MI BLOC, QUE NO BLOG

Estábamos enamorados, mirando el cielo y fantaseando con un amor infinito más allá de las estrellas. Los inconvenientes existían, como en toda pareja. Yo era maso y ella no era sado. Ahí teníamos un tema de choque entre muchos.

¿Qué le costaba? Unos pocos golpecitos con el látigo, nalgadas, cadenas; en fin, un poco de diversión extra a la hora del sexo.

Pero no, a ella no le gustaba. ¿Qué se le iba hacer? Bueno, así vivíamos un amor soñado, pero sin golpes. ¡Ah, cómo disfruto que me golpeen mujeres! ¡Qué placer! Es que son tan estúpidas que hay que recibir golpes de ellas de cuando en cuando para que aprendan a mandar.

Al margen de todo eso éramos una pareja corriente; salíamos al parque, hacíamos el amor y proyectábamos tener hijos, bueno, ella proyectaba, yo sólo le decía: vale. Ella no sabía que yo tenía una hija. ¿Para qué más?

Y no le podía decir que tenía una hija. Hacía poco que estábamos juntos y no sabía si le iba a gustar. A la madre de mi hija si le gusta golpearme.

Bueno, ya seguiré. Me estoy enganchando a la hija del verdulero y hace un minuto  me mandó un mensajito de texto: ‘estoy solita’. Me pone la nena. Un yogur, 20 añitos.

Algo en su interior le decía que, si bien su bulbo era esférico, había nacido para ser alargada, sin pararse a pensar que la sabia Naturaleza sabe bien lo que hace.

También cuestionaba mucho su color rojo-guinda, pues prefería ser de un color naranja. Pero la Naturaleza es sabia y sabe debe hacer todo basado en sus propios cánones.

Como sea, si algún humano la hubiese podido ver durante su desarrollo subterráneo, la habría considerado una cebolla, sin duda. Aunque existen humanos que no saben distinguir un plátano de una fresa, por ejemplo.

Pero no, no lo era, o al menos no deseaba serlo, o no se identificaba para nada con la especie allium cepa, lo que la hacía de verdad infeliz. Empero, tenía que conformarse con su destino.

En su interior, ella sabía que era una zanahoria atrapada en el cuerpo de una cebolla, pero nada ni nadie la oía ni podía ayudarla a sobrellevar esa desagradable situación.

Finalmente, llegó el momento de la recolección, y el destino la llevó al mercado en un cajón repleto de cebollas redondas de color rojo-guinda. Se sentía infeliz y humillada, porque cerca de ella estaban las zanahorias, orgullosamente larguiruchas y anaranjadas, recargadas de carotenos.

Pero para su mala fortuna fue comprada como cebolla, y después, en una cocina, rebanada para formar parte de una ensalada de cebolla con apio y vinagreta.

Sea como sea, fue comida por un joven hambriento, que en un momento dado preguntó a su madre:

____Mamá: ¿acaso le has puesto zanahoria a la ensalada de cebolla con apio y vinagreta?
____Calla y come –le dijo su madre.

A pesar de que la madre lo negó rotundamente, la cebolla de esta historia
se dejó digerir con mucho orgullo.

Renegaba día y noche por ser un ente hueco y vacío, además de solitario.

Y así, mascando tristemente su frustración, fue a dar a un lugar en donde había muchos palmos de narices.

Se puso alegre por el hecho de tener compañeros, hasta que uno de ellos lo regresó a la realidad:

____Los palmos de narices no tenemos nada. Somos huecos y sin esencia. Ya deberías saberlo -le dijo.
____Pero en este lugar lleno de palmos de narices nos tenemos los unos a los otros. Al menos tenemos algo -dijo el primer palmo de narices lleno de esperanza.
____No te engañes: esto es un refugio de palmos de narices, no un grupo de amigos. Aquí nadie tiene nada. Me permití ser tu interlocutor por un instante, sólo para ubicarte en tu realidad de palmo de narices, pero no soy tu amigo ni compañero. Sigues siendo hueco, sin esencia, y siempre lo serás, como yo y como estos otros -corrigió el otro mientras se alejaba de aquella insólita e inútil conversación.

Tras escuchar eso, el palmo de narices de este cuento supo por fin que los palmos de narices no son más que eso: palmos de narices.

Trinocho era hace un montón de tiempo un noble príncipe azul, y no un príncipe cualquiera, era un auténtico caballero que luchaba por rescatar princesas de castillos custodiados por temibles dragones.

Soltero, exitoso y adinerado, Príncipe era el titulo de él, la mano derecha del mismísimo Rey, que no tenía descendientes ni esposa.

Pero un dia aconteció algo inesperado. Viajó como siempre para rescatar una bella princesa de las tantas que se contaban que habían secuestradas por dragones y que pedían millonarios recates. Así eran los secuestros en aquella época: bellas princesas, grandes castillos y ambiciosos y temibles dragones que pretendían los tesoros del Rey.

Ahí entraban en acción los nobles caballeros a rescatarlas, una especie de comando altruista. Y fue así que Trinocho se encaminó hacia el rescate de una princesa secuestrada, de la que hablaban en el palacio del Rey. Como siempre, rescató a la bella princesa, y encadenó al villano dragón para su posterior detención, y con poco o nada en el castillo, quiso reconfortar su esfuerzo con una fruta, viéndolo exhausto luego de la batalla. Trinocho no sospechó lo que estaba pasando en realidad. El dragón secuestrador era amigo de la princesa y era una trampa para hacer caer al príncipe, e incluso esta historia en el pueblo del Rey la difundió un ayudante, quizás amante de la princesa. Y más aún, la princesa no era princesa, en realidad era una mujer despechada por el príncipe, más bien, una autentica bruja, con todas las letras, como las hay y de las que se cree que no existen, pero que las hay, las hay en verdad...

Y tras comer una manzana de la bruja despechada se reveló su verdadera apariencia, y entonces el príncipe supo quién era, y tras la mordida cayó sobre el príncipe una terrible maldición.

El príncipe se marchó furioso de aquel lugar, notando que los efectos de la maldición empezaban a funcionar. Los efectos de la maldición eran que se volvió gordo y verde. Pero no acaba aquí, no, era una bruja de tiempo completo y eso no le bastaba para vengarse del príncipe; y el otro efecto de la maldición era que cuando caía la noche no se convertía en lobo sino que se transformaba en un muñeco de madera flaco. Y la bruja le dijo que la maldición desaparecería tras el beso de un amor verdadero.

El reporte oficial fue que el príncipe había muerto en batalla, pues estaba muy avergonzado como para salir en público a decir la verdad. Así que se refugió en el bosque a vivir con tres amigos que él mismo había rescatado de las garras de un lobo hambriento y que ya los tenía atrapados.

Estos amigos eran tres muchachos. Sí, los animales hablan, algunos, igual que las personas; y otros, cayeron bajo un encantamiento.

Conservando mucha riqueza, el príncipe no tiene que trabajar, pero, para no aburrirse, de noche trabaja de DJ. Le conocen como ‘DJ Nocho’, tanto de dia como de noche, pues todos lo aceptaron en el bosque como es, las hadas, los duendes y demás que rondan los bosques, comprobaron que era bueno y amable. Pero nadie conoce su verdadera identidad.

Y esa es su vida. Esperando alguna vez recibir el beso del amor verdadero. Pero por ahora va a vivir una larga vida de soltero con los tres muchachos con los que ha llegado a hacerse amigo inseparable.

El sensor conectado a cada una de ellas detectó a una en especial que devoraba las hojas del arbusto de ‘vanilla acuta’ a un ritmo descomunal, lo que atrajo la atención de los científicos.

El científico jeje responsable de detectar orugas excepcionales la observó durante varios minutos y reconoció que se trataba de una larva fuera de serie.

Curro –como le llamaban sus compañeros de trabajo- asignó a tres de sus mejores ayudantes a vigilar día y noche a la prodigiosa criatura, mientras aumentaba su tamaño y su ciclo se acercaba al momento de generar su crisálida.

Era tan relevante ese momento, que Genaro Gómez, el responsable de especies menores de los observadores, reunió a su equipo de asesores para ver qué se podía hacer ante ese prodigio de ADN lepidóptero.

Tras varias horas de deliberación, el consejo de observadores decidió que se presentaba la oportunidad única de considerar la teoría del brillante entomólogo David López, quien insistía en que las mariposas a punto de salir de la crisálida disfrutaban de una música selecta, y que, al escucharla mientras se gestaban, adquirían habilidades extraordinarias, debido a que sus ‘tubos de malpighi’ eran muy sensibles a la belleza acústica.

Inmediatamente se consultó al equipo de psicoentomología para saber si podrían generarse algún efecto secundario negativo en la psicología de la naciente mariposa.

Contra lo esperado, este grupo de científicos confirmó las bondades de la teoría de David López  y aconsejó seguir adelante con el experimento.

Una vez que el consejo de observadores se sintió convencido de que la mariposa por nacer se vería beneficiada con el hecho de poder escuchar música selecta dentro de la crisálida, se procedió a solicitar a la firma ‘Steren-Brook’, de Nueva York, el diseño de un equipo de micro audífonos para insertar en la ya incipiente crisálida de la recién descubierta oruga, bautizada por los observadores como Ory.

Y cuando la cámara que monitoreaba a esta maravillosa criatura mostró que el proceso de crisalidación de Ory se iniciaba, cuidadosamente fueron colocados los micrométricos y delicados altavoces de vanguardia en dicha crisálida.

Los psicoentomólogos, tras reunirse con sus asesores en entomusicología, recomendaron que Ory oyese ‘Asi Habló Zaratustra’ de Richard Strauss, por su rítmica y brillante motivación existencial. Todo salió de acuerdo a lo planeado.

Ory se convirtió en Lepy, la mariposa dueña de las expectativas genéticas. Al acabar de romper su crisálida, la maravillosa Ory extendió sus preciosas y robustas alas, así como sus poderosas patas. Los observadores –cientos de ellos que la monitoreaban- estaban extasiados de tanta belleza y poder en un insecto.

Emprendió el vuelo llena de majestuosidad, ante el optimismo y alegría de sus mentores humanos, cuando de pronto un inesperado cuervo atravesó su camino y devoró a Lepy de un solo picotazo en menos de un segundo.

Todos los observadores se quedaron mudos de espanto: aquel pájaro, de nombre Crowy, no debería haber estado ahí en ese momento.

‘Johann Friedrich, el gran experto ubicador de pájaros monitoreados, fue despedido de su trabajo como observador. Y también demandado ante las autoridades por incumplimiento de sus funciones.

‘Jean-Louis, el responsable de revisar el entorno de la crisálida previo al primer vuelo de Lepy, fue multado con 17.000 euros por su enorme descuido.

‘Crowy’, el cuervo, fue rastreado con todo tipo de instrumental por un equipo especial de los observadores durante varios kilómetros, hasta que lo vieron defecar.

Inmediatamente, un equipo de exploradores experimentados recogió las heces de ‘Crowy’ que contenían los restos de Lepy, y éstos fueron llevados en helicóptero especial hasta el laboratorio principal de los observadores, ubicado en Lausana (largo viaje a través del Atlántico) para reconstruirla a partir de su ADN.

Los adiestrados genetistas informaron al día siguiente que ése no era el ADN de Lepy, ni tampoco eran los excrementos de Crowy.

‘Filippo Mancini’, jefe del equipo de exploradores, fue cesado del equipo, al igual que todos los rastreadores que perdieron el rastro de Crowy.
Lepy, relevante mariposa en la historia del planeta Tierra, había dejado de existir sin dejar rastro genético.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) suspendió por siempre la financiación a los observadores.

Mientras esto sucedía, un escarabajo de la especie ‘dichotomius hope’ devoraba las heces de Crowy en un lugar más lejos de lo imaginado.

Lo primero que hizo fue llenar el planeta Tierra de palmas bananeras. Los humanos vimos aquel prodigio, pero no supimos interpretarlo.

En el noveno día desaparecieron del mercado las maquinillas de afeitar y los depiladores de todo tipo. Los humanos nos extrañamos de esto, pero tampoco supimos interpretarlo.

Luego, para concluir su divino arrepentimiento, dio una pequeña marcha hacia atrás en el reloj evolutivo. Los humanos lo percibimos únicamente porque amanecimos el décimo día con nuestros cuerpos llenos de pelos y con rabo, pero tampoco supimos interpretarlo.

En el undécimo día los humanos olvidamos cómo hablar y cómo vestirnos Nos extrañamos, pero nuestra capacidad de interpretar los designios del Creador ya había desaparecido.

En el duodécimo día los humanos regresamos a vivir a los agradables y frondosos árboles del antaño, y a partir de entonces hemos disfrutado de las deliciosas y tiernas bananas, obsesivamente…

 


Fue así que la Culpa –completamente segura de sí misma- decidió un día penetrar el alma de Juan, con el único objetivo de que éste se sintiera mal por sus frecuentes fechorías.

Pero Juan, un hombre con mucho trayecto recorrido en su pecadora vida como asesino, violador, ladrón, mujeriego, extorsionador, narcotraficante, mal padre, mal hijo y cosas peores, era un cínico perfecto e indoblegable. Soportó la presión interna como si nada hubiese ocurrido, hasta que la Culpa –sabiéndose inofensiva- optó por retirarse de aquella alma pétrea.

Luego de ese rotundo fracaso, con interminables burlas y carcajadas, los remordimientos, la angustia y los cargos de conciencia lograron hacer que la culpa se sintiese culpable de haber sido inefectiva.

 


Fue así que los traviesos dioses decidieron darle fama y gloria a una pulga común y corriente que vivía en el lomo de un perro callejero.

El parásito, que radicaba de tiempo atrás en la piel del Rascón (un perro callejero famoso en aquel barrio por la forma en que solía rascarse), fue indirectamente descubierto por doña Lisa, justo cuando salía de misa. Ella observó que el can se rascaba aquel día en forma disímil, rítmica, digamos que religiosa. No era a lo que estaban acostumbrados los niños que iban a jugar a aquella sombría y sucia calle cerrada cerca de la iglesia, que hoy, por cosas de la vida, es un lugar sagrado para muchos feligreses.

Así fue que doña Lisa regresó inmediatamente a la iglesia y le dijo al cura que tenía motivos suficientes para suponer que ese irrelevante perro tenía en su lomo algo extraordinario. El padre Paco, que sabía mucho de la vida y era consciente del poco dinero que disponía para cumplir sus misiones cristianas, fue presuroso a revisar los sacros movimientos de Rascón. Para esos relevantes oficios, le siguieron media docena de mujeres vestidas de negro, que poco o nada tenían en qué ocuparse, más allá de rezar de la mañana a la noche.

Y tras ver el fenómeno del perro que en verdad se rascaba de manera especial, el cura hurgó en su lomo y descubrió una pulga. Presionado por la mirada excitada de las ancianas fanáticas que llevaban toda la vida tras un milagro, y sobre todo por los sueldos que tendría que pagar ese fin de semana, el sacerdote pensó rápido y gritó:

____¡Aleluya! ¡Aleluya! Se trata de la pulga Morsa, aquella que venía en el camello de Melchor cuando los Reyes Magos fueron a visitar a Jesús en el pesebre. Es la misma pulga que saltó a los cabellos del Sagrado Niño para succionar de su Divina Sangre, y que por lo mismo se volvió inmortal, y hoy reaparece ante nosotros para llenarnos de fe y esperanza. ¡Loado sea el Señor! ¡Oremos todos! ¡Hagamos una misa ahora mismo para celebrar el milagroso evento!

El cura ordenó repicar muchas veces las campanas de su iglesia, la que en pocos minutos estaba llena de creyentes que querían tocar a Rascón, el asustado can sobre cuyo lomo radicaba Morsa, la pulga portadora -desde hacía más de dos mil años- de la Divina Sangre del Niño Jesús.

Lamentablemente, el incienso que se quemaba en aquella iglesia era un verdadero insecticida, más poderoso que el DDT. La pulga murió asfixiada durante la misa, y Rascón, que temía a las multitudes por experiencias del pasado, huyó en cuanto pudo del templo, aun el esfuerzo de las mujeres de negro por retenerlo.

Como sea, a esas alturas de la misa dedicada a Morsa, la recaudación de limosnas había sido extraordinaria, y el padre Paco disfrutó, sin contárselo a nadie, del verdadero milagro que había ocurrido esa tarde: ahora podía pagar los salarios de su personal al día siguiente.

Las mujeres de negro se convirtieron por siempre en fanáticas adoradoras de Morsa, la Divina Pulga, y de Rascón, el abnegado perro que alguna vez la llevó en su lomo.

Así que la niña salía de la casa con el botijo en su mano derecha y enfilaba cuesta abajo, feliz y satisfecha consigo misma por tan importante misión salvavidas.

Su abuelo había olvidado en la casa el agua, y ahora estaba en la era con este calor, muerto de sed. No podía perder más tiempo. Su abuelo era su vida, y de él la de ella. Esa clase de amor de abuelos a nietas y de nietas a abuelos, que a veces supera al amor de hijas a padres y de padres a hijas.

Miraba repetidamente el botijo con regocijo, con satisfacción, con orgullo... Era el agua fresca que salvaría de la sed a su abuelo. No ocupaba su cabecita nada más que esto en ese momento. ¿Pero estaría el agua tan buena como a ella le parecía? Decidía comprobarlo.

La alegría y la impaciencia se mezclaban en su interior. Sentía el agua saltar dentro del botijo, y su abuelo esperaba que alguien de buena fe se acordase de él.

Pensando en su abuelo, disfrutaba de un refrescante y vivificador trago, que repetía dos veces más. Era el botijo un pequeño juguete de niña, pero tan grande como para llevar tan enorme alegría.

‘¡¡Pues sí que está buena este agua!!' -gritaba a aire.

Ya había vuelto la esquina de las últimas casas, ya podía ver la era, el objeto de su agobiante impaciencia. Pero pensaba: '¿continuará este agua tan fresca o se habrá calentado por el camino?'. Desde luego, tenía que asegurarse. Levantaba el botijo y probaba dos largos tragos. 'Sí, el agua sigue fresca', se decía para sí.

A lo lejos veía la arrugada y castigada figura de su abuelo, moviéndose en uno de los caminos de la era.

Le gritaba:

____¡¡Abuelo, abuelito, te traigo tu agua!!

Y así gritaba y gritaba a la vez que levantaba y columpiaba el botijo con la idea de que su abuelo pudiese verlo en la distancia. Pero de tanto columpiarlo, el agua se vertía hacia el suelo. El abuelo se levantaba del suelo y se quedaba mirando la pequeña imagen que corría hacia él.

Parecía no entender. La impaciencia seguía golpeando su cabecita con el deseo de que el alivio a su abuelo del alma llegase cuanto antes. Si la veía beber, el abuelo entendería y empezaría a gozar del agua que su única nieta le llevaba. Y bebía un sexto, un séptimo y un octavo trago de su gran pequeño botijo. Pero ya no quería beber más: 'como siga bebiendo, mi abuelito se va a quedar sediento'. Paraba de beber y se apresuraba hacia su abuelo.

Ya estaba a tan sólo unos pocos pasos de su abuelo, que la miraba sonriente, entre satisfecho y agradecido:

____¡Abuelito, aquí tienes tu agua! –y le tendía el botijo.

El abuelo, ansioso e impaciente, levantaba el botijo y apenas un endeble chorrito entraba en su boca. Estaba prácticamente vacío.

Ahí va él, erguido, con su viejo sombrero de desbaratado entramado que, cuando se lo quita, deja ver las canas brillantes por el sol, al que nunca renuncia por innegociable compañerismo. Su piel tostada y gruesa, delata la manera de vida de este octogenario, seguido a donde quiera que vaya por su perro, que parece haber envejecido con él y que sólo le ladra a los foráneos si su dueño no está presente. Y cinco o seis gatos perezosos que caminan como silentes visitantes cuando los desperdicios de las comidas hacen su aparición, y eternamente de la mano de su siempre enamorada e incondicional compañera de día y de noche.

Se ha puesto junto a la lumbre de la chimenea, fabricada por él mismo no recuerda cuánto años. Los trozos de brasas de los deshidratados troncos entrecruzados dan calor a sus desgastados huesos, aliviando sus dolamas artríticas. A pesar de esto, pensando está el abuelo en que mañana tiene que volver a su huerto, donde empiezan a asomar unos incipientes brotes de las delicias que pronto decorarán su mesa y las de sus hijos, y donde también le esperan sus impertérritos animales, ajenos a los sufrimientos corpóreos de él, y ellos ávidos de sus mimosas palabras.

Ahí está él, reposando cual veterano caballero de guerra. Es el mismo que un día, siendo todavía un púber, decidía que quería conocer de cerca las sensaciones de la guerra; vivir el peligro y la angustia que deben causar los estruendos de bombas y los silbidos de las balas al estrellarse contra el mismo parapeto en el que uno ha de cuidar su integridad.

Parece que fue ayer cuando, con tan sólo diecisiete años, junto a sus seis hermanos y a su angustiada madre, dijo a su progenitor durante la cena, alrededor de la mesa redonda, huérfana de manjares, que quería alistarse en La División Azul. No pretendía defender ideología alguna, ni patria por la que morir, sólo quería defenderse a sí mismo y auto descubrirse en las peores de las circunstancias. Tenía él un espíritu aventurero, y la enorme contienda de mediados del siglo XX era la panacea perfecta para luchar, sin rencores de por medio.

Como soldado derrotado, denostado y ultrajado a su paso por los alegres pueblos que festejaban la derrota de un orgulloso pueblo tudesco, acabó en un triste campo de concentración de Suiza, y allí en tierra neutral, pasó el último año de una aventura que le forjaría para siempre en un luchador infatigable.

Cuando lo dejaron libre, era acogido por un matrimonio de chocolateros suizos, que azuzó el físico de aquel joven español, con una cara curtida por miles de sufrimientos. El amor de una bella patinadora helvética no se hizo esperar, atraída por el aura de heroicidad del hispano. Pero él era ya fiel a una niña ignota, de pómulos sonrosados, que el destino le guardaba en su pueblo natal.

Un apetecible olor a fritura, proveniente de la cocina, le rescataba de los viejos recuerdos. Parecía que sólo había pasado un día de tan dramática experiencia, que daría paso a una vida llena de dificultades y de amor que un día le llevaban, quién lo iba a decir, a prestar sus reconocidos saberes a tierras germánicas, dejando atribulados a su esposas y a sus tres vástagos de corta edad, con el único objetivo de poderles proporcionar un hogar digno, construido a golpe de lucha y trabajo.

Ahí está él, sosegado, exponiendo las palmas de sus enormes manazas, esculpidas por el esfuerzo al calor de la hoguera, que alivia la gelidez de las noches invernales. Repasa, muy complacido, su vida, llena de alegrías y de sinsabores, por la que han pasado los nacimientos de todos sus hijos, las muertes de sus padres y su boda con una niña rústica, de cara rosácea, muy amada por él y con la que ha compartido toda una vida.

____¡A cenar!

Con esa llamada de su eterna compañera, despierta de su abstracción por tantos recuerdos de una vida intensa, donde el ocio y la desgana habían sido siempre palabras prohibidas.

Tiene 88 años, y rulando está siempre en su cabeza que ningún día debe dejar de acudir a su huerto. No se puede permitir el lujo de desatender sus tomates y pimientos, y tampoco las hortalizas que piden agua, bajo la amenaza de autodestrucción.


Mañana, todos esos brillantes y tersos frutos, verdes y rojos, lucirán espléndidos en el centro de la mesa de su casa, que, sin duda, simbolizan el tesón de un hombre hecho a sí mismo

Sí, padre: yo fui la que puse veneno en su sopa, pero porque él antes tiró al retrete mi carísimo perfume Loewe.

También confieso que le eché lejía a su traje gris marengo, en venganza porque él publicó en Facebook quince fotos que me hizo a escondidas mientras me ponía la faja.

Y fui yo quien puso aceite en el radiador de su coche de alta gama, pero fue mi respuesta a que él llenó mi cama de cucarachas para que me fuese de su casa.

También fui yo quien quemó su costosa colección de sellos, pero es que él me tuvo tres minutos con la cabeza dentro del retrete, sin poder respirar.

Reconozco haber propuesto a mi hija que le cortásemos el pene mientras dormía, pero eso fue luego de que él se meó en mi armario, cargándose todos mis vestidos y zapatos. Lástima que mi hija no hubiese aceptado esa merecida propuesta. Ella es muy ingenua, casi una santa.

Y sí, padre: yo hice cargos en Internet contra su tarjeta de crédito, sin su consentimiento, pero lo hice porque el desgraciado me dejó todo un día encerrada en la perrera de un metro cuadrado y sin luz.

Pero no se equivoque, padre; sólo estoy confesando lo que le he hecho, pero no estoy arrepentida. Esto es un descanso anímico que necesito para reiniciar las hostilidades esta misma tarde. No, padre, mi venganza contra el monstruo que se casó con mi hija acaba de empezar.

Contra el arbitrio absoluto del universo, contra todos los prejuicios de la enajenada humanidad, contra los esfuerzos difamatorios de las distintas religiones y sus libros sacros, contra todas las técnicas, llegó finalmente el día en el que el aparato legal, judicial y de derechos humanos de la Tierra reconoció que el prestigio del Diablo había sido objeto de una injusta y deliberada manipulación propagandística por parte de las diversas Iglesias en su sempiterna competencia comercial por ganar feligreses.

El Diablo, ganador del juicio en la última instancia, exigió ser reivindicado como una criatura positiva, buena y benefactora en lo referente al sano desarrollo de su muy querida humanidad.

Así, finalmente la feligresía pudo emerger del cacao mental con toda su madurez, para así disfrutar plenamente de tantas y tantas cosas que hasta entonces habían sido pecados.

A partir de aquel día, las diversas iglesias, templos, mezquitas y sinagogas quedaron vacías, los sacerdotes desempleados y sus arcas sin recursos.

Definitivamente aquel dedo hacía lo que le daba la gana. Por más que el brazo, la mano y el cerebro trataban de controlarlo, no eran capaces de conseguirlo.

Así que el desvergonzado dedo fue acercándose y acercándose a aquel misterioso agujero, que tanto le gustaba y por el que sentía una vocación natural, mística, inevitable…

El cerebro, el brazo y la mano hicieron lo imposible por contenerlo, sobre todo porque había mucha gente cerca observándolo; seres que estaban pendientes de que se respetasen las normas sociales, y que eran capaces de lanzar rumores destructivos a diestra y siniestra.

Pero todo resultó inútil: ni el cerebro, ni el brazo, ni la mano, ni siquiera la vergüenza, pudieron evitar la actitud del dedo.

Finalmente, el dedo penetró la fosa izquierda de la nariz, y la hurgó hasta la saciedad.

Por la densidad de una vida detectada, el ordenador de su nave lo llevó probabilísticamente hacia el océano Atlántico, hacia las costas españolas, concretamente la costa de Cádiz. Ya allí fue atrapado por un inesperado huracán y arrojado casi violentamente hacia una salina costera. Su nave microscópica quedó atrapada dentro de un grano de sal.

Después de más de dos millones de años terrestres, la salina empezó a ser explotada por seres humanos gaditanos Tarde o temprano, una máquina lo recogió, y varios días más tarde se vio envasado, dentro de su grano de sal, en un paquete comercial.

Él no sabía realmente lo que estaba sucediendo, pero la longevidad y la paciencia, unas características básicas de su especie, lo iluminaron, pero ahora los cambios externos iban demasiado rápido.

Poco de tiempo después se descubrió a sí mismo, todavía contenido en el grano de sal, dentro de un raro recipiente, que los humanos conocemos como salero. Estaba ubicado sobre la mesa del comedor de una familia de clase media, pero todo aquello le era ininteligible; anotaba en su bitácora todo aquello que estaba viendo, y sus instrumentos registraban el clima, las variables externas y todo aquello que parecía tener alguna relevancia científica.

De repente el salero fue agitado, y aquel grano de sal allí contenido cayó en un plato con garbanzos. Una enorme pala metálica (que los humanos llamamos cuchara) lo condujo hacia un orificio muy oscuro, de donde fue llevado, ya fuera del disuelto grano de sal, a un ducto larguísimo, y luego a un depósito muy ácido, donde finalmente pudo establecer contacto con algunas extrañas formas de vida, lo que finalmente era el objetivo último de su interminable viaje.

Y así, cuando ya estaba completamente inmerso en la ciencia para la cual había nacido, un ser terrestre se le acercó aparentemente en son de paz, y él –un investigador infatigable hasta las últimas consecuencias- trató de establecer comunicación:

____Hola, soy Alejandro, ‘el picha’, del planeta Cádiz.

El galáctico viajero no entendió aquel amigable mensaje ni la relevancia científica detrás de un habitante de una ciudad tri-milenaria, por lo que, finalmente, sin contemplaciones, lo engulló sin piedad.

Buscó afanosamente en la bibliografía el mejor de los seudónimos, para que no se supiera que su nombre era Pancracio.

Buscó en imágenes de la web un avatar que representase un ser gallardo y poderoso, para así ocultar el hecho de que era de extrema baja estatura, feo, tartajoso y regordete.

Aprendió a usar magistralmente correctores de texto, para que sus faltas de ortografía y sintaxis, consecuencias de su escasa escolaridad, no fuesen obvias en los momentos claves de una charla de presentación.

Realizó copias electrónicas de cientos de poemas de amor desconocidos, para que quienes los leyesen lo considerasen un gran poeta.

Plagió la fotografía de un modelo italiano, para enviársela a las damas del Internet, que querían verlo, al menos retratado.

Mostró durante un dilatado tiempo su falsa imagen al mundo del Internet, hasta que una hembra de su misma ciudad le sugirió que se conociesen en persona. Pospuso esta cita mil años con mil recursos y mentiras, hasta que no tuvo más remedio que encarar el asunto.

Se juntaron en un pub, indicándose previamente cómo irían vestidos.

Ella tampoco se acercaba absolutamente en nada a lo que él esperaba, pero se sintieron cómodos el uno con el otro.

Ya sin ningún tipo de maquillaje cibernético, cara a cara se sintieron mejor y decidieron amarse para siempre tal como eran.

El escritor lo fabricó para un cuento de un terror abominable, pero jamás se imaginó el alcance que podía llegar a tener su personaje.

Cuando quiso insertarlo en el cuento, los demás personajes amenazaron al escritor con abandonar la historia si lo incluía. El escritor reescribió el argumento sin él, para que así la narración saliese al público, pensando en darle otra oportunidad más adelante.

Pero siempre que intentaba incluirlo en un cuento, los demás personajes lo vetaban con serias amenazas al escritor. Tanto él como su creación, empezaron a frustrase.

Reiterados fracasos después, el escritor se decidió a modificar su personaje para que se bañase a menudo y se cambiase de ropa a diario. También lo obligó a usar colonia y desodorante. Le sugirió que se afeitase y peinase, que se lavase los dientes después de cada comida. Le compró ropas a la moda y ordenó que le modificasen su look en la peluquería.

Fue entonces cuando Óscar Wilde se atrevió por fin a darle a su personaje el papel protagonista de Dorian Grey en su más exitosa novela: ‘El retrato de Dorian Grey’, mundialmente conocida.

Tenía talento de sobra para robar coches de alta gama, de lujo, y bancos excesivamente protegidos.

Su prestigio en el hampa era el no va más.

Sabía abrir cerraduras muy complicadas en cuestión de segundos, y ni las mejores cajas fuertes de joyerías, museos o bancos lo resistían.

Sin embargo, un trauma infantil lo tenía trastornado.

Sus padres nunca jamás le quisieron comprar un triciclo por temor a que un vehículo lo atropellase, lo que nunca había podido superar, así que ya adulto, desperdiciaba su talento vigilando oculto a niños en los parques, esperando la menor distracción para quitarles su auto de tres ruedas.

Una vez que lo robaba lo llevaba a su casa y se montaba en él, ilusionado. Pedaleaba hasta el cansancio por los pasillos de su modesto piso.

Después dormía satisfecho, pero a la mañana siguiente volvía al parque a observar a las distraídas criaturas.

Cuando fue finalmente arrestado, pasó al libro de los Record de Guiness como el poseedor de la mayor colección de triciclos del mundo.

Dicen las lenguas comidillas, que en su pequeña celda carcelaria pasea en triciclo de la mañana a la noche, indiferente ante la burla inclemente de los otros presidiarios que, obviamente, no entienden nada de la vida.

Un sapo tenía acceso a Internet. Esto se dio de así porque el anfibio vivía en una charca aledaña a una casa con ADSL, y porque un púber perdió su ordenador portátil.

El sapo, que de alguna forma entendía de asuntos humanos, se registró en el foro literario ‘Pequeña Biblioteca’ con el nick: ‘El sapo de la charca’, y así pudo publicar lo que quisiera.

Enseguida se puso a insertar temas, y algunos de ellos tuvieron mucho éxito, entre los que se encuentran estos cuatro:

Slurp: el ruido que hace la lengua de un sapo cuando atrapa una libélula.

Splashhh: el ruido que genera un sapo cuando cae al agua.

Glup: el ruido que hace un sapo cuando ingiere algún insecto.

Pero el que más gustó a sus lectores fue: Croac Croac: un inusitado canto erótico para conquistar hembras. Le asignaron cinco estrellas.

Los comentarios positivos de los lectores en todas las publicaciones de: ‘El sapo de la charca’ fueron tantos que se volvió el forista más famoso.

No obstante, un mal día el sapo literario fue deglutido por un hambriento gavilán, al que no le importaban los lectores de Internet.

Nadie de aquel foro se percató de que ‘el sapo de la charca’ había dejado de existir, lo que demuestra lo poco que importa nadie a nadie a pesar de que sea una criatura brillante.

Y la Mala Voluntad invitó a su fiesta a los Rencores, a los Odios, a los Conflictos, a las Querellas, a los Pleitos, a los Insultos, a los Celos, a las Guerras, a las Envidias, a los Malos Deseos, a los Perniciosos Pensamientos, a las Perversas Intenciones, a las Hostilidades, a las Complicaciones, a los  Resentimientos, a los Enconos, a las Fobias, a las Manías, a las Maldades, a los Problemas, a las Injurias, a los Agravios, a las Mentiras y a los Vituperios.

Cuando llegó la noche, la humanidad estera estaba completamente desconcertada por tanto amor, tanta paz y tanta tranquilidad. Todas las personas en la Tierra se miraban plácidamente, sin entender lo que estaba sucediendo, habiendo de pronto olvidado las razones por las que reñían o peleaban o se fastidiaban unos a otros.

A la mañana siguiente, una vez terminada la fiesta en la casa de la Mala Voluntad, todo volvió a la normalidad.

El lince jugueteaba distrayéndose con una mariposa, cuando una boa se acercó sigilosa por su espalda. Con enorme y rápido estiramiento, se lanzó sobre él y lo prendió por una de sus patas.

El felino, que era un lince pequeño, todavía sorprendido, sacó sus filosas garras y atacó al enorme ofidio en sus ojos.

La sangre del reptil manó como un chisguete, pero en ningún momento soltó a su presa.

Poco a poco, las fuerzas del lince iban mermando, mientras la gigantesca y sangrante boa lo engullía de sopetón sin piedad. Como sea, el drama de la Naturaleza duró menos de un minuto.

Finalmente no quedó del felino más que un ensanchamiento en el vientre del ofidio.

¿Qué haces aquí, si no eres un atún?, le pregunté al desplegar mis redes.

¡Claro que no soy un atún!, dijo ella indignada. Soy una diosa, no un pez.

¿Y cómo te pesqué con mis redes?, pregunté con curiosidad.

Estaba nadando desnuda con un tiburón amigo, y de pronto cayeron tus redes sobre mí. No pude evitarlas, respondió.

Mientes. Te vi detrás de una nube esperando el momento en que arrojase mis redes, y volaste directamente hacia ellas.

Tienes razón, pero porque eres un mortal que me encantas y me vuelves loca. Me dejé atrapar por tus redes así, desnuda, para conocerte de cerca, pero los caballeros, como me parece que lo eres tú, deben ser discretos y hacerse los sorprendidos. Deben aceptar sin más lo que las damas dicen, y más cuando éstas son diosas.

No soy un caballero, yo sólo soy un simple pescador y en mis redes quiero atunes, no diosas sin ropas.

¿Eres homosexual o ateo?, preguntó la diosa con sarcasmo.

Soy un humilde pescador, con una familia que alimentar, le dije, molesto por su risa burlona.

¿Y no te vendría bien un poco de sexo divino?, dijo ella.

¿Y mis atunes? Debo pescar atunes para volver al puerto, respondí.

Yo podría, si me lo pides, convertirme en un atún sensual y voluptuoso, al que no resistirías sexualmente. Y si me complaces como espero que lo hagas, haría que cayeran miles de atunes en tus redes.

Fue entonces que decidí entregarme a ella. Y entonces pude comprobar que aquello fue excitante, erótico, único.

Pasamos momentos sensacionales hasta que las risas de mis compañeros me despertaron, justo cuando estaba abrazando apasionadamente a un desconcertado atún macho de aleta azul que me miraba de reojo.

Como este príncipe no era muy agraciado físicamente ni tenía ingenio o talento, llegó soltero y entero a la edad madura. Cosas de la vida.

Se sentía un hombre desaprovechado, hasta que supo por un chismoso caballero andante que había por ahí, por algún lugar lejano una joven y hermosa princesa en peligro, pues un malvado dragón la quería abrasar con su poderoso fuego.

Nuestro príncipe llamó a su paje, y corrió con él a su alcoba a vestirse de héroe salvador. Fue entonces que notó que la ropa apropiada para salvar princesas le quedaba muy apretada y estaba fuera de moda. Como sea, se la logró poner, sacrificando para ello un par de botones.

Después ordenó que llamasen al encargado de las caballerizas reales para que preparase su mejor corcel, el cual, por falta de entrenamiento y mala alimentación, estaba totalmente fuera de forma. Como sea, el príncipe lo montó, y salió en busca de la princesa en apuros y del malvado dragón, que escupe fuegos que la acosaba.

Luego de unas dos horas de viaje llegó al palacio de la princesa, ya que ambos habitaban en la misma región.

Y sí: allí estaba el prepotente dragón, sentado a mitad del camino, como esperando que apareciese el príncipe salvador.

No se veía como un dragón hostil o agresivo. Tampoco era, desde luego, un cachorro o un dragón mozuelo, más bien irradiaba calma y madurez. Podría decirse que aquella bestia flamígera prefería un diálogo maduro a un enfrentamiento absurdo con un príncipe empolvado y fuera de moda, obsoleto.

No muy lejos de allí, estaba la princesa que desde su balcón pedía auxilio a gritos. Era un tanto obesa, y mostraba sus patas de gallo y papada, pero a los ojos del príncipe salvador era una verdadera belleza, acorralada por una bestia inmunda.

El príncipe salvador apuntó la lanza contra el malvado dragón y azuzó a su corcel para embestirlo.

Éste -dragón noble con mucha experiencia en la vida- emprendió el vuelo y permitió que el príncipe salvador rescatase a la ridícula princesa, sin que nadie resultase lastimado.

Nota fuera de lugar del autor.

Lo curioso de esta historia es que había sido la frustrada princesa quien había –por su falta de aventuras existenciales- agredido sexualmente al noble y pacífico dragón.

El príncipe salvador llevó a la princesa a su palacio, la desposó, y vivieron felices por siempre.

El dragón volvió a recostarse sobre el camino, saludando con aprecio y respeto a los humanos que por allí pasaban, ocupados todos ellos por sus menesteres mundanos del día a día.

____Cariño.
____Dime, mi amor.
____Hace tiempo que no dejo de pensar en una cosa, y que cada vez más se arraiga en mi mente, o te lo consulto o exploto.
____Mejor me lo consultas, mi amor. Que haría yo si tú explotases.
____Verás... Es que el tema es muy delicado, ya que jamás en ti he visto ni por insinuación la misma incertidumbre que a mí me asalta sin cesar.
____Ya sabes que soy comprensivo, y que te quiero más si cabe desde que nos casamos, pero como eres de unos profundos sentimientos cristianos, no sé si te dolerá.
____Precisamente estos sentimientos son los que me dan fortaleza para soportar el dolor de mi corazón o de mi alma. Háblame con la sinceridad de la que hacemos gala desde que nos casamos.
____Pues… ¡Uffff! Qué difícil me resulta explicar algo que puede herir los sentimientos de la persona que más amo, porque te juro que eres lo que más quiero en este mundo.
____Tómate el tiempo necesario, pero no te quedes con ese obstáculo en tu mente, sería nefasto para nuestra convivencia.
____Lo que realmente me inquieta es que si desembarazo este obstáculo de mi mente, no sé si será peor para nuestra relación de pareja.
____Lo nefasto para las relaciones de pareja son el engaño, la mentira, los disimulos y los subterfugios. No dudes mi amor que hasta lo más mefítico, si se expone con claridad y mirando a los ojos, siempre será más valorado que las alabanzas fingidas.
____Bueno… Verás…De un tiempo a esta parte me sobrevienen fantasías eróticas ajenas a nuestro matrimonio.
____Eso es normal. La fantasía es patrimonio de las mentes abiertas.
____Ya, ¿pero y si esas fantasías pasan a querer hacerlas realidad?
____Depende. ¿Qué tipo de fantasías son?
____Pues… hacer el amor con otra persona.
____¿Es que yo no lleno todas tus expectativas sexuales?
____Sí, mi amor... ¡Claro que llenas mi cuerpo y mi alma! Pero las fantasías siempre afluyen fuera de tu entorno real. ¿Comprendes? Contigo no son fantasías, son hechos consumados que los tengo al alcance de la mano.
____Sabía desde el principio que lo que llamas fantasías, es simplemente morbo, pero he preferido que te manifestases abiertamente.
____¿Te has enfadado?
____No, que va. El morbo es común en las personas.
____¿Tú también tienes morbo?
____Mi morbo no es consustancial a mis sentimientos, por tanto, analizo los pros y los contras de las acciones ulteriores a los hechos morbosos, y calibro sus consecuencias.
____Me asustas. ¿Crees que mi morbo puede deteriorar nuestro amor?
____No necesariamente si se tienen los pies en el suelo. Si no me quisieras me habrías sido infiel hace tiempo. La máxima infidelidad, como te dije antes, es la mentira, y tú me estás siendo fiel ante una deseada infidelidad. Por tanto, tu fidelidad está manifiesta.
____¡Ay amor! Qué peso me quitas de encima; creí por un momento que había herido tu sensibilidad.
____No, no, me alegra que te hayas sincerado conmigo, por lo que vamos a tratar tu tema como gente moderna y civilizada.  Lo primero que deseo saber es si tienes total seguridad de que quieres hacer cambio de pareja.
____No es que tenga total seguridad, es que, si no lo realizo, nunca podré quitarme esto de la cabeza, y nunca podré saber la verdad de esta locura.
____Vamos a ver, mi amor. Entiendo que me puedes querer con toda tu alma, porque en mí hay los elementos humanos que te subliman; y que una relación sexual puntual con otra persona sería por puro morbo, y que no buscas otros sentimientos que en mí no encuentras.
____Mis sentimientos, todos sin excepción, giran en torno a ti.
____Te comprendo, cariño, te comprendo. Lo tuyo es cómo una especie de sarampión, contagiado por la vida moderna de los matrimonios. No te preocupes, atenderé tus deseos y te acostarás con otro hombre. Mañana mismo, pondré un anuncio en una revista especializada.

No podía moverse hacia arriba, porque una regla lo prohibía.

No podía moverse hacia abajo, porque una regla lo prohibía.

No podía moverse a la derecha, porque una regla lo prohibía.

No podía moverse a la izquierda, porque una regla lo prohibía.

No podía ir de lado, porque una regla lo prohibía.

No podía estirarse, porque una regla lo prohibía.

No podía recostarse, porque una regla lo prohibía.

Su vida era, por todo lo anterior, un verdadero desastre y una verdadera desesperación, hasta que tomó la relevante decisión de romper con todas las reglas.

Apreté tanto tus Tetas que terminé por despertarte: '¿qué haces, amor?' Yo seguía exprimiendo, no contesté, sólo amasaba tus blandas bolas, tus dos pelotas de carne, aprisionadas bajo un sostén, hasta que al fin sentía la palma de tu mano en mis..., bueno..., acariciándolos...

¿Qué sentido misterioso contiene en sí el prensar tibio la Teta blanda de una mujer hermosa?

¿Por qué no me canso nunca de apretarte y apretarte y apretarte...?

Teta es símbolo del Paraíso en la Tierra, último vestigio alegre. O bien, la expresión exaltada y perfecta del paisaje. Por eso las amas de las mamas untan a ellas cremas y les dan masajes, e incluso les hablan a ellas, como a las flores. Todo el Poder-Mujer que la Teta posee, toda su fuerza, más que enorme, depende de la atención de las amas de las mamas.

Dios debe tener Teta. Dios tiene que ser necesariamente una Teta, aunque Divina. Ustedes pensarán que lo digo por decir, pero lo juro, estoy convencido de que la Teta fue el Principio, con aureola y pezón, también divinos.

Mecerme entre dos Tetas como una hamaca entre palmeras.

Dos Tetas pueden más que una carreta.

La máxima expresión de la Teta es cuando es trabajadora en el Dignísimo Empleo de la Lactancia

En cuanto a ti, amor, te quiero Teta única y no mujer completa. De vez en cuando, es cierto que me sobran tus labios, tus hombros, tu espalda, tu tajo entre tus piernas y tu culo. Sé Teta toda entera para mí, mujer.  Al menos un rato cada día.

¿Qué diseño tan cruel y tan perfecto es un pecho femenino? Me pierde. Donde hay Teta, sobra toda palabra.

Entre nosotros, que no se entere nadie: ¿le comerías las Tetas a una vieja mona, si las de mujer desapareciesen?

¿Y no es sospechosillo ese canalillo, esa zanja ardiente que queda entre las Tetas? ¿Para qué está ahí, sino para albergar y dar cobijo?

La cuestión es: ¿cuántas veces Teta hasta que Teta canse?

Aún no sé la respuesta...