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Sólo escritos eróticos

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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 12:53 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri103


¿Por qué los hombres acuden a prostitutas?


La profesión de estas mujeres se la conoce tradicionalmente como “el oficio más antiguo del mundo”, el cual se viene manteniendo desde el principio de la historia de la humanidad.

Siempre hay quienes están dispuestos a pagar por sexo. El debate no acaba. Se ha cuestionado la moralidad y la legalidad de este trabajo y todo tienen sus opiniones al respecto, pero no parece haber un punto de acuerdo.

Grupos de eminentes sexólogos y psicólogos han determinado el perfil del hombre que acude a las prostitutas, y los resultados demostraron las creencias que se tenían sobre esta clase de hombres.

Amplísimos son los motivos por los que los hombres pagan por sexo. Pero se me antoja matizar que un menor número de mujeres también solicita y paga este tipo de servicios.

Encuestas efectuadas, acompañadas por las declaraciones de algunas prostitutas, determinaron que no hay un perfil típico en los hombres que pagan por sexo, más bien complejidad y variedad.

La mayoría de los encuestados responde que paga por sexo porque le gusta intimar con mujeres diferentes. Otro gran número de hombres afirma que con prostitutas pueden “hacer cosas diferentes”, que nunca han hecho con sus esposas, o novias, o amigas o amantes.

Un grupo significativo de los usuarios frecuentes admitió que así puede explorar su propia sexualidad; “hacer lo que su pareja no quiere hacerle”, y que a la vez no crea ningún lazo emocional con la chica de turno.

Algunos admiten que lo hacen simplemente por curiosidad y porque no pueden tener sexo gratis o por amor y porque les excita el secretismo y el modo en que se maneja este negocio. Sin embargo, una menor cantidad de ellos admite que eleva su autoestima y que le parece algo fácil, y sobre todo rápido.

Otros justifican sus visitas a prostitutas diciendo que sus parejas los tienen “a pan y agua”, casi siempre por no decir siempre, largando ellas en cada vez un rosario de disculpas, casi todas banales, considerando, por supuesto, que no padezcan alguna enfermedad temporal o duradera.

Pero lo que parece clarísimo es que la mayoría de los hombres dejaría de pagar por sexo si pudiese conseguirlo de otra manera.

Algunos encuestados afirman que, si viesen o notasen una sola señal de maltrato, físico o psíquico, o supiesen que son forzadas a prostituirse, no volverían a acudir a estos servicios. Y los más cívicos, incluso denunciarían a la policía lo que hayan visto o escuchado al respecto.

Y si tú, lector, que eres sabedor de que la prostitución es ilegal en buena parte del mundo, ¿cuál es tu opinión de acudir a las trabajadoras sexuales (putas en la jerga de la calle), para cumplimentar este imprescindible sector de tus necesidades fisiológicas?



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 1:00 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri104


Seduje al hermano de mi novio


Terminaba de cumplir los 33, y antes de casarnos decidimos mi novio y yo mudarnos a un piso mayor, pero para compartir gastos se vino a vivir con nosotros su hermano menor. No le conocía mucho ni le había tratado, y por esto me daba corte. Pero pensé que tenía que abrirme, porque, en definitiva, iba a ser pronto mi cuñado, y esta era una buena oportunidad para empezar a estrechar y consolidar las relaciones con mi futura familia.

Cuando le vi, quedé gratamente sorprendida. Tenía 22 años y era un tío bellísimo, con cuerpo espectacular y un trato exquisito. Sentía cosquilleo en mi coño mientras me lo presentaba mi novio. Llevaba vaqueros ajustados, luciendo apretados culo y bulto, y polo ceñido que hacía resaltar sus pectorales. Se veía que se lo curraba en el gimnasio, y también en su trabajo ya que era maquinista de excavadoras.

A veces veía cómo buscaba mujeres en páginas de contactos, y pensaba que un tío así no necesitaba navegar para encontrar alguna mujer.

Una tarde estábamos solos en la casa, así que me pareció que era el momento para insinuarme. No quería liarme con él, sólo un polvo ocasional. Provocativa me vestí: mini vaqueros, camiseta generosa que dejaba ver parte de mis hermosas tetas, y sin tangas ni sujetador.

Me fui al salón, que estaba echado en el sofá viendo tele, y me puse junto a él. De pronto, me agaché simulando coger algo, poniendo mi culo Intencionadamente en su cara, como dándole luz verde para que me metiese mano. Aunque pareciese que le iba a molestar, le gustó. Le miré a los ojos y, como loba en celo, le pregunté:

____ ¿Hay algo que te guste de mí?
____ Todo, pero eres la novia de mi hermano -y sonrió pícaramente.

La devolví el mismo tipo de sonrisa y le dije:

____ Ya, pero como vamos a ser familia, sería ideal que nos conociéramos un poco más, ¿no crees?

Llevé mis ojos a su paquete y vi que se estaba abultando.

____ Parece que qué tu polla está inquieta. ¿Me dejas que la toque?

No contestó, pero yo, cahondo perdido, le quité los vaqueros. En calzoncillos su bulto se veía descomunal. Empecé a acariciárselo.

____ Qué puta eres, pero qué me gusta lo que me estás haciendo –me dijo.

A medida que lo iba acariciando, me besaba el cuello y me cogía las tetas. Pero, de pronto, me levanté y le ofrecí mi húmedo clítoris, para que pudiese disfrutar. Cual perrito, lo empezó a chupar magistralmente. ¡Qué bien lamía el cabrón! No quería que parase. Me estaba haciendo convulsionarme entera.

Enseguida alcancé un orgasmo, por lo que debía premiar a tan esmerado lamedor, y por esto empecé a comerle la polla, arriba, abajo y adentro. Y se corrió. Y me bebí toda su leche. ¡Y estaba deliciosa!

Muy excitados ambos, me puso a cuatro patas. Su polla me estaba haciendo ser más puta que nunca, entraba y salía de mi coño sin parar. Aquella sensación era mágica y no tardamos en corrernos los dos a la vez.

Pero todavía nos quedaban fuerzas para seguir, así que decidió jugar con mi culo. Besos negros lo lubricaban, y sin esperarlo, metió su polla. Al inicio me dolía, pero me lo hacía tan delicadamente que sólo gusto recibía. Y mi coño, al loro mojándose a más no poder.

Así fue mi primer polvo con mi cuñado. Follábamos esporádicamente, pero luchaba en cada polvo para no llegar a enamorarme de él. Y en mi lucha, para justificarme a mí misma de que no estaba haciendo nada malo, pensaba...


A la familia hay que tenerla siempre contenta


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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 1:11 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri105


Soñé lo que quería que ocurriese

Subí las escaleras hasta llegar a su estudio. La puerta estaba entreabierta y el olor a óleo mezclado con el aroma del café, me daban la bienvenida.

Era agradable estar allí. En cada rincón sentía su vívida presencia. Bastaba con ver sus cuadros para percatarme de la pasión que escondía su alma, que él se esmeraba en ocultar bajo la fachada de un hombre frío que lo alejaba de toda posibilidad de ser el elegido como el amante perfecto que toda mujer anhela en su cama.

Me estremecía con sólo recordar sus besos, tiernos pero provocadores y excitantes, sabiendo cómo despertar la pasión que había en mi interior, y que hacían que me convirtiese en rea de sus deseos.

Me fascinaba sentir su osado atrevimiento por considerar mi cuerpo suyo, el mismo que él moldeaba, como la arcilla entre sus dedos, hasta dejarme abandonada a una pasión que enloquecía mis sentidos y adormecía mi voluntad.

Mi vista se iba al lienzo que había sobre un caballete. Era la primera vez que lo veía. Aquellos cojines parecían encajar bien con la sensualidad que irradiaba la mujer, y la llama de sus ojos pedía a gritos amor, para así saciar el deseo que se veía a flor de piel. Cerraba los ojos y recordaba...

Lo único que cubría mi cuerpo era una bata de felpa, que no conseguía ocultar la pasión que latía en mi interior. Podía sentir mis reiterados latidos, golpeándome el pecho, como recordándome la locura que estaba a punto de cometer.

Entonces le vi, y me estremecí bajo el calor de su mirada. Se me aproximó y puso las manos sobre mis hombros. Quedé atrapada en la hondura de sus ojos. Sabía que estaba jugando con fuego, pero en eso no pensaba y ni siquiera me importaba.

Quería con todas mis fuerzas quemarme, arder viva en las diablas llamas de unas manos que deshacían vehementemente el nudo que protegía mis intimidades. No podía controlar mi respiración. Mis tetas subían y bajaban en una clara invitación a ser besadas, pero sólo su mirada viajaba por mi cuerpo, hasta pararse en la raja que escondía el epicentro de mis deseos.

Me acomodaba sobre unos cojines y, sin apartar los ojos de los míos, deslizaba sus dedos sobre mi piel, en un decidido desplazamiento sensual y atrevido, que me iba apartando de la realidad.

Me besaba los pezones hasta dejarlos de punta, clamando mimos, pero seguía en mi vientre, para poco después pararse en el cráter de mi pasión, que, con mano experta, acariciaba hasta humedecerlo completamente.

Le suplicaba que me hiciese suya. Quería sentir su excitación al rozarme el vientre y traspasarme la barrera en la que el calor se hace candela. Quería acariciarle, pero me sujetaba de las muñecas y me decía:

____ Aún no. Ahora sólo quiero percibir lo que mis dedos te hacen sentir.

Me dejaba llevar por sus besos, hasta introducirme en un mundo de indescifrables sensaciones, donde los gemidos son la única forma de aplacar el torrente de placer que inunda cada poro de la piel.

Impaciente, volví a pedirle que me follase. Necesitaba sentir su cuerpo moviéndose al mismo ritmo que el mío, atormentándonos y regocijándonos en lo que íbamos a sentir. No lo aceptaba. Por contra, se alejaba, se escondía detrás del lienzo y seguía con su tarea, que a mí se me hacía interminable.

Cuando creía que no podía aguantar más, dejaba el pincel y se unía a mi deseo de navegar juntos por las aguas turbulentas de la pasión, amenazando con naufragar devorándonos, si no hacíamos algo por evitarlo.

Seguía mirando el lienzo. Sabía que él aparecería con vaqueros y camisa de cuadros verdes sobre su cuerpo.

Un cosquilleo me decía que estaba junto a mí, a mi lado. Al girarme, me topaba con sus ojos. Nuestras manos se entrelazaban, rompiendo el espacio que nos separaba. No hablábamos. Nuestros cuerpos se entendían solos.

Abrí la boca, y con su lengua exploraba cada escondite de la mía, jugueteando con mis labios, como queriendo ser perdonado por un juego que, muy lejos de herirme, me producía un inmenso placer.

Sus besos hacían camino en mi cuello, y sus manos quitaban todas las barreras que cubrían mi piel. Besaba mis pechos, atrapándolos entre su boca, mordiéndolos. Y yo no le pedía clemencia, quería más...

Iba quitándole la ropa. Primero la camisa, que desabotonaba hasta ver su torso, que besaba una y otra vez dejando en él con mis dientes la huella de mi pasión. Luego, los vaqueros y los calzoncillos.

Sentía sus manos deslizarse por mis muslos, hasta pararse en el charco de mi coño, para después explorármelo con una devastadora masculinidad, consiguiendo que mi cuerpo respondiese a semejantes embestidas.

Los dos teníamos prisas por culminar un ansia animal que teníamos a flor de piel. Abría los ojos y veía la pasión que reflejaba su cara. Sabía que yo era la causante de su estado de locura, y esto me hacía feliz.

Caímos sobre el sofá. Su cuerpo cubría el mío, y juntos seguíamos en loca carrera hacia la cúspide. Me parecía un sueño estar así, sintiendo su ansiado peso, su loca y desesperada excitación, su aliento mezclándose con el mío…

Quería gritar su nombre, pero enseguida caí en la me cuenta de que no había nombre que pronunciar. Despertaba



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 1:16 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri106


Soy adicta al Sexo


Cuando un hombre tienes ganas de follarse una mujer, tiene que buscarla y trabajársela. Cuando una mujer tiene ganas de follarse un hombre, lo consigue sin buscarlo y sin trabajárselo.

“Soy una chica que no puede dejar de practicar sexo a diario, y varias veces, por lo que es obvio que soy adicta a él. Soy una ninfómana”.

Esa frase anterior abunda hoy en las redes sociales. Cada día es más común leer de mujeres que afirman ser ninfómanas, sin quizás saber que esta conducta las definen como una forma de gozar la vida y que tienen lo que otras nunca llegarán a tener, o en una relación revelan un severo trastorno de personalidad.

Este tipo de mujeres está enfocado en sus relaciones, en la forma de incrementar su placer, en la búsqueda de nuevas experiencias con hombres o mujeres que olvidan aspectos importantes de su vida, y uno de ellos, el principal, es su autoestima.

Psicológicamente hablando, las ninfómanas son mujeres narcisistas, sin autoestima, mienten, afirman que su vida está llena de lo que aman, y también son masoquistas y regularmente temerarias.

Biológicamente hablando, las mujeres y los hombres que dicen ser adictos al sexo o sentir una necesidad constante de sexo, son llamados “híper sexuales”. Y existe dos razones; mental y biológica, en su forma de actuar. Entre las biológicas están, por ejemplo, los tumores y los daños cerebrales; y entre las psicológicas, un trastorno psicótico, un obsesivo y compulsivo objetico, y son personas depresivas que buscan una salida o una distracción a su depresión.

Estas explicaciones, aunque simples, dejan ver lo delicado que es el límite entre lo sano y lo insano porque esta gente (ninfómana) cree o siente, y no se percata de que toda obsesión o adicción encierra un problema crucial, básicamente una nula autoestima, por lo que debe trabajar esto y saber que puede ser amada, o dejar de sentirse vacía, e incluso al estar en un periodo de abstinencia.

También tienen que tener en cuenta que muchos hombres, sin embargo, utilizan el término ninfomanía al referirse a un grupo de mujeres que puede tener relaciones con quienes quiera, cuando quiera o con cuantos quiera, dándole el sinónimo de puto u hombre fácil, puta o mujer fácil, por mencionar sólo algunos, y que, empero, siguen recurriendo a este ciclo vicioso, en el cual, por un lado fomentan y motivan su autoestima al hacerlas sentir que sólo por el hecho de estar teniendo relaciones y acceder a nuevos experiencias (bisexualidad, orgia o trío…) seguirán con ellas, o que si cambia su forma de comportarse y desenvolverse las dejarán.

Aunque hay una marcada diferencia entre lo que es ser liberal y ser ninfómana, aún no deja de dar tema de qué hablar entre hombres y mujeres, especialistas, y sobre todo entre psiquiatras, que están comenzando a tomar medidas para entregarse de lleno este trastorno de la personalidad, lo mismo que con otros, como la obsesión, o la depresión, o la ansiedad.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 2:32 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri107


Tardó en encontrar su felicidad

Carmen, hermosa mujer de 39 años, nació en Sevilla. Trabajaba en la empresa de su padre de directora del departamento de contabilidad. Su vida siempre había sido aburrida. En su juventud era presionada por su progenitor para que sacase con nota alta la carrera de Economía, por lo que no había vivido plenamente la magia de la adolescencia. Y cuando por fin se decidía a vivir su propia vida, le resultaba prácticamente imposible porque todavía permanecía bajo el mando, el control y la influencia de su padre y jefe.

No odiaba su trabajo ni su vida, pero de ésta añoraba no haberla disfrutado más. Mañana iba a cumplir los 40. Estaba hablando por teléfono con un cliente sobre un error en su cuenta, cuando se percataba de que tenía un mensaje en su móvil; era de Daniela.


Esta noche te prohíbo que me digas que no, como siempre me dices. Tenemos una cena en el restaurante italiano


Su única amiga, Daniela, le recriminaba que trabajase tanto. Daniela tenía 38 años, era más atractiva que guapa, pero tenía una espectacular anatomía y también tenía sobradas posibilidades económicas. Siempre estaba de fiesta en fiesta, revolcándose de cama en cama, pero Carmen no era capaz de hacer eso aun superando en todo a Daniela y además era de un mayor estatus económico.

____ Carmen, esta noche cenamos todos en mi casa, para celebrar tu cumpleaños. Vienen tus tías y tus primos con sus parejas.

Su padre no tenía la costumbre de llamar a la puerta del despacho de su hija antes de entrar, y lo que más la enervaba era que le marcase sus planes como si fuesen de obligación. Debido a su endeble carácter, esa noche se encontraba inmersa en una encrucijada: no se atrevía a decirle a su padre que no podía asistir a la cena porque quería salir de fiesta con Daniela.

A punto estaba de hablar de ello con su padre, pero se había ido ya, sin escuchar su respuesta, como era habitual en él. Nunca contaba con ella.


Daniela, no puedo salir esta noche contigo. Mi padre ha organizado una fiesta familiar en mi honor por mi cumpleaños

Eso decía el mensaje con el que respondía a su amiga, cuyo teléfono móvil de ella no tardaba en sonar

____ ¡¿Cómo que no puedes salir?! -había cabreo en su voz.
____ Ya sabes. Mi padre me ha dicho que esta noche hay cena familiar y no puedo decirle que no -como siempre, intentaba justificarse.
____ ¡Jo qué tienes 40 años! ¿¡Cómo coño no puedes decirle que no!?

Sabía que su amiga tenía razón, así que cortó para no seguir discutiendo con ella, y menos sabiendo de antemano que iba a ser una discusión absurda, porque Carmen pensaba lo mismo que Daniela.


“¡¿Y encima me cuelgas?! ¡Pues que sepas, mi querida amiga, que esta noche voy a buscarte a la casa de tu padre, y saldremos sí o sí!”.


Peo Daniela lehabía hablado a un teléfono sordomudo.

El mensaje que terminaba de recibir Carmen era inquietante. Sabía que Daniela era capaz de montarle un pollo, sin reparar en que hubiese gente delante.

Luego de recoger su bolso para irse a su casa, pasó cerca del despacho de su padre. Se detenía en la puerta entreabierta. Estaba a punto de llamar, cuando escuchaba que él estaba hablando por teléfono.

____ ¡Claro que vendrá Carmen a la cena! Tranquilo. Yo te la presentaré. Ya es hora de que se case. Sí, seguro que le gustarás.

Carmen se ponía furiosa. No podía creer lo que había escuchado. ¡Su padre estaba preparándole una cita a ciegas! No se lo pensó y entró al despacho. Enmudecía y se sorprendía el padre por ver que su hija no había llamado a su puerta, y además la veía muy enfadada. Nunca la había visto así antes.

Carmen cerraba de un fuerte portazo, se acercaba a su padre y le miraba a los ojos, como jamás lo había hecho.

____ ¿¡Cómo te atreves prepararme una cita sin mi consentimiento?!
____ Verás, hija…

No le dejaba seguir. Era la primera vez que se enfrentaba a su padre.

____ ¡No tengo que ver nada! ¡Estoy harta de ti, de que controles mi vida! ¡No te lo permitiré nunca más! ¡Esta noche no voy a ir a tu cena familiar!

El hombre no abría la boca, sólo veía cómo su hija salía de su despacho dando otro portazo. Siempre la había llevado a rajatablas, pero hoy no le quedaba de otra que admitir que había perdido la autoridad que había mantenido sobre ella.

____ Iremos juntas a cenar esta noche –decía vía móvil a su amiga Daniela, mientras se dirigía hacia el aparcamiento.

Ya dentro del auto, sentía un vacío que iba llenándose con un sentimiento de culpa el cual la hacía romper a llorar, desconsoladamente.

La entristecía lo que había hecho, pero estaba indignada y se sentía traicionada, así que no pensaba dar marcha atrás.

Lloraba con la cabeza sobre el volante. Pero, de pronto, notó que alguien golpeaba el cristal de su ventanilla. Alzaba la cabeza y veía a un hombre guapo, moreno, ojos azules. Sus rasgos eran suaves. Parecía joven, pero canas en sienes decían que no lo era tanto. Se secaba las lágrimas y bajaba el cristal de su ventanilla.

____ Perdone, señorita. La vi llorar y no pude evitar acercarme. ¿Se encuentra usted bien? -su tono era tierno, daba tranquilidad.
____ Sí, gracias –se secaba los ojos, mostrando una sonrisa forzada.
____ Una mujer tan hermosa como usted no debe llorar de esa forma. Le afecta a su belleza –añadía.

Se despedía muy educadamente y se fue alejando. Ella sentía algo extraño en su cuerpo. Aquel desconocido había conseguido calmarla. Después de pasar por su casa, para ducharse y ponerse lo más guapa posible, conducía hacia donde había quedado con Daniela oyendo en la radio del coche a su cantante favorita de Sevillanas: “Julia Garrido”.

Al entrar al restaurante italiano, veía que Daniela se hallaba en una mesa del fondo, acompañada de dos chicos. Desde lejos, parecían modelos sacados de una revista. Al verla, Daniela alzaba la mano haciéndole gestos de que se aproximase. Carmen tragaba saliva y se iba hacia la mesa.

____ ¡Felicidades, preciosa mía! –Daniela se levantaba y la besaba en las mejillas y la abrazaba fuertemente-. ¡Estás para comerte, tía buena! -añadía.

Siempre le decía algo así cuando la veía vestida con ropa ceñida. En esa ocasión era un ajustado vestido verde de unos diez centímetros por encima de las rodillas, que se había regalado a sí misma como obsequio por su cumpleaños, comprado en su boutique habitual de Sevilla.

____ Quiero presentarte a dos amigos -decía Daniela, apenas llegó a la mesa.

Eran dos tipos espectaculares; guapos, altos, fornidos. Se adivinaba que debajo de las camisas había dos abdómenes impresionantes.

____ Los conocí anoche en un bar de copas. Son bomberos –le dijo a sovoz Daniela.

La velada transcurría entretenida, pero uno de los bomberos era bastante pesado, y no dejaba de intentar ligarse a Carmen; pasaba su mano por encima de la de ella, haciéndose el distraído, y a la mínima oportunidad trataba de besar su cara con cualquier excusa.

Carmen empezaba ya a agobiarse. Pero en ese momento veía venir a la mesa de ellos a un hombre. Le reconocía enseguida; era el hombre que la había abordado y la había tranquilizado en el estacionamiento.

____ Discúlpenme -y cogía, sin miramientos, la mano de Carmen.
____ Me he dado cuenta de que no está usted disfrutando de esta velada -miraba a Carmen y dejaba una tarjeta en su mano.

Y Daniela y los bomberos, mudos, sin reaccionar ante aquello. Carmen se ponía roja de vergüenza. Aquel hombre la besaba en la mano y después se iba con paso firme y decidido hacia la puerta de salida del restaurante.

____ ¡¿Quién es ese imbécil?! –preguntaba el bombero que intentaba ligar con Carmen.
____ No sé –Carmen miraba la tarjeta-. Aquí dice que se llama Carlos.

El resto de la noche pasaba con más pena que gloria. El bombero “modelito” se había vuelto más pesado, y Carmen luchaba por quitárselo de encima. No hubiese estado mal una noche de sexo, vino y clavel, pero, extrañamente, ella no dejaba de pensar en aquel misterioso hombre moreno de ojos azules.

Carmen llegaba a su casa. Sacaba la tarjeta del bolso y se sentaba en el sofá. No sabía qué hacer. Pero no quería pensar, así que cogía su móvil y marcaba el número que aparecía en la tarjeta. Interminables sonaban los tonos. Estaba a punto de colgar, cuando alguien respondía.

____ ¿Sí? –por la voz, no cabía duda de que era él.
____ Hola...

Apartaba el móvil de su boca; no sabía qué decirle. En realidad, ni siquiera sabía por qué le había llamado. Pero, finalmente...

____ Soy Carmen la chica con la que usted habló en un estacionamiento público y por casualidad en s restaurante italiano "Rafaello".
____ Carmen, bonito nombre -hacía una breve pausa-. Antes de nada, tengo que decirle que lo del restaurante no fue una casualidad. La seguí desde que salió del aparcamiento su coche. No me podía resistir a sus encantos.

Carmen se quedó paralizada. Quería colgar. Aquel extraño estaba admitiendo que la había seguido, pero se sentía atraída por él. Su voz, su dulzura, y su seguridad en el hablar… Sentía que se estaba excitando.

____ Espero no te importe que te siguiera. No pretendo hacerte daño. Al contrario. Yo soy...
____ Bueno, verá, no sé aún por qué le he llamado -le interrumpía.
____ Ven mañana a mi casa a desayunar. Aquí hablaremos tranquilamente. Ahora tengo que colgar, pero, por si has extraviado mi tarjeta, toma nota de mi dirección…

Corroboraba el domicilio y metía de nuevo la tarjeta en su bolso. Estaba a punto de despedirse cuando se daba cuenta de que había colgado.

Luego de asearse se metía en la cama. Siempre dormía desnuda. Gustaba de sentir la suavidad de la sábana en su cuerpo. Le costaba coger el sueño; daba vueltas y más vueltas en la cama. No dejaba de pensar en Carlos, su voz, las sensaciones que la hacía sentir. Sin percatarse, se metía mano entre los muslos. Su vagina estaba mojada. Se la acariciaba lentamente con una mano, y la otra subía sus tetas y su lengua lamía los pezones. Gemía mientras mordía sus carnosos labios, gozando a más no poder. Y sentía un grandioso orgasmo. Nunca había tenido uno tan intenso en ninguna noche que se había masturbado. Durmió toda la noche plácidamente, relajada y dichosa. Al otro día, después de despertarse, despejarse y ducharse, escogió una ropa cómoda y sencilla: vaqueros y blusa azul. No quería dar la apariencia de una buscona si se vistiese más peripuesta.

Llegaba al domicilio y se detenía ante el portero electrónico.

“¡Carmen, ¿qué coño estás haciendo aquí?!”, pensaba mientras trataba de sacar valor para pulsar el timbre.

____ ¡Buen día, Carmen! –Carlos estaba detrás de ella, portando una bolsa-. Vengo de la panadería. ¡Qué alegría volver a verte! ¡Pero pasa, por favor! –abría la puerta y con gesto amable le indicaba que entrase.
____ Gracias –se iban hacia el ascensor y entraban en el angosto habitáculo.
____Eres muy linda –le decía Carlos, mirándola a los ojos y con aplomo en el hablar, mientras subían. Carmen se sentía atraída por aquel desconocido.
____ No sé qué decir, ni tampoco sé por qué estoy aquí –su espontánea sinceridad hacía que Carlos sonriese.
____ Bésame -decía él, de pronto, mirándola a los ojos. Y Carmen, como si su cuerpo fuese atraído por un imán incontrolable, se acercaba más a él y obedecía, dándole un tímido beso en los labios con los suyos cerrados.

Cuando entraron al piso, Carmen se quedó mirando el mobiliario; era del estilo minimalista, casi sin muebles, pero tan gustosamente decorada que hacía que los visitantes se sintiesen cómodos. Carlos le dijo que se sentase en el sofá, y ella se iba hacia un sofá de cuero negro y se sentó, y cruzó las piernas, como era su costumbre. Al poco, Carlos entró al salón con una bandeja que contenía bollería, aceite, jamón y dos tazas de café, además de azúcar, cubiertos y servilletas.

____ Descruza tus piernas, Carmen. En mi presencia no es correcto que te sientes así –su tono de voz era dulce, pero ahora más firme el hablar.

Carmen no entendía lo de “correcto”. Tenía la costumbre de sentarse así. Pero descruzaba las piernas y se sentaba, con ellas cerradas y juntas.

Desayunaban, conversaban y sonreían contándose anécdotas de sus vidas, para así irse conociendo. De pronto, Carlos ponía su índice de la mano derecha en los labios de Carmen, como indicándole que guardase silencio.

____ Quiero que seas mía –le dijo mirándola a los ojos. Pero ella no podía mantener la mirada; algo le hacía bajar la cabeza, como si de dentro sintiese que no quería. Pero le respondía:
____ Yo también quiero ser tuya.
____ Pero no me refiero a lo que estarás pensando. He querido decir que tú serás mi esclava y yo seré tu señor.

Carmen se puso nerviosa. Había leído en Internet cosas relacionadas con el BDSM, y sabía que eso la atraía, pero ahora estaba ante la realidad. Un escalofrío la recorría todo el cuerpo.

____ ¿Yo? -hacía una pausa-. ¡Si yo no...!
____ Tranquila –la interrumpía y la cogía de la mano.
____ Ven conmigo -le decía, con firmeza.
____ Vale.

De repente, Carlos se detenía en seco, la miraba y le decía en un tono enérgico:

____ ¡Señor!
____ Vale, señor –Carmen bajaba nuevamente la cabeza.

La besaba en la frente y la llevaba a un cuarto de al final del pasillo.

Carmen se asustaba al ver todo aquello. Las paredes oscuras, sin muebles, salvo una cama y un yugo de madera, que a ella le recordaban los cepos que utilizaban en la antigüedad para inmovilizar por el cuello y las muñecas a los ladrones. Y esto la asustaba más de la cuenta, y más aún cuando veía que había al fondo del cuarto un cordaje que colgaba tenso del techo, como una especie de columpio, y junto a él, un arcón de madera.

____ Desnúdate –mientras decía esto, permanecía detrás de ella.

Carmen dudaba, hasta que sentía cómo la mano de Carlos impactaba con fuerza en una de sus nalgas, haciéndola soltar unos gemidos de dolor. Su cuerpo se tensaba. Estaba a punto de darse la vuelta y devolverle el golpe, pero, sin esperarlo, recibía otro azote más fuerte todavía en la otra nalga. Volvía a gemir, pero el segundo hacía que se tranquilizasen sus ganas de revelarse. Y sus gemidos, extrañamente, no eran de dolor; eran como si estuviese su mente entrando en un estado distinto del que ella desconocía sus circunstancias.

____ Te digo por segunda vez que te desnudes -no gritaba, pero sus órdenes eran contundentes.

Se quitaba la blusa y la dejaba caer. Sentía fuerte pudor por desvestirse. Ahora le tocaba el turno al sujetador, que también dejaba caer. Se ponía las manos sobre las tetas, como queriendo esconderlas.

Carlos le acariciaba la espalda. Carmen seguía con sus manos tapándose las tetas. Sentía cómo subía la mano que estaba ahora cerca de su cuello. Sentía un fuerte tirón del pelo. Carlos la tenía cogida del pelo y tiraba de él.

____ Toda la ropa.
____ Sí señor.

Se desabrochaba el botón de los vaqueros y corría la cremallera. Su cabeza era una batalla; una parte de ella le decía que se fuese de allí, pero la otra parte, en ebullición, le indicaba que se desnudase y que se entregase.

Se bajaba lentamente los vaqueros. Llevaba tangas negros. Carlos podía admirar en plenitud un cuerpo escultural. Cuando los vaqueros estaban en los tobillos, no se atrevía a agacharse a quitárselos, pero se ayudaba de un pie y los echaba a un lado de un puntapié, sintiendo que se iba acrecentando su excitación. Por segundo se sentía más vulnerable. Sentía que Carlos la atraía, y ella deseando estaba de ser poseída. La humedad en su vagina iba en un aumento vertiginoso.

Se quitaba el tanga. Y ya, completamente desnuda, intentaba taparse las tetas y el coño. Carlos le cogía los brazos y se los ponía detrás de la espalda, forzando con sus pies a que abriese las piernas. Y así quedaba una asustada Carmen: con las manos atrás y las piernas abiertas de par en par y a la vista un sexo depilado, que también estaba abierto al máximo.

Carlos daba una vuelta alrededor de Carmen, mirándola de arriba abajo.

____ ¡Hermosa perra! –gritaba.

Al escuchar que la llamaba perra no se indignaba, al contrario, la excitaba más. Era muy extraño todo aquello. Se sentía humillada por estar desnuda frente a un hombre que acababa de llamarla perra, pero era un sentimiento de humillación que le estaba gustando.

Carlos llevaba la mano a la vagina de Carmen, que gemía al sentir el contacto, y más cuando veía que, sin previo aviso, le había metido dos de sus dedos hasta el fondo, incluso agitándolos.

____ Estás muy excitada. Y esto me gusta –sacaba los dedos del interior y los llevaba a la boca de Carmen.
____ Chúpalos.
____ Sí señor.

Lamía los dedos sin parar. Se sentía bien por estar haciendo lo que hacía, estaba a gusto. Toda su vida encorsetada en normas y obedeciendo sin rechistar, pero ahora era la primera vez que se sentía feliz por obedecer.

Carlos le ordenaba que se fuese al cepo. Ante aquel aparato empezó a sentir miedo. Carlos le metía la cabeza y las manos por el interior del cepo y luego lo cerraba con llave. Carmen sentía pánico, pero no se quejaba. Poco antes había podido moverse libremente, pero ahora no, ahora estaba completamente atrapada.

El cepo aquel estaba anclado en el suelo y Carmen se hallaba con el cuerpo inclinado, casi de rodillas, y sus nalgas ligeramente levantadas.

Carlos se sacaba su miembro y lo ponía en los labios de Carmen.

____ ¡Abre bien la boca, perra! -le ordenaba.

Carmen abría la boca y Carlos le metía la verga. Empezaba un frenético movimiento introduciéndola y sacándola. Por momentos se la metía entera, haciéndola padecer arcadas. Estaba tanto rato metiéndosela y sacándosela en la boca, que chorreaba su clítoris. Tanto nivel de excitación nunca había sentido en las pocas veces que había tenido sexo, que de eso hacía mucho tiempo ya.

Carlos se iba hacia el arcón, en otro lado del cuarto. Carmen intentaba seguirle con la mirada, pero lo perdía de vista por no poder girarse la cabeza. Pasado un minuto, que a ella le parecía una eternidad, sentía cómo Carlos le acariciaba con suavidad las nalgas.

____ Me gusta sobremanera lo que ven mis ojos -decía él.

Carmen sentía que le ardía una de sus nalgas. Había recibido un latigazo con una fusta. Quería gritar, pero algo en su interior la contenía. Otro fustazo recibía la otra nalga, y fuego vivo en ella, pero la sensación la excitaba de una forma tan loca que no acababa de entender.

La intensidad de los fustazos iba creciendo. Al principio los contaba, pero luego sólo cerraba los ojos, mordiéndose los labios sexualmente. Cuando Carlos paraba de dar golpes, le acariciaba de nuevo las nalgas.

Carmen sentía cómo le separaba los labios vaginales, abriéndolos a tope. Sentía la delicia de que Carlos le metía la polla dentro. Después del dolor recibido, eso lo acogía como un regalo, como el gran gusto que su señor le estaba dando. Quería quitarse las ataduras, pero Carlos no la dejaba y seguía follándola, cada vez con más fuerza.

Como unos diez o quince minutos estarían así, hasta que sentía que un orgasmo se le aproximaba y su cuerpo se tensionaba más.

____ ¡No se te ocurra correrte, perra! –gritaba él, sin parar de moverse.

A Carmen le costaba aguantar. No podía más.

____ ¡Por favor, señor, no puedo más! –cuando acababa la frase, veía cómo Carlos azotaba fuertemente una de sus nalgas.
____ ¡No vas a correrte hasta que yo no te lo ordene! -le daba otro azote que la hacía gritar de dolor, y también de placer
____ ¡Pídemelo como es debido, suplícamelo!
____ ¡Mi señor, déjeme que me corra, no puedo más, se lo suplico!

Se mordía con más fuerza los labios, intentando contener el torrente que ya estaba a punto de invadirla.

No recibía respuesta. Pero, sin esperarlo, escuchaba la dos palabras mágicas:

____ ¡Córrete ya!

Sentía su cuerpo convulsionarse. La corrida hacía que sus piernas temblasen, y por eso contraía la vagina, que aún tenía dentro el miembro viril de Carlos.

Sentía dentro un chorro de líquido tibio. La inundaba haciéndola rugir de placer. Carlos recostaba su cuerpo contra la espalda de Carmen, que todavía seguía luchando con sus convulsiones.

Esa noche la pasaron juntos en el piso de Carlos. Y, a partir de esa "primera maravillosa experiencia" no volvían a separarse. En cada encuentro sexual, Carmen aprendía una cosa nueva. Por polvo se sentía más feliz. Por fin había encontrado la forma de dar un verdadero sentido a su vida.

Pero cuando una tarde tomando café con Daniela le contó sus relaciones con Carlos y lo que hacían en la intimidad, lo aceptaba porque quería mucho a su amiga Carmen, pero a partir de esa tarde no era tan frecuente verlas juntas. A Daniela (una mujer madura, guapa, con buen cuerpo, soltera, liberal y con dinero) la tildaban lenguas viperinas al acecho de mala bestia y de puta ninfómana, simplemente porque se acostaba cuando quería con el hombre que más le atraía y más la satisfacía en la cama, pero con ella no había opresiones, ni órdenes, ni cepos, ni cadenas, ni columpios.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 3:10 pm



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Un deseo contenido se desató en aquel jardín

En la ciudad de Sevilla, un sábado por la noche de un mayo caluroso, me reunía con unos amigos y una chica en un chalé que tenía un amplio y florido jardín, propiedad del padre de uno de ellos. La chica y yo nos conocíamos de antes, pero nunca “habíamos tenido nada”. Hacía mes y días que no la veía, pero ella me explicaba que hacía poco había regresado de New York con sus padres, y que se habían desplazado hasta allí para celebrar la mayoría de edad de su única hija, ella, y la mayor parte del tiempo, para inspeccionar la contabilidad y otros menesteres de un negocio familiar, ubicado en la zona de Manhattan.

Ambos sabíamos que nos gustábamos, pero aquella noche no hablamos en todo el tiempo. No se nos presentó un oportunidad. Es que ni siquiera nos miramos. Ella me evitaba constantemente, pero no por rechazo, sino por lo que inevitablemente llegó más tarde...

Hasta que aparecía la bendita madrugada y se iban yendo algunos amigos, y sólo nos quedábamos aquellos que siempre lo pasábamos fenomenal hasta el amanecer además de la chica.

Sabía el porqué de que no me quisiera mirar, pero al fin cedía. Antes sólo era yo el que observaba las flores, pero cuando finalmente ella me miraba, aunque de refilón, mis ojos buscaban con ansia los suyos, que ahora los traía hacia mí, y podía ver lo que hasta entonces era oculto: una mirada como un rayo de sol, retenida en su iris azulino, que sólo duraba un segundo. Después bajaba los ojos, tal vez por timidez al ver que los míos la reclamaban.

Por fin conseguimos quedarnos solos. Nos sentamos, con su mano izquierda sobre mi mano derecha, en un coqueto banco blanco de madera que había en el jardín, que decoraba el ambiente y que acompañaba a una fuente, rodeada de césped y flores. Y la brisa de la noche nos llevaba a un deseo, de mucho antes contenido.

Las estrellas, las únicas testigos de todos los poemas y también testigo de lo que iba a ocurrir inminentemente, me veían a mí recostado y a ella con unos movimientos cadenciosos de mar. Las estrellas y yo podíamos ver en ese momento el arte de la desnudez pura, de la sinceridad física hecha seda y poesía.
Nuestras ropas empezaban a alfombrar el césped. Un jazmín ornaba el aire. La luna llena hacía brillar los ojos de ella, alumbrando su fragilidad. Y los astros, en lo más alto del firmamento, eran los que enaltecían aquel cuadro vivo, lleno de gracilidad.

Mi mano, posada en sus muslos, comenzaba a subir la torre de babel en busca de la Caja de Pandora, la reveladora majestuosa de todas las maravillas, y la chica se recostaba sobre mí y yo hacía lo mismo sobre ella.

Aumentaba yo a propósito las notas musicales de los ángeles cantantes, mientras el vientre de la chica temblaba, gozando de su canto, y su cara expresaba el regocijo proveniente de la fusión de las flores en el valle de las palomas blancas, mientras yo acariciaba una y otra vez su pelo rubio, esparcidos en su blusa carmesí...

No recuerdo ahora cuánto duró exactamente aquella música, pero yo diría que bastante. Casi al unísono, dimos un comienzo y un final a aquel lujurioso concierto, no sin antes culminar juntos, complacidos y excitados, aquella placentera sinfonía de los Querubines.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 3:45 pm



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Polvos con secuelas por parte y parte

Amanecía. Luchando contra la resaca de vino y sexo, daba con sus vaqueros bajo la cama. Dormía ella cuando él cerraba la puerta del cuarto de aquel maloliente antro. No le había gustado el motel, pero sí le había gusta la amante a la que había degustado sin parar durante toda la noche.

Ya en la calle, compró la revista "Hembra", que era de contactos sexuales.

Sentía su miembro húmedo bajo los pantalones vaqueros. Notaba que todo él olía a ella.

Entraba en el primer bar que veía abierto y lo primero que hacía, cuando se encerró en los aseos de caballero, era quitarse los calzoncillos y meterlos en una bolsa de plástico verde.

Salía del bar y se encaminaba de nuevo hacia el motel; ya allí, dejaba la bolsa en la puerta del cuarto, donde había pasado toda la noche, que allí vivía ella.

Salía del motel, se sentaba en un banco de un parque próximo y abría la revista. Ella seguía anunciada. Llamaba a móvil de contacto y decía que era el padre de la chica que aparecía en la tercera página. Le pedía que quitasen su anuncio en la revista, porque no quería que su hija alquilase más su cuerpo.

Un palpitar en el clítoris después de haberlo usado hasta la saciedad, la hacía feliz. Sobarse la raja a la salud de la última verga que la había penetrado, frotarse los pechos con la estera del cuarto del motel y herirse los mamelones con el cepillo de uñas, la mataba de gusto. Rascarse las mamas a uñetazos limpios, volver a buscar a aquella verga que había empapado sus entrañas, le parecía delicioso.

“¡¡Quiero volver a acostarme con é!!”, gritaba, completamente desnuda, en plena calle.


Pero, de pronto, se le hacía el coño agua



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:06 pm



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¿Y después qué?

Eran las diez de la noche de un viernes. Me tumbé sobre la cama y me puse a ver tranquilamente una película. No tenía ganas de hacer nada más. Ya había cenado. Agotador había sido el día en el trabajo. Cuando llegué a casa, a las ocho y media, nos cruzamos mensajes Lito y yo, pero aproveché que me dijo que iba a cenar para relajarme un poco.

Lito era un buen amigo. Frecuentábamos un foro desde año atrás, intercambiando mensajes. Nada especial: trabajo, aficiones, y poco más. Pero sabía que me gustaba, y también sabía que yo le gustaba. Su madurez, sentimental y física, era admirable y él decía lo mismo de mí, por lo que podría decirse que teníamos química.

Aunque vivíamos en la misma ciudad y sabíamos nuestros domicilios, e incluso nos conocíamos en persona, prometimos no visitarnos el uno al otro. Él quería empezar una relación conmigo, pero yo no estaba segura de ello, así que sencillamente opté por darme tiempo. Lo aceptó, dolido, cual niño que se está comiendo un pastel y se lo quitan. El caso es que lo asumió. En realidad, no teníamos una relación estrecha, sólo éramos amigos de foro, por lo que otra cosa de lo que quiera que fuese, estaba por empezar.

La noche era fresca, y hacía poco que había salido de la gripe, pero ya estaba mejor. Empecé a reproducir la película, cuando me llegó un mensaje. Era de Lito, diciendo que me tenía una sorpresa. Le pregunté qué era, pero no me lo quería decir porque era una sorpresa, que esperase...

No podía concentrarme en la peli. Releí el mensaje y me era imposible no sentirme mojada. Y ahora no me refiero a lo sexual, porque hay dos clases de humedades, la física y la emocional; o sea, hablar con uno que con tan sólo oír su voz te tiemblan las piernas, como si el amor de tu vida fuese. Y Lito dominaba las dos humedades.

Traté de seguir viendo la película, a pesar de que mi cabeza se hallaba en otro lado, cuando, de pronto, el timbre de la puerta me sobresaltó. No sabía cuánto tiempo había pasado; ¿media hora? Así que me levanté, me puse mi bata y mis zapatillas, y me fui hacia la puerta. La abrí y, para mi sorpresa, Lito estaba ahí.

____ ¡¿Tú?! -pregunté, enojada-. ¡Convinimos que no nos íbamos a visitar! ¡Ese era el trato, ¿no?! –añadí.
____ Sí, ese era el trato, pero tenía que verte. Esta es mi sorpresa. Toma –puso en mi mano un rosa roja-. ¿Estabas acostada? –añadió.
____ Estaba echada viendo una película. ¿Por...?
____ Porque necesito hablar contigo.
____ Podrías haberme dicho lo que quiera que sea por el privado del Facebook, el del foro o por mensajería.
____ Tenía que ser en persona.

Entramos a mi dormitorio; apagué mi pequeño vídeo, lo cogí del fondo de la cama y lo dejé sobre la mesilla. Me eché de nuevo en la cama, apoyando la espalda en el cabecero. Él se sentó a mi lado y olió a su alrededor.

____ Tu cuarto tiene olor a ti. Me gusta. Es un olor de cuarto de mujer, como el olor a tierra mojada en una tarde de otoño...
____ ¿Todo lo tienes que decir tan poéticamente? -le interrumpí.
____ Es que no sé hablar de otra forma -respondió.
____ Ya lo sé. Pero vamos a lo principal. ¿Qué te trae por aquí?
____ Para decirte que odio los protocolos. El amor es una característica innata en el hombre y yo reniego de esto. La espina del dolor y la duda me aparecen -me miró-. Algo me dice que debo ir despacio contigo –lágrimas aparecían en sus ojos.
____ Tranquilo. Puedes desahogarte conmigo. Soy tu amiga.
____ Dalia, entiéndeme. ¿Cómo quieres que gobierne mi corazón si es el mismo que me impone decirte que te quiero? ¡No puedo seguir así, no puedo!

Quedé muda. Sentía un calor y a la vez un súbito escalofrío. Me quité las zapatillas, sacudiéndome los pies. Él se percató de mi maniobra.

____ Sabes que mi fetichismo son los pies femeninos, y los tuyos son perfectos -me dijo, acariciándome suavemente los dedos de un pie. Te gusta mucho, eh, eres una coscona –añadió, más animado.

Jamás había follado con él, pero me hablaba con tanta dulzura que bastaba para hacerme sentir miles de sensaciones, acompañadas de vibraciones. Acaricié su cara. Y esto era todo lo que mi amigo necesitaba. Pero él buscaba mi boca. Se la ofrecí, y nos besamos; primero despacio y luego pasional. Difícil contenerme a tanto deseo. Me quitó la bata, quedándome en tanga y sostén. Excitada le quité el polo. Miraba mi cuerpo, que después lo recorría entero con la punta de la lengua.

____ ¡No hay mujer más perfecta que tú! –me dijo, entusiasmado.

Me besaba en el cuello. Cerraba los ojos y me dejé llevar por un arco iris de colores. Sentía que mi respiración se aceleraba. Mi coño empezaba a mojarse, y también me sentía empapada de emoción por un amor que crecía, agigantándose entre los dos. Deseaba esta situación con todas mis fuerzas...

Sus manos se posaban en mis mejillas. Antes de besarme otra vez me miró a los ojos queriendo capturar una magia que sólo él sabía. Me besó con pasión, y su mano se deslizaba por mi espalda, quitándome el sostén. Mis tetas reclamaban sus mimos, y, como leyendo mi mente, su mano envolvió mi teta izquierda acariciando su pezón. Me cogió de la cintura y, suavemente, como hoja mecida por el viento, me recostó delicadamente hasta dejarme tendida en la cama. Volvió de nuevo a mi boca, bajó al cuello y a una de mis tetas, trazando con la puntita de su lengua un círculo sobre el contorno del pezón, haciéndome estremecer. Creía que me partía en dos...

Ansiosa de él, enredé dos dedos de mi mano en su frondosa cabellera, obligándole a que me comiese, a que dejase salir el lobo que había en su interior. Alzó la cabeza y me miró, y yo me relamía los labios. Sabía lo que quería. Lo mismo que quería yo...

Su boca se deslizó por mi bajo vientre, y con sus dientes cogió el borde de mi tanga y lo bajó hasta dejarme completamente desnuda. Estaba empapada, y fuera lo que fuese que pensase hacerme, tenía que hacérmelo ya...

Se tomó su tiempo. Separó los labios de mi vagina y lentamente empezó a lamerme el clítoris, pero con tanta delicadeza y lentitud que me hacían arrancar aullidos de placer. Luego de estar un rato torturándome de aquella manera, levantó la mirada, y yo también le miré, pero mi mirada era lujuriosa.

____ ¡Hazme tuya ya! ¡No puedo más! –grité.

Se quitó vaqueros y calzoncillos y se puso encima de mí, metiéndomela despacio. Lo cogí de la espalda, le clavé las uñas y tiré de él, para que su polla me entrase entera, moviéndonos con la sincronía del sexo ortodoxo. Hasta que terminamos al unísono, de una forma salvaje...

De pronto, empezó a temblar. Yo no sabía qué le ocurría. Comenzó a llorar, a la vez que me abrazó con fuerza, y los espasmos de la corrida nos invadían aún...

____ ¿Qué te pasa? -le pregunté.

Aunque sabía yo que estaba luchando contra la incertidumbre de no saber qué iba a suceder con nosotros después de esto, alzó la cabeza y me respondió:

____ Por ahora, sólo puedo decirte que te quiero.

Y se levantó, se vistió, me dio un beso en la mejilla y se fue hacia la puerta de la calle y enseguida salió dejando conmigo su mar de dudas.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:15 pm



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Yo juego mis cartas

Jugo de limón. Siempre quiero esto de postre cuando en mi pensamiento está meterme dentro de la sonrisa de la mujer que se siente a mi lado en una cena. Y mientras ella sonríe, yo trazo mis planes, y mientras le hablo de lo que sea y le ofrezco amistad para que baje la guardia, pienso en todas las cosas que le voy a decir y hacer cuando se quede indefensa.

Es que a los postres sé qué botones desabrocharé, qué oreja morderé con mis dientes y acariciaré con mi lengua, cuál será la ruta de mis labios por su cuello y dónde se parará mi boca en el recorrido entre sus tetas y su coño.

Le hablaré de locuras, en los intervalos en los que sus labios se separen de los míos. Le guiñaré el ojo con la complicidad del que sabe que sonreirá ante ello, para luego retirar mis labios cuando me acerque los suyos. Y que ponga cara de enojo, para que tuerza su cariz y quiera protestar, no sabiendo si por el desengaño de la boca no alcanzada o por la inseguridad del momento en que, aunque con una sonrisa, se sienta rechazada.

Le susurraré al oído todas las acciones que voy a llevar a cabo, como avisándola antes de lo inevitable. Le diré cómo atacará mi boca mientras la devora, le indicaré cómo mis dientes serán guerreros por sus orejas, o cómo mi lengua lamerá una a una las marcas rojas que se iban originando a mi paso.

Usaré mis dedos para acariciar la aureola de sus tetas. Suave primero, con movimiento creciente, hasta que mi boca se apodere de ellas, las muerda y le succione los pezones, y en un punto de salvaje goce, tire de ellas como si quisiera arrancarlas de su cuerpo.

Le sobaré el ombligo y sus alrededores y respiraré de él, como para robar el aroma de su interior. Cubriré de besos su tripa; besos que, poco a poco, se colarán a escondidas por debajo de su tanga, hasta que se conviertan en barrera molesta que sea derribada deslizándolas por los muslos.

Mi boca irá bajando más lenta de lo que desee hasta que la punta de la lengua alcance los primeros pliegues de su húmeda vulva. Su pelvis se tensará y se arqueará buscando ofrecerme una abertura hacía su intimidad. Mis labios rodearán su clítoris, mientras mi lengua lo buscará hurgando furtiva por entre la piel caliente al contacto. Las lamidas se harán más fuertes, más profundas, buscando que su respiración se entrecorte, que sus gemidos no los pueda contener su garganta, y que su mano atenace, cual garra, las sábanas de la cama.

Y volveré a jugar ante la inminencia de su primer orgasmo. Me apartaré y morderé la parte interior de sus muslos. Sus manos irán a mi cabeza, me estirarán de los pelos, para volverme a guiar hacía donde quiera. Y entonces sujetaré con mis manos sus muñecas fuertemente contra la cama. Daré un lametón a su coño, quizá como castigo y también como pretendiendo entrar en él.

No me importa que me llame hijo de puta, que me grite, que se enoje, que me ruegue, que su cuerpo se estremezca, o que su pelvis se levante. Volveré a lamerle el coño las veces que quiera y cuanto quiera. Y lo haré con igual violencia que sujeto sus muñecas. Le soltaré una mano para que la lleve a mi polla, mientras yo la uso para meter dos de mis dedos en su coño, hasta que grite, hasta que sienta un intenso espasmo, desde la cabeza hasta los pies.

Le daré la vuelta y la pondré de lado. Mientras su orgasmo se mantiene, le morderé las nalgas. Y no admitiré eso de: “no me toques”, porque en cuanto me apetezca la pondré a cuatro patas y la penetraré por retaguardia. Cerraré mis manos sobre sus caderas y la embestiré fuertemente.

Buscaré un orgasmo compartido y simultáneo y una vez logrado me echaré en la cama y la miraré. Y cuando se relaje, soltaré una sonrisa sarcástica para arrancarle su mirada de curiosidad, y quizás de odio.

Entonces me reiré y acariciaré su cara con mi mano, hasta retirarle el pelo por detrás de la oreja, y me introduciré en sus ojos brillantes, hasta llegar al fondo y apropiarme de lo que me entre en ganas.

Mientras, sentados a la mesa del restaurante, la miro, sonrío, y mi mirada le propone todo esto. Porque no he venido aquí con ella para un polvo; he venido para jugar, y para jugar a ganar, porque en cuanto a una derrota, soy tan mal perdedor que lucharé para que eso no ocurra.

Cojo el vaso y el sorbete. Intento que junto al líquido aspire también un poco de sólido, y después saboreo la acidez del limón.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:31 pm



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Amigos para siempre

Se conocían del colegio desde niños y eran muy amigos, y de adultos su amistad era indestructible. Un buen día se buscaron y se encontraron, y esa misma noche follaron, simplemente porque no cabía otra cosa, se amaban y se deseaban desde siempre, de toda la vida, y ninguno de los dos podía soportar ya por más tiempo el no ver disfrutar a tope sus respectivos sexos.

La 02,15 HORAS PM de un verano cualquiera

Luego de cenar y tomar unas copas, y algunas más de la cuenta, querían devorar la noche. Ella era una hembra desbordante, que hablaba y hablaba… Él era un macho dócil, que escuchaba, escuchaba… pero con tanta atención que se desvanecía entre manidas divagaciones.

No quedaban ya garitos a donde ir y tampoco excusas qué inventar, caminaban sin rumbo fijo y que la intuición se impusiese. Pero algo engañaba al azar, y sus pasos terminaban en el portal de la casa de ella. Tras una larga mirada, se hacía el silencio; sí, ese tipo de silencios de las amargas despedidas. Ella, llevada por el alcohol y por el fuego interior que la quemaba antes de dormir sola, pedía a él que la besase en la boca y que entrase a su casa...

Luego de quitarle el sujetador, el improvisado amante recordaba su cuerpo de niña; esbelto y frágil. La había visto crecer, había visto cómo le iban aumentando las tetas, como pintadas por el pintor de pechos de mujer, que ahora reclamaban sus mimos. En ellas sobresalían sus pezones erizados por la excitación del momento. De pronto, él evocaba una decepción que había sufrido al escuchar año atrás a uno decir que se jactaba de haberlas degustado a su gusto. Había respetado tanto sus tetas que ni por asomo imaginaba que sus salivas las iban a rociar. Temblaban sus manos, pero no dudaban en acariciarlas, avivando en las hermosas tetas de su amiga de siempre una pólvora de expectación e impudicia...

Apenas sentía que los labios de él trotaban en su cuello, la hembra salvaje bramaba, liberando una sensación de alivio. Nunca había alardeado con él; le veía su refugio, su fiel desahogo; pero, empero, sentía desde lo más hondo que era suyo y que era la única hembra que podría hacerle gozar.

Estaba convencida de que aquella noche iba a ser una noche de un inevitable sexo salvaje, una cuenta pendiente por saldar, que más pronto que tarde, cuando ella lo dispusiese, tenían que ponerla sin números rojos.

La tiesura de su polla se deslizaba a través de los duros y recios muslos de ella, y un cosquilleo se propagaba ávidamente a la mismísima raja del coño. Ella respiraba por vez con más intensidad y se retorcía en la cama. Le excitaba que las miradas de él se derritiesen en su cuerpo, la ponía sobremanera que él admirase su desnudez.

Intentaba quitarle el tanga, pero ella, cual resorte, le apartaba la mano; por contra le pedía que se tumbase, para así poder sentir su piel. Se miraban a los ojos, pero él, amante inexperto, adivinaba que ella le pediría más gusto. “Quizá no pueda darle lo que quiere, quizá no estoy a su altura”, pensaba. Pero ella se le abalanzaba, y sentía el varón una lengua bulliciosa que recorría todo su cuerpo...

Ella, con habilidad y maestría, le liberaba la polla de los calzoncillos, la cual aparecía lascivamente erguida y con el glande descubierto. Él no quería abrir los ojos y verla así. No entendía que su cándida amiga tuviese tanto saber. Pero para ella no era su primera polla y tampoco se regocijaba en contarle sus habilidades y destrezas en el sexo. Él le pedía que parase porque estaba a punto de correrse.

Ella, experta y dominante, le hacía entender que sus técnicas eran infalibles. En un alarde de ternura pegaba su cuerpo al cuerpo de él, le cogía la mano y la guiaba a debajo de su tanga. Le mordía la oreja y le susurraba que era su turno, que estaba muy, pero que muy caliente...

Como ella sospechaba, él no era muy hábil con los dedos. Entonces cogía su mano y juntos dibujaban un círculo por el contorno del clítoris. Siempre había actuado de maestra para su amigo, desde resolver una raíz cuadrada, hasta cómo cocinar una tortilla; desde que llevaban babis, hasta estar totalmente desnudos, como ahora se encontraban…

Le costaba aprender, pero luego el alumno era capaz de superarla en cocinar los platos más sabrosos. Masturbarla no era excepción; se congratulaba al escuchar sus furiosos gemidos, al verla retorcerse en espasmos, al sentir que podía dominarla a sus anchas con un dedo. Por vez primera se sentía cómodo y el delirio lo desbordaba. Sus deseos se expandían por otros rincones de su espectacular anatomía, sintiendo la dureza de su polla. Lanzado, le quitaba el tanga y le veía el coño, que estaba desierto como la última vez, como cuando de niños descubrían los dos que los niños y las niñas no tenían el mismo sexo. Los rojos y protuberantes labios vaginales de ella incitaban a adentrarse más adentro.

La fiera sedienta le pedía que agitase el dedo, pues, tras comprobar que estaba dilatada, le urgía que le presionase las paredes. Gemía y gemía mientras buscaba y hallaba en el cajón de la mesilla un condón, y entonces miraba a su amigo, pero no lo veía por ningún lado; para ella era un desconocido, uno más. Su amigo formaba parte de una colección de machos que se rendían a la directriz de su deseo, y luego desaparecían de su vida, hasta una nueva oportunidad...

Dejando ella a un lado su eterna máxima de disfrutar el momento, se preguntaba el después de la inesperada pero placentera noche de amor: “¿Amigos? ¿Amantes? ¿Novios? ¿Conocidos?”. Un amplio abanico en el que había donde elegir...

Nervioso pero muy decidido le arrebataba el condón y se lo ponía. Insultantemente imponente pero sincera era su erección. Aquel impecable cautivador se asombraba de sus propios progresos.

¿Conseguiría aprender rápidamente y practicar lo que tantas veces su mejor amiga le había inculcado?:

“Vivir el presente sin miedo, follar sin sentir arrepentimientos, ser uno mismo y pasar de los juicios ajenos”.

Excitadísimo, le separó los muslos, y dispuesto ya para penetrarla, vio en sus ojos un sentimiento que conocía a la perfección: “amistad”. Después de abrazarla y besarla con ternura, le dijo:

____ Amigos para siempre.

Y sin más hablar del tema, culminaron y volvieron a culminar lo que ambos tenían en mente desde hacía más de una década atrás y que, finalmente, decidía ella, como siempre había sido.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:38 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri113


Al retortero de tu fuego  


EL OCASO DEL CIELO EN LA MIRADA
Y EL COLOR PALPITANTE DEL DESEO EN EL INSTINTO.
EN LOS LABIOS UN DULZOR DE LUNA NUEVA
QUE SE DESMADEJA, CADENCIOSO, EN PRÍSTINAS HEBRAS
PEGANDO EL PALADAR A LA LENGUA.

TU SALIVA, HÚMEDA Y VOLCÁNICA, RESBALA
POR MIS CANDENTES Y ENDURECIDOS PECHOS,
MINANDO DE RESCOLDOS LOS ARDIENTES CAMINOS
Y LAS GRATAS RUTAS QUE NOS HACEN INMORTALES,
DIOSES ÚNICOS, EMBRIAGADOS, FECUNDOS…

IGNEOS DE UN VENENO
VERTIDO EN CADA IGNOTA GRUTA
QUE DE NUEVO RECORREMOS.
LA RESPIRACIÓN ENTRECORTADA,
EL ALIENTO EXHAUSTO EN EL AROMA DEL SEXO.

EL EFLUVIO PODEROSO Y VIRIL DE LA SIMIENTE,
IMPREGNANDO, INEXORABLEMENTE, EL LECHO.
LA PIEL INERME ANTE TUS BESOS SABIOS,
ESPACIADOS, PRECISOS, PRECIOSOS…

EL EX HÁLITO MORDAZ Y CARGADO DE EROTISMO
DEL APOLO QUE TE HABITA MÁS ALLÁ DE TUS SERPIENTES.
EL DELIRO FUGAZ DE UNA ROSA ENIGMÁTICA,
QUE ENSAMBLA LEVEMENTE DOS DESIERTOS,
PROFICUOS DE PROFUNDIDAD Y LIGADURAS,
RETOBADOS DE PROXIMIDADES SIEMPRE NUEVAS.

HENCHIDAS LAS GANAS, INMUTABLES,
RETENIDAS, ATESORADAS…
EL ÍMPETU DE LA SANGRE
Y EL TROPEL DE LA ESPUMA
QUE TRANSFORMA AL HOMBRE
EN UNA BESTIA APACIBLE.
EL PLACER Y EL DOLOR QUE SE ENZARZAN,
COMO SE ENREDA Y SE ENZARZA LA PALABRA AL PENSAMIENTO
EL COLOR AL BLANCO Y NEGRO, EL HAMBRE Y EL HAMBRIENTO…

TE HUNDES DE GULA EN UN PUBIS HAMBRIENTO,
QUE ABSORBE, TENTACULAR,
TU MÁS ÍNTIMA INFLORACIÓN DESNUDA
TIBIA, AMANTE, COMPAÑERA, AMIGA…

LA SUAVIDAD DEL VIGOR ACTIVO ME SATURA
Y MIS FIERAS GIMEN Y SOLLOZAN,
EXTÁSICAS Y DERROTADAS Y TRASPUESTAS.

EN EL CULMEN DE LA NOCHE,
SIN LÍMITES DE CUERPOS EN EL CUERPO,
TU FALO, IMPÚDICO, EXTIENDE SUS FULGORES
Y EN EL ESPARCIR SE PRENDE AL ALBA NUEVA.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:43 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri114


Con el ferviente deseo de que siempre seas mía

Cómo olvidar aquella vez primera
en que bajé hasta el epicentro de tu cuerpo,
con la mismísima ansiedad de un terco,
mientras tu mano jugaba con mi cabellera
y me enviaba locura y deseo despierto.

Y cuando te bebí entera, pausadamente,
sintiendo para siempre el sabor que comía,
¡ay mi emperadora, mi hembra valiente
mi ardiente cálida, pero principalmente mía!

Cómo no revolcar mis pensamientos
sobre aquellas sábanas celestiales,
blancas y bellas y de olor a tus sales
y en mí, fiebre sexual en mi epicentro.

Pusiste tu mano en mi esencia,
mientras yo contigo no alimentaba
mi amplio calendario de experiencias,
porque ya te quería y te necesitaba
en forma que no necesaria la evidencia.

No sabes cuánto anhelo siempre
ese tu rocío de hembra noble,
con el que inundabas mi alma,
con el que me enviabas orgullo,
para enmarcarme como tuyo,
para marcarme como hombre.

Haremos nuevas diabluras sexuales
con las que en este momento sueño.
En mis dulces sueños, a raudales
eres mi más soñado empeño
ahora, y siempre en mis cabales.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:49 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri115


María Magdalena

La Magdalena ya se ha marchado,
de Cristo perdonada a peluquera,
a mis llamadas no ha contestado,
para mí, es una cualquiera.

Ahora, que va de quicio en quicio,
me dice que su carnal servicio
es exactamente de media hora,
le propongo que eche deshoras,
por más plata de beneficio.

Descarto ser su cliente vitalicio,
fornicar no lo hago por vicio.
Le doy gusto y ella grita apretando
y dice, al ver mi enorme mango:
“¡dámelo ya para mí, zumbando!”.

Eso mismo se lo dirá a cualquiera,
pero yo, indiferente de veras,
lo único que en verdad preciso
es no crearme ningún compromiso
y es verdad, que no es quimera.

Tengamos sexo y compás, al son
de algunas coplas y sevillanas.
Será una canción de dedicación
para todos aquellos nostálgicos,
pero tú y yo, sólo follar con ganas,
porque ambos somos prácticos.

Tú tienes ya mi dinero,
tú a mí me vendes placer,
yo por ti por nunca muero,
tú estás buena a más no poder,
pero yo nunca te diré te quiero.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 8:57 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri116


A MI MENTE VUELVE LOCA TU BOCA
QUE MUERDE CALIENTE


TU BOCA ENAMORA, DELICADA,
TU BOCA REALMENTE DELICIOSA,
DE SIEMPRE SABE A APETITOSA,
Y A VECES A DESPREOCUPADA.

TU BOCA QUE BESA DE PASADA,
TU BOCA QUE LAME Y NO REPOSA,
DESNUDANDO LENGUA DESEOSA
Y LABIOS EN FORMA DESCARADA.

SI BESAS DESPACIO, SIN PREMURA,
SI BESAS AHORA MISMO DEMASIADO
TENGO QUE COGERTE DE LA CINTURA
Y OCURRIRÁ LO POR LOS DOS DESEADO.

Y CON LOS BESOS MÁS ENAMORADOS,
ENCENDIDA TU BOCA Y SU COMISURA
GOZAN DE LABIOS QUE HAN PROBADO,
CON MUCHO AMOR Y MÁS TERNURA.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 9:10 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri117


Nuestra Noche

Era noche iguana, pero oscura y fría; la calentaba y la encendía la pasión, aún sin amor. El pudor de ella por “su primera vez·” se iba dejando querer. El mío, osado, atrevido, porfiaba consigo mismo por tomar el mando. Pero todo esto al principio, porque, a medida que transcurría la noche, lo único que imperaba era un deseo. Empezamos con besos tímidos y caricias suaves, hasta reemplazarlo por besos con mensajes sugerentes y caricias por todo el territorio corporal, deteniéndonos y deleitándonos con un permanente mete y saca en los lugares más recónditos de nuestras, hasta ahora, desconocidas anatomías.


En materia del sexo, pienso que no existe un quién empieza primero. Empero, toda la oda que rodeaba aquel inolvidable encuentro era propicia, hasta el extremo que podíamos hacer de aquella noche nuestra gran noche. Había atracción, cariño (el consanguíneo pariente cercano del amor), pasión, deseo, obsesión casi, y dos almas ansiosas tratando de corroborar con hechos lo que desde años atrás había sido hecho y afirmado con palabras


Como magia –diosa altruista de ilusiones- nos entregábamos a un intenso goce, sin apenas detenernos. Es cierto que “cada vez” es disímil incluso con la misma mujer. Pero ahora lo disímil se volvía Deífico. Nuestras bocas se iban buscando y gastando por segundo. ¡Qué tarea más linda!


Instintivamente, me inicié a estudiar sus gustos. Y ella encantada, tanto que moraba en la suite nupcial de la gloria. Mi lengua, insistente, procaz y atenta a reacciones, la recorría entera, desde los dedos de sus pies hasta su copioso y moreno cabello. Mis endiablados besos se esparcían sin control entre su leve cuello y su apetitosa boca, deslizándose después hacia sus empinadas tetas, su linda barriguita y sus enérgicos, largos y torneados muslos.

Seguidamente hinqué mi lengua, erguida como lanza, en su vagina, ya empapada, dándole un gusto nunca antes experimentado por ella como furtivamente parecían decir sus grandes y bellos ojos grises. Y así ‘le vino’, incluso dos veces seguidas Entretanto, mi pene, ardiente y deseoso, por momento iba tomando posición. Ella jadeaba con espasmos sonoros, y su jadeo, de tanta magnitud compulsiva eran que no los podía controlar, causaban que, de mi pene, ‘sin todavía adentrarse en la diana”, emanara ese líquido blanco y viscoso llamado semen.

Los dos, vagina y pene, que ya antes habían disfrutado por separado de un escape delicioso, sin pausa, pero con prisa, empezaban a certificar la proclividad del lote 69. Pero por poco tiempo, porque inmediatamente después, mi pene, más erguido, y más posicionado, y más deseoso, irrumpía impetuoso en su vagina, encharcada ya, se fusionaban y trabajaban, entre gestos de éxtasis, vítores celestiales de placer, de inmenso placer e incluso de aplauso.


Luego decidimos reposar para así también dar un merecido recreo a “los guerreros guerrilleros”. Permaneciendo en la cama, cubiertos de todo, hablamos hasta el alba, en la que de nuevo nuestros sexos se sisearon, y entonces, oh, entonces, entonces nuestra imaginación, exageradamente fantástica, lo elevaban a la primera plana del periódico celestial de más tirada, titulando la primicia… “¡esto sí que sí!”. Y en aquel culminante punto, que ya había amor que, sumado a la atracción y al deseo, bagaje almacenado de atrás, se desataba una explosión sexual inenarrable.

Tanto mi chica como yo sabíamos bien la fuerza que tiene la fuerza del amor. Pero la realidad, una vez más, había superado con creces a la imaginación.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 9:31 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri118


Aquella plaza y aquella chica  
Nada hay más hermoso y a la vez más poderoso que el amor y el deseo, cuando se ama y se desea de una manera irracional.

Una mañana cualquiera de un invierno gélido en Madrid

El bus de siempre y a la hora de siempre. El Sol no quiere salir. En su lugar, la niebla lame la Tierra con sus últimas sedas. En el firmamento se dibuja frágilmente la Luna. El tiempo y el espacio parecen disolverse si se mira hacia arriba.

Él piensa en ella, un día más, como una devoción desde que aparecía en su vida. Él se creía feliz, estaba seguro de ello. No tenía necesidad de pensar en el placer de la seducción, porque le parecería teatral. Recuerda sus bromas mientras un amigo o enemigo, vayan a saber, miraba a aquella chica con una mezcla entre la lujuria y el deseo, propio de un depredador.

Instintivamente, imagina la mecánica del juego e intenta recobrar su aire de altivez. Se siente excitadísimo, y su corazón parece ejecutarle en sus febriles embestidas. Su mano parecería cobrar género en la entrepierna de ella. Cierra los ojos, para gozar de su propia caricia. Siente cómo su aliento besa sus mejillas. Un deseo ardiente va apoderándose de su polla. Su mano se para a pocos centímetros de ella. Pasos que se acercan a la parada del bus parecen haberle puesto en contacto con la realidad.

El autobús se pone en movimiento. La ventanilla de su asiento le devuelve el reflejo de la aromática decadencia de Madrid. Una exquisita decadencia. Un sentimiento de soledad le acompaña. En el trayecto siente fuertemente los afilados cuchillos de la soledad, pero trata de sobreponerse.

No puede separar sus ojos de la silueta que estaba volviendo a ver, como cada día, desde la ventana de su despacho. Días atrás, conseguía zafarse de sus empleados y bajaba a la plaza, donde la chica se sentaba en un banco a leer. Tenía que liberarse y estar allí junto a ella, por si algo ocurriese.

Sabe todos y cada uno de sus gestos de ella. Sabe la forma exacta en que ella cruza las piernas, para que su falda no deje demasiada intimidad expuesta. Sabe cuándo retira el pequeño mechón de su pelo, que se esparce por su cara. Sabe el sonido de sus manos, intentando ajustarse la minifalda.

Al principio se había sentido ridículo, un mirón más, un salido más de los tantos que se paran a mirarla, para tratar de entablar una charla con ella. Pero pronto deja de torturarse con sus angustiosos pensamientos.

No puede ser malo dejarse llevar por un deseo. Al fin, ha sido capaz de reconocer que la deseaba por encima de todo. Quizás el deseo nacía en la parte interior de su minifalda. Lo cierto era que cada día estaba más ansioso por ir a la plaza, e incluso reunir el valor necesario para hablarle o para confesarle lo mucho que la deseaba.

Ahora sólo necesita saber que sigue yendo con regularidad a la plaza. Oyendo se queda con atención; realmente oye el sonido de su voz al devolver una pelota a un niño, que la había lanzado con mala puntería. Su voz, el brillo de sus ojos, el olor de su perfume, le parecían más embriagadores que nunca.

Uno de aquellos días cruzó sus ojos con los de ella, sintiendo un agradable dolor de estómago. El tiempo y el azar habían hecho su trabajo. Pero bien sabe Dios que él lo había intentado antes. Poco a poco, logró reunir las fuerzas necesarias para irse hacia ella. Le atenazaba una angustia, pero seguía adelante. Sólo eran veinte pasos, que se le antojaban aterradores

____ Bonito día el de hoy –musitó, de pronto

Ella esperaba una mejor insinuación

Él se dijo para sí: “¡soy un imbécil; menuda perogrullada he soltado!”.

Sin embargo, ella era más directa:

____ ¿Quieres follar conmigo? –le preguntó, y tan campante.

“De eso se trata”, pensó y quiso aunar el aplomo necesario para contestarle, pero la chica de nuevo se le adelantó:

____ Te vengo observando durante los últimos meses. Y la verdad es que tienes una extraña forma de seducirme. Es más, había pensado en seducirte yo.

No tenía escapatoria posible. Se había resuelto la cosa de una forma tan inesperada como inusual, y ahora tenía que aplicar su ingenio. Hay gente que no sabe lo que quiere, pero esta chica lo tenía claro; quería a él. Puede que su mente anduviese vagando en páginas del libro que simulaba leer. Pero en su corazón estaba él.

Los senos le vibraban al contacto de los dedos de él. Sus pezones se endurecían. La palma de la mano y una dudosa sensación de vértigo por el calor auspiciada. Las caricias invadiendo un pubis, levantando el suave vello cual tibia brisa. El placer que inundaba el cuerpo en la entrega de la piel. El gustoso impacto de su cabeza contra la suya con pelo enmarañado por los dedos, cual rayo de sol que inesperadamente se posa en agua. Su aliento como el del mar, desembocando en la playa esperando el juego prohibido; el primer beso hondo, suculento de salivas y de estridencias de dientes.

Ella admiraba el cuerpo estilizado de él, con ese tipo de sentimientos que desarma. Pero su mente iba por un camino diferente: calculaba el tiempo que podía mantener una erección un hombre tan bien dotado.

Sus ojos, sus manos y sus labios se alejaban, pero volvían a su polla, a sus nalgas, a sus piernas, a su pubis, follándole, deslizándose como cera en vela que se extingue. Le acariciaba como si el tiempo muriese con ellos, ofreciéndose al placer con la furia de los placeres, extensamente acariciados. El fuego alumbraba sus ojos, mientras él llevaba su mano cual rapaz, dirigiéndola a puntos inexplorados de su cuerpo. Los escalofríos se transformaban en lavas, en un sentir de anatomías que temblaban al unísono.

La noche que termina no acaba al mismo tiempo en este espacio. Aún gana el ansia y los picos de la madrugada. Cierra los ojos, quebrada por la batalla y sintiendo una firmeza inagotable de lujuria. Él aún le permitirá descubrir el tesoro de un corazón blando entre sus nalgas; esa es la puerta que se cierra y que se abre con los silencios rotos por los gemidos. El dolor y el placer se entremezclaban con la tormenta. En unos minutos, ella sentía las mortales cornadas del semental. Luego, el languidecer del estremecimiento y el principio de una embriaguez en la gran cama blanca.

Iban tocando el cielo en todos y cada uno de los acentos suspendidos. Pronunciaba él palabras dulces a su oído, y rememoraba deliciosos momentos frescos, en busca de un paraíso y la miel que queda dentro. No le importaría morir de placer ahora

Ahora era cuando sabía que en sus brazos podía pasar el resto de sus días y que, a fuego lento, podía quemarse en sus ojos, sin sentir el miedo ni el calor.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 9:58 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri119


Ardiente el pintor - Ardiente su pintura

Su corazón retumbaba como fiesta a todo color. Fiesta orquestada por la impresionante sensación de que había tocado el cielo.

Su piel la rozaba, cubriéndola con un manto tibio, pero su mirada quería poseer sus ojos. Su sed la devoraba a cada segundo que iba transcurriendo. Sus aleonados ojos la dominaban.

Las manos del ilustre pintor las usaba también como un escultor, que modelaba la arcilla fresca y húmeda –como sus carnes-. Sus manos delineaban sus formas para amar cada poro de su cuerpo.

Blanda y fresca en un principio, pero a los pocos minutos hervía entre sus piernas la humedad del néctar que mutuamente rozaban. Y hasta sus cabellos lamía, como si elaborase un tatuaje meticuloso.

Con su miembro, que entraba profusamente, pero con ternura entre sus piernas, le absorbía hasta su último aliento, jadeante y silenciosa.

Su apetitosa boca recibía el atributo entregado como un alma líquida, para que una parte de él nunca olvidase que moró entre sus estremecimientos y la hizo cómplice de ser amada hasta sembrar su esencia líquida.

El pintor ardía por ella y no quería detenerse nunca.

“Veo que aún conservo la pasión del primer amor; veo que todavía soy un hombre poeta”, pensaba, cegado en su éxtasis.

La destrozaba enajenadamente con la parte intima de su cuerpo, ambos jadeantes. No pararían, como si participasen en un maratón cuya meta ya la habían cruzado y seguirían hasta el cielo.

Su cuerpo le daba más gusto y resistencia para recibir las violentas contorsiones que el célebre pintor le enclavaba.

Después de ese trote, ella se ponía automáticamente boca abajo, para que el pintor retomase el mismo ritmo de su cabalgadura.

Y después…

El cielo de sus pechos sobre sus muslos, su aliento que le embargaba a otra clase de universo que un hombre sólo puede vivir con la mujer que ama.

Así terminó aquel primer encuentro, impensado, completamente desnudo el pintor, abrazándola, indefenso, mirando su piel trigueña y cobriza como inca. Candorosa, sensible y circunspecta a su voluntad. Su abanico azabache que tenía por caballera humectada y empapada por la gran lengua lamedora de ilustre pintor.

Ella seguía tumbada, esperando la dulce semilla del pintor para ser eternizada en el lienzo.

Y los niveles horizontales de su esbelta figura, fulgurosa por el sudor y los rayos del Sol abrasador. Mirarla así, en tamaña escena, traía a él la esperanza de un nuevo destino a su vida...

El cuerpo jadeante en ella, y el pintor seguía acariciándolo, como si quisiese tocar el sueño en el que había navegado.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 10:04 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri120


Así pinto yo a mi amante y musa


Veo cómo cada átomo de su figura cae en catarata de diversas tonalidades, en una desnudez integral, una desnudez que incita mis sentidos y arranca mis gemidos.

Es una oda a mi propio silencio, es ver una convulsión agitada en sus senos, es ver ella mi impaciente quietud, y sonríe con esos movimientos intencionados de su poblada y rizada entrepierna.

Se exhibe ante mis ojos en un rincón recóndito de mi estudio, acondicionado para fabricar sexo, con una cautelosa celosía en la ventana, una celosía que dosifica y cosifica la luz concupiscente en su cuerpo.

Su piel es vívida, lozana, voluptuosa. Sus pechos, con olor a lujuria, y sus ojos pecaminosos se hacen notar deseosos...

Todo ello descontrolado por el vapor de su alta temperatura

Posa para mi pincel y mi inspiración crea cuadro con miles de matices sexuales, inigualable imagen de una anatomía entrenada para pecar.

Discretamente abre los labios, que exhala un leve vaho de vapor, y sonríe provocativa.

Ese es el justo momento de coger de nuevo el pincel e inventar lascivas tonalidades, para impregnarlas en sus carnes morenas desnudas.

Empiezo desde sus sazonados labios de abajo, luego de lamerlos con desenfrenado frenesí.



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Mensaje  achl Sáb Ago 22, 2020 10:09 pm



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri121


Carmen y su encrucijada

Era noche calurosa. A la luz de Luna, Carmen salía del salón y se iba al baño de la planta baja de su casa rural, sin luz eléctrica. Buena temperatura hacía, pero todos los pelos de su soez anatomía se erizaban, mientras se iba desnudando. Cogía el telefonillo de la ducha y el agua fina empezaba a caer.

La ducha se hallaba conectada a un enorme bidón que había en la azotea, y de ahí caía hacia abajo. Carmen masajeaba su pecaminoso cuerpo y se serenaba un poco. Pensaba que el agua fría la haría reflexionar con claridad, a la vez que amansaba su sangre hirviente, ansiosa de sexo. Se estremecía de nuevo al recordar las caricias de su más que amigo, Jaime; chico de ciudad, enamorado de ella, pero, tocante al sexo era pasivo, por sus ocupaciones y sus estudios, que le hacían no aparecer a menudo por el pueblo.

Pero también recordaba a Ángel, un obrero de la hacienda de su padre, que estaba encaprichado con ella, pero sólo para follar, lo contrario de Jaime. Carmen se sentía dividida por el hecho de amar a la vez a dos hombres, cada uno con sus objetivos.

Jaime conocía los secretos más íntimos de Carmen, que ni Ángel ni otro u otra de sus amigos conocía.

Después de ducharse, cogía la toalla, y, nerviosa, se secaba. No se sentía feliz por mantener dos relaciones a la vez. Buscaba a tientas su ropa... pelo no la hallaba.

____ ¿Dónde está mi ro…? -no le daba tiempo a terminar su propia pregunta. Ángel, completamente desnudo, entraba a la ducha e intentaba penetrarla.

El cuerpo de Carmen le daba la bienvenida con movimientos provocativos. De ahí que Ángel la besase en la boca, le diese la vuelta, la empotrase contra la pared del pequeño habitáculo y desparramase sobre su cuerpo besos y mordiscos.

____ ¡Basta, basta…! -exclamaba Carmen, como arrepentida por su entrega.

Pero Ángel se pegaba más a su cuerpo y, con la intención de un hombre que sólo quiere lo que quiere, la manejaba a su antojo.
Rodeaba su cuerpo besándolo, acariciándolo, mordiéndolo, y la atraía hacia sí cada vez que ella trataba de escabullirse.

Carmen no hacía uso de toda la fuerza de la que en realidad tenía, y por eso Ángel se satisfacía y a la vez la satisfacía, dando pie a él mismo para “abusar” de ella.

____ ¡Suplícame! ¡¿Qué quieres que te haga hoy?! ¡¿O quizás quieres que pare y me vaya?! ¡¿No quieres jugar?!

La ajustaba para penetrarla. La alzaba, como si pluma, y ella cruzaba las piernas por la espalda de él, que, con fuerza, seguía empujando, mientras ella gemía y le rogaba que parase. Pero no paraba. Sabía que le deseaba y que no quería que parase.

Y así, culminaban una vez más, pidiéndole ella ahora repetir...

A pesar de sentir tanto placer mientras follaba con Ángel, su perenne encrucijada la atormentaba, y la atormentaba por el hecho de haber montado su vida de una forma tan loca como desconcertante: necesitaba la polla de Ángel, pero también necesitaba el alma de Jaime.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 12:21 am



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri122


Cita medio a ciegas

Desde luego, era una locura. Es verdad. Estaba loca. Sabía que no era una buena idea lo de aquel encuentro, pero sin embargo allí estaba su coño, dispuesto a follar y a ser follado. No paraba de mirar el reloj. No sabía si él llegaría puntual. De todos modos, tenía tiempo para regresar de nuevo a su casa. Aquella espera la estaba matando, la estaba poniendo más nerviosa de lo habitual en ella, pero, como todo había que decirlo, feliz también se veía. Si ella no tuviese la puta manía de ser tan puntual, no le pasarían estas cosas.

De pronto le vi llegar en su flamante Volvo. Se bajó y se acercó a mí. Era tal y como me lo habían pintado y yo imaginé: alto, ojos verdes, ancha espalda y pelo rizado, que hacía caerle un coqueto tirabuzón sobre la frente.

¡Jo, de nuevo me ha vuelto a pasar! ¡Chiquilla, no sé cómo lo haces, pero en menos de un segundo, estaba ya mi boca en su polla! Me invitó a subir a su Volvo y nos fuimos por ahí, por esos mundos perdidos. Iba dándome besos durante el trayecto, hasta que paró en una aparente vereda y su mano iba subiendo poco a poco hasta detrás de mi oreja. Sabía dónde besar, como si conociese a la perfección la flaqueza de mi anatomía. No me resistía y le dejaba hacer. Empezó por besos, pero las cosas empezaban a subir de tono y su mano me tocaba el punto indicado y con el dedo indicado, acompañado de caricias, marcando el ritmo.

Pero me desconcertaba y a la vez me gustaba y me atraía y me excitaba. Sin hablar tomé la iniciativa y empecé a deslizar mi mano por su espalda y acabé recorriéndola mientras la cubría de besos. Se daba la vuelta. Yo seguía besándole, pero detenía mi rumbo al llegar al pubis. No quería precipitarme, lo que quería era chuparle la polla lentamente. No era algo que debía despachar rápidamente.

Callado me desabrochó el sujetador y empezó a jugar con mis tetas y a la vez meter y agitar su dedo del corazón en mi coño, medio se me corta la respiración. Sabía lo que quería: enloquecerme. Empezó a agrandarse su polla. Y yo no podía aguantar más, y con deseo y pasión mi mano se fue directamente a buscarla, a encontrarla y a cogerla.

Le quité los calzoncillos y él hizo lo propio con mi tanga. Me tumbó en el asiento de atrás y me comió lentamente el coño, calentándome por momento. Se me desbocó la respiración. Estaba recibiendo tanto placer que quería capturar aquel momento, no quería que se esfumase.

Apenas se veía a sus anchas, me dejaba que jugase con su polla, que ahora era mi polla. Notaba fuego en su cara y sentía fuego en su polla, y esto me hacía feliz. Se daba cuenta de yo tenía el mando, pero pasaba y me daba que hasta le gustaba, y es por esto, que yo me hacía dueña de todo su cuerpo.

Sin embargo, la pauta la marcaba él. Cuando su polla estaba increíblemente dura, la atenacé de nuevo, la besé, la chupé y la mordisqueé, repetidas veces, y después me la metí toda en mi coño. Comenzamos a follar, lento, rápido, rápido, lento, lento, rápido… y así hasta alcanzar un monumental orgasmo.

Después, entre risitas nerviosas, caricias suaves y apasionados besos, cogí su mano y la puse contra la mía, haciendo fuerza la una contra la otra en silencio y sin dejar de mirarnos, y de nuevo… lento, rápido, rápido, lento, lento, rápido, rápido, lento...


¡Y esta vez nos corrimos los dos a la vez!



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 12:34 am



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri123


Cuando llega la pubertad

A sus 14, su espíritu era libre, nada la agobiaba, nada la preocupaba. Bueno, casi nada, en realidad lo único que le robaba el sueño eran dos incómodos altozanos que iban creciendo en su pecho. Pensaba que iban a crecer tanto que la asfixiaría. Se avergonzaba de ellos y sólo con recordarlos los apretaba bajo la blusa. Caminaba encorvada. Pero, de pronto, su infantil carácter la hacía caminar dando saltitos.

Luz era una niña encantadora. La sentía como si fuese mi hermanita. Su pecosa cara le daba un aire juguetón; ojos grandes y expresivos, uno azul y el otro verde; nariz pequeña, boca con labios de sonrisa fácil, dientes alineados, melena rubia hasta el coxis. Aun tanta hermosura junta, la conocí accidentalmente.

Ocurrió aquel día de domingo, cuando llegué corriendo hasta la puerta de su casa. Curro, su hermano y mi mejor amigo, había faltado a nuestra cita dominical, que se llevaba a cabo con religiosa puntualidad en la plaza del pueblo; nos reuníamos para pasar el rato; pero yo, intrigado, fui a su casa a buscarle.

Entré con la confianza y la libertad del aquel que entra en su propia casa. Parecía no haber nadie. Pero, atraído por curiosidad, me asomé por la puerta entreabierta del baño. Me encandilé al ver lo que había frente a mí. La miré con la lujuria con la que nunca la había mirado. Primero me centraba en su rostro, pero ella parecía darse cuenta de mi presencia; sus gestos indiferentes invitaban a recorrer todo su cuerpo. Vi sus hermosos senos, apenas empezando a desarrollarse, con rosados y erectos pezones. Luego vi cómo su mano enjabonaba cada uno de los rincones de su anatomía, e incluso en esos de alrededor de su pubis. Despreocupada, se inclinó para recoger la cubeta con agua. Entre la espuma, vi su pequeña flor, como un emblema que coronaba el arco de sus largas piernas. Con la jícara se echó agua, despejando su cuerpo de la espuma que reluciente brillaba con los dorados rayos de un Sol vespertino. Mi primer orgasmo apareció. Me repuse al sentir que mis salivas escurrían por mis entreabiertos labios. Dejé de mirarla. Al salir de la casa vi que Curro arrastraba con una soga un tronco de leña. Me explicó su demora. Le oía sin escucharle. Las piernas aún me temblaban a la vez que sentía humedad en mi pene. Temía que Curro notase en mí algo raro. Pero no. Sólo me dijo:

____ A ver quien llega primero a la plaza -y empezamos a correr.

A sus 16, su espíritu era libre, nada le agobiaba, nada le preocupaba. Bueno, casi nada; lo único que le sisaba el sueño era ser tan canijo; pensaba que iba a ser un esquelético toda la vida. Se azoraba tanto de ello que sólo con recordarlo caminaba adusto; pero, de pronto, su infantil carácter le hacía caminar dando saltitos.

Que recuerde, siempre estuve enamorada de Robe, amigo de mi hermano. En estos últimos meses, después de mi primera menstruación, mi sexo reaccionaba ante su presencia. Todo me gustaba de él, me encantaba que fuese alto. Cuando jugaba con mi hermano, tenía que encorvarse y doblar las rodillas. Me gustaba su cara su piel morena, sus insinuantes miradas azules-verdes, sus carnosos labios…, y sobre todo el estruendoso sonido de sus risas. Era más fuerte y varonil que mi enclenque hermanito.

Pero todo cambió entre nosotros el día en que descubrió que yo ya no era una niña al verme desnuda en el baño. A partir de entonces, ya no jugaba conmigo como lo hacía antes. Cuando le miraba bajaba la cara y se ponía rojo. Lo admiraba tanto… La tarde en que se atrevió a abordarme de nuevo fue el día en el que mi hermano iba con mi padre a la ciudad. Estaba sola en mi casa, peinando mis muñecas, cuando oí pasos en el salón. Asustada, me asomé. Mi corazón dio un vuelco cuando vi a Robe mejor peinado que nunca y con flores recién cortadas en su mano. Se acercó a mí, y yo, nerviosa, le dije que no estaba mi hermano.

____ No es a él al que busco -contestó decidido-. No te estás dando cuenta Luz. Me he enamorado de ti y quiero que seas mi novia.

Me cogió entre sus brazos y, sin pensar, busqué su boca. Mi primer beso. Me sujetó la cara con la mano, y con su lengua se abrió paso entre mis labios. Entonces supe realmente lo que era un beso. Lamí su boca y la absorbí, como él me hacía a mí. Me centré en la calidez de sus labios. Sentía un calor en la entrepierna. Por vez primera supe lo que significaba estar excitada. Pasado un instante nos separamos. Ahora los dos mirábamos el suelo, ruborizados. Al recobrar el aliento, me dijo:

____Los lunes serán nuestro día. Luego del cole, cuando tu hermano y tu padre no estén en la casa.

Los lunes eran los días destinados por mi padre y mi hermano para hacer la compra de toda la semana, mientras yo limpiaba la casa.

Durante 8 meses, nuestros encuentros consistían en interminables besos y caricias. Pero la mayor parte del tiempo se nos iba en juegos y en risas, y en una búsqueda inconsciente de tan inocente sexualidad. Nuestros deseos eran saciados con mimos. En esos lunes, nunca hablábamos sobre el incidente del baño.

La lluvia cesó. Una flor roja flotaba en las apacibles aguas del río y las gotas de agua pendían aún de las hojas de los árboles, reverdecidos por la frescura y la humedad del ambiente.

Y él y yo simplemente retozábamos por el extenso valle, brincando entre charcos y flores. Estábamos empapados de lluvia. Él decidió inocentemente quitarse la camisa. Vi su hermoso torso desnudo y lo acaricié tiernamente. Reaccionó desabrochando mi vestido, que se desplomó. Mi ropa interior lucía transparente de tan húmeda que estaba. Me miraba excitado. Nos sentamos en la yerba mojada. Le besé con ansias y como experta que era, no en vano había estado siete meses practicando. Sentía su mano posarse en mis pechos. No satisfecho con eso se abrió paso entre la tela hasta alcanzar a lamérmelos; me los lamía con tanta dulzura que mi sexo sentía una explosión.

Después, miré su entrepierna, y descubrí algo suyo que no conocía; se alzaba sobre su pantalón y parecía con vida propia para liberarse del ceñido que la aprisionaba. No me conformé con mirarla. Con una pasión ignorada en mí, la toqué. Se quedó extasiado. Al ver su reacción le di más y se la chupé. Sólo escuché un suave quejido escapándose de sus labios. También él acarició torpemente mi sexo. Plena me sentía con sus caricias. Sentía vergüenza, pero el placer la hacía desaparecer.

Aun tanto placer compartido, un algo nos hacía entrar en razón y suspendíamos la sesión. Era tentadoramente delicioso seguir hasta el final, pero sacamos prudencia, no sé de dónde a nuestras edades y en tamaña tesitura, y acordamos mutuamente que eso no se repetiría hasta que ambos no llegásemos a la mayoría de edad, que, para entonces, consumaríamos nuestros deseos, los empezados y los continuados en nuestra adolescencia, y los que iban inventando nuestras lívidos.

Pero ganamos los dos algo realmente importante: una confianza mutua. Y en uno de los encuentros en uno de los lunes, desinhibidos y yo diría que enamorados hablamos acerca de nuestro inesperado pero excitante incidente del cuarto de baño. Y como resultado final, nos reímos a carcajadas.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 12:39 am



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Cuerpos cómplices

No podía soportar tu proximidad, me provocaba desmesuradamente. No sé si queriendo o sin querer, acercabas tanto tus labios a los míos que yo saltaba como un tigre hambriento contra ellos, para comerme la miel que desgranaba tu boca, como un panal exprimido por un apicultor.

Me dejaste hacer. Sin pedírmelo sabía lo que querías cuando me acercaste tus tetas coronadas por pezones que eran como fresas recién cortadas, como pétalos de rosa aromáticos y embriagadores, y como el más dulce licor que embriagaba mis deseos de amarte, de hacerte mía, de poseerte...

No podía ni quería contener mi ansia de sexo, mi ansia de amar. Me acerqué a uno de tus afilados pezones y me lo metí en la boca, sediento de sexo, como un bebé se aferra a la mama de su mamá.

Me acogiste con tanta fuerza que sentía tus uñas clavarse en mi espalda, como diez aguijones que desataban en mí más fuego.

La sangre empezó a hervir en tus venas y en las mías a la vez, de tal forma que tus dientes apretaban con una fuerza tan arrebatadora que mis labios y mi boca se sentían doloridos, entre los vaivenes placenteros de tu sexo, subiendo y bajando, como los amortiguadores de un coche cuando circula por algún camino repleto de baches.

El desenfreno te llegó cuando te puse de espaldas a mí y te penetré con fuerza por detrás, casi con violencia, como potro salvaje a su yegua mordisqueando y besando tu cuello, mientras apretabas el culo contra mi pelvis, como si quisieras absorberme entero hacia adentro.

Mi miembro apretaba, arañaba las paredes de tu vagina, como queriendo estallarla, haciéndole una entrada más ancha, más a su medida, mientras se lubricaba de tus abundantes fluidos, aun la enorme presión que ejercía el bombeo de nuestros sexos vulcanizados.

Tu interior incendiándome el glande, haciéndome sentir tanto placer que no podía detener la avalancha que de semen escapaba de mi pene, al cual acogiste con los sensores de tu anatomía, abiertos de par en par para recibir la cascada del líquido caliente que salía a borbotones de mi fuente volcánica.

Cuando pensaste que no quedaba nada más, y que todo había terminado, mi boca bajó hasta tu húmeda y a la vez caliente raja, y mi lengua comenzaba a abanicar los labios de tu ansiosa flor, que estaban tan abiertos que parecían una rosa a punto de desojarse.

Mi lengua continuó besando y lamiendo tu clítoris, y tu cuerpo ya empezó a tener convulsiones, como una loca intentando soltarse de las ligaduras. Te afianzaste a mi espalda, arañándola cual gata salvaje maullando y gimiendo, mientras no cedía en mi empeño de succionar tu rosa, que se me asemejaba a una fuente que inundaba mi boca de espumas envueltas en tus fluidos salados, lo que hacía que no dominase el percal y te acompañase en tu escapada orgásmica, vertiéndome en tus muslos, esparciéndome, pero sin dejar de trabajar mi boca, hasta dejarte con la respiración entrecortada, jadeante. como si hubieses hecho un gran esfuerzo. Y, finalmente, me miraste tiernamente y me dijiste: “gracias, mi amor”.

Acariciaste mi cara y mi torso con amor y ternura, y poco después te quedaste dormida, llena, colmada, satisfecha, feliz…



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 1:21 am



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri125


David no se merecía esto

Hola, soy Julia: una chica pelirroja de 22 años, alta, 1,74, un bonito cuerpo y una cara graciosa. En el hablar me paso a veces con tacos. Y ahora os voy a contar lo que me ocurrió en julio del verano pasado. Empiezo por decir que nací y vivo en Sevilla, donde tengo la suerte de tener un grandísimo amigo llamado David, el cual se veía a leguas que estaba pillado por Luisa. No había más que ver la cara de tonto que se le ponía cuando aparecía, y las tonterías que hacía y decía, que resultaban ridículas. Cuando delante de mí le veía hacer esas cosas, me entraban unas ganas locas de pegarle un par de hostias, y a ver si se espabilaba de una puta vez.

Y mi lector se preguntará quién coño soy yo para meterme en lo que haga o deje de hacer David. Pues yo soy nada menos que su amiga del alma. Desde renacuajos hemos sido uña y carne. Y nuestros padres, amigos, compadres y vecinos de toda la vida. David y yo somos inseparables. Siempre hemos compartido juegos, alegrías, penas, travesuras y castigos.

Tenemos tanta confianza y complicidad el uno con el otro que la gente que no nos conoce piensa que somos pareja. Y es por esto, que me duele verle hacer el payaso con una niñita de papá, de sólo 18 añitos, riquita, presumidita y frivolita.

Ya os habréis percatado de que la Luisita me cae como una patada en el coño. Pero tengo que reconocer que David tiene buen gusto, siempre se enamora de las más guapas y despampanantes. Porque otra cosa no, pero guapa es rato de guapa la tía. Y encima luce tipazo, pero de esos tipazos que quitan el hipo.

La cuestión es que Luisa se quiere integrar a nuestra pandilla de amigos y yo tendré que soportar, por momento más cabreada, la imagen patética de David, entre otros pretendientes, muriéndose por sus huesos.

Pero ¡un momento, un momento! A ver si de mis explicaciones sacáis la conclusión equivocada de que estoy celosa, porque si algo tenemos claro en nuestra amistad, es que es sólo eso, amistad. La atracción corporal que pudimos sentir alguna vez, la afrontamos con juegos divertidos, en los que cada uno descubría gracias al otro el sexo. Una vez superada la etapa de la adolescencia, el uniquito interés que tenemos mutuamente es de pura y leal amistad. Además, ambos hemos tenido parejas, líos, rollos, revolcones... y no nos han supuesto problema. Así que, de celos, caca de la vaca.

Estoy dándole vueltas a esto porque David me ha telefoneado esta mañana desde el pueblo. Sus padres tienen allí una casa, donde pasan sus días de asueto, y como se han ido de viaje a Madrid, para visitar a su hija, y su hijo mayor vive lejos, le ha tocado a David ir este fin de semana a la casa del pueblo para regar las flores y, de paso, echar un vistazo a todo en general.

Pero no se le ha ocurrido mejor idea que la de invitar a Luisa. Claro, Luisa ha debido captar la encerrona y le ha preguntado si iba a ir más gente, y él pedazo de capullo de David le ha dicho que no lo sabía, pero que yo iba seguro. Así que me telefoneó para pedirme que le haga de “celestina”, por lo que estoy que trino, ya que para un finde que no curro, tengo que estar soportando a mi amigo y a su princesita. Espero y deseo que la pandilla se anime a ir y, al menos, podríamos montar una fiestecita.

En fin, se desarrollen como se desarrollen las cosas, un amigo es siempre un amigo, y hay que sacrificarse por él. Hoy por ti, mañana por mí.

Y en esto iba pensando mientras salía de la academia, a la que acudo los viernes por la mañana para tratar de aprobar la puta Física. Pero mi sorpresa era mayúscula al ver a la Luisita de los cojones en la puerta de la entrada a la academia.

____ Hola, Julia -me saluda, sonriente.
____ ¡¿Tú aquí?! ¿Qué pasa? -este era mi saludo.
____ David me dijo dónde estabas y como he logrado que papá me deje su coche, porque mi deportivo esta chocado, he venido a buscarte.
____ ¿Para...? -la miré largamente, enarcando las cejas.
____ Para… -dudaba- …llevarte a tu casa, recojas tus cosas e irnos juntas a “Relax” -así llaman los padres de David a su casa del pueblo.
____ No tengo nada preparado. Sólo pensaba comer en mi casa, echarme un rato la siesta y después coger el autobús de las siete.
____ Debí haberte llamado antes, pero no tengo tu móvil, y David me dijo que tiene prohibido dárselo a nadie. Parece que te tenga miedo...
____ Pues según veo no me tiene tanto miedo -respondí-. Pero ya que has venido, “habrá que aprovechar el coche de papá” -concluí con esa ironía.

Rumbo a mi casa, Luisa centra la charla sobre mí. No para de preguntarme por mis estudios, por mi trabajo de gogó los viernes noche, por cómo organizo mi vida, por mi familia. Le respondo con monosílabos, que no dan pie a seguir haciéndome más preguntas. Pero la pija no cede. Así que ella durante todo el trayecto parloteando, y yo pensando en lo torpe que es por no darse cuenta de que no la trago.

Cuando llegamos a mi calle, aparca y me hace preguntas sobre David, y se lo vendo fatal; le digo que es un vago y un irresponsable, y aunque eso no es verdad, no creo que haya mejor manera de que se dé cuenta de que liarse con David no le interesa, porque ella no sé qué sentirá por David, pero para David, Luisa es la mujer perfecta. “A veces pasa que todos somos perfectos hasta que no logramos lo que queremos”.

En el portal nos cruzamos con mi hermana, que me dice deprisa y corriendo que se va a comer a casa de nuestra abuela y que nuestros padres no volverán de Madrid hasta el martes. “Jo, con la siestecita que podría haberme tirado sola en casa, pero la cabrona realidad es que tengo que hacer un puto viaje acompañada de una pija de mierda”, pensé.

Subimos sin hablar hasta mi casa. Entramos y le señalo el salón para que me espere allí. Me voy a mi cuarto a coger los cuatro trapos que pille y meterlos en una maleta. Estoy rebuscando entre mis cajones, porque a mi hermana le sale del coño ponerse mi ropa sin mi permiso, y mientras busco algo nunca lo encuentro, cuando veo que Luisa está apoyada en la puerta, mirándome fijamente. Me siento avergonzada, por este desorden y porque me da la asquerosa sensación de que está comparando sus organizados y repletos armarios con ropas y zapatos de marca, con mi desastroso y pobre roperito con ropas y zapatos de los chinos.

____ ¡¿No te dije que me esperases en el salón?! -le hago ver, muy cabreada, que me incomoda su presencia.
____ ¿David vive cerca de tu casa? -pregunta al cabo de unos segundos. Por lo visto, ha decidido no hacer ni puto caso a mi mal genio.
____ En el portal de enfrente. Si te asomas a la ventana, ves la de su habitación -me calmo y decido seguirle el rollo, a ver si se cansa.
____ Y por lo mucho y bien que hablas de él, se ve que le quieres -empiezo a dudar de que pueda estarse calladita, al menos un ratito.
____ ¡Sí, muchísimo! En realidad, es el hombre de mi vida -respondo con sorna.
____ No, en serio. Me gustaría saber si te gusta.

Su tono ha cambiado al decirme eso último; ha sonado a serio. Aun ello, la miro con desdén, pero ella añade:

____ Me lo pones difícil hablar contigo, Julia -hace una alargada pausa que me obliga a mirarla y a dejar de meter cosas en la maleta-. Lo que realmente me gustaría saber es si hay algo entre ustedes –añade, al cabo de unos veinte segundos.
____ Mira, Luisita, David y yo sólo somos amigos. Y no debería decirte esto porque tenías que haberte dado cuenta ya de que lo tienes en el bote. Es más, si te fueses sola al pueblo a pasar este finde de locura con él, nos harías un favor a los dos –le hablo claro.

Nos miramos en silencio. Luisa se ha puesto triste. Igual he sido demasiado directa y dura con una nenita de vidrio, demasiado delicadita.

Inoportunamente, se oyen crujir mis tripas.

____ Yo también tengo hambre -dice-. ¿Preparo algo ligero y nos lo comemos antes de marcharnos al campo? –me dice de pronto.
____ Mi cocina y mi nevera son tuyas –le ofrezco para que me deje en paz un rato.

Cuando acabo de hacer la maleta, me voy a la cocina percatándome de que estoy famélica. Lo único que comí a las 8 de la mañana había sido media bolsa de papas fritas. Luisa ha hecho dos tortillas francesas, con lonchas finas de tomate, metidas en panes de molde tostados. Dos bocatas apetitosos se veían.

____ Está muy buena -reconozco luego del primer bocado-. Me ha sorprendido. Pensaba que no sabrías ni abrir la nevera -sonríe y me hace sonreír a mí.
____ Es que me paso sola demasiado tiempo. Soy hija única, y mis padres no están casi nunca en casa. Siempre viajando y pasándoselo bien sin mí. Y es por eso, que me he aficionado a la cocina. Aunque es más chulo si se cocina para alguien como tú.

Ese “alguien como tú” lo veo como un cumplido. ¿O no es un cumplido...?

Mientras comemos, me habla de su vida de pobre niña rica, y, muy a mi pesar, me hace sentir cierta empatía por ella, por reconocer abiertamente tanto sus privilegios como sus carencias afectivas.

____ Oye, Julia, cuando terminemos de comer, te echas un ratito, ¿vale? -me dice de pronto-. Y así descanso yo también. Anoche dormí poco y mal -añade.
____ Me parece genial. ¿Sabes algo? Empiezas a caerme de puta madre.

Le ofrezco mi cama y le digo que yo me echo en la cama del cuarto de mi hermana, pero me dice que prefiere dormitar mientras ve algo en la tele. Así que ella se queda en el salón y yo me voy a mi cuarto.

Medio dormida, siento como si alguien entrara a mi cuarto. Se acerca a mi cama, me empuja un poco para hacerse hueco y se echa a mi lado, dándole yo la espalda. Me llega el aroma de un perfume que conozco. Casi despierta, noto que ¡es Luisa!, que, con una de sus manos, me acaricia el pelo. Placentera es la sensación de relajación que me invade, cuando uno de sus dedos dibuja el contorno de mi oreja izquierda, bajando la mano de la cabeza hasta los hombros. Separa los tirantes de mi camiseta y esto hace que medio me despeje. Pero lo que me hace despejar del todo y poner mis sentidos en alerta es sentir unos besos seguidos en mi espalda. Sin atreverme a moverme, me digo si han sido realmente besos o me los he imaginado. Besos más apretados, y más cálidos que los otros anteriores me sacan de la duda. “Si me hago la dormida le será menos violento”, pienso. De pronto su cuerpo se pega al mío y su boca me susurra al oído:

____ Me gustas mogollón. Desde que te conocí, no he dejado de pensar en ti. No veía el modo de acercarme a ti, que me prestases atención. Me has sonreído antes por primera vez y me has hecho feliz. Te deseo.

Sus dos últimas palabras se mezclan con besos y caricias, y una de sus manos se va desplazando desde mi cuello, rodea mi cintura, se pierde bajo mi camiseta, abierta ya, y me acaricia el vientre.

Me quedo muda, y hasta sin respiración, lo único que funciona ahora mismo en mi cuerpo son los sentidos. La piel se me ha puesto de gallina, y no sé si por el magreo de su mano por mi vientre, por los besos, por las palabras que atacan mi oído, o por la fuerte presión de su cuerpo contra el mío. Mi incapacidad para reaccionar debe parecerle una buena disposición por mi parte.

Sus besos no cesan, y son por vez más atrevidos, más húmedos, sexuales. Noto sus dientes mordisqueando mi piel, y su lengua lamiéndola. Sus manos recorren parte de mi cuerpo, desde el cuello hasta los muslos, evitando el contacto directo con mis tetas. No para de susurrarme... “te deseo”. Sus pezones, empinados, contra mi espalda corroboran que sus palabras son sinceras. Mi respiración vuelve a funcionar, pero no puedo evitar que sea honda y entrecortada, y tampoco puedo evitar cerrar los ojos con cada escalofrío.

Cuando su ansiosa mano derecha coge una de mis tetas, se me escapa un gemido que se mezcla con uno suyo. Detengo su mano y me giro para pedirle que no siga, pero cuando nuestras caras se enfrentan, a menos de diez centímetros, sólo salen de mis labios dos palabras que me habían calado hasta el mismísimo coño: “te deseo”.

No recuerdo quién besa primero a quien, pero recuerdo que estamos devorándonos las bocas con pasión, uniendo lenguas y labios en un compás perfecto. Nos abrazamos fuertemente para dar más calor a nuestros cuerpos. Nos comemos cara y cuello. Y ambas sabemos que queremos más, pero nos deleitamos haciendo larga la espera, largos los besos...

Me percato de que mide cada paso por miedo a que me eche atrás, y por eso siento que controla sus caricias y besos. Siento que quiere hacerme el amor, sin atreverse, pero me quito el sostén para dar luz verde a su lujuria.

Con los ojos muy abiertos como platos, mira y remira mis tetas, como no creyéndose que se las ofrezco, y empieza a lamérmelas ansiosamente. Sus labios, su boca, su lengua pornotean con mis duros pezones, y su voz repitiendo una y otra vez... “te deseo”.

Tanta ternura y tanto deseo juntos me desarman por completo. La separo de mí el tiempo y la distancia justos para quitarle el sostén. Sus tetas son grandes, redondas y firmes. Me apetece comérmelas. Alargo mi mano, y siento su cuerpo estremecerse, cuando entro en contacto con su piel. Me doy a modelar delicadamente sus formas. Sus pezones se han oscurecidos, se han erguidos, están muy excitados...

Estamos arrodilladas frente a frente. Ella toma el mando y decide devorarme entera con la misma pasión con la que antes con mis tetas. No quito mi mano de la suya. De pronto lanzo un rugido que delata claramente mi excitación. Pero, cuando nuestras miradas se buscan y se encuentran, en la suya hay una petición y en la mía una aceptación.

____ Quiero fo... –sus hábiles dedos desabrochan rápidamente mi pantalón antes de acabar de pronunciar la última palabra (follarte).

Extendiéndome en la cama y levantándome el culo logra sacarme los pantalones. Luego, ella se quita los suyos y se echa a mi lado. Volvemos a besarnos, a tocarnos, nuestras piernas se entrecruzan y siento uno de sus muslos entre los míos, presionando mi coño. Me muevo hacia ella al mismo ritmo que lleva su lengua a mi boca. Siento su mano deslizándose poco a poco bajo mi tanga y… entonces creo que me voy a derretir. No se apresura, va calentándome según avanza, frotando las yemas de los dedos, ganando milímetros en su bajada. No se puede decir que su mano no avisa a donde va, sin embargo, cuando llega no puedo evitar una explosión en todo mi cuerpo y que mis besos se tornen a aparatosos rugidos.

Estoy encharcada. Pasa por mi mente el sigilo de la vergüenza por verme así, pero su respuesta a mi excitación es tan grata, su cara expresa tanto contento, su mano tanto deseo, su boca tanta dulzura, que abro totalmente mis piernas para compartir lo que me está haciendo sentir. Su lengua va lenta, bajando por mis tetas hasta mi coño, y se detiene, reverenciándolo, deleitándose con los ojos, antes de con la boca. Con una de esas punzantes miradas que prometen mil y un placeres, y la punta de una ansiosa lengua trabajando sin cesar, experimento un delicioso y largo suplicio.

Llegados a este punto, pierdo el hilo de lo que me hace o deja de hacerme. Sólo sé que, con su boca, su lengua y sus dedos me da más gusto del que nunca he sentido de ninguna polla. Por más que lo intento, no consigo llevar la cuenta de las corridas que estoy disfrutando, ni del tiempo que pasa mientras nos recorremos nuestros cuerpos. Por lo tanto, saco de ello la sabrosa experiencia de que, en semejante convite de puras sensaciones, olfateo, miro, saboreo, toco y oigo todas y cada una de las reacciones de su cuerpo, y veo en todo ese conjunto el mejor de los afrodisíacos.

Cuando sudorosas y agotadas volvemos a la realidad, anocheciendo está ya. Lo único que empaña este perfecto estado de placer y felicidad, es un runrún en mi cabeza que tiene el nombre de mi mejor amigo: David.

“La cagué”, pienso y paf. Mi felicidad se desvanece cual pompa de jabón, para dejar paso a un terrible malestar. “Soy una traidora y una guarra; le he fallado a mi amigo, ¿qué puedo hacer ahora?” -pienso de nuevo.

____ ¿Estás bien? -me pregunta Luisa, percatándose de mi desasosiego.
____ ¡No, no estoy bien! ¡He traicionado a David!
____ No te preocupes por eso. Él lo entenderá.
____ ¡No, no lo entenderá! ¡Está colado por ti! ¡¿Es que aún no te has dado cuenta?!
____ ¡Vaya amiga traicionera que estoy hecha! -añado.

Sin darle tiempo a replicarme, me levanto y me voy a la ducha. Secándome estoy, y entra Luisa a la ducha. La miro mientras se enjabona. No puedo evitar mirarla. Tiene un cuerpazo, y entonces pienso: “aun lo mal que me siento, volvería otra vez a follar con ella ahora mismo y durante toda la noche”.

____ ¿Qué hacemos? -me dice después de salir del cuarto de baño, ya vestida y me ve haciendo la cama y con mi maleta dispuesta.
____ Lo que estaba previsto, irnos a “Relax”. David nos está esperando. Tengo que decírselo. Es mi amigo. Además de traicionarle, no quiero mentirle.
____ ¿De verdad se lo vas a decir? -por su voz noto que le sorprende mi decisión.

El viaje lo hacemos en completo silencio. Pensando voy en cómo contarle a David lo sucedido, y en la reacción de él y en la respuesta mía. Pero, aun mi pesar, no puedo ni quiero evitar revivir mentalmente los momentos sexuales compartidos con Luisa:

“¿Qué piensa ella? ¿Qué coño pasa por su cabeza?”. Decido que ya tengo bastantes problemas y que de momento no quiero saberlo.

Llegamos. El viaje se me ha hecho corto. Aún no he elegido las palabras con las que voy a matar a David. Ve llegar el coche y sale sonriendo a la puerta. Se oye una música. Al final, parece que la pandilla ha decidido venir. Le pido a Luisa que no me deje en la misma puerta y que aparque detrás de la casa.

Me bajo del coche y caminando hacia David voy diciéndome: “Dios mío, que sólo sea un calentón puntual, que no sienta nada serio por Luisa”.

Pero en la hondura más honda de mi corazón aparecen dudas. Y dudo porque no atino a poner en pie si mi súplica se refiere a los sentimientos de mi mejor amigo, o a los míos propios.



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:01 am



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri127


Entrégate

Estoy sola y tumbada, apartada unos cuantos metros del rompeolas de una cala solitaria. Sólo oigo el sonido de las olas llegando a la orilla.

Respiro hondamente. El olor a sal me embriaga. Siento en mi piel los rayos del Sol, que me acarician. También siento cómo la brisa marina envuelve mi cuerpo. Mis pezones reaccionan. El contacto con la tela del bikini hace que se estremezcan. Es un dolor leve y placentero. Mis ojos se cierran repentinamente por culpa del Sol. Mis otros sentidos se activan y están en alerta.

De pronto, siento una mano que me toca. Me asusto y me quedo quieta. No me atrevo a abrir los ojos. La mano, que es cálida, está acariciándome los muslos. Recorriéndome el cuerpo, presiona, pero se ancla en mis tetas. “¿Estaré soñando?, no quiero despertar, ¿quién eres?”. Medio veo unos labios acercándose a los mío; me callan con besos. Son carnosos, y sabios también. Me apetece morderlos. Mi cuerpo empieza a erizarse, pero mis sentidos siguen atentos. Siento ahora un calor en mi entrepierna. Soy un volcán en erupción. Dos manos adaptan mi cuerpo. Una polla, totalmente erecta, entra y sale con suavidad de mi coño... Una boca se acerca a mi oído y me dice a sovoz:



Entrégate, que vamos a enjugar juntos el verbo follar



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Mensaje  achl Dom Ago 23, 2020 2:24 am



Sólo escritos eróticos - Página 4 Escri128


In extremis

Las doce menos cinco de la noche...

Vivía solo en un bonito chalé con jardín, a las afueras de la ciudad de Sevilla. Una zona próxima a su famoso río, en una urbanización VIP, apartada y tranquila, y lejos de los ruidos de los tráfagos cotidianos y del insufrible tráfico de la urbe. Un lugar idóneo para amar a alguna mujer que se dejase amar. A través del largo ventanal del amplio salón se podían ver las luces exteriores de chalés colindantes. Reflejado en el Guadalquivir, en armonía bailaba un cuadro de colores en el agua. Se colaba remolona de afuera una apacible brisa. Y todo este idílico panorama podría excitar a la hembra más frígida entre todas las frígidas

Las doce y media de la noche...

Sorprendido por la intempestiva hora, llaman a la puerta y aparece una vieja amiga: una hembra alta, atractiva, guapa, de ojos grises y grandes, rostro anguloso, cuerpo silueteado... Un conjunto físico de ensueño. Iba elegantemente ataviada, pero una expresión contraída me hacía no detenerme en más. La saludé con beso en cada mejilla y no le pregunté, por el momento, el motivo de su inesperada visita.

Manteníamos una charla interesante. Estábamos tomándonos whisky. Para mí era ya el tercero, y mis ojos empezaban ya a recorrer, sin timidez, su cuerpo que estaba sentado frente a mí, y yo quería que notase que la estaba observando.

Estaba cómoda, sentada de lado con las piernas cruzadas. Lucía un vestido rojo de entretiempo, ceñido, y de unos diez centímetros por encima de las rodillas. Parecía tranquila con su vaso en la mano moviéndolo en círculos y saboreando cada trago, que bebía con demasiada frecuencia, como preocupada, inquieta por algo. Fémina exquisita y sensual disfrutando de un magnífico Chivas.

Al verme tan callado, me preguntó qué estaba pensando. Me bebí medio vaso del tirón y la miré, sonriendo. Ella también sonreía, y a la vez se mordía el labio inferior, bajando la mirada, con los ojos muy abiertos, para poco después volver a subirla. Una flagrante insinuación que, desde luego, no estaba dispuesto a desaprovechar.

Con molesta frecuencia cogía su bolso y rebuscaba en su interior. Quedaba ausente un instante, pero volvía a dejar el bolso y de nuevo presente. Quería aproximarme lo máximo posible a ella y dejarme llevar por la situación. Pero confieso que estaba loco por follármela, y por un momento leí de su mente que ella estaba pensando lo mismo, follarme.

A la vez dejamos los vasos sobre la mesita de centro. El sillón, en el que ella estaba sentada era grande. Perfecto “para todo”. “Pero más perfecto para todo es el sofá”, pensé. Y seguí pensando “¿pongo música? mejor no; quiero escuchar su respiración acelerada”. “¿Luz tenue? mejor no; quiero saciarme de su cuerpo mientras toque y disfrute cada milímetro de su piel”. Me levanté y me senté en la esquina del sofá que daba a su sillón, ya allí traté de seducirla, empezando con suaves caricias en rodillas, a muslos subiendo, y sobre la marcha a pechos por encima de la blusa. Pero en ese momento parecía cohibida, y eso me excitaba más aún.

La una y cinco de la madrugada…

___ ¿Te encuentras bien? -le pregunté, rompiendo a hablar de nuevo.
___ Sí. Sólo que me sorprende tu forma de mirarme, y me gusta.

Sin pensarlo la cogí de la cintura y la deslicé hacia el sofá y, sin todavía empezar a desnudarla, pinté el contorno de sus pechos con el dedo y luego lo subí a su cuello. Empecé a besar sus labios, deseosos y húmedos. Vi cómo los atraía, hipnotizada por un deseo. Jugamos unos segundos con las lenguas. Una leve sonrisa se dibujaba en su expresión. Me acariciaba la espalda. Me quité la camisa para sentir más su caricia, y seguí desnudándome. Después la empuje suavemente hacia la alfombra, y en ese momento me arrepentí de no haber puesto una música de fondo.

Escuchaba su respiración y esos nimios sonidos femeninos que tanto “me ponen”. Pero a mí me gustaba jugar, y era por esto, que quería ir despacio. La desposeí de la blusa y el sostén; sus tetas ante mis ojos, de un tamaño normal, pero erguidas, listas para mi lengua, la cual comenzó a trabajarse los pezones. Se retorcía cual serpiente. Me pegaba más a ella, y ella a mí. Las cosas iban funcionando, empero, una sombra imperceptible de inquietud aparecía en sus iris.

Por su aparente disposición, podría asegurar que le gustaba que desease su cuerpo. Esa noche era mía. Sabía yo que íbamos a pasarlo bien, iba a ser una noche de sexo tierno y salvaje a la vez, y también de risas, copas, anécdotas…

Bajé desde sus pechos a desabrocharle el vestido y quitárselo, observando que se prestaba a todo lo que le estaba haciendo. Alzó sus largas y torneadas piernas, y las acaricié, desde los pies hasta lo más alto de los muslos. Llevé mi mano derecha al lugar más caliente de todo el cuerpo, pero fue entonces que paró con delicadeza mi mano y seguidamente pronunció la frase más larga desde que empezamos todo aquello:

___ Por favor no sigas -me quedé inactivo y llevé mi mano a su posición de antes. Se incorporó y añadió-: lo siento, no me encuentro bien. Tengo que irme ya. Lo siento de veras. Perdóname.

La una y cuarto de la madrugada...
En ese momento parecía incapaz de mirarme...

___ ¿Qué es lo que te ocurre?

No respondió, ni siquiera me miró. Por contra, empezó a vestirse presurosa mientras yo seguía tumbado en la alfombra.

Quería hablarle. Tal vez había hecho algo que le molestó; no había bebido mucho, por tanto, no creo que hubiese sido una reacción del alcohol, y por lo poco, aunque sustancioso que al principio de todo habíamos hablado, parecía dispuesta a lo que viniese, y con un evidente deseo carnal hacia mi persona.

Cuando acabó de vestirse, me miró y volvió a decirme que lo sentía. Me dio un beso en la mejilla con los ojos cerrados y me sonrió de una forma que catalogué como de disculpas. Se dio media vuelta, cogió su bolso y, más apresurada que antes, se fue, meneando la cabeza de un lado a otro, como apesadumbrada, hacia la puerta de la salida y, sin más, desaparecía por donde había aparecido.

En vista de las circunstancias, lo único que podía hacer era echarme otro Chivas y relajarme. Pero antes miré con nostalgia y con la polla empinada la alfombra donde había estado ella medio desnuda pocos minutos atrás.

Desconcertado, empecé a beberme el Chivas en pie, pero me incliné para sentarme de nuevo y entonces vi un móvil en el suelo. Lo recogí. ‘Seguro se habrá caído del bolso y no se ha dado cuenta”, pensé. Pero, por pura curiosidad, lo miré. En pantalla aparecía una fotografía de ella abrazada a un hombre y un niño. “¿Su familia?”, me pregunté. No llegué a saber el motivo que la había llevado a mi casa, pero no por la obviedad por la que se fue, lo dispuesta que parecía y fin de la historia.

De pronto, sonó el móvil. En pantalla aparecía la foto de ese hombre y en la parte superior un nombre: “mi amor”. “Perfecto, lo que faltaba'’, me dije. Pero no respondí. No tenía por qué hacerlo.

Sin embargo, algo en mi interior me decía que regresaría de nuevo, quizás antes de llegar a donde quiera que fuese, y me daría una explicación. Pero pronto empecé a entender todo. Por alguna extraña razón, desconocida por mí, las cosas tenían que acabar así, no descartando que hubiese tenido un enfado puntual con su pareja, marido, novio o amante (de ahí su evidente nerviosismo de rebuscar en su bolso, quizás su móvil) Y los remordimientos por haber empezado lo que estaba decidida a culminar, la carcomían. Pero qué más da. Vendrá, si es que quiere venir, cuando quiera, o cuando pueda, o cuando le apetezca, y yo, eso sí, la estaré esperando con mis brazos abiertos y con mi polla expectante.



Dos significativas fotos de esta mini historia

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