Se llama copla democrático


Unirse al foro, es rápido y fácil

Se llama copla democrático
Se llama copla democrático
¿Quieres reaccionar a este mensaje? Regístrate en el foro con unos pocos clics o inicia sesión para continuar.

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Página 12 de 40. Precedente  1 ... 7 ... 11, 12, 13 ... 26 ... 40  Siguiente

Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 06, 2019 10:34 am



Las ordenes que envía el cerebro a los diferentes órganos del cuerpo, no siempre son vistas con las misma percepción...



Mi herida no para de sangrar

Después de pensar y leer de pasada algunas cosas al respecto, llego a la conclusión de que todo lo trascendente en nuestra vida tiene su origen en hechos banales. Es difícil, a veces imposible, recordar el principio, la causa primera de los fenómenos que nos van a marcar de por vida. Sólo podrían ser tres o cuatro los importantes de verdad


En mi caso, sin embargo, recuerdo perfectamente cómo descubrí el principio de mi herida. Y no creo que mi caso sea un caso singular. Lo que pasa es que no todas las personas se observan y se estudian a sí mismas.

Ahí va mi historia….

Un día, una vez que entré al cuarto de baño de casa, vi que en el espejo se reflejaba un pequeño rasguño, no mayor que una uña, que de pronto me había aparecido en el pecho, un poco más arriba del corazón. En principio no le eché cuenta porque no recordaba cómo me lo había hecho y además por su perfecta posición vertical. Al día siguiente lo olvidé por completo.

Hasta que, al cabo de una semana, una sensación molesta, que no llegaba al picor, me recordaba su presencia. Me sorprendía a mí mismo frotándome por encima de la camisa, como en un acto reflejo similar al que provocan los insectos sobre la piel. Pero cuando me miré de nuevo al espejo, no podía ocultar que quedé estupefacto por lo que veía: el rasguño se había extendido hasta la longitud de un dedo índice, y la piel de su alrededor aparecía enrojecida. Desinfecté esa parte a conciencia, más sorprendido que inquieto, pues pensaba en una pregunta para la que no tenía una respuesta. “¿Cómo se ha alargado de esta forma sin que me haya dado cuenta?”.

Lo cierto y verdad es que en este periodo de mi vida tenía mucho trabajo, siempre estaba con decenas de pequeñas, y no tan pequeñas tareas pendientes, de toda índole. Por esto, y porque soy poco dado a las hipocondrías, creo que este extraño suceso quedó en un segundo plano debido la acelerada rutina de los días cargados de responsabilidad, días que parecían misérrimos manojos de horas conseguidos en la beneficencia, en lugar de días auténticos.

La preocupación me llegó por sorpresa en la oficina, y fue al bajar un archivador de una estantería. Un perfecto círculo de sangre, pequeño pero evidente, crecía en la pechera de la camisa. Corrí al aseo impulsado por la angustia. Ya en él, desabroché los botones de la camisa. Involuntariamente di un paso atrás. El rasguño era ahora una ranura en la carne de un horrendo tono purpúreo. En su parte media, gotas de sangre manaban deslizándose por la ranura hacia abajo. Me limpié y me lavé como buenamente pude y volví a mi tarea, pero con la cabeza como una centrifugadora desrielada. Quedaba ya poco tiempo para salir. Nadie me hizo comentario sobre mi camisa mojada de agua y manchada de rojo.

Cuando llegué a casa, otra vez tuve que afrontar, ahora desde un prisma penoso y absurdo, mi relación con mi esposa. Estábamos atravesando una de nuestras fases de distanciamiento; los últimos veinticinco días no nos hablábamos: encontronazos, discrepancias… que conformaban el quid de nuestra crisis, que se había enrevesado y solidificado de tal manera que no había por donde cogerla, y a esto que llego yo con mi camisa manchada de sangre por una herida que no dejaba de crecer, pero que no tenía un motivo claro…

____Mira cómo me he puesto la camisa –me atreví a decirle.
____Yo la veo bien –dijo tras un leve vistazo.

Volvíamos a las trincheras. Un día más.
____¡¿Y esto también lo ves bien? –chillé, mostrándole el sangrante tajo púrpura.
____¡Oye, a mí no me grites, ¿vale?! –y reaccionó con ira-. ¡Si has tenido un mal día lo pagas con otra! ¡¿Te enteras?! ¡Eres insoportable! –y, sin más, dio un portazo y se fue. Suponía que a su trabajo.

Me quedé solo en mi casa, en pie, como un patético Cristo mirándose una línea de sangre que rodeaba desde el esternón hasta el ombligo.

Volví a curarme. Pero, esta vez, al verla más de cerca, no podía evitar un escalofrío. Era una herida salvaje, que no se parecía a nada que antes hubiese visto, como si la carne se hubiese abierto hacia afuera. Ni cortada, ni quemada, abierta. Y en todo el tiempo no había dejado de sangrar; de hecho, sangraba más.

Para mayor extrañeza, no me sentía en absoluto débil o mareado, algo que hubiese sido lo normal por esa pérdida imparable de sangre. En dos segundos transformé la blancura del lavabo en una siniestra carnicería. Mi cuerpo se activó con mil alarmas. Presioné la herida con cuantas vendas podía, y después salí de mi casa, corriendo e invadido por el pánico, y a la vez calculando mentalmente cuánto tardaría en llegar a urgencia intentando adivinar la cantidad de sangre que un hombre puede perder antes de caer muerto.

Pero, tal vez, no fue buena idea echar a correr. Mi corazón comenzó a bombear con fuerza, y la sangre se disparaba como un cañón del infierno al exterior. Las vendas pasaron a ser un asqueroso amasijo sanguinolento que chorreaba al compás de mi carrera desesperada.

____¡Socorro, socorro! ¡Ayúdenme, por favor! –gritaba tan alto como podía-. ¡Estoy desangrándome…!

Pero la gente, en lugar de acercarse a prestar auxilio a uno en riesgo de muerte, se apartaba. ¡Se apartaba! ¿Qué temían de un hombre herido? ¿Cómo se supone debe pedir ayuda uno que está muriéndose sin sobresaltar a nadie? Mientras corría se me iban saltando las lágrimas de puro miedo, de impotencia. La sangre manaba libre y sin freno, como un río innatural. Nadie en la tierra ha albergado jamás semejante cantidad de sangre en su cuerpo. Algunos transeúntes se habían detenido, pero sólo para mirarme, a mí, pero no al caudal aterrador que iba vertiendo por la calle, encharcando todo a mi paso, como un horror imposible escapado del inframundo. ¡Me miraban sólo a mí, como si yo fuese un pobre loco! Nunca antes había sentido tan claramente la profunda soledad en la que todos nos encontramos.

Me detuve un poco a recobrar aliento, justo ante la puerta del ambulatorio, con las manos en las rodillas, mientras que de mi pecho seguía manando un río inagotable de sangre. Jadeando entré al edificio, casi sin fuerza ya:

____Un médico, por favor –me escuché decir.

Ahora me atendieron urgentemente, llevándome sin pérdida de tiempo a una sala interior. Pienso que sería por mi aspecto de desesperación por entrar con el pecho al descubierto y un caminar tambaleante, y no por lo horrible de mi herida, a la que nadie hacía el más mínimo gesto por impedir aquel desangramiento masivo. Sólo las vendas empapadas, que continuaban apretando, se interponían entre la sangre y el exterior.

Tras sentarnos, el médico me habló:

___Dígame, ¿qué le ocurre?

Todos habían perdido la cabeza. O la estaba perdiendo yo.

____¿Usted tampoco ve el río de sangre que brota de mi herida? –y las paredes me daban vueltas-. ¿Es que no está viendo cómo estoy poniendo todo? ¿O es que me están tomando el pelo? ¡Haga algo, por favor! –ya no podía más.

Durante largos segundos, aquel doctor me escrutaba con ojos analíticos. Eran unos ojos que ya habían observado a miles de pacientes, a lo largo de años.

Después de su extensa observación, me dijo con rotunda determinación:

____Usted no tiene ninguna herida en el pecho, señor.
____¡¿Qué?! –no podía creer la ofensa que estaba oyendo.

Sin pensar, cogí la bola de vendas y la estampé con toda mi fuerza contra la mesa. Hizo un tremendo ruido de impacto húmedo, que salpicó toda la sala y a nosotros, y más al médico. Mi mano izquierda ocupó el lugar de las vendas, pero la sangre seguía escapándose entre mis dedos.

El médico no se esperaba eso. Creo que, gracias a su profesionalidad, tardó poco en recuperarse de la impresión.

Con voz pausada, tranquilizadora, me hizo una oferta:
____Si usted me lo permite, le daré una prueba irrefutable de que no tiene ninguna herida y de que, por supuesto, no estamos aquí para divertirnos a su costa. Si luego de esta prueba sigue pensando igual, tendré que reconocer esa enorme herida que no deja de sangrar y que por tanto debía de haberle matado hace varias horas.

____De acuerdo, doctor.

De repente tuve la sensación de que todo esto era una vuelta de tuerca más en esta confabulación, esta broma inhumana, pero decidí seguirle el juego, y tal vez así, de él consiguiese ayuda.

____¿Cuál es esa prueba?

Abrió las puertas de un armario para guardar el instrumental que tenía tras sí. En su cara interior, cada una de las puertas estaba revestida por una lámina de espejo.

Mi propia imagen me impactaba de pleno. Estaba demacrado, mostraba un aspecto horrible. Veía mis manos, la una sobre la otra, haciendo presión, los huesos de las costillas se me marcaban en la piel. Pero no había herida y ni gota de sangre por ninguna parte. Y mientras veía atónito aquel reflejo, seguía sintiendo un fluir de la sangre entre los dedos. Sangre que no aparecía en el espejo.

____¿Me cree ahora? –me preguntó, sonriendo débilmente.
____No se ve nada –musité.
____Claro, hombre. Tranquilícese, su vida no corre peligro.

La evidencia irrefutable que mostraba la imagen del espejo contradecía la sensación que me transmitía mis manos, antebrazos y el resto del cuerpo, que eran bañados por la sangre que seguía manando.

Eché la vista abajo, y la sangre seguía ahí, tan roja ella. En modo alternativo miraba mi cuerpo y el espejo, mis manos y el espejo, mi apelmazado pantalón y el espejo, varias veces, y el resultado persistía. Percibía dos realidades contradictorias a la vez.

____¿Co…cómo es… posible… doctor? –tartamudeé-. ¿Qué me está ocurriendo?
____No se preocupe más. Dígame, ¿cómo se ve en el espejo?
____Limpio de sangre.
____Bien, eso es lo más importante. Yo también le veo así.
____Pero sigo sangrando. Es lo que siento, es lo que estoy viendo ahora mismo en cuando dejo de mirar el espejo. Todo sigue manchado de sangre…
____¿Puedo preguntarle si ha consumido drogas?
____Ni siquiera fumo, ni bebo alcohol.
____Vamos a ver, señor… ¿Considera usted que ahora está viviendo una fase de su vida especialmente estresante?
____Sí, así es.

El charco bajo mi silla se extendía a una velocidad inexorable.

____Ya… Comprendo…
____¿Cómo es posible ver y sentir de una forma constante lo que no existe? –mi voz temblaba. Estaba muerto de miedo.
____Verá usted, el cerebro no es un órgano infalible. A veces yerra. La mente puede sufrir un amplio abanico de trastornos de gravedad y sin posibilidad de tratamiento. Comprendo que esta alucinación que le aqueja es, además de muy particularmente elaborada, angustiosa en extremo. Pero no tiene que preocuparse. Hay casos con peor pronóstico que el suyo. Usted sabrá que de ser real su hemorragia, sería mortal de necesidad, ¿no?
____Eh… claro.
____Y usted ve en el espejo que se trata de un error subjetivo en la percepción de su cuerpo. ¿No es así?
____Aún me cuesta creerlo, pero sí, así es.
____Por eso le digo que no tiene por qué preocuparse. La elaboración podría haber sido mayor de seguir viendo la herida también en la imagen del espejo.
____¿Cree usted entonces que algún día dejaré de ver todo esto? –me volví a mirar, asqueado, en el espejo.
____Seguro. Pero ahora debe darse tiempo, tener paciencia, por muy nítida que sea su percepción. Debe acostumbrarse, y quitarle importancia hasta que desaparezca. Esto es más normal de lo que la gente cree. Se trata de una reacción psicosomática causada por estrés y puede adoptar muchas formas: ceguera, parálisis, tartamudeo. En su caso se ha manifestado así, pero podría haber sido de cualquier otra manera. Un estrés puede llegar a ser terriblemente dañino.
____Es increíble… -susurré, mientras el suelo se alfombraba de rojo.
____Bien. Ahora le pasaré con un colega –me anunció levantándose de su sillón-. El doctor Santos, aquí al lado. Es bueno en su trabajo, y no lo digo porque sea amigo –sonrió amable-. Siga al pie de la letra las indicaciones que le dé, y ya verá como pronto todo esto quedará en un mal recuerdo.
____Gracias –le tendí la mano con reserva, sabiendo que le ponía en el compromiso de ensuciarse con el apretón, como de hecho pasó. Pero parecía no importarle.
____Venga, le acompaño -sus pasos chapoteaban en el suelo.
____Disculpe doctor. ¿Podría prestarme una bata o algo para cubrirme? -me sentía indefenso, un estúpido.- Mañana se la traeré. Impoluta, por supuesto.
____Claro, hombre. Y así de paso me cuenta que tal le ha ido.
____Gracias por todo, doctor.

Me llevó a la sala de su amigo. Entró antes para hablar en privado con él y después me hizo pasar.

____Cuídese –se despidió al pasar junto a mí con una palmadita en la cara, dejando su huella de sangre en la reluciente bata que me había facilitado.

Pasaron muchos meses y muchas cosas desde aquel aciago día que no debió existir. Meses de terapia, fármacos, cambios vitales. Me divorcié, me despidieron del trabajo y tratamientos variados. Aseguro que escasas veces he puesto tanto empeño en un trabajo: curarme. Empero, el doctor se equivocó. La herida no ha dejado de sangrar un solo instante desde el día que se abrió. En todo este tiempo, sin duda, he crecido como persona. En esto sí que puedo afirmar que mis terapeutas me han ayudado en gran medida, que no en devolverme a mi estado de conciencia anterior.

Puede uno llegar a acostumbrarse a ensangrentar todo a su alrededor, si los que le rodean actúan sin prestarle atención. Dicen qué a toda persona en algún momento de su vida, le toca sufrir una herida que transforma todo lo que llega después.

Cuentan que la cuchilla que la abre suele ser un hecho pequeño, un pensamiento inconsciente, el residuo de un sueño, un gesto de alguno, y que desde entonces dejamos de ser quienes estábamos destinados a ser. Esta herida es interna, aunque puede que sea yo una extraña excepción de una regla inexistente, y es el propio cuerpo el que se encarga de que seamos ignorantes a la hemorragia de esta herida, fagocitando la sangre oscura de nuestra identidad originaria, que vive moribunda junto a nosotros, hasta que morimos. Un lamento sempiterno y sin consuelo. Sólo cuando el cuerpo falla o la sangre es mucha, llega a nuestra consciencia en forma de tristeza, pero sin causa aparente.

Creo con firmeza en esa hipótesis, y no por su sentido poético, ni por una afinidad con mis creencias, sino por la experiencia trascendente que viví; una visión que no se vuelve a repetir, como la única oportunidad que se me otorgó para contemplar la realidad, más allá de mis sentidos, y que fue así:

Me encontraba en los primeros meses del tratamiento. Era una tarde del mes de Junio. Andaba por las calles enseñando de nuevo a mi mente a pensar y a dirigir la atención hacia ideas y hechos distintos a mi perpetuo y constante derramamiento de sangre. Como si un velo que sólo yo veía transparente, hubiese caído encima de mis ojos.

Frente a mí, descubrí un mundo superpuesto, el que ya conocía y moraba. Al igual que mi herida siempre había estado ahí, aunque no lo percibiese, quedé paralizado ante la enorme revelación. En un segundo mis fosas nasales se saturaron con una fuerte vaharada de hedor a plasma sanguíneo, cual cobre quemado. Las ventanas de los edificios lloraban un fino manto de líquido rojo que fluctuaba a la luz del sol. De sus balcones, cornisas, tejados o de todo a la vez, como en los días de tormenta, chorreaba la sangre con estrépito, convirtiendo las calles en ríos espesos. Y salvo los niños, los adultos que alcanzaba mi vista sangraban profusamente. Algunos, como mi caso, desde una herida en el pecho; otros, desde la mitad de la frente bañándose del pelo a los pies en una siniestra ablución. Las madres empujaban los cochecitos de sus bebés como mártires lapidadas. Los buses circulaban como depósito rodante de sangre, cuyo nivel máximo se podía ver en los cristales y al llegar a una parada se liberaban de pasajeros como una suerte de menstruación aberrante; salpicaban los coches a los transeúntes, sin que nadie protestase; las alcantarillas vomitaban un exceso inasumible, un avión cruzaba el cielo con su estela blanca y fina nube rojiza pegada al fuselaje.

La imaginación no puede fabricar por sí misma la oscura grandiosidad de lo que vi. Imposible. Y allí, en la mitad de una escena infernal e inconcebible en otros tiempos, me sentía por primera vez desde que mi pesadilla empezó, acompañado. Hasta ese momento sabía que era un miembro de la sociedad, pero no era hasta ahora que me sentía irrevocablemente dentro de la misma. Tras esta imagen, el velo retornó a mis ojos. No volví a ver nunca a mi ciudad sangrar.

Aquel médico, que indudablemente tenía sus propias teorías, se equivocó conmigo (a veces hasta los médicos más doctos yerran). Mi herida no ha desaparecido con el tiempo, ni mi sangre ha dejado nunca de verter. Y mi visión no era un trastorno de la percepción o de los sentidos, sino un don, un don único y desconocido y sólo concedido por el don de la Naturaleza (o de Dios, según los creyentes como yo).


Y de cuyo don ignoro por su propósito final, como también ignoro el mensaje último que contiene, pero lo que sé es que voy a dar las gracias todos los días a Nuestro Señor por haberme permitido ver y comprobar lo que el resto de la humanidad por sí misma jamás podrá llegar a ver y comprobar

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Este_b10






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 06, 2019 11:08 am


El amor es un dios poderoso, pero también un dios escurridizo...


Mi imagen en el espejo

El bueno de mi padre me enseñó todo lo que sé, y en lo que más interés ponía era en meterme en la mollera algo crucial: “¡uno debe conocer siempre sus propios límites, quien los traspase, jamás podrá llegar a buen puerto!”. Y me lo decía reiteradamente y hasta con énfasis, como si le fuese la vida en ello, pero no siempre le hacía yo caso

Reconozco noblemente que yo no soy un hombre deslumbrante. Digamos que sólo soy de un buen ver. Pero no vale la pena entrar en detalles. Simplemente, mi cuerpo no es para tirar cohetes.

Pero, eso sí, he aprendido a arreglármelas solo. Y no quiero más que esto, porque sé que no puedo llegar a más. No es que envidie al que vive del éxito o como quieran llamarlo. Sencillamente, no es lo mío. Quizás por esto nunca me he insinuado a una mujer con la picardía necesaria. Tuve una relación amorosa en mi juventud, pero a estas alturas de mi existencia, casi 50 años y todavía sin pareja, supongo que sólo necesito compañía.

Pero un día conocí una mujer, luego de montar mi tienda. Entró con un tipo rubio y me compró un gel. Me regaló una sonrisa, mientras recogía el cambio. Ahora sigue igual; siempre educada y risueña. Habla moviendo despacio los labios. Nunca me he enrollado con ninguna de mis clientas, a menos que insistan, que las hay. Volvió a visitarme hasta hacerse asidua. Es posible que le resuelva los pequeños olvidos de costumbre, porque nunca me compra gran cosa: carmín, siempre rojo; gel, pasta de dientes, rímel…, pero siempre me deja una sonrisa. En realidad, salgo ganando.

Ella dejó al rubio, y me percaté de que venía más por mi tienda y que me compraba más artículos. Un día le dije que tenía ojeras. “Ya ve usted…”, respondió. Pasado un mes, entró a mi tienda un tipo trajeado. Me preguntó cuánto costaba un clavel, que estaba en un jarrón de adorno para la tienda. Le respondí que no estaba en venta. Se volvió de espalda y miró hacia la calle, y entonces vi a ella en la acera, esperando. Conseguí que el tipo aceptase la flor como un regalo, por más que insistía en pagar. Luego vi su sonrisa cuando recibía la romántica flor de mano de su acompañante, amigo o lo que fuese, que a mí me pareció insulso y un afectado. ¡Qué bien conocía yo la sonrisa de aquella mujer!

Decidí averiguar dónde vivía. Me resultó tan fácil como visitar su barrio y hacer dos preguntas a una antigua clienta, ya jubilada, que me encontré en la calle principal. Una noche escribí unos versos en un folio, lo metí en un sobre y lo deposité en su buzón. Hago las cosas sin meditarlas, porque esta es la única forma de vencer mi inseguridad.

Al otro día, volvió por mi tienda. Quería un perfume sencillo. Siempre quería cosas sencillas. Le pregunté qué tal le iba, mientras empaquetaba el frasco. “¡Muy bien, ¿y a usted?!”, respondió, pero su cara decía otra cosa.

Volvía a visitarme más a menudo. Me pregunté para mi interior si habría leído mis pobres letras que seguía enviándole. Decidí dejar mi patética costumbre, cuando un día descubrí el color pálido de mi folio en sus manos mientras caminaba. Miraba de vez en cuando a todas partes. Lo guardaba en el bolso y seguía con un paso lento. Aquella tarde, mi habitual y fatal tranquilidad se vio turbada por esto. Nadie lee lo que nunca quiere leer, se lee porque gusta o no se lee. Y mi proverbial sensatez no quería sacar conclusiones. Quizás mis rimas no eran tan anodinas como pensaba, o quizás a ella les atraían. Qué más da. Lo importante era no dejar que aquella mujer se agigantase en mi corazón como una esperanza. “Sigue con tu vida Antonio”, me dije a mí mismo.

Un día entró a mi tienda con un aire misterioso. No recuerdo qué me pidió. La veía extraña. Le di lo que me había pedido y me preparé para admirar su sonrisa. Pero no hubo sonrisa. Sólo me miró y me dijo “¿Me respondería usted a una pregunta?”. Sobresaltado por la novedad, esperé su pregunta.

____¿Sabe, por casualidad, si hay algún poeta en nuestro barrio que acostumbra a distribuir gratuitamente sus obras? Supongo que aquí oirá usted de todo, máxime siendo su clientela mayoritariamente femenina.
____Ni idea –respondí, nervioso, pero ella se percató de mi nerviosismo.
____Es que recibo poemas de alguien que no conozco -añadió.
____¿Le molestan? -le pregunté, intrigado, e interesado también.
____¡Oh, no! ¡Al contrario! -y se despidió, olvidando de nuevo su sonrisa.

Ya en mi casa, repasé otros dos poemas míos antes de meterlos en el sobre. “No le molestan, al contrario”. Recorría el pasillo de mi casa dándole vuelta a sus palabras. Pero no estaba yo muy seguro de que mis poemas fuesen buenos. A punto de salir, para emprender la marcha hacia su casa, vi mi imagen en el espejo; un maduro con un papel colgando de la mano. Aparté la vista y dejé el sobre encima del mueble de la entrada. Nació dentro de mí algo parecido a la furia. Pero tenía que llevarle mis últimos poemas.

Antes de cerrar el sobre, añadí una línea al final, como postdata: “espero no haberla molestado; este será mi último envío”. Ella no entendería nada, y quizá era lo mejor. Cerré el sobre con sensación de asfixia y me miré al espejo antes de salir. “A veces me pregunto quién coño habrá diseñado esta estúpida sonrisa mía” dije al espejo; o sea, a mí mismo.

Pasada una semana, antes de cerrar, la vi en la acera de enfrente una lluviosa tarde. Andaba con tal lasitud que parecía enfermiza. Llevaba un paraguas color café, que hacía juego con su gabardina. Cerré la tienda y la seguí, sin saber por qué lo hacía. La luz exigua de las farolas filtraba una lluvia apacible. Caminé detrás ella por calles concurridas hasta llegar a una plaza. Entró a una cafetería de grandes ventanales y se sentó en una de las sillas de una de las mesas frente a la puerta. Me resguardé bajo el toldo de un bar de enfrente, a escasos metros de ella. El camarero apareció y le sirvió un café. Se quitó la gabardina y la extendió sobre la silla de al lado. Abrió su bolso y extrajo mis papeles. Se recostó sobre su silla y empezó a leer, a la vez que removía su café. Pero dejó la lectura y miró hacia fuera, puso la cucharilla en el plato y bebió un pequeño sorbo, llevó la taza a su lugar y después siguió leyendo.

Acabó con su café y se quedó mirando la calle con mis papeles en las manos. Decidí acercarme a ella con la misma sensación que debe sentir un recluta cuando ve a su general. Con gestos de satisfacción me miró cuando comencé a cruzar la calle. Pero, sin poderlo evitar, por el gentío y la lluvia, topé con el cristal de la cristalera. Miré los papeles y a ella, fija e intensamente. Asomó una mueca de alegría en su cara, y sus bellos y grandes ojos estaban abiertos de par en par, y asombrados también. Pero, de pronto, brillosos ojos cayeron dando tumbos, echando ella mano de su pañuelo para que la socorriese.


Sollocé una sonrisa, y el cristal me devolvió la imagen desvalida de un don nadie que quería ser poeta, pero a ella le gustan mis versos y, a juzgar por el brillo en sus luceros, también yo le gusto

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_doza10





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 07, 2019 8:16 pm




AMENIDADES

Deshojé un millón de tréboles
y un gato negro me jodió el día

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Suerte10




achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Dom Dic 08, 2019 11:41 pm



Pánico y chasco en un parking

Iba bajando por las escaleras del parking subterráneo aquella noche con una aprensión que se iba convirtiendo en miedo, mientras descendía por aquellos escalones mal iluminados y desiertos. El miedo iba in crescendo a medida que iba aproximándome al lugar en que estaba estacionado mi coche

Y no era para menos, porque desde que una banda de cultos satánicos merodeaba en la zona y que en una furgoneta aparcada habían hallado restos humanos, nadie bajaba por allí de noche, y si lo hacía de día era acompañado.

Un intento de violación a una chica, que se libró merced a sus ágiles piernas, hacía que aquel parking fuese temido por las mujeres e incluso por hombres que a diario tenían que acudir a recoger sus vehículos.

Y la verdad era que aquello estaba desierto. Tres plantas bajo tierra, con capacidad para cientos de coches, ninguna vigilancia y casi nula iluminación, hacían del lugar un agujero siniestro.

Coches dormidos como cuerpos alineados en una formación lúgubre se sucedían a mi paso, y mi sombra distorsionada y reflejada en las paredes se movía ajena a mis movimientos, formando extrañas y amenazantes siluetas.

De pronto, un ruido sordo atronaba en el intenso silencio del lugar. Quedé helada, firme y rígida, a la expectativa de alguna inesperada aparición. Pero no, esta vez era un gato negro y tuerto que se había subido de un salto al capó de un coche y que me miraba al pasar con su único ojo brillante y amenazador.

Llegué al fondo del local frente a mi coche, y sin ganas de limpiar el parabrisas me di la vuelta deseando salir de aquella ratonera, cuando ruidos me llegaban de lejos, y se hacían más intensos y sonoros a medida que me iba acercando a los coches del otro extremo.

“¿Qué ha sido eso?” me pregunté. Los ruidos provenían del interior de uno de los coches aparcados en la casi oscuridad. Me aproximé con sigilo y con miedo, y con espanto vi una cabeza que se movía y unos brazos que parecían agredir un cuerpo, oculto a mi visión.

Gemidos femeninos y respiraciones agitadas palmariamente me llegaban. ¡Estaban agrediendo a una mujer! Si era algún violador, había que salvarla como fuera. Con un valor desconocido por mí y sin dudar aporreé varias veces la puerta del lado del conductor, e incluso hice un intento de abrirla. Gritando amenacé. Había que salvar a aquella chica de las garras de un malvado.

Se resistía la puerta, pero el tumulto del interior del coche había desparecido. “¿La habrá matado?”, me pregunté de nuevo.

Pero de pronto el negro cristal de la ventanilla del conductor se bajó y apareció una cabeza despeinada de un hombre, que me dijo con cara de cachondeo:

¡Pasa tía! ¡¿Es que uno no puede echar aquí un quiqui con tranquilidad o qué?! Me di la media vuelta y, cambiando el pánico por una risa nerviosa y persistente y apresurando mis pasos, me fui hacia el aparcamiento en el que estaba estacionado mi coche

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Parkin10





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 10:10 am



Para escribir esta historia me he obligado a hacerlo con cierto sentido del humor, con la idea de arrancar una sonrisa. Pero una sonrisa controlada, puesto que el asunto no es para bromas


Una mujer para la eternidad

Existen sobrados casos, repartidos en todos los rincones del globo, como el de nuestro protagonista masculino. Hombres que, por los motivos que sean, que ahora no vienen a historia a esta historia, se han divorciado de su pareja, y su situación de soledad y de alguna posible nostalgia les han ocasionado un estado de delirio e inestabilidad, y, aunque ellos se muestren aparentemente como gente inofensiva y la ciencia de la Medicina es la que tiene que pronunciarse al respecto, ese estado se va marcando la pauta de sus preocupantes conductas. Los neurólogos denominan esta patología como “Paranoia grave”, la cual, como todas las enfermedades de carácter psicológico, se manifiesta a través de diferentes grados de intensidad, consecuentemente, con diferentes escalas de comportamientos

Batallaba contra sí mismo para no recordarla, para no traerla a su memoria, pero se obstinaba en visualizar su ramera cara, su puta imagen, su sensual figura, y hasta su indecente indumentaria, siempre provocativa. Pero también batallaba por desechar todo esto su memoria

Se encontraba desesperado, pero relativamente feliz por la ausencia de su esposa. En sus infelices y reiterados sueños, aparecía la imagen de la mujer que quería que fuese, que dictaba de la que realmente era.

Se tumbaba sobre la cama y luego se cubría la cabeza con la almohada, tratando de desinhibirse. Pero no lo conseguía; le apretaba una presión en su miembro viril, que por momento se endurecía contra el colchón, dándole además de un desconcierto, puntuales alivios a su lívido.

En su mente sólo existía una imagen de una mujer incompleta, pero no porque le faltase algún órgano para ser una mujer, sino porque sabía sobradamente que no era la indicada. Se estaba atormentando, pero su pene seguía impertérrito.

Pero dejaba de martirizarse. Se levantaba y se iba al salón y cogía unas cuartillas y un lápiz. Se le daba bien dibujar cuerpos de mujer. Pero todo lo que dibujaba aquel día le parecía pura mierda. Rompía las cuartillas y las tiraba al cubo de la basura.

Decidía fumarse un cigarrillo de marihuana, y abandonarse y dejarse llevar por los impredecibles caminos de la droga. Y funcionaba. Inconexas ideas se mezclaban a su merced, y esto le hacía sentirse un ser poderoso. La presión en su bragueta había cedido. Sonreía frente a ocurrencias ridículas.

Se cansaba de olvidar y optaba por no recordar. Dilapidaba todo intento de súplica. Se iba a dormir bajo los efectos del porro, todavía en su mente. Y en su pene.

Al día siguiente, despertaba iluminado. Se levantaba de la cama, se aseaba y se iba al barrio chino de su ciudad a recorrer tiendas de ropas de “mujeres malas”, a tratar de reconocer la ropa que su esposa solía ponerse. Rememorar podría serle arduo; identificar no le era tanto.

Le resultaba muy embarazoso comprar ropa de mujer, sobre todo cuando le tocaba el turno a la ropa interior. Pero, salvado este pequeño escollo, regresaba a su casa con dos bolsas.

Sin embargo, faltaba algo: un cuerpo. De nuevo se iba al barrio chino, a echar un vistazo en esas tiendas que venden juguetes sexuales para la práctica del sexo. En una de las tiendas le ofrecían una muñeca asiática hinchable, con rostro y rasgos de “mujer mala”, por 550 euros. La revisaba, la compraba y la pagaba, y después salía presuroso de la tienda hacia su coche aparcado, con la muñeca hinchable en sus manos rumbo a su casa.

De nuevo en su casa con su muñeca y la ropa anteriormente comprada: una blusa roja, unos vaqueros ceñidos, una bufanda azul, una sudadera rojiza y ropa interior con tiras de disímiles colores (su preferida, la preferida de él), y unos suecos de color negro con plataformas de madera.

La tenía frente a él, vestida e inerte, pero faltaba algo más: maquillaje. ¿Cómo podía ser tan irresponsable para olvidar el maquillaje?

Salía otra vez y se encaminaba hacia una perfumería próxima a su edificio. Entraba y compraba un carmín rojo fuerte, como el que utilizaba su esposa. Pero no sabía cómo pedir que le vendiesen eso negro que se ponen las mujeres en las pestañas. Pero, expresándose con gestos, lo conseguía.

Regresaba de nuevo a su casa y maquillaba a su muñeca. Y después, ponía música típica de cabaré. La besaba con pasión en los labios y en los senos. La desvestía de toda la ropa que traía de la tienda, donde la había comprado, y la vestía con la ropa nueva comprada en otra tienda. La insultaba, la recriminaba y la escupía decenas de veces, y sus salivas, en una cara de goma, las recogía y las esparcía entre la boca, el sexo y el trasero de plástico.

Luego, la amordazaba con una bufanda. Volvía a quitarle la ropa de calle y la vestía con tangas y sujetador. Y así la penetraba y besaba una boca inerte, guarreada de salivas. Le decía que la amaba y que la odiaba con todo su ser, que estaba decidido y también arrepentido de besarla y de hacerle el amor, pero fervientemente juraba que desde aquel momento no la iba a dejar sola nunca más.

Pasados como unos veinte minutos la penetraba una vez más, descargando semen en una boca de goma.

Pero, de pronto, le aparecía un punzante dolor en su pene. Le dolía, pero cogía en brazos a la muñeca y se la llevaba a la cama. Ya en ella, la besaba infinidad de veces por todas las partes de una anatomía de plástico, y cuando finalmente se veía que estaba completamente agotado, cogía de la mesilla de noche, y después lo ingería, un frasco de Bupropón (un veneno radical), y seguidamente se bebía del tirón un cuarto de botella de whisky puro…


Y casi de inmediato, pasados unos cinco o diez segundos, se quedaba profundamente dormido, abrazado a su “mujer” en un sueño eterno

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Muzeca10




achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 6:37 pm



Utópica noche de paz


Un atardecer, la Mala Voluntad dio una fiesta en su casa…

…e invitó a los Rencores, a los Odios, a los Conflictos, a las Querellas, a los Pleitos, a los Insultos, a los Celos, a las Guerras, a las Envidias, a los Malos Deseos, a las Malas Voluntades, a las Malas Leches, a los Perniciosos Pensamientos, a las Perversas Intenciones, a las Hostilidades, a las Complicaciones, a los Resentimientos, a los Enconos, a las Fobias, a las Manías, a las Maldades, a los Problemas, a las Injurias, a los Agravios, a las Mentiras y a los Vituperios.

Cuando llegó la noche, la humanidad entera estaba completamente desconcertada por tanto amor y paz. Todas las personas en la Tierra, plácidamente se miraban, sin entender qué era lo que estaba sucediendo, habiendo olvidado súbitamente “las razones” por las que reñían, o peleaban, o se fastidiaban los unos a los otros.


A la mañana siguiente, una vez terminada la impactante fiesta en la casa de la Mala Voluntad, todo volvía a la dura realidad

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Utzpic10





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:05 pm




MÚSICA

PALOMA SAN BASILIO
Quiéreme siempre






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:10 pm




MÚSICA

PALOMA SAN BASILIO
Cariño mío






(Anécdota: mi abuelo Manuel -Q.E.P.D- llamaba a Paloma: "Basilio San Palomo")



achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:13 pm




MÚSICA

PALOMA SAN BASILIO
Nadie como tú





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:15 pm




MÚSICA

PALOMA SAN BASILIO
Por qué me abandonaste






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:20 pm




MÚSICA

ÁLVARO HERNÁNDEZ
Qué sabe nadie





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 7:23 pm




MÚSICA

MANUEL LOMBO
Se nos rompió el amor





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 8:15 pm




MÚSICA

MANUEL LOMBO
Soy lo prohibido






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 8:19 pm




COCINA
Papas guisadas con carne






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Vie Dic 13, 2019 8:22 pm




CINE

EL BOSQUE DE LA MASACRE
(2001)






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 11:46 am



Nunca sabemos dónde podemos encontrar el amor, por más que insistamos por averiguarlo...


Me gusta la Literatura, me gusta leer

La Literatura tiene tanta fuerza que une, y no sólo en lo intelectual, también en lo físico, hasta incitar un deseo que haga que las personas se refugien en ella a través de una amistad, precisamente forjada por la propia Literatura

Mis piernas se abren con irremediable soltura hacia las tuyas, enfundadas las cuatro en tan ajustados vaqueros que parecen parte de nuestras anatomías

Nos habíamos conocido dos meses atrás. No era en un lugar común, al menos para entablar una conversación de coqueteo. Pero ocurrió.

Me encontraba perdida entre estanterías llenas de libros. Como pueden imaginar, estaba en una biblioteca. Para ser más exacta, en una de las bibliotecas públicas de Sevilla. Acariciaban mis dedos numerosas encuadernaciones de diferentes colores, y leía detenidamente cada título, en busca de uno con la suficiente atracción que me llamase la atención para leer su pequeña reseña trasera.

Él me miraba anonadado, como tratando de explicarse aquel tan extraño ritual mío. Yo, sin embargo, tenía mi mirada clavada en la estantería, hasta que él, dulcemente cogía mi brazo, el que yo mantenía suspendido en el aire con el índice guiándose por los títulos, y empezaba a cambiar de rumbo mi extremidad, hasta dejar mi dedo posado en un libro de un aspecto viejo. Sus hojas estaban amarillentas, rozando el ocre, y al abrirlo se podía oler un olor a rancio.

Él me miraba y sonreía.

____Ese te gustará. Cógelo. A mí me encantó.

A partir de entonces, debido a mi búsqueda de un libro, comenzamos una relación que no pasaba la barrera de la amistad. Nos telefoneábamos para comentar libros, los que comúnmente leíamos.

Pasábamos buena parte de nuestra tarde sentados en un café bohemio, de amplias vidrieras, removiendo el café, medio aguado, que nos servían. Pero qué decir, aun la poca calidad del café, el tomarlo en compañía de aquel ojazos grises hacía posible que su sabor mejorase a cada sorbo.

Corrían los días por nuestra amistad inesperada, comenzada por nuestra pasión por los libros; y a medida que iban pasando, más ganas surgían en mí por besarle y por rozar su cuerpo. Y quizá algo más...

De ese modo, llegamos al momento en el que ahora estamos.

Iba a ser una tarde de otoño como otra cualquiera: libro en mano, ojos puestos en los luceros grises de mi amigo, y una sonrisa en medio de una conversación que me incitaba hasta lo más recóndito del alma. Mis dedos largos, ornados con anillos de bisutería fina y uñas color pastel movían convulsivamente una cuchara, haciéndola rechinar contra el círculo interior de la taza, mientras mis labios se veían atrapados entre mis dentinas y mi mirada encadenada en parrafadas de letras. Enfrente, él me imitaba; sólo que sus ojos, de vez en cuando se posaban en mis pechos, creándose en su guapa cara una sonrisa que quitaría la cordura a toda mujer.

Una de las numerosas cosas por las que me había enamorado de él, era su sonrisa. Con sólo verla provocaba en mí la misma reacción, pero triplicada.

Cogía la taza, y sin levantar la mirada del libro que tenía en la otra mano, llevaba la loza a mi boca y bebía un sorbo, cálido, por no decir fuego. Un suspiro procedente de él me hacía levantar la mirada, ya que pensaba que la lectura del libro le había causado un espasmo. Pero, muy lejos de la realidad; el espasmo se lo había causado yo. Cerraba el libro con intrépida saña y lo apartaba en una esquina de la mesa. Y yo, sin poder salir de mi sorpresa, torcía el cuello y la mirada dejando reposar el libro en mi regazo.

____¿Estás bien? -su mano cogía la mía.- Dime que me quieres. Quiero oírlo de tus labios porque hasta que ellos no lo hagan, los míos no confesarán.

Desde aquel mágico momento sabía que nuestra relación había tomado un nuevo curso. Me encontraba confusa; no sabía si levantarme e irme bajo la nieve espesa, o quedarme con él y confesarle mi amor.

Obviamente, si repasamos el prólogo de este relato, es clara mi posición. Me quedé. Pero sin estar aún preparada, decía con palabras románticas lo que sentía en ese momento. En medio de mi discurso, con los grises de él radiantes de admiración y sus manos sujetas a las mías con fuerza, alzaba la mano y echaba la mirada atrás.

____La cuenta, por favor.

Cuando se volvía hacía mí, de nuevo me cautivaba con su sonrisa.

____No hables más. No vas a necesitar la palabra por hoy.

Se levantó, y yo, casi sin respiración, hice lo mismo. Me ajusté el gorro, los guantes y la bufanda, me abroché el abrigo y salí antes que él de la cafetería.

____No sé para qué te abrigas tanto; total, vivo a tres manzanas de aquí y sabes de sobra que pienso desnudarte.

Ese último comentario hacía detenerme en seco, con mis mejillas llenas de rojeces. Una reacción que supongo que era por el cambio brusco de temperatura que mi cuerpo estaba sintiendo: frío gélido, y también un ardor confortable. Volvía pícaro y cogía mi mano, para tirar literalmente de mí.

____¡Venga, no seas boba, era una broma!

Suspiraba fuertemente, porque, siempre ingenua, me había creído su aseveración, cuando en realidad era una mentira demasiado obvia como para no ser vista. Pero sonreía y él volvía a regalarme su sonrisa.

Estábamos en su portal, mientras él desplumaba su guante de una de sus manos. Algo normal, pues debía tener más movilidad para manipular la cerradura y la llave. Nada más abrir la puerta, me hacía un gesto de que entrase. Caminaba como mi cuerpo me dejaba, pues la nieve cuajada me había congelado los pies, y mi corazón parecía salirse de mi pecho. Un estruendo, que salía de la puerta de la entrada, me sobrecogía. Pegué un salto. De pronto sentía unos brazos que me rodeaban, y una sonrisa calentaba el helado pasillo con el ascensor al fondo. Susurrantes varoniles palabras a mi oído me llevaban a estremecerme:

____Te quiero por lo que eras la primera vez que te vi en la biblioteca, te quiero por lo que has sido todas estas tardes de amenas conversaciones, y te quiero por lo que quiero que seas dentro de cinco minutos en mi cama.

Volvía a dar un brinco. Todo empezaba a tornarse caliente. Sus brazos oprimían mi cuerpo y sus pies guiaban los míos hasta acceder al ascensor. Ya dentro, pulsaba la planta de su piso, se volvía y me besaba apasionadamente.

Y llegamos al punto inicial:

Mis piernas se abren con irremediable soltura hacia las tuyas, enfundadas las cuatro en tan ajustados vaqueros que parecen parte de nuestras anatomías

Sus manos empiezan a viajar por mi cuerpo en busca de exploraciones, de conocer cada milímetro de mi anatomía. Me abre el pantalón y sin preámbulo mete la mano. Mis suspiros acelerados le llevan a juguetear con mi clítoris. Le pido, le suplico que pare, pero él sigue moviendo su dedo y mi sexo se calienta y arde cada vez más. Mis piernas empiezan a moverse hacia adelante y atrás, algo que me permite ver cómo la cremallera de su bragueta va a estallar. Mis gemidos pasan a aullidos, dando con esto la bienvenida a una nueva faceta de él.

Coge mi cuello con firmeza y me clava suavemente los dientes en él, mientras hace amago de meterme dos dedos en el sexo, sin llegar a hacerlo, sabe que eso me va a desesperar, que me hará rogar que me lo haga. Mis manos, que hasta entonces no habían participado, empiezan a tocar su bulto, que ya está lo suficiente endurecido. Al hacer tal acción, se ensaya para bajar por mis pechos. Me echa en el sofá y me arranca los pantalones. Me besa con pasión, dulzura y con amor. Una mezcla de sentimientos en un solo beso. Sus manos aún siguen por ahí abajo, hasta que entre largos gemidos se lo pido; le pido que nos hagamos por fin uno. Empero, él, en su vena juguetona, me pregunta jocosamente:

____¿Qué es lo que quieres que te haga?

No puedo hablar, no me sale aliento para hacerlo, y antes de que pueda llegar a un orgasmo, deja de tocarme. Mis pulsaciones se aceleran y recobro el aire.

____Dímelo o así te quedas.

Me dice, con tres de sus pelos mojados pegados a su frente.

____¡No, por favor, no me hagas decirte eso, que me pondré colorada!

Acaricia mis hombros y pone un puchero de lo más tierno.

____¡Pero si es eso lo que quiero, verte con los carrillos al rojo vivo...!

Cerrando los ojos fuertemente, pero con una tremenda excitación incontrolada, se lo repito e incluso con énfasis y más explícito:

____¡Fóllame!

Entonces vuelve a él esa expresión pícara que tanto me excita. Baja sus pantalones y sus calzoncillos y empieza a penetrarme. El sofá cruje al son de nuestros gemidos. Mis manos luchan por agarrarse a los cojines y mis uñas empiezan a resquebrajarse. Y todo ello en una mezcla de ambos.


Veo mis ojos marrones puestos en los suyos grises, o al menos los veía antes de aquel polvo tan sincero, tan imponente, y tan lleno de amor, de deseo y de pasión que me dejó marcada para los restos


LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Polvo_10





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 12:10 pm



Cosas de parejas, extrañas o no extrañas, pero cosas de parejas...


A veces no sabemos lo que queremos

____Cariño.
____Dime, amor.
____Hace tiempo que no dejo de pensar en algo y que cada vez se arraiga más a mi mente. O te lo consulto o exploto.
____Mejor me lo consultas. Que haría yo si tú explotases.
____Verás... El tema es delicado. Jamás en ti he visto ni por insinuación la misma incertidumbre que a mí me asalta sin cesar.
____Sabes que soy comprensivo y ahora te quiero más que cuando nos casamos, pero como eres de profundos sentimientos cristianos, no sé si te dolerá.
____Precisamente estos sentimientos son los que me dan fortaleza para soportar el dolor de mi alma. Háblame con la sinceridad de la que hacemos gala desde que nos conocimos.
____Uf, difícil resulta explicar algo que puede herir los sentimientos de la persona que más quiero, porque te juro que eres lo que más quiero en este mundo.
____Tómate el tiempo necesario, pero no te quedes con ese obstáculo en tu mente, sería nefasto para nuestra convivencia.
____Lo que me inquieta es que, si desembarazo este obstáculo de mi mente, no sé si será peor para nuestra relación de pareja.
____Lo nefasto para una relación de pareja son el engaño, la mentira, los disimulos y los subterfugios. No dudes que, hasta lo más mefítico, si se expone con claridad y mirando a los ojos, siempre será más valorado que las alabanzas fingidas.
____Bueno… verás… De un tiempo a esta parte me sobrevienen fantasías eróticas, ajenas a nuestro matrimonio.
____Eso es normal. La fantasía es patrimonio de las mentes abiertas.
____Ya, ¿pero y si esas fantasías pasan a querer hacerlas realidad?
____Depende. ¿Qué tipo de fantasías son?
____Pues… hacer el amor con otra persona.
____¿Es que yo no lleno todas tus expectativas sexuales?
____Sí, amor... ¡Claro que llenas mi cuerpo! Pero las fantasías siempre afluyen fuera de tu entorno real. ¿Entiendes? Contigo no son fantasías, son hechos consumados que los tengo al alcance de la mano.
____Sabía desde el principio que lo que tú llamas fantasías es simplemente morbo, pero he preferido que te manifestases abiertamente.
____¿Te has enfadado?
____¡No, que va! El morbo es común en las personas.
____¿Tú también tienes morbo?
____Mi morbo no es consustancial a mis sentimientos, por tanto, analizo los pros y los contras de los actos ulteriores a los hechos morbosos y calibro la consecuencia.
____Me asustas. ¿Crees que mi morbo puede deteriorar nuestro amor?
____No exactamente si se tienen los pies en el suelo. Si no me quisieras, me habrías sido infiel hace tiempo. La peor infidelidad, como dije, es la mentira, y tú me estás siendo fiel ante una deseada infidelidad. Por tanto, tu fidelidad es manifiesta.
____¡Ay, amor! Qué peso me quitas de encima; creía por un momento que había herido tu sensibilidad.
____No, me alegra el que te hayas sincerado conmigo, por lo que vamos a tratar tu tema como gente civilizada. Lo primero que quiero saber es si tienes seguridad de que quieres hacer un cambio de pareja.
____No es que tenga total seguridad, es que, si no lo realizo, nunca podré quitarme esto de la cabeza, y nunca podré saber la verdad de mi locura.
____Vamos a ver. Entiendo que me puedes querer con toda tu alma, porque en mí hay elementos humanos que te subliman, y que una relación sexual puntual con otra persona sería por puro morbo y que no buscas otros sentimientos que en mí no encuentras.
____Mis sentimientos, todos sin excepción, giran en torno a ti.
____Entiendo, cariño, comprendo que lo tuyo es una especie de gripe contagiado por la vida moderna de los matrimonios. No te preocupes, atenderé tus deseos y te acostarás con otro hombre. Mañana mismo sin falta pondré un anuncio en alguna revista especializada.



REVISTA INTERCAMBIO
Sección de contactos

Matrimonio gay, de 35 y 32 años, ambos bien parecidos y con educación y clase, desean contactar con matrimonio similar para intercambio de parejas. Se exige total discreción y máxima higiene. Móvil: 666.666.666. Le atenderá “Diablito”


LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_inte10



achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 12:47 pm



Cuando conseguimos lo que nos ha costado mucho conseguir... pues eso: lo hemos conseguido...[/size


[size=18]Luchaba por hacerse con ella

Y allí estaba nuestro hombre recién casado, de nuevo solo ante ella. Se escondía en el pasillo. Le daba pánico estar a solas con ella. Asomaba un poquitín por la puerta y sólo la cabeza, lo suficiente para verla, y justo cuando su vista la veía, volvía a esconderse. Y esto mismo se repetía día tras día

Vueltas y más vueltas daba por aquel pasillo de su casa, pensando en cómo podría hacerlo, cómo podría seducirla…

“¡Ahora o nunca!”, gritaba con fuerza al aire, mientras iba recogiendo todo lo que necesitaba para llegar hasta ella.

Se acercaba cuidadosamente y despacio y en silencio a ella. No quería que pudiese pensar que le tenía miedo, así que ponía cara de conocedor en la materia.

Justo cuando estaban frente a frente de ella intentaba tocarla decidido a meterle unas cosas. La miraba y saltaba de júbilo, alegría acurrucándose durante un buen rato y echándose las manos a la cabeza.

No escuchaba nada, ni un solo sonido...

“¿Qué pasa con esta?”, se preguntaba, a la vez que se apartaba las manos de la cara y la miraba de reojo, pero ella no se inmutaba, no hacía nada...

Pero como inteligente y astuto que era, se iba al trastero y cogía un palo grueso y otros artilugios que creía útiles para reducirla.

“jeje, esta vez no me engañarás; me has vencido en el pasado, pero ahora la victoria será mía”, se hablaba para sí.

Sudando a mares, sabía que tenía que entregarse a fondo, la situación lo requería, y tenía que demostrarse a sí mismo y a aquella puñetera quien de los dos sabía más. Así que se aproximaba corriendo y saltaba encima de ella.

'¡¡Jejejeje!! ¡¡Ya eres mía!!', gritaba.

Miraba y buscaba en algún sitio para abrirla de par en par. Pero buscaba y buscaba y buscaba y nada encontraba.

“¡Maldita seas, perra!”, exclamaba para sus adentros.

Pero, por fin, hallaba un lugar por donde abrirla y así meterle todo lo que tenía, y lo metía. Acto seguido, volvía a saltar de júbilo, alegría, exactamente de igual manera que la vez anterior.

“¡¿Quéééé?!”, se extrañaba de nuevo. Ella pasaba de él.

Se volvía a levantar y se iba corriendo al pasillo, para allí pensar en otras estrategias para conquistarla.

“¡Joder! ¡Claro! ¡Ya está!” -se iluminaba, gritando al aire.

Parecía que nuestro astuto hombre había encontrado una solución: “unos botones salientes color carne”. Todas tienen esos botones en alguna parte de su cuerpo.

“¡Los encontraré! ¡Juro, por Dios, que los encontraré!”, se decía.

Siguiendo en el pasillo, empezaba a contar hasta tres en voz alta.

“¡Uno… dos… tres!”.

Corría hacia el lugar donde se encontraba y volvía a saltar encima de ella.

“¡Dónde coño tienes tus malditos botones, cabrona, debes tenerlo en alguna parte!” -de nuevo se hablaba para sí.

“¡Viva…! ¡Urra...! ¡Aleluya...! ¡Eureka...!”, de nuevo gritaba al aire

Los encontraba, por fin, y los acariciaba en la forma que le parecía más adecuada.

Era un hombre verdaderamente inteligente. Pocos como él.

Ella comenzaba a reaccionar por fin.

“¡Jajajajajajaja!”, no podía evitar soltar una carcajada de loco.

Su propia carcajada le invadía, pues, por fin, llamaba la atención de ella.
Pero, de pronto, ella empezaba a temblar con intensidad, y su interior se revolcaba, cosas que a él asustaban, por lo que salía corriendo de nuevo hacia el pasillo, sin saber por qué no dejaba de reír de una forma inquietante.

Nuestro hombre, muy pero que muy orgulloso de sí mismo, cogía su móvil, buscaba en la agenda y marcaba un número:

____Dime, cariño -contestaba una voz femenina.


¡Cariño, jajajajajajaja, cariño! ¡Jajajajajajaja! ¡¿Sabía o no sabía poner una lavadora?! ¡Jajajajajajajaja...!


LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_lava10






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 12:52 pm




(Repito el anterior escrito, que salió mal)



Cuando conseguimos lo que nos ha costado mucho conseguir... pues eso: lo hemos conseguido...


Luchaba por hacerse con ella

Y allí estaba nuestro hombre recién casado, de nuevo solo ante ella. Se escondía en el pasillo. Le daba pánico estar a solas con ella. Asomaba un poquitín por la puerta y sólo la cabeza, lo suficiente para verla, y justo cuando su vista la veía, volvía a esconderse. Y esto mismo se repetía día tras día

Vueltas y más vueltas daba por aquel pasillo de su casa, pensando en cómo podría hacerlo, cómo podría seducirla…

“¡Ahora o nunca!”, gritaba con fuerza al aire, mientras iba recogiendo todo lo que necesitaba para llegar hasta ella.

Se acercaba cuidadosamente y despacio y en silencio a ella. No quería que pudiese pensar que le tenía miedo, así que ponía cara de conocedor en la materia.

Justo cuando estaban frente a frente de ella intentaba tocarla decidido a meterle unas cosas. La miraba y saltaba de júbilo, alegría acurrucándose durante un buen rato y echándose las manos a la cabeza.

No escuchaba nada, ni un solo sonido...

“¿Qué pasa con esta?”, se preguntaba, a la vez que se apartaba las manos de la cara y la miraba de reojo, pero ella no se inmutaba, no hacía nada...

Pero como inteligente y astuto que era, se iba al trastero y cogía un palo grueso y otros artilugios que creía útiles para reducirla.

“jeje, esta vez no me engañarás; me has vencido en el pasado, pero ahora la victoria será mía”, se hablaba para sí.

Sudando a mares, sabía que tenía que entregarse a fondo, la situación lo requería, y tenía que demostrarse a sí mismo y a aquella puñetera quien de los dos sabía más. Así que se aproximaba corriendo y saltaba encima de ella.

'¡¡Jejejeje!! ¡¡Ya eres mía!!', gritaba.

Miraba y buscaba en algún sitio para abrirla de par en par. Pero buscaba y buscaba y buscaba y nada encontraba.

“¡Maldita seas, perra!”, exclamaba para sus adentros.

Pero, por fin, hallaba un lugar por donde abrirla y así meterle todo lo que tenía, y lo metía. Acto seguido, volvía a saltar de júbilo, alegría, exactamente de igual manera que la vez anterior.

“¡¿Quéééé?!”, se extrañaba de nuevo. Ella pasaba de él.

Se volvía a levantar y se iba corriendo al pasillo, para allí pensar en otras estrategias para conquistarla.

“¡Joder! ¡Claro! ¡Ya está!” -se iluminaba, gritando al aire.

Parecía que nuestro astuto hombre había encontrado una solución: “unos botones salientes color carne”. Todas tienen esos botones en alguna parte de su cuerpo.

“¡Los encontraré! ¡Juro, por Dios, que los encontraré!”, se decía.

Siguiendo en el pasillo, empezaba a contar hasta tres en voz alta.

“¡Uno… dos… tres!”.

Corría hacia el lugar donde se encontraba y volvía a saltar encima de ella.

“¡Dónde coño tienes tus malditos botones, cabrona, debes tenerlo en alguna parte!” -de nuevo se hablaba para sí.

“¡Viva…! ¡Urra...! ¡Aleluya...! ¡Eureka...!”, de nuevo gritaba al aire

Los encontraba, por fin, y los acariciaba en la forma que le parecía más adecuada.

Era un hombre verdaderamente inteligente. Pocos como él.

Ella comenzaba a reaccionar por fin.

“¡Jajajajajajaja!”, no podía evitar soltar una carcajada de loco.

Su propia carcajada le invadía, pues, por fin, llamaba la atención de ella.
Pero, de pronto, ella empezaba a temblar con intensidad, y su interior se revolcaba, cosas que a él asustaban, por lo que salía corriendo de nuevo hacia el pasillo, sin saber por qué no dejaba de reír de una forma inquietante.

Nuestro hombre, muy pero que muy orgulloso de sí mismo, cogía su móvil, buscaba en la agenda y marcaba un número:

____Dime, cariño -contestaba una voz femenina.


¡Cariño, jajajajajajaja, cariño! ¡Jajajajajajaja! ¡¿Sabía o no sabía poner una lavadora?! ¡Jajajajajajajaja...!



LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_lava11




achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 2:33 pm



¡Que horrible es un desamor! Parece un siniestro ente con unas garras feroces...


¡Cuánto me gustaría tocar el cielo!

Un sólo pensamiento reinaba en mi mente durante todo el vuelo. Con mi cabeza apoyada sobre el marco de la ventanilla de mi asiento, miraba cómo las nubes se iban alejando de la aeronave. Con dos de los dedos de mi mano derecha trataba de atravesar aquel compacto vidrio, para penetrar su textura y seguir hacia arriba. En mi boca se torneaba una suave sonrisa, mientras mi corazón suspiraba la ausencia de un deseo: “¡cuánto me gustaría tocar cielo!”

De mi sueño, una voz despertó anunciándome la llegada del avión al aeropuerto. Con mi mano en movimientos me despedí de las nubes y volví a la realidad. Entre empujones y prisas, conseguí salir del avión.

Tras esperar casi veinte interminables minutos, pude recoger mis maletas y dirigirme al aparcamiento del aeropuerto, donde un coche de alquiler me estaba esperando. Siempre me había gustado conducir, y en aquella ocasión eran casi doscientos los kilómetros que me separaban de mi destino. No era tiempo perdido para mí, ya que las tres horas de carretera secundaria me iban a permitir poner en orden mi cabeza e intentar aclarar los sentimientos que me habían llevado a experimentar ¿aquella aventura?

Buscaba soledad, tranquilidad y olor a campo. Dos maletas; en una, dos minifaldas vaqueras, tres camisetas, ropa interior, un libro y este bloc. Y en la otra, sandalias, sábanas, toallas y accesorios para el baño y la cocina.

¿Una semana de meditación? Sí, de meditación donde esperaba hallar mi propio yo. Mi yo, que lo había perdido hacía mucho tiempo.

¿Cuántas veces me había prometido no volver a llorar? Pero, como siempre, estaba fallando mi promesa por dejar que unas lágrimas brotasen de mis ojos, deslizándose a través de mis mejillas.

Inútil seguir luchando contra mis sentimientos. Inconscientemente, pensaba en él, en un amor perfecto. Tan a mi medida y del que estaba huyendo, y que me había hundido una vez más en una desesperación. Quería con todas mis fuerzas dejar de creer en el amor, construir una fuerte coraza a mi corazón, protegerme a toda costa de sentimientos extraños que siempre me habían llevado a mi propio fracaso. Sin embargo, esta vez iba a ser todo diferente: “no había amor”.

Sentía el aire en mi cara. El ruido exterior del coche se mezclaba con el sonido de la radio, pero a pesar de esto, mis ojos conseguían sobrevivir a la belleza del paisaje que iba dejando a mi paso.

Nunca debimos permitir que nuestros juegos se nos escapasen de las manos. Creía haber hallado al hombre ideal, pero ahora reconozco que no fui justa con él. Por su carácter, pensaba que era una persona fría, capaz de controlar su corazón, de no enamorarse, y a la que no le haría daño y de la que no tendría que defenderme. No debí haber sido tan cruel con él. El hecho de que no me ofreciese sus sentimientos, no significaba que no los tuviese. Mi egoísmo me hacía sentirme injusta.

Como ocurrió aquel sábado de noche. No necesitaba un niño con quien jugar, yo necesitaba un hombre hecho y derecho y entregado a negarse a mis caprichos, un hombre con personalidad, la cual nadie podría destruir.

Le puse a prueba. Le dejé una nota pegada a la puerta de su casa.


Si quieres dormir hasta más tarde y deseas que te prepare y te sirva el desayuno en la cama, te espero. Si te decides a venir, pulsa el timbre la puerta una sola vez, que yo estaré despierta y atenta y pendiente


O no le apetecería dormir más tiempo, o no querría que le sirviese el desayuno en la cama. Él hacía lo que yo esperaba: no acceder a mis caprichos.

Era el hombre que buscaba. Pero lo veía todo demasiado claro: si uno no da lo que tú quieres, no pide nada. Era perfecto. Con él, yo lo tenía todo; cariño, ternura, sexo y... nada. Por primera vez en mi vida... nada.

Un contrato perfecto para dos que no esperan nada, que no quieren dar nada. Yo era feliz. Tenía ese espacio que no hay en una relación formal: caprichos tontos, salir sin control de tiempo de tiendas, pasear los finales de semanas con mis amigas... Es definitiva, todo lo que desparecía cuando el amor llamaba a mi puerta.

¿Qué pensaba él? Alguna vez estuve tentada de preguntárselo, pero no tenía valor para hacerlo, así que dejábamos que el tiempo pasase y que nuestros encuentros nocturnos amoldasen nuestras vidas.

Comenzaba a oscurecer. Estaba cansada. Desvié el coche y busqué un motel. Cené algo ligero y me fui a mi cuarto. Pero no podía dormirme. El silencio de las cuatro paredes parecía herir mis oídos.

Cerré los ojos intentando conciliar el sueño, pero mi corazón me llevaba al recuerdo de las noches en que nos convertíamos en amantes, fundidos en besos y caricias, y un sobrecogedor cariño nos extasiaba a ambos, y a la vez nos permitía, en un corto espacio de tiempo, eternizar el final de nuestra fusión hasta más allá del infinito, sin pedirnos nada y ofreciéndonos todo, y aceptando únicamente el regalo de nuestra mutua compañía.

No había eternidad para nosotros sin el calor de nuestras miradas, ni tan siquiera un momento que pudiese hacer olvidar el tiempo. No había secretos, ni un sueño, aunque pequeño que pudiese superar aquellos momentos.
Pero las noches acababan y durante los días sólo compartíamos enfados, reproches, rabia e incluso odio. Posiblemente era el miedo a descubrir que además de amantes podíamos ser... ¿amigos?

Debí quedarme dormida mientras amanecía, porque un dolor de cabeza me estaba matando. Me duché, me vestí, me desayuné y el coche recorrió los pocos kilómetros que aún me separaban del olor a campo, tan ansiado por mí.

Era una aldea poco habitada en casas viejas. Dejé mi equipaje en la casa que alquilé y me fui a pasear por sus calles. Demasiado grande era la iglesia en proporción a la aldea. Su puerta estaba abierta, así que entré y me senté en uno de sus bancos.

Y nuestras vidas continuaban. ¿Cuánto? Tal vez un año más. El tiempo pasaba muy rápidamente y nuestros secretos, de muchas noches compartidas, seguían riéndose del amor.

¿Cómo podíamos ser tan bobos e inconscientes? Nadie puede reírse del amor, a él nadie puede sobrevivir. ¿Por qué íbamos a ser nosotros que lo consiguiésemos?

Estoy cansada de recordar, de intentar encontrar una explicación lógica a algo que no la tiene. ¿De qué queríamos huir? ¿De nosotros mismos?

No era necesario continuar alargando la agonía de los recuerdos. El final de nuestra historia estaba sentenciado desde el principio.

“Te quiero”, me dije para mí.

Nunca antes había visto que él llorase, ni tampoco había sentido su cuerpo temblar entre mis brazos de aquella manera. Con su mano derecha me retiraba el pelo de la cara, acariciaba mis mejillas tiernamente y me besaba.

Besos eternos y cálidos que nos llevaba a fundir nuestros cuerpos en uno. Por única vez, no era sólo sexo: hacíamos el amor.

Me abrazaba, me besaba en la boca con los labios cerrados y luego se daba media vuelta. Me resultaba imposible quedarme dormida. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza. ¿Qué era lo que había hecho?

Ni más ni menos que romper nuestra promesa “nada de amor, ni un solo te quiero”. Aquel minuto de flaqueza había acabado con una amistad, una historia cargada de tiempo y de felicidad: un contrato perfecto.

Sentía sus brazos sujetándome fuertemente, su cuerpo desnudo rozando el mío, su respiración intensa pero acompasada y su corazón al ritmo normal, como siempre, sin experimentar ni vivir las emociones.

Yo lloraba. Aquella era nuestra última noche.

Mis lágrimas mojaban sus hombros. No podía permitirme que me viese llorar, que descubriese mi debilidad. Me alejaba, pero él me volvía a abrazar, me besaba en la boca y me decía, como si hubiese leído mis pensamientos:

____Yo también te quiero.

Tampoco podía dormirse. Me sentía cómoda entre sus brazos, como si el tiempo se hubiese detenido en ese momento.

Pronunciaba mi nombre.

____¿Qué? –le contestaba.
____Nada –agregaba él.
____Lo siento, nunca debí… -no me dejaba acabar la frase.
____Nunca debiste decirme la verdad. Somos sólo amigos, ¿no?

Amigos, amantes... Ni nosotros mismos sabíamos ya lo que éramos.

____No sé -contestaba.
____¿Qué vamos a hacer ahora? -me preguntaba.
____Sólo una cosa, lo acordado desde un principio: que ambos respetemos nuestra libertad.

Sabíamos que el amor no era el perfecto. El amor era el principio de todos nuestros problemas: “yo he dicho”, “tú has dicho”, “llegas tarde”, “de dónde vienes”, a dónde vas”, “prefieres antes a tus amigos/as que a mí”, “eres un/una egoísta”, “no, ahora no, me duele la cabeza...”. Problemas y más problemas que nunca habían existido entre los dos, hasta aquel momento.

____Sólo podemos hacer una cosa –respondía, finalmente.

Volvía a abrazarme, tal vez por última vez. Se levantaba de la cama, se vestía y sin mirar atrás, antes de salir de nuestro nido, me decía:

____Adiós.

Por primera vez desde que habíamos empezado nuestra relación no se quedaba conmigo el resto de la noche. Y eso que dicen que el amor no cambia nada.

Lloraba con desespero. No me quedaban fuerzas para seguir luchando, ni siquiera contra el amor. Así que decidí emprender este viaje para tratar de olvidar.

Qué linda es esta Iglesia, pero que frío hace aquí. Me habría gustado rezar algo que me sabía, pero mi indolente memoria se negaba a recordar. Si pudiese recuperar mi corazón con la misma rapidez que mi libertad, todo sería más fácil para mí.

Me arrodille y le pedí a Dios que me ayudase a entender, que me ayudase a saber tomar una drástica decisión, o que me ayudase a olvidar, pero dentro de mí, sólo se repetían dos palabras: “te quiero”.
Dos palabras que, repentinamente, grité con todas mis fuerzas, para así permitir que el eco me las recordase permanentemente.

Cerré los ojos, pero desde todos los interiores de aquellas paredes viejas y húmedas, parecía que una fuerte voz me respondía:


¡YO TAMBIÉN TE QUIERO!


LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_vola10





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 5:53 pm





Sevilla se viste de Fiesta en Abril


Abril en Sevilla (Macarena)


Aquella tarde de jueves de abril hacía muchísimo calor en Sevilla. La vi en una esquina preguntando algo a un niño, el cual se encogió de hombros. Me acerqué a ellos, y Ella me preguntó:

____Disculpa, ¿puedes decirme dónde queda San Gil? -mostró una cara bondadosa y una voz virginal.
____Claro, ven conmigo, me cae de paso.

Estuvimos charlando durante todo el trayecto. Era preciosa: melena negra y rasgos femeninos. Una imagen tan bella como un cielo lleno de estrellas. Hicimos buenas migas. Imaginando que no volveríamos a vernos, sus palabras eran conciliadoras; todas se centraban en que nos amásemos los unos a los otros. Y llegó la despedida, nos dimos los típicos besos en mejillas. De regreso a mi casa, pensé en Ella.

Pero el jueves por la noche de esa semana volví a verla. Tenía prisa. Le pedí su móvil y le dije que la llamaría. Y la llamé. Y quedamos el viernes a las tres de la tarde. Se veía cansada. Macarena se llamaba.

En nuestra charla por móvil insistía en las mismas palabras, que apartásemos el odio y el rencor de nuestras vidas y que imperase el amor entre todos los seres humanos, que lo difundiese. Quedamos como buenos amigos. Esa misma tarde desapareció, cambió de móvil y ya no supe de ella, hasta que...


...la vi de nuevo este año a las diez de la noche del jueves de la Semana Santa. Iba por Resolana en dirección a San Gil. Nos miramos y sonreímos. La expresión en su cara me resulta imposible de olvidar


LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A110




achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 5:56 pm




Sevilla se viste de Fiesta en Abril


Abril en Sevilla (Triana)

Aquella tarde de abril hacía muchísimo calor en Sevilla. La vi en una esquina preguntando algo a un niño, el cual se encogió de hombros. Me acerqué a ellos, y Ella me preguntó:

____Disculpa, ¿puedes indicarme dónde queda la calle Pureza? -mostró una cara bondadosa y una voz virginal.
____Claro, ven conmigo, me cae de paso.

Estuvimos charlado durante todo el trayecto. Era preciosa: melena negra y rasgos femeninos. Una imagen tan bella como un cielo lleno de estrellas. Hicimos buenas migas. Imaginando que no volveríamos a vernos, sus palabras eran conciliadoras; todas se centraban en que nos amásemos los unos a los otros. Y llegó la despedida, nos dimos los típicos besos. De regreso a mi casa, pensé en Ella.

Pero el jueves de madrugada de esa semana volví a verla. Tenía prisa. Le pedí su móvil y le dije que la iba a llamar. Y la llamé. Y quedamos a las cuatro de la tarde del viernes. Estaba cansada. Triana se llamaba.

En nuestra charla por móvil insistía en las mismas palabras, que apartásemos el odio y el rencor de nuestras vidas y que imperase el amor entre todos los seres humanos, que lo difundiese. Quedamos como buenos amigos. Esa misma tarde desapareció, cambió de móvil y ya no supe de ella, hasta que...


...la vi de nuevo este año a las once de la noche del jueves de la Semana Santa. Iba por el Puente Triana en dirección a la Capillita de los Marineros Nos miramos y sonreímos. La expresión en su cara me resulta imposible de olvidar



LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A210





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Sáb Dic 14, 2019 11:19 pm



Ese boca a boca de leyenda urbana de una guerra entre suegra-yerno y yerno-suegra, está representada en este simpático y corto relato que ofrezco a continuación. Lean... lean...


Algo terrible inminente

Dormía mal. Muy mal. Sudaba permanentemente, aun no haciendo calor. En los pocos momentos en los que conseguía conciliar el sueño, aparecían en su mente monstruos y criaturas de verdad que pretendían devorarle: lo hacían, pero sin destruirlo, dejándole vivo para el siguiente mordisco

Se volvía a despertar, pero el desespero lo aniquilaba. Y éste era real. Se tomaba un somnífero, y a ver si así rescataba la tranquilidad y por ende el sueño.

Pero no le producía el efecto deseado. La noche se le estaba yendo entre nervioso y despierto, entre soñar y simbólicos espantos, y ya se encontraba angustiado por la dura realidad, que hacía poco le habían anunciado.

Y esto era lo que estaba presente en su vida: “la madre de todos los miedos”, como diría el cruel Sadam Hussein

Quería que no amaneciese. Prefería enfrentarse a los espíritus oníricos indeseables de afilados dientes, que a la cruda realidad que se avecinaba. El primer rayo del sol caía sobre su cuerpo como una guillotina. Sin matarle, jugaba con su cabeza con un agudo dolor, que no por ello encontraba el descanso de la muerte.

Sonaba el despertador, en la mesilla de su esposa, a su lado. Sus ojos, muy abiertos, confirmaban con superlativa alegría que su suerte estaba echada, irremisiblemente:



Su suegra había venido hoy a su casa a desayunar

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 A_sueg10






achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

A achl le gusta esta publicaciòn

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Lun Dic 16, 2019 9:38 am



CINE

EL CÓDIGO ENIGMA
(2013)





achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Lun Dic 16, 2019 9:41 am




CINE

ENAMORADA DE UN DESCONOCIDO
(2010)








achl
achl

Mensajes : 28383
Fecha de inscripción : 06/05/2012

Volver arriba Ir abajo

LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 12 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 4 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Página 12 de 40. Precedente  1 ... 7 ... 11, 12, 13 ... 26 ... 40  Siguiente

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.