SÓLO ESCRITOS ROMÁNTICOS

achl escribió:

Dios poderoso es el Amor

Nos conocimos en mi hospital, yo era una de las enfermeras y él estaba internado. Lo habían ingresado durante mis vacaciones, así es que cuando volví a retomar mi trabajo, él ya estaba allí desde varios días. Por desgracia, la vista la iba perdiendo a pasos agigantados; aún veía un poco, pero la perdía indefectiblemente y no había nada que los médicos pudieran hacer. A pesar de lo que le ocurría, luchaba permanentemente por no perder su buen humor. Quizás por el flechazo que nos lanzó Cupido y que sentimos desde el primer momento, a mí me pareció un chico simpático y una buena persona.

Estuvo internado dos meses y medio, tiempo suficiente para que naciera algo profundo entre los dos. Cuando abandonó el hospital seguíamos viéndonos. Siempre era yo quien lo visitaba, porque a él le era difícil llegar hasta mi casa en las calamitosas condiciones en que se encontraba.

Una noche me pidió que nos casáramos y aunque deducía todo lo que podía implicar estar casada con una persona invidente, que igual a nunca encontraría un trabajo y se derrumbaría en cualquier momento, no lo pensé, acepté movida inmediatamente por lo que sentía por él.

Nuestra vida transcurría bien, con sus altos y sus bajos. El amor que sentíamos el uno por el otro nos ayudaba porque él tenía de pronto depresiones, pero con algunos amigos comunes tratamos de hacerle comprender que no todo estaba perdido y que era posible conseguir un empleo y aprender a andar solo por la calle. Logró un trabajo de medio día no lejos de nuestra casa, que le era más fácil el desplazamiento.

Y llegó nuestro primer bebé y con él la alegría inmensa a nuestro hogar. Nunca antes habíamos estado más unidos. Fue precioso enseñarle a cambiar al niño, a prepararle el biberón, incluso hasta bañarlo. Cuando yo estaba en mi trabajo, se encargaba del bebé. Por esa época se sentía mejor que nunca, y fue entonces que se animó y fue a inscribirse a la universidad, pero coincidiendo con eso, comenzaron nuestros serios problemas. El segundo bebé nació en medio de discusiones e incertidumbres. Yo seguía trabajando en el hospital y a la vez cuidando de ellos tres, pero él estaba cada vez menos con nosotros, su trabajo, de escasa remuneración, sus estudios y sus amigos consumían casi todo su tiempo.

Un mal día, totalmente inmerso en una sus depresiones, me dijo que ya no me amaba, que me fuera. Y me fui sin rechistar a la casa de mis padres con mis hijos, nuestras pocas cosas y el corazón partido. Él se quedó en su casa, pero solo y triste. Todas las semanas llevaba a los críos para que vieran a su papá, pero no podía soportar tanto desastre y suciedad en la casa, así que pacientemente me ponía a limpiar, lavar ropa, ordenar todo antes de irme. Y fue así durante un año, que en ese tiempo jamás volvió a darme una caricia o decirme una palabra afectuosa, pero yo, romántica que es una, mujer al cabo, seguía soñando en que podíamos volver a estar juntos. Seguía profundamente enamorada de mi marido.

Y tal vez fue de tanto perseverar con paciencia y sentimiento que volvimos a compartir nuestras vidas. Él seguía con sus problemas de depresiones, pero cada vez menos, hasta que al fin desaparecieron. Un día fue a buscarnos y en cinco minutos me dijo todo lo que estuve ansiando escuchar durante cuatro años, y como la primera vez lo decidí en medio segundo. Volví con él.

En este momento está en el jardín arreglando un columpio de juguete que nuestro hijo mayor hizo para su hermanito, y yo, feliz, estoy preparando la comida para los cuatro.

Si amas de verdad, todo se puede arreglar. La vida son dos días y medio y no hay que estar por la labor de perder un solo segundo. Veo a diario que soy correspondida en amor por él, pasa que todavía se siente un inútil por su ceguera y le parece que es una carga pesada de llevar. Es un buen padre y un buen marido. No me puedo quejar.



Antonio Chávez López
Sevilla septiembre 2022