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LA CAJA DE MÚSICA 2 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 1:54 pm



Si la amistad es grande y  sincera y las necesidades fisiológicas son urgentes, la moral está de más...


Probé y me gustó

Era una noche confusa pero intrigante. Veníamos planeando este viaje desde seis meses atrás. Mi mejor amiga no venía nunca a visitarme, pero porque era de un pueblo muy distante del mío, aunque la necesidad de vernos hacía que ella accediese. La invité a pasar un finde conmigo. En casa tenemos suficiente espacio, y cuando mi hermana mayor se casó y se mudó, usamos su cuarto para estos casos, de modo que no había problemas por falta de camas. Mi amiga informó a su madre de que se venía a mi pueblo y a mi casa tres días y dos noches

Su visita fue lo más novedoso para mí en muchísimo tiempo. Mi amiga es una mujer clásica, pero tiene un toque sensual que no sabría definirlo; quizás su culo redondo, que parece decir ‘tócame’, o quizás sus tpechosempinados, o quizá su exótico rostro. Claro que hasta después de hablar cosas muy íntimas, no sabía yo que era bisexual, pero con una experiencia como esta es cuando te percatas, porque aun teniendo amigas en común con la misma tendencia sexual, jamás pensé que mi  mejor amiga acabaría siendo igualmente lesbiana y heterosexual

Apenas entró a mi casa se duchó y se cambió de ropa. Se puso una camisa negra ajustada, un minivaqueros y una sudadera verdosa, lo que la hacía estar frita de calor, y más aún teniendo en cuenta el trajín de su largo viaje en autobús.

Mi padre trajo a casa una caja de botellines de cerveza, y pronto nos tomamos dos cada una. El resto lo dejamos para una mejor oportunidad. Habían dicho en la tele que la temperatura por las noches en ese fin de semana iba a subir, así que ya teníamos con qué sofocar nuestros calores nocturnos.

El primer día pasó con total normalidad. Botellín en mano hablábamos de nuestras cosas íntimas, como buenas amigas que somos, nos poníamos al tanto de los chismes, cosa habitual vía móvil. Me contó que había tenido una relación con un chico tres años menos que ella, pero que lo habían dejado para estar con una mujer madura de 40 años. A su ex le escoció esta separación, pero enseguida se recuperó. Mi amiga tiene 25 años y yo 23.

El segundo día, en cambio, fue al principio desconcertante. Y no sabía yo por qué todo el tiempo me sentía excitada; extraño porque no era mi etapa hormonal y faltaba una semana para que me bajase la regla. Aun esto, sentía un desconocido por mí palpitar en mi vagina, y más aún cuando veía a mi amiga ligerita de ropa, sin entender por qué…

Aquella noche era la segunda y última que se quedaba a solas conmigo Al día siguiente, tenía que cumplir con una visita a mi familia, a la que había prometido acudir a almorzar, de modo que una vez que cenamos, nos atrincheramos en el cuarto de mi hermana, y allí tomarnos cervezas y conversamos. Bebimos cinco botellines cada una y como era de prever empezaban a hacer su efecto, pero sólo nos encontrábamos muy alegres, no borrachas. Tumbadas en un colchón sobre el suelo y viendo televisión, pasamos unas cuantas horas. Vestía yo mini pantalón y blusa fina; y ella, minifalda y blusa igual de fina, pero su escote era atrevido, insinuante. Y las dos, descalzas y desinhibidas, hablábamos y nos reíamos del mundo...

Mi amiga cogió de pronto otro botellín y se lo llevó desprecio e insunuante a la boca. Me quedé mirando como bebía, hasta que cayó unas gotas de cerveza en su canalillo. Y ahí empezó todo. En un arrebato y sintiendo un insistente palpitar en mi entrepierna, del canalillo me puse a lamer gota a gota. Me miró a los ojos, pero yo desvié los míos y los llevé a sus pechos, cuyos mamelones se transparentaban enteramente por la blusa mojada de cerveza; estaban empinados y parecían duros…

_______No tiene perdón de Dios la persona que desperdicie, aunque una sola gota de cerveza -dije, como disimulando.

Sonrió ella, pero acto seguido se volcó adrede cerveza sobre sus mamelones, loca loquita volviéndome. De inmediato se les remarcaron en su blusa. Tiré con ansia de ella, la tendí en el colchón y busqué su boca con la mía. Me la ofreció y nos besamos una y otra vez largamente con una pasión inusitada. Lamía su lengua la mía enloquecedoramente. ‘Te cogí’, se diría para así a la vez que iba rasgado mi blusa, levantando los brazos en línea recta para que pudiesen salis mis pechos. Enorme sorpresa en los ojos de ella cuando vio que eran más grandes de lo que imaginaba. Yo no llevaba sujetador y los mamelones los tenía deseosos a un tacto y unos besos y también a unas lamidas, como pidiendo guerra...

Después de devorarme a sus anchas los pechos, su ardiente boca bajó despacio hasta mi sexo, al cual lamió desesperadamente por todos lados, deteniéndose y recreándose en el botón del placer, la puesta en mrcha. Pero mis manos no se quedaron quietas: una le acariciaba las piernas, y la otra tocaba delicadamente su  duro yredondo culo. Quiero hacer saber que mientras su fogosa lengua me lamía ahí abajo, los rugidos que salían de mi boca eran mucho más placenteros que los que recuerde que había tenido con mi ex novio y con varias otras esporádicas relaciones masculinas que me habían surgido.

Nos explayamos a la carta, con rugidos de lobo. La miré entre feliz y pasmada. No sabía qué era lo que me había puesto así ni que ella hubiese planeado esto, pero lejos de rechazarlo, me gustó. Lamí su sexo todas las veces que me vinieron en ganas, con total disposición por su parte, y que yo sentía que estaba gozando hasta la extenuación, lo mismo que yo.

_______¡Ni te imaginas lo que me pone de cachona el que disfrutes de mi total desnudez! -exclamó, como en un agradecimiento.

Como su vagina estaba completamente abierta y empapada, me decía mi amiga que continuase y que no parase. Cerraba los ojos y se entregaba a nuevas sensaciones que sabíamos las dos que iban a venir. Con vaivenes rápidos alternados con suaves hice mío su sexo con succiones que ni yo misma sabía que pudiese hacer. Mis manos se iban a sus duros y erectos mamelones, a la vez que ella lamía los míos. Después de haberle provocado no sé cuantos orgasmos seguidos, se incorporó y, besándome pasionalmente, me dejé desnudar completamente. Estaba caliente como nunca había estado, lo que ella advirtió, y por eso empezó a hacer a misma maniobra que yo con ella, pero con más maña, más sabiduría lésbica, arrancándome aullidos inhumanos...

Y así nos mantuvimos hasta las tantas de la madrugada, que luego de dos orgasmos más cada una, el cansancio y el sueño hicieron su aparición y las dos nos quedamos rendidas y profundamente dormidas.

A las seis de la tarde del otro día, fui a despedirla a la parada del autobús. Al despedirnos, sólo cambiamos una sonrisa y una mirada cómplices. Entristecida pero feliz, mientras caminaba de regreso a mi casa, iba pensando:

"Para salir un  poco de una monotonía fastidiosa y agobiante en este retrógrado pueblo, donde se critica todo y la mayoría de las veces sin motivo ni razón, por lo que sería mal visto practicar sexo con un hombre no estando casada con él, en ocasiones se hace necesario y casi obligado hacer el mqor con una mujer, y mejor si ésta es una amiga, para así no levantar sospecha alguna".


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 3:19 pm



Estas inventadas historias subidas un poco de tono, ocurren en la vida real a algunas o a muchas mujeres. Pasa que ellas no se atreven a contarlas a nadie, ni siquiera a sus mejores amigas, y no es más que porque todavía, en el siglo XXI, no han superado los tabúes y el "qué dirán" del antaño...



Rita la recatada


Rita era una mujer de 37 años: casada, guapa, alta, rubia, ojos verdes, además de tener un buen estatus económico. Hasta aquí todo muy bien. Pero, el 'pero' que a veces no trae nada bueno consistía en que no podía disfrutar sexualmente de su marido por haber padecido él, cinco años y meses atrás, un gravísimo accidente de tráfico que lo mantenía en la cama, y vivo aún a base de medicamentos, pero todo su cuerpo quedó afectado, siendo uno de los medicamentos el que le producía impotencia viril, para desgracia propia y para desgracia de su siempre enamorada esposa que, sin comerlo ni beberlo, también sufría la imperecedera impotencia de él.

Estaba muy intranquila aquella tarde. Le dio las medicinas a su marido, y éste se durmió en el acto porque los efectos secundarios actuaban como rápido somnífero. Y esto era siempre así, invariablemente, durante aquel larguísimo período, casi eterno.

Merced a su situación desde el accidente, tenía períodos de ocho horas libres para hacer lo que le viniese en ganas. Pero no se sentía bien por estar tan desocupada y porque no acertaba a organizarse de una forma que la dejase satisfecha. Y tantos años así, la tenía trastornada. Sólo el amor que le profesaba a su esposo la ayudaba a sobrellevar su Gólgota. Y por si esto fuese poco, no tenía hijos el matrimonio, aun habiéndose casado once años atrás, cuando él era fértil más de seis años. Porque de haber tenido al menos uno, éste llenaría en parte el hueco que dejaba su esposo, prácticamente ausente.

Sin embargo, dejaba estos lazos de tiempo para hacer tranquilamente las tareas de su casa, mientras veía sus novelas en la tele. A veces escuchaba música, leía algún libro o confeccionaba alguna prenda en su máquina de coser, sin el temor de perturbar el reposo de su marido, que tampoco era necesario porque éste perdía toda noción al ingerir los medicamentos. En realidad, la monotonía era el odioso motor de su vida, que si le sumamos a ésta que no tenía amigas, las cosas eran complicadas para ella.

Imbuida varias horas en la lectura de un libro, había apagado muy tarde la luz aquella noche. Avanzó hasta algo más de la mitad, y se prometió terminarlo durante el próximo descanso médico de su marido, descanso suficiente para incluso comenzar a leer un nuevo libro, o hacer cualquiera otra cosa o varias a la vez.

Aquel día, no obstante, no bien su marido se durmió intentó leer, pero no se concentraba. Dejó el libro sobre la mesilla y se recostó entrelazando los brazos por detrás de la nuca. No podía sacar de su cabeza lo que le había ocurrido en la cocina después de almorzar.

Al ser anormalmente un día muy caluroso de otoño y estando averiado su aparato del aire acondicionado, dejó la puerta de salida a las escaleras abierta, con la idea de que corriese un poco de aire. La fiebre sexual de su cuerpo, sumada a la alta temperatura ambiental, iban haciendo de ella un calefactor excesivamente perturbador.

Mientras fregaba, su vecino de puerta se le acercó por detrás y, sin mediar provocación, la cogió de la cintura y presionó su miembro viril sobre el culo de ella, que Rita sintió entre sus convulsas piernas una vigorosa masculinidad. Pero todo aquello fue tan inesperado y tan precipitado que no le dio tiempo a reaccionar. Imaginándose el vecino que cedía, presionó con más fuerza y le dijo a Rita a lo bestia que la iba a penetrar allí mismo. Indignada, empujó con fuerza a su vecino y después se apartó unos metros del fregadero.

Al alejarse, el vecino vio cómo sus nalgas succionaban el delantal entre las piernas. Rita alzó desafiante la cabeza, haciéndose inalcanzable a los deseos de aquel intruso, al que echó a patadas e insultos de su casa, cerrando después la puerta por dentro con llave y cerrojo.

Sofocada y malhumorada se persignó en el trayecto hacia su dormitorio. Una vez en él, se echó en la cama junto a su marido que, al verla en este estado, apartó la mirada de la televisión y le preguntó, con dificultad en la voz, como secuela inequívoca de su estado físico.

_______¿Te… pa…sa… al…go…, mi… a…mor…?
_______Nada. Sólo que estoy un poco cansada -mintió. No quería preocuparle.

'¿Hago mal con no contarle lo que me ha sucedido? Pero si se lo contase, podría hundirle más aún'. Se dijo para sí, con cara de angustia.

El corazón a toda vela, el cuerpo trémulo y la respiración jadeante hacían crecerle los pechos, con el riesgo de soltarse las finas tiras del sujetador.

Cerró los ojos, con idea de relajarse. Inútil. Le venía una imagen de manos sujetándola por la cintura, sentía una dureza varonil en su trasero, sentía su propio desconcierto y su nerviosismo al intentar escapar de unas garras, sentía un caminar presuroso rumbo a su pieza...

Como una media hora después recuperó un poco la calma, le dio un beso en los labios cerrados a su marido y le secó el sudor en torno a las cejas.

Pensó que tenía que hacer enseguida un algo remediador para quitarle relevancia a lo ocurrido, pero a más empeño por olvidarlo, más nerviosa se ponía.

Leer le resultaba imposible, por lo que se dispuso a preparar la cena, pero recordó aquello y como aún no se había tranquilizado del todo para irse a la cocina de nuevo, se puso a revisar la ropa sin planchar.

Puso la mesa de planchar y se sentó al borde de la cama. Miraba el suelo, como queriendo encontrar una respuesta en él. Quería olvidarlo, pero no lo conseguía. Tenía en la piel lo ocurrido y, cuando lo recordaba, un escalofrío la recorría de pies a cabeza. Esa ambigüedad entre la indignación y... '¡No por Dios, no puede ser...!', se decía para sí.

Trataba por todos los medios ignorarlo, pero sabía que había sentido algo inédito en ella. Cuando el vecino le puso las manos en la cintura, tuvo la tentación de abrir las piernas y de cerrar los ojos, a modo de entrega. Una fuerza inevitable la llevaba a caer al vacío. Pero podía más su voluntad y su fidelidad de señora casada.

'¿Y si...? ¡No, por Dios...! ¡No!..., pensó.
'¿No será que estaba desvariando?', pensó de nuevo.

Sin embargo, posible era un desvarío. Tanto tiempo desvelándose por su marido, la tenía estresada. Aun habiéndose tranquilizado un poco, volvía a caer en la confusión sintiendo que un temblor recorría todo su cuerpo.

'No pienses tonterías, Rita', parecía escuchar de su conciencia.

Se entregó a la inacción de pensamiento y cuerpo. No pensaba en nada. Pero de pronto, la conciencia volvía a la carga con la imagen de la cocina. Se sorprendía por pensar en la posibilidad de echar un polvo, y así, en parte, sofocar su fuego. Lo normal era dejarse llevar por lo que sentía, pero la torturaba su estado de señora íntegra. Hacer el amor, aunque con un extraño debido a sus circunstancias, siendo algo carnalmente bueno y necesario también, era pecado mortal. Y ella era creyente y practicante.

Se puso en pie intentando esquivar al espejo; pero, sin poderlo evitar, vio su imagen como un reto. Era guapa y con buen cuerpo, y con el delantal pegado y corto, dejando a la vista sus largas piernas hasta el comienzo de las nalgas, le parecía apetitosa para todo hombre. Su escote entreabierto dejaba ver más dela mitad de los pechos, cuyos mamelones empitonaban contra el tejido del sujetador, humedecido por la transpiración.

De aquel cuerpo resbaladizo chorreaba voluptuosidad y lujuria.

Inocente a los estragos que podría ocasionar en los hombres, sus curvas invitaban al atrevimiento. Y aquella desnudez del triangulo, que se veía a través de la fina y casi transparente tela del tangas, clamaba lo suyo...

Evitaba mirarse al espejo del armario de su dormitorio, porque, de hacerlo, desnudaría los deseos ante el que no guardaba secretos, porque todo lo sabía respecto de ella. '¡No, Dios mío, no!', se decía para sí llevándose horrorizada las manos a la cabeza.

Cuando consiguió mantener los ojos fijos de su propio rostro ante el vidrio, sus confusos pensamientos se tornaron racionales: todo aquello era producto de... no se atrevía a pronunciarlo y menos aún reconocerlo. Pero sabía sin decírselo que tenía mucha parte de culpa de lo que le estaba sucediendo en ese momento, independientemente de lo que había ocurrido en la cocina.

'La verdad es que llevo ya mucho tiempo sin sexo', se justificaba ante sus mismos ojos que la escrutaban despiadadamente desde el espejo. Sentía que su cuerpo le exigía más que velar con amor al su esposo enfermo, y era por eso que las fuerzas atávicas de su cuerpo, inconscientemente traducían en coqueterías lo que su razón no quería reconocer. Pero los hombres sabían interpretar bien el idioma de las maneras y los movimientos femeninos, los hombres eran maestros en traducir las turbaciones de las mujeres, y eso era lo que leía en ella su vecino de puerta. Rita amaba a su marido y no era su culpa sentir ganas de sexo con él, que por su penosa situación y sin posibilidad de recuperación, pagaba las mismas consecuencias.

Y así quedaba siempre su presión interna, no pudiendo acabar lo que sus intentos buscaban. Terminaba afiebrada, airada y con mal genio y todo se le tornaba hostil. Pensaba que un día más sin catar sexo y que llevaba ya más de media década así. Y esto, a sus 37 años, la tenía completamente desquiciada.

"Las tierras en barbechos se expresan con sus malezas, que, coquetas, se apoderan de todo el sol" . Le vino a la mente tan inoportuno pensamiento, y más inoportuno aún en esos tiempos tan sufridos por ella.

Pero, de pronto, su conciencia la sorprendía diciéndole que no era malo sentir un deseo carnal. Fornica no implicaba pecado alguno, porque, al fin y al cabo, ella era un ser humano, una mujer de carne y huesos. Pero al asimilar semejante pensamiento, era rea de un vértigo tan incisivo que tenía que sentarse de nuevo en el borde de la cama por el temor a caerse.

'Dame fuerza, amor', decía en voz baja al marido, sabiendo de sobra que si gritaba, no podía oírla y menos aún escucharla.

Su cuerpo se enfriaba y temblaba, pero por dos razones distintas: miedo al pecado y miedo a la infidelidad. Abrió un cajón de su armario y sacó de él una Biblia, leyó un pasaje y luego rezó tres Padrenuestro y tres Ave María. Deducía que si pensaba tanto en ello era por... '¡No, Dios mío, no!'.

Cuando volvió a mirarse al espejo estaba más calmada. En cierto modo veía a la Rita de siempre, una mujer sexuada sólo por su marido. Bebió un poco de agua, se puso bien el delantal y, al disponerse a irse de nuevo a la cocina, se autoanimó: 'serénate, Rita, si vuelve a molestarte le dices que tú no eres una cualquiera, y que lo perdonabas, y que aquí no ha pasado nada y que seamos buenos vecinos'.

Su improvisado discurso la templó lo suficiente como para irse a la cocina tal y como estaba vestida: tangas sujetador y delantal, y seguir con el fregado de la vajilla.

Apenas comenzó un ruido de platos y de agua caer, escuchó pasos acercándose. El corazón se le disparaba, la sangre le pintaba las mejillas y la respiración se le entrecortaba. Lo sentía próximo y sin explicarse cómo había entrado al piso si estaba cerrada la puerta con llave y cerrojo. Notó que la habría estado expiando, que le pedía disculpas, que en definitiva la culpa de todo la tenía Dios por haberle dado tanta hermosura. Sonrió y giró la cabeza para verle. Y en su sonrisa se incluía disculpas, y aquí no ha pasado nada. Haciendo negativas con la cabeza, volvió al fregado.

_______No puedo retener mis impulsos frente a una mujer tan guapa. No tengo gen que me proteja de un cuerpo tan voluptuoso –escuchó Rita esas palabras.

Ante semejante insinuación, lo sentía detrás. La cercanía le agarrotaba las manos. Cogía insegura platos y vasos. Su sexo era candela pura cuando su vecino la ciñó de la cintura.

Mientras rumiaba una respuesta, el miembro de él presionaba sus nalgas. Un mareo fugaz la dejó indefensa, pero se recuperó y recordó su discurso. Iba a decir la primera palabra, cuando su vecino se adelantó:

_______’Carpe Díem’. El lenguaje de tu cuerpo habla el mismo idioma que el mío, que me está diciendo que te posea.

Volvió a sentir el vértigo que la acercaba al vacío en forma incontrolable. La cogió de las caderas y a la vez deslizó su mano derecha por debajo del delantal. La acarició hasta las rodillas, y después trepó para meter la mano cual cuña por debajo del tangas, un hecho que respondía a sus vaticinios, por lo que podía obviar los preparativos porque la condescendiente humedad era más que suficiente.

_______Estoy en la puerta del Paraíso -dijo él, mordisqueándole el cuello a Rita.

Cerró los ojos, mientras el vecino seguía alabando su belleza y esperando luz verde aunque roja, porque su mano había aterrizado en el mismísimo sexoo. Él imprimió más empeño a su osadía. Rita no se resistía ya y, considerando el tiempo necesario para haberse defendido con dignidad, dio riendas sueltas a su animalidad. El vecino la tenía atrapada entre su cuerpo y el fregadero

Luego de estimular la entrada con sus propias saliva, dirigió su glande al punto de convergencia. Lo sentía presionar en busca de su flor, pero no sabía qué hacer con sus manos, pues, en ese momento y en virtud de cómo estaban las cosas, el fregado pasaba a un segundo plano.

Como quien se agarra a una débil rama para no caer al barranco, Rita cogió con firmeza un rodillo, de esos de cocina, a la vez que, por su forzada postura, aparecía su vagina por la tira del tangas, mientras su vecino le insistía en que no actuase en contra sus deseos.

Cuando alzó el rodillo para intimidarle, él le abrió bruscamente el delantal haciendo volar todos los botones. La rodeó con los brazos sin percatarse de que ella tenía el rodillo en la mano, la giró quedando cara a cara. Pero por la rapidez del giro, no le dio tiempo a cerrar los muslos, y fue entonces que él interpuso entre ellos su virilidad.

Rita mantenía sus brazos por delante, sujetándose con una mano a la base del fregadero y la otra estaba fuertemente asida al rodillo. Él, desafiante y furioso, se quedó mirándole los pechos, pero como la empujaba hacia atrás, no podía asestarle el golpe definitivo, por lo que el vecino se retuvo, mientras le estimulaba los mamelones con la lengua.

Luego la cogió de la cintura y la empujó suavemente hacia el fregadero. Acercó su erecto y duro miembro, que, abriéndose paso, se coló en el punto neurálgico. Y entonces vino una sorpresa; el vecino vio por última vez una cara altanera; por su lado, Rita sintió por primera vez la penetración de un macho cabrío, porque, cuando empezaba a presionar, venciendo la leve resistencia de los labios vaginales, alzó el rodillo por detrás de la espalda visualizando el golpe rumbo al cráneo. Fue entonces que él presionó más sobre la intimidad de ella invadiendo su territorio bendito con su virilidad. Gritó Rita de placer al sentir que aquel trozo de carne sin huesos avanzaba más allá de lo que nunca había coronado su esposo. Dos embestidas más y ella sintió en su interior ese caldo eléctrico que da y proporciona vidas, soltó el rodillo, que al caer, estrepitoso, destrozó platos y vasos.

______¡Ahhhh! -gimió ‘una necesitada Rita’ con la mirada perdida, al recibir tan enajenado ritmo de empuje.

Dejando caer la mano con la que había sostenido el rodillo, dio otro grito y se abrazó al hombre que de nuevo la había hecho mujer. Buscó con su deseosa boca la boca de él, besándola y devorándola. Y en tamaña foto se mantuvieron durante largos segundos.

Luego de culminar, Rita abandonó el lugar del pecado y se fue a la ducha. Y el vecino se aligeró en salir de la casa. Ya duchada, acabó de fregar. Su marido permanecía dormido. Se tumbó a su lado mirando el techo. Su cara iba experimentando una extraña metamorfosis; empezando por una sonrisa contenida, pasando por una leve preocupación, para culminar en desesperación al recordar que, por lo inesperado y porque hacía mucho tiempo que no lo usaba... ¡no había tomado ningún anticonceptivo!

_______Ho…la, mi a…mor -la saludó el marido cuando despertó.
_______Hola -respondió Rita medio ausente, al mismo tiempo que se colocaba las manos abiertas sobre su vientre, palpitante, inquietante...


Moraleja:

No nos obcequemos con lo que nos vaya a deparar el destino. Lo que único que vale es el día a día. Puede que Dios nos conceda más inviernos, o puede que éste que azota el mar contra las rocas de los acantilados sea el último, pero mientras sigan golpeando las olas, desechemos pensar en el tiempo que nos queda. Si perdemos el tren que se nos presenta en cualquier vía, el tiempo se nos escapa. Aprovechemos el hoy y no nos refugiemos en la incertidumbre del mañana.


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 3:43 pm



Bolso de piel serrana, modelo colmemcvp



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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 6:41 pm



Esta ex okupa y ahora alcaldesa, se está
empeñado en cargarse a Barcelona




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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 6:46 pm



Este maestrillo chuleta y comunista para su
conveniencia, está destruyendo la Tácita de plata


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 6:51 pm



Este cobarde hijo de la gran puta, huyó a, algun
paraíso dorado dejando a Siria en la ruina total


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 6:56 pm



¿Lo mataron o se mató? El caso es que Libia
está mejor sin él, aunque semi destruida la dejó



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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 6:59 pm



!Pero si era tuerto de los dos ojos!



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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 7:02 pm



Reclamo publicitario
de la fresa de Huelva


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 7:05 pm



Una limosnita para los
negritos del Domunt


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 7:10 pm




Hoy es mi último día de fumar



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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 7:36 pm



Ahora, una bella y triste a la vez poesía de amor y desamor...


Lo que pudo haber sido y no fue


Veo qué partes de mi vida
y me duele tu mirada.
Quisiera retenerte,
pero todo es inútil.

No fuimos lo que realmente
quisimos y pensamos ser.
Y concluimos en lo inminente:
tu partida…

Tantas promesas,
tantas ilusiones,
cayeron de la mesa
como decepciones.

Es ya tarde, muy tarde,
aunque sienta que te amo,
ya nada para mí es igual.
Somos diferentes.

A pesar de todo…
te agradezco
que cambiases mi vida
con tu amor y tu entrega.

Mis lágrimas
limpiarán tu recuerdo,
para tenerlo siempre intacto
en mi corazón.

Me duele verte partir...
Pero más duele
que nos quedemos
con el corazón partido.

Te amo
por el resto
de mis latidos.


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 8:00 pm



En poesía, la ramera que Cristo llevó al buen camino...


María Magdalena


La Magdalena se ha marchado
de Cristo perdonada a peluquera,
a mis llamadas no ha contestado,
para mí, es una cualquiera.

Ahora, que va de quicio en quicio,
me dice que sus carnales servicios
son exactamente de media hora,
entonces le ofrezco una deshoras,
por una y media más de beneficios.

Descarto yo ser su cliente vitalicio,
fornicar nunca lo hago por vicio.
A ella le gusta y grita apretando
y dice, al ver mi enorme mango:
'¡venga, para mí ya, zumbando!'.

Eso mismo se lo dirá a cualquiera,
pero mi menda a, indiferente de veras,
lo único que en verdad necesita
es mi ésta, mi serpentina-pito,
como mi único y vital requisito.

Tengamos sexo y ritmo al son
de buenas coplas y sevillanas.
Será una canción de dedicación
para todos los nostálgicos,
pero tú y yo, solos y con ganas,
porque ambos somos prácticos.

Tú tienes ya mi dinero,
tú a mí me vendes placer,
yo por ti nunca muero,
tú estás buena a más no poder,
pero yo nunca te diré te quiero.


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 11:27 pm



Dentro de la caja de las sorpresas de las técnicas de un masaje corporal, entra de todo. Y cuando digo de todo, es absulutamente de todo. Lean y compruébenlo...


La masajista y sus nuevas técnicas japonesas

Llegué a la casa de los García y García (sito en una urbanización VIP, a las afueras de Sevilla) al atardecer, a la hora convenida. Mi maestra y amiga, Lina Bejarano, le había pedido al matrimonio García y García una cita para mí, con la idea de que empezase a abrirme camino en el oficio de masajista con unas revolucionarias técnicas japonesas encauzadas a un estilo de vida pura, basadas en la filosofía y medicamentos orientales. Y así me entregaba yo a diario, a dar alivio a mis semejantes. Por supuesto, cobrando por mis servicios.


Tenía yo entonces 23 años Aquel día me encontraba nerviosa, pues los señores García y Garcia era gente famosa y adinerada y quería causarles una buena impresión como profesional en masajes.

En esa cita, y como era verano, me puse un blusa y una minifalda verde, un tangas y un sujetador, negros, y unas sandalias de tacón aguja negras. Un pelo negro azabache y una piel morena hidratada con aceite, y brazos y tobillos adornados con pulseras y diversos abalorios, todo ello de bisutería fina que había adquirido en mi último viaje a Ibiza, completaban mi imagen.

Llamé a través de portero electrónico del portón de aquel suntuoso e inmenso chalé, que se levantaba entre pinos centenarios en un lugar VIP. Me abrió el portón una doncella con cofia, y a pocos metros de ella se iba acercando hacia nosotras la señora García: una esbelta mujer, atractiva, elegante, amable y frisando en los 50. Seguidamente, junto con la señora entramos a la vivienda, la cual se encontraba limpia, reluciente, fresca y silenciosa.

Me iba diciendo la señora durante el trayecto hacia la vivienda que tenía que empezar primero el masaje a ella, y después a su marido, Don Alfonso, que estaba en cama a causa de un ataque de lumbalgia. Pensé que ella quería comprobar mis capacidades antes de someter a su esposo a mis enérgicas manos.

Me llevó a una habitación en la que había una cama alta y pomposa. Supuse que era su dormitorio, ya que había objetos femeninos sobre un mueble del fondo. Se tumbó supina vestida sólo con un camisón azul de seda, y yo procedí a iniciarme con el masaje, empezando, como solía hacer siempre, por la nuca y las sienes. Su energía estaba en equilibrio, por lo que no hacía falta trabajar con excesivo dispendio por mi parte.

Muy relajada estaba ella. Me habló acerca de Lina, de cómo se habían conocido, de su esposo, y de otras trivialidades. Su cuerpo iba cediendo a la presión de mis palmas. Su piel era blanca, cuidada, y perfumada con ese costoso perfume de los tres Quizás de Loewe. Iba tocando todos los puntos de su cuerpo, en especial los pies, y esto la llevó a un estado de máxima relajación, dejándose mecer por el tintinar de mis pulseras. Una vez terminado con ella, después de unos cuarenta y cinco minutos, cogí una sábana y la tapé , y ella se quedó dormida prácticamente en el acto. Sobre la marcha cerré despacio la puerta y me encaminé hacia otra habitación, donde antes la señora me había presentado a su esposo.

Aquella habitación era mucho más amplia, pero acogedora también, y además estaba lujosamente equipada. Una leve brisa movía las cortinas de un ventanal entreabierto. Don Alfonso, medio desnudo yacía en la cama con sólo unos calzoncillos blancos ‘La Perla’.

Nada más entrar en silencio, me quedé pasmada al ver aquel escultural cuerpo bronceado, tendido. Llevaba bloqueado todo el día tras haber estado cortando el césped del jardín, según me había dicho su esposa. Era un hombre de tres o cuatro años más que su mujer. Aun tumbado, se veía que era alto, y después a su lado pude ver unos ojos verdes de ensueño, una piel morena y uncabello moreno con algunas canas en las sienes y en la parte de arriba. Un porte impresionante. Con esfuerzo, lo puse boca abajo y me inicié a masajearle la parte dolorida, comenzando con una suave presión sobre los discos. Su aura rebosaba energía.

El contacto con su piel causaba un hormigueo en mis mamelones; se me erizaban. Maldije mi transparente blusa bajo la cual era difícil disimular mis hermosos pero erguidos pechos. Mientras movía las manos por su columna, uno de mis senos topaba con su espalda. Ya estaban erectos mis mamelones y con las aureolas grandes y oscuras pegadas al sostén. Entonces pude sentir que se me iba acelerando la respiración. Pase a las piernas y a los pies evitando el contacto con los muslos, y así veía si cesaba mi excitación. Pero no me concentraba. un fuerte deseo se adueñaba de mí flaqueando mis fuerzas. Y llegó el momento de darle la vuelta para seguir con el resto del masaje, de nuevo de la cabeza a los pies.

En estas nuevas y revokuciinarias técnicas japonesas, los genitales no entran en contacto con las manos; quedan suspendidos en el aire para dejar fluir la energía sobre ellos, sin tocarlos ni presionarlos.

Don Alfonso permanecía en silencio, sólo me miró cuando su pecho se iba llenando de aire con la respiración entrecortada. Vi palmariamente que estaba excitado, y esto me producía palpitaciones en los labios de mi sexo. Para seguir con el masaje en el vientre y las piernas, me arrodillé sobre el borde de la cama rozándole sin querer una muslo al tenderme sobre él. Seguí en el bajo vientre, en la zona de la pelvis, y entonces pude ver cómo su duro y verticalizado miembro empujaba bajo los calzoncillos. No hablamos, con las miradas nos entendíamos.

Desde ese momento mis contactos cesaban. Pero, súbitamente, Don Alfonso llevó una de sus manos a uno de mis pechos y lo sobó por encima de la blusa, cuyo mamelón era como una roca. Entonces cerre los ojos para sentir más placer aun del que me estaban dando sus dedos. Mi sexo estaba humedecido y con los labios hinchados. Me escurrí hasta su miembro, que, rozando mi pecho derecho, éste se instaló en su rosado glande, que hizo que se pusiese más duro y más erecto. Con mi lengua lo lamí reiteradamene, y Don Alfonso gemía y gemía...

El cuarto de la señora hallaba al otro lado del pasillo y yo temía de que le diese por venir al de su esposo, pero el deseo mutuo era incontrolable. Así que me alcé la falda y mis muslos a caballo sobre sus caderas, me aparté el tangas, humedecido, a un lado, le cogí su empinado miembro y me lo metí en mojad sexo, con gemidos apagados de ambos.

Le dije a Don Alfonso que yo llevaría el mando y así no empeorase su espalda. Empecé a cabalgar a un ritmo lento, metiéndome entero su grueso pene, mientras él frotaba mi botón de puesta en marcha con dos de sus dedos, y con la mirada fija en el rebote de mis pechos. Llegó al climax, pero sin pronunciar palabra ni sonido. Mientras me iba hacia su escritorio, para ajustarme de nuevo la ropa, me dijo Don Alfonso que quería verme completamente desnuda, a lo que le respondí que no, que tenía miedo de que nos sorprendiese su señora, pero que si quería darle gusto a su curiosidad que volvería otro día, barajando la posibilidad de que la señora hubiese salido de compras por ejemplo, y no estuviese en la casa. ¡Ingenua una por tanta precaución, cuando se veía palmariamente que era un matrimonio muy liberal!

Mientras iba caminando por el jardín rumbo al portón, la señora salió a despedirme y pedirme que regresase para concluir el tratamiento de su esposo, que para entonces estaría más aliviado, y porque ella también necesitaba un nuevo masaje para sentirse más liberada.

Regresé dos días después. Era un día fresco, aun verano siendo, así que iba embutida en un ceñido vestido rojo de entretiempo y abotonado por delante, una chaquetilla de punto, también roja, y unas sandalias rojas cubiertas. Muy conjuntaba me presentaba esta vez y además con aires de vampiresa.

Los García aguardaban cada uno en su alcoba. Por dentro, la casa estaba en penumbra y con las ventanas entornadas. Saludé a Don Alfonso, que seguía en la cama. Me correspondió sonriéndome y penetrando con sus ojos más allá de la botonera del vestido. Inicié el masaje a la señora. Vestía un camisón de raso, celeste y con tirantes. Relajada, esperaba el contacto de mis dos manos. La vi tranquila. Ahora no parloteaba, sólo mantenía los ojos cerrados, concentrada en el efecto que mi masaje le estaba procurando.

Me atraía su piel blanca, que cedía bajo el calor de mis palmas. Cuando concluí su sesión, abría los ojos, que tenían un brillo especial. Pero, de pronto, ‘sorprendentemente’, cogía mi mano y la llevaba directamente a su sexo. Me miraba con esa clase de miradas que sólo corresponde a un deseo sexual, y luego me dijo, con voz dulce y suave:

_______Sigue ahí, por favor.

Seguí agitándole los labios de abajo; estaban tersos, calientes, y el botón encendido. De repente, se bajó el camisón y aparecieron dos pequeños pechos firmes y con sus mamelones de punta. Mientras le lamía el sexo, embriagándome su sabor, ella hacía igual a mis pechos. Me excitaba pensar en el placer que estaba proporcionándole… y un climax la hacía convulsionarse. Luego de agradecerme mi entrega y de despedirnos, la cubr con su bata larga, se giró y se quedó dormida, de todo aliviada. Y cuando digo de todo era de todo.

Don Alfonso, impaciente y caliente, esperaba. Le advertí que primero debía curarle la espalda, y que luego ya veríamos. Tendido boca abajo contacté con la zona lumbar, donde la inflamación no existía ya. Acabé con él, y se incorporó. Le tocaba a él empezar el juego.

_______¡Desnúdate! –me dijo con voz decidida y cargada de deseo.

Me desabroché provocativa los botones, y el vestido caía. Me miraba callado, pero se estaba sobando su miembro enarbolado bajo la sábana. Me quité el sostén, y mis pechos al aire. Me subí a la cama y pose mi sexo en su boca, lamiéndolo él furiosamente. De tanto placer temí que me iba a caer, así que tuve que apoyarme en la cabecera. No paraba hasta no escucharme sentirlos fluidos que salían de mi vagina y que luego avanzaban discontinuos por mis muslos.

Me tumbó él en la cama y comenzó a recorrer con boca hambrienta y lengua salvaje todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo. Me lamió los mamelones erizados, se perdió su cara entre mis pechos, para luego bajar a mis muslos, se puso encima mía y con un rápido movimiento de piernas abrió las mías, metiendo con ansia en mi sexo deseoso su miembro poderoso. Arremetió con fuerza. Con mis piernas entrelazadas a su espalda, lo sentí en lo más profundo contagiándome su calentura me hacía temblar, pero sólo los pechos las tenía descubiertos, porque el sexo estaba cubierto con el tangas y parte del vestido desde antes de penetrarme y después de sacarlo.

Mantuvo un ritmo inusual para su edad, y me acometió con igual ímpetu del inicio, hasta que, finalmente descargamos al unísono. Permanecimos tendidos unos minutos. Medio repuesto, cogió un bloc y una pluma que estaban en la mesilla, escribió unas letras y extendió la mano.

_______Esa es la dirección de un amigo mío. Él también necesita un masaje de estos tuyos -me dijo con una voz cansada, obviamente.

Me dirigía hacia la puerta de salida al jardín rumbo a la calle, cuando la señora García me paró y puso un sobre en mi mano. Después me dijo:

_______Este dinero es tuyo por tus servicios. Y gracias por haberte molestado en venir hasta mi casa desde Sevilla.

Me sorprendió por el dinero, pues mis servicios me los había pagado ya Lina. Confundida por el momento, entré a mi coche. Pero dentro del coche, me pudo la curiosidad, por lo que, nerviosa, rasgué el sobre y... ¡oh, 2.000 euros en cuatro billetes de 500 había en su interior! Y también había un papel escrito con tinta roja, cuyo texto decía:

Te esperamos al menos una vez al mes. Gracias de nuevo.

Aun mi negativa de antes del ‘masaje que tanto le había relajado’ y desposeída ya de la sábana en la que iba envuelta en el trayecto de su dormitorio a su escritorio para ajustarme la ropa, era cuando a hurtadillas me hizo una foto por detrás de mi cuerpo entero, cuya foto, haciendo gala Don Alfonso de una amabilidad combinada con un atrevimiento, me la pasó a mi WhatSapp desde su Whatsapp. Hela ahí abajo...


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Mensaje  achl Lun Ago 19, 2019 11:37 pm



Instantánea de un segundo antes de pulsar el "intro"
de un político ratero para ingresar una buena mordida
en su cuenta de un banco de algún paraíso fiscal


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:12 am



Las uñas de un sevillista después del 3-5 del 6 enero 2018
que Don Real Betis BALOMPIÉ le endosó al Sevillita FC




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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:17 am



El señor marqués padece
de diarreas compulsivas


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:19 am




En la nevera de Doña
Adosvelas nunca faltan


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:22 am



Se nos casó la pantera



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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:26 am



¡Madre mía, con esas hechuras y gay!


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:29 am




Ni Dios entra ahí

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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:33 am


En el escritorio del vejete


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:36 am





El coletas esperando el almuerzo


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:40 am




Hoy es viernes


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Mensaje  achl Mar Ago 20, 2019 12:43 am




Chili picante en boca picante


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