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Los celos en la copla española

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Los celos en la copla española Empty Los celos en la copla española

Mensaje  Guasón Miér Jul 10, 2013 9:05 am

Hay una interesante matización con respecto al concepto de los celos en las letras de Rafael de León, porque, en sentido lato, tal como aparece en la tercera acepción de esa voz en el DRAE, los celos son el “recelo que alguien siente de que cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda, llegue a ser alcanzado por otro” (147). Pero los celos en las coplas de León llegan más allá, para ser mímesis clara de aspectos adversos de la vida. Los celos son negros, color que siguiendo la simbología tradicional se entiende como lo negativo, simboliza las tinieblas, el caos, lo inconsciente, la sombra, la noche, la tentación, la muerte, el mal, el infierno, la angustia, la tristeza, la nada; es color del duelo sin esperanza, del dolor, de la pérdida definitiva, de la condenación, de la impureza. Este negro, símbolo de todo lo negativo nos es cotidiano en expresiones como: estar negro, tener nubes negras, tener un negro pensamiento, ser la oveja negra, ser la bestia negra, verlo todo negro, tener un humor negro, tener la negra, pasarla negras, tener un día negro.

[...] -Por mor de los negros celos,
sabiendo que te camelo,
me tienes desampará. [...]
Por mor de los negros celos
tendió El Ruiseñor el vuelo
y verla no quiso más. [...]
(Dolores La Golondrina)

[...] El pelo como la mora,
los ojos como los celos, [...]
¡Qué vivan los ojos negros,
negros, negritos de La Caramba! [...]
(La Caramba)

...Negro pelo, negro pelo
que trasmina a menta y limón,
negros ojos, negros celos,
primo hermano de mi corazón. ...
(Un rojo, rojo clavel)

147 En J. Ortega y Gasset, Estudios sobre el amor , Óptima, 1998, págs. 61-62, “el amor ama porque ve que el objeto es amable, y así resulta para el amante la actitud ineludible, la única adecuada al objeto, y no comprende que los demás no lo amen –origen de los celos, que, en cierto giro y medida, son consustanciales al amor.”


Los celos existen porque existe el amor, sin amor no hay celos. El amor se convierte en un amor doloroso, no placentero, a causa de los celos, aunque en las letras de León los celos llegan a ser estilísticamente bellísimos. En los textos aparecen Otelos y Desdémonas, no Romeos ni Julietas.


[...] El cariño son los celos,
es un llanto sin pañuelo
y una corona de espinas. [...]
El cariño no es el cielo
con nubes de purpurina,
el cariño son los celos,
es un llanto sin consuelo
y lo demás son pamplinas.
(Sólo vivo pa quererte)

Cantaba la Mariana con voz de pasión y celos:
-¡No hay pena como la mía! [...]
(La Mariana)

[...] Y como un gemir de celos
mientras las palmas sonaban,
se oyó en el aire una copla
que un guapo mozo cantaba: [...]
(Romería de Quintillo)

[...] A la fuente del Potro
voy con mi niño
que se muere de amores
por mi cariño,
mas si en su agüita clara
me miro yo al pasar,
se le pone enseguida blanca la cara
pues tiene celos
pa da y tomar. [...]
(Coplas del Burrero)

[...] hasta que una noche con rabia de celos
a La Zarzamora pillaron llorando.
(La Zarzamora)

[...me bebo en tus labios la muerte y la vida,
y con tus achares, ceguera y tormento. [...
(Tú a mí no me quieres)

[...] Es como si los cimientos
me sacudiera un ciclón,
como si llevara un perro
colgado del corazón. [...]
(Celos)

[...] Duérmete, luna morena,
duérmete, rosa de abril,
mientras yo duermo estos celos
y este amargo desconsuelo
que no me dejan vivir.
(Duérmete lunita clara)

[...] Yo me bordé un pañuelo
de seda fina,
para llorar de celos
por las esquinas. [...]
(Puente de plata)

[...] Martirio, reja y cordeles
no tienen comparación
con tanto como me duele
de celos el corazón. [...]
Igual me acuesto que me levanto,
pues estos celos son mi castigo. [...]
(Dolores La Golondrina)

[...] Como yo por aquel hombre de cariño estaba loca,
los consejos que me dieron no los quise ni atender
porque luego, ante mi llanto, con las mieles de su boca
me borraba aquellos celos que me hacían padecer. [...]
(La jota de mi balcón)

[...] Pero el querer de un hombre cambió su sino,
que de pasión ardiente la volvió loca,
y una copla en sus venas se abrió camino
como potro de celos que se desboca. [...]
(Bajo un limón limonero)

[...Salgo por las noche solo
porque estoy atormentaíto por unos celos,
porque no quiero ahogarla
con la trenza de su pelo,
-de su pelo negro, Dios mío, qué pelo. [...
(Carcelero, carcelero)

[...] Señora,
sufriendo celos mortales
igual que una reina mora. [...]
(Reina y señora)

Los celos aparecen ante la posibilidad de la pérdida del amor que es claramente un instinto posesivo. La pérdida puede ser real: “No te mires en el río”, “La Rajahdesa”, “Cárcel de oro”, “Te lo juro yo”, “Celos”, “La Ruiseñora”, “Rondalla de celos”, “Salomé”, “Reina y señora”, “Pozo de muerte”, “Duérmete lunita clara”, o imaginaria: “Romería de Quintillo”, “Coplas del Burrero”, “No me digas que no”, “Me embrujaste”. Tanto la una como la otra llevan a la desesperación. Hasta un río, por el recurso de la personificación, puede mostrarse celoso:

[...] Ay, ay, ay, ay,
¡Cómo se la lleva el río!
Ay, ay, ay, ay,
¡Lástima de mi querer!
Con razón tenía celos de él. [...]
(No te mires en el río)

La hija del Rajah de Kapurtala, [...]
yo soy, que viene a España por un hombre
que le sepa apagar su sed ardiente.
Yo tengo en el harén catorce esclavos
que obedientes se postran ante mí, [...]
Un indio sesentón, mi viejo esposo,
a solas no me deja ni un momento,
y como me resulta tan celoso
siempre gozo mirando su tormento. [...]
(La Rajahdesa)

[...] Pero a mí desde el principio me cansaba tu ternura,
me agobiaba aquel encierro que me impuso tu pasión,
y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón: [...]
(Cárcel de oro)

[...] Ya no eres el mismo que yo conocía
el que no veía na más que por mí.
Que ahora vas con una distinta ca día
y en cambio yo muero de celos por ti. [...]
(Te lo juro yo)

[...] ¡Y una muerte repentina,
cuando me empecé a encontrar
los celos por las esquinas!
Celos cuando estoy contigo
y cuando de mí te vas.
Celos de noche y de día
y celos de madrugá. [...]
Riña de guapos en un puerto
que ni siquiera fue por mí. [...]
(Celos)

[...] Al Tres de Espadas corrió celosa
con la carita despavorida
y vio a su Paco que con la Rosa
en una mesa se divertía. [...]
(La Ruiseñora)

Aquí tienes niña hermosa, las guitarras a tu puerta,
pero falta en la rondalla el galán de tu pasión,
y en su puesto hay una maña que de celos viene muerta
a decirte dos palabras corazón a corazón.
Tú no sabes que ese hombre que te ronda enamorado,
y al que tú, tras de la reja, no te cansas de escuchar,
va a hacer ya casi dos años que un cariño me ha jurado,
nada menos que delante de la Virgen del Pilar. [...]
(Rondalla de celos)

Por Juan Romero, rumí de Oriente,
bebe los vientos la Salomé, [...]
Y José, que bien la quiere,
al verla que está penando
aunque de celos se muere,
así le dice cantando: [...]
(Salomé)

[...] Toma este pañuelo.
¿Quién te lo ha prestado?
No me gastes bromas para darme celos.
¡Qué susto me has dado! [...]
(Tú eres mi marido)

Sin amor, por razones de estado,
Don Alfonso se ha vuelto a casar,
y Madrid por entero ha notado
que a Mercedes no puede olvidar. [...]
Señora,
sufriendo celos mortales
igual que una reina mora. [...]
(Reina y señora)

[...] Miró la guapa moza aquel a quien quería,
una nube de celos sobre sus ojos vio
y porque no pasara lo que ella presentía,
altiva y desdeñosa, el baile no aceptó.
Y como un gemir de celos
mientras las palmas sonaban,
se oyó en el aire una copla
que un guapo mozo cantaba: [...]
(Romería de Quintillo)

[...] No tengas celos de mí,
que es un pecado mortal [...]
No tengas celos de mí,
ni dudes de mi querer,
que si yo vivo y si muero
es porque te quiero
de veras, gaché. [...]
(No me digas que no)

[...] ¿Por qué yo tengo la corazoná
de que vas a darme sentencia de cruz?
Me miraste -me miraste
Y al punto mis ojos de frente a los tuyos
brillaron de celo. [...]
(Me embrujaste)

[...] Por eso cuando en las tardes -¡ay que sí!-
por sus orillas volaba -pío, pon-,
el Guadalquivir celoso -¡ay de mí!-
como un novio le cantaba: -¡ay mi corazón! [...]
(La paloma y el río)

¿Cómo quieres que no esté celosa
si estoy viendo cosas
que son mi castigo? [...]
(Pozo de muerte)

[...] Duérmete, luna morena,
duérmete, rosa de abril,
mientras yo duermo estos celos
y este amargo desconsuelo
que no me dejan vivir.
(Duérmete lunita clara)

Como se ha podido comprobar en las letras anteriores y en las que siguen, los celos no entienden de sexo, no discriminan, afectan tanto a ellas como a ellos; no entienden de clases sociales. La juventud, la belleza, el deseo de libertad, un cambio de actitud de la amada, la mirada de otro hombre, un río, el agua de una fuente, unos ojos, el color del pelo del amado, la luna pueden dar lugar a esos negros celos, al igual que si se descubre al amado con otra, o se pelea por la amada, o vuelve tarde a casa, o se muestra indiferente, o simplemente se sospecha la traición aunque ésta no llegue nunca.
Los celos tampoco entienden de horario, pueden sentirse en cualquier momento:

[...] Celos de noche y de día
y celos de madrugá. [...]
(Celos)

El veneno y la muerte son preferibles a los celos.

[...] con tanto como me duele
de celos el corazón.
Veneno que tú me dieras,
tomara de medicina.
Viviendo de esta manera,
la muerte es el bien que espera
Dolores –ay, mi Dolores-
Dolores La Golondrina. [...]
(Dolores La Golondrina)

Los celos matan sin necesidad de arma, ellos mismos son el arma más poderosa.

[...] Y José, que bien la quiere,
al verla que está penando,
aunque de celos se muere,
así le dice cantando: [...]
(Salomé)
[...] Que ahora vas con una distinta ca día
y en cambio yo muero de celos por ti. [...]
(Te lo juro yo)

[...] ¡Y una muerte repentina,
cuando me empecé a encontrar
los celos por las esquinas! [...]
¡Desde que te he conocido
me están matando los celos! [...]
(Celos)

Aquí tienes, niña hermosa, las guitarras a tu puerta,
pero falta en la rondalla el galán de tu pasión,
y en su puesto hay una maña que de celos viene muerta [...]
(Rondalla de celos)

¿Dónde se localizan los celos? “dentro del sentido”, “en la raíz del pelo”, en el corazón, en los ojos, en la garganta, por las esquinas. No tienen una ubicación definida. Están en el aire como en la comedia clásica.

[...] cuando me empecé a encontrar
los celos por las esquinas! [...]
Celos dentro del sentido
y hasta en la raíz del pelo. [...]
(Celos)

[...] Que tengo un nido de pena y celos en la garganta, [...]
(La Ruiseñora)

Cuando él se siente celoso es frecuente que encierre a la amada y no deje que sea vista por nadie e, incluso, que mate al hombre por el que se siente celoso, puede volverse loco, abandonar a la causante de sus celos, darse a la bebida, o levantar falsos testimonios contra ella.

[...] Pero a mí desde el principio me cansaba tu ternura,
me agobiaba aquel encierro que me impuso tu pasión,
y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón: [...]
(Cárcel de oro)

[...] Cuando llegaba la noche
llegaba también su novio
que junto a la celosía
cantaba siempre celoso:
Me da miedo, mucho miedo,
me da miedo de la luna.
Échate un velo a la cara,
cubre tu piel de aceituna;
apaga tus verdes ojos
que son toda mi fortuna, [...]
(Me da miedo de la luna)

[...] Y mientras ella baila sin velos,
Juan El Romero de allí se va.
José lo sigue, loco de celos,
y entre la sombra brilla un puñal. [...]
(Salomé)

[...] Por mor de los negros celos
tendió El Ruiseñor el vuelo
y a verla no quiso más.
Y en las tinieblas del aguardiente
igual que un loco pronto se hundió;
noche tras noche lo ve la gente
hablando a solas con su dolor. [...]
(Dolores La Golondrina)

[...] No tengas celos de mí,
que es un pecado mortal
eso que estás tú pensando
y vas publicando
de mi voluntad. [...]
(No me digas que no)


La mujer, cuando se siente celosa, puede buscar a la que le causa ese dolor y amenazarla con la muerte o con hacer que pierda su reputación, puede echarse la culpa del desapego de él por descuido y exceso de confianza de ella, puede estar celosa con o sin el amado.

[...] Yo he venido a convencerte de que debes olvidarlo
y aventar como cenizas la esperanza de ese amor;
esto, maña, es un consejo; que, si no quieres tomarlo,
vas a ver rodar tu fama de zaguán en corredor.
Mas, si llego a convencerme que eres tú quien lo sonsaca,
quien lo vuelve medio loco con tus artes de mujer,
por mi madre te lo juro que, sin gritos ni sin faca,
con mis manos yo te arranco la raíz de tu querer. [...]
(Rondalla de celos)

[...] Que ahora vas con una distinta ca día
y en cambio yo muero de celos por ti.
Claro que la culpa de que esto pasara
no la tuvo nadie, nadie más que yo.
Yo que me reía de que esto acabara
y luego he llorado porque se acabó.
(Te lo juro yo)

[...] Celos cuando estoy contigo
y cuando de mí te vas. [...]
(Celos)

El que siente los celos puede colmar de amargura al otro y por este motivo se produce el alejamiento e incluso el abandono.

[...] y una noche en que tus celos me colmaron de amargura
con la hiel de mis palabras yo maté tu corazón: [...]
Y con prisas por dejarte yo me fui por los caminos, [...]
(Cárcel de oro)

En algunas ocasiones la mujer puede gozar con el tormento de su marido celoso, o hacer lo posible para no provocar los celos, aunque sea inútil.

[...] Un indio sesentón, mi viejo esposo,
a solas no me deja ni un momento,
y como me resulta tan celoso
siempre gozo mirando su tormento. [...]
(La Rajahdesa)

[...] No tengas celos de mí,
que es un pecado mortal
eso que estás tú pensando
y vas publicando
de mi voluntad.
No tengas celos de mí,
ni dudes de mi querer,
que si yo vivo y si muero
es porque te quiero
de veras, gaché. [...]
(No me digas que no)

[...] Miró la guapa moza a aquel a quien quería,
una nube de celos en sus ojos vio
y porque no pasara lo que ella presentía,
altiva y desdeñosa, el baile no aceptó. [...]
(Romería de Quintillo)

Los celos, hiperbólicos y sin mesura, constituyen la ocasión para que de la boca de los amantes surja la queja, el reproche, la maldición. Ni él ni ella provocan celos para atraer a la persona amada. Provocar los celos nunca es un recurso para encadenar la voluntad amorosa o para no perderla. No se simulan inclinaciones hacia otras personas; tanto el desvío amoroso como los celos son auténticos. Los celos pueden curarse con los besos de la persona que los provoca.

[...] Como yo por aquel hombre de cariño estaba loca,
los consejos que me dieron no los quise ni atender
porque luego, ante mi llanto, con las mieles de su boca
me borraba aquellos celos que me hacían padecer. [...]
(La jota de mi balcón)

Aunque los celos no se pueden controlar, en “Puente de plata” se observa cómo la protagonista piensa fríamente y llega a la conclusión de que no hay porqué sentirlos pues si un amor termina no hay que morirse ya que otro amor llegará.

...Yo me bordé un pañuelo
de seda fina,
para llorar de celos
por las esquinas.
Pero luego, sentrañas,
me lo he pensado,
y lo que es mis pestañas
no se han mojado.
Cuando un querer concluye – moreno
Nadie se mata.
A enemigo que huye,
puente de plata.
Dicen que vas diciendo,
Manuel Carmona,
que sigo mueriendo
por tu persona.
Te has equivocaíto
de parte a parte,
tengo ya otro mocito
para olvidarte.
Y por si éste no fuera
como es debido,
tengo a un niño de Utrera
comprometido. ...
(Puente de plata)

Los celos pueden atacar incluso cuando se está durmiendo.

Cuando de veras se quiere
el miedo es tu carcelero,
y el corazón se te muere
si no te dicen “te quiero”.
Y cualquier cosa te hiere
como a mí me está pasando,
que me despierto llorando
con temblores de agonía,
porque tus ojos, mi vida,
y ese color de tu pelo
aun dormida me dan celos, [...]
(Tengo miedo)

Fin
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