MICRORRELATOS
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Re: MICRORRELATOS
La provocación nos obliga a un movimiento orgánico de la vista, una acción natural a la hora de la apreciación. La miradas incita nuestra lívido, cuando topamos con una fachada femenina condenadamente irresistible, la vemos como un menú preparado para nosotros y queremos catarlo. No podemos dejar de mirarlo. Lejos del morbo, el erotismo es una invitación a estimular nuestra capacidad de observación de la belleza, y de cómo ésta existe en nuestra condición humana.
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Re: MICRORRELATOS
“Este es uno de los riesgos de ser mujer; los hombres pueden hacer al amor todas las veces que quieran, y no pasa nada, pero nosotras nos podemos quedar embarazadas; pensé que la píldora arreglaría el problema, pero, según usted, no puedo tomarla”, le dijo la chica a su ginecólogo, que hizo una seña a la enfermera. “Pero sí tengo algo que puedes tomar”, escribió en su bloc de recetas. “Esto te ayudará a relajarte”. “¿Puedo acudir mañana a mi trabajo?”. “Debes esperar dos días más, puedes tener perdidas abundantes; la enfermera te llevará ahora a tu habitación, y yo te veré después, cuando te dé el alta”. La madura enfermera cogió la receta, y comenzó a empujar la camilla. Transpusieron la puerta de vaivén y a través de un pasillo llegaron al ascensor. Oprimió la enfermera un botón y después a su vez le dijo a la paciente: “No ha sido tan horrible, ¿verdad?”. Miró con rabia a la enfermera, pero le respondió educadamente, aunque tanjante: “¿No le parece a usted demasiado horrible el hecho de que yo haya dado mi autorización para que maten a mi bebé?”. En sus ojos había unas lágrimas, que ya dentro del cubículo del ascensor se sumaron a más lágrimas de la enfermera, que era madre.
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Re: MICRORRELATOS
La primera vez, a medias en el coche de él
La cogió del mentón y, luego de volver la cara hacia la suya, la besó. Su boca respondía temblorosa. Apoyado en su no resistencia, acudió al SOS de su excitación. Se la acercó y alzó tentativamente la mano hasta el coño. Se podía oír, anhelosa, la respiración de ella, pero no lo apartó. Crecido de nuevo por la ausencia de oposición, metió su otra mano dentro de la blusa y le desabrochó el sujetador. Restregó contra sus tetas su dura masculinidad, aplastándoselas. Un orgasmo bestial lo hacía estremecer espasmódicamente, y el semen, en esa zona de su ropa, fluía incontenible "¡Ahhh!”, gritó, pero se contuvo al ver que ella gemía, con los ojos vueltos. “¡Eh!” -gritó otra vez, la llevó al asiento de atrás cubriéndola con su cuerpo. Manoteó, nerviosa y torpemente, en su corazón. Los pezones se le empitonaron. Seguía con los ojos cerrados, inmóvil. Pasados unos segundos, volvió a abrir los ojos. Vio él en su mirada algo que nunca había visto antes. Como si ella hubiera confirmado lo que venía sospechando. Se sentó en su asiento del lado del volante. “Lo siento, perdí la cabeza”. “No pasa nada, yo también disfruté”. “¿Estás enojada conmigo”. “Agradecida” “¿Agradecida?”. “Sí, por ayudarme entender”. Arrancó él el motor del coche e inició la salida rumbo a la casa de ella, sin haber entendido lo que quería decir con sus últimas palabras.
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Re: MICRORRELATOS
Le parecía una tormenta pasajera. La obsesión durante meses por entender la naturaleza de su propio despertar sexual, había estado despedazándola. Pero, de pronto, un día esa angustia desaparecía. Sabía qué era lo que no sabía, pero no se sentía impulsada a forzar ese conocimiento; las sensaciones que sentía formaban parte de él, y, en cierta forma, sabía que iba a gozar de ello a su debido tiempo. Se sentía más dueña de sí, más serena, más dispuesta a gozar de los intercambios de vidas con las demás personas. Reanudó sus salidas con chicos de su edad, y cuando intimaba con besos y caricias con alguno, podía corresponder sin sentir la necesidad de llegar a más. El sexo dejó de traslucirse en sus pensamientos. Sabía que volvería a aparecer con el paso de los años. Pero, para entonces, estaría más preparada para afrontarlo como parte de su ser absoluto.
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Re: MICRORRELATOS
Las letras son cada vez más negras, y se quejan de que son de tinta china. Hay algo de xenofobia en ello. Parecen darnos a entender que trabajan como negras; ahí, puestas todas en fila diciendo cosas importantes o ridículas o anodinas. Las letras quisieran ser de otra raza. Píntame angelitos negros, decía la canción. ¿Quién defiende a las letras? Todo el mundo defiende a las palabras que ya tienen otra importancia porque dicen algo. Pero, ¿qué serían las palabras sin las letras? Esas negras que se ganan el pan juntándose apretaditas para que tú digas lo que te salga de ahí en un foro, en un periódico, o en alguna novela que estás escribiendo. ¡Letras del mundo, uníos y haced el orgullo multicolor de las letras!
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Re: MICRORRELATOS
Se miraba su anatomía desnuda reflejada en el espejo. La blancura de los pechos contrastaba con el bronceado del resto. Los pezones le escocían. Se los tocaba, pero una excitación explosiva la recorría como una regata de pólvora. Sentía que se caía y se apoyaba en el frente del lavabo. Se metía en la bañera y recostaba la cabeza en la base delantera de la misma. El agua tibia la cubría, tranquilizándola. Empezaba a enjabonarse despacio por todos lados. Cerraba los ojos y un nuevo aluvión de excitación la trastornaba. Al pensar que veía la figura de Alejandro, una exquisita y a la vez angustiosa oleada de fuego la consumía. Estaba a punto de gritar, pero se controlaba y se quedaba medio relajada, aunque extrañamente vacía. Terminaba de bañarse y se salía de la bañera, cogía la toalla y se secaba el cuerpo, deteniéndose intencionadamente en las partes más íntimas. Luego, se iba presurosa hacia su cuarto, con la toalla enroscada a la cintura. Ya allí, se quitaba la toalla y la dejaba sobre la banqueta. Cerraba la puerta de su cuarto con cerrojo y se echaba boca arriba en la cama, pensando: "¿Será esto que me está ocurriendo eso que le llaman el despertar sexual?". Y seguía dándole vueltas al asunto durante toda la noche con los ojos muy abiertos y sin que Morfeo tuviera la más mínima intención de aparecer.
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Re: MICRORRELATOS
“Llama ahora mismo a sus padres y diles que tenemos que vernos”, se serenó un poco. “No puedo hacer eso; no los conozco, solo la voz de ella y por teléfono”. “¡Será posible!, se enfureció de nuevo. ¡Diles que tu hija ha hecho el amor con uno de sus hijos, o quizás con los dos, de modo que somos familia; consuegros o algo así, eso es razón suficiente, ¿no te parece?!”. “¿Por qué haces siempre lo que te dice el director del Banco?”. “¡Porque, además de que es el padre de los dos chicos, le debo un dineral en préstamo para mis construcciones! ¡De no ser por él, seguiría siendo un simple albañil haciendo chapuzas!”, tragó saliva. “¡Coge de una puñetera vez el puto teléfono!”, y se fue hacia la escalera del piso superior. “’Me da igual lo que digas, pero concierta una cita con ellos!”. “¿Dónde vas tú ahora?”. “¡A hablar con nuestra consentida hija! ¡Si no me cuenta la verdad de esa violación, que creo que se la ha inventado, se la arrancaré de los labios!”. Dio un puñetazo en la barandilla y empezó a subir peldaños de dos en dos. Su esposa, al coger el teléfono, oyó pasos hacia el cuarto de su hija. Comenzó a marcar, pero se detuvo al oír gritos. Su dedo se paró en el dial. Cesaron los gritos y de nuevo inició la maniobra, aunque con desgana y lentitud. Ansiaba ser abuela.
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Re: MICRORRELATOS
Hoy amaneció un día gris. Mientras juntaba la leche con el café, asistí, inaudito, a la creación del primer café nublado. Pensé tirarlo, pues no tenía un aspecto demasiado atrayente. Pero no, di un trago y noté que su sabor se correspondía con su color. Me tomé otro. Tal era el efecto laxante con sabor a café y a leche, que en mi váter cayó por primera vez una cosa gris, que al menos agradecí no tener que limpiarme; esa cosa se encargó. Sorpresa la mía al ver que mi traje se había tornado a gris . “Qué elegante”, pensaba mientras me miraba al espejo. Pero si algo tienen los días grises es que captas pronto sus triquiñuelas; cuando mi cara estaba a un palmo del espejo, ya había asimilado el gris de mis ojos. Salí de casa, encendí el cigarrillo ritual de camino al trabajo. Caminaba consciente de que el cielo estaba gris, pero inconsciente de una realidad alarmante; de mi cigarrillo, pese a estar encendido, no salía humo. Sentía el humo en mi boca, pero mis ojos no lo veían. Era extraño, pero seguí caminando. Tiré el cigarrillo sin humo, y al pisarlo vi que la acera en la que caminaba había desaparecido, para dar lugar a un suelo transparente. Es que en los días grises las cosas grises se vuelven más claras.
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Re: MICRORRELATOS
Vivían juntos desde una década, pero nunca salían a ninguna parte. Una amiga la animó a hacer un viaje. Así que las dos se acomodaron en los asientos delanteros del coche, y él, como sabía que conducir no era su fuerte, se ponía en medio del asiento de atrás. Durante el trayecto, ellas parloteaban de sus cosas, y cada ciertos kilómetros se alternaban al volante; mientras él observaba embobado los revoltijos de cabellos que la aviesa brisa, que se colaba por alguna ventanilla, formaba en la melena de su amada. Tras un breve descanso en una área de servicio de la autopista, ella, con sueño, se pasaba al asiento de atrás, se tumbaba y se quedaba dormida, entonces él, estirándose al máximo y con el cinturón distorsionándole el cuello, se acercaba a su boca y la besaba, y ante tan bella quietud de una cara venerada, su reprimido amor animal se desataba y seguía besándola, y ahora en las mejillas, hasta que ella se removía con los ojos cerrados y le decía: “¡para ya, perro bobo, déjame dormir un poco!”.
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Re: MICRORRELATOS
Mientras mi enfermera está en mi cuarto, administrándome algún medicamento, me quejo, y me quejo sin motivo con tal de retener su compañía. Le ofrezco, con un impudor vergonzoso, el bochornoso espectáculo de mis miserias. Me he descubierto en flagrante delito de hipocresía. Siempre he querido actuar bajo un impulso invencible de sinceridad. ¡Mentira! Desde hace tiempo no hago sino fingir. Y a saber si esta comedia mía dura desde que mi enfermera comenzó a distinguirme con su afecto. Frente a ella me muestro como un ser desprovisto de virtudes; aunque sé que no tengo, la impresiona mi jactancia. Deliberadamente abuso de su debilidad. Me avergüenza descubrir esta nueva mezquindad mía. De mi ocaso no va a quedar nada que me dignifique. Quiero que a la hora de mi muerte se salve al menos ese jirón: mi sinceridad, el valor de haberme enfrentado a mí mismo. Quiero salir de esta vida como entré: desnudo, que no me abrumen sus resabios. Hasta el cariño de mi enfermera es un fardo pesado de llevar. Ya que la vida ha sido cruel conmigo, este podría ser mi epitafio: “murió encarnizadamente solo”.
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Re: MICRORRELATOS
Sobre el bastón, sus huesudas manos; duro cojín, pero ya acostumbradas. Ojos entornados, sin fuerza para dejar abiertos. Mirada ausente, viendo pero sin ver, solo sintiendo. Lento latir de su corazón, acompasado a sus pesares. Estatua viva, pero aletargada, pesándole la carga de sus sueños. Sentado en un banco del parque, a la sombra de un verano muriendo, se hallaba el abuelo, quizás de nadie, solo de sus sufridos años. Y en su cara, nimia sonrisa, difícil de adivinar entre tanta arruga. Junto a él, sin verlo, muy cerca, pero tan lejos, jugando a la pelota, un nuevo anciano, que le falta toda la vida para llegar a serlo, pero también soñando a ser un crack. Un golpe a la pelota, con mala suerte que da en el bastón, que cae, y también cae el abuelo. El niño grita a su madre: “¡mamá, ven enseguida!”. La madre vuela. El anciano, sangrando, dolorido y jadeante, la mira desde el suelo. “¡Dios mío, ¿cómo se encuentra, señor?”, le ayuda a incorporarse y a sentarlo de nuevo en el banco. “Dolorido, buena mujer”. “Déjeme que le cure esa herida”. “Déjelo, buena mujer, ya no la siento”. “¿Y el dolor?”. “El dolor no es por la herida, buena mujer, es porque se ha muerto mi último sueño”.
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Re: MICRORRELATOS
Me enfermo mientras recuerdo tus promesas, las mismas que nunca llegaron a buen puerto. Ahora me doy cuenta de que solo eran palabras. Me soplabas a diario mentiras para engañar a mi mente, para llenar el tiempo y a la vez irme vaciando poco a poco de ilusiones. Aprendiendo estoy lo que no se enseña. Alumbro mis lúgubres vacíos con la única luz de nuestro único beso de amor. La atmósfera se aviene a pesada si me me da por respirar tu esencia. Te enloquece la locura por volverme a tener exclusivamente para ti. Mi sensualidad y mi erotismo te matan. Tu pasión te aprisiona. Se me hace necesario recurrir a los sentidos de mi alma para lidiar a tu perturbadora postura, para embestir a tu vanidad en la penumbra, hasta que se desfoguen mis deseos. Busco mi tranquilidad sola y en soledad. Si yo tratara de ser sensata, caería en tu mismo abismo. Tu extraña y forma de vida no te quiere abandonar, ni tu puedes abandonarla. A menudo pienso que te mantienes vivo solo para herirme permanentemente.
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Re: MICRORRELATOS
Lucía es una chica guapa y está muy buena. Fue mi novia durante más de cinco años, pero un día conoció en nuestro pueblo, Rota, a un yanky que alardeaba de buen pintor, pero que ni siquiera sabía cómo coger un pincel. Se casaron Lucía y el yanky, y ella parió al mes y medio de la boda un lindo bebé gordito y rubito. Lucía sigue insinuándose a todos los hombres, jóvenes y viejos, que pilla a su paso. Salió de mi vida cuando se mudó a un lujoso chalé que le regaló su hortera yanky. Cuando yo iba a la playa y la veía no podía evitar ponerme nervioso, pero ahora paso ya de ella. Empero, cuando, de vez en cuando, la veo en un Ferrari deportivo, con su astado yanky a su lado conduciendo, me entristezco y a la vez me río por haberla dejado ir. Ella, en cambio, aun sus casi crónicos devaneos, batalla a diario por sacarme de su vida, pero sé por amistades comunes que no puede conseguirlo. ¡A joderse toca, Lucía loca!
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Re: MICRORRELATOS
Anoche estuve con la Mari Pili, que me contó, con todo lujo de detalles, el chasco de la Inés, y después topé con la capillita Isa y me habló de los milagros del Palmar de Troya, y también de ese rollo macabeo que se trae la mulatita meretriz del barrio; que, oye, otra cosa no, pero guapa y muy bien hecha es un rato la tía. Mientras uno de mis amantes y yo estábamos enfrascados en… bueno, en “eso”, hablábamos del oficio de ramera, que, desde luego, es la gran ramerada el siglo. En mi casa, después de almorzar, salió a la palestra el asquerosito temita de las tarjetas del suavón Rato ese, que se ha cargado los ahorros de un montón de abuelitos. Parloteamos sobre la casita de Chipiona, que no sabemos quién se la va a quedar. Y, cómo no, hablamos de pasada el asunto interesantísimo de Franco, que si lo sacan o no lo sacan del agujero, que si lo embalsaman o lo momian, que dónde lo meten. Ya de noche vi, por casualidad, a la Charito, la gitana, y me largó de sopetón la agresiva pelea que han tenido las hermanas “Azúcar Moreno”. Más tarde, ya en mi camita no podía dormir. Estoy hasta el moño de tantos chismes. Me dieron las tantas de la madrugá y al tontorrón de Morfeo no le salía de... ahí aparecer. Me levanté medio tarumba esta mañana a las nueve, y ahora estoy más aburrida que un matrimonio de ostras, porque no veo a nadie en el barrio para que me cuente algún chisme.
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Re: MICRORRELATOS
La seducción y más la provocación obligan a un movimiento orgánico de la vista; es una acción natural en el momento de la apreciación. Las miradas y las poses insinuantes incitan a la lívido, y cuando topamos con un escaparate femenino, condenadamente irresistible, lo vemos como el gran menú preparado exclusivamente para nosotros y, sin poder evitarlo, no podemos dejar de mirarlo y queremos probarlo. Lejos del morbo, el erotismo es una invitación que estimula nuestra capacidad de observación de la belleza, y de cómo ésta existe en nuestra condición humana.
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Re: MICRORRELATOS
La realidad es que si te dijera que parezco feliz, me responderías que no lo parezco, que lo soy. Ves a diario cómo sonrío en cada línea de tus sobadas frases sin ningún sentido, y sin embargo nunca percibes mi necesidad de distanciarme de ti. Yo no quiero contarte cosas para que no te alejes, y tú no acabas de soltarme para que no me vaya. Te enganchas a mi brazo como yo a tus guiones inventados, y resulta que nos hacemos la vida por día más insoportable. Se ahogan mis llantos sin tan siquiera salir de la garganta, y todavía vivimos juntos sabiendo los dos que tú no eres lo que me hace falta. Finjo cada día ensayando una despedida en el espejo de aumento del cuarto de baño, tan roto como nuestra historia, y no acabo de ver la salida en este bucle perfecto que me atrapa en un calendario lleno a tope de meses que parece que nunca terminan. Se me está yendo la vida y me da la sensación de que no me importa. Me es apremiante que reconozca que me tengo demasiado olvidada.
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Re: MICRORRELATOS
Tumbada se hallaba junto a la piscina. El Sol se iba perdiendo en el horizonte y la Luna, aún bebé, iba apareciendo. Miró los pies del chico que estaba parado a su lado. "Están bronceados de mar", se dijo para sí. Se sentó encima del césped, cruzadas las manos sobre las piernas, apoyada la barbilla contra las rodillas. “Dónde has estado en estas últimas semanas?”. “En la playa de Rota, con mis padres y mis dos hermanas; por cierto, ¿sigues empecinada en no querer salir conmigo?”. Lo miraron largamente dos pícaros ojos. A medida que iba avanzando la temporada, las normas acerca de la fraternización entre los empleados y los socios no eran tan rígidas. Sabía por una compañera, dos veranos más antigua que ella en ese trabajo, que todos los años ocurría lo mismo. De pronto se puso en pie y vio que el chico era más alto y guapo de lo que recordaba de la tarde que lo conoció en el bar del club, del que ella era una de las camareras. De pronto, sin mediar palabra, se puso una camiseta, un pantalón corto y unas sandalias, cogió al chico de la mano y ambos, sonriendo y felices, se perdieron en la oscuridad de la noche.
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Re: MICRORRELATOS
charlando sobre sus cosas
“¿Sabías, amigo Serafín, que nuestra buena amiga de nuestros años mozos, Lina, me dio un beso fugaz en la cabeza una tarde primaveral en este mismo parque y en este mismo banco, y yo creía que se había enamorado de mí? Pensé que era mi gran oportunidad con ella. Pero, como de costumbre con las enigmáticas hembras, me equivoqué. Lina era una mujer espontánea, cariñosa, se diferenciaba del resto de las mujeres de su época. Pero las de ahora, son cajas de sorpresas; hacen cosas tan disparatadas que desconciertan”. “Así es, amigo Jacinto. Fíjate que a mí me repugna ver a diario las de maniobras extrañas que son capaces de hacer mis viudas vecinas para darme a entender que las cosas que hacen o dicen son normales, cuando ellas saben que no lo son”.
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Re: MICRORRELATOS
Cuando fue a recoger a su hijo, de 15 años, a la estación del ferrocarril, estaba preparada para las quejas, y en especial el portazo que el chico daría a la puerta del coche después de entrar en él, por enviarlo un fin de semana con su abuelo a su casa en el campo, en la que no había internet. Pero nada de eso pasó, se subió al auto, calmado y en silencio. “¿No me vas a contar cómo lo pasaste con tu abuelo?”. “Bien”. “Entonces te habrás dado cuenta de que Internet no es el fin del mundo”. “¡No empieces ya, mamá!”. “¿Puedo preguntarte qué te hizo cambiar de opinión?”. “Que mi abuelo sufría cuando yo me quejaba de que en su casa no tenía Internet. Con dos tres años más que yo, tenía que dejar sola a mi abuela, embarazada, para acudir a su trabajo, currando doce o trece horas como peón y cobrando una miseria. Me contó las calamidades que pasaron. A diferencia de la mía, su vida ha sido muy difícil”. Al dejarla impresionada las palabras de su hijo, la madre se quedó mirándolo con una expresión de orgullo. “¿Qué me miras?”. “Nada, hijo, solo que ya veo que el estar con tu abuelo no te sentó tan mal. Creo que te enviaré todo el verano con él”. “¡Ay, no, mamá, que no tiene internet!
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Re: MICRORRELATOS
Era una persona pesimista y, en cierto modo,
desesperada, que de la vida nada ya esperaba.
Decía que esta vida era solo un período desde el
nacimiento hasta el fallecimiento. Bien. De acuerdo.
Pero te golpean desde todos lados, lo que te obliga
a preguntarte, anonadado: ¿para y por qué venimos a
la vida? ¿Para descubrir un día que todo lo que se ha
ido construyendo se derrumba cuando llega la partida?
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Re: MICRORRELATOS
No tardé en percatarme de que el nuevo maestro de mi pueblo era un sujeto perspicaz, con experiencia en el manejo de personas. Tenía 33 años, bien parecido, estatura media, propenso a la gordura, cara angulosa y expresivos ojos; todo él, físico y formas, sellaba un armonioso conjunto. Pero, aunque yo lo veía un tío formal, las chicas de mi entorno lo tildaban de mujeriego; no sabía si con razón o sin ella, porque, aun la confianza que llegamos a tener, nunca me hacía confidencias de este tipo. Por norma y por respeto, y también por su carácter extrovertido, siempre obraba con amabilidad con todos. A pesar de eso, cuando a veces le veía reír, charlar y contar chistes a alguna mujer casada y con buenas hechuras, derrochando donaire de buen chico, pensaba en lo que decían acerca de él y estaba por creer que las cizañeras tenían razón.
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