
Que aun ahora me veo
En esta agua que corre clara y pura,
Y cierto no trocara mi figura
Con ése que de mí se está riendo;
Trocara mi ventura.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible?
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento?
Si no tuvieras condición terrible,
Siempre fuera tenido de ti en precio,
Y no viera de ti este apartamiento.
¿No sabes que sin cuento
Buscan en el estío
Mis ovejas el frío
De la sierra de Cuenca, y el gobierno
Del abrigado extremo en el invierno?
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo
Me estoy en llanto eterno!
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Con mi llorar las piedras enternecen
Su natural dureza y la quebrantan,
Los árboles parece que se inclinan,
Las aves que me escuchan, cuando cantan,
Con diferente voz se condolecen,
Y mi morir cantando me adivinan.
Las fieras que reclinan
Su cuerpo fatigado,
Dejan el sosegado
Sueño por escuchar mi llanto triste.
Tú sola contra mí te endureciste,
Los ojos aun siquiera no volviendo
A lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

Mas ya que a socorrer aquí no vienes,
No dejes el lugar que tanto amaste;
Que bien podrás venir de mí segura;
Yo dejaré el lugar do me dejaste;
Ven, si por solo esto te detienes.
Ves aquí un prado lleno de verdura,
Ves aquí una espesura,
Ves aquí una agua clara,
En otro tiempo cara,
A quien de ti con lágrimas me quejo.
Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
Al que todo mi bien quitarme puede;
Que pues el bien le dejo,
No es mucho que lugar tambien le quede.

Aquí dio fin a su cantar Salicio,
Y suspirando en el postrero acento,
Soltó de llanto una profunda vena.
Queriendo el monte al grave sentimiento
De aquel dolor en algo ser propicio,
Con la pesada voz retumba y suena.
La blanca Filomena,
Casi como dolida
Y a compasión movida,
Dulcemente responde al son lloroso.
Lo que cantó tras esto Nemoroso
Decidlo vos, Piérides; que tanto
No puedo yo ni oso,
Que siento enflaquecer mi débil canto.

Nemoroso

—Corrientes aguas, puras, cristalinas;
Árboles que os estáis mirando en ellas,
Verde prado de fresca sombra lleno,
Aves que aquí sembráis vuestras querellas,
Hiedra que por los árboles caminas,
Torciendo el paso por su verde seno;
Yo me vi tan ajeno
Del grave mal que siento,
Que de puro contento
Con vuestra soledad me recreaba,
Donde con dulce sueño reposaba,
Ó con el pensamiento discurría
Por donde no hallaba
Sino memorias llenas de alegría;
Y en este mismo valle, donde ahora
Me entristezco y canso, en el reposo
Estuve ya contento y descansado.
¡Oh bien caduco, vano y presuroso!
Acuérdome durmiendo aquí algún hora,
Que despertando, a Elisa vi a mi lado.
¡Oh miserable hado!
¡Oh tela delicada
Antes de tiempo dada
A los agudos filos de la muerte!
Más convenible fuera aquesta suerte
A los cansados años de mi vida,
Que es más que el hierro fuerte,
Pues no la ha quebrantado tu partida.

¿Do están ahora aquellos claros ojos
Que llevaban tras sí como colgada
Mi alma do quier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada,
Llena de vencimientos y despojos
Que de mí mis sentidos le ofrecían?
Los cabellos que vían
Con gran desprecio el oro,
Como a menor tesoro.
¿Adónde están? ¿Adónde el blando pecho?
¿Dó la columna que el dorado techo
Con presunción graciosa sostenía?
Aquesto todo ahora ya se encierra,
Por desventura mía,
En la fría, desierta y dura tierra.

¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
Cuando en aqueste valle al fresco viento
Andábamos cogiendo tiernas flores,
Que había de ver con largo apartamiento
Venir el triste y solitario día
Que diese amargo fin a mis amores?
El cielo en mis dolores
Cargó la mano tanto,
Que a sempiterno llanto
Y a triste soledad me ha condenado;
Y lo que siento más es verme atado
A la pesada vida y enojosa,
Solo, desamparado,
Ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa.

Después que nos dejaste, nunca pace
En hartura el ganado ya, ni acude
El campo al labrador con mano llena.
No hay bien que en mal no se convierta y mude:
La mala yerba al trigo ahoga, y nace
En lugar suyo la infelice avena;
La tierra, que de buena
Gana nos producía
Flores con que solía
Quitar en sólo verlas mil enojos,
Produce ahora en cambio estos abrojos,
Ya de rigor de espinas intratable;
Yo hago con mis ojos
Crecer, lloviendo, el fruto miserable.

Como al partir del sol la sombra crece,
Y en cayendo su rayo se levanta
La negra oscuridad que el mundo cubre,
De do viene el temor que nos espanta,
Y la medrosa forma en que se ofrece
Aquello que la noche nos encubre,
Hasta que el sol descubre
Su luz pura y hermosa;
Tal es la tenebrosa
Noche de tu partir, en que he quedado
De sombra y de temor atormentado,
Hasta que muerte el tiempo determine
Que a ver el deseado
Sol de tu clara vista me encamine.

Cual suele el ruiseñor con triste canto
Quejarse, entre las Hojas escondido,
Del duro labrador, que cautamente
Le despojó su caro y dulce nido
De los tiernos hijuelos, entre tanto
Que del amado ramo estaba ausente,
Y aquel dolor que siente
Con diferencia tanta
Por la dulce garganta
Despide, y a su canto el aire suena,
Y la callada noche no refrena
Su lamentable oficio y sus querellas,
Trayendo de su pena
Al cielo por testigo y las estrellas;

Desta manera suelto ya la rienda
A mi dolor, y así me quejo en vano
De la dureza de la muerte airada.
Ella en mi corazón metió la mano,
Y de allí me llevó mi dulce prenda;
Que aquel era su nido y su morada.
¡Ay muerte arrebatada!
Por ti me estoy quejando
Al cielo y enojando
Con importuno llanto al mundo todo:
Tan desigual dolor no sufre modo.
No me podrán quitar el dolorido
Sentir, si ya del todo
Primero no me quitan el sentido.

Tengo una parte aquí de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño,
Que nunca de mi seno se me apartan;
Descójolos, y de un dolor tamaño
Enternecerme siento, que sobre ellos
Nunca mis ojos de llorar se hartan.
Sin que de allí se partan,
Con suspiros calientes,
Más que la llama ardientes,
Los enjugo del llanto, y de consuno
Casi los paso y cuento uno a uno;
Juntándolos, con un cordon los ato.
Tras esto el importuno
Dolor me deja descansar un rato.

Mas luego a la memoria se me ofrece
Aquella noche tenebrosa, oscura,
Que tanto aflige esta ánima mezquina
Con la memoria de mi desventura.
Verte presente ahora me parece
En aquel duro trance de Lucina,
Y aquella voz divina,
Con cuyo son y acentos
A los airados vientos
Pudieras amansar, que ahora es muda,
Me parece que oigo que a la cruda,
Inexorable diosa demandabas
En aquel paso ayuda;
Y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?

¿Ibate tanto en perseguir las fieras?
¿Ibate tanto en un pastor dormido?
¿Cosa pudo bastar a tal crüeza,
Que, conmovida a compasión, oído
A los votos y lágrimas, no dieras
Por no ver hecha tierra tal belleza,
O no ver la tristeza
En que tu Nemoroso
Queda, que su reposo
Era seguir tu oficio, persiguiendo
Las fieras por los montes, y, ofreciendo
A tus sagradas aras los despojos?
¿Y tú, ingrata, riendo
Dejas morir mi bien ante los ojos?

Divina Elisa pues ahora el cielo
Con inmortales pies pisas y mides,
Y su mudanza ves, estando queda,
¿Por qué de mí te olvidas, y no pides
Que se apresure el tiempo en que este velo
Rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
Y en la tercera rueda
Contigo mano a mano
Busquemos otro llano,
Busquemos otros montes y otros ríos,
Otros valles floridos .y sombríos,
Donde descanse y siempre pueda verte
Ante los ojos míos,
Sin miedo y sobresalto de perderte?—

Nunca pusieran fin al triste lloro
Los pastores, ni fueran acabadas
Las canciones que solo el monte oía,
Si mirando las nubes coloradas,
Al tramontar del sol bordadas de oro,
No vieran que era ya pasado el día.
La sombra se veía
Venir corriendo apriesa
Ya por la falda espesa
Del altísimo monte, y recordando
Ambos como de sueño, y acabando
El fugitivo sol, de luz escaso,
Su ganado llevando,
Se fueron recogiendo paso a paso.
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Mensaje  Habanera Vie Nov 08, 2013 12:50 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Isabel-freyre3

A la Flor de Gnido


Garcilaso de la Vega
(c. 1501–1536)


Si de mi baja lira
Tanto pudiese el son, que en un momento
Aplacase la ira
Del animoso viento,
Y la furia del mar y el movimiento;

Y en ásperas montañas
Con el süave canto enterneciese
Las fieras alimañas,
Los árboles moviese,
Y al son confusamente los trajese;

No pienses que cantado
Sería de mí, hermosa flor de Gnido,
El fiero Marte airado,
A muerte convertido,
De polvo y sangre y de sudor teñido;

Ni aquellos capitanes
En las sublimes ruedas colocados,
Por quien los alemanes
El fiero cuello atados,
Y los franceses van domesticados.

Mas solamente aquella
Fuerza de tu beldad sería cantada,
Y alguna vez con ella
También sería notada
El aspereza de que estás armada;

Y cómo por ti sola,
Y por tu gran valor y hermosura,
Convertida en viola,
Llora su desventura
El miserable amante en su figura.

Hablo de aquel cautivo,
De quien tener se debe más cuidado,
Que está muriendo vivo,
Al remo condenado,
En la concha de Venus amarrado.

Por ti, como solía,
Del áspero caballo no corrige
La furia y gallardía,
Ni con freno le rige,
Ni con vivas espuelas ya le aflige.

Por ti, con diestra mano
No revuelve la espada presurosa,
Y en el dudoso llano
Huye la polvorosa
Palestra como sierpe ponzoñosa.

Por ti, su blanda musa,
En lugar de la cítara sonante,
Tristes querellas usa,
Que con llanto abundante
Hacen bañar el rostro del amante.

Por ti, el mayor amigo
Le es importuno, grave y enojoso;
Yo puedo ser testigo
Que ya del peligroso
Naufragio fui su puerto y su reposo.

Y ahora en tal manera
Vence el dolor a la razón perdida,
Que ponzoñosa fiera
Nunca fue aborrecida
Tanto como yo dél, ni tan temida.

No fuiste tú engendrada
Ni producida de la dura tierra;
No debe ser notada
Que ingratamente yerra
Quien todo el otro de sí destierra.

Hágate temerosa
El caso de Anaxárate, y cobarde,
Que de ser desdeñosa
Se arrepintió muy tarde;
Y así, su alma con su mármol arde.

Estábase alegrando
Del mal ajeno el pecho empedernido,
Cuando abajo mirando
El cuerpo muerto vide
Del miserable amante, allí tendido.

Y al cuello el lazo atado,
Con que desenlazó de la cadena
El corazón cuitado,
Que con su breve pena
Compró la eterna punición ajena.

Sintió allí convertirse
En piedad amorosa el aspereza.
¡Oh tarde arrepentirse!
¡Oh última terneza!
¿Cómo te sucedió mayor dureza?

Los ojos se enclavaron
En el tendido cuerpo que allí vieron,
Los huesos se tornaron
Más duros y crecieron,
Y en sí toda la carne convirtieron;

Las entrañas heladas
Tornaron poco a poco en piedra dura;
Por las venas cuitadas
La sangre su figura
Iba desconociendo y su natura;

Hasta que finalmente
En duro mármol vuelta y trasformada,
Hizo de sí la gente
No tan maravillada
Cuanto de aquella ingratitud vengada.

No quieras tú, señora,
De Némesis airada las saetas
Probar, por Dios, ahora;
Baste que tus perfetas
Obras y hermosura a los poetas

Den inmortal materia,
Sin que también en verso lamentable
Celebren la miseria
De algún caso notable
Que por ti pase triste y miserable.
Habanera
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Mensaje  pinfanilla Vie Nov 08, 2013 12:52 pm

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Stambul:

«Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Allá muevan feroz guerra
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquí tengo por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.

Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.»
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Mensaje  pinfanilla Vie Nov 08, 2013 12:59 pm

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Mensaje  Marghot Vie Nov 08, 2013 5:24 pm

LLANTO DE LAS VIRTUDES Y COPLAS POR LA MUERTE DE DON GUIDO
ANTONIO MACHADO (1875 - 1939)

Al fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!

Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.

Dicen que tuvo un serrallo
este señor de Sevilla;
que era diestro
en manejar el caballo
y un maestro
en refrescar manzanilla.

Cuando mermó su riqueza,
era su monomanía
pensar que pensar debía
en asentar la cabeza.

Y asentóla
de una manera española,
que fue casarse con una
doncella de gran fortuna;
y repintar sus blasones,
hablar de las tradiciones
de su casa,
a escándalos y amoríos
poner tasa,
sordina a sus desvaríos.

Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
—¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.


Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.

Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?

¿Tu amor a los alamares
y a las sedas y a los oros,
y a la sangre de los toros
y al humo de los altares?

Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!...
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.

¡Oh las enjutas mejillas,
amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
sobre el pecho;  
metido en tosco sayal,
las yertas manos en cruz,
¡tan formal!
el caballero andaluz.
     
********************
Me encanta la poesía de Machado y la versión que hizo Joan Manuel Serrat de ella.

Marghot
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LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Empty GUTIERRE DE CETINA

Mensaje  Habanera Vie Nov 08, 2013 9:22 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA 1216238611056_f


Madrigal

Gutierre de Cetina
(1518-1572)

Ojos claros, serenos,
Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuando más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
No me miréis con ira,
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, miradme al menos.
Habanera
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LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Empty FRAY LUIS DE LEÓN

Mensaje  Habanera Dom Nov 10, 2013 7:47 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Fray_luis_leon-300x300

Vida Retirada

Fray Luis de León
(1527-1591)

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?
¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡oh secreto seguro deleitoso!
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestüoso.

Un no rompido sueño,
Un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar suave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno arbitrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas sin testigo
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto
que con la primavera,
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
de ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de 'verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso ruido
que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me baste, y la vajilla
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable?
mente se están los otros abrasando
en sed insaciable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce acordado
del plectro sabiamente meneado.
Habanera
Habanera
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LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Empty Re: LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA

Mensaje  Habanera Dom Nov 10, 2013 7:53 pm

LAS MEJORES POESIAS DE LA LENGUA CASTELLANA Salinasfrancisco
Francisco Salinas, Músico organista.

A Don Francisco de Salinas

Fray Luis de León
(1527-1591)

El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.

A cuyo son divino
mi alma que en olvido está sumida,
torna a cobrar el tino,
y memoria perdida
de su origen primera esclarecida.

Y como se conoce,
en suerte y pensamientos se mejora;
el oro desconoce
que el vulgo vil adora,
la belleza caduca engañadora.

Traspasa el aire todo
hasta llegar a la más alta esfera,
y oye allí otro modo
de no perecedera
música, que es de todas la primera.
Ve cómo el gran Maestro
a aquesta inmensa cítara aplicado,
con movimiento diestro
produce el son sagrado
con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta
de números concordes,
luego envía consonante respuesta,
y entrambas a porfía
mezclan una dulcísima armonía.

Aquí la alma navega
por un mar de dulzura,
y finalmente en él así se anega,
que ningún accidente
extraño o peregrino oye y siente.

¡Oh desmayo dichoso!
¡oh muerte que das vida! ¡oh dulce olvido!
¡durase en tu reposo
sin ser restituido
jamás a aqueste bajo y vil sentido!
A este bien os llamo,
gloria del Apolíneo sacro coro,
amigo, a quien amo
sobre todo tesoro;
que todo lo demás es triste lloro.

¡Oh! suene de contino,
Salinas, vuestro son en mis oídos,
por quien al bien divino
despiertan los sentidos,
quedando a lo demás amortecidos.
Habanera
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