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LA CAJA DE MÚSICA 7 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

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LA CAJA DE MÚSICA 7 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)  - Página 21 Empty Re: LA CAJA DE MÚSICA 7 (UN RINCONCITO PARA COMPARTIR)

Mensaje  achl Mar Ago 04, 2020 9:31 pm







Decidió irse con él




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Mensaje  achl Mar Ago 04, 2020 9:35 pm







Decidió irse con él


El tiempo se detiene en el momento en el que la vida deja de surgir, en el momento en el que los sueños dejan de existir, en el momento en el que ni siquiera tú mismo crees que tienes que seguir viviendo.


“La vida sigue”.

Oía susurrar esas tres palabras a todo ser viviente que rondaba por mi lado aquella calurosa tarde de julio, en el momento en el que las palabras eran agujas que tejían con un hilo de dolor mi nuevo y renaciente corazón. Y las palabras se las lleva el viento, hasta en la más inmensa de las calmas. Los susurros no sirven de freno para parar la caída y ni las lágrimas expresan el miedo a que no existas. Sólo oyes un desapacible silbido del vacío. La nada impregna de ira las heridas. Y mientras tanto, transcurren los días…

Nací cuando le vi por primera vez. 20 primaveras contaban aquellos luceros de los que pude gozar de su mirada, y toda una vida por delante en la que podría pasar a su lado. La ingenuidad y la inocencia eran las partes más apegadas a mí, las partes más importantes de todos mis latidos.

Él era un chico feliz, sonriente, amable, respetuoso, educado, y, sobre todo, satisfecho y agradecido a la vida. La miel alimentaba el color de sus ojos, y el sol se escondía en las nubes mientras éstos parpadeaban. Su pelo era del color del castaño, chirriante de fuerza; y su sonrisa... ¡oh, su sonrisa era la alegría de mi vida, el móvil de mis sueños, el símil de lo perfecto! Pero su belleza no se guardaba en apariencias, sólo mostraba lo que su corazón escondía. Era grande, sincero, chispeante… Una de esas personas que con sólo su presencia le pone color a la vida.

Le conocí casualmente en una de las oportunidades que brinda la vida, en uno de esos trenes que no se pueden dejar escapar. Y el tiempo se detenía en el momento que le vi marchar, sabiendo que sería la última vez que lo hiciese. Se teñía el cielo de gris, sin dejar rayo de sol a la vista; las nubes se alineaban en forma de corazón, y yo cerraba los ojos creyendo que si lo veía sería fantasía. Pero cuando los volvía a abrir, se había ido, y lo único que a aquellas alturas todavía quedaba en el aire, era un abominable vacío, que desde aquel día protagoniza mis días. No dudaba en gritar su nombre, para quebrar el silencio, pero la respuesta era mi propio eco. Rodeada de personas estaba y me sentía sola, como si él se hubiese llevado hasta ese último resquicio de vida que me quedaba, y sólo tenía fuerzas para llorar.

Nunca me habían gustado las gafas de sol, pero me las ponía para ocultar mis ojos, ahogados en dolor. Y no podía pronunciar palabra alguna.

Salí de aquel lugar, sin vida y sin saber a dónde ir. Mis pies sólo utilizaban la inercia para llevar mi cuerpo. Y mi cabeza andaba perdida en algún lugar de aquel cementerio, intentando buscar y hallar el alma que acababan de arrebatarle, o, en su defecto, encontrarme con su alma. Seguían rociando lágrimas mis apenados ojos, y mi estado de ánimo pedía a voces la máquina del tiempo para poder volver a dar marcha atrás.

La gente que junto a mí permanecía, callaba; sólo aprovechaba los cruces de miradas para enviarme un sentido “lo siento”. Sin hablar, me llevaban al coche e iniciamos el viaje de vuelta. Quería pensar que aquella tarde sólo habíamos ido al cine y acabábamos de regresar de ver una película triste, y de ahí caras largas, pero las imágenes no eran reales, que no pertenecerían al baúl de mis recuerdos, que no estarían en el cajón de mis olvidos, que no terminarían de dibujar la última pincelada de mi realidad. No, no eran míos mis pensamientos, no los sentía como parte de mí, quería que todos mis pensamientos se fuesen cual bandada de pájaros.

Quería que volviesen a ser las 9 de la mañana de aquel 3 de julio, que él mirase al frente y no dejase que el sueño, la música, o lo que pudiese haber llevado hasta la muerte, le arrebatase la vida. No lograba distinguir nada en el ambiente, sólo era rea de la mayor de las tristezas.  

____Leticia, ¿estás bien? -y entonces desperté.

Miré hacia el sillón trasero del coche y vi a mis dos mejores amigas, que me miraban fijamente. Sólo pude asentir con la cabeza. Volvía a mirar al frente y lloré de nuevo. Una de ellas me cogió de los hombros, sin decirme nada. Tampoco había nada que decir. Le di las gracias por estar conmigo en ese momento. También quería gritar mi dolor, pero nada de esto podía hacer. Aún no valoraba lo que acababa de suceder, aún nada había medido, aún no había pensado nada, en cada parpadeo aparecía la imagen de él. Sólo oía su voz, sólo olía su olor. Y lo más triste era que sólo podía sentir su vacío. Llegamos a casa y directamente me fui a la terraza. Miré el cielo con la vista obnubilada y lancé con fuerza al aire un “te quiero” sonoro salido de lo más hondo de mi alma. Recordé entonces uno de los mensajes que me envió que se despedía con un “te amo”.

Ahora, uno de los millones de estrellas es su nuevo hogar, y fui yo quien lo imaginé mirándole y dedicándole un adiós. Por muy bonita que mi mente pintase la situación, en mi corazón sólo retumbaba ese adiós. No podía dormirme en toda la noche. Caía rendida a las ocho la mañana. Después, dormía poco y la semana pasaba entre forzadas sonrisas. No estaba yo preparada para dejarle ir de mi vida. No me consolaban los consejos de los amigos. Me agarraba fuertemente a todas las esperanzas de que eso no era verdad, al menos para mí.

Todas las noches del verano me sentaba en la terraza y miraba mi estrella, que yo había fijado como nuestro punto de encuentro. Había cogido por norma que cuando más sola me sentía, me iba la terraza para sentirme más cerca de él. Y una de aquellas noches estaba más sola que nunca.  

Para mi sorpresa, los sentimientos que salían de mi corazón comenzaban a instalarse como luces independientes detrás mía y sólo un sentimiento, que brillaba más que todos juntos, diseñaba hacia nuestra estrella la ruta de la felicidad. Estaba a punto de dejar este mundo, en el que la felicidad era el único sentimiento que a mi vida no pertenecía, para terminar con todos los sufrimientos. Pero cuando me levanté para dejarme llevar por esa ruta, miré hacia atrás para despedirme de la vida, pero de pronto me encontré con todos los sentimientos brillando en la silenciosa penumbra, y detrás de las luces cegadoras vi a mi madre, mi padre, mis amigas, y a todas las personas que me querían explicándome un mar de infinitos momentos que aún me quedaban por vivir. Por sus cerebros afloraban recuerdos recordándome que, aun todas aquellas luces, había una luz más fuerte, el sentimiento más grande: la vida.

Llevé mi cara hacia el amor de mi vida, recopilando de cada poro de mi piel hasta la última gota de las fuerzas que me quedaban. A través de nuestra estrella, le miré a los ojos por última vez en vida, le di mi corazón en carne viva, y siendo rea de una triste soledad, sólo pude gritar: ¡llévame contigo, mi amor!

Y su alma inmortal nos contaba su final…

E inmediatamente después, a un sus padres y sus amigos pendientes de ella, pero sin que les diese tiempo a reaccionar para detenerla, se lanzó al vacío desde la terraza de su piso de la décima planta del edificio. La altura y la inercia de caída despedazaban contra el duro asfalto un precioso cuerpo destrozado anímicamente de tan sólo 19 años.



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Mensaje  achl Mar Ago 04, 2020 11:19 pm




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¡Me las vas a pagar, cabrón!


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:13 am




AMENIDADES
Las vergüenzas a cubierto


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:16 am




AMENIDADES
Si no hay pan, hay tortas de
goma que quitan el hambre


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:18 am




AMENIDADES
Truenos, rayos y
relámpagos a sus pies


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:26 am




AMENIDADES
La pobre se está medicando, tiene
bulimia aguda y anorexia galopante


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:29 am




AMENIDADES
Problemas pa el sillero


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:32 am




AMENIDADES
Me llevan buscando tres días


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:35 am




[font=Impact]AMENIDADES
Pásate al asiento trasero[/font
]


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:38 am




AMENIDADES
Pásate al asiento trasero


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 2:41 am




AMENIDADES
No te lo enseño hasta que
no me enseñes tu VISA


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 6:38 am



V Í D E O
A M E N I D A D E S

MAMÁ HABLA CON SU
BEBÉ ANGELINA





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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 7:09 am




AMENIDADES
La 007 primera estaba
como un tren AVE


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 7:11 am




AMENIDADES
Rosa de España, no
acaba de ligar tío


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 7:38 am




AMENIDADES
Ni tiene ni quiere
N O V I O


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Mensaje  achl Miér Ago 05, 2020 7:40 am




AMENIDADES
Del mar al cielo
del cielo al mar


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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 1:39 am





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¡Qué horror, viste de amarillo!


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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 1:44 am




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Caro Ferré, con sus
lolas se dejó caer


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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 1:47 am




AMENIDADES
La novia despechada de Parrich


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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 8:10 am




Adiós al desamor


Una de las cosas buenas que yo creo que ya nos hemos quitado, o al menos ya no lo viviremos con esa intensidad, es el problema del mal de amores.

Uf, lo que uno pasaba como le tocará un novio chulillo, un inseguro, un Peter Pan, o cualquiera que te deje después de la tempestad: porque, a ver, en eso del amor tendría que ser como en lo laboral, te dan tres meses de prueba, y si gustas pues ya te hacen un contrato fijo, ¿no? Pues lo mismo, eso sería lo normal, pero en esto del amor, no, algunos necesitan 3, 4 o 10 años de prueba, que después de todo ese tiempo, todavía viene, un día y te dicen que tienen dudas. ¿Dudas? ¿De qué?

¿Cómo te puede decir alguien después de 3, 4 o 10 años que el problema no eres tú, soy yo? Pues claro que lo eres, no lo dudes. Que no se atreve a dar el paso final, que no está preparado, que no salta sin red, ¿no será simplemente que te has cansado y te gusta más probar con una nueva que te empuje un poquito más a saltar?

Pero, bueno, vamos a la diferencia, que es lo que nos ocupa, creo que a nuestra edad uno ya se libra por fin de esos episodios de “sufrimiento” que vivía de joven con el “puto coñazo” ese del desamor.

No creo que fuera comparable con otro dolor, no hay otro igual, es diferente a todos, creo que hay que tener una edad, y una “identidad” especial para sentirlo así, eso sólo se vive una vez, como decían las “Azúcar moreno”, al menos eso creo yo, pero estoy abierta al dialogo, ¿eh? que alguien venga y me diga, “chica, qué equivocada estás”. Sinceridad, por favor, venid y me contáis, que yo encantada de pensar que todavía me puede pasar.
Las estadísticas dicen que la mayoría (no sé qué tanto por ciento) de la gente en este mundo vive al menos una historia de desamor en la vida, hay muchos que más, y también hay unos pocos que se casan con la primera que han salido, y hala A vivir la vida… los hay.

No sé si eso es bueno o malo, este artículo va para los otros, es una experiencia, y creo que vivirlo si te hace diferente, que no digo que sea necesario, pero un palito, pequeñito, o no, todo el mundo debería pasarlo, es sano, es real, te pone los pies en el suelo, te hace frágil, sensible, te baja a la tierra, te une mucho más a los demás, te hace más humano, te quita capas, esas cicatrices que cuestan cerrar son marcas, ya no te queda nunca la piel igual.

Esa época tan nuestra de : “porque yo lo sufro”, no es sólo triste y deprimente por sentirse rechazado por alguien que quieres, y que tú quieres y, encima, te has empeñado en no dejar de quererle, porque tú vas a vivir con eso para siempre, eso es así, y tú lo ves así, es que además de eso, le sumas sentir la decepción de que, ese ser que lo duda tanto, hasta hace nada, estaba completamente seguro que eras tú. Y luego, ahora viene la peor de todas las sumas, que te diga que el problema no es contigo, tú sigues siendo lo mejor que existe en el mundo, pero como persona (no como perro) el problema es que se ha enamorado de otra, eso es la puñalá más vil, y ahí pincha donde más duele, ahí no hay consuelo posible, no hay donde agarrar, pero, si ya con todo esto no estabas tú servida, viene, para mí, dos escenarios que se dan, uno frecuente, otro siempre, que lo complican todo mucho más:
1 / Que el que lo deje no esté seguro de lo que hace, vuelva y llame mil veces, maree, y te distorsione, o sea, que no sea capaz de irse del todo, más conocido como el perro del hortelano.
2/ Que se supone que tienes que salir a conocer a otro urgentemente, que se te tiene que ver feliz, y te tiene que ir bien ante los demás, eso aún te mata mucho más….

Como decía Arjona, el escritor (que me encanta): “el problema no es que mientas, el problema es que te creo. El problema no es que juegues, el problema es que es conmigo”.

Tú puedes ser todo lo mierda de tío entre lo mierda que puede ser un tío, pero eso no me cura, eso no hace que yo sufra menos, porque quiero que esa mierda de tío me quiera. Así somos.

Esa es la gran contradicción. Si no te merece, si no lo ves claro, si descubres que es un tío que no te va a hacer feliz, mejor lejos, ¿no? Pues no, tu ahí dale que te pego, dándole oportunidades y pensando que todo eso se va a pasar por obra y gracia del Espíritu Santo.

Seguramente que, en muchos casos, no eran capaces de verse reflejados en el perfil que nosotros hacíamos de ellos, y con esta oda al desamor, no quiero decir que a veces las víctimas no hayamos sido verdugos para otros, no siempre estás del mismo lado, pero hoy toca este.

Todos hemos usado esas mentiras piadosas que no hacen más que empeorar las cosas, lo dices para que no sufra, y al final, con la tendencia del otro a agarrarse a algo bueno, se interpretan como que hay dudas, y eso ya no lo ven tan mal.

Yo estoy convencida que, en esto del amor, si hay dudas es que no esperes que esto cambie, no se confirma con el tiempo, no se cambia nunca, no se mejora.

SI TE DICE “NO SÉ”, ES NO
SI DUDAS, O DUDA, ES NO

Esto es un mensajito para los que empiecen, porque creo que para los de nuestra edad el tema está superado, y no porque no te pueda decepcionar una persona, pareja, marido o lo que tengas, que sí, que también, pero es que ya no te lo tomas igual, ¿será que ya tenemos callo? ¿Será que ya no pueden con nosotras? ¿Será que ya no quieres igual?

Veo a la gente de nuestra edad viviendo decepciones, sacando problemas que no contaba con ellos, luchando contra mil cosas, pero no sufriendo por amor, no es lo más importante en la vida para nosotras, somos más del : “qué le den“ y del “estoy más feliz sola que mal acompañada” frases con las que nos identificamos mucho más.

Qué bien que hay algo bueno con la edad. Que les den a todos esos Peter Pan. Y que bien poder decirlo alegre y sin mirar atrás.



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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 8:22 am




Cosas absurdas con sentido


Devuélveme lo que no debí prestarte.

Devuélveme mi ilusión, grité al girasol que había en mi camino.

Devolvedme mi escalpelo, que yo mismo me voy a operar.

Devolvedme la visión de las montañas, dije a las semillas que había a lo largo del sendero.

Devuélveme mi nombre, le dije a San Antonio.

¡Devuélveme mi vida de la infancia!, grité, nostálgico, al polvo cuando se terminó el sendero.

Ahora canta mi maestro, pero antes cantaba yo en su clase.

¿Acaso he llegado tan lejos para merecerme esto? Pregunto mientras espero en medio del frío, decidido, al fin, a discutir a favor de mi silencio.

Dime maestro ¿se mueven mis labios o de dónde viene el leve cántico que incrusta mi alma como lanza de sal contra roca?



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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 8:45 am







Maldiciones de una esposa traicionada  



Ojalá que te enamores locamente de ella y que te sobrevengan delirios atortolados, propios de un loco de remate

Ojalá que la veas la más hermosa, incluso que lo sea

Ojalá que abuses de venerar su anatomía como si fuese un templo sagrado, y que la desees a todas horas con una intensidad ilógica, rozando lo enfermizo

Ojalá que se te fracture el cuello cuando te gires para contemplar la fascinante habilidad que tiene para mover caderas y culo

Ojalá que por conservar su aliento aprendas a respirar al revés, ojalá que diariamente te postres a sus pies para, con avaricia, lamérselos, y que tus ojos se den la vuelta hasta quedarse alucinando en blanco, el color máximo de la alucinación

Ojalá que recibas la noticia de que vas a tener un hijo, y que un exceso de felicidad dé pie a una boda, frustrada porque yo no te conceda el divorcio, con decenas de fotografías de la expresión de tu cara como recuerdo de tan enorme decepción

Ojalá que en la cocina de la casa permanezcas inmóvil, o que te levantes a intempestivas horas de la madrugada a prepararle lo que a ella le salga de su coño, y que nadie como tú sepa hacerle los platos que más de su gusto sean

Ojalá que te acoja cada día con la más dulce de las sonrisas, y tú la colmes de esperanzas que den sentido a vuestras vidas

Ojalá que te enamores perdidamente de la mujer con la que me la estás pegando, hijo de puta, que yo me estoy acostando con hombres, más jóvenes que yo y que tú, que me hacen virguerías en la cama. Y ojalá que cuando estés más entregado, irreversiblemente, cuando su voluntad sea la tuya y tus errores sus complejos, cuando te falten cojones para ser capaz de ver el mundo si no es a través de sus avasalladores ojos, que entonces te ponga los cuernos hasta con tu puto padre, que ojalá te contagie una sífilis y que te salgan llagas hasta en las uñas

Ojalá que tengas que perdonarla miles de infidelidades porque tú no puedas imaginar la vida sin ella, y ese agobiante amargor interior te cause una incurable alopecia


Ojalá que permanentemente hables solo por las calles

Ojalá que te veas más solo y más perdido que el barco del arroz

Ojalá que después de un molesto embarazo dé a luz un hijo, idéntico a tu mejor amigo, que sus tetas queden brevas y que se retuerza su vientre, que su cuerpo tenga más estrías que un barranco, ojalá que le salgan varices hasta en el paladar y que un sobrepeso la convierta en un amasijo de carne defectuosa y maloliente

Ojalá que no quiera nunca más follar contigo, culpándote a ti de que nunca “la dejas satisfecha”, y que tú te resignes

Ojalá que deje de atenderte dócilmente, que sus guisos te causen incontrolados cólicos, su café migraña y el olor de sus pies arcadas hasta vomitar, y que a pesar de todo esto no consigas nunca dejar de amarla, aunque sólo sea eternamente

Ojalá te engulla tu trabajo para poder saciar sus caprichos. Ojalá que toda tu familia te abandone porque eres un cabrón miserable, ojalá que tus amigos te pongan de mote el nombre de algún astado Vitorino, y que se rían de ti por tantas burlas apuñaladas en tu espalda

Ojala que de continuo escuches por todos lados zumbidos insoportables, debidos a las constantes infidelidades de ella

Ojalá que no puedas dejar de quererla desesperadamente, pero sin ser correspondido, hasta que tu muerte repentina os separe, que entonces seré yo quien cobre mensualmente la sabrosa pensión de viudedad por tus 35 años, a la alta, cotizados



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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 8:50 am






Pensamientos remolones


Aunque debo haber tenido una entrepierna favorita, se me olvidó.

Sin poder remediar nada, he decidido seguir viviendo mi vida, y resulta que ahora, a estas alturas, estoy encontrando cosas inexploradas por mí.

Nadie sabe lo que uno siente cuando se siente de verdad.

Nadie debe hablar del fuego que mantenía en la chimenea de su corazón mientras duraba su amor, pero que ahora se ha apagado.

Ahora selecciono a conciencia todas mis querencias.

Ahora soy más de mí, menos altruista, menos confiado…

Aunque tuve amores, el diablo me dio ese clavo que saca otro clavo.

Salí en busca de mujeres del tipo “papel higiénico” (usar y tirar), pero sólo encontré una de una sola capa.

Mientras buscaba la forma de no pensar en lo que quería pensar, la fuerza de mi obstinación me ayudaba.

Mientras ponía todo mi esfuerzo en sobrevivir, amanecía de nuevo.

Como no venía a mi coco lo que iba a decir, imaginariamente cogía una mano, y sorprendentemente o no tanto, de pronto venía a mí mi inspiración.

Las palabras que ahora anotas en tu carácter de doble filo y las palabras de los plácidos encuentros diarios de antes no son las mismas.

Aunque parezca extrañamente extraño, me siento infeliz por algo tan dulce, que me he puesto a reír.

Sobre las cosas buenas y malas que se experimentan mientras se está enamorado, no se cuentan a nadie; es que ni uno mismo debe recrearse en ellas.

Acerca de la historia de una mujer que moría de amor, la contaré con errores, pero también con exageraciones positivas.

Al principio, cuando ella amaba a él, incluso con locura, él confiaba en ella; pero ahora, todos los detalles de su vida, contados por él a ella, son lanzas contra él.
Aunque suene a pedantería o a indiferencia, el hecho de que a veces no me crean, me reconforta

No perderé la calma. Aunque no consiga olvidar, sigo confiando en mí.

Encima de ti puse fuego de amor y miles de productos románticos salidos de mi corazón, mientras tú viviendo seguías tu vida.



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Mensaje  achl Jue Ago 06, 2020 9:12 am




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Doña María    


Me llamo Adolfo. Tengo 19 años. Desde la muerte de mis padres vivo con mi abuela en su casa, que está en un barrio periférico de la ciudad de Sevilla. Es viuda y no tiene más parientes cercanos, por lo que yo soy su única compañía.

A efectos de esta historia diré que consulté en un diccionario la palabra “Gerontofilia”, que define: “Inclinación sexual pervertida hacia las personas de edad avanzada”. En este sentido, confieso que siempre me han atraído las mujeres maduras, y por ellas ha vivido mi polla apasionantes aventuras en solitario.

Junto a nuestra casa vivía Don Miguel: un señor de 69 años, y su esposa, Doña María, de 60, amiga de mi abuela. Un sábado, Don Miguel había pedido a mi abuela mi ayuda para ordenar un cuarto elevado que estaba al fondo del patio de su casa.

Era mediodía cuando llegué y enseguida Don Miguel me llevó al lugar de la faena. Era un cuarto que estaba encima de otro dedicado a la lavandería, y al cual se subía por una empinada escalera. Amablemente me pidió que ayudara a su esposa a sacar cajas al patio, para dejarlo desalojado y hacer espacio.

- Yo -dijo con voz lastimera-, lamentablemente ya no estoy para esos trotes.

Don Miguel había superado un derrame cerebral, pero lo obligaba a apoyarse en un bastón para poder caminar. Era alto y con porte, pese a su avanzada edad, amable y servicial y al que debíamos más de un favor.

Doña María era de mediana estatura, rubia teñida, bellos ojos, entrada en carnes, caderas anchas y un culo prominente. Pero lo más notorio eran sus grandes, pero bien puestas tetas, que le gustaba exhibir a través de generosos escotes.

El cuarto estaba atestado de cajas. En un lado había una cama cubierta con una vieja colcha que había acumulado mucho polvo con el tiempo. También había un armario, una mesilla de noche y un tocador con su respectivo espejo.
Sobre la cama había artículos de cristal. Cuando Doña María se inclinó a recogerlos, me regaló el magnífico plano de sus grandes tetas, que casi se salían del escote. No llevaba sujetador y las tetas pendían despojadas de su tirantes, mostrándose en su plenitud y esplendor. Se me subió la polla al ver sus atributos, y me recriminé mi instinto animal que todos llevamos dentro y que hacen aflorar pensamientos eróticos.

Comencé a bajar al patio las cajas que estaban cerca de la entrada, y, cuando subí de nuevo, vi a Doña María acomodándose una de sus tetas en el interior del vestido. Por mi cabeza se cruzaron de nuevo locas ideas, haciéndome ilusiones de convertirme en receptor de sus favores. Un nuevo sentimiento de culpa se apoderó de mí, por lo que traté de convencerme de que debía portarme como un caballero y sólo limitarme a cumplir con el favor que me habían pedido.

- Adolfo, quiero pedirte algo.
-  Si, dígame, Doña María.
- Súbete en esa silla y bájame esa caja grande que está la primera en el armario.
- Ahora mismo.

Me subí a la silla e involuntariamente volví a mirar hacia abajo. Pude ver de nuevo sus tetas a través del escote y me quedé mirándola embobado. Doña María me sonrió y se las tocó con cada mano, en un gesto que no supe interpretar. Turbado, volví a mi trabajo. Le acerqué la caja, que pesaba un poco, y me dijo que ella la bajaría al patio.

Al pisar el primer escalón, inesperadamente tropezó. Mi reacción fue rápida. La cogí con firmeza, para evitar que cayera. No fue mi intención, pero le puse la mano en la teta izquierda, y sentí un calambrazo de deseo en mi cuerpo, al tiempo que le preguntaba por su estado.

- ¿Está bien, Doña María? ¿Se lastimó?
– No, no. Estoy bien. Sólo me asusté.
– Déjeme ayudarla.
– Eso sí, ayúdame a incorporarme.

La cogí de la cintura y la recosté en mi pubis provocándome una erección, que no pasó inadvertida para ella. Debido a la caída y por mi forma de cogerla, la teta se había salido del escote, y no podía quitar mi mano de ese trozo de carne tersa y cálida con pezón grueso y que invitaba a todo. Siguió bajando escalones, pero se paró a ponerse bien el escote, ofreciéndome por un momento la visión de la teta entera.

– Te estoy dando un espectáculo, ¿verdad? ¡Qué vergüenza!
– No pasa nada. Un pequeño accidente -respondí, sin poder quitar mi vista de la teta.

Con el pretexto de ayudarla a llegar a la cama, pasé mi brazo izquierdo por detrás de ella, de modo que con la mano alcanzaba el costado de su teta en forma disimulada, mientras que la mujer, como quien no quiere la cosa, movió la mano derecha y rozó mi polla por encima de mis vaqueros.

La dejé sentada en la cama y volví a trepar la silla para seguir bajando cajas del interior del armario. Ya recuperada, se acercó a mí y con voz suave me dijo, a la vez que me ponía la mano sobre mi muslo derecho:

– Ten cuidado, Adolfo. No vayas a caerte. Agradezco tu ayuda. ¡Hay que ver la falta que me hace un hombre en casa!

Hacía énfasis en esas últimas palabras. Y me hablaba agarrada a mi muslo, y mi paquete quedaba enfrente de su cara.

De repente, puso su mano descaradamente sobre mi bulto, haciéndome dar un respingo. Para entonces, la calentura sexual hacía presa de los dos. Ambos íbamos directos a un inminente polvo, evidentemente deseado, y, por qué no decirlo, premeditado.

Me bajó la cremallera de los vaqueros, metió la mano y me sacó la polla comenzando a mamarla. A poco me caigo de la silla. Mi deseo era abalanzarme sobre ella y follármela allí mismo, pero se oyó la voz de Don Miguel, que llamaba a su esposa porque quería que viese unas fotos antiguas que había encontrado en una de las cajas que habíamos bajado. Me sobresaltó su irrupción, hasta el punto de hacerme perder la erección.

– Debo irme antes que Don Miguel pueda pensar mal -le dije-. Además, mi abuela ya debe tener listo el almuerzo.
– Vale, pero vente tan pronto termines de comer. Miguel siempre duerme siesta y se levanta a las 7. Te voy a dejar la puerta entreabierta. No llames al timbre. Sólo empuja, entras y te vienes directo a este cuarto. Te voy a estar esperando.

Sin saber qué responder, me limité a sonreír y salí.

Eran las 4 cuando regresé. La puerta estaba encajada, como me había dicho. Entré en silencio y me fui al cuarto. Ella no estaba, pero vi que en la cama había sábanas limpias. Oí pasos subiendo la escalera, y, al poco, apareció Doña María ataviada con picardías negro, recién duchada y oliendo a un delicioso perfume. Me sonrió y me dijo:

– Ahora sí. Tenemos tres horas para nosotros.

Con los ojos brillando, se tumbó en la cama y enseguida se quitó el picardías, liberando sus tetas. Paralelamente elevó una rodilla y con tal movimiento mostró bragas transparentes que permitían ver un coño depilado. Una maniobra atrevida de la excitada anciana.

– ¿Qué me dices, Adolfo? -preguntó.

Quedé mudo, sólo atinaba a deleitarme con el cuadro de exhibicionismo que se me brindaba. Sus piernas se balanceaban. Se giró para enseñarme su cuerpo entero, como tratando de convencer al cliente de que la mercancía vale lo que se pide: el coste de la sexualidad juvenil.

– ¿Qué te parece esta vieja? -insistía.
– De vieja nada, una mujer hermosa -atiné a decir, con torpeza.

Estaba embobado. No dejaba de admirar el atrevimiento de Doña María, que no se perdía un solo detalle del efecto que en mí causaba.

– No debemos perder tiempo. Quiero que me folles, bien follada -sentenció.
Tenía urgencia por coger la tranca aprisionada en mis vaqueros. Se incorporó y aprovechó para aferrase a ella, que no resistía tanto enclaustramiento. Con las tetas colgando, miró mi instrumento y lo dimensionó con los dedos por encima de la tela:

- 18 centímetros -me adelanté yo.
– Uy… Adolfo, ¡qué cosa más grande tienes, hijo!
– Es normal -respondí nervioso.
– ¿Normal? ¡Pues esa cosa normal me lo vas a meter entera en el aquí! -señaló su entrepierna.

Ya habían sido puestas las cartas sobre la mesa, y, sin más recato, la señora procedió a bajarme la cremallera que ocultaba su ansia, que iba enrojeciendo debido a la sangre que la recorría con una velocidad espantosa. La liberó y con la mano comenzó un encantador masaje que me transportaba a un sublime placer. Mi polla parecía haber sido invadida por una enredadera que la abarcaba en toda su longitud.

Los latidos de los corazones colmaban el cuarto de un ritmo que se intercalaba de un corazón a otro. Mi pantalón se deslizó por mis piernas causando un sonido por el roce de la cremallera contra el suelo, mientras que, desesperadamente, Doña María se agitaba el coño. Apretó mis glúteos y mi erguida polla fue a clavarse al orificio bucal de mi improvisada amante que, sin pudor, empezó a prodigarle lamidas electrizantes; el glande aparecía y desaparecía en su boca y por vez que salía adquiría un color oscuro, como amoratado.

La excitación estaba en la primera fila. Doña María se dejó caer de espalda en la cama, jalándome consigo, provocando de una forma impresionante que mi polla fuera a entrar directamente a su humedecida cueva. Era tanta la humedad de su coño que la capacidad de mi polla reemplazó una cantidad equivalente de jugos y, por supuesto, entró surfeando en un mar de placer, y yo empujé instintivamente para ahondar más en las profundidades de aquel agujero hambriento.

Mi instinto animal salió a flote y, poniendo las rodillas en la cama, cogí de las piernas a la hembra y la alcé a la altura de mi vientre para perforar con fuerza su intimidad. La sensación fue lo mejor del momento; ella sentía que sus entrañas eran invadidas por un trozo de carne sin hueso, y no quería que la intrusa se fugase, por lo que apretó más las piernas para aprisionarla, y este encarcelamiento me daba un placer indescriptible.

Decidí incorporarme y paralelamente aprisioné las nalgas de ella y lo hacía con tal vehemencia que parecía que la hembra se partía en dos, literalmente la estaba descuartizando; con los ojos cerrados y alzando sus nalgas y mi polla perforaba lo más recóndito de la intimidad femenina, que a su vez sentía como su cabeza no rozaba la cama y con las manos trataba de dar estabilidad a su cuerpo sintiendo que la penetración le daba un gozo de proporciones inimaginables a su coño. Un leve dolor mezclado con un cosquilleo placentero le anunciaba un cercano acto de clausura. La sangre se calentaba al compás de las embestidas.

Los ritmos cardíacos subían el placer. Los cuerpos se tensaban y las piernas vibraban. La fuerza con que apretaba las nalgas de la mujer hacía que su tronco se incorporara. Ahora, piernas femeninas abrazaban mi cintura y nuestras bocas se fundían en un apasionado y prolongado beso. Las tetas comprimían su volumen en mi pecho y de pronto se producía una inevitable descarga viscosa. Una corriente eléctrica recorría nuestros cuerpos, y el efecto me obligó a doblar las piernas y a caer de cara en la cama, mientras la hembra, exhausta, caía sentada en mis piernas, sin soltar al prisionero mástil, completamente envainado.

Nuestras fuerzas se agotaron. Pesadamente nos desplomamos a un costado. Nuestras jadeantes respiraciones delataban fuerte acalorado ajetreo. La tarde seguía su curso, inexorablemente había avanzado, y en cualquier momento despertaría Don Miguel.

“¡¿Qué he hecho?!” -pensé, me sentía un traidor por haberle puesto los cuernos al bueno de Don Miguel, pero sabiendo también que había valido la pena.

Si Don Miguel se enterase de esto, no me iba a gustar su reacción, por lo que rápidamente me vestí y abandoné el cuarto en donde se había cometido el pecado. Al poco de haber bajado al patio, apareció Don Miguel apoyado en su bastón. Sin poner atención a lo que decía, emprendí mi labor de ordenar las cajas. Mientras, Doña María me sonreía feliz y me guiña un ojo desde la ventana.



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