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Sólo escritos eróticos

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Sólo escritos eróticos - Página 7 Empty Re: Sólo escritos eróticos

Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:41 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri179


Por fin me hacían mujer


[b]Siempre había creído que cuando se tienen relaciones sexuales son uno para siempre, era un mito, y lo corroboré en mi primera vez.

Nos conocimos meses atrás, pero la atracción era demasiado grande en los dos. 5 de las 6 citas acababan en un NO follar por mi parte. No podía, todo me recordaba un pasado oscuro en el que había vivido mucho tiempo de mi madre, e incluso de mi abuela.

Pero ¿qué puedo decir del pasado? Hasta hoy me tiene atrapada en sus garras con un sabor a droga, con ojos humeantes de pasión y con lengua verdosa de mentira. Era casi una niña, pero me había ‘tocado’ mi padre, y me había quitado un mucho de mi inocencia. Nunca le vi más, y eso se lo agradecí de por vida a mi madre. Ella me había salvado de algo peor seguramente.

Pero “pasó” en la 6ª cita. Por parte de él no hubo amor, ni bondad, ni generosidad. No fue como yo esperaba. Es una verdad como catedral que todo lo relacionado con el sexo es un mito, absolutamente todo.

Sus manos manoseaban mi cuerpo, sus labios se enredaban en los míos, mientras nuestras salivas se convertían en una. Le quité la ropa con timidez. Él tiró de la mía como si fuese lo normal. Verle desnudo no me causó miedo, ni dolor, ni risa tampoco. Verme a mí desnuda me pareció una ilusión.

No tuvo ternura, no jugó con mi clítoris, sólo me metió la polla y me rompió el himen, sin escrúpulos. Me dolió. Nada jamás había entrado allí, ni siquiera yo me había indagado. Mis uñas se clavaban en su espalda.

___ ¡Ay, me duele! -susurré-. ¡Por favor, un poco de delicadeza! -le rogué.

Pero todo fue una pesadilla, un horrible padecimiento de no recuerdo cuánto tiempo. NO le había dicho 5 veces, pero sin autoridad. Me oía, pero no me escuchaba; ciego de placer, cual animal. El malestar era insoportable, sin embargo, un ápice de gozo rodeó mi ser. Mis sentidos se nublaron un rato y sólo quería más Mordí su labio inferior con hambre, como si fuera el único alimento que hubiera comido en años. Rasguñaba en su espalda y gemía en su oído izquierdo.

De pronto, quedé inmóvil. Ni podía ni quería hacer nada. El dolor era insoportablemente placentero.

Traté de apartarme, pero su tiesa y enorme polla no salía de mi coño. Aún seguía con ansia de dominar mi cuerpo a su gusto, a su puto antojo. Traté de liberarme de sus garras, de sus brazos, pero era más fuerte que yo. Jamás había comprobado, hasta ahora, la fuerza física que tenía para todo.

Me metía la polla y me la sacaba sin piedad, sólo él dándose gusto. Pero mi malestar, dulce y amargo, era cada vez más intenso.

Había cedido los violentos movimientos. Estaba estático sobre mí. Algo me decía que había acabado todo, que el martirio placentero había culminado, y con él el mito de la primera vez. Todas mis barreras habían caído. Los tabúes habían quedado hecho añicos. Por fin, me hacían mujer.

Y lo que son los repentinos deseos del sexo, ahora sólo quiero volverlo a ver para follar con él todas las veces que se le antoje, que le salga de sus pelotas, aunque la ternura y el amor brillen por su ausencia.
[/b]


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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:46 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri180


Salió a por tabaco


—- Tira ya, Paco.
—- ¿Eh?
—- ¡Pero ¿qué te pasa?!

Paco está petrificado, con el dardo en la mano apuntando a la diana.

—- ¡Paco ya, joder!
—- Sí, sí, ya voy, ya voy…

Paco lanza el dardo, que se clava en el borde del círculo colgado en la pared, muy lejos del centro pintado en rojo.

—- ¿Qué carajo te pasa hoy? ¡Estás en babia, coño ya!

Paco bebe un largo trago de cerveza.

_____________________________________________________

Paco se despertó y sintió ganas por fumar, aunque hacía tres años que lo había dejado. Aquella desangelada mañana de un sábado llovía a mares y todos los estancos estaban cerrados. Entró en el primer bar que encontró abierto.

—- Buenas, ¿me enciendes la máquina del tabaco?

Una mujerona pelirroja le sonrió desde detrás de la barra.

—- Lo haré, pero si juegas conmigo.
—- ¿Jugar yo contigo? ¿A qué?

Paco frunció el ceño.

—- A los dados, por supuesto. ¿A qué coño creías?

Paco se encogió de hombros.

—- Vale -respondió al fin.

Se sentaron a una mesa redonda, que tenía encima un tapete verde descolorido.

—- ¡Paco, que te toca otra vez a ti, a ver si espabilamos de una puta vez!
—- Sí, sí, ya voy, ya voy…

Paco coge un dardo y apunta.

La pelirroja agitó fuertemente dos dados translúcidos entre sus dedos, largos y con uñas pintadas de un rojo chillón.

—- ¿Y qué nos jugamos? -pregunta Paco.

Paco sólo quiere fumar, pero le hipnotiza la pelirroja, sobre todo, sus tetas.
—- Si pierdes, te vas a la mierda.
—- ¿Y si gano?

La pelirroja lo miró, sonrió pícaramente y le guiñó un ojo.

—- ¡Paco, está en babia, hostiasss!
—- Ya, ya… ahora entiendo…

Lanzó el dardo al tuntún y dio en la pared, justo en un calendario que mostraba una exuberante mujer con labios gruesos y grandes tetas.

—- Desde luego, hoy no estás para nada. ¡Anda, lárgate ya!

Paco se sienta en un rincón, la jarra de cerveza en su mano.

Dos dados empezaron a rodar sobre el tapete.

—- Un once -reía la pelirroja-. ¡A ver si tienes huevos de superarlo, Paco!

Paco, sin dejar de mirar las tetas de la mujer del calendario, empezó a temblar. “Será el mono de la nicotina”, pensó. Cogió los dados, fríos y suaves, los agitó entre las manos y luego cayeron sobre el tapete: 6 doble, doce. Paco y la pelirroja se miraron fijamente.

Sin darse cuenta, Paco busca el paquete de tabaco en su bolsillo, sin éxito. Mientras apura su jarra, sabe que jamás podrá olvidar las tetas de la mujer del calendario, que eran las tetas de la mujer pelirroja que estaba jugando a los dados con él y, que luego de ganar la partida, follaron. Y repitieron. Y al otro sábado, más de lo mismo.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:50 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri181


Y va de conquista


Ya no usamos zapatillas de andar por casa,
obviamos el pene flácido de aquella estatua;
y ya no bajo mi dedo, bajándote tú la falda,
ni mi bulto, en su guarida bragueta, resalta.

Pero hoy lubricamos mis espesos fluidos,
vertidos salvajemente sobre tus genitales,
de polla a coño, por ambos requeridos
que en un polvo conquistador sobresalen.


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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:54 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri182


Tu anatomía

Tus pechos son mis deseos, que se mueven empinados
Tus caderas son monumentos que desean ser admirados
Tus ojos me miran antes de lanzarme sobre ti deslumbrado
Te beso los pechos, abrazo tus caderas por todos los lados.
Tu espalda da al mar, el sexo lento y rápido ha comenzado.
Entre besos, caricias y empujando, ya hemos culminado.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:57 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri183


Anhelo


Movimientos elocuentes
reproducen sensaciones,
recuerdos persistentes
reconocen pasiones.

Atracción de posiciones,
imágenes congruentes,
con mis ganas de tenerte,
entre abrazos y besos fuertes
y sin obligación que imponerte.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 12:23 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri184


Hacer el amor con Charito antes de morir en Donosti


Vagabundeaba con mis pensamientos una noche fría de invierno. Me sentía solo, muy solo. La crispación también invadía mis tristes y gélidas neuronas. Hacía poco más de un mes que habían concedido el divorcio a mi mujer, una separación por mí no deseada, y que me sumió al borde de la depresión más brutal.

Paseaba por el Paseo de La Concha de San Sebastián, la ciudad que yo había elegido para acabar, por fin, con mis desgracias. Morir en Donosti es el lujo máximo que un suicida puede aspirar. Qué vulgaridad arrojarse al metro o por el viaducto de la calle Bailen de Madrid. Si en vida en ti no viví, mi bella y mi hermosa Easo, hoy vengo a ti a morir; recíbeme en tus brazos, que tus latidos deseo sentir. Tú serás mi Halicarnaso.

Qué bellos recuerdos me evocan mi Donosti. Me senté en un banco del paseo del Peine, cerca de la Plaza del Funicular, observando como el Cantábrico acariciaba la arena de la playa con igual suavidad que yo acariciaba las tetas de Charito momentos después. ¡Vaya! Con este mar casi siempre bravío, pero hoy está en calma. no me podré suicidar. Parece que barrunta mis intenciones. Bueno, tranquilo, que tampoco es cuestión de meterle prisa a La Parca.

Pensé arrojarme al mar desde el acantilado. Que las olas me destrozaran y me llevaran hasta los jardines de la Ondarreia, para que los detritus de mis despojos dieran vida a las rosas, como Serrat dio vida a la genista del Mediterráneo.

Encendí el último cigarrillo. La calma era absoluta, pero la bruma empezaba a invadir el paseo y la tibia luz de una farola absorbía toda la humareda del cigarrillo. Me abstraje viendo como el humo, en su lento y perezoso ascender, formaba unas imágenes que se me antojaban caprichosas, pero que distraían mi atención hacia lo inevitable, y me olvidé de la muerte en ese momento. Me vino a la mente la voz de Jorge Sepúlveda en su canción "Mirando al mar", pero no soñaba como él, ni yo estaba junto a ti, como dice la letra. Pensé que esa noche tan calmada no era la más propicia para un suicidio. Era más propia para amar. Un suicidio requiere tempestades huracanadas, tornados, shunamis. ¡Coño! Me pregunté. ¿Es que me voy a ir de este mundo sin follar por última vez? ¡No! ¡Qué disparate! Me invadió un deseo de acariciar el pelo de Charito. De succionar con la mayor de las delectaciones los pezones de sus tetas, de perderme en la hondura de su cueva.

Me dirigí al centro, con intención de tomar algo caliente en una arrocera de la Plaza del Buen Pastor, frente a la Catedral. Hacer el amor con el estómago vacío no me parecía una buena idea. Allí estaba Charito; al lado de un espejo, como una estrella repleta de reflejos.

Es Charito una dama muy bella de cerca y de lejos; mujer que sulivella. La conexión fue fulminante; el deseo entre los dos surgió al instante. Supimos que follar era irremediable, imposible resistirse a sus caprichos. Nos dejamos llevar sin apenas abrir los labios. La emoción me embargaba subiendo las escaleras que accedían a su casa de la calle San Marcial. No había ascensor, era una cuarta planta. La desnudé y me dejó hacer llevada por la emoción. Fue el comienzo de una nueva vida.

Las tetas turgentes con pezones puntiagudos de Charito alimentaron con sus jugos mi mente destruida. Fue mi hada, mi druida. La fuente de las rosas. La que me sirvió la vida. Ella me devolvió mi prosa. Los besos fueron interminables, los pulmones se olvidaron de respirar, no querían entorpecer el momento tan sublime con su ajetreo. Los viajes por las rutas de su piel eran interminables: sus collados, sus valles, sus llanuras y sus montes fueron recorridos por mis manos y mi lengua en forma lenta, parsimoniosa, no quedó centímetro de su dermis que no descubrieran mis sentidos; todos juntos estaban concentrados en ella, en su anatomía.

Devoré salvajemente sus labios como un animal sediento el agua. Todavía siento sus contactos en los míos; sus gemidos, y su olor; un aroma que cubrió la estancia; fragancia de rosas y jazmines emanaban de sus nacimientos. ¡No existe un perfume más embriagador que el de una mujer en celo! Mis fosas nasales se inundaban de ellos y me elevaban la libido hasta la locura. La perfecta anatomía de mi amada Charito, me salvó la vida, pero, poco a poco, me matará su siempre ardiente vagina.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 12:31 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri185


Felación


Chupar una polla es uno de los más puros placeres en la vida. Es triste pensar que muchas mujeres no saben apreciar lo divertido que puede ser. La razón es que no saben cómo hacerlo y así termina por no ser divertido. Porque si lo echan a perder, no lograrán premio. La polla no se endurece, el hombre lo pasa mal y la mujer siente el fallo. Pero es fácil aprender a ser una chupadora de pollas. Y voy a explicar exactamente cómo.

No tiene importancia el lugar que escojas, puede ser en la cama o aparcada en un parking, pero busca el nivel de intimidad que necesites para sentirte relajada y cachonda. Para el propósito de este escrito, digamos que estás en el sofá. Estás con un hombre que te gusta y sabes que a él le apetecería una buena mamada en este momento.

Deslízate sobre el suelo entre sus piernas y ábrele su bragueta. Busca y palpa su polla. Si la notas caliente, está dura. Si él es nervioso puede estar doblada en sus calzoncillos. Mantén agarrada su polla y sube hasta su cara y bésale. Mira si puedes sentir una respuesta abajo. Cualquier movimiento es una buen signo.

Ahora sácale la polla y tócala. Si está tiesa, lo estás haciendo bien, en otro caso, aquí está el que hacer; sácale los huevos. Si el pantalón está tirante, bájalo. Ahora sujeta sus huevos con la mano izquierda y la polla en la derecha. Apriétala poco a poco hacia abajo en dirección a la base del mango y disponte ya a chupar.

Recorre tu lengua sobre tus labios para tenerlos húmedos y mira a la cara a tu hombre. Él quiere ver cómo se la chupas. A los hombres les gusta mirar. Abre tu boca ligeramente para atormentarle y excitarle y acércate a su polla. Respira en él, sóplale con tu aliento caliente. Saca tu lengua de nuevo y atorméntalo.

Asegurándote de que tu lengua se halla goteante de humedad, comienza en la base de su mango y lame hacia arriba, lentamente. Gírate de lado y simula mordérsela, suavemente colocando tus dientes en su glande.

Humedécela entera de nuevo con tu lengua y utiliza tu mano para esparcir bien el líquido alrededor si es necesario. Una polla húmeda está más cachonda que una seca.

Tu izquierda mientras está tocando sus huevos, arañándolos ligeramente. Puedes también buscar debajo y detrás de los huevos, para así hallar ese área tan sensitiva justo antes del ano, o incluso pasar tus dedos sobre su agujero. Ya que el músculo que causa la erección comienza ahí atrás, esto producirá una reacción en su miembro viril.

Después que hayas lamido su mango un montón de veces y está todo húmedo y duro, tu hombre empezará a retorcerse con frustración si no lo tomas en serio. Una mirada a su cara te hará saber que estás llevando la cosa demasiado lejos. Atormentar es bueno, hasta un punto. Un poco de experiencia mamando pollas te enseñará si ha alcanzado ese punto. En uno de tus balanceos hacia arriba con su lengua, desde la base de su mástil al borde de su capullo, no te detengas.

Continúa tu larga y húmeda lamida sobre la punta de su polla, insistiendo en el agujero del meato. Mantén tu lengua en él, pero no chupes su cabeza todavía. Espera un poco...

Seguidamente recorre con tu húmeda lengua el borde de su capullo, por todo el contorno, haciendo frecuentes pases por la piel tierna encarada hacia ti. Aquí es donde la mayoría de los hombres es más sensible. Pero no todos. Hay una cosa que una buena chupadora de pollas tiene que aprender a hacer cuando esté cómoda, que es: hacerle preguntas. Cada hombre es único, y su polla también es única.

Estruja el mango y mira si brota un líquido claro. Si lo hace, baña tu lengua en él y espárcelo. Se extenderá y le parecerá fantásticamente erótico a tu compañero. Ahora, muestra cómo te gusta la sustancia.

Acércate a la cabeza de la polla cual si fuese un helado de chocolate y mete todo el capullo en tu boca caliente. Manténlo ahí unos segundos.

Escúchale gemir. Ahora baja rápidamente y mete tanta polla como pueda caber en tu boca, no temas, no te ahogarás. Si doblas tu cuello en la forma correcta, puedes meterla limpiamente en tu garganta.

Permanece así, con la polla dentro de tu boca un momento. Siéntela dentro de ti. Esto puede ser tan exquisito como tenerla en tu coño. Crece en ti. En este momento puedes hacer varias cosas. Esta es una de ellas: deslízala hacia atrás hasta el extremo de la polla y chasquea tu lengua contra ella. Tu hombre experimentará un hormigueo, queriendo profundizar más en tu garganta. Pero no le dejes imponerse. Si lo hiciera se correría enseguida y esto no es tan divertido.

Moviéndote tan rápido como él pueda aguantar (no le dejes correrse), deslízate arriba y abajo por su polla como si estuvieras follándolo con la boca. Si está para correrse, para, o frena un poco. Si no puedes meterla hasta el final, puedes engañarlo empleando tu mano para completar la sensación de tragártela a fondo. Parecerá que te la hubieses metido en tu boca y hasta lo sentirá de igual forma Puede también deslizar tus dedos, moviéndolos en O alrededor de su mango, arriba y abajo con el ritmo de su chupada.

Esta es otra cosa. Además de sólo meterte la polla en la boca, puedes mamarla, que es diferente. Hay mamadas hondas y mamadas pequeñas y ambas sientan condenadamente bien. Tu hombre puede tener preferencia, pero observa sus reacciones. Coge sólo el capullo en tu boca, mámalo como si fuera un pezón. Esto le sienta tan bien al hombre, que te pone el coño caliente tan sólo con pensar en ello. La otra mamada es profunda, en la que coges toda la polla y la mamas todo el tiempo hacia arriba como si fueras un aspirador, y después lo haces de nuevo, mamando hacia abajo también.

Aquí hay algo importante a saber: cualquiera de estos vaivenes sentirán bien las primeras veces, pero tras un rato, es como si la polla se volviese inmune al sentimiento. Cuando sientas eso, es la hora de cambiar al juego siguiente. No querrás que la polla se vaya a dormir. La quieres constantemente estimulada, pero sin llegar al punto del orgasmo.

Que es justo donde estás ahora; furiosa erección en tu mano derecha y huevos tensos en tu izquierda. Échate atrás y obsérvalo, ¿no es bello? Lleva tu mano derecha a la base de la polla y aprieta. Esto provocará que el mango se llene y espese, y ahora el capullo estará brillante y suave. Sigue manteniendo la polla en tu boca y chupa y prueba todos tus vaivenes hasta que sepas que el hombre no puede soportar más y va a disparar.

Lo que hagas ahora es entre tú y tu amante, personalmente prefiero observar el disparo. Me proporciona imágenes para mis sueños húmedos, y es emocionante ver salir la leche a borbotones. Es asombroso cuanta leche sale y lo lejos que llega el disparo. Si quieres mirar, lo sentirás venir con su mano derecha y sabrás cuando apartarte. Puede intentar coger un poco con tu lengua si eres rápida. Puedes querer tragarlo, alguna lo hacen, y a montones de chicos les gusta que se lo traguen. Pon cuidado para retroceder cuando estalle o si no te atragantarás y esto no es romántico. Cógelo en tu boca y después te la tragas.

Otra solución, y esta también es bonita, salvo que estés haciendo el amor donde no puedas ensuciar, es dejar los tibios jugos derramarse en tu boca y entonces deslizarlos alrededor de la ya húmeda polla. La hace tan escurridiza y deliciosa tocarla. Querrás recorrerla con tus manos, sintiéndola dura hacia arriba esparciendo la reluciente leche sobre el capullo. Esto también da placer.

Una estupenda imagen sensual, para ti y para tu hombre.

Ahora le has hecho a tu hombre una mamada que no olvidará. Créeme, si sigues mis instrucciones, este tío querrá saber más sobre ti. He oído a los hombres que una mujer madura sabe cómo hacer una buena mamada. Las otras actúan como si fuera un favor. Lo que es otro punto que debo remarcar. Si no te gusta chupar y has intentado aprender a que te guste y aún no funciona, no te rindas. Quizá te guste con el tiempo. Los hombres comentan entre ellos que las maduras son las mejores chupadoras.

Pero debo advertirte algo, hay a las que nos gusta chupar y vamos a ser dura competencia para las tímidas. Conozco mujeres que incluso tienen orgasmos chupando pollas.

Una nota final, esta vez para los hombres: No empujes. No hay nada más mortal que tener un hombre empujando tu cabeza ahí abajo. Si ella estuviera dispuesta, se pondrá en ello, quizá no hasta la segunda vez que hagáis el amor. Y si le das tiempo, aprenderá a gustarle. Si a ella no le gusta, quizá si le guste a tu siguiente amante. En la variación está el gusto.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 2:11 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri186


Mi suegra enviudó joven

Yo le chupaba el coño, ella gemía y se iba deslizando del sofá al suelo. Le levanté las piernas, se las separé y comencé a lamerle culo y coño, tenía la polla tiesa, pero quería que ella me lo pidiera. Sus gemidos cada vez eran más fuertes, cuando se la metí del tirón dio un grito, me abrazó y nos besarnos como dos adolescentes.

Era verano en España, mi esposa estaba en Italia por motivo de su profesión, por lo que quedé sólo en casa, ya que mi hija se había ido de vacaciones con una amiga. Tengo que aclarar que tengo 46 años y vivo en la planta alta de un chalé, construido por mi difunto suegro. En la planta baja vive mi suegra, Josefa, que es viuda desde el pasado año. Su hijo Raúl, que tiene 27 años y es soltero, padece de una pequeña discapacidad cerebral.

Mi cuñada Sofía de 35 años se separó hace dos años y desde entonces no se le conoce pareja, y Marco, mi sobrino de 18 años, viven en un piso ubicado en el fondo del chalé.

En los 20 años que llevaba de casado siempre tuve la intención de follarme a mi suegra, máxime después de la muerte del marido, pero nunca había tenido una oportunidad como la que se me presentaba ahora, así que tenía que planear la estrategia a seguir. Nuestra relación era buena, ella a los 49 años se conservaba bien, con tetas grandes y hermoso culo, que siempre trataba de disimular usando ropa amplia. Era muy recatada y su religión le hacía creer que follar fuera del matrimonio era pecado. Recuerdo una vez en que, con unas copas de más, mi suegro me contó que nunca le permitió follarle culo, por lo que aún lo conservaba virgen, y esto me excitaba más aún.

El sábado por la mañana escuché que Sofía iría al cine de madrugada con unas amigas y seguramente Marco saldría con sus amigos como cada sábado, así que era la noche ideal, sólo tenía que encargarme de Raúl y ya lo tenía pensado. Josefa le daba todas las noches, por orden médica, un ansiolítico para que durmiese mejor, como un angelito.

Aquel sábado hacía un calor horrible. A Josefa le chiflaba la cerveza, pero bebía poco porque se mareaba y le daba por reírse sin parar.

___ Suegra, esta noche deberías hacer pizza, bebemos cerveza y vemos una película, ya que vamos a estar los tres solos.
___ Perfecto -dijo-, con este calor no tengo mucha gana de meterme en la cocina. Todo sea por una jarra de cerveza.

Ya de noche, mientras mi suegra terminaba con las pizzas, me acerqué a Raúl que veía la tele y le ofrecí un vaso de jugo. Cuando Josefa trajo las pizzas saqué la cerveza helada y nos dispusimos a cenar. Mi suegra no sospechaba nada de lo que iba a vivir esa noche…

___ Mamá, tengo sueño, me voy ya a dormir.
___ Espera Raúl, tienes que tomarte tu pastilla.

Todo estaba saliendo en función a lo planeado, con su pastilla, Raúl dormiría como un tronco. Mientras Josefa se levantó a buscar la pastilla llené de nuevo su jarra.

___ Listo ¿qué te parece Juan si vemos la película que trajiste?, ¿de qué se trata?
___ De suspenso, como a ti te gusta.

Me había asegurado de que tuviera alguna escena de sexo, pero no demasiadas para no incomodarla de antemano.

___ Pero terminemos de cenar y luego la vemos tranquilos en el salón -le dije.

Terminamos y nos fuimos al salón y mientras ella ponía la película yo traje otra litrona bien fría de cerveza

___ Bébetela antes de que se caliente -le dije.
___ No Juan, ya bebí demasiado.
___ Hace mucho calor, está exquisita, además no me vas a dejar bebiendo solo.
___ Está bien, la última.

Esa jarra fue suficiente para que comenzara a ponerse caliente y a mostrar sus tetas

___ Esta noche voy a follarte, suegra -le dije mientras la sostenía del pelo y con la otra mano le apretaba los pezones.
___ ¡Estás loco, soy la madre de tu esposa, suéltame o grito!
___ Vas a gritar, pero de gusto -metí la mano por debajo de su falda y comencé a morderle suavemente un pezón y ella se retorcía como una víbora.
___ ¡Ah, no por favor, para ya, ahhhh! -comenzó a gemir.

Me incorporé para quitarme el pantalón y ella intentó escapar, la cogí del brazo y la tiré sobre el sofá y le arranqué la blusa, el sujetado la falda y las bragas, por lo que quedó totalmente desnuda, tratando de cubrirse, mientras llorisqueaba, su coño

___ Qué bien poblado tienes el coño, suegrita. Un día de estos te lo voy a afeitar, pero por hoy te lo voy a chupar así.

Me arrodillé, metí la cabeza en su entrepierna y comencé a chupárselo.

___ ¡No, por favor, ahhhh! ¡Juan estás loco, ahhhh! -ya no tenía más resistencia.

Mientras chupaba con fuerza, ella gemía y se iba deslizando del sofá al suelo. Le levanté las piernas, se las separé y comencé a lamerle la raja Tenía la polla erecta, pero quería que ella me pidiera que la follase. Sus gemidos cada vez eran más fuertes

___ ¡Ah, ah, métemela ya y fóllame de una vez!

Estuvimos follando hasta que quedó rendida, agotada. Saqué mi polla todavía dura de su coño, me arrodillé sobre su cara y le dije

___ Bueno, querida suegrita, ahora una buena mamada.
___ No, eso es asqueroso -y comenzó a resistirse de nuevo, mientras acercaba yo mi polla a su boca, y ella con los labios cerrados y apretados.

Con mis piernas aprisioné sus brazos y no tuve más remedio que taparle la nariz para que abriese la boca y respirase. Se retorcía, lo cual me excitaba más aún. Cuando por fin abrió la boca, se la metí hasta la garganta. Comenzó a dar arcadas hasta que la cogí del pelo y le ordené que me la chupara. Abrió los ojos, se serenó y pegó una mamada tan soberana que me hizo correrme enseguida, y esta vez dentro de su boca

___ Trágate el semen -dije, mientras le chorreaba por la comisura de los labios- y desde ahora, suegrita, vas a ser mi putita sin chistar, ¿de acuerdo?
___ Si Juan lo que tú digas. En realidad, estoy necesitada de sexo.
___ Por eso. Te voy a follar todos los días.
___ ¿Y cuando regrese mi hija?
___ Ya buscaremos la manera.
___ Vale, Juan. Lo dejo en tus manos. O en tu… polla, jeje.
___ Ahora métete en la cama que mañana es domingo y tenéis que ir a misa -la alcé en mis brazos-, yo te llevo, y desde ahora en adelante vas a dormir desnuda, ¿entendiste?
___ Sí, Juan. Desnuda para ti. Siempre a tu disposición.

La acosté y al verla tendida inmóvil, con las piernas abiertas, la polla se me endureció de nuevo, así que le dije:

___ Antes de irme te voy a follar otra vez.
___ Vale. Estoy agotada, pero me gusta cómo me folla tu polla.

No había terminado de decir eso cuando ya tenía toda mi polla adentro, y ella empezó a gemir nuevamente. Esta vez cuando estaba a punto de acabar, se la saqué y me corrí en sus tetas. Hice que con sus propias manos de desparramara mi leche por su cuerpo y que se chupara las palmas

Le di un apasionado beso y la dejé descansar. Se lo tenía merecido.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 2:16 pm



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A los hombres les gusta la pornografía


Muchas mujeres se preocupan cuando descubren que su pareja ve pornografía. Pero la buena noticia es que el gusto por la pornografía es tan común en los hombres, que pocas veces es una razón para que las mujeres se preocupen. Sigue leyendo para que empieces a comprender un poco mejor por qué tu pareja ve pornografía
Cuando te das cuenta de que tu esposo o tu novio pasa un largo rato por las noches viendo pornografía en Internet, o cuando descubres que guarda revistas con fotografías de mujeres desnudas en su armario, es inevitable que te preocupes. Una situación así puede llevar a toda mujer al borde de un ataque de nervios.

“¿Será que ya no le gusto?”.
“¿Acaso esas mujeres le atraen más que yo?”.
“¿Prefiere ver pornografía a tener sexo conmigo?”.
“¿Está insatisfecho con nuestros actos sexuales?”.

No te angusties. Antes de reclamarle a tu pareja, tómate un tiempo para darle la dimensión adecuada a la situación y a entender por qué le gusta la pornografía a tu pareja.

En primer lugar, el gusto por la pornografía es tan común en tu hombre, que no es el primero ni será el último gustoso. Y, en segundo lugar, un estudio sobre comportamientos sexuales demuestran que en pocos casos (menos del 5%) ese gusto les trae un problema en su vida diaria y en su relación de pareja.

Entonces, ¿qué es lo que hallan en la pornografía? La respuesta a esa pregunta es un poco difícil de responder y las teorías abundan. Por un lado, se cree que los hombres son más visuales en su forma de construir su sexualidad, y por eso disfrutan viendo pornografía, sin miedo a que el que la disfrute reemplace su sexualidad con su pareja.

Por otro lado, parece que la excitación provocada por la pornografía activa ciertas partes del cerebro o que los hombres tienen disposición constante al sexo (más que las mujeres) debido a un instinto masculino de “multiplicar la especie”.

¿Cuál de todas las teorías será? Al parecer son todavía muy vagas y la verdad es que hasta el momento no hay una respuesta concreta y definitiva que nos permita entender por qué los hombres ven porno con más frecuencia que las mujeres. Aun así, hasta el momento son muy pocos los casos que demuestran que esta práctica sea negativa.

En pocos casos la pornografía puede ser problemática. Por ejemplo, cuando se convierte en un hábito; es decir, cuando el hombre necesita verla frecuentemente y entonces empieza a tener problemas en su desempeño sexual contigo, o cuando gasta mucho dinero en ella. O también puede ser alarmante cuando notas que sus gustos frente a la pornografía no son aceptables socialmente, como por ejemplo el sexo con los niños (la repugnante pedofilia).

Pero en general, descubrir que tu hombre ve pornografía no debe ser más que un llamado a sincerarte con tu pareja sobre la vida sexual entre ambos. Por ejemplo, puede ser que él quiera ver porno para calmar algún deseo sexual que no se atreve a contarte, simplemente por vergüenza. Por eso, si a ti te interesa y surge la oportunidad, puedes plantearle el tema y hablar abierta y sinceramente sobre lo que a él le gusta, lo que a ti te gusta y, sobre todo, lo que queréis explorar juntos. Incluso, intentar ver porno juntos o usarlo como inspiración para los encuentros sexuales entre los dos.

En fin, no es necesario que veas la pornografía inmediatamente como algo malo. Muchas veces es simplemente una exploración personal de tu pareja. O tal vez puede ser la clave para una nueva y muy satisfactoria experiencia sexual entre los dos.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 2:27 pm



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Si ella te envía fotos suyas desnuda


Después de haber tratado el tema de la foto-polla, hoy lo que toca es hablar de la variante femenina del tema, que son los desnudos. Y es que las mujeres para las fotos subidas de tono son más osadas que los tíos, y no sólo envían foto-coños, también foto-culos, foto-ojetes, foto-tetas, foto-cuerpos, etc…

Si nunca has recibido un desnudo, es porque eres un tío físicamente del montón y/o porque no sabes cómo crear una atracción sexual a través del chat. Pero que sepas también que los guaperas y los que saben cómo hacer que las cosas sucedan tienen sus teléfonos hasta la bola de desnudos.

Jamás pido foto a ninguna chica porque si lo hiciera me arriesgaría a que luego ella también me pidiera desnudos a mí, y mi fuerte no es el físico, por lo que no voy a enviar fotos mías que puedan poner en peligro mi cita con esa chica.

A las maduras o menos jóvenes, les gusta enviar desnudos a los tíos por los que sienten atracción sexual, y algunas se las envían hasta de primeros planos.

Pienso que este artículo es importante porque no son pocos los hombres, en su mayoría guaperas, que nos han contado que una le enviaba fotos desnuda o con la que habían tenido sexo telefónico o por cámara, desapareció sin ni siquiera despedirse y nunca la llegaron a conocer.

De hecho, existen chicas que les envían desnudos a menudo, pero después, cuando les dices de quedar, siempre dicen que no.

¿Por qué hay mujeres que te envían fotos desnudas que no has solicitado, pero luego nunca quieren quedar (para follar) contigo? Pues te lo explico.

Vamos a ver los tres motivos por los que las mujeres podrían enviarte desnudos

1. Porque le pones cachonda y quiere ponerte cachondo a ti

Este es el más obvio. En un porcentaje alto, cuando una mujer te envía fotos de ella desnuda es porque genuinamente le interesas de manera sexual, siente una fuerte atracción por ti y quiere que te excites
Esta forma de sexo por teléfono o por cámara debe funcionar como un entrante de lo que será el sexo real entre vosotros, pero no siempre es así.

2. Porque la chica en ese momento quiere un poquito de atención

Esto es difícil de entender para una mayoría de hombres, así que, para explicarlo, vamos a darle la vuelta
Imagina que cada vez que se te ocurra enviar una foto-polla a una mujer, todas te responden cosas como “¡jo, tienes un pollón”, “deja que te lo coma”, “siéntate en mi cara que quiero comértela”, “ojalá me dejaras comerte la polla”.

Pues así se comportan el 99% de los hombres de hoy en día cuando reciben un desnudo de una mujer, independientemente de cómo sea el físico de ella.

Entonces claro, hay chicas, sobre todo maduras, que cuando están aburridas o necesitan un chute de su droga favorita (masturbación), envían desnudos a los tíos que ya han descartado para que estos les recuerden lo diosas que son.

Estos huelen-bragas se piensan que cuanto más se arrastren y las llamen diosas, más cerca van a estar de tener sexo con ellas. Pero no. La atracción no funciona así. El hecho de que ella te envíe desnudos suyos no significa nada, aunque es posible que tuvieras opciones, también es posible que estés descartado y que simplemente te esté utilizando para sus momentos de intimidad personal, de masturbarse.

3. Para tantearte y averiguar si eres un hombre de estatus o un poco follador

Las mujeres siempre te van a tantear. Necesitan saber si eres con opciones o si, por el contrario, eres frío. Y si te percibe como un hombre del primer grupo, le resultarás más atractivo. Pero si te percibe como del segundo grupo, le resultarás sexualmente repulsivo y serás automáticamente descartado.

Es posible que alguna te envíe desnudos sólo por ver cómo reaccionas, porque sabe perfectamente que, si empiezas a arrastrarte, eres un mierda.

Pero las chicas también pueden tantearte de modo inconsciente, lo que significa que te envían desnudos porque genuinamente están interesada en ti y porque les gustaría follar contigo, pero después, con tu actitud de gusano arrastrado y tu manera de ponerla en el pedestal haces que se enfríe, que te perciba como un hombre necesitado y sin opciones, y lo mandas todo al carajo.

Entonces, ¿qué deberías hacer si una chica te envía desnudos?

Aquí tenemos que hacer una diferencia. Porque depende de si ya os conocéis y habéis tenido sexo, o si aún no os habéis visto nunca en persona. Vamos a ver ambos casos.

Si nunca os habéis visto en persona y ella te empieza a enviar desnudos

Si eres un tío guaperas, tienes buen cuerpo y estás bien dotado, puedes entrar en el juego del sexo por teléfono o por cámara. Aquí lo único importante es que no te pases con los halagos. Simplemente muestra que te gusta lo que ves sin venirte demasiado arriba y envíales tú también algún desnudo tuyo si quieres.

Averigua cómo reacciona la chica a tus fotos, y, muy importante, nunca te muestres más cachondo que ella
Eso sí, recuerda que tu objetivo no es hacerte una paja mirando la pantalla de tu teléfono. Lo que debes hacer es dar un poquito de juego y más tarde gestionar la logística para tratar de veros en persona.

Te digo esto porque conozco infinitos casos de chicos que después de dos horas de follar por teléfono o por cámara la chica terminó tan aburrida de ellos que jamás pudieron conocerla. No seas uno más.

Y si tú eres un tío de un físico del montón, te aconsejo dos cosas. La primera la he dicho, que no te pases con los halagos, sólo dile que te gusta lo que ves.

Y si estáis cerca, no comentes los desnudos, sino ve directamente a gestionas la logística. La añades a tu WhatsApp para que te envíe desnudos. Y le respondes que te gustó, pero en lugar de comentar más o de llamarla diosa, lo que debes hacer es quedar con ella.

Otra opción es dejarle claro que te gusta lo que ves, pero sin emocionarte

Esta chica me envió fotografías completamente desnuda delante del espejo y lo único que comenté es que me gustaba su color de pelo.

Esta chica me envió una foto-tetas y una foto-culo, y simplemente le dije que era una chica demasiado traviesa.

Esta me había enviado desnudos antes y otro día me envió uno en el que se había depilado el coño, dejando una línea en el centro. Simplemente le dije que llevaba un nuevo "estilo de pelo".

Y en esta me vine un poco más arriba, pero aun así mira como tampoco me pasé de la raya. Nada de exclamación, y, por supuesto, nada de diosa.

En las capturas hay una chica belga, una americana, una rusa, una holandesa, una española y una asiática. A todas las conocí en Madrid, Barcelona o Valencia, menos a la asiática que la conocí en Japón (Asia).

Voy a insistir, si tú eres un tío guaperas, con un buen cuerpo y/o con una polla por encima de la media (15 centímetros), sí que te aconsejo que entres al juego del sexo por teléfono o sexo por cámara.

Pero si eres un tío del montón, mostrar tu cuerpo no va a acercarte a tener una cita (follar) con ella, todo lo contrario, toda foto que envíes podría hacer que ella te descarte. Así que lo mejor es que no entres en el juego y que recuerdes no pasarte con los halagos.

Un tío que no se sorprende al recibir desnudos y que no responde como el que ha hallado una cocacola en medio del desierto es un tío que está acostumbrado a recibirlos, o sea, un tío con muchas opciones.

Lo que debes hacer luego de recibir desnudos, es gestionar la logística y quedar con ella, que lo que mola es tener sexo real.

Si ya habéis follado y ella te empieza a enviar desnudos

En este caso, las cosas son distintas. Si ya habéis follado y ella te sorprende con un desnudo no solicitado, es porque la pones, porque pensar en el sexo contigo la excita, quiere repetir y por eso quiere ponerte cachondo
Aquí no voy a ponerte ejemplos, solo te diré que en estos casos sí mola entrar un poco en el juego del sexo por teléfono o por cámara. Aquí sí puedes decirle cómo te gusta lo que ves y lo que te gustaría hacerle (aunque no la llames diosa que esa palabra a veces hiela coños). Y si te apetece o te la piden, hasta puedes enviarle una foto de tu polla para que vea cómo te han puesto.

Aunque también te digo, siempre debes ser tú el que acabe la conversación y le propongo quedar en persona para hacer todas esas fantasías realidad. Lo de alargar el sexo por teléfono o por cámara hasta que ella se aburra y sea la que quiera terminar con la conversación nunca te va a venir bien. Recuerda que el WhatsApp es también una trampa. No te pases usándolo.

Conclusión

En esto no hay discusión, a diferencia de las tías, a todos los tíos nos gusta recibir desnudos no solicitados. Pero hay que saber qué hacer al recibirlos.

Si una chica te envía desnudos a menudo, pero luego pasa de ti y nunca puede quedar para tener sexo real, bloquéala. Te está usando para conseguir ponerse caliente y masturbarse. Te ve como uno más de su legión huele bragas.

Y cuando recibas desnudos no pedidos, ya sabes, si tu fuerte es el físico y tienes cosas que enseñar, puedes entrar al trapo. Pero recuerda, hazlo lo justo como para que ella tenga más ganas de verte en persona.

No estoy diciendo que si haces sexo por teléfono o por cámara con ella antes de conoceros en persona signifique que luego no la vayas a conocer. Lo que digo es que hacer mucho sexo por teléfono o por cámara puede llevarte a que nunca puedas conocerla, por lo que lo mejor es asegurarse de hacer las cosas bien.

Por último, si tú eres un hombre de físico del montón, si ella te envía desnudos, lo que te aconsejo es que no entres en el juego de enviar fotos (podría descartarte), di que te gusta lo que ves, pero no te pases con los halagos, y pasa directamente a gestionar el quedar con ella cuanto antes, porque puedes ser feote y tener un miembro descomunal.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 2:36 pm



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Su marido la abandonó


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No podía ordenar mis pensamientos. El hijoputa de mi marido me dijo que teníamos que dejarlo, que era lo mejor para los dos, como si fuera un adivino. 25 años con él, dos hijos de por medio. 25 putos años. Claro, yo no tenía una carrera universitaria, siempre me lo achacaba con serios reproches. Me sentía como un animal agonizante. Y me lo dijo a la una de la madrugada de un lunes. Azahara y Mateos, mis hijos, se encontraban en otra ciudad estudiando en la universidad. Mi marido se marchó de casa sin decirme ni adiós. Sabía que me la estaba pegando a diario con unas y otras, pero mi amor por él hacía perdonarle. Pero ahora, era muy diferente, el cabrón cincuentón se había encaprichado con una chica 26 años más joven que él.

A mis 45 años lo tenía decidido. Me miré al espejo, aunque mis hermosas tetas estaban un poco caídas, soy lo que dice mi hija: una mujer corpórea; nalgas ajustadas, sin celulitis, levantadas y redondas, estatura alta, 1,74. Morena y me dejo media melena por mi cara angulosa y porque me gusto más así. Esa noche me pinté los labios de rojo, me puse un vestido negro ajustado de diez centímetros por encima de las rodillas. Y como decidí mostrarme descarada, salí a la calle sin bragas. Iba a por todas.

Crucé media ciudad con el coche. Eran ya más de las 2 de la madrugada de un lunes. Vi un pequeño garito que todavía tenía luz, aparqué enfrente. Me bajé, con un taconeo sonoro entré en el establecimiento. El camarero estaba barriendo, a la vez que hablaba con uno, ataviado de chándal rojo, zapatillas deportivas con suelas grandes, y gorra con colores fosforescentes; en el cuello llevaba un collar, anillos en todos los dedos de las manos y dos o tres pulseras en cada muñeca. El camero, vejete, llevaba un delantal y era calvo, con los ojos estrábicos, sin afeitar Me senté en un taburete de la barra. “¡Hostia!”, escuché a mis espaldas. Me giré al mismo tiempo que mi vestido se iba subiendo.

—-- Sé que ya es tarde, pero sólo quería un whisky doble sin hielo ni agua.
—-- Claro, señora, veo que le va lo fuerte. Enseguida se lo sirvo.

Pasó tras la barra mirando al chico, sentado. Me sirvió el whisky y se fue a hablar con el chico. En ese momento, me ladeé de manera que quedé perfectamente a la vista de ellos, su posición más baja en cuanto a la mía encima del taburete. Cuchicheaban entre ellos, pude oír como el chico le decía “la tía no lleva bragas”. Sus miradas hacia mí eran terribles. Me volví con la mirada clavada en las botellas que tenía enfrente. Tras de mí, noté pasos ligeros y vi que la persiana del local se bajaba. Al girarme, el chico estaba delante de mí; no era alto, más bajo que yo, pero su porte era gallardo y achulado. Se levantó la gorra y me subió el vestido. Quedé sentada en el taburete, notaba mi culo pegado al cojín.

—-- ¡Mira que eres cerda, sin bragas! —me dijo el chico.
—-- ¡Voy cómo me sale del coño! —le contesté. No es mi lenguaje, pero no podía dejarme intimidar.

Sin más dilación, me cogió de los tirantes del vestido hasta bajarlos debajo del sostén. Sin desabrocharme el sujetador, me sacó las tetas por arriba. El camarero sólo miraba. Dio una patada al taburete y quedé en el suelo. Con los tacones no podía levantarme. Al intentarlo, tenía la polla a la altura de mi cara. Intenté decir algo, pero la polla estaba en mi garganta. Me tenía atenazada la nuca, literalmente me follaba la boca. No podía respirar, escuchaba el tintineo de los collares y las pulseras. Se detuvo un momento y. por fin, pude coger una bocanada de aire, pero no me dio tregua, otra vez me la metió en la boca.

—-- ¡Tragártela toda, puta!

Mis ojos estaban llorosos, me venían arcadas, babeaba… Por fin, me soltó. Me levantó y me llevó sobre una mesa, me abrió las piernas en tijeras y me bombeó hasta correrse dentro de mi coño. De pronto apareció el camarero y se pajeó encima de mi cara hasta correrse también y dejarme toda la cara embadurnada.

—-- ¡La hija de puta se ha corrido dos veces! —dijo el chico.
—-- ¡Venía a por un nabo y ha encontrado dos! —contesto el camarero.

Me arreglé un poco el vestido y el pelo, el camarero había levantado la persiana, y yo me fui a todo gas, sin siquiera pagar la consumición.

A la mañana siguiente no me reconocía. Había sido un impulso alocado. Y la verdad es que en cierta medida lo disfruté de lo lindo; y sí, me había corrido en esa escena de ópera bufa. Y dos veces, además. Parecía algo irreal.

Pasaron semanas y me sentía sola. Aún no había informado de nuestra situación a mis hijos. Decidí salir otra vez, sentía ansia de aventura. Por un lado, me atemorizaba y por otro me sentía atraída como un imán. Aproveché para darme una vuelta por la costa. Aun no siendo verano, empezaba a hacer calor. Me alojé en un pequeño hotel. Salí por la noche. Esta vez con un vestido corto estampados, también por encima de la rodilla, y un generoso escote, y ahora no sólo sin bragas, también sin sujetador.

Recalé en un local fiestero con baile para turistas. Corría la sangría a precio asequible. No estaba el ambiente demasiado concurrido. Comencé a beber sangría. Me percataba de que me sentía observada. En especial por un macarra: alto, mulato, de movimientos lentos; usaba pendientes en orejas, vaqueros ajustados, que le marcaba paquete, deportivas rojas estridentes y camiseta sin mangas. Era fuerte, cara agraciada, rapado, nariz gruesa y ojos negros y grandes. Me miraba de forma escrutadora. Hice que se me cayera el bolso y me agaché de modo que me pudiera ver los muslos. En ese instante, su mirada se hacía más radioactiva a través de sus grandes ojos. Vino hacía mí a pasos patosos. Se presentó como Sam, defensor de los derechos humanos; de hecho, era un sin papeles, defensor también del futbol y del culto al cuerpo mediante sesiones de pesas rematadas con flexiones. Rodeó mi cintura con su brazo y me invitó a beber sangría como si me conociese de toda la vida. Me pidió dar un paseo por la playa a la vez que se cogía su paquetón. Bajamos hasta el malecón. No tardó en cogerme el culo mientras me morreaba. Me sacó las dos tetas. Se desabrochó la bragueta y sus pantalones bajaron hasta los tobillos. Me ofreció su polla. Era enorme, nervuda con testículos colgantes. Se tumbó en una hamaca, empinada la polla. Empecé a mamarla, lamí el tronco, el glande, succioné los testículos. En un movimiento atlético, cambiamos de posición, me comió el coño y el ano. Me alzó las piernas. Yo estaba chorreando. Se puso en posición de ataque, empujó y bombeó en mi coño. Sin avisar me la clavó en el ano, solté un alarido, la sacó y volvió a la vagina, empezando un galope, yo gozaba su polla. Estreché mis piernas en su cintura.

—-- ¿La notas?
—-- ¡Si, si, si! ¡Sigue follándome! —le dije.
Empezó unas embestidas profundas. De su garganta salía sonidos guturales
—-- ¡Toma polla, para que te corras como una perra!

Descargué cual regadera, él se levantó y me puso su polla en mi boca atenazándome la nuca. Noté viscosidad en mi garganta, la mantuve en la boca, respiraba por la nariz; entonces me hizo pinza a nariz, no podía respirar y tuve que tragar. Quedé exhausta, al recuperarme vi que se iba con sus mismos pasos patosos
Había pasado menos de un mes de mi separación y ya había follado con dos tíos. No sé qué me deparará el futuro, quizá voy para puta. Solo sé que me siento puta y me gusta mostrarme como puta. ‘Y al carajo mi ex y su veinteañera amante!



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 3:43 pm



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Doña María


Me llamo Adolfo. Tengo 19 años. Desde la muerte de mis padres vivo con mi abuela en su casa, que está en un barrio periférico de la ciudad de Sevilla. Es viuda y no tiene más parientes cercanos, por lo que yo soy su única compañía.

A efectos de esta historia diré que consulté en un diccionario la palabra “Gerontofilia”, que define: “Inclinación sexual pervertida hacia las personas de edad avanzada”. En este sentido, confieso que siempre me han atraído las mujeres maduras, y por ellas ha vivido mi polla apasionantes aventuras en solitario.

Junto a nuestra casa vivía Don Miguel: un señor de 69 años, y su esposa, Doña María, de 61, amiga de mi abuela. Un sábado, Don Miguel había pedido a mi abuela mi ayuda para ordenar un cuarto elevado que estaba al fondo del patio de su casa.

Era mediodía cuando llegué y enseguida Don Miguel me llevó al lugar de la faena. Era un cuarto que estaba encima de otro dedicado a la lavandería, y al cual se subía por una empinada escalera. Amablemente me pidió que ayudara a su esposa a sacar cajas al patio, para dejarlo desalojado y hacer espacio.

___ Yo -dijo con voz lastimera-, lamentablemente ya no estoy para esos trotes.

Don Miguel había superado un derrame cerebral, pero lo obligaba a apoyarse en un bastón para poder caminar. Era alto y con porte, pese a su avanzada edad, amable y servicial y al que debíamos más de un favor.

Doña María era de mediana estatura, rubia teñida, bellos ojos, entrada en carnes, caderas anchas y un culo prominente. Pero lo más notorio eran sus grandes, pero bien puestas tetas, que le gustaba exhibir a través de generosos escotes.

El cuarto estaba atestado de cajas. En un lado había una cama cubierta con una vieja colcha que había acumulado mucho polvo con el tiempo. También había un armario, una mesilla de noche y un tocador con su respectivo espejo.

Sobre la cama había artículos de cristal. Cuando Doña María se inclinó a recogerlos, me regaló el magnífico plano de sus grandes tetas, que casi se salían del escote. No llevaba sujetador y las tetas pendían despojadas de su tirantes, mostrándose en su plenitud y esplendor. Se me subió la polla al ver sus atributos, y me recriminé mi instinto animal que todos llevamos dentro y que hacen aflorar pensamientos eróticos.

Comencé a bajar al patio las cajas que estaban cerca de la entrada, y, cuando subí de nuevo, vi a Doña María acomodándose una de sus tetas en el interior del vestido. Por mi cabeza se cruzaron de nuevo locas ideas, haciéndome ilusiones de convertirme en receptor de sus favores. Un nuevo sentimiento de culpa se apoderó de mí, por lo que traté de convencerme de que debía portarme como un caballero y sólo limitarme a cumplir con el favor que me habían pedido.

___ Adolfo, quiero pedirte algo.
___ Dígame, Doña María.
___ Súbete en esa silla y bájame esa caja grande que está la primera en el armario.
___ Ahora mismo.

Me subí a la silla e involuntariamente volví a mirar hacia abajo. Pude ver de nuevo sus tetas a través del escote y me quedé mirándola embobado. Doña María me sonrió y se las tocó con cada mano, en un gesto que no supe interpretar. Turbado, volví a mi trabajo. Le acerqué la caja, que pesaba un poco, y me dijo que ella la bajaría al patio.

Al pisar el primer escalón, inesperadamente tropezó. Mi reacción fue rápida. La cogí con firmeza, para evitar que cayera. No fue mi intención, pero le puse la mano en la teta izquierda, y sentí un calambrazo de deseo en mi cuerpo, al tiempo que le preguntaba por su estado.

___ ¿Está bien, Doña María? ¿Se hizo daño?
___ No, no. Estoy bien. Sólo me asusté.
___ Déjeme ayudarla.
___ Eso sí, ayúdame a incorporarme.

La cogí de la cintura y la recosté en mi pubis provocándome una erección, que no pasó inadvertida para ella. Debido a la caída y por mi forma de cogerla, la teta se había salido del escote, y no podía quitar mi mano de ese trozo de carne tersa y cálida con pezón grueso y que invitaba a todo. Siguió bajando escalones, pero se paró a ponerse bien el escote, ofreciéndome por un momento la visión de la teta entera.

___ Te estoy dando un espectáculo bochornoso, ¿no? ¡Qué vergüenza!
___ No pasa nada, Doña María. Un pequeño descuido -respondí, sin poder quitar mi vista de la teta.

Con el pretexto de ayudarla a llegar a la cama, pasé mi brazo izquierdo por detrás de ella, de modo que con la mano alcanzaba el costado de su teta en forma disimulada, mientras que la mujer, como quien no quiere la cosa, movió la mano derecha y rozó mi polla por encima de mis vaqueros.

La dejé sentada en la cama y volví a trepar la silla para seguir bajando cajas del interior del armario. Ya recuperada, se acercó a mí y con voz suave me dijo, a la vez que me ponía la mano sobre mi muslo derecho:

___ Ten cuidado, Adolfo. No vayas a caerte. Agradezco tu ayuda. ¡Hay que ver la falta que me hace un hombre en casa!

Hacía énfasis en esas últimas palabras. Y me hablaba agarrada a mi muslo, y mi paquete quedaba enfrente de su cara.

De repente, puso su mano descaradamente sobre mi bulto, haciéndome dar un respingo. Para entonces, la calentura sexual hacía presa de los dos. Ambos íbamos directos a un inminente polvo, evidentemente deseado, y, por qué no decirlo, premeditado.

Me bajó la cremallera de los vaqueros, metió la mano y me sacó la polla comenzando a mamarla. A poco me caigo de la silla. Mi deseo era abalanzarme sobre ella y follármela allí mismo, pero se oyó la voz de Don Miguel, que llamaba a su esposa porque quería que viese unas fotos antiguas que había encontrado en una de las cajas que habíamos bajado. Me sobresaltó su irrupción, hasta el punto de hacerme perder la erección.

___ Tengo que irme antes que Don Miguel pueda pensar mal -le dije-. Además, mi abuela ya debe tener listo el almuerzo.
___ Vale, pero vente tan pronto termines de comer. Miguel siempre duerme siesta y se levanta a las 7. Te voy a dejar la puerta entreabierta. No llames al timbre. Sólo empuja, entras y te vienes directo a este cuarto. Te voy a estar esperando.

Sin saber qué responderle, me limité a sonreírle y salí.

Eran las cuatro cuando regresé. La puerta estaba encajada, como me había dicho. Entré en silencio y me fui al cuarto. Ella no estaba, pero vi que en la cama había sábanas limpias. Oí pasos subiendo la escalera, y, al poco, apareció Doña María ataviada con picardías negro, recién duchada y oliendo a un delicioso perfume. Me sonrió y me dijo:

___ Ahora sí. Tenemos tres horas para nosotros.

Con los ojos brillando, se tumbó en la cama y enseguida se quitó el picardías, liberando sus tetas.

Paralelamente elevó una rodilla y con tal movimiento mostró bragas transparentes que permitían ver un coño depilado. Una maniobra atrevida de la excitada anciana.

___ ¿Qué me dices, Adolfo? -preguntó.

Quedé mudo, sólo atinaba a deleitarme con el cuadro de exhibicionismo que se me brindaba. Sus piernas se balanceaban. Se giró para enseñarme su cuerpo entero, como tratando de convencer al cliente de que la mercancía vale lo que se pide: el coste de la sexualidad juvenil.

___ ¿Qué te parece esta vieja? -insistía.
___ Una mujer hermosa -atiné a decir, con torpeza.

Estaba embobado. No dejaba de admirar el atrevimiento de Doña María, que no se perdía un solo detalle del efecto que en mí causaba.

___ No debemos perder tiempo. Quiero que me folles, bien follada -sentenció.

Tenía urgencia por coger la tranca aprisionada en mis vaqueros. Se incorporó y aprovechó para aferrase a ella, que no resistía tanto enclaustramiento. Con las tetas colgando, miró mi instrumento y lo dimensionó con los dedos por encima de la tela:

___ 18 centímetros -me adelanté yo.
___ Uy… Adolfo, ¡qué pedazo de polla tienes, hijo!
___ No, es normal -respondí nervioso.
___ ¿Normal? ¡Pues esa polla normal me lo vas a meter entera en el coño!

Ya habían sido puestas las cartas sobre la mesa, y, sin más recato, la señora procedió a bajarme la cremallera que ocultaba su ansia, que iba enrojeciendo debido a la sangre que la recorría con una velocidad espantosa. La liberó y con la mano comenzó un encantador masaje que me transportaba a un sublime placer. Mi polla parecía haber sido invadida por una enredadera que la abarcaba en toda su longitud.

Los latidos de los corazones colmaban el cuarto de un ritmo que se intercalaba de un corazón a otro. Mi pantalón se deslizó por mis piernas causando un sonido por el roce de la cremallera contra el suelo, mientras que, desesperadamente, Doña María se agitaba el coño. Apretó mis glúteos y mi erguida polla fue a clavarse al orificio bucal de mi improvisada amante que, sin pudor, empezó a prodigarle lamidas electrizantes; el glande aparecía y desaparecía en su boca y por vez que salía adquiría un color oscuro, como amoratado.

La excitación estaba en la primera fila. Doña María se dejó caer de espalda en la cama, jalándome consigo, provocando de una forma impresionante que mi polla fuera a entrar directamente a su humedecida cueva. Era tanta la humedad de su coño que la capacidad de mi polla reemplazó una cantidad equivalente de jugos y, por supuesto, entró surfeando en un mar de placer, y yo empujé instintivamente para ahondar más en las profundidades de aquel agujero hambriento.

Mi instinto animal salió a flote y, poniendo las rodillas en la cama, cogí de las piernas a la hembra y la alcé a la altura de mi vientre para perforar con fuerza su intimidad. La sensación fue lo mejor del momento; ella sentía que sus entrañas eran invadidas por un trozo de carne sin hueso, y no quería que la intrusa se fugase, por lo que apretó más las piernas para aprisionarla, y este encarcelamiento me daba un placer indescriptible.

Decidí incorporarme y paralelamente aprisioné las nalgas de ella y lo hacía con tal vehemencia que parecía que la hembra se partía en dos, literalmente la estaba descuartizando; con los ojos cerrados y alzando sus nalgas y mi polla perforaba lo más recóndito de la intimidad femenina, que a su vez sentía como su cabeza no rozaba la cama y con las manos trataba de dar estabilidad a su cuerpo sintiendo que la penetración le daba un gozo de proporciones inimaginables a su coño. Un leve dolor mezclado con un cosquilleo placentero le anunciaba un cercano acto de clausura. La sangre se calentaba al compás de las embestidas.

Los ritmos cardíacos subían el placer. Los cuerpos se tensaban y las piernas vibraban. La fuerza con que apretaba las nalgas de la mujer hacía que su tronco se incorporara. Ahora, piernas femeninas abrazaban mi cintura y nuestras bocas se fundían en un apasionado y prolongado beso. Las tetas comprimían su volumen en mi pecho y de pronto se producía una inevitable descarga viscosa. Una corriente eléctrica recorría nuestros cuerpos, y el efecto me obligó a doblar las piernas y a caer de cara en la cama, mientras la hembra, exhausta, caía sentada en mis piernas, sin soltar al prisionero mástil, completamente envainado.

Nuestras fuerzas se agotaron. Pesadamente nos desplomamos a un costado. Nuestras jadeantes respiraciones delataban fuerte acalorado ajetreo. La tarde seguía su curso, inexorablemente había avanzado, y en cualquier momento despertaría Don Miguel.

“¡¿Qué has hecho, Adolfo?!” -pensé. Me sentía traidor por haberle puesto los cuernos al bueno de Don Miguel, pero sabiendo también que había valido la pena.

Si Don Miguel se enterase de esto, no me iba a gustar su reacción, por lo que rápido me vestí y abandoné el cuarto en el que se había cometido el pecado. Al poco de haber bajado al patio, apareció Don Miguel apoyado en su bastón. Sin poner atención a lo que decía, emprendí mi labor de ordenar las cajas. Mientras, Doña María me sonreía feliz desde la ventana.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 9:24 pm



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Infidelidades e infelicidades


Se presentó el primero y el segundo trailer de la película “Desearás al hombre de tu hermana”. La primera película protagonizada por mí, donde se desata un escándalo familiar por el mismo hombre.


Sólo escritos eróticos - Página 7 Infeli10


¡Debutó con todo el placer del mundo! Con mis ganas de figurar en el reparto de un film erótico y con mi lívido a tope.

Se conocieron mis primeras imágenes comprometidas en “Desearás al hombre de tu hermana”, mi debut con un rol protagónico en el cine.

La película, dirigida por el afamado director del cine español, Santos, con guión del prestigioso escritor Antonio Chávez López. Infinidad de escenas subidas de tono protagonizan un triángulo amoroso con el personaje de mi hermana, el marido de ella y yo.

Coprotagoniza la película un buen elenco de actrices y actores muy reconocidos del panorama cinematográfico español y suramericano.

En la película “El día de mi boda”, mamá invita a la boda a mi hermana, como queriendo poner punto final a la rivalidad entre nosotras. que llevábamos ya más de cinco años sin saber la una de la otra.

Mi hermana llega a la boda acompañada de su marido. Viven aislados en medio de una selva virgen. Mi hermana y yo volvemos a encontrarnos, empujadas por los deseos de otra persona: nuestra mamá. Volvemos así a quedar presas en esa doble trampa.

El marido de mi hermana y yo nos atraímos de una forma arrebatadora a primera vista, y así nos enfrentamos a los acontecimientos que vienen después. Yo, la mujer ardiente, pero también la mujer más libre y dispuesta a la hora de explorar mi sexualidad. Mi hermana, por el contrario, siempre disfrutó del sexo a través de mí. Me espiaba y era mi voyeur particular y mi discípula. Se masturbaba a todas horas.

El encuentro empieza como una fantasía perturbadora en la mente de los dos amantes, mi cuñado y yo, hasta que nuestros cuerpos piden a gritos sexo a todo gas. Y, claro, los dos follamos como locos.

En realidad, las dos parejas vivimos una luna de miel compartida.

Hacer el amor sin freno entre mi cuñado y yo, y entre él y mi hermana, más tranquilo, se va convirtiendo en fuga, descarga y lascivia, pero nosotras dos, las hermanas, sabemos que estamos condenadas de por vida a desear a un mismo hombre, que como ninguna lo queremos perder, conscientes accedemos a hacer un trío. Mi deseo por mi cuñado es sólo carnal, nada de enamoramientos.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 9:45 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri192


Las piernas de Mariana

La mujer no deja de mirarme durante la cena. Bajo su barbilla, el plato de sopa permanece intacto, liberando sus últimas hebras de vapor. A mi lado. Mauro, su hijo, el hombre con el que salgo, embotado en un silencio estéril.

- Mariana -me dice la mujer-, qué bonito nombre. ¿Eres hija única?
- Sí -respondo, tratando de sonar poco fría y descortés-. Soy hija única. Mi madre quería tener más hijos, pero por unos problemas uterinos, su ginecólogo se lo prohibió; bueno, prohibió no, se lo recomendó.
- Qué pena -dice la mujer, soltando un suspiro dudoso.
- Mariana, sírvete más café -me dice de repente el padre de Mauro, apareciendo en la conversación.

De pronto, oigo un rumor cauteloso y concentrado; es Julio, el hermano menor de Mauro. Sentado en un sillón giratorio del escritorio contiguo al salón. Traza planos espaciales en una enorme hoja blanca. Alza la cabeza y me sorprende mirándolo.

- Perdón -se dice en voz baja, para sí-, a veces hablo sin darme cuenta mientras diseño mis planos.

No le respondo.

- ¿Ya tienes planes para cuando termines los estudios?

La mujer continúa interrogándome.

- No, todavía no. La carrera no ha hecho más que amputarme las piernas -le respondo.

Se queda mirándome, asombrada.

- Lo digo en serio -recalco-, y por lo visto usted no me cree. Levante mi falda, si lo desea. ¿Quiere ver mis muñones?

Su pómulo se tuerce y las cejas le empiezan a temblar.

- Los puedo mover y hacer que parezcan dos gusanos gigantes retorciéndose como si les hubieran echado insecticida.
- Estás loca -me dice la señora.
- ¿Cómo traes a mi casa a una loca, Mauro? ¡Vete de aquí!
- Sírvete más café, me repite el señor y me alcanza la taza.

El rumor de hace minutos para Julio. Alarmado, deja de trazar los planos, fija la mirada en un punto muerto y el lápiz cae de su mano. La mujer se da la vuelta.

- ¡Tú sigue haciendo tu tarea!
- No te preocupes, mamá —dice Mauro.
- Déjalo que escuche. Total, hace tiempo que la universidad cerró. No sé por qué te empeñas en que siga haciendo planos -dice el señor.
- Porque él será arquitecto y nos construirá una bonita casa.

La mujer da un quejido seco y golpea la mesa con los puños. A su lado, el señor vuelve a llenar la taza luego de dar un último sorbo a su café.

- Y tú, ¿qué es lo que esperas para irte? —me dice la mujer—. ¿No tienes nada más que hacer que dar porculo aquí?
- Estoy haciendo la sobremesa antes que Mauro me lleve a su cuarto y me haga el amor, o me folle, como prefiera usted que lo diga.
- ¿Hacerte el amor? Pobre hijo. Tiene una mujer a la que no puede coger de las piernas mientras le hace el amor. Una inválida, vaya.
- Eso no es ningún problema, mamá —dice Mauro—. Se soluciona fácil. Ahora mismo voy a la cocina, cojo un cuchillo y me corto los brazos. Así no tendré que cogerle las piernas a Mariana cada vez que me la folle. Ella sin piernas y yo sin brazos. El balance perfecto. Total, su boca y su coño no están amputados, como tampoco mi polla y mi lengua.

Mauro se levanta y va hacia la cocina. Al instante vuelve con un cuchillo. En ese momento acabo mi tercera taza de café.

- ¡No, hijo, no lo hagas! —grita la madre.
- Sírvete otra tacita, hija, con confianza —vuelve a decirme el señor.
- Pero, mamá, no te preocupes. Además, estos brazos nunca me han servido para nada.

La mujer duda unos segundos antes de responder.

- Bueno, está bien, hijo. Si es lo que quieres, lo entiendo. Pero no lo hagas tú, yo misma te los cortaré.

Coge el cuchillo y se pone al lado de Mauro, que tiene los brazos estirados sobre la mesa.

- ¡Espere, señora! —la interrumpo—. ¿Qué hará con los brazos de su hijo una vez cortados?
- Los disecaré y los mantendré siempre con cremas. Sus manos suaves servirán para acariciarme todos los días. Las manos de este viejo — señala con los ojos al padre de Mauro — se endurecieron hace tiempo. Y cuando me toca siento como si fueran una lija.
- ¡No, mamá, tengo una idea mejor! -tercia Julio-. Dámelos a mí. Nunca aprendí a dibujar manos y si las tengo de molde podré practicar con exactitud. Las colgaré en mi escritorio.
- ¡No! ¡Esas manos serán para mí! —grita la mujer.
- ¿Contenta con la respuesta, niña? Sigo esperando que te vayas.
- Qué egoísta es usted, señora —intervengo—. Si yo fuera usted las pintaría y las expondría en un museo como muestra de arte contemporáneo. “Manos humanas”. Sería un éxito.

La señora frunce el entrecejo. Parece pensárselo un momento.

- ¿Estás segura? ¿Cómo lo sabes?
- Porque lo he hecho. Bueno, yo no, mi madre. Cuando la carrera me amputó las piernas, mi madre las recogió, las pintó y las expuso en un museo. Y créame que fue todo un éxito. ¡Piernas de mujer! Ese fue el título. Si viera cuánta gente aparecía en la sala sólo para ver mis piernas.
- No es mala idea, mamá —dice Mauro.
- Pues si tus brazos amputados en un museo nos harán famosos, entonces que así sea.
- Algún algo bueno debía tener, muchacha. ¿Hace cuánto tiempo que conoces a mi hijo? -se dirige ahora a mí, mirándome a los ojos.
- Nos conocemos hace tiempo —respondo—. Mauro no quería decírselo, pero llevamos una relación a escondidas desde hace cuatro años.

La mujer refunfuña y vuelve a golpear la mesa con sus puños.

- ¡¿Quééé?! —grita mirando a su hijo—. ¡¿Cuatro años y ahora me presentas a esta mujer?! ¡¿Dónde tenías la cabeza?!
- En el lugar de siempre —responde Mauro—. Justo cosida al cuello, desde qu intentaste cortármela.
- Este chico… Bueno, te perdono.
- Ven, hija, demos un paseo por el parque para conocernos mejor.
- Y tú, ve preparando los brazos. Haz alguna última cosa antes de que regrese para yo cortártelos.

Salimos de la casa. La señora empieza a contarme su vida, a formularme preguntas de rutina: si planeo futuro junto con su hijo. Dice que, si lo deseo, puedo desde ahora coger su lugar. Ella está harta de todo. El inútil de su marido no hace más que leer el periódico, y su hijo menor derrocha el tiempo en planos absurdos. La verdad es que carece de talento. Le digo que sí, que tengo una vida planeada junto a Mauro. Pero eso, así como algunas cosas que dije en la cena, es una mentira más.


Las piernas de Mariana en realidad
O sea, de Mariana una mentira más


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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 10:01 pm



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Incesto en primer grado


Me llamo Alejandra, nací y vivo en Sevilla, y ahora tengo 22 años. Soy hija única y vivo todavía con mis padres en su casa. Me veo como una chica mona: 1,72 de estatura, buen cuerpo y una cara tirando a picarona, rubia, pero no natural, de bote, ojos verdes. Soy muy sexual y me excito con facilidad. Lo que más resalta en mi anatomía son mis tetas, grandes, pero bien puestas, y mi culo, redondo y respingón. Estoy acabando la carrera de Arte Dramático e Interpretación, y quiero dedicarme al mundo del teatro, aun sabiendo lo difícil que es hacerte un hueco en ese mundillo.

Al principio de mi adolescencia, cuando contaba 13 años, tenía una fantasía en mente, y era que me follasen dos cubanos mulatos con grandes pollas, uno por el culo, mientras el otro me atragantase la boca con su enorme verga.

Pero apenas cumplí18, mi fantasía cambió; quería follar con mi padre; un tío alto, moreno, ojos verdes, guapísimo y estaba buenísimo, y no sé por qué, pero imaginaba que debía tener una buena polla. A veces había tenido sueños en los que soñaba que me iba al cuarto de mis padres y le mamaba la polla a mi padre, aun mi madre a su lado en la cama, pero dormida. Lo deseaba tanto…

Una tarde de sábado de primavera, mi madre salió de compras con sus amigas y nos dijo a mi padre y a mí que iba a tardar en llegar a casa, así que aproveché que mi padre estaba en el salón, en su sillón favorito viendo televisión.

Tengo unas tetas con pezones prominentes y aureolas marcadas, que llaman la atención y esa tarde me puse una blusa transparente, sin sostén. Estaba muy caliente y mis pezones estaban duros y tiesos. Me encajé una minifalda vaquera y, como hago normalmente, empecé a hablar con él. Me senté en sus muslos y, sin pensarlo, llevé una de sus manos a mis tetazas; se quedó paralizado, le sonreí y al mismo tiempo llevé su otra mano a mi coño. Intentó quitar las manos de las tetas y el coño, pero la mano del coño se la cogí con fuerza y la moví en círculos. Lo besé en la boca con lengua incluida y me correspondió. Y fue entonces que empezó a animarse hurgándome dos de sus dedos mi clítoris. Se sorprendió que no llevase tanga, lo que le excitó más y comencé a sentir cómo su polla se levantaba en mis nalgas, ya que seguía sentada en sus muslos.

Después, lentamente le abrí la cremallera del pantalón, le saqué la polla y me la metí en la boca y la mamé a placer unos minutos. Él me quitó la blusa y empezó a acariciarme y a lamerme los pezones, mientras seguía mamándosela y a la vez masturbándome. Ya estaba completamente salida, húmeda y dispuesta a todo. Mi calentura sexual subía por segundo.

Era mi sueño hecho realidad. Nos besamos hasta que ninguno de los dos tenía ropa, y así, entre besos caricias y abrazos, nos dirigimos hacia su dormitorio, me tumbó en la cama y me abrió las piernas; se agachó y me lamió el coño con maestría inusitada (ahí recordé los gemidos y a veces rugidos que más de una vez escuché a mi madre, ya que mi cuarto está pegado al de ellos). Me sentía en el paraíso, tan excitada estaba que me monté en su polla, grande y dura, y comencé a cabalgar frenéticamente sin parar.

Me dio la vuelta y me hizo suya cómo y cuánto quiso. Luego me volví a subir y no paraba de gemir y sentir el mayor placer de mi vida. Cuando estábamos a punto de corrernos, yo gritaba diciéndole que era su puta y que quería follar más veces con él y que ningún otro hombre me atraía. Veía su expresión de satisfacción. Nos corrimos a la vez y su polla llenó de semen mi coño. Y para acabar “cum-lauden”, le hice un exhaustivo limpiado a su polla con la lengua. Nos quedamos acostados abrazados y besándonos otro rato.

Cada tarde de viernes o sábado que mi madre no está en casa porque suele salir con sus amigas y sé por ella misma que tardará en volver, si mi padre no está en casa le telefoneo al móvil y cuando llega follamos como fieras. Sé que esto es incesto, pero mirándolo por el lado romántico, confieso que estoy enamorada de ni padre, y él me corresponde. Ahora ya no escucho los gemidos de mi madre, lo que sí escucho son broncas de mi madre a mi padre pidiéndole sexo. Me da que mi madre le va a pedir el divorcio. ¡Qué bien, la hermosa polla de mi padre para mí solita!



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 10:06 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri194


Atrevimiento frustrado


Qué tentación. Recuerdo aquella tarde en el parque, sentado junto a ellos. Sabía que no había cerca nadie más, pero los miraba furtivamente. Podía pasarme una vida mirándolos, admirando su carnosidad, su belleza, su diente mordisqueando el inferior, su carmín rojo, insinuándoseme. En aquel momento me entraron unas ganas locas de besarlos, pero no podía permitirme tal atrevimiento. Por contra, me satisfacía yo mismo relamiéndomelos. Me sentía en una nube. Sabía que mi felicidad se centraba en esperar una mejor oportunidad. ¿Mejor que aquella? Sí, mejor. Pero sentía que, como imán, se atraían por los míos.

Sé que ahora no puedo permitírmelo, pero también sé que puedo esperar. Los dejé ir. Me resultó difícil tomar semejante decisión. Todavía no entiendo por qué los deseo tanto. Es que unos labios como esos no se ven todos los días.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 10:20 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri195


Refugiado


Sólo escritos eróticos - Página 7 Refugi10


Aunque estaba tan oscuro como la boca de un lobo, vi, cerca de mi cabeza, como la bala arrancaba chispas de la pared de piedra, y yo sentí a la vez un lacerante dolor en la mejilla. Aún hoy no sé si la cicatriz que luzco, reducida ahora a una tenue sombra blanquecina, fue producida por una esquirla o por la propia bala rebotada.

El miedo que se había amancebado en mi interior desde hacía días, cuando los pocos sobrevivientes de nuestro batallón nos quedamos aislados en ese pueblo de la sierra, se multiplicó hasta convertirse en un pánico incontrolable. Concentré mis esfuerzos en controlar mis esfínteres y disparé hacia el campanario, donde sabía bien que había un grupo de francotiradores.

El frío era terrible y hacía dos días que no dormía y tres días desde la última vez que había comido algo caliente: un puerco brebaje al que el cocinero no tenía reparos en llamarlo sopa. Todas las esperanzas (cada hora que pasaba, se reducían las esperanzas) estaban puestas en las tropas azules que tenían que venir a rescatarnos, y eso era lo que apenas me mantenía en pie.

Estaba solo en una calle estrecha y de un empedrado irregular, sin el consuelo de tener a un ser humano cerca de mí, sin el calor de una simple conversación y con la sensación de ser un pato de feria.

Me aterrorizaba la noche, pero más temía que terminara y la luz a la que diera paso trajera una fuerte ofensiva del bando enemigo, y con ella la muerte o el cautiverio sin límite de tiempo. No podría ahora decir qué sería peor.

Sentí que se abría una ventana de la casa contra la que me apoyaba y de la que irradiaba un agradable calorcillo que bastaba para que la nieve no acabase cubriéndome, y una mujer joven, apenas un par de años mayor que yo, me hizo señas para que entrara. Traté de cambiar la expresión de mi rostro, que sabía denotaba pánico y extremo cansancio y desaliento, mientras cruzaba la puerta de aquella pequeña casa-panadería.

Agotado, me dejé caer en una silla, el fusil apoyado sobre la mesa.

—Gracias —pude apenas balbucear.

Llevaba varios días sin hablar con nadie, a no ser que se consideraran las imprecaciones y los comentarios que destinaba a los que consideraba responsables de la penosa circunstancia en la que me encontraba y a mí mismo.

— ¿Tienes hambre?

Asentí con la cabeza, y de inmediato me puso delante un plato con un trozo grande de pan del día y una generosa loncha de tocino veteado, que, más que comí, devoré de pocos bocados, mientras miraba a mi benefactora llenar una bañera con cubos de agua que acarreaba desde las inmediaciones del horno. Tenía el pelo castaño, la piel blanca, una sonrisa preciosa y se intuía, bajo un humilde vestido negro. muy desfavorecedor, una bonita figura. María se llamaba mi ángel de la guarda.

María se dio la vuelta y me ayudaba a desvestirme y me introducía en el agua, deliciosamente caliente
Tendría aquí que describir, si pudiese hacerlo con palabras, la gran sensación de paz y seguridad que me invadió. La sencilla estancia, con tan sólo un altillo que hacía también de dormitorio, apenas iluminada por dos velas, me parecía más acogedora que cualquier otro lugar en el que antes hubiera estado.

Me lavó la cabeza, la cara y me desinfectó la herida en mejilla. Después, con un paño enjabonado, frotó suavemente mi cuerpo: el pecho, el vientre, los brazos, los pies, las piernas…, intentando sortear mi polla, que, para mi vergüenza y sin nada que pudiera hacer para impedirlo, había alcanzado su estado de máxima erección. Pero era inevitable que su mano la encontrase y la empezó a masajear suave, mientras que me besaba. Mis manos mojadas sobaban sus hermosas tetas, sintiendo sus duros pezones a través de la ropa y, después, subían por sus muslos, tersos, hasta su coño peludo y húmedo. Me corrí yo primero y mi semen disparado fuera del agua salía. María se corrió inmediatamente después entre gemidos y gritos.

La lasitud que sigue al orgasmo, unida al cansancio y a la laboriosa digestión del pan con tocino de un estómago que casi había olvidado como desempeñar sus funciones, hizo que me quedase dormido en la misma bañera; y ahí me hubiera quedado, Dios sabe cuánto tiempo, a no ser por la insistencia de aquel ángel que el destino había puesto en mi camino. Trabajosamente me secó todo el cuerpo y seguidamente me llevó delicadamente por las escaleras hasta una amplia cama.

—Hoy es Nochebuena -dijo.

Pude escuchar “hoy es Nochebuena”, a duras penas, entre las brumas del sueño inducido por un cansancio infinito. ¡Qué miserable debía ser mi situación para no haber caído en la cuenta de la noche que era!
El día de Navidad desperté descansado sobre una cama caliente y sintiendo el cuerpo completamente desnudo de mi preciosa María a mi derecha.

Apenas se filtraba la luz mortecina del exterior por las rendijas de la ventana.

Me miraba y sonreía. La estreché con fuerza y sentí sus tetas contra mi torso. Acaricié su suave piel mientras la besaba y le metía mi pierna entre sus muslos, apretando hacia arriba, hasta sentir la mata y la humedad de su coño.

Pronto se giró en busca de mi polla, que encontró y enseguida se la metió en su boca, chupándola, golosa. Mientras me bajaba el prepucio, introducía el glande en su boca succionándolo; luego, al revés y a gran velocidad. Paró un momento mientras no pude reprimir un fuerte chillido de placer, temiendo que me corriera en ese momento.

Pasó una pierna por encima y a dos centímetros de mi cara me ofreció la visión de su coño, hinchado y palpitante, que lamí, al principio incorporándome; luego, bajó sus caderas y lo apretó y lo frotó contra mi cara, moviéndose con mayor rapidez cada vez gimiendo de placer, mientras continuaba chupándomela.

Me corrí en su boca y como si lo estuviera esperando se corrió ella también, a la vez que dando fuertes gritos y presionando de tal forma que tuve que ladear un momento la cara para poder respirar.

—Puedes quedarte aquí —me dijo, abrazada a mi cuerpo.

La verdad era que no había tenido tiempo de pensar en mi futuro inmediato. El infierno estaba separado del paraíso por la puerta de la humilde vivienda de María. Pero desde el primer segundo supe que no podía regresar. Aún se oían los tiros esporádicos de mis compañeros y también los de la tropa enemiga que nos rodeaba, señal inequívoca de que aguantaban en la brecha.

- Sí, me quedaré aquí, escondido -le respondí.

Y me quedé, y no volví a salir de su casa, a no ser al pequeño huerto en el que un muro alto preserva mi secreto. Allí paseo de arriba a abajo, me siento a leer la prensa en los días buenos y cultivo, con la ayuda de María, las hortalizas para nuestro consumo.

Nada más echo de menos. Me mantengo al día de los avances (tal vez sería más correcto decir noticias-novedades) del mundo por el diario y la radio, y los del pueblo por los comentarios de María.

- Hoy han abierto un supermercado nuevo. La gente coge los productos que necesita, los mete en una cesta y paga al salir.

Me dijo y nos reímos como niños ante los disparates que el progreso nos traía.

En las tardes amasamos y encendemos el horno de leña, y en las noches cocemos el pan. Nunca entró en la vieja panadería de María una máquina; todo lo hacemos a mano, y el resultado es un pan delicioso y una bollería exquisita que tenemos vendido a los clientes de siempre antes de las 9 de la mañana.

No hemos tenido hijos, ni tampoco los hemos echado de menos, incompatibles serían con nuestro secreto, y cada Nochebuena y cada Navidad celebramos nuestro aniversario exactamente de la misma forma de la primera vez, reviviendo el momento en que nos conocimos y que marcó nuestras vidas llenándolas de felicidad
Precisamente ayer, que se cumplieron 10 años de mi estancia en la casa de María, recibimos la visita del comandante del puesto de la Guardia Civil.

—María, tengo que hablar con el hombre que ocultas en esta tu casa.

María se echó a llorar.

—Tranquila, no es por nada malo, no te preocupes, deja de llorar —la consoló poniéndole una mano sobre el hombro—. La guerra ha terminado, hay amnistía y ya nada malo le puede pasar.

Saliendo de mi escondite pregunté al guardia civil.

—¿Cómo supo que estaba aquí?

El guardia se sonrió, me miró y me dijo:

—Hace 10 años que estoy en este destino y lo supe desde el primer día.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 10:28 pm



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La puta Bárbara



Hay gente que nace rota, con defectos de fábrica. Bárbara no había nacido puta, ni siquiera en el sentido peyorativo de la palabra hacia las mujeres que se dedican a alquilar su cuerpo. Ella, sólo había nacido bárbara.

Bárbara, brava y tosca se había criado en un matadero de cerdos con su tío, hasta que él pensó que no podía criar a una chiquilla, y la echó de su casa.

Aunque ya en la calle, deseando estaba de salir de aquel matadero, de aquella casucha de madera podrida, de aquel estiércol, de aquellos olores…

Se fue a vivir con su abuela, muda de nacimiento, y el silencio se hizo ambiente. La abuela también criaba cerdos, pero empezaron a tener extrañas diarreas y su carne se hizo incomestible. La mujer dejó la explotación animal y sin consultarla, decidió explotar sexualmente a su adolescente nieta.

La llegada a la ciudad y el abandono de una casa oxidada, eran un trámite más en la trayectoria de la historia de Bárbara. Debía pasar como pudiese un tiempo, hasta lograr algo mejor. Pero sentía en el fondo que todos sus encantos eran realmente engañosos. Tal vez la oportunidad de ser diferente no llega nunca a las personas como ella. O, quizás, la oportunidad de no ser indiferente.

Por mucho que se esmeraba en su nuevo trabajo, sus clientes no se acordaban de ella al día siguiente. Le parecía que era una suerte, pues cero contacto con ellos la alegraba, y de esta manera podía sobrevolar en calma todo el tiempo.

No admitía nunca que la llamasen puta, ella era lo que era, pero a veces tenía la sensación de convertir en putada todo lo que tocaba.



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Mensaje  achl Jue Ago 27, 2020 11:34 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri198


La conquistadora conquistada
(El Polvo del siglo)



Esta es la historia, señores,
de una guapa y perversa mujer,
que disfrutaba causando dolores,
para sólo gozar de sexual placer.

En sus diarias y permanentes conquistas,
lo mismo le daba solteros que casados,
pero a los que su perversidad echaba vista,
eran a aquellos que ya estaban “atados”.

En sus diarias tertulias de siempre,
presumía la muchacha de devoradora,
hasta que un día del mes de diciembre,
su destino no daba ninguna demora.

Sus diarias "hazañas" la hacían hartible,
sobre todo por la seguridad en sí misma,
pero aquel día pescó a un tipo increíble,
dando, por eso, pie a su enorme enigma.

Gilda lo acechaba todos los días sin cesar,
pero el hombre, muy al loro y muy astuto,
habíase percatado y se dispuso a esperar,
porque el encuentro en cuestión de minutos,
palmariamente estaba más que cantado.

Pero, empero, resultó ser aquel hombre
un afamado experto en “sones cameros”,
y a Gilda la "puso" y la rebeló su renombre
y pronto comenzó a seducir el caballero.

El macizo camero, que andaba al loro,
rápidamente caló a aquella tía buena,
pero su casa seguía siendo su tesoro,
y, por esto, dudaba en entrar a escena.

Él estaba pasando por momentos amargos,
porque en su parienta, Casilda, no hallaba calor,
pero Gilda, llama deseosa, lo sacó del letargo
y enseguida lo invitaba a una noche de amor.

La gachona aquella era rubia, guapa y bien hecha,
y, por todo eso junto, chuleaba de atribuciones,
y el gachó, moreno, bien dotado y buena percha,
que tampoco eran rancias y banales razones.

La rubia se felicitó por su buen gusto,
enganchando con ciencia a su pesca,
y una esperada noche y en el sitio justo,
se abalanzó, ansiosa, contra su presa.

Aquel moreno pensaba en el placer
con semejante e imponente bombón,
pero todavía se acordaba de su mujer
y en los años que con ella partían piñón.

Pero el moreno ahuyentó a su conciencia
y se abandonó a los encantos de Gilda,
y ya sin nostalgia, pero con impaciencia,
buscó nuevas ilusiones en su nueva Casilda.

Si la rubia chavala era de piquito divino,
el chaval moreno no le andaba a la zaga,
y en esa luna, entre magreo, clavel y vino,
“coincidió” con la famosa y fogosa pava.

Los recuerdos de otros amores valen poco,
mientras se está en nuevas pasiones jugosas,
pero si aquéllos comienzan a comer el coco,
casi nunca suelen salir bien todas las cosas.

Ahora, otrora y por cojones hay que hacer dos reflexiones:

¿Por qué tanto gancho en esas mujeres,
que por más que los hombres se resistan,
casi todos caemos cautivos en sus redes
y la mayoría de ellos no la pierde de vista?

¿Qué coño está pasando en nuestra sociedad,
que el mal llamado "sexo débil" acaba mandando,
y en todos los tipos de complicación universal,
siempre hay un chocho de por medio danzando?

Y la realidad es que no se le busca remedio,
pues, por ovarios, siguen ellas muy en serio.

Continúo con este insinúo dúo.

Pero como es de hombre de “eso” no hablar,
se juró desde sus adentros que iba a callar,
solamente rememoró la fatal coincidencia
con aquella dama de sexo y culo calientes,
pero con clase y con no menos inteligencia,
musitaba para sí, lo siguiente, entre dientes:

Y se decía, sobrio, cual tenorio de hoy en día:
Mi esbelta anatomía era su porfía
y el tesón de todos sus empeños;
me miraba, como sólo ella sabía,
y me erigí como en su único dueño.

Mis palabras, mi solvencia y mi…
favorecieron un buen comenzar
dando paso al beso y la esencia, sí,
con las ansias que cabían esperar.

Su suficiencia la aparcó por unos instantes,
pasando a estudiar, poco a poco, mi cuerpo.
Después, me provocó su palmito Insultante,
el mismo que daría salud hasta a un muerto.

Simuló repetidas veces beberse el sol,
para segundo después darme su aliento.,
y me besó y me abrazó con tanta pasión
que proporcionó calefacción a mi cuerpo.

Mi hombría le quitaba su frío, y tanto,
que súbitamente se volvía como loca,
entrándole unos escalofríos de espanto,
pero no porque no estuviese con ropa.

Nuestros cuerpos se fundieron,
y pasó lo que tenía que pasar,
que ellos solos se entendieron.
Pero yo, de eso, prometí no hablar.

Y con mi entrega y su loca pasión,
la explosión no se hacía de esperar.
Culminamos, pero no me dijo ni adiós,
pero yo, en mi rol de macho hombre,
no moví un desde por hacerla parar.

Pero en sus nervios y prisas por abandonarme,
se le cayó de su bolso un papel con lista ligona,
que después de leerla comencé a preocuparme:
¡aún su corta edad, qué rubia más pendona!

Comprendí ahora que era una ninfómana viciosa,
que incluso disfrutaba poniendo diversos detalles:
edad, posturas, gustos, “tamaño”, y otras cosas:
en hoteles, en discotecas, en coches, en la calle…

Pero cosa muy fuerte le ocurrió aquel día,
que su putísimo orgullo trató de ocultar,
y, aunque la historia era más suya que mía,
también yo me iba calentando barbaridad.

Confusa y contrariada vivía aquella ocasión,
como con nervios y a falta total de mando,
puesto que más que irse, se escapó, huyó,
sin atinar qué era lo que le estaba pasando.

Corrió, aceleradamente, rumbo a su casa,
ya allí, se refugió en repasar sus conquistas,
pero con una tila dentro de una enorme taza,
y sin apenas ganas de nada, ni una nimia pizca.

Al otro día, en su ambiente, contó su versión:
“¡Ole mi coño, con este tío van…, ni se sabe!”.
Pero una voz tremenda salía de su corazón,
que le decía: “¡Gilda, estás perdiendo la llave!”.

Confundida y super rabiosa por tanta rabia,
con impaciencia buscaba una buena razón.
Es que se creía que sólo ella tenía labia,
pero en esa ocasión se la jugó su corazón.

Su conciencia le habló y le fue sincera,
y le preguntó de una forma espontánea:
“¿es que existe una salsa más verdadera
que una fulminante atracción instantánea,
de una calentura y una pasión simultáneas,
aunque para tu ego y tu sexo sea la primera?”.

Pero, por mor de su soberbia, su altanería
y también por no dejar a su corazón amar,
me vilipendiaba cuestionando mi hombría,
jurándose que conmigo nunca follaría más.

Y con su puto orgullo y su lucha interior,
solamente conseguía hacerse más daño,
que salpicó todo, incluso hasta mi honor,
aduciendo que aquel día “sólo fui un apaño”.

Y como seguía así, sin hablar por derecho,
empecinada en su duro recochineo dañino,
¿pensaría quizá que me hallaba maltrecho,
y que por eso reanudaba su torpe camino?

Lo primero que hizo la despechada muchacha
fue darme una y otra vez en la cara con otros,
ignorando la taimada pero estúpida vivaracha
que de vuelta un millón de veces viene mi moto.

Su maliciosa y usual manera de ser
está entre la duda, el odio y el olvido,
pero si pensase en mi amor, tal vez,
se le encogería de pronto el ombligo.

Mas, percatándose de mi indiferencia,
de nervios se atacó sola, colérica y perdida.
¿Pero... en dónde ha perdido la sapiencia
esta cachonda nenita de vulva encendida?
Y, aun insistiendo en su falsa verdad,
se encoñó en informar a mi pareja,
sin importarle nada su fría maldad
y merodeando muy cerca mi acera.

Pero, finalmente, como todo le salió mal,
reconoció que no ha había jugado limpio,
y a su propia conciencia quería disculpar
“aduciendo que lo nuestro había sido lindo”.

Hasta con mala leche quería ganar,
y trató nuevamente conquistarme,
pero se le olvidó que algo hizo fatal:
el intentar no dejarme levantarme.

¡Cuántos fallos inverosímiles y absurdos!
¡Pero si el camino más corto es el recto!
¿Me tomaría por hombre memo y burdo?
¿Pensaría, tal vez, que yo vivo de esto?

Por una necesidad urgente de amor,
procuré con mi cuerpo y con mi alma
buscar y seleccionar mi ideal relación,
pero, para esto, es necesaria la calma.

Me arriesgué, aún mi casa “con luz”,
a amar a Gilda porque me daba vida,
pero por su guasa, su burla y su pus,
ahora no la quiero ni como enemiga.

La verdad es que me llegué a enamorar,
pero como la vampiresa no quiso valorarlo,
ahora sólo está para llorar y para pensar:
“¿cómo, cuándo, dónde poder recuperarlo?”.

Me cuenta que, en su desazón y soledad,
modosa ha intentado de nuevo buscarme,
y aunque mi decisión batalla por olvidar,
ni como sumisa puede evitar recordarme.

Me han dicho que desea la muerte,
si no logra mi amor, aun compartido,
porque nunca sintió cosa tan fuerte,
poniendo su pundonor como testigo,
y si no, proponerle a la Santa Suerte,
que, al menos, nos sintamos amigos.

¡No, no y no! Que cambie de forma de ser,
porque es así como lo demanda su sino,
porque confirmo que con ella no “renovaré”,
¡lo juro por Dios y por mis muertos divinos!

¡Cómo han cambiado las cosas a jodidas:
ayer, la despampanante Gilda, no tenía pena,
pero hoy su karma orgullosa está hundida,
y yo he sido su principal dolor y condena!

En el andar se ven “los cristales”,
y, si es falso el camino trazado,
reincidir se convierte en puñales,
conviniendo de camino a cambiado.

Sabe Dios que no quiero presumir,
pero ni tan siquiera deseo su voz oír.
¿Quién le iba a la putita Gildita decir
que unos ojos que de mí se mofaron,
ahora lloran copiosamente por mí
porque en mi sano amor no repararon?

Cuando ahora tropiezo con gente así,
mis dudas son pequeñas y escasas,
pues no merece la pena tanto sufrir,
y por eso, intentaré recuperar mi casa.

Como colofón, la conclusión de cajón

En la vida se presentan sorpresas constantes,
y tocante al amor, a veces no sabemos acertar.
¿Pero de y para qué sirve que estemos distantes
si el amor por lo nuestro es de estos de verdad?

Si te afanas en buscarte tu ideal relación
en todos esos horizontes de nuestro Dios,
y lo que encuentras lo encuentra cualquiera
recapacita acerca del puro y sincero amor
que mantuviste con tu leal y fiel compañera.

Porque la mujer más idónea de cama
es la que se halla mientras es de día,
sin influencias y sin nada de sultana,
que el conocerla y tratarla es la guía.

Y si te dominan y te corroen las dudas,
la que halles sea con su alma desnuda.

El único objetivo en estos trances
debe ceñirse solamente a lo físico,
con clase, pero sin rollos de alcance,
y convendría escuchar a tu espíritu
si lo que quiere es un serio romance,
y no ir por la vida de iluso o de cínico.

Si tu espejo refleja extrañas apariencias,
lávalo rápidamente con inteligente prisa,
y en nada apoyes tu aprendida sapiencia,
si los amores los afrontas con mil picias.

La experiencia es la mayor de las ciencias,
pero nunca otorga ni concede clemencia
si observa que hay infinidad de tendencias
a inclinarse a negras y oscuras turbulencias.

Si lo que te llega te gusta,
pero no es recomendable,
déjalo pasar, porque asusta
la alta tensión de su cable.

Esta moraleja es una de las más viejas

Siempre se debe ser noble y cabal,
porque el sabor que estas cosas deja
es muy amargo para poderlo endulzar.


PARA QUE LA ESENCIA VERDE DE LA MORA
HAGA DESAPARECER LA MANCHA, SIN MANCHAR,
LA NUEVA Y REVULSIVA MEDICINA IMPOSTORA
TIENE QUE SER, NECESARIAMENTE, MÁS EFICAZ



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Mensaje  achl Dom Ago 30, 2020 9:45 pm



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri199



Ingenuidad en Internet

Recién divorciada y sin hijos, a sus 44 años el mundo le parecía brillar de nuevo. Las secuelas de su divorcio iban desapareciendo. Un sinfín de sensaciones inundaba su mente, ahora abierta. El ansia de libertad, de volver a ser uno, de hacer y pensar en singular, la atraía sobremanera; lo que ignoraba era que sus sensaciones iban a ser efímeras; como la suerte del novato ganador. Si pensaba o creía que su liberación no iba a pasarle factura, era una ingenua en un grado superlativo.

Tener el mando de la televisión en propiedad y manejarlo a su antojo, le parecía de lo más divertido que le había ocurrido nunca.

Fumar en el salón de su casa, era como romper de golpe con el pasado, cuando era obligada a fumar en la terraza, hiciese frío o calor.

Ahora era una mujer sola, disfrutando plenamente de una libertad que jamás había tenido.

No tener que rendir cuentas a nadie le era extraño, tan habituada como estaba a tener que explicarlo todo.

Salirse de lo conocido, familiar o vivido, la atraía en forma magnética. Pero la euforia ante todo lo nuevo iba disminuyendo gradualmente. Pasado un tiempo, no veía tan divertido tener poder sobre el telemando.

No cultivaba flores, ni coleccionaba sellos, ni ninguna otra afición que la llevase a relacionarse con otras personas con sus mismas inquietudes, sus mismas metas. Tampoco le apetecía las discotecas, y menos aún las asociaciones de divorciados. Ni el senderismo, ni el cine, ni el baile...

Descartados los gimnasios y el baile de salón, no halló más opción que la seguridad del anonimato, y su precaria economía la llevó a navegar por el Internet. Al menos, esto no le suponía demasiado dinero.

Tampoco tenía energías suficientes como para hacer vida social, de la que carecía desde hacía muchos años atrás, y enseguida se veía moviéndose como pez en agua dentro del mundo cibernético.

Se pasaba extasiada frente al monitor horas y horas muertas gozando, leyendo y aprendiendo a la vez. Ansiaba tener contactos humanos, pero no sabía por dónde empezar para intentar conocer a gente tan aburrida o perdida como ella...

Sus conocimientos d el Internet le proporcionaba localizar páginas que encajaban en su perfil de señorita soltera sola. Divorciados, separados, viudos, solteros, le pedían compañía, y un volver a empezar. Resolver juntos y de algún modo su soledad, la alentaba, y comenzaba su periplo como internauta.

Y se inició visitando dos páginas de contactos románticos, que le parecía lo más idóneo para su situación.

Escogía un nick acorde con su estado psicológico; flor era perfecto, un apodo corto, directo, real… Y así, flor empezaba su andadura por el espacio virtual.

Era la primera vez que entraba en páginas de contactos y no tenía ni la más remota idea del mundo en el que se metía, ni de los entresijos que iba a encontrar. Pero, un hombre, bueno, cariñoso, amable, gentil y comprensivo la esperaba cada día por la mañana, por la tarde y por la noche o a todas horas ante su PC. Su nick era libre.

Flor abría su PC y un lindo saludo de libre la estaba esperando cada día, desde más de un mes. Libre fue su primer amigo cibernético, al que le contaba todas sus cosas cotidianas, sus rutinas diarias. Le hablaba de su familia, su trabajo, sus costumbres, sus deseos, sus ilusiones, su ciudad…

Flor era atractiva, su media melena morena seguía siendo vistosa, y sus abultados senos y sus caderas redondas hacían de ella una mujer sensual. Sus ojos, su boca y sus piernas largas seguían siendo su mejor recurso de seducción. Su conjunto era armonioso, y la hacía aún más atrayente el hecho de que ella no era consciente de su magnetismo.

Su aspecto iba mejorando gracias a su nuevo amigo virtual, que le sugería a diario y progresivamente cosas atrevidas, y ella ponía más empeño en cuidar de su imagen, haciendo que su figura cambiase a mejor. Quería gustar a libre. Esto era lo que ella más deseaba.

Pero hablar a diario con libre la inquietaba, puesto que, invariablemente, después de un tiempo de amigable charla, la introducía en forma sibilina en tendencias de un contenido sexual. Esto la excitaba, porque su vida sexual había sido un desastre, patética, desde varios años antes de divorciarse. El sexo había ido a parar al baúl de los trastos viejos.

___ Hola, flor cariño, ¿qué tal llevas el día?
___ Hola, libre, bonito. Normal, como tantos otros. ¿Y tú?
___ Bien. Hoy estaba pensando en ti y me preguntaba que pensarías si yo te follase en el portal de tu casa o dentro de mi coche...
___ Dime, flor, ¿qué te sugiere follarnos y hacernos un 69?
___ Flor, ¿te gustaría ir sin bragas a tu trabajo y que tu jefe te dijese envía este fax pensando en tu coñito húmedo y pudiese olerlo?
___ Dime, flor, cielo, ¿qué sentirías si te muerdo los pezones? ¿Te gustaría lamerme la raja del culo? ¿Se está excitando ahora tu coñito?
___ Tócate tu clítoris y dime, flor, cariño, ¿cómo está de mojado y duro?
___ Flor, corazón, ¿te apetecería que hiciéramos un trío, tú, otra mujer y yo, y no devoramos los tres?
___ Flor, ¿te gustaría que fuésemos al cine nos sentamos en la última fila y ya allí, tú comerme la polla hasta correrme en tu boca?
___ Flor, cielo, ahora no puedo pero la semana que viene te voy a citar, nos vamos a conocer en persona y, después de cenar en un buen restaurante, nos vamos a un hotel 5* y allí te voy a follar a lo bestia, y te voy a llenar tu coñito de semen (una cita improbable, porque suele ser gente que sólo disfruta con esta clase de juegos, pero le propone esto para que no decaiga la ilusión en ella).

Y de ahí, pasaban al sexo telefónico y después con cámara. Esperaba cada día, impaciente, el contacto con su amigo libre para practicar sexo con él en cualquiera de estas modalidades.

Hasta que una mañana despertó sintiéndose el objeto del deseo carnal de un tipejo depravado, sin escrúpulos y que sólo quería saciar su apetito sexual a costa de su ingenuidad. Defraudada, regresó a sus masturbaciones, a su telemando y a fumar en su salón.

.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.


Estas cosas ocurren a diario en las redes sociales y en los foros públicos y privados a través del chat o de mensajes privados. Pero también hay que hacer constar que existen sobradas pruebas que certifican que tanto hombres como mujeres han encontrado el amor a través de alguno de estos medios. Es más, ahora puede contarse por miles las personas que mantienen una relación estable, e incluso han llegado a casarse y a tener hijos. Pero la realidad es que el miedo al engaño o al fracaso frena tanto a los hombres como a las mujeres. Sólo las personas aventureras continúan buscando en las redes sociales su pareja ideal.


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Mensaje  achl Vie Sep 25, 2020 6:59 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri200


Mi suegra es una puta

El sexo es medicina en mi vida. Siempre estoy pensando en quien follarme, máxime teniendo con mi mujer una relación abierta, pero nunca pensé que me iba a follar a mi suegra, que se llama Sol y tiene 41 años, guapa, morena, hermosas tetas y ojos grandes, y le gusta provocar, que eso se nota. Cada vez que la veo hablar con uno me da la sensación de que se está citando con él. Así es ella

Un día estaba yo enfermo y había venido mi suegra a mi casa a echarle una mano a mi esposa (otra, que debió aprender de su mamá) y mientras ella trabajaba en la calle, mi suegra estaba cuidándome. Me hallaba en la cama haciéndose el dormido y la veía en bata corta sentada y con las piernas cruzadas (siempre minifalda, nunca lleva braga ni sostén) Me bajé el pantalón del pijama, como si hubiera cedido el elástico, y mi polla fuera. La vio y en vez de ruborizarse o de subirme la sábana, me la miraba y sonreía, que yo la veía con los ojos entrecerrados. Se movía alrededor de la cama, sin quitar los ojos de mi polla.

Salió de mi cuarto hacia el baño y volvió con colonia, porque me iba a dar unas friegas. A esto, estaba empalmado y haciéndome el dormido. Ella empezó a sobarme el pecho con la mano impregnada en colonia, e iba bajando mientras con el brazo me rozaba la polla y me la ponía más briosa. Sentada al borde de la cama se abrió de piernas y se separó la bata, dejando ver su coño y sus tetas, que se salían de la tela. Me empezó a sobar las piernas, pero, al bajar a los tobillos, sus tetas se enredaban en la bata, y ella gozaba del roce.

Al poco, noté su mano sobre mi polla y mis huevos. Empezó a acariciar todo en redondo, arriba, abajo y en medio, con las dos manos, moviendo suavemente los dedos, bajándome la piel del capullo y dejando el glande a la vista, grueso y rosa y con una gota de seminal en la punta. Me la estaba acariciando, mientras se agitaba el coño. En la penumbra del cuarto la veía, y es que parecía una puta profesional. Me hizo correr en su mano. Después de comer, cuando volvimos a estar solos los dos, me despertó besándome la polla, y como si nada me preguntó que, si necesitaba ir al baño que no fuera solo, que la llamase. Le dije que lo necesitaba ahora, me ayudó a levantarme, lo que aproveché para, haciéndome el tonto, cogerle una teta. Me puso en el retrete y, como veíamos que seguía dura, me dijo:

- Así no puedes mear, cariño, habrá que bajar esa hinchazón.

Se sentó en el retrete ante mi polla y empezó a pajearla. Primero suave y luego más fuerte. Le dije que no iba a resultar, pues cuando me hallaba empalmado, su hija me follaba con la boca y mientras yo le iba diciendo que era una puta y cosas parecidas. Me respondió:

- Hombre, no sé si yo sabré chupártela como la chupa mi hija y tampoco sé si es necesario que me digas puta.
- Claro que sabes, y mejor que tu hija. Se te ve que eres una buena mamona y de alguien tuvo que aprender mi esposa, y es necesario que te diga que eres puta, porque, aparte de ser verdad como, no me excita y entonces no vamos a conseguir bajar la hinchazón.

Convencida de lo que dije, la cogió y se la metió en la boca. Me la chupaba con un morbo lujurioso. ¡Me estaba mamando la polla mi suegra! Seguro que en su barrio la llaman “Sol, la Comepollas”. Me hizo una buena mamada. Claro, desde el momento en que no paraba empecé a decirle puta, y ella sonreía porque sabía que, aun cuarentona, estaba dándole gusto a un chaval. Le dije puta y zorra, y que por esto sus hijas eran putas, que iba a follarla por el culo y que ahora entendía por qué la abuela de mi mujer decía que su hija era una puta. Caliente y lamiéndomela con maestría solté toda la leche en su boca.

Nos fuimos a la cama, mientras ella, agradecida y feliz, me limpiaba la polla con la lengua, y después se daba una ducha. Esa noche, mientras mi mujer dormía, me levanté y me fui al cuarto de su madre. Me desvestí completamente y con mi polla tiesa en mano le dije:

- ¡Mírala, te está esperando, chúpamela como tú sabes!
- ¡Ay, hijo qué bruto eres!

Pero se puso en bolas a mamármela sin parar. Al cabo de un rato le di la vuelta y me dijo:

- ¿Me vas a follar el coño?
- No, mi querida suegra, a una puta como tú sólo le doy por el culo.

Según ella, nadie la había follado el culo, pero se encontraba tan caliente que accedía al imperativo de “mis 18 centímetros”.

No todas las tías saben recibir por el culo, pero mi suegra sí sabía. Se la metía y aumentaba el ritmo, sobándole las tetas y comiéndome su boca y a la vez le pajeaba el coño con dos dedos, hasta que finalmente le metía la escobilla del retrete en el coño, mientras me follaba su ano. De pronto, se la saqué del culo y me corrí en su boca. Después le dije:

- Ya que le he puesto astas a tu hija contigo, si no quieres que se lo diga a ella, facilítame que me folle a tus otras dos hijas. Y en eso estoy…

Por cierto, le dije a la hermana de mi suegra lo putísima que es su hermana y con el morbo que le entró, también me la follé.

Tengo unas ganas locas de follarme a mi suegra mientras su hija mira la escena, aunque sabe que es puta, porque de recién casada estuvo viviendo en un club de comuna nudista y se la tiraron todos los socios del club.

Hasta que llegó lo que todos y hasta ella misma veía venir, que un mal día el director de la comuna la expulsó por traspasar los límites de puta.


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Mensaje  achl Vie Sep 25, 2020 7:06 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri201


Un perfume mágico

El perfume puede despertar sensaciones ocultas, sensaciones que ni siquiera sabemos que existen. E incluso el perfume dice mucho de una persona: cómo es, qué come, cómo viste, qué gustos tiene…

A Lolo, un chico de 20 que estudia Anatomía le encanta los perfumes. El lunes pasado su abuela le regaló uno, pero le dijo que sólo lo usase en los días festivos. Al otro día, martes, laboral, Lolo se roció de perfume, desobedeciendo a su abuela, y después salió de su casa rumbo a la parada del autobús que lo llevaría a su Universidad.

Entrando en el aula, Lolo se encontró con su amigo Ernesto, que le dijo:

- Hoy nos va a dar la profesora las notas del examen del viernes. No se te habrás olvidado, ¿verdad?
- No se me ha olvidado -respondió.

Sonó el timbre y todos entraron al aula. Lolo se sentó en su lugar, justo enfrente de la mesa de la profesora que impartía la clase de Biología, la señorita Pepa.

- Atención todos, chicos. He repasado vuestros exámenes y tengo que decir que estoy impresionada con uno de ellos. Como era de prever, el examen de Lolo ha sido el que mayor nota ha sacado.

Mientras transcurría la clase, la profesora les dijo a los chicos que se acercasen a su mesa a recoger sus exámenes. Pero cuando llegó el turno de Lolo, Pepa reaccionó de una manera extraña. Miró a Lolo y le dijo que olía bien, y después dijo a sus alumnos que era probable que no le diese tiempo a dar la clase de prácticas, que la dejaría para otro día, el próximo jueves. Luego le preguntó a Lolo:

- ¿Puedes acompañarme al cuarto de prácticas de biología que sabes está en el sótano, a recoger el muñeco anatómico?
- Por supuesto que sí, profesora –contestó Lolo.

Salieron rumbo al sótano. Cuando llegaron, Pepa le cedió el paso, entrando ella después, y ya los dos dentro, ella cerró la puerta con llave. Lolo se percató de lo que había hecho y se lo hacía saber. Pepa le respondió:

- No te impacientes. Ya lo verás.

Se deshacía el moño, dejando al aire su melena, se desabrochó la camisa y aparecían dos hermosas tetas. Lolo, sorprendido, no se creía lo que estaba viendo. Su recatada maestra estaba desnudándose ante sus ojos, que los cerró, y cuando volvió a abrirlos, Pepa estaba acariciándole la polla por encima del pantalón

Lolo, absorto, no entendía nada. Mientras buscaba una explicación, Pepa le iba quitando la ropa, hasta dejarlo en calzoncillos y luego empezó a besarle el pecho, subiendo al cuello, hasta que llegó a los labios. Lolo, no podía más.
Sus compañeros fantaseaban en sueños con Pepa, pero Lolo tenía ahora la oportunidad de hacer realidad esa fantasía.

Pepa tenía un cuerpazo, tanto que era el objeto del deseo de toda la Facultad, incluidas algunas chicas, pero Pepa, por sus principios o por pensar que podía vivir sin sexo, nunca daba el paso a tener algún rollo con alguien.

Lolo tomaba el mando. Le tocaba desnudarla. La cogió y la sentó sobre la mesa, le quitó zapatos y pantalón, dejándola sólo en tangas. Cuanto más le hacía, más se excitaba. Se acercaba a ella y empezaba a lamerle los pezones. Pepa gemía, excitada. Lolo la besaba, y ponía una de sus manos en sus muslos; los acariciaba y bajaba a la entrepierna. Le quitaba el tangas, se agachaba precipitadamente y comenzaba a trabajarse el coño a lengüetazos limpios.

Pepa se encontraba al filo de los primeros ¡ahhhh!, hasta que los soltó. Pasaron dos minutos y Pepa le dijo:

- Ahora me toca a mí.

Apoyó a Lolo contra la pared, le quitó los calzoncillos y cogió su polla. Empezó a sobarla y cuando estaba erecta se la metió en la boca. Lolo estaba pasmado. ¡Su profesora le estaba haciendo una mamada! A sus 20 años ninguna otra había logrado ponerle en el estado en que ahora estaba. Lolo se retiró un poco, levantó a Pepa, la tumbó sobre la mesa y la abrió de piernas, le metió la polla, empujando fuertemente. Aquel cuarto estaba completamente insonorizado, por lo que no había peligro de que se filtrasen los gemidos.

Pepa y Lolo, cachondos, sudorosos, cuanto más gemían más se excitaban. Pepa sentía que Lolo disminuía la marcha y se apartó y volvió su cabeza a la polla. Lolo iba a estallar, y Pepa seguía mamando, y fue entonces que Lolo explosionó largando un chorro de leche tibia en la boca de Pepa, que ella saboreaba y después tragaba.

Lolo quedó como si nada y ella parecía que también. Pasados unos minutos, empezaron a vestirse. Lolo veía que Pepa tenía una expresión insinuante, pícara, y le preguntó a qué se debía esta sorpresa. Pepa le respondió:

- Tengo 37 años, te saco 17, y no sé por qué imaginaba que eras bueno follando, y no me has defraudado. Mi primera experiencia sexual ha sido ésta, contigo, por lo que tendré que repetir más pronto que tarde.

A Lolo le emocionó las palabras de Pepa. Abrió la puerta del cuarto. Antes de salir le dio un beso en cada mejilla. Pero de pronto retrocedió y le dijo:

- Tengo más leche que dar. ¿Quieres que follemos otra vez y antes o después de follarnos me haces brujerías bucales en mi polla? Esa repetición que antes pedías puede ser ahora. ¿No te parece?
- Sabía que me lo ibas a pedir. ¿Por qué crees, si no, que le dije a los otros que a lo mejor no podía dar hoy la clase de prácticas?

Y dicho esto, con velocidad de meteoro se desvistió nuevamente, llevando directa su boca a la polla de Lolo. Y después follaron y repitieron, y ambos se corriéndose dos veces más, con la promesa de ella de que esto lo harían cada vez que previamente lo acordaran antes, y, que, por supuesto, sería su secreto.


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Mensaje  achl Vie Sep 25, 2020 7:10 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri202


El Susurro

Acerca su boca a mi mejilla fingiendo beso amigo. Sus labios me acarician furtivamente y dejan sus palabras en mi oído con tenue susurro, "te deseo". Se regodea en cada sílaba, sin ninguna prisa. Sus dedos coquetean con los míos a escondidas en un momento efímero, mientras decido cómo reaccionar. Miro a mi alrededor, confiando en que nadie se haya dado cuenta de la situación. No puedo hacer nada por disimular la emoción en mi piel, que espera otro roce, un simple roce clandestino que la devuelva a la vida

Nadie más debe saberlo porque no soy una mujer libre. Soy el fruto prohibido, la tentación anulada por los años y las decepciones. Una tentación que ya no se da cuenta de que aún puede levantar pasiones. Soy una sombra de mí misma que echa de menos las miradas y palabras lujuriosas de los que anhelaban una oportunidad junto a mí. Me he convencido de que ya no queda nada de aquella mujer deseada y, por lo tanto, que nadie siente interés por este cuerpo deteriorado, ni tan siquiera yo. Pero ese susurro, ese susurro me ha devuelto la ilusión, mariposas en el estómago, la juventud. Quiero más, necesito alimentar mi ego.

Con disimulo, poco a poco me va apartando de los otros; me percató y le sigo el juego. Ya a solas en su casa me mira a los ojos intentando perderse en los míos, convenciéndose de que no soy sueño, su sueño. Acaricia mi pelo, mis labios, gozando los primeros momentos como si no pudiese creer que está realmente conmigo. Sus pupilas se enganchan a las mías. Mi mente se debate entre lo correcto y el anhelo de volver a sentirme deseada. Sin darme tiempo a tomar una decisión, acerca su boca a la mía suavemente, apenas la roza, consiguiendo estremecer mi cuerpo que, en ese preciso instante, decide dejarse llevar por las sensaciones anulando cualquier intento de cordura.

Cierro los ojos.

Sus dedos empiezan a bajar por mi cuello, acompañados de besos, que vuelven a mis labios con más intensidad y pasión. "Te deseo", me susurra de nuevo al colocar mi espalda contra la pared, "siempre te he deseado". Puedo sentir sus nervios a flor de piel cuando sus manos se deslizan por debajo de mi camiseta, cogiendo mi cintura firmemente, con delicadeza. Se detiene por un momento para entender las sensaciones que recorren su cuerpo. Mis uñas se aferran a él pidiendo con callados gritos que no me suelte; descienden lentas intentando que él goce tanto como yo de este momento de locura. Se para en mis pechos, deleitándose con cada palmo de mi piel, dudando si debe seguir ese camino o si será osadía. Sus caricias siguen subiendo por mi espalda, sus besos empiezan a bajar por mi escote, y me abraza con unas ganas que no necesita contener. Enredo mi pierna en la suya, mi muslo apretando contra su entrepierna. La sensualidad deja paso a la sexualidad. Nuestra respiración empieza a acelerarse, a hacerse la protagonista con gemidos de un placer que no queremos reprimir más.

Mi mano coge con fuerza el bulto de su pantalón, arriba y abajo. Su lengua ha llegado a mis pechos y recorre mis mamelones mientras sus dedos se deslizan entre mis húmedas bragas. Mi primer impulso es cerrar las piernas, por pudor, pero él no cede el terreno conquistado. Me besa suave, "ya no hay vuelta atrás", dice para convencerme y poco a poco vuelve a tener el camino despejado para recorrerlo a su libre albedrío. El pudor no se va, pero tampoco interfiere.

Desabrocho su pantalón y le quito la camisa.

Nos echamos en la estera, desnudos, vulnerables, excitados como dos adolescentes en su primera vez, acariciando cada rincón de nuestros cuerpos. El ritmo vuelve a ser sensual, cálido. Ninguno de los dos quiere acelerar el final, no tenemos prisa. Tiene que hacer un esfuerzo por mantener sus instintos más básicos dentro de un límite. Coge mis muñecas sujetándome contra el suelo y sube mis brazos entrelazando sus dedos con los míos. Inicia la bajada, lentamente y dulcemente. Mi espalda se curva como la de gata en celo, mis uñas se clavan en su espalda dejando un rastro de una pasión no contenida, remuerdo su boca, le encierro entre mis piernas, cabalgo sobre su cuerpo mientras beso su pecho, su ombligo, su pene... Después, cambiamos posiciones y con su lengua me hace alcanzar un orgasmo que me llena todo el cuerpo. De repente, somos uno. Puedo sentirle dentro de mí. Toda su pasión, su deseo, lujuria guardada durante tanto tiempo para este momento. Todo lo puedo sentir mientras los movimientos de nuestros cuerpos se sincronizan. Mis caderas, de nuevo en él, continúan su ritmo, adelante, atrás, pequeños giros. Sus manos siguen recorriendo mi cuerpo y me cogen con fuerza cuando alcanza el clímax.

Nos quedamos quietos, abrazados, mirándonos, acariciándonos. Apoyo mi cabeza en su hombro para que no vea lágrimas deslizándose por mis mejillas. No quiero preguntas, no quiero pensar en respuestas; sólo quiero cerrar los ojos y sentir sus brazos rodeándome. Saber que hay alguien que ve en mí a la mujer que un día fui y que su piel se eriza con un simple roce de mi piel, me ha devuelto a la vida. Pero nadie más debe saber esto porque no soy una mujer libre. Soy aquella abnegada esposa que se ha cansado de ser invisible para su marido.


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Mensaje  achl Vie Sep 25, 2020 7:14 am



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El Frasco

La última vez que vi a Pepa fue bajando, llorando, las estrechas escaleras detrás del féretro de su esposo. Me dolió que sus ojos no buscasen los míos al llegar al rellano de mi piso. Desde ese momento supe que no la vería nunca más

Seis meses antes de aquello la encontré una tarde en el portal rodeada de cajas y maletas. Era una mujer de mediana estatura, de unos 40 años, de rostro y cuerpo agraciados y de melena rubia. Ojos tristes, que en un principio creía que reflejaban el dolor del fracaso que la hacía mudarse a esta mole gris, el último edificio de la ciudad, donde había alquilado un piso en la planta inmediatamente superior a la mía. Un buen rato la estuve ayudando a instalarse. Era una agradable excepción a la norma que regía en mi bloque, de insociables y gritones vecinos que tenía que soportar y con los que no me relacionaba. Sólo cruzaba con ellos los buenos días, las buenas tardes, o las buenas noches, a veces sin respuesta.

Tengo que decir que no sentía atracción por Pepa. Había enviudado año atrás y mi apetito sexual, que ya no existía, parecía haber sido enterrado con el cadáver de mi esposa.

Mi nombre es Alfonso, tengo 52 años y un físico aceptable, entrado ya en canas en sienes. Vivo solo desde el fallecimiento de mi esposa, hace dos años y siete meses.

Empezó Pepa a visitarme con diferentes y pequeños pretextos, lo que le agradecía, ya que suponía distraerme de mi tedioso trabajo que me proporcionaba un precario sustento a través de escribir textos para páginas en internet, después de ser despedido por recorte de personal por la crisis, como también a seis compañeros más, del periódico en el que había trabajado durante casi treinta años. Y lo que son las cosas, el responsable de mi despido me procuraba ahora este trabajo.

Pronto supe que Pepa se había trasladado a esta ciudad, para que tratasen médicamente a su marido, que estaba en coma por un fuerte golpe en la cabeza de accidente. Su marido, que aún no había visto, en su propia casa recibía tratamiento, aun nulas las expectativas de curación, según deduje de mi charla con su esposa. Pese a ello, Pepa siempre ligaba su futuro a tal posibilidad. De continuo decía frases como “cuando despierte”, o “no bien se cure". Veía en ello que seguía enamorada de su esposo y que no había otro futuro que no estuviese ligado a estas improbables esperanzas.

El día que conocí (supongo que no es esta la palabra más adecuada) a Andrés, estaba desnudo en su cama. Pepa me había pedido ayuda para bañarlo, lo que hacía dos veces al mes. La higiene diaria la hacía frotando cuidadosamente un paño húmedo por su piel, que debía bastar, pero no parecía ser suficiente para mi abnegada amiga. Era un hombre alto, bien dotado, de facciones atractivas. Parecería dormido si la terminación de una sonda gástrica no asomase por su nariz.

--- Ha perdido mucha masa muscular -me decía su esposa.

Aun la práctica que Pepa tenía, trasladar a Andrés hasta el baño era labor complicada para una sola persona, pero entre dos se hacía más llevadera.
Me acostumbré a ayudarla en su tarea una vez por semana. Tomábamos después un café y charlábamos en forma distendida durante algunos minutos.

Uno de aquellos días, mientras lo llevábamos en silla de ruedas de vuelta a su dormitorio, me sorprendió el ver cómo su pene iniciaba una erección. Cuando llegamos a su cuarto, con dificultad logramos tenderlo en la cama, porque Pepa, presa de un ataque de risa, se aflojaba y no atinaba con la ritual maniobra. Me di cuenta de que Andrés tenía la boca abierta; se la cerré, pero, lejos de apaciguar las risas de su esposa, la hacía reír con más fuerza. Lágrimas mezcladas con risas brotaban incontenibles.

Como siempre que bañábamos al hombre, Pepa sólo llevaba una camiseta que le cubría hasta la mitad de los muslos que, al acabar húmeda dejaba transparentar su cuerpo hasta parecer desnuda, sólo tapada por un tanga que además se le veía parte del coño cada vez que se inclinaba. Pero su desnudez nunca me excitó, hasta aquel momento en el que, cesando su risa, toqueteaba ferozmente el pene de su esposo. Pronto sus labios abarcaban el glande, succionando lento y rápido. Estaba en pie, inclinada sobre la cama, con su culo apuntando hacia mí y una maravillosa visión de sus hermosas tetas que no podían ser ocultadas por la holgada camiseta.

De pronto me excité, me bajé pantalón y slip, retiré su tangas y, sin pensar en las posibles consecuencias, la penetré, escorándome un poco a la derecha para ver las maniobras que Pepa hacía con la boca en el pene. Ahora succionaba con más fuerza y yo intentaba que mis acometidas no la apartasen de su objetivo. Cuando eyaculó Andrés y todo el semen resbalaba por la comisura de los labios de su esposa, ella empezó a gemir y, al unísono, los tres nos corrimos.

--- Ahora tienes que marcharte -me dijo, medio repuesta de tan sabrosa como inesperada experiencia sexual

Esas cuatro palabras “ahora tienes que marcharte”, rompían el hechizo.

A partir de ese tarde, mi vida parecía no tener otro sentido que el momento en que recibía un exiguo mensaje en mi móvil: “Sube”. Como si fuera lo más normal, sin la necesidad de decirlo con palabras. Nunca hubo sexo a solas entre ella y yo, sin la pasiva presencia de Andrés, con lo que nuestros encuentros sexuales eran condicionados a las involuntarias y extemporáneas erecciones de su esposo, que generalmente se producían cuatro o cinco veces al mes.

La cuarta vez, Pepa cogía mi mano y lenta pero decididamente la ponía sobre el pene de Andrés. Me gustaba su calor, su suavidad y cómo respondía, palpitante, a mi presión. No recuerdo que bobada dije para disimular mi turbación, pero estaba fascinado y no quería a soltarlo. Pepa empujaba ahora mi boca hacia el pene de Andrés, viéndome de pronto lamiendo glande y testículos mientras ella se deslizaba debajo de mí, metiendo mi polla en su empapado coño.

Recuerdo todas y cada una de estas sesiones sexuales, en total treinta y dos.

En la última, el pene de Andrés perdió turgencia antes de eyacular y, Pepa, preocupada, y yo, desolado, perdimos interés y lo dejamos. Quizá intuía lo que iba a pasar días más tarde.

Andrés siguió viviendo un mes más, hasta que un día se fue y con él mis sesiones sexuales con su viuda y él. A partir de entonces, me retiró la palabra. Y sin hablarnos estuvimos un año. Hasta que un día, sin previo aviso, apareció por mi piso portando un frasco, en el cual estaba depositado en un químico formol la polla de su difunto esposo. Me dijo:

--Le pedí al forense que me la diese, y, después de firmar todos los papeles de rigor, me la entregó metida en este frasco alargado, pero me advirtió que para conservar su turgencia tengo que chuparla y masturbarla diariamente. Así que si tú ahora tienes ganas... manos a la obra…


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Mensaje  achl Vie Sep 25, 2020 7:18 am



Sólo escritos eróticos - Página 7 Escri204

Por fin me hacían mujer

Siempre había creído que cuando se tienen relaciones sexuales son uno para siempre, era un mito, y lo corroboré en mi primera vez.

Nos conocimos meses atrás, pero la atracción era demasiado grande en los dos. 5 de las 6 citas acababan en un NO follar por mi parte. No podía, todo me recordaba un pasado oscuro en el que había vivido mucho tiempo de mi madre, e incluso de mi abuela.

Pero ¿qué puedo decir del pasado? Hasta hoy me tiene atrapada en sus garras con un sabor a droga, con ojos humeantes de pasión y con lengua verdosa de mentira. Era casi una niña, pero me había ‘tocado’ mi padre, y me había quitado un mucho de mi inocencia. Nunca le vi más, y eso se lo agradecí de por vida a mi madre. Ella me había salvado de algo peor seguramente.

Pero “pasó” en la 6ª cita. Por parte de él no hubo amor, ni bondad, ni generosidad. No fue como yo esperaba. Es una verdad como catedral que todo lo relacionado con el sexo es un mito, absolutamente todo.

Sus manos manoseaban mi cuerpo, sus labios se enredaban en los míos, mientras nuestras salivas se convertían en una. Le quité la ropa con timidez. Él tiró de la mía como si fuese lo normal. Verle desnudo no me causó miedo, ni dolor, ni risa tampoco. Verme a mí desnuda me pareció una ilusión.

No tuvo ternura, no jugó con mi clítoris, sólo me metió la polla y me rompió el himen, sin escrúpulos. Me dolió. Nada jamás había entrado allí, ni siquiera yo me había indagado. Mis uñas se clavaban en su espalda.

--- ¡Ay, me duele! -susurré-. ¡Por favor, un poco de delicadeza! -le rogué.

Pero todo fue una pesadilla, un horrible padecimiento de no recuerdo cuánto tiempo. NO le había dicho 5 veces, pero sin autoridad. Me oía, pero no me escuchaba; ciego de placer, cual animal. El malestar era insoportable, sin embargo, un ápice de gozo rodeó mi ser. Mis sentidos se nublaron un rato y sólo quería más Mordí su labio inferior con hambre, como si fuera el único alimento que hubiera comido en años. Rasguñaba en su espalda y gemía en su oído izquierdo.

De pronto, quedé inmóvil. Ni podía ni quería hacer nada. El dolor era insoportablemente placentero.

Traté de apartarme, pero su tiesa y enorme polla no salía de mi coño. Aún seguía con ansia de dominar mi cuerpo a su gusto, a su puto antojo. Traté de liberarme de sus garras, de sus brazos, pero era más fuerte que yo. Jamás había comprobado, hasta ahora, la fuerza física que tenía para todo.

Me metía la polla y me la sacaba sin piedad, sólo él dándose gusto. Pero mi malestar, dulce y amargo, era cada vez más intenso.
Había cedido los violentos movimientos. Estaba estático sobre mí. Algo me decía que había acabado todo, que el martirio placentero había culminado, y con él el mito de la primera vez. Todas mis barreras habían caído. Los tabúes habían quedado hecho añicos. Por fin, me hacían mujer.

Y lo que son los repentinos deseos del sexo, ahora sólo quiero volverlo a ver para follar con él todas las veces que se le antoje, que le salga de sus pelotas, aunque la ternura y el amor brillen por su ausencia.


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