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LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

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Mensaje  achl Miér Mayo 19, 2021 2:02 pm




MÚSICA

PASTORA SOLER
A tu vera
Se amarra el pelo
Limosna de amores




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Mensaje  achl Miér Mayo 19, 2021 2:12 pm




MÚSICA

PASTORA SOLER
Por si volvieras
Toda mi verdad
Solo tú




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Mensaje  achl Miér Mayo 19, 2021 11:00 pm


LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Erztic27


Engañada

Esta es mi historia hasta los 28 años que ahora tengo. Me llamo Claudia y soy una chica agraciada de cara y cuerpo. Me casé a los 26 años, pero mi marido, que en el primer año de casados mantenía un altísimo sentido de la moralidad, en el otro se convirtió en un pervertido. Me propuso que “estableciéramos una relación abierta”, a lo que me negué, pero insistía y lo único que estaba consiguiendo era que nuestra relación se rompiese a pedazos por día; tanto, hasta llegar a la ruptura definitiva por mi parte. En los últimos campases de nuestras inexistentes relaciones, me tendió una añagaza a través de sus falacias. Me dijo que la esposa de su socio iba a concederme un trabajo de jefa de contabilidad (que es mi profesión), para lo cual, por su cuenta me preparó una entrevista. Lean… Lean…

Luego de una exquisita cena, sin, por supuesto, faltar como colofón final alcohol y marihuana, me percaté de que Carmen (que así se llama) quería algo más de mí que mis reconocidos saberes en contabilidad No recuerdo exactamente cómo entré a por uvas en lo que me ofreció. El caso es que, cuando las dos nos metimos en su cama de matrimonio, yo estaba medio drogada, y medio borracha, lo cual no parecía que me importaba. Y fue entonces que comenzó "la gran corrida", y, para mi sorpresa, me gustaba. Nunca había imaginado que las caricias y los besos de una mujer fueran tan excitantes. Las diabluras que Carmen hacía con sus dedos y su lengua, convertían a cualquier consolador en un juguete infantil. Era como si me abrieran las puertas de un nuevo mundo.

Cuando desperté a la mañana siguiente, en la cama de Carmen y con ella a mi lado, pude ver lo bellísima y lo escultural que era desnuda, incluso sin maquillaje, me di cuenta de que había gozado toda la noche, tanto o más que aquella bisexual y lujuriosa empresaria millonaria.

Esperé hasta las tres antes de regresar a mi casa, en busca de mis cosas, pensando en que mi ex marido estaría en su club revisando la caja del día anterior, como solía hacer (yo decía mi ex, y, aunque él no me concedía el divorcio, la última faena que me hizo rebosó el vaso de mi aguante). Abrí con mis propias llaves y me fui presurosa al dormitorio principal de la casa. Pero mis cálculos fallaron. Mi ex seguía acostado. Raro en él. Pero pasaba yo de averiguar si permanecía allí, furtivo de un enredo de faldas nuevo o de algún otro que había presentado cara.

Traté de salir de nuevo, silenciosamente, pero él de percató de mi presencia y se sentó en la cama, desperezándose:

—Hola, cariño.

No le presté atención.

—Ya estoy informado de todo. Por cierto, tan mal no te fue, ¿verdad?
—Me lo pasé de puta madre –respondí, al fin.

Comencé a sacar mi ropa del armario.

Ahora estaba el completamente despierto.

—¿Te lamió el co...? –me preguntó, de sopetón.
—Sí.
—¿Y tú a ella?
—Sí.

Me di cuenta de que había empezado a excitarse.

—¿Y qué hacía su marido mientras tanto?
—Mirar.
—¿Penetró a su esposa?
—No sé.
—¿Y a ti?
—No sé

Se regodeaba, pero se hería con sus propias preguntas.

—Solo recuerdo que penetró a una de las dos, pero no pongo en pie a cual –añadí.
—¿Qué hacía él después?
—Me lamía ahí abajo, con el pene en la mano tratando de masturbárselo. Pero no se le ponía dura, se cabreó y salió del dormitorio a todo gas.
—¿Y qué hicisteis vosotras entonces?
—Avivamos el fuego y proseguimos el baile, devorándonos mutuamente, pero con mayor agresividad que las veces anteriores –sentía que lo que le estaba diciendo le estaba chinchando, que era lo que yo pretendía.
—¡Oh, qué orgía! –dijo, relamiéndose y bajándose de la cama. Me puse en guardia. Ahora estaba asquerosamente drogado, íntegramente desnudo y con el pene; eso sí, atractivamente ereccionado.
—No sé cómo carajo me las arreglo, pero siempre me pierdo lo mejor. Me hubiera gustado estar allí.
—Nadie te lo había prohibido.
—Estás errada. Eso es solo privativo de mi magnate socio y su esposa.
—Entonces tienes razón. No sé cómo carajo te las arreglas, pero siempre te pierdes lo mejor -repetí sus mismas palabras.
—Pero podemos arreglarlo ahora. ¿Bailamos?
—Nada de eso. Me saturé de danzas para un año. Todas las bailé anoche en la mejor suite del hotel Alfonso XIII.
—A partir de ahora, en ese hotel habrá disponible siempre una suite para ti. Lo sabes, ¿verdad?
—Ni lo sé ni me interesa –contesté, y me subí en la banqueta para poder bajar del armario mi maleta y algunas de mis cosas más necesarias.

Me quedé con mis llaves y aprovecharía la ausencia de mi ex de su casa, para más tarde ir de nuevo con una furgoneta y así llevarme el resto de mis pertenencias.

—¿Qué estás haciendo? –miró hacia donde me halaba.
—¿No lo ves?
—Solo veo que estás trasteando en una maleta.
—Te equivocas de nuevo. Como siempre. ¡Estoy haciendo mi maleta, que no es lo mismo!
—¿Y por qué? –parecía desconcertado.
—Porque me voy de tu puta casa. ¿Para qué diablos crees entonces que estoy haciendo la maleta?
—No es necesario que te sientas tan ultrajada. Decías antes que lo habías pasado bien, si no me falla la memoria.
—Y de nuevo te digo que sí. Pero eso no tiene nada que ver –le dije-. No me gusta que me utilicen, como tampoco que me mientan. ¡Y tú me has utilizado y me has mentido, hijo de puta!
—Bah, tontería Había de por medio un negocio importante. Podíamos habernos arruinado.
—¿Podíamos? ¡Encima cachondeo! ¡Querrás decir que podías haberte arruinado! ¡Nunca he tenido parte en tus negocios! Te recuerdo que no tenemos gananciales.

Se quedó mirándome, sin responder.

—Toda esa sarta de mentiras que decías sobre un puesto de contable en una de las empresas de tu amigo y socio-, no era sino eso: una sarta de mentiras. Carmen me dijo que no sabía nada de un trabajo para mí. No hay trabajo porque su marido ha vendido su holding de empresas. ¿Por qué no me dijiste la verdad? Y la verdad es que me vendiste como un Judas cualquiera a ese vicioso matrimonio, con la única idea de saldar una deuda que tenías con ellos –añadí, aprovechando su silencio.
—Eso da igual ahora. Pero no te mentí acerca de mi socio. Él habría... -se interrumpió al ver la expresión en mi cara.
—¡Eso también es mentira, embustero! –repliqué, furiosa-. ¡Carmen me informó de que tu socio y tú no os habláis desde tres meses!
—Así es, pero no pasa nada –respondió, acercándose más a mí-. Bueno, ya ha acabado todo. Olvídalo. Sabes que te quiero.
—Tienes razón solo en una cosa "ya ha acabado todo". Ya puedes dejar de mentir –lo miré despectivamente.
Seguía sacando mis cosas y metiéndolas a marchas forzadas en mi maleta, pero siempre con su oposición.
—¡No entorpezcas! ¡Tengo urgencia por irme de aquí! ¡Me asquea hasta pisar este asqueroso suelo!
—¿Y a dónde vas a ir?
—¡A ti qué leche te importa! -contesté, pero de pronto me percaté de que los malos modales eran sus aliados, así que cambié de actitud y empecé a hablarle normalmente, aunque en forma irónica:
—Pero si vas a llorar, te diré que a mi piso en Triana. Ahora es cuando me alegro de no haber dejado de pagar mensualmente el alquiler.
—No me digas que piensas regresar a esa ratonera inmunda.
—Prefiero mi ratonera inmunda a tu hervidero de putas.
—No me creo que regreses a tu casa.
—¿Te quedarías más a gusto si te dijera que me voy a vivir con Carmen y su marido a París?
—Tampoco me creo eso.

Abrí mi bolso y le mostré un pasaje de avión.

—¿Sabes qué es esto?
—Solo sé que soy un imbécil hijoputa.
—Por fin empiezas a decir la verdad –y guardé de nuevo el billete.

Movía la cabeza repetidamente de un lado a otro.

—Se me abren las carnes solo con pensar que resultaste ser una tortillera.

Lancé una carcajada.

—Los cabrones consentidos no deben jugar con fuego, que se queman. Y tú estás ardiendo entero. Ahora puedes usar tus mimetismos acerca de los cuernos -le dije en alusión a la charla que mantuvimos al respecto el día que nos conocimos. Y añadí-: Y en cuanto al viaje a París, le dije a Carmen que no. Pero no te creas que es por ti, sino por mí. No quiero convertirme primero en un juguete y más tarde en una puta para ninguno de esos dos lujuriosos cónyuges.

Sin importarle mis insultos, una expresión de alivio se reflejó en su cara:

—Reconozco que te he hecho pasar un mal trago. Pero, ¿por qué no te metes en la cama y lo olvidas todo? Te vendrá bien descansar. E incluso puedes disponer de esta noche libre.
—Justo lo que voy a hacer tan pronto llegue a mi pisito, meterme en mi cama -respondí y añadí-: pero no te molestes en darme tu permiso. Acabo de renunciar a mi empleo de contable en tu club. Y tanto mi puesto de trabajo como mis ganancias te los puedes meter en los huevos. Eres tan miserable que todos los insultos resultan pocos.
—No hables así. No olvides que eres una señora.
—Ah, pensé que era una lesbiana.
—Anda, no seas tonta –se me acercó más-. Podemos conservar nuestra amistad. Te conviene.
—Tal vez tú puedas, pero yo no.
—¿De qué vas a vivir entonces? -me preguntó, con cierto retintín.
—Eso es asunto mío.
—Pero si te interesa, te digo que he ahorrado. Y hubiese podido ahorrar más. pero, últimamente, con tanto sexo variopinto, no he podido –añadí, sin dejar que replicara.
—No tienes dinero -afirmó.
—Si tú lo dices... Pero si así fuera, buscaré trabajos contables en pequeñas empresa y los haré en mi casa –repliqué, sin dejarme avasallar. Esto fue lo último que le dije en esa ocasión. Y sin más, cogí mi maleta y mis cosas y salí a escape de aquel infierno.

Una semana después de aquello, de noche ya, sonó el timbre de mi casa. Me levanté pesadamente del sillón de detrás de mi escritorio y fui a abrir la puerta.

—Hola. Pasaba por aquí y se me ocurrió venir a ver si estabas.
—¿Dónde conseguiste mi dirección?
—Me la han facilitado confidencialmente.
—¿Es quizá hoy tu día libre?
—Ojala fuera eso. Tu marido o ex marido, no sé, me echó. Espero que a ti no te haya despedido también.
—No, me despedí yo –y viendo que seguía en el umbral, añadí-: pero pasa ya, no te quedes ahí fuera.

Vi cómo sus ojos inspeccionaban el salón.

—Disculpa este desorden –me apresuré a decirle-. Pero estaba enfrascada en mi trabajo y...
—No quisiera molestar -me interrumpió.
—Nada de eso. Me alegro de que hayas venido. Necesitaba un respiro. Tengo en la nevera dos latas heladitas de cervezas Cruzcampo.

Me acerqué más él para recoger su chaqueta y colgarla, pero no hizo ademán de quitársela.

—Pensé que si no habías cenado aún, podíamos ir a un chino. o a una pizzería, o a otro lugar que te apetezca.
—¡Ni una palabra más! -sonreí-. ‘Dame un minuto!
—No te vistas elegante. Tengo gustos de rico, pero billetera de pobre.
—¿Unos vaqueros, quizás?
—Cualquier trapo. Con esas hechuras...

Me desvestí detrás de la puerta abierta del armario y me puse mis vaqueros favoritos, una camisa verde y un jersey, anudado a la cintura.

—¿Bien? -le pregunté girándome en redondo cuando salí de mi escondite.
—Mejor imposible.
—Dame otro minuto para cepillarme el pelo y maquillarme un poco -salí del baño al cabo de diez minutos y lo encontré en pie y en el mismo lugar de donde lo había dejado. No se había movido ni un centímetro.

Lo miré.

—Podías haberte sentado.
—Estaba bien así.

Era un placer sentir la brisa de la noche primaveral sevillana después de haber estado encerrada todo el día haciendo números y más números.

—¿Sabes dónde queda alguno de esos restaurantes?
—Ahí cerca, en el barrio de Los Remedio hay varias pizzerías. Podemos ir caminando tranquilamente, si te apetece.
—A mí me apetece todo lo que te apetezca a ti.
—Oh, qué amable es mi amigo–sonreí.

Conversamos durante todo el trayecto de ida y vuelta y en el transcurso de la cena, pero cuando llegamos a la puerta de mi casa, nos quedamos callados, mudos…

—Las latas de cerveza siguen estando en la nevera –le dije, al fin, para así romper el silencio.
—No quiero ocasionarte más molestias.
—Entra ya. No seas bobo.

Eran las dos de la madrugada cuando se levantó del sofá, con cara de preocupación, sobre todo por la repugnante misión que lo había llevado a la casa de Vivian. Después de ponerse la chaqueta, se fue presuroso hacia la puerta de salida a la calle.

—Será mejor que te deje seguir trabajando -dijo-. Me siento culpable de haber interrumpido tu trabajo.
—No digas tonterías. Te agradezco tu visita –respondí, a la vez que abría la puerta de salida a la calle.
—Gracias -debido a su altísima estatura, me puse de puntillas para poder besarlo en la mejilla. Pero desde mi postura, un poco incómoda, no pude evitar que su boca rozara la mía, y, de pronto, una cálida sensación surgió entre los dos, y, sin pensar, me arrojé hacia sus brazos y lo hice entrar de nuevo, cerrando tras sí la puerta con llave y cerrojo.

"Después", más tarde, al alba, mientras yacíamos abrazados en la cama, su suave voz susurró en mi oído.

—¿Sabes que siempre te he amado?
—No debes obligarte a decir algo que no sientas. En este momento estoy feliz por estar aquí y así contigo.
—Pero lo digo de veras.
—No mientas. Estoy decepcionada por tantas mentiras. Me hacen daño escuchar cosas que se dicen por decir.
—Nunca te mentí -respondió-. Te amaba cuando salíamos, te amo ahora y te amaré de por vida. Y esto es algo que no puedo ni quiero evitar. Todas las lunas, durante los tres años, seis meses y diez días que hemos estado apartados, he besado la foto, que aún conservo como oro en paño, que nos hicieron en el Club Náutico de Sevilla -empezaba a arrepentirse de la misión encomendada. En realidad, seguía enamorado de ella.

Luego de sus emotivas palabras, me puse a llorar. Pasados dos días de esa maravillosa noche de amor y pasión, se instaló en mi pequeño pisito, que no ratonera inmunda. Y en el día a día, en la convivencia, corroboré que mi gran amigo Alejandro era una excelente persona.

Doy fe de que es verdad eso de que un clavo saca otro clavo.

Sin embargo mi particular “acta notarial sobre eso del clavo”, la vida, que nunca deja de traer y llevar sorpresas, positivas y negativas, cuando más ilusionada me encontraba en mi nueva relación con mi amigo de toda la vida, por pequeños detalles en un principio y por descarados detalles más tarde, descubrí que “ mi hijoputa amigo del alma” se dejó comprar por mi ex marido y su ex jefe, ahora otra vez su jefe, para que me convenciera de que regresara de nuevo con él.

Anulo ahora mi anterior dicho y lo sustituyo por este: “El Dinero es el constructor y el destructor y el decisorio y el irrisorio de la felicidad”.

¿Y saben que he decidido finalmente?... “¡al carajo todos los tíos”.



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Mensaje  achl Miér Mayo 19, 2021 11:09 pm




AMENIDADES

Sentir de esta forma, sumergida,
es como si se te fuera la vida

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clown clown clown



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Mensaje  achl Miér Mayo 19, 2021 11:29 pm




AMENIDADES

Durante el covid, hay chiquillas
que salen a la calle sin mascarilla

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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:09 am



LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Erztic28

Aquel culo

Me llamo Alfonso. Soy sevillano y vivo en Sevilla. Tengo 32 años: alto, moreno, bien parecido. Estudié ingeniería industrial, y en la actualidad tengo la suerte de tener un buen trabajo y bien remunerado. Mi forma de ser es directa, sin rodeos, pero educada y respetuosa, aunque un poco bastante atrevida con las mujeres no comprometidas, y más con aquellas que a mis ojos emboban.

Entré un viernes a eso de las 23.00 horas PM en mi discoteca favorita y me fui directamente a la sala de música lenta, y allí, sí allí lo divisé; era un culo sencillamente monumental, fuera de serie. La dueña de él, en ese momento miraba cómo algunas parejas bailaban al ritmo de una música para enamorados.

Era una chica de unos 30 años; rubia, guapa, cuerpazo, y, sobre todo, con un grandioso culo con redondeces hermosamente marcadas e imantadas por los lobos que rondaban en círculo la pista.


LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Entrz_10


Pero ni macho ni hembra de aquella sala osaba a acercase a aquel culo, aunque no dejaban de mirarlo. Demasiado culo para gente tan indecisa. Pero yo, tan kamikaze de ordinario en esta clase de lides y con ganas de que aquella belleza andante supiese que al menos había un hombre capaz de invitar a una copa a una dama con un culo con una hechuras sensacionales, me acerqué con rapidez hacia ella.
Toda la gente de la barra y algunos bailones fijaban sus ojos en nosotros, cuando aquel bombón rubio aceptaba encantado mi compañía. Y como os podréis imaginar, yo estaba que no cabía en mi percha.

Antepongo que lo mío no es bailar. Aunque... ¡qué coño, con un culo así a tu vera había que bailar lo que fuera!
Aquella despampanante hembra rubia se llamaba Lidia.
Pero enseguida me di cuenta de que esperaba a alguien, porque miraba y miraba su reloj mientras bailábamos, e imaginaba que de un momento a otro se iría, quizás con algún amigo o amiga. Así que, concienciado, solo me limité a disfrutar de mi súbita conquista todo el tiempo que pudiese y me dejasen, acercándome al máximo a su hermosa retaguardia.

Con una pícara sonrisa en sus exóticos labios, retrocedía, como dándome a entender que quería zafarse de mi impetuoso proceder “disimulado”, al menos en público. Pero, de pronto, sin pensarlo, llevé mi boca a su boca y le di un apretado beso en los labios, al tiempo que abracé su culo con las dos manos, para así ir tanteando su nivel de resistencia, o esperando la correspondiente hostia.

Pero no, no hubo ninguna hostia; por contra, su lengua, como la de una víbora, se entrelazaba con la mía como dos boas constrictoras. Dando un paso más, mi mano se fue hacia donde la caricia se vuelve pecado. Ella me apartó la mano, pero acercó sus labios a mi oreja y con voz sugestiva me dijo que no quería estar sola, que no era una buscona, que era una mujer libre y ansiosa de un macho que la llenase, que tenía posibilidades pecuniarias y que estaba recién divorciada de un esposo aventurero que la ignoraba y no le echaba cuenta. Así que no hacía falta ser demasiado inteligente para percatarme de que me estaba invitando a salir de la pista y de la discoteca e irnos juntos a donde yo quisiera llevarla.

Luego de cenar y de tomar unas copas, y algunas de más, me la llevé a mi casa. Al otro día, al mediodía nos fuimos a mi apartamento de la playa de Rota. Nos bañamos en las aguas tibias y azuladas del Atlántico, comimos marisco y bebimos cervezas Cruzcampo en el chiringuito de mi paisano Alejandro, y más tarde, luego de una buena siesta, “que lo que menos hicimos fue dormir”, de nuevo al mar.
Y desde aquel día y hasta hoy, no he perdido de vista a aquel dios culo ni a su despampanante dueña, que, sin compromisos ni ataduras, cada cual vive en su propia casa, pero nos vemos con mucha frecuencia.

Y he aquí una foto de Lidia, tomada de espaldas con mi móvil. Juzguen ustedes por si yo me he excedido en exaltar lo que para mí sobrepasa en gran medida la exaltación.



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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:12 am




AMENIDADES

No me aprietes más,
que estoy preñá

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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:18 am




AMENIDADES

Además de tener hermosas posaderas,
se sabe que es una excelente cocinera


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Shocked Shocked Shocked


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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:29 am




AMENIDADES

¡Chiquilla, venga ya, aligérate,
que te va a coger Papá Noel!

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drunken drunken drunken


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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:34 am




AMENIDADES

Vente a mi casa esta noche,
que me ganaste al parchís anoche

LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Ven_a_11


lol! lol! lol! lol! lol! lol!



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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:42 am




Pillado por todos lados

No podía moverse hacia arriba porque una regla lo prohibía
No podía moverse hacia abajo porque una regla lo prohibía
No podía moverse hacia la derecha porque una regla lo prohibía
No podía moverse hacia la izquierda porque una regla lo prohibía
No podía moverse hacia adelante porque una regla lo prohibía
No podía moverse hacia atrás porque una regla lo prohibía
No podía caminar de lado porque una regla lo prohibía
No podía andar dando saltitos porque una regla lo prohibía
No podía desperezarse porque una regla lo prohibía
No podía recostarse porque una regla lo prohibía
No podía verse con su maciza vecina porque una regla lo prohibía
No podía hacerle el amor a su vecina porque una regla lo prohibía
No podía ligar con ninguna otra fémina porque una regla lo prohibía
No podía autosatisfacerse sexualmente porque una regla lo prohibía
No podía ver pornografía en vídeos porque una regla se lo prohibía
No podía tomar bebidas con alcohol porque una regla lo prohibía
No podía...
No podía...

¡Joder!

Su vida era, por todas esas estúpidas y absurdas reglas y por otras muchas más, que sería latoso citarlas aquí, un desastre y una desesperación, hasta que un buen día tomó la relevante decisión de mandar directamente al carajo todas las reglas.

Pero, para su gran satisfacción y no menos sorpresa, leyó una noche en el sabelotodo Internet que un eminente científico-inventor había inventado una regla que anulaba todas las reglas.



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Wink




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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 2:40 am




AMENIDADES

Trabaja esta muchacha de taxista,
y no tiene ni un cliente racista

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Rolling Eyes Rolling Eyes Rolling Eyes Rolling Eyes


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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 2:45 am




AMENIDADES

Todos me miran y hasta con un objetivo,
y, la realidad, es que no sé los motivos

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Razz Razz Razz Razz



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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:24 pm




MÚSICA

ANN MARGRET
Lot Of Livin Bye Bye Birdie






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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:28 pm




MÚSICA
BAILE

Caballo viejo e riso amaro nuevo




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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:35 pm




MÚSICA

DEAN MARTIN - CATERINA VALENTE
One Note Samba




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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 1:43 pm




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CARO EMERALD LIVE
A Night Like This




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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 2:01 pm




MÚSICA
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"Zorba the Greek" ShakallisDance2019/Just Dance




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Mensaje  achl Dom Mayo 23, 2021 2:07 pm




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Pot-Pourri - Rivers of Babylon _ Sugar Sugar _
More Than I Can Say _ Forever and Ever (Banda Cover)




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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 4:03 am




AMENIDADES

Una buena mujer que haga de to
es lo que necesita un hombre mayor


LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Una_bu11

I love you I love you I love you I love you



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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 4:32 am




AMENIDADES

Si conmigo vas de egoísta,
ya mismo te borro de mi lista

LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Si_con10


Wink Wink Wink Wink


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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 4:36 am




AMENIDADES

Se rinde definitivamente la carreta
frente a esta evidente papeleta

LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Se_rin10


lol! lol! lol! lol! lol! lol!



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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 5:24 am




AMENIDADES

La otrora niña del exorcista,
de mayor va de conquista

LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 La_niz10


tongue tongue tongue





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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 2:36 pm



LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Erztic29


Y eso que no era mi fiesta

Una radiante noche sevillana de finales de mayo, con luna llena y un cielo cargado de estrellas, me encontraba en una fiesta. Miraba yo cómo bailaban los chicos y las chicas que habían sido invitados. Esa fiesta era un homenaje a mi buen amigo Julio, campeón en ese año del "Motocross Sevilla". Le entregaron una magnífica copa de plata y tres mil euros en efectivo.

Festejaba Julio este título a sus 18 años. Yo tenía tres más que él. De pronto, me giré en redondo al escuchar exclamaciones jubilosas de los chicos, que miraban a sus parejas de baile moverse sexy, mientras yo me iba hacia la terraza a fumarme un cigarrillo. En el trayecto iba recordando los buenos ratos con Julio. No era mi fiesta, pero estaba alegre por él. Toda aquella panda, de 18, 19 y 20 años, danzaba y cantaba. Yo no, a mí no se me daba bien el baile.

Mientras fumaba vi a unos metros de mí a la madre de Julio, que hablaba con otra mujer, que más tarde me dijeron que se llamaba Luisa, y que era tía de Julio, hermana de su madre. Luisa estaba recién divorciada. Yegua salvaje la Luisita; tanto, que era el objeto del deseo de aquel chavalerío, incluido mi primo de 17 años, que esa noche me contó que había soñado que le robaba las bragas para luego masturbarse oliéndolas.

Luisa era de alta estura, morena y frisaba en los 45. Aquella noche vestía un sensual vestido celeste, sujeto por delante a sus firmes senos, y en la parte de atrás tenía una larga cremallera. No era muy ajustado, pero conseguía evidenciar las curvas de un buen violín. Iba poco maquillada, lo que, para mi gusto, la hacía más atractiva. Sin poder ni querer evitarlo, mis flechados ojos iban de su apetecible canalillo a sus semi descubiertos muslos. El vestido era atrevido, de unos diez o doce centímetros por encima de las rodillas.

Mientras Luisa hablaba con su hermana, me miraba. Lo curioso era que al ver que yo también la miraba no se inmutaba, y yo no pensaba retirar los ojos. De niño jugaba a mirar a los ojos a las niñas de mi cole, y a ver quién cedía primero, con lo que estaba entrenado para esto. Pero tanta fijeza en la mirada, me desconcertaba, y no sabía por qué, aunque a juzgar por su manera de mirarme... "no, no puede ser una indirecta", me dije. Había allí elegantes y atractivos señores, de su edad, padres y tíos de los chicos, con quienes coquetear. "Quizás los tres whisky que ya me he tomado son los culpable de esta loca idea mía", pensé, a la vez que levanté mi copa hacia Luisa, como un saludo. Al agotarla, la dejé sobre la mesa y me fui al aseo de caballeros, con urgencia por aliviar mi vejiga.

Por el momento olvidé a Luisa. Pero, después de orinar, grande era mi sorpresa al verla entrar al aseo. Me quedé helado. Se disculpó diciéndome que se había equivocado y que deberían identificar mejor las puertas. Le respondí que se tranquilizase, que a cualquiera le podría ocurrir. "Me da la sensación de que esto es diferente”, pensé de nuevo, y mi pene no era ajeno a semejante escena, por lo que ya estaba empezando a reaccionar.

Me preguntó si tenía un cigarrillo. Saqué del bolsillo de mi pantalón un paquete de Marboro, cogió uno, le di fuego, y sus labios soltaron una bocanada de humo. Dio otra chupada, se tragó el humo y tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó. Argumentando un súbito cansancio, se inclinó sobre el lavabo. Su vestido iba subiéndose a medida que bajaba las manos para descalzarse, alegando que sus verdugos zapatos de tacón de aguja la estaban matando.

Los pies de Luisa eran pequeños. Llevaban las uñas pintadas de azul. Seguía hablando de algo, que nunca lo sabré porque no le echaba cuenta. Mi atención se centraba en una vista grandiosa…. ¡su vestido estaba subido hasta la cintura! Podía ver claramente su entrepierna, sin bragas, y su pubis poco depilado. Y mi miembro iba a estallar.

Al notar que no estaba prestando atención a lo que decía, me miró, y, creyendo que estaba mirándole los pies, me dijo si me gustaban. Le dije que sí. Me preguntó si veía algo más en ella que me gustase. Mi respuesta fue la más insinuante que se me ocurrió, aun no siendo yo muy lanzado, pero seguro que por el alcohol injerido le respondí que su vestido, pero que estaría mejor sin él. Sonreía, pícara, mientras llevaba una de sus manos a su espalda. De pronto, el vestido se abrió entero, porque lo que había hecho era bajarse la cremallera. Mis ojos se salían de sus órbitas.

En ese momento no sabía qué hacer, ni por dónde comenzar para coger la sartén por el mango. Pero fui listo, y práctico también; así que me puse en cuclillas y empecé a besarle los pies, mientras mis manos subían por sus piernas. Al llegar a la pantorrilla, vi que con una de sus manos se cogía un seno y que lo llevaba a los labios lamiéndose el pezón. Terriblemente excitado, subí mi boca y metí la lengua en su sexo, a la vez que dos dedos de su mano derecha jugaban entre mi cabellera, acrecentando la presión en su famélica vagina, que no dejaba de palpitar, como pidiendo ser socorrida urgentemente.

Subí hasta su cuello, alternando besos con mordisquitos. Ladeaba ella la cabeza, para dejarme trabajar. Le indiqué que se pusiese en pie, pero se paró y, majestuosamente, dejó caer el vestido, para luego empujarlo con el pie. Su desnudez era un paraíso. Sus pechos, firmes y con mamelones erectos, parecían decir ¡cómeme! Su húmeda entrepierna pedía guerra. Me desabroché la bragueta, y empujé delicadamente a Luisa contra los azulejos. Saqué mi pene, y ella abrió sus piernas. Y, ya antes de penetrarla, emitía gemidos. Nos acoplamos a un compás frenético, hasta que alcanzamos un orgasmo al unísono.

No satisfecha la fogosa Luisita, se inició a hacerme un perfecto limpiado. Le supliqué que no me hiciese eso, y menos aún de ese modo, o me iría de nuevo. Pero como no me hacía ni puto caso, aparté su boca y volví a meter mi canario en su jaula, experimentando ahora un orgasmo por separado. Y como hacía todo lo posible por no dejarme que sacase mi miembro, se fue sola una vez más, lanzando unos rugidos bestiales.

Podía sentir, entre tanto rugido, cómo sus fluidos corrían por mis muslos y cómo las contracciones de su vulva presionaban sobre mi pene. ¡Es que su orgasmo en solitario la hizo delirar!

Mientras se vestía de nuevo le pregunté si usaba anticonceptivos, ya que aun su edad, todavía podría ser fértil.

Cuando acabó de vestirse, de calzarse, y de arreglarse el un poco el pelo, mirándose en el espejo de aquel 'lujurioso' servicio, me respondió algo que hizo que mi pene se empinase de nuevo:

—Al igual que a mi sobrino, me excita el riesgo. Te lo demostré ante cuando entré a este aseo y no apestillé la puerta por dentro.

Sin pronunciar más palabras, sacó de su bolso un boli y un papel, anotó nueve números y dejó el papel sobre la base del lavabo. Y sin despedirse, se fue por donde había venido. Una vez que salió, cogí el papel y adiviné que sería su número de móvil. Pasados unos minutos salí del aseo, con un evidente asombro en mi cara. Y la fiesta no había decaído; de hecho, estaba más animada.



LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Fiesta10


Razz



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Mensaje  achl Mar Mayo 25, 2021 3:20 pm



LA CAJA DE MÚSICA 9 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR) - Página 31 Erztic30


Engañada

Esta es mi historia hasta los 28 años que ahora tengo. Me llamo Claudia y soy una chica agraciada de cara y cuerpo. Me casé a los 26 años, pero mi marido, que en el primer año de casados mantenía un altísimo sentido de la moralidad, en el otro se convirtió en un pervertido. Me propuso que “estableciéramos una relación abierta”, a lo que me negué, pero insistía y lo único que estaba consiguiendo era que nuestra relación se rompiese a pedazos por día; tanto, hasta llegar a la ruptura definitiva por mi parte. En los últimos campases de nuestras inexistentes relaciones, me tendió una añagaza a través de sus falacias. Me dijo que la esposa de su socio iba a concederme un trabajo de jefa de contabilidad (que es mi profesión), para lo cual, por su cuenta me preparó una entrevista. Lean… Lean…

Luego de una exquisita cena, sin, por supuesto, faltar como colofón final alcohol y marihuana, me percaté de que Carmen (que así se llama) quería algo más de mí que mis reconocidos saberes en contabilidad No recuerdo exactamente cómo entré a por uvas en lo que me ofreció. El caso es que, cuando las dos nos metimos en su cama de matrimonio, yo estaba medio drogada, y medio borracha, lo cual no parecía que me importaba. Y fue entonces que comenzó "la gran corrida", y, para mi sorpresa, me gustaba. Nunca había imaginado que las caricias y los besos de una mujer fueran tan excitantes. Las diabluras que Carmen hacía con sus dedos y su lengua, convertían a cualquier consolador en un juguete infantil. Era como si me abrieran las puertas de un nuevo mundo.

Cuando desperté a la mañana siguiente, en la cama de Carmen y con ella a mi lado, pude ver lo bellísima y lo escultural que era desnuda, incluso sin maquillaje, me di cuenta de que había gozado toda la noche, tanto o más que aquella bisexual y lujuriosa empresaria millonaria.

Esperé hasta las tres antes de regresar a mi casa, en busca de mis cosas, pensando en que mi ex marido estaría en su club revisando la caja del día anterior, como solía hacer (yo decía mi ex, y, aunque él no me concedía el divorcio, la última faena que me hizo rebosó el vaso de mi aguante). Abrí con mis propias llaves y me fui presurosa al dormitorio principal de la casa. Pero mis cálculos fallaron. Mi ex seguía acostado. Raro en él. Pero pasaba yo de averiguar si permanecía allí, furtivo de un enredo de faldas nuevo o de algún otro que había presentado cara.

Traté de salir de nuevo, silenciosamente, pero él de percató de mi presencia y se sentó en la cama, desperezándose:

—Hola, cariño.

No le presté atención.

—Ya estoy informado de todo. Por cierto, tan mal no te fue, ¿verdad?
—Me lo pasé de puta madre –respondí, al fin.

Comencé a sacar mi ropa del armario.

Ahora estaba el completamente despierto.

—¿Te lamió el co...? –me preguntó, de sopetón.
—Sí.
—¿Y tú a ella?
—Sí.

Me di cuenta de que había empezado a excitarse.

—¿Y qué hacía su marido mientras tanto?
—Mirar.
—¿Penetró a su esposa?
—No sé.
—¿Y a ti?
—No sé

Se regodeaba, pero se hería con sus propias preguntas.

—Solo recuerdo que penetró a una de las dos, pero no pongo en pie a cual –añadí.
—¿Qué hacía él después?
—Me lamía por todos lados, con su pene en la mano tratando de masturbárselo. Pero no se le ponía duro, se cabreó y salió del dormitorio a todo gas.
—¿Y qué hicisteis vosotras entonces?
—Avivamos el fuego y proseguimos el baile, devorándonos mutuamente, pero con mayor agresividad que las veces anteriores –sentía que lo que le estaba diciendo le estaba chinchando, que era lo que yo pretendía.
—¡Oh, qué orgía! –dijo, relamiéndose y bajándose de la cama. Me puse en guardia. Ahora se encontraba asquerosamente drogado, íntegramente desnudo y con el pene; eso sí, atractivamente ereccionado.
—No sé cómo carajo me las arreglo, pero siempre me pierdo lo mejor. Me hubiera gustado estar allí.
—Nadie te lo había prohibido.
—Estás errada. Eso es solo privativo de mi magnate socio y su magnate esposa.
—Entonces tienes razón. No sé cómo carajo te las arreglas, pero siempre te pierdes lo mejor -repetí sus mismas palabras.
—Pero podemos arreglarlo ahora. ¿Bailamos?
—Nada de eso. Me saturé de danzas para un año, por lo menos. Todas las bailé anoche en la mejor suite del hotel Alfonso XIII.
—A partir de ahora, en ese hotel habrá disponible siempre una suite para ti. Lo sabes, ¿verdad?
—Ni lo sé ni me interesa –contesté, y me subí en la banqueta para poder bajar del armario mi maleta y algunas de mis cosas más necesarias.

Me quedé con mis llaves y aprovecharía la ausencia de mi ex de su casa, para más tarde ir de nuevo con una furgoneta y así llevarme el resto de mis pertenencias.

—¿Qué estás haciendo? –miró hacia donde me halaba.
—¿No lo ves?
—Solo veo que estás trasteando en una maleta.
—Te equivocas de nuevo. Como siempre. ¡Estoy haciendo mi maleta, que no es lo mismo!
—¿Y por qué? –parecía desconcertado.
—Porque me voy de tu puta casa. ¿Para qué diablos crees entonces que estoy haciendo la maleta?
—No es necesario que te sientas tan ultrajada. Me dijiste antes que te lo habías pasado muy bien, si no me falla la memoria.
—Y de nuevo te digo que sí. Pero eso no tiene nada que ver –le respondí-. No me gusta que me utilicen, como tampoco que me mientan. ¡Y tú me has utilizado y me has mentido, hijo de puta!
—Bah, tontería Había de por medio un negocio importante. Podíamos habernos arruinado.
—¿Podíamos? ¡Encima cachondeo! ¡Querrás decir que podías haberte arruinado! ¡Nunca he tenido parte en tus negocios! Te recuerdo que no tenemos gananciales.

Se quedó mirándome, sin responder.

—Toda esa sarta de mentiras que decías sobre un puesto de contable en una de las empresas de tu amigo y socio, no era sino eso: una sarta de mentiras. Carmen me dijo que no sabía nada de un trabajo para mí. No hay trabajo porque su marido ha vendido su holding de empresas. ¿Por qué no me dijiste la verdad? Y la verdad es que me vendiste como un Judas cualquiera a ese vicioso matrimonio, con la única idea de saldar una deuda que tenías con ellos –añadí, aprovechando su silencio.
—Pero eso da igual ahora. Sin embargo, no te mentí acerca de mi socio. Él habría... -se interrumpió al ver la expresión en mi cara.
—¡Eso también es mentira, mentiroso, embustero! –repliqué, furiosa-. ¡Carmen me informó de que tu socio y tú no os habláis desde hace más de tres meses!
—Así es, pero no pasa nada –respondió, acercándose más a mí-. Bueno, ya ha acabado todo. Olvídalo. Sabes que te quiero.
—Tienes razón solo en una cosa: "ya ha acabado todo". Ya puedes dejar de mentir –lo miré despectivamente.

Seguía sacando mis cosas y metiéndolas a marchas forzadas en mi maleta, pero siempre con su oposición.

—¡No entorpezcas! ¡Tengo urgencia por irme de aquí! ¡Me asquea hasta pisar este asqueroso suelo!
—¿Y a dónde vas a ir?
—¡A ti qué coño te importa! -contesté, pero de pronto me percaté de que los malos modales eran sus aliados, así que cambié de actitud y empecé a hablarle normalmente, aunque en forma irónica:
—Pero si vas a llorar, te diré que a mi piso en Triana. Ahora es cuando me alegro de no haber dejado de pagar mensualmente el alquiler.
—No me digas que piensas regresar a esa ratonera inmunda.
—Prefiero mi ratonera inmunda a tu hervidero de putas.
—No me creo que regreses a tu casa.
—¿Te quedarías más a gusto si te dijera que me voy a vivir con Carmen y su marido a París?
—Tampoco me creo eso.

Abrí mi bolso y le mostré un pasaje de avión.

—¿Sabes qué es esto?
—Solo sé que soy un hijoputa.
—Por fin empiezas a decir la verdad –y guardé de nuevo el billete.

Movía la cabeza repetidamente de un lado a otro.

—Se me abren las carnes solo con pensar que resultaste ser una jodida tortillera.

Lancé una carcajada.

—Los cabrones consentidos no deben jugar con fuego, porque se queman. Y tú estás ardiendo entero, ¡cabrón! Ahora puedes usar tus mimetismos acerca de los cuernos -le dije en alusión a la charla que mantuvimos a ese respecto el día que nos conocimos. Y añadí-: Y en cuanto al viaje a París, le dije a Carmen que no. Pero no te creas que es por ti, sino por mí. No quiero convertirme primero en un juguete y con el tiempo en una puta para ninguno de esos dos lujuriosos cónyuges.

Sin importarle mis insultos, una expresión de alivio se reflejó en su cara:

—Reconozco que te he hecho pasar un mal trago. Pero, ¿por qué no te metes en la cama y lo olvidas todo? Te vendrá bien descansar. E incluso puedes disponer de esta noche libre.

—Justo lo que voy a hacer tan pronto llegue a mi pisito, meterme en mi cama -respondí y añadí-: pero no te molestes en darme tu permiso. Acabo de renunciar a mi empleo de contable en tu club. Y tanto mi puesto de trabajo como mis ganancias te los puedes meter en los huevos. Eres tan miserable que todos los insultos resultan pocos.
—No hables así. No olvides que eres una señora.
—Ah, pensé que era una lesbiana.
—Anda, no seas tonta –se me acercó más-. Podemos conservar nuestra amistad. Te conviene.
—Tal vez tú puedas, pero yo no.
—¿De qué vas a vivir entonces? -me preguntó, con cierto retintín.
—Eso es asunto mío.
—Pero si te interesa, te digo que he ahorrado. Y hubiese podido ahorrar más. pero, últimamente, con tanto sexo variopinto, no he podido –añadí, sin dejar que replicara.
—No tienes dinero -afirmó.
—Si tú lo dices... Pero si así fuera, buscaré trabajos contables en pequeñas empresa y los haré en mi casa –repliqué, sin dejarme avasallar. Esto fue lo último que le dije en esa ocasión. Y sin más, cogí mi maleta y mis cosas y salí a escape de aquel infierno.


Días después de aquello, de noche, sonó el timbre de mi casa. Me levanté pesadamente del sillón de detrás de mi escritorio y fui a abrir la puerta.

—Hola. Pasaba por aquí y se me ocurrió venir a ver si estabas.
—¿Dónde conseguiste mi dirección?
—Me la han facilitado confidencialmente.
—¿Es quizás hoy tu día libre?
—Ojala fuera eso. Tu marido o ex marido me echó. Espero que a ti no te haya despedido también.
—No, me despedí yo –y viendo que seguía en el umbral, añadí-: pero pasa ya, no te quedes ahí fuera.

Vi cómo sus ojos inspeccionaban el salón.

—Disculpa este desorden –me apresuré a decirle-. Pero estaba enfrascada en mi trabajo y...
—No quisiera molestar -me interrumpió.
—Nada de eso. Me alegro de que hayas venido. Necesitaba un respiro. Tengo en la nevera dos latas heladitas de cervezas Cruzcampo.

Me acerqué más él para recoger su chaqueta y colgarla, pero no hizo ademán de quitársela.

—Pensé que si no habías cenado aún, podíamos ir a un chino. o a una pizzería, o a otro lugar que te apetezca.
—¡Ni una palabra más! -sonreí-. ¡Dame un minuto!
—No te vistas muy elegante. Tengo gustos de rico, pero billetera de pobre.
—¿Unos vaqueros, quizás?
—Cualquier trapo. Con esas hechuras...

Me desvestí detrás de la puerta abierta del armario y me puse mis vaqueros favoritos, una camisa verde y un jersey, anudado a la cintura.

—¿Bien? -le pregunté girándome en redondo cuando salí de mi escondite.
—Mejor imposible.
—Dame otro minuto para cepillarme un poco el pelo y maquillarme ligeramente -salí del baño al cabo de diez minutos y lo encontré en pie y en el mismo lugar de donde lo había dejado. No se había movido ni un centímetro.

Lo miré.

—Podías haberte sentado.
—Estaba bien así.

Era un placer sentir la brisa de la noche primaveral sevillana después de haber estado encerrada todo el día haciendo números y más números.

—¿Sabes dónde queda alguno de esos restaurantes?
—Ahí. muy cerca, en el barrio de Los Remedio hay varias pizzerías y un par de chinos. Podemos ir caminando tranquilamente, si te apetece.
—A mí me apetece todo lo que te apetezca a ti.
—Oh, qué amable es mi amigo–sonreí.

Conversamos durante todo el trayecto de ida y vuelta y en el transcurso de la cena, pero cuando llegamos a la puerta de mi casa, nos quedamos callados, mudos…

—Las latas de cerveza siguen estando en la nevera –le dije, al fin, para así romper el silencio.
—No quiero ocasionarte más molestias.
—Entra ya. No seas bobo.

Eran las dos de la madrugada cuando se levantó del sofá, con cara de preocupación, sobre todo por la traidora misión que lo había llevado a la casa de Vivian. Después de ponerse la chaqueta, se fue presuroso hacia la puerta de salida a la calle.

—Será mejor que te deje seguir trabajando -dijo-. Me siento el culpable de haber interrumpido tu trabajo.
—No digas tonterías. Te agradezco tu visita –respondí, a la vez que abría la puerta de salida a la calle.
—Gracias -debido a su altísima estatura, me puse de puntillas para poder besarlo en las mejillas. Pero desde mi postura, un poco incómoda, no pude evitar que su boca rozara la mía, y, de pronto, una cálida sensación surgió entre los dos, y, sin pensar, me arrojé hacia sus brazos y lo hice entrar de nuevo, cerrando tras sí la puerta con llave y cerrojo.

"Después", más tarde, al alba, mientras yacíamos abrazados en la cama, su suave voz susurró en mi oído.

—¿Sabes que siempre te he amado?
—No debes obligarte a decir algo que no sientas. En este momento estoy feliz por estar aquí y así contigo.
—Pero lo digo de veras.
—No mientas. Estoy decepcionada por tantas mentiras. Me hacen daño escuchar cosas que se dicen por decir.
—Nunca te mentí -respondió-. Te amaba cuando salíamos, te amo ahora y te amaré de por vida. Y esto es algo que no puedo ni quiero evitar. Todas las lunas, durante los tres años, seis meses y diez días que hemos estado separados, he besado la foto, que todavía conservo como oro en paño, que nos hicieron en el Club Náutico de Sevilla -empezaba a arrepentirse de la misión encomendada. En realidad, seguía enamorado de ella.

Luego de sus emotivas palabras, me puse a llorar. Pasados dos días de esa maravillosa noche de amor y pasión, se instaló en mi pequeño pisito, que no ratonera inmunda. Y en el día a día, en la convivencia, corroboré que mi gran amigo Alejandro era una excelente persona.

Doy fe de que es verdad eso de que un clavo saca otro clavo.

Empero mi particular “acta notarial sobre eso del clavo”, la vida, que nunca deja de traer y llevar sorpresas, positivas y negativas, cuando más ilusionada me encontraba en mi nueva relación con mi amigo de toda la vida, por pequeños detalles en un principio y por descarados detalles más tarde, descubrí que “ mi hijo de la gran puta amigo del alma” se dejó comprar por mi ex marido y su ex jefe, ahora otra vez su jefe, para tratar de convenciera de que regresara de nuevo con él.

Por tanto, anulo ahora mi anterior dicho y lo sustituyo por este: “El Dinero es el constructor y el destructor y el decisorio y el irrisorio de la felicidad”.

¿Y saben que he decidido finalmente?... “¡al carajo todos los tíos”.



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