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Sólo escritos eróticos

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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:46 am



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri129


Juegos de enamorados

Recuerdo aquella tarde como hoy. ¡Cómo no recordarla! Estábamos a solas los dos en mi casa. El ruido habitual de los transeúntes y los coches entraba por las ventanas. De pronto me echó contra la pared. Su boca era candela pura. Me dio un repaso minucioso por toda mi geografía con la puntita de su lengua, parándose en las zonas que tanto nos gustan: culo, muslos, tetas, coño, que, en éste, palpitaba a más no poder el clítoris. Él estaba disfrutando como un niño con un juguete nuevo de los Reyes Magos.

Cuanto más me tocaba, más quería. Pero lo que yo quería era que me follase y no parase. Bajó la boca a mi cuello y lo mordisqueaba. Pero se apartó. Quedé sorprendida. “¿Por qué ha hecho eso?”, me pregunté. No podía soportar mi pregunta. Así que me levanté, lo cogí de un brazo y lo arrastré hasta mi cuarto, ya en él, lo empujé a la cama y me puse encima de él, procurando no dejarle escapatoria posible.

“Me toca a mí”, pensé. Desabroché los botones de su camisa, para besarle y mordisquearle a mi gusto el torso. Le cogí las manos y las puse en mis tetas. Me mordía los labios mientras mis dedos iban desabrochando su bragueta. Empecé a chuparle la polla, pero… de pronto, retiré la boca. Me miró, me cogió del brazo y me dijo: “tú no me dejas así’. Me quitó la ropa y yo le quité la suya. Me echó en la cama, me abrió las piernas y me la metió. Aún puedo sentirla dentro de mí.

Placer ¡oh! era lo que sentía ahora. Pero él quería más y, como un vaivén rítmico que hace gritar, me dijo: “voy a hacer que tu coño chorree”. Dicho y hecho. Corridas. Pero no había acabado. Volví a la carga y comencé a limpiarle la polla; suavemente la lengua desde el meato hasta que acaba el glande, y seguidamente me la metí hasta lo más hondo de la garganta. Me gustó tanto que repetí la misma operación dos veces más.

Cuando se repuso, metí sus huevos en mi boca mientras le pajeaba. Apenas vi en su cara que llegaba otro chorro, lamí la puntita del glande, hasta que apareció mi leche, mi comida especial que él que me invitaba…

Mis piernas me tiemblan cada vez que recuerdo aquella tarde. Sin duda, el gozo más sabroso y juguetón en mi vida. ¿Y con quién mejor que con él?



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:59 am



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri130


La mantenida dejó de ser mantenida


Llegó él al apartamento de ella y pensó en voz alta:

Una noche más te encuentro sumergida en la serenidad de mis sábanas. Desnuda duermes en la guarida que nuestra pasión ha ido forjando. Un punto de encuentro para rutas divergentes. Una forma de acallar la rutina y darle voz al placer. Aquí, los pesares desaparecen hasta el momento en que seamos conscientes de que vamos a separarnos. Esta noche he llegado más tarde de lo normal y se me ha adelantado el sueño a tu conquista.

Silencioso me he echado a tu lado mirando los rincones de tu increíble cuerpo que se asoman para disfrute de mis ojos de tonalidades lascivas. El destello de una vieja farola de la calle hace brillar tu pubis, y su penumbra esconde tu fruto prohibido, mi único alimento. Tu espalda, esa pradera de suave tacto, reposa estirada esperando el frenesí de mis dedos. Aunque dormida, no puedes borrar de tu cara la ansiedad con la que anhelabas el dejarte llevar por el más feroz de mis instintos, que ahoga mi angustia y desahoga tu bienestar. Tu boca entreabierta confía encender la yesca que envuelve mis entrañas, que aviva el calor que ferviente correría por mis venas. Aunque callada, que no dormida, tu actitud desafiante pide morir arrollada por el tren que tus caderas impulsan, ese tren que silba al entrar y salir de tu túnel, el que espira blanca niebla al llegar a tu estación.

A diferencia de otras veces, no enloquecía mientras me quitaba la ropa. Enjaulé al animal que quería devorarte sin compasión y liberé el otro animal desconocido por ti que sobrevuela tu carne, desplegando un batir majestuoso.

Quería hoy conquistar los paraísos que aún desconocía del mapa de tu anatomía; quería surcarte, sin que apenas pudieses notar el balanceo de las olas; quería hallar el reposo real sobre tu vientre liso; quería enredarme entre el pelirrojo de tus pelos; quería escalar tus pechos tiernos, sin temor a caerme; quería contemplarte desde tus afilados pezones; quería barrer tus muslos con mi saliva y después saciar mi sed en tus labios, los de arriba y los de abajo; quería perderme entre tus nalgas duras y firmes; quería bailar sobre las plantas de tus pies; quería bañarme en la llama que emana de tu poza; quería cubrir tu cuello con impulsos de mi lengua; quería hacer de tu ombligo mi nido y quería abrigarme con el fuego que habita en tu piel.

Esta noche no me he vaciado por desvanecer a tus sentidos, ni me he desvivido por satisfacer, uno a uno, tus deseos; ni me he desangrado para que el hacerte el amor fuese pura poesía. Pero, aun eso, sé que me sentiste. Sé que saltaste de tu sueño a mi delirio. Tus piernas empezaron a temblar con el deslizar de mi polla impetuosa, tus ojos se nublaron al son de mis respiraciones aceleradas, una capa de sudor nos fundía en un mismo ser. El silencio se teñía de dulces gemidos del relinchar del viejo somier. La pared proyectaba una película de sombras que batallaban enzarzadas en un vaivén salvaje. La explosión estaba a punto de llegar, pero seguías aparentando que aquello no era del mundo real.

Empapado de gusto y embriagado de sublimes sensaciones, alojé mis huesos cerca de los tuyos. Clavé mis ojos en tu cara reparadora y dejé caer por ella un hondo beso que distraía las agujas del reloj por un momento que parecía infinito.

Y él se fue y ahora se dice ella en voz alta...

Me incorporo y me levanto para vestir mi desnudez. Sobre la mesilla veo el sobre que solías darme en la mano. Dentro hay un cheque que reza mi nombre, con tu rúbrica y una sabrosa suma de dinero que fijas como pago a los servicios prestados. Me voy al baño para verme en el espejo mi cuerpo desnudo. Definitivamente, siento que mi amor por ti es un imposible. Tu interés por mi seguridad (tu dinero), se ha convertido en lágrimas. Cojo el cheque y lo rompo en mil pedazos. En el dorso del sobre escribo con torpe caligrafía...

Los sueños no deben despertar de su letargo, porque sólo allí se hacen realidad.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:27 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri131


Marcado desde la niñez

Desperté con la polla tiesa, como cuando se folla en sueño. Todo parece real; las sensaciones, deseo, pasión, olor. Y todo ello sólo para despertarte y percatarte que eres un perdedor, que nunca tienes sexo real con mujer y que te dedicas a buscar la asquerosa y enferma pornografía en el Internet.

Y lo afirmo porque he sido adicto al porno desde los 13, y a la marihuana, al café, y a recrearme mirando a las chicas de la ESO en mi turno de colegios.

La mano en mi verga, la verga en mi mano, siempre lo mismo, e incluso tratando de hacerme yo mismo sexo oral. He llegado a la conclusión de que me he enamorado de mí mismo, porque quisiera follarme, o que mi polla me sodomizase.

Aunque esta idea es altamente aberrante, también es imposible para mí pues tengo el abusivo 21 centímetros, y esto cuando mi polla está flácida. Pero ya os hablaré de ello en otra ocasión.

El incienso en mi cuarto se ha consumido. Lo uso para camuflar el olor a semen que se encuentra en incontables bolas de papel por todo el suelo, como si conservarlas fuese un tributo a mi sempiterna excitación.

Me levanté de la cama con un fuerte dolor de cabeza. Había bebido demasiado la noche anterior. Recuerdo que conocí una mujer que se llamaba Juliana o Julia, ¡eso Julia! Me viene a la mente porque ese era el nombre de mi profesora de inglés en la ESO que, además de guapa, tenía buenos melones, lo que siempre era un problema para mí, cuando se iba hacia la pizarra a explicar algo, y mi polla en pie de guerra.

Recuerdo cómo llegaba a mí el olor de su piel, empapada en sudor y con un olor a coño tras haber follado con el director en su oficina, quien ingenuamente creía que sus amoríos con ella eran el secreto mejor guardado. Practicar sexo era lo único que la mantenía viva y vivaz en las dos horas de su asignatura, rodeada de niños que se regocijaban en su infantil felicidad, sin saber que terminarían siendo otra aburrida clase de nuestra absurda sociedad, pero al menos no acabarían tan abajo como yo. Aquel olor me intoxicaba y me dejaba con la infinita necesidad de cogerme la polla y masturbarme con libertad, hasta incluso correrme en medio en del aula.

Era horrible aquella sensación de deseo y a la vez de incapacidad. La desesperación me hacía lanzar gritos, olvidar todo y hacerlo ya de una puta vez, pero obviamente nunca lo hacía porque no soy valiente, ni tampoco llega a tanto mi perversión, o al menos esto me digo para complacerme. Pocas veces me masturbé por debajo de la ropa. Siempre trataba de ser lo más discreto posible, para que nadie viese nada.
Pero volvamos a mi historia.

Me fui al baño, como siempre hago luego de despertar, y me dispuse a orinar. Una ceniza de cigarrillo descansaba en algún lugar del excusado. Traté de apuntarla con el chorro por mera distracción.

Me subí la cremallera y salí del aseo sin lavarme las manos. Nunca me he lavado las manos luego de orinar, y ésta sucia costumbre no me ha traído consecuencia, pues lo achaco a mi estúpida prisa, que me coarta.

Mi desayuno es el mismo todas las mañanas; un puto pan tostado con mantequilla, y un cabrón vaso de leche con Cola Cao.

Algo que siempre me ha dado asco es ver una cucaracha rondando por mi cocina, nunca he podido soportarlo e inevitablemente me encuentro, no sólo matándola, torturando a tan asqueroso ser. Me gusta quemarlas con el fuego de un mechero o pincharlas con un tenedor, para que así mueran lentamente, e incluso una vez me cagué encima de una. O eso creo, no lo recuerdo bien, tal vez lo soñé.

Tan sólo con pensar que tengo que salir de mi casa e irme a mi odioso trabajo como chófer de bus, y saber que sólo me espera un sucio asiento, destruido por el tiempo, y que mi culo que se pasa ahí horas interminables de una insoportable monotonía, viendo subir y bajar a la gente, cuya aburrida vida sigue siendo más interesante que la mía, es un martirio. Odio mi trabajo. Nunca suben mujeres con buenas pechos y sostenes holgados que se les vean los pezones. Cuántas veces he deseado que una mujer así suba. En cambio, sólo suben gastadas amas de casas, y ancianas que ya deberían jubilarse en todo, en vez de seguir ocupando espacios en mi bus, e incluso con el derecho de exigir a la educación de los obreros el cederle el asiento, aunque éstos estén más cansados que ellas.

Pero mi trabajo no es tan malo. Suben chicas a mi autobús que regresan a sus casas desde sus escuelas, o van a pasear con sus amigas. Es delicioso su aspecto juvenil, que parece estar madurando, especialmente ahora que estratégicamente he puesto un espejo, que incluso a mí me sorprendió su buena posición. Esto es algo de lo que me he jactado frente a mis compañeros del trabajo, como un logro, una victoria, hasta admitir que el día que lo instalé me sentía extrañamente orgulloso.

Mi ruta tiene tres puntos que siempre me han puesto en alerta. Principalmente me centro en ellos mientras hago mi trabajo. El primer punto es una esquina, en la que se junta una pandilla de peligrosos drogadictos. En un principio, cuando empecé en este oficio, sentía miedo al pasar por allí. No dudaba ni un segundo de que el día menos pensado uno de aquellos hijos de putas me robase y me pegase, sin ningún remordimiento, pero al comprobar luego de tres semanas que nada me hacían, me di cuenta de que el día a día era una novedad cruzar por allí.

Recuerdo que un día vi cómo golpeaban a un hombre entre cuatro o cinco de esos mal llamados enfermos. Le quitaron los zapatos, la camisa y el pantalón; en fin, toda su ropa hasta quedarse completamente desnudo, humillado y mal herido. Pero, aun así, no perdía su sentido del pudor, y con sus manos se cubría los genitales mientras lloraba. Yo lo auxilié y le procuré ropa.

Sin embargo, a mí aquello me provocó una erección. Me sentía fascinado al ver algo nuevo, algo que no se veía todos los días.

Era la única manera de distraerme de la homogeneidad de mi vida, algo que podía guardar en mi memoria celosamente, como si fuese un tesoro, a pesar de que yo no tenía nada que ver en aquella pelea, a pesar de que yo no le di ni un solo golpe, ni tampoco derramé asquerositas lágrimas vergonzosas. Miserablemente me cubrí mi descomunal polla, que, por cierto, siempre les decía modestamente a mis amistades femeninas que era normalita.

El siguiente punto era un mercado de abastos, ubicado en una transitada calle; que, por lo general, me causaba dolor de cabeza y periodos largos de enojos, en los que me sentía capaz de colarla en la raja de la primera hembra que apareciese por las puertas de mi autobús.

Este lugar en particular era un auténtico desastre, como algo post apocalíptico. La gente se peleaba por las pocas frutas y las verduras que aún se veían comestibles, con el fin y de evitar comerse un plátano, que estaban tan podridos como aquellos drogadictos de la esquina. Las señoras se peleaban como fieras. Ni se imaginan lo divertido que era ver el espectáculo de dos señoras jalándose de los pelos. A veces veía a algunas señoras, que, a pesar de tener un porrón de hijos, aún conservaban sus curvas. Esto era, sin duda, un buen incentivo para las noches en que me sentía cachondo, que suele ser todas las noches.

El tercer punto no era un lugar, sino una persona: un conflictivo púber de 17 años, que siempre se sentaba en la parte trasera del bus, la cual se encuentra cubierta de rayones y un supuesto grafitti, hecho por algún travieso de la ESO.

Las palabras escritas en esa parte no eran ingeniosas, pero graciosas.

El leer 'jode a tu puta tía, puto Javier de la ESO 3’, o 'Puto el que lea esto', era algo que despertaba mi sentido del humor. Y era por esto que los dejaba asumir que no les veía mientras escribían con rotuladores de colores en las partes delanteras de los asientos y en los respaldos de los mismos.

Algunas veces los asustaba por diversión, no es que me importase que lo hiciesen, sino que yo no tenía nada que hacer y no había pasado nada interesante aquel día, por lo que me detuve bruscamente al ver, a través de mi pequeño espejo secreto el momento en el que empezaban con su juego. Veloz, incluso ágil para alguien de mi complexión, y aprovechando que el bus iba medio vacío, me fui amenazante hacia donde estaban con una pistola de juguete que llevaba colgada en el retrovisor del autobús. Los chavales estaban tan distraídos escribiendo en un asiento: 'El Paco y la Manuela se aman locamente', que no se percataban de mi presencia hasta que no estaba detrás de ellos.

Acelerados por el susto, los tres se bajaron corriendo del autobús por la puerta que yo había dejado previamente abierta, y en un parpadeo estaban al otro lado de la calle. Me reí mientras uno de los tres se caía en la acera. Por coincidencia, el que me llamaba la intención estaba ahí, no se había movido ni un centímetro, ni parecía interesado en mi broma, sólo se quedó mirándome con cara de... '¿y tú qué?'. Me di la vuelta mentándole el padre con un gesto de dedos.

Siempre se bajaba en una calle antes de llegar a su escuela, como si le avergonzase tener que ir en autobús y no en auto. Imaginen ahora con lo que les voy a contar a continuación, cuánto odiaba ser chofer de autobús.

Era algo que me traía pésimos recuerdos, y lloro cada vez que lo pienso. Y era por el chófer del autobús que me llevaba a mi colegio cuando estaba en Primaria. Aquel malnacido cabrón se llamaba Alejandro.

Alejandro tenía unos 42 años. En el antebrazo izquierdo llevaba un tatuaje de una calavera. Era más feo que la madre que lo parió, con la boca sin dientes y toda la cara picada de viruela. Y además, con una mala leche fuera de serie.

El autobús llevaba un grupo de 23 niños a la escuela, y yo siempre me sentaba en la parte de atrás, ya que era el primero que recogían y el último que entregaban.

Nos bajábamos del bus, Alejandro y yo, y siempre me dejaba a la puerta de mi casa. Mi madre nunca esperaba fuera, hasta ese día que estaba en el escalón de la puerta fumándose un cigarro, vestía una falda floreada. Nunca podré olvidar estos detalles. Recuerdo que estaba sentada en forma provocativa, cosa que debió entusiasmar a aquel pervertido de Alejandro.

Ese día supe una cosa importante sobre mí: que era un cobarde. Sólo los valientes mueren, pero yo preferí ser un cobarde y vivir un día más, sin importarme que tan asqueroso y malo fuese. Luego de aquel día, siempre quise vivir otro mugroso, triste e infeliz día. ¿Por qué? Porque tengo miedo a morir y porque estoy seguro de que si mi vida es una mierda, mi muerte será un mojón. Si no hubiese sido porque la puta de mi madre me educó como católico, ahora temo que vaya al infierno por vivir una peste, y sueño con el diablo cada noche, diciéndome: 'ya falta un puto día menos'. Un putísimo día más cerca de que los indeseables boteros me follen todos los días y me sodomicen cada noche. De algo estoy seguro: cuando muera, lo haré después de tres días de agonía, para que, aún vivo, esté preparado para las felaciones que tendré que hacer y las sodomizaciones que me harán en el infierno.

Pero volvamos a lo que estaba relatando.

Alejandro agachó la cabeza, obviamente para mirar y recrearse en la entrepierna de mi madre, que más tarde vi que llevaba bragas negras.

Y cuando aquel asqueroso cabrón e hijo de puta hacía eso, fue de una manera tan descarada que se adivinaba palmariamente que quería ser sorprendido realizando tan mirona acción.

Mi madre me ordenó que me fuese a mi cuarto. Y yo la obedecí. Entré a mi cuarto, llenas las paredes de dibujos de mi cole, que algunos de ellos aún conservo. Estuve encerrado en mi cuarto hasta que escuché que se cerró una puerta, por lo que salí para preguntar a mi madre qué era lo que íbamos a comer ese día. Yo esperaba que fuese huevo frito con patatas.

Pero me olvidé por completo de la comida. El baboso de Alejandro había entrado a mi casa, ¿Qué leche estaría haciendo ese cabrón chófer de bus en mi hogar? Tenía que descubrirlo, sin importar cómo.

Mi madre pasó a su dormitorio con Alejandro. Yo era un mocoso inocente. No sabía nada sobre lo que llamaban como mete saca, saca mete, que decían en mi película favorita: 'La naranja mecánica'.

El andrajoso chófer del autobús se dio cuenta, casi de inmediato de mi incomoda presencia. Furioso por algo que no atinaba a comprender, se acercó a mí. Yo estaba inmóvil, sin saber qué hacer ni decir, sólo me oriné en los pantalones antes de que aquel desgraciado e hijo de puta me sujetase del brazo, empezase a zarandearme violentamente y me arrojase al pasillo de un puntapié, cuyo pasillo estaba entre mi cuarto y el de mi madre.

Lo que recuerdo perfectamente bien son dos golpes en mi cara y tres patadas en mi cuerpo. Mi madre lo apartó con todas las fuerzas que pudo, pero a mí me dejó tirado y mareado sobre el suelo, además de meado y cagado hasta las trancas.

Aquel pedazo de cabrón, todavía con los calzoncillos en las rodillas y la polla tiesa al aire, tropezó tras ser empujado violentamente por mi madre, se cayó de espaldas al suelo y se golpeó fuertemente en la cabeza, seccionándose una oreja. Enfurecido, arremetió con toda la mala leche del mundo contra mi madre. En mi estado medio desfallecido, sólo pude ver, pero borrosamente cómo la golpeaba reiteradamente y la violaba una y otra vez, hasta que, con más voluntad que acierto, arremetí contra él, pero de un tremendo puñetazo me lanzó contra la pared, rompiéndome la nariz y la boca y quedándome completamente inconsciente.

Lo siguiente que supe tras despertar de mi inconsciencia y de reponerme un poco, fue que mi madre se encontraba muerta sobre el suelo.


Finalmente: Alejandro a la cárcel y yo a un orfanato


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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:34 pm



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Matrimonios fracasados

Primavera loca: frío en las mañanas, calor en los mediodías, calor intenso en las tardes, en las noches de nuevo frío, y más frío en las madrugadas.

Por eso he cogido un catarro. Es frecuente resfriarse en un clima así. Pero resfriarse con un sol brillante, es lo más tonto que te puede pasar.

Era lunes, y, como siempre, a las tres salí de la oficina. No paraba de estornudar. Me dolía horrores la cabeza. Me crujían todos los huesos…

Los lunes eran mis días favoritos para una infidelidad asegurada, sin sospechas, sin temores. Los lunes son adrenalina pura. Hoy, resfriado, con un pañuelo de papel en una mano y la otra sujetando el volante del coche, rumbo a mi casa voy. Me espera un zumo de naranja y un Ibuprofeno. Mi mujer estaba para salir, y sólo me dijo que había dejado en la nevera una jarra con zumo de naranja y sin decirme más palabra abrió la puerta de nuestro piso y se fue. Y yo me fui al botiquín y saqué una pastilla de la caja del Ibuprofeno. Fui a la cocina, cogí un vaso y me serví zumo. Me sentía jodido. “Los lunes de carne” me tomaba un zumo de naranja con ron. Pero, ahora, zumo de naranja con Ibuprofeno.

A ella le gustaba el ron. Un licor dulce como ella. Salía de la oficina a las tres, como yo, pero nos veíamos poco. Era la secretaria de nuestro director, y yo el contable de la empresa. Ella con un marido guaperas y un aventurero compulsivo; y yo, con una esposa ausente, ocupada y preocupada sólo por su línea. Casados y cansados los dos de tanto tedio…

Me gustaban sus manos, sus uñas rojas, sus tacones que sonaban al acercarse a mi oficina; sus medias color carne, sus pantorrillas, que parecían decir “tócame”. No sé ni cómo nos hicimos amigos, pero no me gustaba como amiga. Mi obsesión era follar con ella. Sólo con verla, mi polla hervía y su voz alentaba a mi lívido…

Un día de aquellos me encontraba solo en la oficina centrado y concentrado en mis números. No la sentí llegar. Solo oí su voz. Me di la vuelta. Me miró en forma rara. Sin hablar, me levanté. No había nadie, únicamente ella y yo. Le cogí la mano y se la besé. Pasmada, me miró. Primero le besé suave cada dedo, muñeca, palma, y le dije hola. Estaba como queriendo decirme algo, pero no; colgó su brazo en mi hombro, nos besamos, su cara pegada a la mía. Su boca abierta parecía comerme. Mi mano en su espalda buscando… buscando ese mágico broche que lo abre todo. Lo hallé. Sabía que si apretaba caería la falda, y algo más. La miré. Seguía besándome, su mano en mi pecho. Pulsé el broche, y cayó lo que queríamos que cayera. Sentía su tensión y yo me sentía en la gloria. “Hoy vas a ser mía”, pensé…

Una de mis manos bajó a escudriñarla. Me atraían sus piernas cubiertas con medias. Me puse en cuclillas. ¡Hermosa mujer! ¡Hermoso cuerpo! Besé sus rodillas. Me cogió el pelo, no veía su cara, su preciosa cara. Le besé una pierna, no, la saboreé. Conté algunos lunares pequeños mientras subía. No me soltaba el pelo. Suave, con mis dientes, tiré de ese tirante que sujeta esa pieza de tela nimia que cubre su pudor. Tiré dos veces y en las dos sentía su calor. Dejó de acariciarme el pelo. Mi pelo se convertía en el soporte de su estremecimiento...

Dudaba de cuál iba a ser mi siguiente paso. No quería defraudarla. Me gustaba, la deseaba y a la vez la respetaba. Pero creo que percibía mis dudas. Me cogió la mano y tiró de ella. La vi de nuevo de una forma panorámica: hermosa mujer. Me dijo: “ven”. Me llevó a un sofá grande en aquella oficina silenciosa. Hacía yo lo que me decía mi corazón y le pregunté:

____ ¿Qué es lo que quieres que te haga?
____ Lo que me vayas a hacer es más cómodo aquí, ¿no crees? –respondió.

Se tumbó sobre el sofá. Ahora la veía en horizontal. Me gustaba más así. Intentaba entenderme a mí mismo. No sé de dónde me salía un deseo de morderla, sentir sus suspiros, venidos a quejidos. La besé de nuevo en la boca. Me quitó la camisa. Me rasgó la espalda con sus uñas. Sentía dolor y placer. Mis manos acariciaban sus piernas. Le besé el cuello, iba bajando. La seguí besando. Bajé no es lo correcto, me desplacé es lo idóneo. En cada beso sus ¡ah! eran acelerados. Mis dos manos me quitaban todos los obstáculos. Cada movimiento de mi boca era un dulce suplicio para ella…

Sus manos, clavadas a mi espalda. Su respiración poco agitada hasta hacía poco iba acelerándose. Me llevó otra vez a su cara, a su pelo revuelto, su mirada dulce y su brillante sonrisa. “Me tienes loca”, me dijo. “Y tú a mí”, le dije. Y nuestros cuerpos se fundían y pasaba lo que se veía que iba a pasar…

Era feliz y se veía feliz. Me besaba apasionada. Me quitaba el pantalón. Ver aquella mujer sutil dándome placer era más que felicidad; como pasar del sólido al gaseoso. Ciertamente era predecible. Ella lo sabía, pero mi felicidad era tener sexo con ella y esa felicidad valía más que cualquier otra cosa…

“Terminamos”, nos vestimos y hablamos serenamente. No me amaba, tampoco yo a ella, simplemente nos placía jugar al sexo. Estábamos seguros de eso. Me proponía vernos dos veces, según circunstancias, al mes en algún sitio íntimo. Me pidió por favor que siempre llevase ron, que ella llevaría zumo de naranja. Le sugerí zumo de limón, pero ella insistía en zumo de naranja… “Y una vez más ganó Eva”.

Nuestras relaciones de puro sexo duraron dos años y medio. Aunque poco a poco nos íbamos cogiendo cariño. Contribuía su esposo a que lo nuestro acabase, que un día apareció y se la llevó consigo no sé dónde. Entonces me quedé más solo que antes, aun con mi esposa en casa. Se acabaron mis encuentros con ella, mis charlas con ella, mis besos con ella, mis abrazos con ella, mis polvos con ella…

Ahora aquí, en mi casa, echado sobre el sofá, ya sin resfriado, pienso en el ron con zumo de naranja. Pienso en ella y en lo difícil que resulta encontrar una mujer como ella: guapa, cuerpazo, liberal; una mujer, en cierta manera, feliz por como es, pero, en definitiva, una mujer abandonada. Como yo.

Por lejos que se la lleve su marido y por acaramelado que ahora se muestre con ella, sé que volverá a mí. Sin ataduras, pero volverá a mí. Yo le di lo que no supo darle su marido. Y mi esposa, como siempre, dada a sí misma, sin preocuparle mi persona, y mucho menos mis necesidades de sexo…

Y volvió. ¡Vaya si volvió! Al día siguiente y desesperadamente me buscó. Pero esta vez para no separarnos. Se divorció. Me divorcié. Y ahora convivimos sin habernos casados. La mejor de todo este asunto es que ni ella ni yo tenemos hijos de nuestras anteriores parejas. Y también nosotros decidimos no tenerlos en común, al menos por ahora. Somos felices así. Seguimos en nuestros respectivos puestos de trabajo. Estamos enamorados. Viajamos, reímos, nos divertimos, follamos, la amo, me ama... ¡Nos amamos apasionadamente!


¡Ahora, la vida nos sonríe y es buena con nosotros!

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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:40 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri133


Me excita recordar nuestros juegos  


Te he visto de nuevo y mi corazón se ha puesto a mil. No sé si será verdad eso que dicen de que una mirada intensa se siente desde la distancia, pero tú has vuelto la cabeza hacia donde yo me hallaba y me ha parecido ver en la expresión de tu cara un gesto como de acercamiento, como si aún no me hubieses olvidado del todo, seguido el gesto de una sonrisa, tu bonita e inconfundible sonrisa, sí, aquella tu sonrisa de cuando estábamos juntos.

Estás pendiente de que cambie a verde el eterno semáforo que une la autovía con la entrada a la ciudad, para cruzar, y después venirte hacia mí y saludarme. Yo estoy a las puertas de un Banco, esperando a mi hermana.

Y, mientras tanto, empiezo a recordar…

Recuerdo nuestro primer beso en la boca, que era como medio en broma; recuerdo la corriente intensa que sentíamos, recuerdo la sensación sabrosa que nos quedaba, recuerdo nuestros encuentros, recuerdo nuestros besos, recuerdo nuestros abrazos, nuestros mimos, caricias, recuerdo, ¡y cómo la recuerdo!, nuestra “primera vez”. Pero por encima de todos los recuerdo, recuerdo nuestros juegos.

Recuerdo la fiesta que organizaste en tu casa, aprovechando que tus padres habían salido de viaje, el miedo que los dos teníamos, la música y el intento de follar en tu cuarto, pero no se te levantaba del todo a causa del alcohol. Querías follarme y no podías. Te desesperabas. Tirada en la cama, con la minifalda levantada y sin bragas y sin pudor, no podía dejar de reír.

Un amigo entraba de pronto a la habitación y entonces paramos. Sólo un poco. Se te empezaba a poner dura al verle allí, y más al ver tú que yo no me tapaba y seguía riéndome. Pero me follaste. ¡Vaya si me follaste! ¡Y bien follada quedé! No obstante, sentía una rara sensación mientras me corría y tu amigo nos miraba masturbándose Y desde aquel día, todo era un juego para nosotros.

Recuerdo cuando paseábamos por la ciudad y me quitabas el sostén, para así dejar al aire mis tetas, y caminábamos por las calles, como si nada. Los transeúntes iban a su bola, pero algunos me miraban con los ojos saltados, y otros me recriminaban mi actitud. Me sobabas a tu antojo mis tetas. No aguantaba el juego, sentía vergüenza, mezclada con excitación. A veces acabábamos follando en algún parque o en los aseos de nuestro bar de copas. ¡Ay, nuestro bar! Otro recuerdo.

En nuestro bar era donde siempre quedábamos, donde pasábamos muchas tardes, solos o con algún amigo. Recuerdo la vez que me descalcé y empecé con el pie a tocarte la polla por debajo de la mesa y por encima del pantalón. Sabíamos que el amo del bar estaba tras la barra y que podía vernos. Pero en parte lo hacía para que nos viese. Luego de un rato sobándote la polla con los dos pies, la tenías tan dura y tiesa que valiente arriesgabas a sacártela del pantalón, y sólo con los pies conseguía que te corrieses.

El dueño del bar nos miraba. Nos íbamos al aseo de señoras, y casi seguido entraba él al de caballeros; puerta frente a puerta, y tanto él como yo dejábamos las puertas entreabiertas. Mientras tú me follabas, él se masturbaba como un loco mirándonos. ¡Jo, cuantísimos polvos disfrutamos en aquel aseo!

Recuerdo una tarde que me acompañaste de compras. Un probador con cortina, y tú al otro lado esperando a que me probase los mil trapos que me gustaban. Había un hombre fuera en tu misma situación, y tú querías jugar. Entreabriste la cortina, y aquel tipo no perdía la ocasión de mirar mientras me desnudaba. Me percaté a través del espejo, por eso me quitaba más ropa de la que necesitaba quitarme. Iba moviendo el cuerpo al ritmo de la música que sonaba en la tienda. Me acariciaba las tetas y me metías la mano bajo el tanga, enseñando sin enseñar. El bulto que se le veía bajo el pantalón a aquel mirón me animaba a girarme hacia él y a mirarle con descaro, mientras quedaba completamente desnuda. Hasta que salía su mujer del probador y tú cerrabas la cortina. Follamos allí mismo, mordiéndonos los labios para no gritar. Y tantas ganas nos teníamos que follamos y nos corrimos dos veces casi seguidas, a riesgo de que nos pillasen, pero con la gran ventaja de que la situación nos excitaba más aún.

Dejo de recordar

Ya estás a mi lado. Nos damos un apretado beso en la boca con los labios cerrados. Has cambiado, estás más hecho, más hombre. Han pasado seis años desde que nos vimos por última vez.

____ Estas guapísima -me dices.
____ Y tú tan halagador como siempre -y nos sonreímos y nos miramos como antes.

Nada ha cambiado

____ Me dijeron que ya no vives aquí -te pregunto.
____ Así es. Vine sólo a visitar a mi familia.
____ ¿Podrías dedicarle esta tarde una vieja amiga?
____ Bueno… hoy tengo prisa, pero estaré en la ciudad toda la semana.
____ ¿Quedamos mañana entonces para comer juntos? -te suelto de sopetón.
____ Me parece estupendo.

Me facilitas la dirección del restaurante y marcamos una hora concreta para vernos. Nos damos los números de los móviles. Mi hermana llega y la saludas con los típicos besos en mejilla. Nos despedimos y te vas.

Mientras camino por la avenida hacia mi casa, con mi hermana a mi lado, sonriendo sigo con mis recuerdos. Intencionadamente me desabrocho los botones de mi blusa y meto dentro una de mis manos; después de esa maniobra me acaricio los pezones y de nuevo recuerdo…



¡Qué años tan maravillosos eran aquéllos!



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:46 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri134


Me excita ser su esclava

Dormía plácidamente, cuando de pronto sentía una mano decidida pero delicada y cálida acariciándome la espalda de arriba abajo y de abajo a arriba, y esa mano no se cansaba nunca, al contrario.

Habías entrado sigilosamente a nuestro cuarto a despertarme, como cada mañana desde que vivíamos juntos. Pero aquella mañana era un despertar distinto, pues me dabas un suave masaje en las nalgas, mientras yo rehusaba a despertarme, pero el masaje no cesaba en minutos, hasta tus manos se paraban, dando paso a la voz del dueño de las manos:

____ Despierta, esclava mía, es hora de levantarse -suave susurro en mi oreja, antes de recibir un mordisco, me hacía gemir.
____ Cinco minutos más, por favor- respondía haciéndome de nuevo ovillo.
____ ¡Ningún minuto más! ¡Levántate, es una orden! –cambió de tono.

Las caricias cesaban, observando cómo se iba alejando de la cama. Abría los ojos y me tumbaba boca, arriba mientras me los estaba frotando, como cuando niña.

Sabía que esto le gustaba, y más cuando venía caliente y deseoso de mí. Le miraba mientras él buscaba en un cajón del armario; era el cajón donde yo guardaba los juguetes sexuales para nuestros juegos.

Sonreía portando en la mano unas esposas de acero para las muñecas, y un antifaz negro para cubrirme los ojos.

Decididamente se acercaba más a mí y me destapaba, dando un tirón a la sábana que me cubría. Mi cuerpo totalmente desnudo quedaba a su entera disposición.

____ Me gusta que seas obediente y que hayas cumplido mis órdenes de acostarte desnuda –decía acariciándome el vientre, bajando muy despacio hacia el monte de Venus, con un sutil masaje durante el recorrido.
____ Siempre cumplo tus órdenes -le respondía.
____ Y siempre debe ser así -se erguía, ufano.

Golpeaba suave con la palma de la mano el interior de uno de mis muslos, y me decía con gesto que me levantase. Me ponía en pie y me sentía pequeña ante él. Me rodeaba y, sin dejar de mirarme, cogía mis manos por las muñecas, llevándolas a la espalda para después unirlas con las esposas que antes me había enseñado.

Cuando acabó de atarme, me cubría los ojos con el antifaz, privándome del sentido de la vista. Con cuidado, me guiaba de nuevo hacia la cama y me hacía tumbarme boca abajo. No podía verle, pero sentía que estaba gozando con la hermosa visión que la habitual postura ordenada por él le proporcionaba.

De nuevo sus manos paseaban por mi espalda, y esta vez hacia abajo. Las caricias me eran más placenteras al no poder ver lo que me estaba haciendo. De pronto, un fuerte gemido escapaba de mi boca, no bien llegaba a mi coño.

____ ¿Aún no hemos empezado y ya estás mojada? -me preguntaba.
____ Aunque quiera no puedo evitarlo. Sólo con tenerte cerca me mojo -respondía entre jadeos.

Un dedo se deslizaba con dificultad. Un gemido más fuerte todavía que el anterior se liberaba y se podía escuchar su sonrisa de satisfacción, mientras lo iba moviendo con destreza por mi interior.

____ ¡Sabes que te tengo dicho que no hagas ruido, o te escuchará el vecindario!
____ Tampoco lo puedo evitar, pero lo intentaré.

Tenerlo detrás de mí, tocándome, acariciándome, me era excitante, y más porque no podía verle, ni tocarle, ni abrazarle, ni besarle...

Consecuentemente no tardaba en llegar al primer orgasmo. Pero un leve sonido de desaprobación salía de su boca.

____ ¿A quién le has pedido permiso para correrte? -decía con esta pregunta a mi oído izquierdo.
____ Lo siento -respondía entre jadeos tratando de recuperarme del brutal orgasmo que acababa de experimentar.
____ Hoy estás de suerte porque estoy de humor. Procuraré ser más benévolo con tu castigo y sólo te atizaré cinco latigazos.

Sentía cómo deslizaba por mi espalda el cinturón que antes llevaba puesto. Eran los cinco azotes los que me alzaban a lo más alto, a punto de caer en un abismal placer. Una estocada, una simple estocada servía para entrar.

____ ¡Ahora sí! –me ordenaba, a la vez que se hundía en mí.

Un nuevo clímax sacudía mi cuerpo con fuerza, haciéndome estallar en un enorme torbellino de sensaciones. Una vez acabados mis espasmos se retiraba, aún con una fuerte y pronunciada erección. Me desposeía del antifaz y me miraba con sonrisa en los labios, cogiendo mi barbilla entre sus largos y ágiles dedos.

____ Ya tuviste dos deliciosas corridas causadas por mí, pero yo aún no he acabada la primera, así que ya sabes lo que tienes que hacer.

Se ponía en pie ante mí y empezaba a repetir la escena, muchas veces realizada. Me relamía lujuriosamente mientras le chupaba la polla.

Rugía repetidamente a la vez que cogía con fuerza mi pelo, y así me iba marcando
el ritmo, la pauta y la medida.

Y así, de esta satisfactoria manera, ocurría siempre, invariablemente. Y todo lo que me hacía me volvía loca.

Culminado ya el tan apetecido y deseado por los dos nuestro BDSM particular, nos levantamos, nos duchamos y nos vestimos, e, inmediatamente después, cada uno regresaba a sus rutinas cotidianas.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:52 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri135


Me gusta despertársela así

Me gusta cómo le despierto. Me gusta observarle cuando está boca arriba y con la cabeza inclinada, el torso desnudo, y sólo en calzoncillos. Miro su bulto y lo beso por encima de la tela. Miro su perfil, sus pieles, su incipiente barba que tanto atractivo le da. Me paro a escuchar su respiración, lenta, pausada...

Ahora estoy sentada en el borde de la cama, completamente desnuda, y me acerco a él, rozándole mis pezones, que se erizan, y me acerco más hasta que mis tetas se oprimen. Subo mi cara y le beso pausadamente con besos pasionales. Noto el calor de la parte más íntima de su cuerpo, entre el ombligo y el miembro viril, tan grande. Se mueve, se gira hacia el otro lado de la cama y entonces observo su espalda con los lunares, que beso uno a uno, y después paso la puntita de la lengua por toda su espalda. Sigue dormido, no profundamente dormido, porque me da que ha sentido mi presencia.

Quiero que despierte y que follemos. Una de mis manos está en mi entrepierna, en mi coño, conteniendo a duras penas a mi vibrante clítoris. La otra mano busca su polla, y sorprendida o no tanto, la encuentro dura y erecta. Siento deseo de cogerla. Con sólo tocarla, se ha girado hacia mí; me mira, me sonríe y sabe perfectamente lo que quiero. Me besa me acaricia, alternando boca y cuerpo, sin prisas. Ni se imagina lo caliente que estoy, pero sé que enseguida va a ir a comprobarlo.

No quiero aún que me toque ahí abajo, prefiero antes sus besos, porque aumenta mi deseo, y él sabe mis costumbres. Está excitado. Con mi boca cojo su polla y la chupo un poco, a la vez que entreabro mis labios para que note mi respiración y mi calor en su polla. Sé que está deseando que se la coma, sí, me lo hace saber con su mirada. Se la cojo y oigo su respiración, por vez más agitada, y es ahora cuando soy yo la que no puede aguantar.

Ya en la cama los dos, encima de mí él, acerca su mano a mi coño caliente. Como sé que más tarde o más temprano me lo va a comer, abro, bien abiertos, mis dos labios vaginales. Pero antes se para en mi culo, metiéndome suavemente un índice en el ano. Pero lo que quiero en realidad es que me folle ya, y cuanto más se retrasa, más me excita. Estoy a punto de decírselo, cuando de pronto... ¡ah! Mi respiración pasa a jadeo. Me alza las piernas, penetrándome hasta el mismísimo fondo, pero sin dejar de frotarme frenéticamente el clítoris con dos de sus dedos. En este punto de entera y total excitación, no puedo ni quiero evitar decirle, medio gritándole:

____ ¡Ay, mi vida, cuánto gusto me das!

Me coge de las caderas y me adapta a su cuerpo. Y es entonces que de verdad noto dentro de mí su poderosa polla, ¡bendita polla!, a la vez delicada y enérgica.

Y ya siento claramente que está comenzando a correrse, y yo acelero más aún, pero no consigo acompasarme a su corrida. Espero ansiosa una segunda vez, que sé que no tardará en aparecer…

Finalmente, explotamos los dos juntos al unísono en una grandiosa bomba orgásmica de amor y semen.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:02 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri136


Me montaba mis propias orgías

Me llamo Sofía y ahora tengo 38 años. He nacido y vivo en Sevilla. Soy una mujer muy ardiente. No soy una modelo, pero tengo un cuerpo, una cara, unos labios y unos ojos, para comerme enterita. Y ahora voy a contaros algo que me ocurrió hace 15 años. Bueno, a mí y a tres más, tres hombres.

Cuando tenía 20 me enrollé con un tío de 41 años. Se llamaba Luis. Estaba loca por él, porque tenía un cuerpazo y mucha experiencia en el sexo.

No era celoso, al menos no tanto como mis anteriores rollos. Me regalaba ropa sexy, y siempre me decía que con mi cuerpo era un sacrilegio no ponerme una ropa más atrevida, que tenía que lucir mis atributos, sobre todo las tetas y el culo. Pero con el paso de los días me percataba de que lo que quería era exhibirme como su trofeo. Ah, por cierto, nunca me operaron las tetas, ni ninguna otra parte de mi cuerpo. Y digo esto, porque todavía, a mis 38, sigo siendo la envidia de algunas, ¡pero ni sana ni leches, pura envidia! Claro que tampoco he parido, y solterita permanezco, pero follo más que muchas casadas o muchas con novio.

Cuando salíamos, Luis solía beber mucho; se emborrachaba a veces. Al principio, yo no bebía, pero me iba habituando a una copa, y después otra... y así.

Casi siempre íbamos acompañados de sus amigos Dani y Javi, de su misma edad y guapos y ligones como él. Acabábamos medio beodos todas las noches los cuatro y un montón de veces protagonizábamos algunos momentos morbosos.

Recuerdo una noche de aquellas en la que llevábamos una buena torrija, y más que ninguno Jorge. Su coche lo guiaba Javi. Era verano y yo llevaba minifalda y blusa, verdes, tanga negro, y sin sostén. Como sus amigos iban delante, uno conduciendo y el otro de copiloto, nosotros íbamos detrás, y mientras el coche circulaba, íbamos metiéndonos mano. Bueno, yo más a él. Es que Jorge estaba buenísimo, y según me decía él, también yo lo estaba.

Me quitaba el tanga y mi lívido la sentía a mil, lo que hacía que me olvidase de sus amigos. Le bajaba pantalón y calzoncillos, de modo que su tranca salía de su cueva. Me relamía sólo con verla tan tiesa, tan grande… Se la chupaba, pero con el auto en marcha y pensando que pasaríamos desapercibidos para sus amigos.

Sin darme cuenta me hallaba completamente desnuda, cabalgando a Jorge, y él sin la camiseta y con los pantalones y los calzoncillos bajados. ¡Me lo estaba follando y no se estaba enterando! Es que había bebido tela de alcohol. De pronto, sentía una mano en mis nalgas, que, obviamente, no era de Jorge.

Giraba la cabeza para ver qué ocurría, y resulta que era una mano de Javi, que me acariciaba. ¡Jo, que morbo! ¡Habían parado el coche en un carril, se habían bajado los pantalones y se estaban haciendo una paja, a medio metro de mi culo! Y yo, tan excitada estaba que movía lujuriosamente mis caderas, follándome a Jorge. Incluso cogía y apretaba la mano de Javi, como diciéndole: ¡córrete ya, cabrón!

La consecuencia de aquello era que me había corrido tres veces y Jorge ni una vez; ¡estaba dormido mientras me lo estaba follando! Llevaba la vista hacia el exterior y observaba dos pollas excitadas por mí, y entonces me hacía una pregunta “¿y ahora qué hago con estos dos, que están más calientes que yo?”.

Me sentía culpable. Así que alargaba la mano, les cogía la polla; primero a uno, se la chupaba y se corría pronto ¡en mi boca! Luego al otro, que tardaba un poco más, ¡y también se corría en mi boca! Aquello era maravillosamente excitante, y Jorge, frito y sin enterarse de nada. ¿El resultado final? Mi boca a tope de leche.

Después de cinco años de aquello tan excitante, cada vez que coincidíamos los cuatro sentía un cosquilleo en el clítoris, y también un poco de vergüenza. Ahora, ya hace tiempo que los perdí de vista. ¡Qué pena!



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:06 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri137


Me mereció la pena

Una noche, paseando por calles céntricas de Sevilla, decidimos entrar a un cine. No lo teníamos planeado, pero nos gustaba la idea. Estábamos ya cansados de tanto caminar y yo estaba dolorida con los nuevos zapatos de tacón alto, y además la faja me apretaba, así que me fui al aseo de señoras antes de subir a la sala a quitarme la faja y a ponerme unas tiritas en los lados de roces de los zapatos, mientras mi marido iba a comprar palomitas y refrescos.

Aquel largo y angosto pasillo, con luces multicolores, me transportaba a otra época, haciendo que evocase tiempos de atrás… noches de cine, primeras manitas... años cargados de emociones y sensaciones.

En ese justo momento despertaba mi lado pícaro y quería sorprender a mi marido. Me dejaba puestas las medias y me quitaba el sujetador y las bragas, y luego pasaba a la sala. Vestía yo aquel día un ligero vestido casi transparente, pero con las luces apagadas, seguro que nadie iba a notar mis pezones tiesos, empinados y erizados por la excitación que me estaba causando la situación.

Llegaba a la fila que recordaba vagamente y me sentaba en la butaca de al lado de mi marido, al que apenas si podía distinguir. Me parecía que me miraba, pero sin hablar. Entonces me disponía a ver la película.

Nada más sentarme en mi butaca, la respiración de mi marido se aceleraba, como si imaginase algo, pero no era posible, así que me lanzaba llevando mi mano derecha a sus muslos, cerca de la bragueta, y le sacaba la polla, que estaba muy, muy erecta y con la antena puesta.

No tardada en hacer lo mismo. Con su mano izquierda en mis rodillas, mi humedad era tan vertiginosa que crecía, y cuando la mano de él aterrizaba velozmente en mi bajo vientre, empapado estaba ya mi coño.

Mientras me había percatado de que en la fila de atrás de la nuestra había un mirón que no iba perdiendo detalle, pero, aunque su curiosidad me molestaba, estábamos tan enfrascados en nuestras lides sexuales que no nos movíamos de nuestra fila, por lo que dejaba que los dedos de la mano que tenía entre las piernas presionasen con fuerza mi coño, a plena libertad.

Simulando que nuestros ojos estaban posados en la pantalla, no nos mirábamos. Cuando me llegaba la corrida, me costaba controlarme, pero lo superaba. Fue algo realmente genial.

Miraba a mi marido y le daba un beso cómplice.

Pero, súbitamente, me quedaba paralizada, helada. ¡Había estado tocándome con un extraño! ¡No era mi marido!

Entonces lo entendía todo palmariamente. Mi esposo era el mirón de la fila de atrás. Siempre había sido esta experiencia su mayor fantasía, y el azar o no sé qué la había hecho realidad aquella noche.

Sin mediar palabra, me levantaba rápidamente y salía a todo gas de aquella sala. Mi marido me seguía a poca distancia. Ya caminando en la calle, nos reíamos de esa manera que sólo nosotros sabemos y comprendemos.

Aunque todavía hoy, pasados ya diez meses y unos cuantos días de aquel inesperado episodio sexual y permaneciendo aún en mí el susto y, sobre todo, la vergüenza, me mereció la pena.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:12 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri138


Mi definición de la Excitación Femenina


No soy tocólogo, ni ginecólogo, ni psicólogo especialista en el sexo, y ni mis estudios universitarios derivaron a ninguno de esos derroteros, pero siempre me ha dado la impresión de que, a las mujeres, en cuanto al sexo se refiere, les excita mucho más ver a otras mujeres follando entre sí, que a hombres follando con mujeres u hombres follando entre ellos



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:19 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri139


No respondías a mis SOS

Esta historia que cuento a continuación es triste y luctuosa, pero también es real como la vida misma.

Apoyada sobre la pared de aquel bar de copas y dando la espalda al bullicio de las personas que al otro lado deambulaban, Pili removía con su cucharilla una y otra vez el azúcar agolpado sobre la superficie cremosa de su café, el cual colmaba su tacita roja.

Todo el tiempo estaba pensando qué leche hacía en aquel bar y por qué terminó accediendo a la petición de Pat.

Desde aquella noche de verano de hacía seis años, su forma de considerarla había cambiado, y sólo con recordar lo que había ocurrido le causaba pudor y rechazo. Se sentía ridícula esperándola. Sólo la reiterada insistencia de Pat por verse, la tenía anclada en una silla. Llevaba tiempo evitando el encuentro, evitándolo a toda costa, no respondiendo a sus llamadas, sus correos y sus mensajes...

A medida que el azúcar se iba disolviendo en la tacita roja, las mesas con tapas de metacrilato se transmutaban en polvorientas; las amarillentas paredes, en blancas adornadas con pósters. Las cabezas de las gambas y los huesos de las aceitunas en torno a la barra estaban entre revistas viejas. Y allí se hallaban Pat, Lu y Pili, una muy calurosa tarde de julio. Lu, limpiándose las cenizas que habían caído en su pantalón azul; y las dos chicas, riéndose de aquella situación, sin moderación en sus risas, descaradamente, sin rodeos ni pudor. Llegando hasta incluso a molestar a clientes vecinos de mesa.

Estaban reunidos en torno a una botella de whisky medio vacía, y tres vasos anchos de cristal, cuyos se vaciaban y se llenaban a discreción. En la máquina de discos, un vinilo de Elvis bordaba un rock. Las chicas criticaban lo aburrido y soso que era Lu, siempre enfrascado en sus libros y sus estudios. Pat le señalaba con un dedo flácido por el alcohol, y Lu se defendía con groserías obscenas, que largaba sin control; inteligibles algunas, y otras, meros balbuceos.

Pili no paraba de reírse. Pat, imaginándose que Pili estaba poseída, la besó, bajo el pretexto de exorcizarla. Sus carnosos labios, cálidos y bien humedecidos, se unían a los de Pili, fríos y tensos, en un principio. Se sentía confundida, pero desde su vientre un calor ascendía hasta su boca y devolviéndole la tibieza a sus labios. Sin saber cómo ni por qué, aquel beso hembra la atrapó con igual fuerza que uno de macho. Miró a Lu, y éste, con la mano aferrada a su vaso, asistía perplejo a la escena. Las dos chicas continuaban besándose con creciente intensidad. Pili, directamente no actuaba, sólo se dejaba llevar. Después, Pat invitaba a Lu a unirse a ellas mediante un guiño y mordiéndose su labio inferior.

Lu dejó el vaso en la mesita y se reincorporó de su asiento. Pili sentía las uñas de Pat, recorriendo su espalda y alternando con tetas y muslos, cual traviesa culebra. Cuando Lu llegó hasta ellas, sentía ascuas en su cuello, que castigado era después con mordisquitos, crispando ésos sus nervios. Las risas dejaban paso a un coro de suspiros, y pronto en el ambiente crecía en calor, o al menos eso era lo que sentía en sus orejas, que ardían. Poco a poco, iba perdiendo la ropa. Temblaba su cuerpo como gelatina. Cada caricia y cada beso que recibía alteraba su piel, que se erizaba completamente, sin poder ni querer evitarlo.

En fin, el gusto al que Pili era sometida abortaba todo intento de concienciación de la situación. En su interior sentía fuego descontrolado que amenazaba con calcinar hasta el último poro de su cuerpo Los graves y constantes jadeos de Lu, también eran melosos, y su cuerpo endurecido se movía impulsivamente. Pat no dejaba de acariciar las pieles de Pili, besándolas, lamiéndolas, mordiéndolas... Y Pili entraba en una ebullición dinamitada empezándole a temblar de un modo espasmódico todo el cuerpo, mientras la montaña seguía volando en pedazos y el fuego traspasaba su boca, en aullido convertida.

El zumbido de una tertulia del fondo de aquel bar, la transportaba de vuelta a la realidad. Y ahí seguía ella, removiéndose el azúcar en el café.

De repente, la puerta de entrada del bar se abría y aparecía su amiga Pat, vestida con falda y blusa rojas. Escrutaba todos los lados del local, hasta que sus miradas se encontraban. Sonrió y agitó su brazo derecho, acercándose a su mesa. Pat tomó el mando desde el principio de la conversación y tras tocar disímiles asuntos banales, a los que Pili respondía con monosílabos, endurecía la cara y con un tono de voz más apagado le dijo:

____ Pili, tengo cáncer de páncreas. Me lo detectaron tarde, y el médico dice que no cree que llegue a fin de año.
____ Pat, yo... -balbuceó, incapaz de seguir hablando.
____ Esto mismo he intentado decirte tiempo atrás, pero no respondías a mis S.O.S. Si hubiese sabido que enviándote una carta me hubieses hecho caso… -cogió un poco de aire y después lo dejó escapar en un suspiro- …habrías recibido mi situación en tu buzón mucho antes.

De pronto las voces se apagaban. Cortina negra tamizaba ventanas y bombillas del bar. Pili enmudecía, y millones de estados de ánimos aprisionaban su garganta, casi asfixiándola. Tenía ganas de llorar, se sentía arder los ojos. Por contra, Pat sonreía y al mismo tiempo le acariciaba la cara, tratando de actuar como bálsamo consolador.

Con la misma sonrisa en los labios, la miró fijamente y le dijo:

"Pero no te preocupes ni tengas ninguna clase de remordimientos por nada. Sólo te pido encarecidamente una cosa, que me recuerdes por cómo te besé aquella vez y no por cómo voy a morir".



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:24 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri140


Nos pilló mi abuela

Yo sólo tenía 16 años, pero aquel chico me miraba atrevidamente, directo a mis tetas, a mi culo, a mi entrepierna. Tendría 25 años: alto, rubio, macizo. No era un modelo, pero mostraba una masculinidad que atraía. Me sentía cohibida por su presencia, por lo que acababa siempre bajando la cabeza y acelerando el paso hacia la casa, sintiendo sus ojos pegados a mi culo. Latía con fuerzas mi corazón, y no podía dejar de fantasear en cómo sería “mi primera vez” con él, mientras mi tanga se iba humedeciendo.

Llevaba diez días de vacaciones en el chalé de mi abuela. Luego de comer, venía el jardinero, tres veces por semana a regar y arreglar el jardín. Si bien sus manos eran fuertes, tenían sutileza para cuidar las flores, a las que parecía amar. Sobre las diez, mi abuela me enviaba a que le llevase un vaso de zumo, que se bebía de un sorbo, pero sin dejar de mirarme. Siempre intentaba entablar alguna charla amable, pero mi timidez me impedía quedarme a su lado; sólo le había dicho cosas como: “hola, me llamo Alicia”, o “adiós”. Me inquietaba que pensase que era una niña tonta que lo miraba altaneramente por ser supuestamente de una escala inferior. Pero no era esa mi forma de ser.

Era mi último día de vacaciones y estaba decidida a hablar algo más con él. Quería decirle algunas cosas, como que yo no era una niña de papá. Mi abuela me dejaba preparado el zumo, mientras salía a hacer la compra. Mi corazón se agitaba cuando llegaba el jardín. Tenía una mirada rara cuando le daba el vaso. No llegué a hablarle cuando él me cogía de la cintura, me pegaba a su pecho y me besaba. Sus labios hacían que yo abriese los míos. Su lengua se metía en mi boca en busca de la mía, y sus grandes manos me recorrían la espalda, las caderas y los muslos. Mi pequeño cuerpo parecía perderse en un hombretón. Nos tumbamos en el césped y empezó a besarme el cuello. De mi blusa desabrochó los botones y encontró puntiagudos pezones, que devoró cuanto quiso a su antojo. Hasta ahí era lo máximo que antes había hecho con un chico, pero aquel era un hombre que iba a por todo y yo estaba decidida a darle todo.

Mientras su lengua chupaba mis pezones, mis manos subían mi vestido blanco y me bajaban el tanga. Seguía acariciando la tibieza de mi frondoso pubis y la humedad de mi gruta. Se bajó los ceñidos vaqueros que oprimían su espectacular anatomía, y yo vi una polla boscosa y dura cual roca por la pasión del momento. Me separé las piernas para que él se me pusiese encima. Dejó su polla justo en la puerta de mi coño. La emoción de ser follada por primera vez me desbordaba. Estaba nerviosa, y también deseosa. Antes de poseerme me preguntó que si era virgen. “¿Tanto se me nota?”, pensé. Le dije que no, pero creo que él no se lo creyó, como demostraba su delicadeza en desvirgarme.

Había oído y leído sobre el sexo, pero sentirlo era otra cosa. Gemía de dolor, pero aguantaba estoica sus vaivenes viriles. Me deseaba y yo a él. Mi cuerpo de hembra se iba acoplando al del macho, y mi flor juvenil regada por un hombre era un mar de sensaciones que se iba desatando para pasar del dolor a la lujuria.

Me cogía con sus muslos y los atenazaba con los míos, y su polla se abría paso en lo angosto de mi himen. A sovoz me decía que era toda una mujer, una linda hembra, mientras yo no podía más de placer y sentía un calor envolvente desde los pies a la cabeza. Mis gemidos aumentaban, y él me la metía con más fuerza. No podía evitar gritar mi primer orgasmo, a la vez que por mis mejillas corrían lágrimas. Pero él no tardaba en correrse. Sentía su leche tibia caer dentro de mi coño, que se mezclaba con la sangre por el desgarro del himen. Cuando acabamos me preguntó que si me había dolido y le dije que no. Lo abracé agradecida y nos besamos tiernamente en la boca. Enseguida empezamos a vestirnos. Pero algo ocurrió que me sacó de golpe del regusto que aún seguía sintiendo.

Mis gritos y mis gemidos habían llegado a oídos de mi abuela, que no podía creer lo que estaba oyendo. Se iba presurosa hacia el jardín, y en el verde veía a su nieta semidesnuda junto al hombre que la había hecho mujer por primera vez, al quien miró y le dijo que quedaba despedido, no sin antes propinarme un cachete en la cara. Pero no contó a mis padres lo que había ocurrido, y con el paso de los años, me perdonó, volviendo a ser su nieta preferida.

Pero me llevé una decepción, porque luego de salir él de la casa me dijo mi abuela que era casado y con dos hijos, con lo que mi deseo por volver a follar con él se iba a freír espárragos. ¡Y Menos mal que no me embarazó!

Ahora tengo 22 años y a veces recuerdo con nostalgia a aquel mocetón, que había sido mi primer hombre y que me había regalado mi iniciación en el sexo. Siempre le desearé lo mejor.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 3:49 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri141


Cuando madurasen culminarían

Enterrada la cara en su pelo, olía a perfume, a deseo. Mientras una mano insaciable intentaba abarcar la espalda, la otra le acariciaba la boca, los labios... La chica, sonriendo, le daba mordisquitos a los dedos, los que intentaban entrar a su boca.

Al fin, el chico encontró el cordón que dejaría a sus ojos la desnudez de su amada; pero, en lugar de tirar de él, se enfrascó en recorrer a besos el cuello de la chica. Oía su respiración agitada, pues el oído le quedaba a la altura de la boca que, entreabierta, dejaba escapar ligeros gemidos y jadeos constantes. Mientras ella exploraba el torso de él, miraba sus fuertes brazos, acariciaba su musculatura...

De pronto él caía de rodillas. Sin alzar el vestido empezó a acariciarle las piernas. La parte inferior, aun sin formar todavía enteramente, mostraba recios gemelos y generosos muslos, acabando en anchas caderas.

Cuando las manos de él llegaban a la parte más alta, ella no podía contenerse y dejaba caer el vestido. Él, aún de rodillas, quedaba sorprendido al encontrarse de repente con la zona más íntima de la mujer. Al igual que en la cabeza, el pelo allí abajo era negro y rizado, aunque menos cantidad.

Al levantar la vista veía que ella tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, con la boca abierta y la respiración acelerada. Llevaba sus manos a las nalgas de él, mientras que las de éste acariciaban los senos y los pezones de la chica, ya de por sí endurecidos.

Volvía a llevar su atención al epicentro de ella. Gotas espesas resbalaban por muslo. Acercaba su boca y comprobó que el líquido tenía sabor salado, pero a él le parecía el más dulce de los manjares.

Sin saber bien qué hacer, empezaba a besar tan delicada parte de aquella anatomía femenina, y a la vez observaba las reacciones de la chica, atento a las partes que le ofrecían placer. Mientras deslizaba la lengua por un concreto lugar de la parte superior, el espasmo que recorría el cuerpo de su chica era tal que ésta se dejaba caer sobre un hato de paja apoyando la espalda en la pared. Se encorvaba, dejando escapar gritos de placer y apretándose con fuerza sus pechos.

Los escalofríos dejaban ya de atacarla, pero todavía seguía con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás, apoyada contra la pared.

Los gritos dejaban paso a un jadeo constante, y éste a respiración que empezaba agitada y terminaba relajada. Ya serena, la chica abría los ojos, miraba a su amado, sonreía y se abalanzaba hacia él, lo callaba poniéndole un dedo en los labios y cubría con besos el torso desnudo; se echaba sobre el suelo del granero, y acariciaba el pelo de su chica.

Cuando no quedaba milímetro de piel que sus labios no hubiesen besado, la chica deshacía el nudo que tenía el pantalón; apartaba los calzoncillos, dejando a la vista el pene, que durísimo se levantaba reclamando una atención que hasta ahora no se le había sido brindada.

Por un instante, la chica no sabía qué hacer, porque nunca había yacido con macho, y quedaba quieta, mirando el pene y su vello negro rizado. Luego de tragar saliva, se sentaba sobre él, y entre ambos lograban que sus partes se acoplasen. A partir de ahí, la sabia naturaleza les guiaba.

Por un instinto, empezaba a moverse rítmicamente, arriba y abajo, cerrando las piernas. Volvía el jadeo, volvía la respiración acelerada, y los gemidos volvían. Y los aullidos no tardaban en aparecer...

Por su parte, el chico le acariciaba los muslos y a veces, cuando los escalofríos recorrían su espalda, se aferraba a ellos con tal fuerza que los hacía sangrar, como comprobaban más tarde.

La hembra se tumbaba sobre el pecho del macho, tratando de recuperar el aliento. Su pelo cubría la cara de él, que la cogía suavemente de la barbilla y la besaba con una pasión inusitada.

La lengua de la chica asomaba por la boca del chico, e incluso tocaba su lengua, pero la retiraba, quizás asustada, quizás deseosa...

No obstante, en el momento de separar sus labios, la chica se demoraba unos instantes, cogiendo con sus dientes el labio inferior de su amante.

Éste creía que era el momento de cambiar los roles, por lo que cogía a la chica de la cintura y la ponía en el suelo, soplando un beso pícaro que hacía que él suspirase de placer, de inmenso placer...

Viéndola allí desnuda en el suelo lleno de paja, riendo maliciosamente con el pelo revuelto cayéndole en la cara, los ojos le brillaban y el pecho se agitaba al compás de una respiración acelerada. La piel de los pequeños senos, duros y turgentes, era nívea, como la del resto de su cuerpo, y creaba un extraño contraste con el rosado de los erectos pezones.

Aquel vientre plano daba paso a un sexo que mostraba sin pudor, con las piernas abiertas ofreciendo una fruta que nadie había probado jamás. Daba las gracias a los dioses por permitirle vivir ese momento, y los maldecía por no poder disfrutarlo día a día. Pero no era el momento para los dioses.

Volvía a penetrarla. Primero, despacio, buscando una postura idónea. Una vez ésta encontrada, las embestidas iban creciendo en intensidad y rapidez. A cada una, ella dejaba escapar un grito. Se mesaba el pelo, se pellizcaba sus pezones o llevaba una mano a la entrepierna de él.

Ambos llegaban al clímax al unísono.

Él, ahogaba un grito. Su espalda se encorvaba y se le erizaban los vellos de todo el cuerpo. Cerraba las manos con tal fuerza que, al abrirlas, tenía heridas en las palmas.

Ella, todavía tumbada, se incorporaba al llegar el placer. Con una mano se cogía al cuello de su chico y con la otra le arañaba de tal forma la espalda que le causaba varios hilos de sangre.

Besaba el cuello de su macho buscando sus labios; una vez encontrados, los besaba con una pasión irrefrenable.

Permanecían momentos así, separados por un milímetro. Las respiraciones agitadas se aleaban. Seguía ella con la mano en la nuca de su amante, y con la otra dibujaba formas abstractas en la ancha espalda. Él la abrazaba con fuerza, enterrando la cara en el pelo revuelto.

Sin dejar caricias, besos, abrazos, y promesas que sabían que no se iban a cumplir nunca, se quedaban dormidos.

En ese momento no imaginaban que esta no sería la única vez en que dieran rienda suelta al amor que desde niños los había mantenido unidos, aun los contratiempos pasados...



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:08 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri142


Se ponen a hablar de sexo
La pasada madrugada, Loli (la amiga ninfómana de Alex), el propio Alex (maricón), Fran y yo, en uno de los reservados de nuestra habitual discoteca, conversábamos entusiasmados acerca del sexo.

Comenzó Alex diciendo que hacía ya casi una semana que no le metían nada en su agujero, que ya era hora de culear de nuevo y que los que se ofrecían a él, no eran dignos para metérsela en el culo.

Yo confesé, sin rubor, que me la casco a diario. Y algunos días, dos o tres veces. Pero sin problemas. Todo el mundo debería masturbarse con frecuencia.

Loli, al loro, me miró a los ojos, divertida, incluso diría que le gustaba o le interesaba el tema. Me preguntó:

____ ¿Y si tuvieses pareja estable seguirías cascándotela?
____ Por supuesto que sí.
____ Sabrás entonces que eso es una manera más de poner los cuernos.
____ Pues tu papá está de acuerdo con él -medió Alex diciendo que el padre de Loli es psicólogo, especialista en el sexo.
____ ¡Mi padre está loco!
____ Pero los psicólogos ayudan porque saben lo que dicen.
____ ¡Y qué...!

Loli vuelve a dirigirse a mí.

____ Oye, ¿y por quién?
____ ¿Por quién qué?
____ ¡Qué por quién te la machacas!
____ Por todas. Más tarde o más temprano todas caen.
____ ¿Qué todas caen? Jaja -Loli sonríe sarcástica.
____ Sí, y en tu caso, me corro más rápido.

Ahora Loli sonríe sin dejar de mirarme a los ojos. Cual acto reflejo, empieza a rodear el vaso con el pulgar y el índice de su mano izquierda. No aparta la vista del vaso. Bebe sorbo y sigue mirándome a través de la curva del vidrio, sin dejar de rodearlo con esos dedos. “¿La tendrá así?”, se preguntaría para sí.

____ Y eso no es todo... –intervengo yo de nuevo.
____ ¿Qué no es todo? ¿Qué más haces? -preguntó de nuevo Loli.
____ ¿De verdad te interesa?
____ Interés, lo que se dice interés no es la palabra, sólo siento curiosidad y morbo.
____ Bueno, a veces pruebo el semen.
____ ¿El tuyo?
____ Y de quién si no.

Los ojos le bailaban a la ninfómana. Y Alex seguía expectante el diálogo.

____ Pues yo no lo pruebo, yo me lo trago -dijo Alex.
____ ¡Ahora o nunca! -añadió Alex, mirándome.
____ ¡Cierra el pico, maricón! -le dijo Loli nerviosa. Y, mirándome a los ojos, añadió-: oye, no sabía yo que tú eras tan morboso.
____ Pues ya ves... Ya lo sabes.

Alex hace entrechocar los hielos en su vaso. Miró a Loli y le dijo:

____ ¿Os dejo solos?
____ A Loli le encantaría –respondo yo mirando a Alex e intentando rozar por debajo de la mesa uno de mis muslos un muslo de Loli.
____ ¡La verdad es que sí! -exclamó Loli mordiéndose el labio inferior.

La voz de Loli sonaba líquida, lúbrica, como fabricada por el manantial de su clítoris. Dos ojos ninfómanos me atraviesan durante unos segundos eternos.

Se hace un silencio lujurioso. Alex se revuelve incómodo en su silla. Cupido dispara flechas de carne.

“Siento que estoy follándome a Loli, en un polvo mental”, pienso.

Y como mi polla está cada vez más dura, paso a la acción; cojo a Loli por la cintura, la empuji hacia el suelo y cambio el polvo mental por uno real. Me atrae hacia sí, cogido mi cuello con mi cinturón, y con una mirada que promete mil y un placeres; mientras Fran nos mira y Alex se masturba su flácido pene.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:12 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri143


Si aquella silla pudiese hablar…

Follar sentado en una silla, es una de las sensaciones sexuales más excitantes que se pueden experimentar. Y si además hay de por medio los sabrosos ingredientes de amor, deseo pasión, el acto se convierte en algo realmente sublime.

El traqueteo de aquella silla se añadía a los excitantes gemidos de los dos amantes. Chillidos daban un toque salvaje al concierto, a una performance sonora y visual. La hembra amante estaba clavada en la polla de su macho amante, sintiendo inmenso placer cuando él empujaba desde la silla.

Dominando completamente la situación el amante, los dos amantes querían gozar al máximo, fundiéndose en un maremágnum de puras sensaciones: amor, deseo, pasión, atracción, felicidad, sexo, animalidad...

Dos caras grandemente morbosas se reflejaban en los cristales de la ventana. Aquel pedazo de carne sin huesos entraba y salía en una hendidura vertical, a la vez que la mano del propietario de la carne pellizcaba los pezones de la propietaria de la hendidura…

Resulta difícil describir la excitación que la envolvía al verse su propia cara, llena de placer. Aquella polla y aquella mano maestra, la hacían sentirse en el cielo. El acto estaba a punto de llegar a su final. Aquellos dos sudorosos cuerpos se retorcían al unísono, mientras aquella silla-lecho seguía bailando sobre el suelo…

Jadeaban cada vez con más fuerza, una señal inequívoca de que estaba a punto de llegar una extensa e intensa corrida. El ritmo frenético que iba marcado el amante, anunciaba que no era dueño de los impulsos de su polla, incapaz de aguantar más aquella carga de leche que quería sumarse a la humedad de la cueva de su amante. Cuales animales se corrieron el uno en el otro. Era difícil escuchar los te quiero entre tantos chillidos, tantos jadeos, tantos sudores y tanta sensibilidad. ¡Uf, es que había sido un polvo monumental…!

La amante miraba al amante, pensando en cómo había comenzado los besos y las caricias en el ascensor; en cómo él le había frotado repetidamente el intríngulis de su triángulo por debajo de la falda y de las bragas; en cómo habían entrado a aquel cuarto a trompicones y sin dejar de besarse; en cómo habían ido perdiendo poco a poco la ropa, mientras se dirigían presurosos a aquel ansiado picadero, y en cómo había sido su sorpresa y el colmo de su excitación al ver una silla sola en el centro de aquel cuarto minimalista…

Y con todos esos pensamientos, más morbosos que otra cosa, un nuevo orgasmo la invadía. Pero, súbitamente, el macho amante llevaba lentamente su boca con la lengua fuera serpenteando hacia la cueva de ella. Pues sí, aquello no había terminado todavía...



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:22 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri144


Soliloquia porno dama caliente


Nunca me ha gustado escribir de porno, me gusta ver porno. Admito que no veo el punto de escribir sobre ello; bueno, no es que no lo vea, es que no se me ocurre el enfoque que le podría dar. Para mí, nunca ha sido un tema que requiera mayor atención o en el que repare para tratar de reflexionar seriamente sobre él.

Pues sí, soy una mujer, y me gusta el porno. Supongo que esto es algo que pueda llamar la atención, pero no veo el por qué.

Desde hace tiempo, las mujeres han sido absolutamente responsables de sus gustos sexuales, y el porno, para mí, es el más simple de todos ellos, porque, ¿qué es lo que se necesita para hacer porno? Simple: dos personas enfrascadas en hacer el amor frente a una cámara.

Creo que el porno es una herramienta que podría servir para la auto exploración de las personas, no sólo para masturbarse, sino también para conocer estilos, formas, lugares y sonidos que puedan proporcionar un mayor placer.

Lo porno causa curiosidad y expectativa, pero se debe tener cuidado. Hay estrellas del porno que simulan un orgasmo (en el porno tradicional nunca se repara en el orgasmo femenino) en situaciones que no pueden ser placenteras para las mujeres, teniendo en cuenta esto, en una pareja lo mismo de curiosa, se puede fabricar divertidos y gustosos momentos.

Para mí, el porno debe tener audio, y yo soy más fan del casero que del profesional, aunque es sabido que hay Compañías Pornográficas que les gustan producir porno menos pegajoso y más sensual. Pero yo soy mujer y no haría honor a mi sexo si de cuando en cuando no se me antojase “un algo especial”: cera caliente, fantasiosa felación, un cuningulus, un griego sin vaselina, tragar semen la pareja besándose, o cualquier otra cosa por el estilo.

No me gusta ver porno con mi pareja. Cuando en la tele ponemos algún canal con este contenido, es porque él y yo hemos empezado antes con nuestros besos y nuestros tocamientos en nuestras partes íntimas.

Imagino que el día que nos dediquemos a verlo, sería acompañado de palomitas y refrescos y toda esta actitud es para burlarnos. Lo que hacemos mi pareja y yo es hablar de nuestros hallazgos: vídeos, fotos de nuestros sexos, posturas nuevas. Dialogamos acerca de lo que se nos antoja en cada momento, detalles que luego los tenemos presentes a la hora de hacerlos nosotros.

Pero, entre mujeres, con ninguna de mis amigas he hablado de porno. Nunca. Sé y me consta que todas lo hemos visto, pero ni siquiera sé cuánto lo frecuentan. Sólo con una amiga, con la que no he tenido ningún contacto físico, porque vive en otra ciudad, he hablado de eso, y creo que es por eso, que las mujeres guardamos cierto decoro en cuanto a algunos puntos de nuestra intimidad. Con aquella amiga nunca intercambiaría vídeos, y supongo que será porque demostrarle a cualquiera lo que te excita es una información gratuita, y aunque el porno sea la cosa más simple del mundo, como un fontanero desatascando una tubería, o un mecánico reparando un coche o un electricista arreglando una avería de la luz, te deja muy vulnerable y te roba un poco de ti.

¡Bah, pamplinas! ¿Por qué y para qué hablar de la pornografía? Mejor verla, y todavía mejor, practicarla.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:33 pm





Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri145


Sueño y dolor  


Me llamo... bueno, mi nombre no importa. Sólo diré que soy uno que no le gusta llamar la atención y siempre quiero pasar desapercibido. No soy famoso, ni siquiera conocido, vivo solo, nunca tuve novia y nunca salí con una mujer, pero siempre tuve amigas, chicas que conozco de mi etapa de estudiante y ahora de mi trabajo. En mi permanente soledad he aprendido que hacer sexo no es como pensaba. Sensaciones nuevas me sacian de placer. La presencia ante mí de una mujer que tenga un fuerte carácter, enérgica, que me domine, me hace sentir una erección monumental y una calentura sexual en todo mi cuerpo.

¿Qué me ocurre?

Sueño con estar amarrado a una cama, dominado por una mujer con un látigo en mano la dando vueltas a mi alrededor, mientras ve cuánto sufro. Estoy sudando a mares. Ella coge un cordel y me lo ata los huevos. Me humilla, se ríe y se divierte con verlos morados, y, aunque siento dolor, mi inmaculada polla, por segundo se pone más dura. Las venas del prepucio cada vez más infladas anuncian una inminente corrida, aunque la mujer ni siquiera me toca.

Es una mujer guapa y con buen cuerpo. Sus tetas me fascinan, y su decidida voz a mi oído diciéndome que soy suyo, me hace estar en el Paraíso.

Y la realidad es que quiero ser suyo, que me domine. No quiero otra mujer, sólo esa mujer. Quiero permanecer con ella y que esta locura mía sea saciada. Me escupe, me flagela, me insulta, me pega, me humilla, me trata como a perro, o peor aún que a perro...

No quiero despertar

Ahora me encuentro en el Paraíso. Nunca había estado tan caliente, y tan deseoso de sexo de mujer. Este es mi padecer oculto que nadie conoce y que nadie conocerá nunca. Pero, ojo, que no estoy loco, estoy totalmente cuerdo.

Esta es la mujer que me sacia y con la que quiero estar el resto de mi vida. La veo mirándome con ojos rojos. Tiene pelo azabache, lleno de sexualidad. Y su peculiar indumentaria; cuero negro todo su cuerpo, tan ajustado, tan de aires dominadores que me domina enteramente, sin que yo, aunque pudiese evitarlo, haga nada por evitarlo.

No sé qué coño más quiere hacerme una vez más, sólo sé que soy un puto juguete en sus garras. Se agacha y me mira sonriendo, y con un simple soplido mi durísima polla explota y se corre.

Despierto. Todo ha sido un sueño. Pero sigo manteniéndome caliente con sólo pensar lo que acabo de soñar.

Ha sido tan real que sólo tengo un deseo:

Conocerla ya a esa mujer, y que me haga suyo de una puta vez para siempre.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:40 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri146


Tercera cita


Era nuestra tercera cita. Quedamos en el mismo hotel de las anteriores. Llegué antes. Abrí el jacuzzi y, mientras se llenaba, busqué en mi neceser la ropa interior elegida para la ocasión. Me desvestí y después comprobé la temperatura del agua. Me sumergí en el hidromasaje y cerré los ojos, imaginándome fantasiosamente lo que enseguida iba a suceder en aquella habitación.

Me moría de ganas por verle, abrazarle, besarle. Quería darle todo de mí para que cuando acabase la noche nunca me olvidase. Mi deseo iba creciendo a la par que mi imaginación, y empezaba a notar que el calor que sentía en ese momento no era debido al agua tibia que estaba recibiendo. Comprobé con el dedo que mi clítoris estaba al límite; aparté el dedo y me salí del jacuzzi. Me puse mi camisón negro y corto, mis botas negras, puse la tele, me tumbé en la cama y a esperar. Suponía que el tiempo pasaría de la forma establecida, segundo a segundo, minuto a minuto, pero los segundos y los minutos eran eternos, y mi ansia iba creciendo.

No había nada en la tele que me enganchase. Intenté dormir un rato. Nada. No me quedaba de otra que seguir esperando. Pero recordé que tenía que hacer una cosa antes que él llegase. En nuestra última cita le había pedido algo especial: esposas. Tenía ganas de jugar, pero pensé que no las iba a traer, así que yo las preparé. Iba equipada. Saqué de mi neceser dos pañuelos largos negros y los até a derecha y a izquierda de la cabecera de la cama.

De repente, sonó un golpe en la puerta. Era él. Le deseaba tanto que me parecía mentira que estuviese ahí, esperando a que le abriese. Abrí y fue algo instantáneo; nos fundimos en un beso y luego empecé a quitarle la ropa y, sin dejar de besarnos íbamos a la cama. Nos besamos hasta saciar, y entre beso y beso logré deshacerme de toda su ropa.

Al ver los pañuelos reía. Algo había imaginado, así que, voluntariamente, me dejó que atase sus manos a los extremos de la cama. Besé su pecho y, despacio, mi boca llegó a su destino. Con mi lengua jugueteé a mi antojo. Su excitación era palpable. Me decía que lo soltase, que quería abrazarme, tocarme, besarme, pero me negué. Aún no era el momento. Me arrodillé en la cama, ante él, y empecé a tocarme las tetas por encima de la tela. Llevé la mano a mi coño y corroboré que estaba a cien. Pensé, “¿por qué no quién lo impide?”. Así que, decidida, comencé a masturbarme. Me suplicaba que parase, lo soltase, le dejase hacer, pero yo seguía buscando mi placer, para después regalárselo a él.

Me gustaba provocarle de esta forma, y ver en sus ojos que no quería que le soltase. Le volvía loco verme así, y yo dispuesta me hallaba a volverle más loco aún. Seguía tocándome, pero él intentaba lamerme los pezones, yo con mi mano jugando en mi entrepierna, llevando el compás de mis gemidos y aumentando su deseo, hasta que alcancé el límite de mi propio placer y enseguida estallé, gozando al máximo de tan sublime interpretación.

Pensé al acabar en soltarle, pero aún no lo iba a hacer. Estaba segura de que quería tocarme, besarme, poseerme… y eso me excitaba más todavía, así que decidí seguir dominando la situación. Me senté encima de su polla y comencé a menearme hasta exprimirla. Sabía que estas cosas le excitaban a más no poder...

Disfrutamos los dos de su orgasmo. Pero, claro, llegaba la hora de soltarle. Y le solté, consciente de que era su turno y que tenía que dejar que hiciese de mi cuerpo lo que quisiese. Ese era el pacto. Así que me echó sobre la cama y me ató.


Y todo lo que ocurrió después, es él al que le corresponde contarlo


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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 7:52 pm


Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri147


Y la conocí casualmente


La despampanante morena de despertó, reminiscente y resacosa de una noche de libaciones y trasnoche. Negros ojos, mullidos labios carmesí y pezones purpúreos invitaban a gozar de un cuerpo cobre. Atrayente figura de la que no podía resistirme a lamer de nuevo sus erectos botones y beberme los líquidos que emanaban de su fuente.

Con lentitud ensayada, paseó su cuerpo mostrando su esférico culo, pellizcándose las tetas y lanzando miradas de esas de una sexualidad en ebullición…

El cansancio me podía, pero a sus evidentes encantos me rendía metiéndosela en su raja. Y de mi polla salía lo que tenía que salir, pero es de caballero de esto no hablar.

¿Era sumisa en la cama o a medida que la pasión la desbordaba se sentía una furiosa ninfómana con ansia por conseguir más y más?



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 8:14 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri148


¡Y qué cumplas muchos más!

Era ya de noche. Miraba él la hora en el reloj en una pared del salón. La ansiedad empezaba a invadirle. Se imaginaba el sonido de sus pasos, el aroma de su piel, el roce de sus labios sobre los suyos, y la calidez de su cuerpo apretándose contra el de él. Se levantaba del sillón y, apartándose de la mesa, caminaba hacia la puerta de la entrada y la salida de la casa. El ascensor se detenía. Retenía la respiración unos segundos y poco después cogía una bocanada de aire. Unos pasos se acercaban. El corazón le empezaba a latir con celeridad inusitada. Segundos eternos. Después, el sonido del timbre le hacía dar un respingo. Se miraba un poco en el espejo del pasillo, se acomodaba bien el cabello y después alisaba como podía su ropa. Sus manos, su cuerpo entero temblaban.


Trató de contener inútilmente los nervios, y después apoyó una mano, temblorosa, en el pomo de la puerta. La abrió, y allí estaba ella encaramada en sus altos tacones y mirándole sonriente:

____ Pablo, supongo.

Entre balbuceos, asintió y, sin dejar de observarla, la invitó a pasar: alta, morena, de facciones más finas que perfectas. Vestía abrigo de cuero negro que la cubría hasta las rodillas. Aunque así de cubierta, se perfilaban unas curvas perfectas.

____ Acomódate. ¿Quieres beber algo? -le preguntó, aún nervioso.
____ No, gracias –contestó y comenzó a mirarlo todo.

Recorrió el piso entero, como si estuviese en su propia casa. Él, sin saber qué hacer ni qué decir, sólo acertó a sentarse. Ella, se paró ante él y, dejando caer suavemente su abrigo, comenzó a moverse al compás de la música que sonaba.

Pablo, aparentando total tranquilidad, se sentó, pero ella, sin él percatarse, llevó su mano derecha hacia la entrepierna de él, para cogerle su excitado miembro viril. Se contorneaba como una serpiente en celo frente a los ojos de Pablo.

Poco a poco iban cayendo al suelo las prendas que cubrían su espectacular figura, hasta dejarla con el vestido más perfecto, y más suave: la piel. Sus grandes pechos terminaban en pezones rosados y duros, que se pellizcaba con el índice y el pulgar de su mano derecha, mientras su otra mano viajaba hasta el bajo vientre, rumbo al coño. Su dedo del corazón se encausó por los labios que llevan ese sabio motor que excita a toda mujer: el clítoris. Lo acarició despacio y suave. Pablo no podía ya más. Su instinto ancestral era tan perentorio que sin poder contenerse por más tiempo le dijo, con una lasciva sonrisa en los labios:

____ Estoy demasiado excitado y quiere hacer el amor ya contigo.

A lo que ella, acercándose más a él, le susurro al oído mientras le rozaba en la cara con uno de sus pechos.

____ Como tú quieras. Hoy mandas tú.

Le cogió de la mano, y él se levantó. Lo besó muy apasionadamente en la boca, y mientras lo hacía le iba sacando la camisa y después desabrochando el pantalón, que cayó como ave muerta al suelo. Manos expertas femeninas entraron dentro de los calzoncillos, y Pablo sentía la dureza que ya había anunciado. Intentó llevarla a su cuarto, pero no podía porque después de un profundo beso, siguió besándole el pecho, bajando al bajo vientre, que temblaba de pura y total excitación. Y eso a ella le encantaba...

Ya estaban los dos completamente desnudos. Entonces, ella se echó en la alfombra, y él encima de su cuerpo. Sus manos buscaban acomodar su verga erecta sobre el coño de ella, y ella, percatándose de la maniobra, la dirigía. El orgullo viril de Pablo sentía una humedad tibia. Torpemente movía su pelvis, una, dos veces..., y el elixir que da y crea vidas salía inundando ese pequeño túnel tan deseado. Ella sentía que la presión de él había cedido, y entonces tiernamente lo abrazaba. Él sentía que sus piernas perdían rigidez, lo mismo que turgencia su polla y, sin querer, una lágrima rodaba por su mejilla, todavía ruborizada. Por respeto y, en cierto modo, por cariño también, ella no quería mirarle.

Pablo quedó triste durante un corto espacio de tiempo, pero enseguida lo invadía una felicidad. Ella lo besaba dulcemente en la boca y le preguntaba después.

____ ¿Te sientes bien? ¿Quieres que me quede un rato más?

A lo que él balbuceó:

____ Sí, pero ahora quiero repetir todo de nuevo.
____ De acuerdo, pero déjame que esta vez te guíe yo.

Y de nuevo iniciaron el ritual que satisface y preserva la especie. Luego de pasada media hora, ella se marchó. Y él se fue al baño y se duchó y se vistió y, finalmente, encendió el monitor y puso su play. Al rato de eso, podía oírse una llave abriendo la puerta. Eran sus padres. No se percató de su presencia, pero sin embargo escuchó a su madre que le decía a su padre, casi en un susurro:

____ ¿Ves? Es un ángel. Ha estado todo el tiempo jugando con su play.

A lo que el marido le respondió.

____ ¿Por qué no preparas algo de cenar? –y, una vez que vio alejarse a su mujer, se acercó más a su hijo y le dijo al oído.
____ Feliz cumpleaños, campeón. Espero te haya gustado tu regalo.

Y él le respondió:

____ Me ha gustado mucho, papá. Ha sido sin duda mi mejor regalo de cumpleaños. ¿Y sabes algo? Ahora me siento completamente hombre.
____ Me alegra oírte decir eso, pero no olvides que sólo cumpliste 17. Aún te falta crecer y aprender más.

Y dicho eso último, padre e hijo se fundieron en un abrazo y se besaron repetidamente en las mejillas, a la vez que sonreían en forma cómplice.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 8:21 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri149


Pecado en mis sueños

Acababa de comenzar el día, pero yo llevaba ya más de una hora tumbado en la arena de la playa contemplando cómo el sol era un ardiente globo, y las grandes ondas del calor que irradiaban la tierra eran casi visibles.

Al sentir la agradable caricia del Astro Rey quedé convencido de que, el precipitarse sobre la Tierra, era como si el huevo de la Creación hubiese sido lanzado esperando que el cascaron se rompiese y así pudiese dar paso al comienzo de la vida.

En aquella playa paradisiaca estaba completamente desnudo, recibiendo mi cuerpo los rayos del Sol, y sólo rompiendo el placer del silencio unos balanceos de las aguas al batirse con la arena.

Al tratar de encontrar la continuación de mis sueños, y delante de esta sensación de placer, mi mente se inició a dar vueltas en el pasaje de la odisea. Circe dijo a Ulises: “primero te saldrán al paso las sirenas; esas encantadoras sirenas que fascinan a los hombres que se acercan a sus costas. ¡Desdichado el imprudente que se detenga a escuchar sus cantos!”.

Pero más allá de mi sueño de pecado, se extendía la realidad del mar, cuya agua se hacía cada vez más azul, y todo parecía tranquilo, salvo un suave oleaje. Y mis ojos contemplaban aquel lugar solitario, para después mis sentidos volver a la oscuridad que me ofrecían los sueños, que eran los de una isla solitaria, donde una indígena joven, de poca estatura, pelo color caoba y más nívea que sus otras compañeras, paseaba por la playa. Vista por delante, parecía estar desnuda, pero su sexo estaba cubierto por un pequeño triángulo de tela, mostrando sin pudor sus duras nalgas y sus redondos y perfectos pechos.

Era tentador arrinconar a los miedos a los cantos de las sirenas en aquella desierta isla, y estarán de acuerdo conmigo en que, a través de mi sueño, tentado me sentía de abandonar esta cínica vida y a través de mi morboso sueño lanzarme al espacio cósmico, pasando a un desconocido, pero cálida vida del placer.

Y no era la primera vez que el placer de un sueño llamaba a mi puerta, pero sí era la primera vez que creía lógico sustituir algunas normas de una sociedad fingida por las normas de la Naturaleza. Lo que ocurre ahora es que las relaciones sexuales, en conjunto están estrechamente ligadas a la necesidad biológica de trasmitir la vida, socialmente mediatizada, por la obligación capital de asegurar la reproducción.

Sin embargo, creo que la liberación del morbo a través de los sueños corrobora que la Naturaleza está por encima de las represiones a las que nos someten y que esto conlleva que la Madre Naturaleza no entienda de credos y no pueda evitar que los fantasmas sexuales se conviertan en una auténtica revolución contra la sociedad represiva en la que vivimos.

El interrogante de lo prohibido iba robándome los sueños, pero poco después tuve la respuesta merecida al pensar de nuevo en mis maravillosos fantasmas sexuales; en ellos volvía a ver aquella playa y aquellas muchachas, las cuales permanecían tan esbeltas como antes.

Al ver sus vaivenes, que tan pronto se inclinaban como se incorporaban, reconozco que maliciosamente, y deliberadamente también, sólo esperaba que se les partiesen las cintas que sujetaban los triángulos de tela.

Imagino quedarán ansiosos por saber lo que me aguardaba a través de mis sueños. Pero tengo que decirles que cuando no se tienen canas, es una cosa, pero cuando aparecen las primeras nevadas en la cabeza, es muy diferente, y tengo que aclarar que ya no soy joven. Ahora, deben tener en cuenta que, hasta cierta edad, la Madre Naturaleza sigue siendo bondadosa.

Bueno, seguiré contándoles al detalle mis sueños.

Eran tres veces que pasaban las muchachas junto a mí, hasta que la que me cautivó a primera vista no tardó en sentarse a mi lado.

____ Le invito a un lugar más fresco -me dijo.

El camino se dirigía hacia el monte. Ella saltaba ágilmente y yo la seguía hasta llegar a una elevación. Vi una verde y jugosa hondonada, cuya gruesa alfombra de yerba estaba rodeada por tallos de platanales, y sus anchas hojas formaban un umbroso dosel. La muchacha se sentó en la yerba cruzando las piernas, quedándose en mini tela, tentadoramente descubierto su sexo, que hacía preguntarme si era consciente de sus dotes de seducción.

Exánime por un deseo contenido, me cubrí los ojos al sentir la erección que aquello me producía.

____ Puedo preguntarte cuándo tuviste amor por primera vez con macho?
____ ¿Amor corporal?
____ Bueno, si así lo quieres llamar...
____ Bueno, diré que por el simple placer de la aventura.
____ Eres fantástica. Nunca había escuchado nada semejante.

Me gustaban sus respuestas y seguía la conversación hasta que surgían las palabras que facilitaban su sentimiento que, sin el menor signo de turbación, me permitiría ir con ella donde otro no iría. Así que acepté con placer acompañarla.

____ ¿Adónde me llevas? Supongo que no será lejos.
____ ¿Aún tienes miedo de mí?
____ No, pero temo que mis sueños puedan desvanecerse.
____ Vamos de nuevo a la playa.

El agua de la cerrada laguna, que habíamos dejado atrás, era tranquila y llana, pero nos fuimos hacia un islote solitario, donde el mar se extendía, sin horizonte ni fin.
____ ¡Esto es realmente impresionante!

Se dejó caer sobre la arena y extendió su cuerpo bronceado, para quedarse tendido con la cabeza apoyada en sus manos cruzadas. Y yo me senté a su lado. Una suave brisa se introducía entre mi bañador, ventilando mis partes aumentadas.

____ ¿Has traído aquí a alguna de tus conquistas?
____ Sí algunas, pero siempre en sueño. Vamos a bañarnos y así veré que tú no eres un sueño.
____ ¿A bañarnos?
____ ¡Sí, el agua está estupenda! Te sentirás mejor y te ayudará a bajar la calentura de tus tentaciones.
____ ¿Te gustaría que me bañase desnuda? -me dijo, sonriéndose pícaramente.
____ Bueno... Estamos solos y prometo no mirarte.

Bajé corriendo alegremente hasta la orilla del mar, a la vez que pensaba que ella iba a zambullirse de cabeza en el agua, pero se detuvo, se llevó las manos a su sexo y vi cómo se quitaba el triángulo de tela.

“Qué hermosa criatura”, pensé al verla tirar la prenda por encima de sus hombros y permanecer erguida frente al mar, como una espectacular estatua. Y acto seguido, entró al agua.

Poco después se hundía permaneciendo cierto tiempo así. Inquieto por su tardanza me sumergía en las verdes honduras. Y podía verla entre las brillantes formaciones del fondo del mar, donde todo era como un extraño planeta con unos movimientos retardados. Se alejaba nadando hacia la playa y, sin ponerse de nuevo el triángulo, se extendía sobre la arena.

____ ¿Estás cansada? -le pregunté.
____ No, voy a disfrutar del gozo que me ha proporcionado el mar.

Mentía al no confesar que su gozo era causado al no poder olvidar que alguien del sexo masculino la esperaba al lado de ella.

Al contemplarla tendida en la arena, debo reconocer que el agua no había aliviado mi calentura, y al abrir ella los ojos me veía arrodillado a su lado, omitiendo que me encontraba completamente desnudo.

Sí, desnudo y dispuesto al amor. Había llegado el momento deseado. Lo peor era la tribulación continuada que había precedido a esta esperada oportunidad.

Mientras miraba su imagen, me preguntaba por qué no la besaba en la boca, y así calmaría con besos el dolor que me estaban originando sus empinados pezones. No tardé en entrar en acción, y ella comprendía que no podía soportar su situación un segundo más, pues todos los órganos de su bella anatomía estaban a punto de estallar, y que, si yo no cesaba en mis besos, chillaría o haría una locura.

Hay quienes piensan que, en una relación sexual, la ausencia de ternura disminuye el placer. Pero esto sólo sucede a partir de una determinada edad, que es cuando la excitación de la pubertad ha pasado y ya se ha establecido cierto equilibrio de las emociones sexuales.

Resulta penoso oír hablar de la repugnancia nacida de un mundo que prohíbe esta necesidad de amar, o aviva el insaciable deseo de contactos extraconyugales; pero yo diría: '¡qué feliz azar es el amor!

A veces, pienso que no existe otra realidad inmediata, otra humanidad tangible que la caricia de una carne femenina, la suavidad de su piel o la tibieza de un beso. Creo que nada más, pero ese ‘nada’ se abre sobre una totalidad que ni una vida eterna en el cielo podría compensar.

Si, reconozco que es superior a mis fuerzas, y el deseo es cada vez más exigente. Sé que se trata de un simple sueño. Pero el dialogo no es sino una sola idea que todos tenemos en común y a cuya realización sólo llegaremos a través del sueño.

Sé que no me amas, porque sé que no amas a nadie que no sea a tus propios deseos. Y yo soy como tú, así que ámame.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 8:55 pm



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De mujer a hombre



Dejemos que la simetría de nuestras hechuras nos sorprenda. Mis pechos son una prolongación de los tuyos. Mi carmín estalla en tu cuello, dejando una marca de millones de suspiros. Mis caderas aladas vuelan entre tus labios, y ambos sabemos dónde, por fin, encontrar nuestro alimento recorriendo latitudes cercanas…

Ternura de mujer envuelta en suaves tiras de seda. Curvas amigas que se acortan. Rutas serpenteando hacia la embriaguez de mi olor natural de abajo. Enredado entre nuestros pelos el placer de nuestras intimidades. Retardando el final con una lentitud de sensaciones. Entrecortando nuestros latidos, para después esparcirlos, calientes, encima y sobre nuestras pieles amantes…



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 9:25 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri151


A reina muerta, reina puesta

Nunca la engañé y nunca le fui infiel, pero estaba tan despechado que sólo quería vengarme. Me abandono, más tirado que una colilla me dejó. Mi trabajo en la calle, mis tareas como amo de casa en mi casa, esa necesidad de concentrarme en una relación tan tormentosa y esa mierda que disparan las mujeres cuando te quieren fuera de su vida, me tenían completamente trastornado. No había sido mi primera novia, pero estaba enamorado de ella.

Pasada una quincena de nuestra ruptura, una noche de viernes me animaron dos amigos a salir, a dar una vuelta. Sí, esos amigos que nunca fallan en estas ocasiones en que sólo bebes hasta echar la primera papilla. Me llevaron a un cabaré. Cuando entramos, se nos aproximaron tres chicas ataviadas con diminutas tiras de tela que apenas les cubrían las tetas y el coño. Mi pena se escondía bajo aquellas curvas que aturdían mi libido. Pedí Chivas, endulzándolo con la compañía de aquellas bellezas. Mis amigos pagaban los alternes de ellas y mi Chivas, con tal de verme a gusto con la chica que yo había elegido

Mi chica era bonita, pero le sobraba maquillaje, el cual, sumado a su pelo teñido a rubio, la convertían en una típica de cabaré. Intentaba hablarle, pero la música y sus besos ávidos de propina lo impedían. Finalmente, me dejé llevar acariciándole sus operadas tetas y su redondo culo, como me gustan a mí. No tardamos en pasar a un reservado ante los acompasados gritos y silbidos de júbilo de mis amigos, ebrios como yo, que ya estaban explorando el mapa corporal de sus acompañantes.

El servicio privado que había pagado, ella lo ejercía en el mismo cuarto donde vivía. Era poco ordenada, había bolsos y ropa por todo rincón. En el espejo de su baño, había una foto de un niño y una pegatina de Brad Pitt. Generalmente, nunca entro en esas cosas, pero quizá el alcohol me llevó a preguntarle por la foto. Me dijo que era su hijo y que lo había parido a los 16 años. El papá del bebé huyó apenas supo del embarazo, y ella sola tuvo que conseguir dinero para sí, para su hijo y para su mamá que era la que cuidaba del niño. Una amiga, también cabaretera, la había llevado a ese cabaré. Dos años ganándose la vida a costa de llenarse el buche de bebidas porcachonas y de servicios privados. No sabía porqué, pero empezó a caerme bien. Quizás por pena, o quizá por mi relación, hecha añicos, la traté con delicadeza, incluso con cariño de verdad.

Nos acostamos completamente desnudos, y calientes empezamos a besarnos con pasión, como dos novios. En absoluto se cortó y bajó hasta mi entrepierna, para hacerme una felación de campeonato, apretada y húmeda. Hacía un sonido con la lengua que me excitaba mientras me la chupaba, a la vez que “acariciaba” mis huevos con sus largas y afiladas uñas. Recordé a mi ex y a lo que le costaba hacerme sexo oral, pues pasaba de ello, la muy zorra.

Y llegó mi turno: la puse boca arriba y comencé a lamerle las tetas, grandes y con pezones erectos, en las que pude ver marcas de la operación. Nunca había gozado de tetas operadas. Bajé hasta su cueva, y allí olía a un olor disímil; una mezcla de la calentura sexual del momento y de las horas que llevaba en el cabaré. ¡Pero qué coño! Había pagado buena pasta cómo para no degustar lo que me ofrecía aquella belleza. Así que, lengua a destajo en su clítoris. Le lamí los labios vaginales. Ella, sin poderlo evitar, arqueaba la espalda de placer. Hasta que me puso el forro y se la metí. Lamía mis tetillas mientras follábamos. Primero, perro; ¡qué lindura de culo! Aun las estrías era un grandioso culo, en el que podía cabalgar a mi antojo y a mis anchas.

Sentía pena por los chillidos que emitía, pero estaba tan enfrascado en mi faena, y tan a gusto y tan caliente, que no paraba hasta ametrallarla. Pero no podía descargar por tanto alcohol ingerido, resistiendo estoica mi verga. Pero minutos después, triunfé y después me eché de lado en la cama.

Se pegó más a mí y nos quedamos medio dormidos. Sólo recuerdo que le pregunté si le había dolido el culo, me respondió que sí pero que le mereció la pena porque el orgasmo experimentado no lo había tenido nunca, ni tan siquiera con el padre de su hijo, del que pensaba estaba enamorada y que la satisfacía en la cama. No le respondí a eso, ni alardeaba yo de macho ibérico. No es ese mi estilo, nunca lo fue...

Al día siguiente, asustado desperté en su cama. Miré a derecha e izquierda y ella no estaba. Era mediodía. “¡mi negocio!”, pensé. Se había desmaquillado, lo que la hacía más preciosa aún. Me había preparado un copioso desayuno. Mientras daba cuenta de él, me contaba que me quedé frito y que pensó despertarme, pero que me veía tan plácido y tranquilo que desistía. Añadía que yo le había contado mi reciente separación y que ella lloraba durante mi relato.

Luego bajó a la sala, que igual tenía que mentir por esconderme. Estaba ya libre de resaca y quería irme, pero me dijo que podía quedarme con ella, que no empezaba a trabajar hasta las diez. Me agradó su oferta, así que me tumbé en el sofá. Se percató de que tenía frío y tiró de manta y se echaba junto a mí, besándome en las mejillas y, abrazados y hablando, nos quedamos unas cuantas horas...

Nos levantamos del sofá a las seis y media. No podía creerme la aventura tan loca que estaba viviendo. Pero me sentía feliz. Y a ella también la veía feliz. Hablamos de muchas cosas; de sus sueños, de su hijo, de su ex, de mi ex… Le sugerí que cambiase de trabajo. Le prometí buscarle uno “más apropiado”. No me quiso aceptar ningún dinero extra por sus atenciones ni por el desayuno. Su respuesta fue que ya era mi amiga, lo cual me agradó. Finalmente, nos despedimos con un tierno beso y un no menos tierno abrazo…

Ya en mi casa, me hallaba bastante nervioso; no podía dejar de pensar en “mi guapa cabaretera”. Empero, me evadía metiéndome en mi correo para leer mis nuevos mensajes. Tan enfrascado estaba en ello que no oí el sonido de mi móvil. A la segunda llamada, al fin. lo cogí. Era mi ex, que quería hablar conmigo, que quería que la perdonase...

Pasada una semana de mi salida nocturna, volví con mi novia y a la vez empecé una relación con Soledad, que así se llama “mi rubia”. Pero, días después, terminé con mi novia y me traje a Soledad a vivir conmigo a casa. Tenemos un hijo en común, más su hijo, al que también quiero y protejo como si mío fuese.

Actualmente, Soledad trabaja en su propio local de peluquería, cosmética y belleza para señoras, y yo sigo con mis negocios.


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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 10:00 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri152


Aunque parezca real

Vibra reiteradamente mi móvil. Miro, nerviosa, la pantalla. Es él. Llevo toda la tarde y buena parte de la noche esperando su llamada, a pesar de que sabía que siempre solía llamarme a la misma hora. Cierro los ojos y dejo a un lado el móvil, y así me hago de esperar durante unos segundos antes de cogerlo de nuevo.

____ ¿Sí? –contesto, disimulando mi impaciencia.
____ ¿Estás preparada? –me pregunta, dejando escapar una sonrisa.
____ ¿Preparada para qué? –me hago la despistada.
____ Eso tendrás que comprobarlo tú.

Comienza nuestro juego

[size=13]Le pienso a lo lejos. Todas las noches el mismo juego. En el mismo lugar. Es extraño. Todavía no soy capaz de ubicar ese lugar, y parece que todos mis sentidos se clavan en el sitio haciendo que el resto del mundo se apague hasta desaparecer.

Aun tenue, puedo escuchar sus sonrisas, sus relucientes sonrisas. Sus labios señalan una línea perfecta, una línea que encaja como una pieza de puzzle, con sus dientes, inmaculadamente blancos.

Empieza a caminar lentamente hacia mí, fijando sus oscuros ojos en los míos. Puedo percibir un cosquilleo que comienza a recorrer mi estómago, bajando hasta pararse en mi entrepierna, y concentrándose en mi coño.

____ Venga, demuéstrame cuánto deseas mi cuerpo –ya frente a mí susurra, sin apartar su bella sonrisa de su pícaro rostro.

Le correspondo brindándole la mejor de las mías. Mis manos empiezan a deslizarse sobre mi apretada blusa, lentamente desabrochando cada botón y dejando al descubierto las tetas, aprisionadas en un sujetador rojo, una talla menos de la que realmente uso, haciendo que gran parte de ellas sobresalga por encima de éste. Sé que esto le pone cachondo.

Termino de quitarme la blusa y la tiro hacia él; la coge al vuelo con ambas manos; la lleva a la nariz, la huele cerrando los ojos, embriagándose del olor, desliza la lengua por los labios antes de volver a mí. Me recorre con la mirada. Puedo sentir la lujuria bailando en sus verdes ojos. Me doy la vuelta y le doy la espalda. Pongo mis manos en mi culo y lo acaricio, haciendo que mi minifalda roja se suba, dejando a la vista un diminuto tanga rojo, y que parece estar adornando mis respingonas posaderas.

Juego con mis manos acariciándome la suave piel, subiendo ambas por mi espalda a la altura del sujetador para coger el broche y desabrocharlo. Me lo quito y lo dejo caer al suelo, a la vez que me contoneo con unos movimientos incesantes.

Me doy la vuelta hacia él, tapándome las tetas con las manos. Me las acaricio y me pellizco los pezones, me vuelvo a contonear, y él se embelesa. Voy dejando que se vayan viendo mis ya duros y puntiagudos pezones.

Suelto una de mis tetas, dejándola a su vista. Bajo la mano por mi cuerpo a través de mis carnes desnudas, deslizándola por los muslos hasta llegar al final de la minifalda. Meto los dedos por el borde y cojo la tira del tanga, jalando hacia arriba. Noto cómo se va mojando la tela como un riachuelo que se concentra entre mi entrepierna y se torna en corriente y humedad.

Lo recorro con la visión de ojos lascivos, hasta dejarla quieta en su paquete, y sigo tirando de la tira del tanga. Me cojo uno de los pezones, retorciéndolo de un lado a otro, me lo llevo a la boca y lo lamo y después me lo pellizco hasta que se me escapa de los dedos. Muerdo mis labios imaginándome que es su largo, grueso y duro miembro esperando para entrar en mi cueva, algo que hace que me humedezca más aún.

Levanto la vista y le veo sonreír. Sabe bien que lo que más deseo es sentirlo dentro de mí. Se baja las manos hasta el bajo vientre y se mete una de ellas dentro de la bragueta. Ahora puedo distinguir a través de la ropa cómo se coge la polla con una mano, le echa sus propias salivas y la masturba, y con la otra mano se quita los calzoncillos y los pantalones, sacándoselos lentamente.

____ ¿La quieres para ti?

Me pregunta con voz entrecortada, mientras se sigue masturbando.

Asiento. Estoy demasiado caliente para poder hablar. Meto las manos debajo de mi minifalda, me cojo el tanga y me lo bajo hasta las rodillas, soltándolo y dejándolo que caiga. Me subo la minifalda y me doy despacio la vuelta, poniéndome en pompa, apoyándome con una de mis manos en la pared y la otra mano la llevo a mi vagina, y me meto hasta el fondo tres dedos. Ya no puedo aguantar más. Tan caliente, y tan mojada estoy que hasta los dedos se excitan.

Camina hacia a mí, hasta detenerse detrás mía. Siento su verga rozando mi culo. Me coge de los sobacos, me susurra palabras sucias, pero, aunque no las escucho bien, vuelvo a asentir y meneo velozmente mis dedos dentro, masturbándome, haciendo que la respiración se me acelere hasta dejar escapar un quejido que pasa a rugido. Y no uno solo, los rugidos se van sucediendo.

Pasea deliberadamente su polla en mi culo, acariciándomelo con ella. Se para en la entrada, listo ya, empuja despacio, haciendo que entre con dificultad, debido a mi estrecho e inexperto culo. No puedo evitar sentir un dolor placentero, a la vez que un lujurioso placer.

Con una de sus manos acaricia mi espalda, y la otra se coge a mis caderas. Con fácil movimiento me la mete hasta el fondo. Grito y araño la pared y me estremezco de dolor, y también de gusto. Él se hace hacia delante hasta quedar a la altura de mi oído, que me susurra si me gusta lo que me está haciendo, con voz entrecortada y lleva su cadera hacia atrás sacando parte de su polla de mi culo.

No podemos evitarlo, me mete la polla otra vez haciéndome gritar de nuevo.

“¡No seas malo!” -exclamo, en forma de cariñoso reproche.

Sonríe echando la cadera hacia atrás haciendo que toda la polla se salga de mi culo. Me coge la mano que tengo sobre el coño y la aparta. Cedo, apoyándome ahora en la pared.

Aprovecha para pasar su mano por mi coño. Luego, acerca un dedo a mi boca. Lo lamo saboreando el sabor de mis propios jugos. Él también lo lleva a su boca y yo lo miro mientras lame cerrando los ojos de mi sabor disfrutando.

Se coge fuertemente de nuevo la polla y me la aproxima a los labios de mi vagina; empuja, dejando parte dentro, apartándola después. Ahora empuja más, quedando completamente dentro de mí. Los dos lanzamos rugidos, casi al unísono.

La siento durísima dentro, como si fuese una barra de acero, pero no la mueve. Me impacienta. Empiezo a mover las caderas y escucho cómo él ríe. Río con él. Le gusta volverme loca.

“¡Penétrame ya!” exclamo súplicante.

Es entonces que no tarda en mover sus caderas, haciendo que su miembro me entre y me salga rápido, lento, lento, rápido. Se aferra fuertemente con las dos manos a mis nalgas, moviéndome a su antojo. Él manda. Con unas entradas y unas salidas cada vez más profundas. Nuestras respiraciones se aceleran a mil, hasta el punto de no distinguir entre gemidos o rugidos. Nuestros cuerpos se unen en uno solo.

Estamos al filo de un orgasmo. Me cojo con fuerza a la pared, a la vez que noto cómo me coge fuertemente de las caderas. Liberamos todo el placer juntos en un prolongado e intenso rugido, más prolongado e intenso que el anterior, llegando a una clamorosa corrida; yo antes, y a pocos segundos él.

Nuestras respiraciones se normalizan. Miro en derredor y veo que estoy sola. Como cada noche. Aunque parezca tan real, centenas de kilómetros nos separan

¡Cómo ansío que regrese a mi lado!

____ Mi vida –me dice, con la voz entrecortada aún.
____ Dime, cariño –contesto, tratando de disimular mi tristeza.
____ Te quiero –puedo notar nostalgia en su voz.
____ Y yo a ti –respondo.

Y después de tanto amor y placer, lágrimas van cayendo sobre mis compungidas mejillas, las cuales se van secando solas al pensar que al día siguiente y a la misma hora, las mismas escenas van a ser las protagonistas de mi tarde. Y así todas las tardes...



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 10:05 pm



Sólo escritos eróticos - Página 5 Escri153


¡Va por ti, estúpida Rebeca!

Aquel verano había empezado con muchísimo calor, y los extranjeros venían en masa y en tropel a pasar sus vacaciones en el pueblo costero donde vivíamos mis padres, mis dos hermanos mayores y yo.

Sí, no era capaz de dejar de pensar en Rebeca y en lo que podía haber sido y… caca. Mis amigos siempre intentaban animarme, pero me oprimía en mí mismo y no me apetecía nada. Había dejado de creer en todo. Pero una noche de viernes venían tres amigos a mi casa a invitarme a que fuésemos a tomar algo. Habían inaugurado una discoteca. Insistían y, más por ellos que por mí, accedía. Mientras esperaban en mi cuarto, jugando a la play, me duchaba y me vestía sin ganas, pero, en un súbito ataque de conmiseración, pensaba que ya era hora de reaccionar y disfrutar.

La discoteca se llamaba Lucifer, y su decoración iba en consonancia con su nombre; era tenebrosa. Todas las camareras iban vestidas y maquilladas como los vampiros. Había allí bebidas extrañas, pero lo más importante para mí era que el local estaba lleno de chicas, y yo necesitaba conocer a alguna que me hiciese olvidar a Rebeca, al menos esa noche. Así que mientras ellos se iban a los aseos a empolvarse la nariz, oteaba el horizonte y divisaba un grupo de tres lindezas, sentadas y hablando entre ellas en uno de los oscuros y lúgubres sofás que allí había. El problema era que éramos cuatro, pero lo solucionábamos. Uno de mis amigos, el más enganchado a la coca, estaba a tope, ya que había estado metiéndosela incluso en mi casa, y en la discoteca bailaba solo frenéticamente. Eso hacía que fuésemos tres, lo mismo que aquel trío de carne guapa, lozana y fresca.

Aquellos tres cañones eran sevillanos. Tenían 18-18-18 (hasta en edad coincidían), y ya estaban con el puntito, y también yo me afanaba en llegar a sus cotas, pero la verdad es que era el menos bebedor de todos mis amigos.

La charla terminaba derivando en el sexo, y en el sofá había dos chicas que habían catado ya polla, menos una, ni yo coño. Algo que me venía de perla, porque mis hormonas estaban aullando tanto que temía que causasen un escándalo.

La aún no desvirgada se levantaba -Triana de nombre-, caminaba hacia la barra a pedirse un licor. Era guapa, salerosa y con buenas hechuras. Tenía un pelo negro, cayéndole sobre la espalda, y sonrisa seductora. Mientras pedía su licor, sus amigas me decían que me fuese a acompañarla. No me lo pensaba, rápidamente me iba en su busca, y antes de que pudiesen servirle en aquel tumultuoso gentío lo que había pedido, ya la había invitado yo a su consumición y a darnos un paseo por la playa.

Caminábamos descalzos en la arena, Triana me contaba que estudiaba la carrera de Periodismo y que sacaba buenas notas. Y también me decía que no tenía novio, lo que no me importaba porque lo que yo quería era comerme su carmín, y así tratar de olvidar y de hacer crecer mi autoestima. No pretendía alcanzar el cielo, pero al menos quería superar el nivel del mar.

Le cogía la mano para ver su nivel de resistencia, apretaba la mía, lo que hacía que me lanzase, la acariciaba y nos besábamos en la boca. Sus besos no eran tímidos, y seguro que esperaba ese momento tanto o más que yo. En la arena había mucho “polvo” y, como la cosa estaba poniéndose demasiado atrayente como para seguir nuestra fiesta allí, nos fuimos a su hotel. Estábamos a tope de lívido. Esa noche iba a darle la primera oportunidad a mi amiga inseparable: mi polla.

Una vez en la entrada de su habitación, nos abalanzábamos y nos besábamos hasta llegar a la cama. Me echaba, y ella se ponía a mi lado y seguíamos besándonos y, de vez en cuando, dejaba salir gemidos, y sólo con esto sentía placer. Se oía solamente el sonido de nuestros besos. El deseo se estaba poniendo tan insistente que mi boca empezaba a trabajar, aun mi inexperiencia.

Besaba su oído, envolviéndome el aroma. Mientras me desabrochaba la camisa, ella se desnudada de cintura para arriba y como no usaba sostén, aparecían briosas dos astas, que toreaba haciendo de capote mi lengua, y a todo esto alternando pezones con boca. Y sus astas no eran sordas ni bobas, así que, al son de mi música corporal, se empinaban como soldados en desfile.

Tras usar mis dedos para estimularle los pezones, daba el paso a algo más húmedo. Con la punta de mi lengua describía círculos por el contorno de las aureolas de sus erguidas tetas, haciéndolos cada vez más pequeños, hasta aterrizar de nuevo en los pezones, que lamía y a la vez le daba pequeños mordiscos...

No quería dejarla insatisfecha. Llevaba desde los 17 viendo vídeos porno y todos los detalles que aprendía quería aplicarlos ahora. No me atrevía bajar mi lengua hasta su triángulo, y tampoco creo que hubiese hecho malabares allí esa noche. Con la experiencia sexual adquirida en vídeo sabía cómo regar el jardín de una mujer, pero no me atrevía a sacar la manguera.

Pero todo eso forma parte de un pretérito próximo, cuyo podría hacerlo realidad en el presente, y más siendo yo uno de los protagonistas.

Mientras compartíamos salivas y nuestras lenguas jugueteaban, sentía mi polla más dura que acero, y cuando ella empezaba a tocármela por dentro de la bragueta, mi excitación era de oreja y rabo. Quería que me sintiese dentro del todo, me moría de ganas por eso...

Se tumbaba boca arriba y yo encima de ella. Seguía besándola. Se frotaba contra mi polla endurecida y pidiendo a gritos que la follase. Una excitación se apoderaba de todo mi cuerpo, y cuando veía su sonrisa picarona, más ansia tenía mi canario por entrar en jaula ajena. Nos desnudábamos por completo y después de ponerme un condón, se la metía despacio, mientras su mano la guiaba. No me costaba ponerme el condón, porque ya me había masturbado con uno, simplemente por probar.

Pero aquello era real. Movía mis caderas hacia adelante y hacia atrás, procurando dejar inerte el resto del cuerpo, para no entorpecer. Me rodeaba con los brazos, y movía su cintura al mismo ritmo que la mía.

Su boca permanecía en la mía, devorándonos. Me costaba alcanzar el tan deseado clímax, pero cuando al fin sentía que me venía una electricidad que recorría todo mi cuerpo y que finalmente desembocaba en un fuerte calambrazo, era entonces que sabía que había nacido para fabricar subestaciones eléctricas.

A veces resulta fácil olvidar penas con el sexo, porque el sexo es la herramienta más aparente para eso, aunque momentánea sea.

Una vez finalizado el polvo (para mí, el polvo el siglo), permanecía encima de ella, con mi polla aún dentro de su coño, pero decreciendo, perdiendo turgencia.

La realidad de todo aquellos era que los dos acabábamos de perder la virginidad. La expresión en la cara de Triana decía que quería mucho más de lo mismo, aunque fuese en otra ocasión. Yo también quería más de lo mismo. Y, claro, más de lo mismo lo repetimos. Y lo repetimos… hasta, finalmente, hacernos pareja.



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