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Sólo escritos eróticos

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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 9:40 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri154


Depravación mórbida

Bajo un ángel pétreo e impasible se alarga una extensa mancha de sangre, que, encima de la nieve, parece más roja que el carmín rojo. Entre las hojas esparcidas, muertas y angustiadas. Se halla una mujer desnuda y sonriente. Entre sus pechos guarda un puñal, y sus pezones parecen reventar de la pasión que emanan. Tras el ardor de la muerte, se cubre con un manto, sintiendo cómo la tela roza sus partes más íntimas. Mira a su alrededor, pero antes se lleva a la boca un puñado de blanca nieve ensangrentada, se limpia las comisuras de los labios y muestra en un solo suspiro su ansia y su exaltación.

Quizás se pueda pensar que mi ociosa imaginación se haya encargado de relatar este escenario, a la vez grotesco y morboso, y que mis noches se abstraen en un seno imaginario en la piel de esta joven y misteriosa mujer.

Pero no es así. La vi como lo he descrito, y un fuego abrasador se adueñó de mí, de mis entrañas, de mi miembro, incapaz de contenerse. Pero he mentido, después de todo, porque no me atrevía a preguntarle qué era lo que sentía al devorar sangre de los caídos, ni si era inmenso el placer que sentía introduciéndose en la vagina el grueso mango de la daga. Meditaba tanto sobre ello, que aún puedo sentir como si pudiese transmitir cada poro de su piel.

Obsesión

Escuchaba esta palabra de forma reiterada durante las últimas semanas. Ni siquiera Luis parecía ver en mis aserciones ni otra cosa que la locura, y eso que se trata del único al que yo veía realmente digno. Los otros, antes de sopesar mis argumentos, creen de veras que yo me deshice de las niñas. Falacia. Vi sus cuerpos maltrechos, abiertos en canal, y no sentía más que repulsión, asco ante la ausencia de senos y vellos, incluso pena por haber alguien acabando con su vida antes que elementos tan jugosos brotasen por mandato divino. Temí, sí, de veras temí que su asesino aún estuviese en la cercanía y que yo tuviese que toparme con él. No era, al fin, miedo lo que sentía, sino pereza por el papeleo que seguiría a la captura o muerte de un criminal. Al fin y al cabo, llevaba mi dócil carabina. De todos modos, saldrá a la luz que no sentía pesar al encontrarme de frente con el verdugo de las niñas.

Cuando las vi, ¡Dios!, me horroricé. Los largos rizos negros envolvían la nieve y la sangre; sus curvas eran sinuosas como estatuas que coronan el conjunto de aquel cementerio ancestral, su rostro estaba cubierto por la blancura más noble que un hombre puede haber visto. Sus labios, duele recordar su carnosidad teñida, gotas bajando hasta el cuello pálido. Pero lo que más me extasió, aparte de su belleza, era el movimiento rítmico de su pelvis al son del onanismo. Parecía escuchar, desde tantos metros de distancia, cómo su pubis recibía famélico el arma homicida, y cuando pude percatarme, estaba con mi miembro viril en la mano muriéndome, deshaciéndome de una emoción sucia.

Pecado

Eso creo que fue, obsesión, pero tan grande, y tan atroz que no habría sacerdote que regale ninguna palabra a un individuo tan vil. Lástima que no pueda yo mismo absolverme, que no pueda yo mismo dejar descender hacia los infiernos mi alma inmortal, mientras mi cuerpo, muy pronto putrefacto, yazca en las frías tierras de mi tumba. Lo que más añoro ahora es que la joven sepa dónde reposo, para violar la sepultura, introducir en su agujero la rigidez post mortem. Sé que eso le gustaría.

Cuando mi semilla saltó, espasmódica, arrebatadora e incluso lacerante, creí caer al suelo de la inmensidad, de la brutalidad del placer. Mi gemido descontrolado llamó su atención y se aproximó, ya con aquel manto -que podría perfectamente haber sido de un armiño blanco-, dejando ver la mayor parte de su cuerpo. Los primeros pensamientos que cruzaron mi cabeza, mientras mi pene seguía sujeto a la tensión de mi mano, se acercaron a vislumbrar en ella el rostro del diablo. Pero cuanto más se acercaba, más me daba cuenta de que, aunque así fuese, no existiría resistencia posible. El rostro permanecía sonriente, sus dientes asomaban, caninos, sensuales. Los pasos lentos que había dado hacia mí se ralentizaban, convirtiéndose en una especie de baile pausado, tortura de todos los sentidos por todos los contornos de su ser.

Toda, toda mi sangre parece viajar inevitablemente a mi pubis, sólo con recordarla. Rezumaba a través del escaso espeso vello que coronaba su entrada, los labios eran blandos y calientes, cuando finalmente se detuvo frente a mí y acercó la mano que seguía aferrada a mí, hacia ella. Su clítoris estaba duro, y ella gimió a la frialdad de mis dedos, que fueron uno a uno hacia su epicentro, removiéndose angustiosos de penetrar. Tenía en una mano el cuchillo, lo lamía mientras yo la lamía, tal metáfora, tal excelso sabor mezclado con el hierro de nuestro líquido vital, embriagó la escasa cordura que quería guardar en mi interior.

Luego me lo clavó en la pierna, y casi desfallezco. Justo entonces cuando la sangre manaba en río por mis rodillas, se metió mi falo y se sentó encima sobre el suelo blanco y gris de alguna lápida que no pude leer el nombre. El galope fue insaciable. Debí escupir en chorro el semen que parecía aquélla tarde bajo su yugo infinito. Y mi boca iracunda buscó su cuello para morderlo, y en ello arranqué un trozo de carne, con lo cual también consiguió un orgasmo, enfermizo, perverso y glorioso. Recuerdo cómo las paredes se ciñeron a mi pene, recuerdo cómo de ella el líquido rociaba mis vellos púbicos, bendiciéndolo e inundándolo. Pero, por desgracia, no hay recuerdo de su ida, ni memoria de palabra alguna pronunciada por aquella boca sustanciosa, cuya lengua imagino continúa recorriendo mi glande.

Tras el desmayo, entre la sangre perdida y el propio agotamiento, tardé en regresar al convento. Mis hermanos vieron en mí el mal, la desgracia que había acaecido de la forma más atroz, e instigaron acerca del atraco que había sufrido.

No sé aún el porqué de que nadie quiera creerme, pero esto, poco o nada me importa, porque ella me espera en el cementerio, cuando mi pequeña herida se haga tan grande que me lleve de nuevo hasta su lecho. Y ya por siempre.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 9:54 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri155


Primer Encuentro

Llegué a su casa a las seis. Llamé. Al abrir la puerta, la vi en falda corta y blusa beige, ambas prendas transparentes. Me percaté de que no llevaba bragas ni sujetador. Al aire lucía su larga melena azabache.

Nada más entrar, puso en mi mano un Chivas. Se alzaba y se bajaba con picardía la faldita, seguro que para empezar a excitarme e incluso se quitó la blusa y se quedó sólo en faldita. Apenas se sentó, le vi el coño con su pelambrera. Me dijo que me pusiese ligerito de ropa. Pero, como le gusta jugar, sin darme tiempo a desvestirme, se lanzó hacia mí y empezó un ritual: me mordía la polla por encima del pantalón, que me quitó y me dejó en calzoncillos y en polo, sin dejar sus mordiscos, hasta que me sacó la polla de su cárcel y, bajándome los calzoncillos con los dientes, empezó a lamerme glande, prepucio y huevos, pero como esto en pie le era incómodo, tenía extendida una alfombra roja mullida a un lado de su cuarto, y ya en la alfombra me alzó las piernas y me lamió el culo en todas las versiones Kamasutra. Percibí un olor a alcohol. Me tumbó bocarriba y encajó su coño en mi polla, meneándose en círculos en forma increíble y preguntándome, desencajada de deseo, que si me gustaba lo que me estaba haciendo. “Claro”, dije. “Pues esto mismo puedo hacerte todas las veces que te apetezca”, respondió. Pero, de pronto, se metió dos dedos en el coño y, después de agitarlos dentro los llevó a mi boca, que comprobé que eran realmente excitantes el olor y el sabor. Un buen rato nos mantuvimos así.

Pero me dijo que no quería que me esforzase, que ella me hacía todo lo que le pidiese. Y tampoco quería que me corriese. Pero, claro, con esa mamada, ese olor y sabor y ese coño tan puto que tiene… ¿quién era el guapo que se resistía? A pesar de eso me mentalicé y no me corrí, ayudado por mi mente, ausente. Me decía para mí “mi serrana es la que me está haciendo esto”. Y ahí se percató de que no estaba entregado por completo. “Al parecer, no sé simular, o mi sobrina amante es muy lista”, pensé de nuevo.

Y seguía haciéndole virguerías a un cuerpo casi inerte, pero no parecía importarle mi obvia ausencia mental, que corroboré se había percatado cuando me miró con expresión triunfal “no sé en quién estarás pensando, pero ahora eres mío y soy yo la que te está follando”.

Me puso bocabajo y me masajeó la espalda, pero sin perder la oportunidad de abrirme los muslos y meter su habilidosa lengua en busca de mis huevos, que empapó con sus salivas, como engrasándolos. Se fue al salón, trajo una silla y me pidió que me sentase en ella. En ese momento estaba mi polla flácida, pero de nuevo se la metió en la boca y me la puso palo. Es que esta chica es una catedrática en el sexo.

Me dijo que le daba igual que me corriese en su boca, tetas, o coño, que yo mandaba en su cuerpo, “su único amo”, literales palabras. Fue entonces cuando no podía aguantar la calentura que me absorbía, la cogí violentamente, la tiré bocarriba contra la alfombra, me puse encima de su cuerpo y metí la polla en el coño. Rugía de tal forma que asustaba. Dos sacudidas y leche adentro, abundante y viscosa, pero no hubo limpiado porque decía que la quería conservar en su interior. ¡Increíble que sin colaboración por mi parte se corría a cada momento!; tanto que al final de aquella batalla carnal me dijo que había tenido por lo menos seis orgasmos. Claro que cuando se asocian amor, deseo y pasión, es una garantía para conseguir una vagina multiorgásmica.

Descansamos un poco; bueno, yo descansé un poco, porque esta mujer no es una mujer normal, ¡es una puta máquina!

Enseguida preparó una bandeja con dos platos; uno, con taquitos de queso fresco (¿cómo coño sabía que me encanta el queso fresco y además en taquitos?), y en el otro con picos finos (¿cómo coño sabía que el pan no me gusta y sí los picos finos?), una lata de cerveza Cruzcampo para ella y un zumo de piña para mí, que aún tenía medio Chivas por beber. Y comimos. Pero, una vez que terminamos, de nuevo al ring. Entonces le dije: “para chiquilla, que no soy tan joven como tú”. Pero volvió a decirme que ella me hacía todo, que no me esforzase, que a todas horas tenía ganas de mí, y no sólo para follar, y blablá y blablá… más de lo mismo, que ya venía siendo un sonsonete…

En vista de lo cual, nos tumbamos tranquilos sobre la alfombra (en esa casa, puedes estar las 24 y los 365 en bolas, ya que tiene excelente climatización) y conversamos. Decía que le era increíble estar al fin intimando conmigo, lo que me lo puso a huevo: “pues aprovéchate que ésta es la primera y la última vez; no debo follar con nadie de mi sangre, y no sólo por incesto, es que no puedo soportar más los susurros de mi conciencia; tengo dificultad para coger el sueño, he perdido por completo el apetito, hablo solo, actúo medio loco en cosas normales, el humor me está despareciendo…, no puedo negarte que mi polla está de fiesta gozando, pero esto no se volverá a repetir”. Por contra de lo que creía se echaría a llorar, insolente me gritó: “¡déjate de conciencia ni hostias, que bien que te hartas de follar con unas y con otras y tu conciencia no te dice que haces sufrir a tu mujer de turno!”. “¡No te consiento que me hables así! ¡Quién coño eres tú para meterte en mi vida! ¡Tú no tienes ni puta idea de por qué hago eso, y mis cojones no te lo dirán!”. ‘Perdona mi imprudencia”. Y como además de ser muy puta en la cama, de tener cuerpazo y de saber usarlo para hacer gozar, sumisa me pidió de nuevo mil perdones, pero sin abandonar sus insinuaciones.

El caso es que no sé cómo, otra vez caí en el verdugo de su carne, y ella se apresuró a acariciarme, besarme y tocarme, alegando que le había dicho que nunca más habría sexo entre nosotros. Y bueno, entre besos, caricias, abrazos, flujos mamadas, mordiscos y leche calentita… nuevamente al charco.

Me lamía la polla de la manera que ella sabía que a mí me gustaba más; empero, mi polla no respondía, aunque a ella no parecía preocuparle; es más, se incentivaba mamándomela con más intensidad, guiándomela con la boca, y con la palma de la mano se golpeaba sin parar el clítoris. Y, claro, el hecho de que sea yo una persona mayor no significa que sea de piedra, y con esto quiero decir que mi polla de nuevo se estiró, pero la controlé y no se corrió, que de haberme concentrado y de haber dado riendas sueltas a mi lívido, hubiese respondido a sus estímulos, ya que ella no paraba de lamérmela y de tocarse y de meterse dos dedos en la boca y, mirándome, exclamaba: “qué rico!”.

Y al final, soltó la bomba que tenía lista: “te dije que no mudaría las sábanas hasta que no nos acostásemos de nuevo en la cama; bueno, ya las puse limpias, así que…”. “Para el carro, que no me quedo”. “¿Cómo que no si se acabó?”. “¡Por supuesto, pero no!”.

Por más exhibicionismo que hacía y por más magreo que se daba, me mantuve firme. Fui al baño e inicié a ducharme. Pero entró y me pidió ducharme ella. Complaciéndola para no desairarla, porque despechada y cabreada… ¡uf! Pero, como imaginé, no se conformó sólo con ducharme; me devoraba en la misma bañera. Me robó la voluntad. Y esto ocurrió porque siempre he sido vulnerable en situaciones así. Y medio me corro por segunda vez, porque me la estaba comiendo sujeta con una de sus manos, y con la otra, su dedo índice se coló en mi ano, sin sentir dolor, tal vez ayudado por la vaselina del gel. Pero como no quería soltar más leche, la aparté delicadamente y acabé duchándome solo. Me vestí y le dije adiós. “¿Cuándo vuelves?”, me preguntó. La miré pasmado: “no eres sorda y además te he dicho antes que le sacases el máximo a este encuentro, porque no habrán más ¿no?’¿A qué viene entonces tu pregunta? Mira sobrina, te voy a hablar claro, como sigas así, pongo a tu madre en conocimiento de todo”. “Tú no me haces eso’”. “¡Prueba!”, respondí airado. Y sin más me fui hacia la puerta de salida a la calle, pero antes de salir se puso delante de mí y me dijo: “no te enfades, que yo te quiero y al menos me acompañarás al psicólogo’. “De acuerdo, pero deja de acosarme”. “Lo juro”. Y me dio un beso en mis labios cerrados y, aliviado, salí pensando: “ningún juramento garantiza cumplimiento…”.

Y, efectivamente. Pasando por alto su juramento, ese mismo día a última hora de la tarde me llamó al móvil, y yo, débil que es uno, atendí su llamada. Y, como el cabrón demonio es persuasivo, nada más entrar en su casa empezamos a follar de nuevo, y yo me corrí. En un momento que estábamos descansando en el sofá, concienciado me dije: “no sé si esto que me está ocurriendo es una bendición o una maldición, lo que sí sé es que esta espectacular mujer es mi sino; y al carajo juicios ajenos, conciencia, incestos y diferencia de edad”. Y nos fuimos a su cuarto y me quedé frito nada más entrar en la cama, con ella abrazada a mi torso. Sin embargo, más tarde, de madrugada… bueno… que desplegó todas sus habilidades sexuales, las cuales hicieron que me corriese una vez más.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 10:05 am


Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri156


Segundo Encuentro

Pues sí, su aún atractiva y espectacular exesposa de 50 años, disfrutaba de lo lindo con proporcionarle a su exmarido (un moreno semental ibérico, a pesar de sus 52 años) chicas jovencísimas y guapísimas y con cuerpos de vértigo, a la vez que ella le daba placer a su coño masturbándose, mientras iba leyendo los diferentes relatos que él le iba enviando de cada caso. Y para que los resultados fuesen realmente morbosos, su exesposa le ponía en bandeja coñitos púber, “sorprendentemente”, expertos, provenientes de algunos de los chochos jóvenes de la familia de alguno de los dos. Es decir, incesto puro y duro.

Y ahí va un relato de amor y sexo con una sobrina de él, que resultó ser la misma chica despampanante de la primera vez, que había confesado que desde su adolescencia se sentía atraída como imán por su maduro tío Álvaro.

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Como he estado con ella 24 horas y han pasado muchas y diversas cosas y paso de enviártelas por mensajería del móvil, voy a remitirlas desde mi correo al tuyo, con todo detalle, para que te corras todas las veces que te salga del coño.

Ni que decir que anoche no pude darte las buenas noches, porque el móvil lo dejé en mi casa y cuando llegué era demasiado tarde.

Antes de entrar a su casa la llamé desde una cabina, y así evitar alguna visita inoportuna. Me dijo que estaba sola en casa, ¡esperándome!, y esto último me sorprendió porque no le prometí que iba a acudir.

Por contra de la primera vez con ella, me recibió ahora en bragas negras y tetas al aire con sus pezones empitonados “pidiendo guerra”. En pie los dos en la entrada, sin casi mirarme, me quitó vehementemente el jersey y la camisa que llevaba, y comenzó a lamerme torso, sobacos, cuello… y todo lo que pillaba al paso, para después descender lentamente hasta mi paquete, y por encima de él, como la otra vez, mordisquearme la polla cuanto quería, poniéndomela durísima. Humedecidos los calzoncillos me los bajó y con la lengua me dio lametones en el glande, el meato, los huevos, los vellos, la raja del culo, y así durante varios minutos, para luego tirar de mí hacia su cama, sin quitarme calzoncillos ni pantalones, y me echó de espalda en ella. Me desvistió completamente con cara lujuriosa y ansia frenética, me lamió todo, y cuando digo todo es todo; me levantó las piernas hacía atrás y me metió la lengua en el ano, engrasándolo con sus salivas y a la vez sobándome la polla. ¡Y, claro, ni sobrina ni prima!, empecé a correrme, que apenas veía salir la leche se metía la polla en la boca y le hacía un limpiado de oro olímpico. Jamás en mi vida, ninguna otra mujer me ha comido la polla así, salvaje y tierna a la vez, saboreándola y tragándose semen, y con una sexualidad propia de actriz porno. “Qué maestría”, a lo que respondió que en realidad no sabía de dónde le salía la maestría y que sólo su amor por mí la llevaba a hacerme lo que yo le pidiese o a ella se le antojase, pero con mi autorización.

Vacía ya mi polla empecé a lamerle el clítoris (se lo estaba haciendo de igual forma que no hace mucho te lo hacía a ti). Se metía dos dedos en su coño y que después los llevaba a la boca, relamiéndoselos. Rugía tanto que tenía que taparle la boca para evitar un escándalo. Pero, sorprendentemente, mi polla, dura de nuevo, no creyéndome capaz de expulsar más leche. Pero a la chica le daba igual, porque como si estuviese a punto, me propuso un 69, comiéndomela por todos lados con desespero, y todo esto anhelosa. Y así nos mantuvimos hasta cerca de las once, que fue que me dijo, enérgica, que tendría que pasar por encima de su cadáver si tenía la intención de no quedarme a dormir con ella esa noche. Y, claro, no quería matarla. ¡Pobrecita, tan jovencita y desaparecida ya!

Sirvió la cena en el salón y cenamos cada uno un filete de ternera con verdura, unas lochas de jamón ibérico, dos latas de cerveza para ella (le chifla la cerveza más que a ti, que ya es chiflar), y para mí zumo. Y de postre, flan con nata y caramelo por boca. Finalmente, nos tumbamos en el sofá y empezamos a conversar, sin tele de por medio.

En un momento de nuestra charla que la vi tranquila, le dije que su urgencia de sexo no justificaba la forma tan arrebatadora de follar, de comerme la polla y de hacerme virguerías por todo el cuerpo, a lo que respondió que ni ella misma sabía que tenía tanto fuego en su interior, que con su novio follaba y que al final se sentía bien, pero que conmigo era el Paraíso, que la entendiese, que estaba enamorada de mí y que, anhelosa, esperaba cada segundo de estar juntos, que se masturbaba a menudo con fotos mías, que su imaginación desvestía, que estaba al tanto de mis amoríos y que esto la trastornaba, pero que también la excitaba (pensé en ti), que sentía celos e ira de todas las mujeres que me había follado y que seguía follándome, pero que eso no le preocupaba demasiado porque sabía que eran papel higiénico -usar y tirar-, que ni me imaginaba lo que había sufrido por no tenerme, y que a la postre pagaba el pato su novio (especialmente me acordé de ti), que creía haberse ennoviado enamorada, que no sabía cómo decirme que quería estar conmigo, que nos fuésemos a otra ciudad, la que yo eligiese, y que incluso nos casásemos e iniciásemos una vida en común, que ni se me pasaba por la mente lo feliz que me iba a hacer, que no me pediría más sexo del que yo quisiese darle, que lo que quiere es estar siempre conmigo, que me cuidaría como nadie lo haría cuando yo tuviese más edad, lo cual, eso último, me hacía pensar que no me quería sólo para follar, que era verdad que me quería.

Pero, sinceramente, no estoy enamorado de ella. La quiero porque es mi vagina favorita, porque es sincera y llama al pan, pan y al vino, vino, porque es tan clara como agua clara transparente y porque, que todo hay que decirlo, desde sus cándidas 14 primaveras me ha puesto por las nubes, proclamando a los cuatro vientos que no hay un señor más caballero que su tío Álvaro. Y esto, aún sin admitirlo, me caló hondo.

Nos acostamos y seguíamos hablando en la cama, me pidió que durmiésemos desnudos y que se abrazaría a mí y me besaría, sin pedirme reciprocidad. La dejé me desvistiese, que en ese momento sólo llevaba mis calzoncillos y una camiseta verde suya.

Ya desnudos seguimos hablando. En un momento de nuestra charla le dije sin rodeos, que venía pensando que tendría algún problema, que sería bueno para ella que se pusiese en manos de un psicólogo, y también traté de abrirla a la realidad, razonándole con palabras cariñosas que no acertaba a poner en pie por qué seguía tan obsesionada conmigo, que era una mujer guapa y con unas hechuras de ensueño, magníficamente situada, tanto en lo social como en lo económico, que dejase a su novio que era obvio que era un chico sin ambiciones y además no lo quería, que se divirtiese con amigos de su edad, que sabía y me constaba que estaba bien relacionada con gente joven y con clase, y yo, en cambio, era un maduro que iba de flor en flor que atrae a las mujeres con unos encantos, pero que, por mi edad, más pronto que tarde marchitando se irían, que no soy buen partido para ninguna mujer. Dijo que sí, que reconocía su obsesión por mí y por todo lo mío, pero que no quería ni necesitaba salir con nadie que no fuese yo. “¿Cómo te las avías entonces para follar con tu novio sin que él note que no te entregas?”, le pregunté: “fingiendo y sin beso, y además con mi novio no follo desde que te conocí en la cama y me follaste como me follaste’, me respondió. Y tan campante ella…

Durante la madrugada, no sé precisar la hora, sentía que me estaban hurgando por ahí abajo. Me espabilé y pensé que no podía ser más que ella. “Cuánta ternura en despertar mi polla” (que a esas horas estaba dormidita), dije en un susurro, pero ella me escuchó y me respondió que si me apetecía me la iba a poner dura con su boca, lengua, labios y dientes. (¿Y quieres creer que lo logró y que hasta me corrí otra vez?) Claro que desfallecido quedé. “Después” se abrazó a mí y nos quedamos dormidos, con las sábanas manchadas de leche, que me dijo que no las cambiaría hasta la próxima vez que nos acostásemos. Las mismas palabras que la otra vez (Seguro que ahora te estás destrozando el coño).

A las 7 de la mañana nos levantamos. Ella entraba a su trabajo a las 8. Sobre menos veinte bajó al garaje y con su coche se fue, no sin antes darme un apasionado beso en la boca. Yo, en cambio, esperé un rato más en su casa, me duché nuevamente y salí hacia mi casa a las 8 y media. He llegado a mi casa a las 9 menos diez, cansado, con la cabeza llena a tope de zozobras y con el corazón en carne viva. (Demasiadas emociones y sensaciones a estas alturas de mi vida, ¿no crees? En menos de 20 horas me he corrido 8 veces, y a mi edad).

“¿Qué coño estás haciendo con tu vida, Álvaro?”, oía de mi conciencia.

Y esto es todo por hoy.

Ah, se me olvidaba; cuando tumbados en el sofá le dije medio en broma y medio en serio que, si le gustaría hacer un trío compuesto por ella y yo, y una tercera persona, para mi gusto una mujer, pero si ella lo prefería que fuese un hombre. Y me contestó que nunca le había gustado este tipo de relación, pero que lo haría si yo se lo pidiese, matizando que a ella le podía hacer la mujer o el hombre lo que quisiese y cuanto quiisiese, y así yo gozaría masturbándome, mirando las escenas (ahí me acordé especialmente de ti), pero que a mí no me tocase ni un pelo la mujer o el hombre.

“¡Jo, encima se siente dueña de mi cuerpo!”, pensé.

He narrado en este nuevo caso lo que ocurrió, de igual forma que lo he hecho en otros y con otras mujeres que me has buscado, sólo llevado por la idea de complacerte. Y todo lo que mi sobrina me ha hecho y yo a ella, fue con entrega por los dos y en forma placentera. ¿Sabes qué, querida exesposa y ahora mi flamante celestina? Resulta que nuestra vida sexual por separado va mejor que durante los 26 años que estuvimos casados.

Absurdo sería negarte que mi polla no está gozando con coños jóvenes y ardientes, que ni remotamente, ni el mejor de mis sueños pensaba que podía ocurrirme, pero sobrevuela en mi conciencia una pregunta que me sobrecoge…

“¿Estoy tirándome, sin escrúpulos, a jovencitas, por añadidura de mi sangre?”. Y esto, desde toda óptica, es una amoralidad en grado superlativo.

Al acabar de follar en esta ocasión, mi impresión sobre los comportamientos de mi chica de turno (mi despampanante sobrina Silvia de 20 años huérfana de padre) es que mi leyenda, no yo y menos mi polla, la excita. Además, creo que bebe alcohol. Por estas dos poderosas razones y porque me da pena su evidente desorientación voy a insistirle para que acuda al psicólogo, y yo la acompañaría y me presentaría a él como su tío carnal.

Es anormal, a todas luces sensatas, que una chica tan joven, tan guapa y tan cuerpazo, siga teniendo en su cabeza a un hombre maduro, nada menos que 32 años más que ella, con el añadido que es de su misma sangre.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 10:12 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri157


Tercer Encuentro

Silvia va diciendo por todas partes e incluso a sus padres que sigue locamente enamorada de mí, y nada le supone obstáculo para buscarme y atraerme, a pesar de mi oposición. Pero, claro, se puede ver como una cosa normal que yo caiga en sus redes, sencillamente porque son muchos y muy evidentes sus espectaculares encantos físicos.

Hoy vestía pijama corto florido, sin ropa interior, lo que hacía que se le notasen de punta los pezones, y casi se le veían los vellos del pubis. Entré a la casa y me dio un beso en la boca, me cogió la mano, la llevó a su coño y me dijo: “comprueba por ti mismo lo mojado que está”. Cierto, mojadídimo. “No paro de pensar en inventar cosas nuevas para que tú disfrutes y nunca me dejes”. No respondí a esto último.

Después me metió la mano por entre el bajo (llevaba pantalón corto y polo verde) y me cogió la polla con tantísimas ansias que parecía que me la iba a romper. Me la sacó de la bragueta, se echó sobre mi pecho y empezó a hacerme una paja, engrasándose la mano con sus salivas, y con su otra mano se agitaba la vagina. Seguidamente, se la metió en la boca, con la misma maestría y poder que veces anteriores, besándomela, chupándomela y mordisqueándome glande y prepucio, y metiéndome la puntita de la lengua en el meato. Y de nuevo me dijo que, si tenía ganas de orinar que orinase, que la excitaba el olor a orina aleado con mi perfume Loewe, incluso me dio a beber un vaso con agua para causar que orinase, sin lograrlo tan pronto. Me llevó al baño de la planta baja, abrió el grifo del lavabo, y eso causó que orinase, e inmediatamente después de mear y tratar de limpiármela con papel higiénico, me arrebató el papel y se la metió en la boca, mamándomela despacio, hasta conseguir tiesura. Se empleó afanosa en ponérmela dura, y lo logró, apareciendo un glande rosado descapuchado y unos huevos apretados.

Esta vez me la chupaba en forma distinta; succionando hondamente del meato, como queriendo recibir enseguida la leche. Pero no me corrí, sólo disfruté.

En vista de lo cual nos fuimos al dormitorio, y nos tumbamos en la cama, y allí se quitó el pantalón del pijama y comenzó a refregar coño con polla, y para más deleite me quitó calzoncillos, pantalón y polo, y ya los dos completamente desnudos, lamía su lengua todo mi cuerpo: cuello, sobacos, tetillas, ombligo, huevos, muslos, y hasta el ano; finalmente, se centró en la polla, no sin antes ir al baño de su dormitorio a enjuagarse la boca con un líquido verde, que pensé sería un antiséptico bucal para evitar infecciones. (Por limpio que esté un ano, siempre contiene bacterias).

Por explícito que lo explique, faltarán datos para definir su maestría para hacerme gozar, mientras follamos. De su mesilla sacó un bote de plástico con una crema, se echó una poca en los dedos índice y del corazón de la mano derecha y enseguida me la untó en el glande y los testículos, que pronto ardían (esa crema se llama Spedra, y yo no sabía que existía). Y, claro, en contra de lo que me había obligado, sentía un palpitar como corriéndome, por lo que tenía urgencia por follar; me la encalomé y, con palabras sucias y besos salvajes, me corrí dentro de su coño, y otra vez vi (como cuando me pajeé ayer vía móvil contigo) que era abundante y consistente la leche, con los consiguientes gritos de ella, que parece que gritar, después de correrse, es como su ángel favorito, como su deporte.

Descargada ya mi polla, se salió sola de aquella raja joven, lo que aprovechó para hacerme un limpiado de esos suyos, pero mejorado, relamiéndose los labios con cara desencajada. Ese su nuevo aire de lengua, casi me la empalma de nuevo. La aparté y le dije que mi edad y mi polla pedían relax.

Nos levantamos y nos fuimos al enorme salón y al enorme sofá, ella en tangas y yo en calzoncillos. A esto, eran ya las siete y media pasadas.

Después de comernos sanwis variados, cerveza ella y yo zumo natural de naranja, puso en voz baja un vídeo porno de mamadas, y a medida que iban avanzando las secuencias me iba besando el pirulí diciéndome que tan pronto me recuperase me haría lo que más me había gustado del vídeo.

Aproveché el relax para decirle lo mismo que hablamos tú y yo, que se mentalizase que nuestros encuentros sólo eran para sexo, que se dejase de enamoramiento, que esto no se iba a surgir por mi parte, a lo que replicó igual que otras veces: “tú no lo estás de mí, pero yo sí de ti, y seguro que, con el tiempo, tú también de mí”. Le sugerí de nuevo que saliese con amigos de su edad y que se divirtiese, y si alguno le gustaba que se lo tirase, y que éste debería ser su camino, y no yo, que no tenía ya edad para seguir un juego que nos iba a causar problema. Me dijo que con nadie quería follar, sólo conmigo, y que “de momento” se conformaba con follarme varias veces al mes. Pero como el “de momento” lo pronunció bien pronunciado, le dije que a qué venía eso, y ella concluyó: “el tiempo hablará”.

Pasaría como una hora o así desde la merienda-cena, cuando disimuladamente, ‘sin querer queriendo’, tenía de nuevo en el sofá su boca pegando bocaditos a mi polla por encima de la bragueta. Y no sé si la crema es milagrosa o ella es una ninfómana, el caso es que yo estaba deseando de qué me la destrozase. Y, ‘disimuladamente’ también, con los dientes me bajaba los calzoncillos y me mordisqueaba la polla, haciéndome brujerías con la lengua y los dientes. Cuando estaba ya tiesa, alzó la cara y le dio por inspeccionármela entera: capullo, prepucio, frenillo, lunares, venas, besando todas y cada una de las virilidades que iba descubriendo.

Y otra vez se me puso dura, pero caí en la cuenta de que era riesgo para mí correrme por tercera vez en un día. Me recordó que la vez anterior me había corrido tres veces y que me quedé con ganas de más, que no quería me esforzase, pero que le parecía un poco raro que no me corriese con las cosas que me estaba haciendo, a lo que le respondí, sin rodeos, que esa misma tarde había follado y corrido dos veces con otra y que ya no me quedaba leche, que estaba disfrutando con ella, pero que mi cuerpo es el de un hombre de más de 50 años y que no daba para más.

(Sin saber distinguir sus sentimientos, ¿qué crees me dijo en forma de pregunta?). “¿Quién te da más gusto ella o yo?”. “Igual, pero la diferencia es que una, mi favorita, es madura, y claro follar con ella sin ser de mi familia, no me da remordimiento”.” Y en mí tienes la joya de que soy tu sobrina, morbo extra para gozar”. A lo que repliqué “no me hables de morbo que me siento fatal por lo que estoy haciendo”. “Lo que quiero, por ahora, es que tus infinitas enamoradas me dejen un hueco; a mí me tienes siempre disponible para follarme cómo y cuánto quieras; paso de tíos por guapos que sean y por bien que puedan follar”. Eso de “tus infinitas enamoradas” lo decían labios despechados, porque mi respuesta a lo bestia la había encelado.

Un fugaz pensamiento cruzó como rayo mi mente: “tocante al sexo, la vida no es tan mala conmigo, después de todo a mi edad, porque yo, casi sesentón, tengo a mi disposición un montón de coños jóvenes”.

Pero ella seguía insistiendo en que hiciésemos lo que fuese, aunque no me corriese: un 69, o meterle la puntita en el hoyito de atrás, o que me la mamase con agua caliente, o jugar con su pipa, o pajearme con las tetas. Mi polla seguía tiesa, y si me lo hubiese propuesto, esforzándome un poco, me habría corrido otra vez, pero ni quería ni debía.

Hasta que, sin más, sacó de un mueble una caja de cartón que contenía juguetes sexuales.

Me pidió que le metiese la polla en la boca, mientras ella colaba en su coño un pene largo y grueso de goma, a la vez que me metía un dedo en el ano. Y ahí, con su avieso dedito, acabé por caer una vez más y me corrí en su boca, pidiéndome no sacarla hasta antes no saborear y tragar hasta la última gota. Y yo sentía un gusto fuera de lo común, echando leche a intermitencias, no mucha cantidad, pero a borbotón por pulsación.

Sobre las once me incorporé del sillón, me duché y me vestí y después le dije adiós. Esta vez no me retuvo porque sabía que volvería de nuevo, pero le advertí que no quería más fotos ni más mensajes explicativos de lo que me iba a hacer. “Ok”, respondió. Finalmente, se agachó, le pegó varios bocadi
tos a mi polla por encima de la tela del pantalón, y, después, cómicamente dijo: “hasta prontito, pollita mía”.[/color]


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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 10:20 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri158


Cuarto Encuentro

Como este encuentro, igual que los tres anteriores que he narrado, no son ficción, que son tan reales como la mismísima coprotagonista de ellos, a la chica la voy a denominar (sin que se vea como algo despectivo) “la tal”, y así, de esta forma y a partir de ahora no haré ninguna referencia de parentesco con nadie.

Llegué a su casa a las nueve y diez de la noche

Como era de prever, y también por lo visto y comprobado en encuentros anteriores, la tal me recibió en ropas menores, bueno, tan en menores que no llevaba ninguna, sólo cubría su triángulo pélvico su pelo azabache en melena larguísima estratégicamente distribuida, y la ama de la melena mostraba una pose majestuosa de una esbelta figura.

Por contra de las otras citas, la tal no pasó directamente a la acción a la entrada de su casa, sólo me dio un acaramelado beso en los labios, y luego me cogió de la mano y me llevó al salón, en el cual (lo he dicho en dos escritos anteriores) hay dos grandes sofás y es enorme uno de ellos y en forma de ángulo recto.

Bueno, pues ya en el Gran Sofá, empezó a ir desabrochando deseos carnales, los que tenía abrochados en espera de esta ocasión, debido a que fallé a tres citas, precisamente por tres citas con otras tres chicas.

Lo primero que la tal hacía era soltarse el pelo de su entrepierna, y también de sus actos (se dice que ‘soltarse el pelo’ es hacer lo que le venga en ganas al que sea que lo haga).

Seguidamente me desposeía del polo amarillo que llevaba, y empezó a besar y lamerme las tetillas, siguiendo su joven, pero experta lengua por torso, cuello, sobacos, barriga, y, claro, a tanto estímulo acudía mi polla, que la tal mordisqueaba por encima del corto pantalón verde que, para luego quitármelo junto con el negro slips. Y sin más, su habitual ritual de lamidas y mordidas en prepucio, glande, meato y testículos, pero pausadamente, a cámara lenta, hasta llegar a una notable erección, que, para ponérmela sobresaliente, le untaba su sabia y milagrosa crema, ávidamente lista. Y una vez untada en glande aparecía un súbito calor que me recorría todo el aparato genital, poniéndoseme en segundos dura y erecta, cual de adolescente.

Se la metió en la boca y comenzó a degustarla. Y el placer me vino tan rápido que no tardé en correrme, pero a cada envite de mamada iba sintiendo algo vibrante y agradable que no sabría explicarlo, y cuando estaba a punto de estallar, la cogí a con fuerza, la tendí en el sofá y se la metí; un empuje y semilla adentro, que una vez que, la tal, la sintió me atenazó la polla con sus labios inferiores hasta soltar sus característicos gritos, no ocupándome esta vez en taparle la boca. “Grita, grita cuánto quieras, que igual tus gritos resucitan la lívido de alguna recatada vecina de tu suntuoso edificio”, me dije para mí.

Flácida, sola se salía de la cueva de la tal, que aprovechó para llevársela a la boca, dándole bocaditos para que se mantuviese erecta, que no lograba tan pronto como habría querido.

Cenamos salmonetes fritos, y yo le pregunté si le gustaba el salmonete, a lo que me dijo: “todos los pescados me gustan, pero he frito salmonetes porque sé que te chiflan”. “¿Quién te dijo eso?”. ‘Tengo más información de ti de la que puedas imaginar”. Me sorprendía que no sirviese antes los salmonetes, y, adivinando mi pensamiento, me dijo algo que me hacía pensar que, efectivamente, tiene veneración por mí y mis costumbres: “no los puse antes porque sé que no te gustan recién fritos, sino medio fríos o templados”, concluyó.

Como ya estoy harto de recomendarle lo que debe hacer acerca de que salga y se divierta, y como “el asunto del tunante psicólogo” fue un rotundo fiasco, me limité a hablarle sobre cosas banales, y a esto, ella en tanga y yo en slip, pero en todo momento sus manos en mi bragueta alojamiento buscaban, y a veces acercaba la boca a la abertura de mi bragueta, sacaba con suavidad sus dientes mi polla y le daba besitos, lamidas y bocaditos. Y ya no volvía a aprisionarla de nuevo, para así tenerla sin puerta a su disposición.

Pasada como una hora de charla, de nuevo entró con más ganas en acción. Pero le advertí que bajo ningún pretexto metiese la puntita de su lengua en mi ano, y que tampoco me la chupase recién descargada de orín; de hecho, tuve la necesidad de ir dos veces al baño y luego me la lavé el bidé. Eso sí, se masturbaba y los dedos que empleaba se los metía en la boca, relamiéndoselos con lujuria, y haciendo eso no sólo conseguía excitarse, también me excitaba a mí.

Pero yo no quería más mamadas, lo que quería era follarme su coño. Empecé a tocármela, recibiendo chupadas de ayuda para dejármela engrasada, hasta ponérmela tiesa de nuevo (según la tal, el efecto del Spedra es de unas cuatro horas). La atraje hacia mí y me la puse encima, levantándome luego del sofá y sentándome en una silla; y sentado, ahondaba su acuoso coño en mi polla entrando y saliendo.

Después de unas acometidas, cogí a la tal de las caderas y nos tumbamos en la alfombra, y fue entonces cuando comencé a follármela con fuerza y diciéndole: “¡¿te gusta mi polla?!”. “¡Sí, me da mucho gusto, métemela entera, pero no te corras que quiero recordar esto para cuando esté sola!”. “Siento que voy a tardar, y también siento que no se va a aflojar”, Y así unos minutos, hasta que, debido a la enajenación de vaivenes, nos corrimos. Y todo entre besos, raíles en mi espalda y nuestras lenguas haciéndose diabluras.

Después de la segunda corrida, por el cansancio y el sueño acumulados y también por los esfuerzos de la intensa sesión, me estaba quedando frito en el sofá. Noté que la tal había bajado un poco el aire y me arropaba con sábana. Y dormí al menos una hora. A la una y media o así desperté, me duché y me dispuse a salir hacia mi casa, sin oposición por su parte, como dando por sentado que no tardaría en aparecer. Me dio un tierno beso y me dijo al oído “te quiero”, pero no insistió en que me quedase, aunque mimosa dijo “¿no te apetecería dormir conmigo y de madrugada te busque y mañana te sirvo el desayunito en la camita?”. “No, cada uno en su casita”. “Vale”.

Y así acabó el follar por hoy.

A pesar de que en esta ocasión tampoco quise hacerle ver eso tan manido de que saliese y se divirtiese con amigos, me dijo que salía a veces con amigas, incluso con un viejo amigo de años, pero cuando llegaba el momento de la cama, después de una noche de copas, le decía a su amigo que no, que la cama rompería la amistad de muchos años. Y añadía, sin reparos, que su cuerpo tenía dueño desde hacía mucho.

No le dijo quien, pero le pregunté, sonriéndome, y ella me respondió: “lo sabes de sobra”, y me sacó la lengua con una mueca de asentimiento,

En medio de nuestra charla, me dijo que no iba a salir más con amigos pues todos pedían lo mismo: cama, y cama sólo le daba a uno que quiere a muerte. Pero como a su antiguo amigo, con el que había salido varias veces, le gusta ella a rabiar, y se siente despechado por ser siempre rechazado para acostarse con ella, la última vez que se vieron le preguntó a lo bestia que si era tortillera, a lo que la tal le decía que no, que no tenía nada en contra de las lesbianas, pero que no la atraían por guapas que fuesen y buenas que estuviesen, pero que le preguntase eso en la próxima ocasión que se viesen por si para entonces había decidido probar. Con lo cual, su amigo de toda la vida se quedó de piedra. Eso me lo contó la tal entre risas y estando los dos en la cama después de follarnos.

No, convencido estoy de que no es la tal de esa clase de féminas que se arredran frente a alguien o algo, porque, además de ser una mujer, joven, guapa y con unas hechuras sensacionales, tiene más huevos que el toro de Osborne.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 10:31 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri159


Quinto Encuentro

Pues sí, así fue. Por un estúpido acato a la moral y por un insaciable y enamorado coño, tardó en llegar este quinto encuentro. Pero llegó, a pesar de las promesas a mí mismo de que no habría más sexo entre nosotros, lo que también hacía saber a la propietarias de tan ardiente vagina la última vez que nos acostamos en su antigua casa.

La llamé a su móvil ayer y le dije que me invitase a cenar y así conocería su nueva vivienda. Accedía, sorprendida, pero también jubilosa y con gusto pensando, quizás, en “otro gusto” que tanto le gusta y siempre anhela a todas horas.

Llegué a su casa a las 10 de la noche. Me recibió vestida con ropa de calle (vaqueros azules ajustados, y jersey de lana verde de cuello vuelto). Y con una mirada… ¡uf su mirada!, para devorar un tigre, y la cosa es que son tranquilos sus ojos morunos, no muy grandes, pero expresivos. Tiró de mi cara y me dio un beso en la boca con los labios abiertos, y su lengua, apenas adentrarse, se afanaba en cortejar a la mía. Esta vez no percibí un olor a alcohol en su aliento.

Pasamos directamente al salón-comedor, que, sobre la mesa había ya platos superpuestos y cubertería para dos, 3 copas diferentes, según bebida, y cubilete grande con taquitos de hielo, en el que esperaban un vino tinto Rioja y un blanco Diamante, y también una botella de agua mineral Solares, y 2 o 3 latas de cerveza Cruzcampo. De la cocina traía una sopera, a juego con los platos, con caldo, fideos y almejas, y una bandeja, de igual calidad y color que el resto de vajilla, con salmonetes fritos. De entremeses, en la bien montada y floreada mesa había gambas blancas Huelva, ibéricos variados Jabugo, y queso fresco, cortado en tacos pequeños. Y ya cenando me ofrecía todo el tiempo beber de sus copas, con miradas insinuantes, muslos cruzados y abierta toda la cremallera de los vaqueros. Terminamos de cenar…

Seguidamente nos escurrimos hacia salón al mismo sofá enorme de su otra casona. Esperó unos minutos para que reposase las viandas. Pero no duraban los minutos porque se me acercó más y me dijo, sus labios pegados a mi oído “estoy feliz por haberte decidido venir a visitarme de nuevo; esta noche será una noche inolvidable para los dos”.

Y sin más empezó a desnudarme y a desnudarse. Una vez ella en tanga y yo en calzoncillos (calefacción total en su casa, y calentura brutal en su cuerpo y hasta en la forma de lucirlo), comenzó sus juegos, pasando la lengua por encima de mi bragueta, hasta lograr ponerme la polla medio tiesa, pero como no paraba de dar lengüetazos, terminaba por ponérseme tiesa entera. Me la sacó de la bragueta de los calzoncillos y empezó a mamármela, y donde más se paraba era en el capullo y el meato; con un tic rítmico, arriba, abajo… abajo, arriba. Iba intensificando tanto la mamada que la leche pedía a gritos salir zumbando y… me corrí en su boca, sin avisar. A todo esto, diciéndome “esta polla es mía y la voy a mimar siempre”. Yo mutis, y ella callada ahora porque estaba haciéndole un limpiado de oro con la lengua, regodeándose con un ardor rozando lo enfermizo con aquel trozo de carne sin hueso (normalito para mí, grandioso para ella), al que veneraba entre dedos de ambas manos.

Sirvió vaso Chivas con hielo para mí, y lata Cruzcampo para ella (ya se había bebido al menos 3). Seguíamos desnudos. Charlábamos, sin rememorar lo ocurrido el sábado anterior. Pero, de pronto, me propuso que follásemos dos o tres veces al mes, que se conformaba con eso porque no quería perderme y porque estaba viendo que no me daba a más. No respondía a su propuesta, sólo le decía: “ya veremos”.

Con una cosa y otra, la hora se vino encima, y era casi la una, que, como yo preveía y por circunstancias propicias que ella se había ocupado de generar, me dijo, con carita de nena buena, que me quedase a dormir con ella, alegando en su petición que tenía una semana de vacaciones y quería disfrutarla conmigo. No tenía esto previsto y tampoco me atraía su idea, pero accedí, sobre todo para evitar contratiempos (sabiendo cómo se las gasta la tal), y también (que todo hay que decirlo), porque siempre he sido vulnerable ante solicitudes así por parte de una mujer con la que estuviese saliendo. Pero eso es algo que pertenece al baúl de los olvidos de mi pretérito…

Nos fuimos a su cuarto; en pelotas vivas ella, tangas en su mano, y yo, calzoncillos puestos, que, “cómo el blanco cegador de mi prenda íntima dañaría a sus ojos”, me dijo, nada más entrar, que me los quitase y que me quedase desnudo enteramente, como ella, porque le gusta dormir desnuda y rara vez con camisón, largo o corto, sin nada debajo. Es por esto, que me pide que cada vez que nos acostemos en su casa, que entero me despelote. Total, tampoco es mucho pedir, máxime sabiendo yo que al igual que en la otra casa que vendió, en esta no hace calor en verano ni frío en invierno. ¡Menudo equipo central de calefacción y refrigeración! Con tamaño aparato, estando sola en su casa, si quiere puede estar todo el santo día en bolas durante las cuatro estaciones del año.

Ya acostados hablamos otro poco, siempre ella pegada a mí y sin dejar de agarrarse a todo lo que podía y yo le permitía. Sobre la tapa de un chifonier, a un lado de su cuarto, había una tableta de chocolate con almendras Nestlé, que al verlo le pregunté que si le gustaba tanto el chocolate como para tenerlo tan a mano. Me dijo que sí le gustaba, pero que ese era para mí, porque sabía que me levanto de madrugada a comer chocolate.

Bueno, pues a media madrugada, otra vez más semen. Y, como la vez que me quedé en su casa me despertó una sutil mamada, ahora exactamente igual. Pero yo quería comerme su coño, así que, mientras su diabla lengua me la estaba armando, me bajé al pilón y empecé a recorrerle con la mía toda la raja, desde la iniciación del culo hasta el mismísimo coño. Su retorcimiento de gusto abocaba a un flujo salobre en mi boca, saboreándolo mi paladar. Y ya mi polla erecta, dejé mi otra tarea y me encalomé encima de su cuerpo, entremezclando sabores boca a boca. Quería que nos corriésemos a la vez, pero su coño tenía prisa, y ella emitía sus típicos gritos que servían de incentivo a mi polla para el sprint final de leche que, luego de llegar a la meta, atenazaban mi bujía sus labios vaginales, sintiendo yo un doble calambrazo; el de su cimbreante clítoris y el de mi palpitante glande.

Mientras estábamos follando, que tardé más en descargar, me iba diciendo, cual loca “¡soy tuya, hazme lo que quieras, que tu polla entre en mi coño y no salga!”. Y, no sé por qué o sí lo sé, yo no decía palabra así, hasta que me puso a mil y le pregunté: “¿tanto te gusta?”. “Ni lo imaginas”. “Pues ahora es tuya”. “¡Pues fóllame y dale gusto a mi coño, que tuyo también es!”. Y me corrí dentro de su diana, tal y como he explicado antes.

Y sorprendentemente no me había costado esfuerzo correrme por segunda vez, a pesar de que antes de hacerlo con ella había follado esa tarde con otra.

Hoy me ha servido el desayuno en la cama: zumo de naranja, leche con Nesquik, pan de molde, calentito, con jamón y aceite y, ¡oh!, una copita de aguardiente dulce Cazalla. Eran las 9 de la mañana, aproximadamente.
Raro en mí, me recocleé un rato más en la cama, hasta casi las 10. Me dijo que me quedase a almorzar con ella. “No puedo”, respondí. Me preguntó qué cuándo regresaría de nuevo, le dije que antes la telefonearía.

Y sin más hablar, salí de la cama y me fui al baño de su cuarto. Me siguió, y una vez más me sentía reo en un agobio demasiado agobiante. Siempre me gustó conquistar a las mujeres, nunca me gustó que me conquisten ellas, aunque se diga, que difiero, que las mujeres son las que siempre tienen la última palabra.

Ya los dos en la ducha, me pedía más sexo y yo no podía darle más sexo. Me ponía el culo en pompa contra mi polla, flácida. Me dejé querer para ver mi resistencia. Y como veía que no, se daba media vuelta y empezó a masturbármela con la boca, poniéndomela dura sus “artes mamatorias”, aprovechando para ponerme condón y decirme que le follase el culo. Lo intenté, y ná. Por eso de nuevo a sobarse, llevando mi puntita hasta correrse. Se corrió, me quitó el condón y se frotó repetidas veces mi polla contra su coño.

Si este coño loco no es ninfómano, yo soy gay. Pero, espera, un coño ninfómano necesita follar mucho y con quien sea, y la ama de este coño dice que su coño sólo quiere follar con mi polla y que se adapta a un par de polvos al mes. Creo que me he enamorado.

Llegué a casa alrededor de las 3, y lo primero que he hecho es escribir esto, que lo envío a tu correo. Pero que sepas que hoy cumplí los 60. No quiero más citas. Para de buscarme coños jóvenes liberales. He decidido traerme a Silvia a mi casa para vivir conmigo.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 10:39 am



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Por fin llegó mi ansiado día

Cuando las cosas tienen que pasar, pasan. El destino está escrito desde que nacemos, por más que nos empeñemos en luchar contra él, y por más que dudemos de que las cosas no van a pasar.

Todo empezó una inolvidable noche. El que me invitase a cenar me resultó extraño, pero mis ganas por estar a solas con él olvidaban todo. ¡Cuántos sueños y fantasías pasaban por mi cabeza, y por mi coño! Quería que ocurriese lo que tanto llevaba esperando. Me puse mi ceñido minivestido, con rayas a lo cebra, y rauda salía hacia su casa, no sin antes, el puntito final: su perfume favorito para mí: el “3 Quizás”.

Como si ansioso me esperase, me abrió la puerta al primer timbrazo. Nos sentamos en el sofá y, antes de lo imaginado, se me acercó más y empezó a besarme, primero suave, pero, al ver mi entrega y deseo, salvajemente después.

Llevada por un contenido deseo, mi mano se iba directamente a su polla, sintiendo que mis pezones se iban empitonando. Acentuadas puntadas en mi clítoris hacían que notase su humedad. Llevó la mano hasta mi coño, frotándolo, lo que me hacía hacerle lo mismo a su polla. Nuestras respiraciones iban creciendo y en gemidos se iban convirtiendo. Mi mano seguía en su erecta polla. Quería cogerla, pero sin ropa. Con sus besos apasionados, sentía cómo se iban dilatando mis labios vaginales. Mi tanga y hasta mi vestido se humedecían, cuando incesantes espasmos anunciaban que de un momento a otro iba a explotar...

Como era de prever por mí, ansiosa de sexo, explosioné un gran orgasmo, sin dejar de recibir sus apretados besos, haciendo que mi clítoris siguiese palpitando.

Excitadísimo él, tenía que seguir hasta correrse, así que cambié la mano por la boca y le chupé la polla hasta hacer que saliese la semilla que tanto excita a toda mujer. Dejé que se esparciese por mi cara y mis tetas, y se alargase hasta mi vientre.

Descansamos un poco y de nuevo a la carga, pero ahora con la idea incrustada en mi mente de corrernos los dos a la vez.

Con maestría propia de semental, me calentó de tal modo que él se iba calentando. Entre besos y abrazos hizo de mi cuerpo lo que le dio la real gana. Metió su lengua donde se le antojó, lanzando yo rugidos. Hasta que llegó el turno de follarme. Y me folló; lo mejor: que al fin era mía y que la tenía dentro; lo peor, que mis ansias no permitían otra corrida a la vez; me corrí a su primera sacudida, pero también gocé esperándole.

Cenamos y pasé toda la noche en su cama. De madrugada, follamos otra vez. A las ocho nos levantamos para acudir a nuestros respectivos trabajos. Él me dejó en la puerta del mío. Mientras caminaba hacia la oficina rezaba para que noches así se repitiesen Me entrenaba en mi casa para saber contenerme la próxima vez.

Y llegó la segunda cita. Y la tercera, y la cuarta, y así con asiduidad. No queríamos ataduras ni convivencia, porque a los dos nos había ido mal con nuestras anteriores parejas. Cada cual vive en su propia casa con sus propios problemas.

Y nos mantenemos así para no romper el hechizo que nos une. Siéndonos fieles y deseándonos el uno al otro, vamos ya para un año desde nuestro primer polvo.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 11:35 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri161


Isla Canela

Una suave brisa eriza mi piel, y es entonces cuando despierto de mis sueños. La brisa es la única causa de mi despertar.

Tendido en mi cama, abro los ojos poco a poco. Alargo el brazo derecho para sentir tu anatomía desnuda y cálida. Pero tu anatomía no está.

Lentamente me desprendo de la sábana de seda que me cubre, y mi desnudez queda expuesta a la suave pero persistente brisa.

Me levanto de la cama y me voy al cuarto de baño, esperando encontrar tu cuerpo allí. Pero no, tampoco está tu cuerpo en el baño.

Aprovecho para refrescarme la cara, cepillarme los dientes, y enseguida salgo a buscarte por cada rincón de la casa. No encuentro tu cuerpo por ningún lado.

No está tu cuerpo en la cocina, ni el salón disfruta de su compañía, pero el ventanal del salón está abierto, de ahí la brisa tan sutilmente abrupta.

Decido salir hacia fuera con la misma ropa con la que desperté, ninguna.

Cegado por el Sol, tardo unos segundos en recuperar la noción para ver que está tu cuerpo en la parte rocosa de la playa, tumbado en la arena completamente desnudo. Como únicos testigos de tan sensual escena, el Sol, el mar y nuestra playa desierta.

Nuestra playa, única y encantadora: Isla Canela.

Me acerco cauteloso a tu cuerpo, lo disfruto visualmente. El Sol empieza a calentar agradablemente el mío. Mis ojos acarician tu cuerpo, como así lo hacen los rayos del Sol.

Tus ojos llevan gafas negras. No sé si los tienes abiertos, pero espero que no, porque quiero verte ajena a mis miradas dulces, y lascivas también.

Me cuerpo se arrodilla ante tu cuerpo.

Miro el tu cuerpo y voy arrastrándome suave mirando cada milímetro de él. No puedo resistirme a oler tu piel. Me acerco a uno de tus brazos para saborear la salada esencia que la brisa del mar va dejando en él.

De pronto, una súbita curiosidad me aborda: si uno de tus brazos huele a mar, una de tus tetas también debe oler igual.

Decido averiguarlo y olfateo una de tus tetas.

Siento que tú has notado mi presencia, porque los pezones se endurecen al sentir mi respiración próxima.

Después de comprobar que la brisa del mar ha dejado también impregnado de olor salado tu sensual teta, me aborda otra súbita curiosidad: ¿Le ganará el sabor salado de la brisa del mar al sabor dulce del pezón? O, tal vez se unan en un sabor único e irrepetible.

De nuevo, me decido a comprobar mi nueva curiosidad, succionando el pezón, saboreándolo a conciencia, pero delicada e intensamente.

El primer gemido que escapa de tu garganta es profundo.

Decido seguir oliendo, y ahora le toca el turno a los muslos. Desciendo por uno de ellos, hasta llegar al tobillo; en esa altura siento cómo una de tus manos aprisiona mi casi erecta polla. La aprieta ligeramente, aumentando así, despacio, la presión sobre ella. Me paro un momento y miro tu cara.

Bajo las gafas de sol no puedo conectar con tus ojos, pero en tu expresión se dibuja una sonrisa pícara.

Decididamente saboreo tu muslo por su cara interna, y después subo desde el tobillo hasta la ingle.

Despacio, delicadamente me posiciono de rodillas sobre tu cara, mientras mi cara queda a la altura de tu coño, con el clítoris palpìtante.

Me detengo a mirarlo detenidamente. Está completamente rasurado, rosado y con ese suave brillo que delata palmariamente tu estado de excitación.

Amorosamente lo huelo despacio para que mi respiración lo acaricie.

Antes incluso de que pueda pensar en acariciarlo con mi lengua, siento que una de tus manos lleva mi polla, ya erecta, dura y en forma, a tu boca; tus labios la abrazan y la abarcan con delicadeza, tu lengua la chupa dentro de tu boca y tus succiones ejercen sus efectos en mí.

Un hondo rugido emerge de mi garganta. Me centro en el placer que tu sensual y cálida boca me proporciona, y en un segundo mis ojos se cierran y pierden de vista tu delicioso monte de Venus rasurado.

Al abrir los ojos, recupero la visión, aunque ahora noto y veo más brillo, incluso hasta humedad en esa zona tan cálida como bella.

Mi lengua toma vida propia y comienza a recorrerla, de abajo a arriba, y otra vez a abajo tu cálido y húmedo rincón del placer.

El sabor es dulce y salado a la vez, y enseguida mis dientes devoran toda tu vagina a mordiscos. Muerden los labios; primero, a un lado y poco luego al otro. Buscan tu clítoris, duro, emergente y desafiante, y finalmente consiguen atraparlo, dando el turno a los labios para succionarlo suavemente.

Mis succiones en tu cueva ocasionan que las tuyas en mi lanza sean más vigorosas, más intensas, hasta llegar a mezclarse el sonido de nuestras succiones con nuestros gemidos.

En cada lamida de cada uno, tu sexo y el mío se hallan rabiosos por encontrarse, y esto hace que nuestras lenguas tengan cada vez más sed de amor.

Con mis dedos tiro de tus labios a los lados para abrir tu flor y así dejar vía libre de entrada a mi lengua.

Mi erecta y deseosa lengua penetra despacio dentro de tu vagina, pero con el paso de los segundos, el ritmo aumenta y comienza a entrar y a salir cada vez más rápida y más profundamente.

Tus gemidos y jadeos denotan claramente que necesitas aire y te sacas mi miembro de tu boca, para que así puedas respirar mejor.

En un golpe de deseo, me giras. Ahora estás encima de mí.

Pegas tu vulva a mi boca, pidiéndome más y más, con una voz entre desesperada y susurrante.

Mi lengua vuelve a penetrarte y una vez dentro, inicias un leve vaivén de caderas, para satisfacerte aún más, siento que tu ritmo aumenta y noto cómo mi cabeza se va enterrando en la arena.

Siento que tu explosión está punto de llegar de un momento a otro

Repentinamente te detienes, alzas tu coño de mi boca, que aprovecho para coger aire. Noto como tus muslos tiemblan, intentas controlar tus pulsaciones, pero te cuesta, coges mi polla y la sacudes firmemente, con rabia y con deseo.

La engulles de nuevo y comienzas a besármela y a chupármela a un ritmo realmente vertiginoso.

Después de tres embestidas con tu sabia boca, siento acercárseme un orgasmo, y es ahora cuando mis dedos buscan desesperadamente tu nido, pero sólo llego a rozar su entrada.

Te levantas, súbitamente, y sales corriendo hacia el mar.

Tus risas traviesas se oyen mezclándose con el rompeolas.

Tumbado en la arena, al borde del éxtasis, sólo acierto a ver zambullirte en el agua.

En ese momento... ¡uf.... te mataría!

Esa súbita rabia mía dura sólo una milésima de segundo, justo después lo único que pienso es en comerte toda y entera.

Miro mi miembro viril, terriblemente erecto, buscando su agujero de siempre, me levanto y, ansioso y presuroso, entro al mar…



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 12:32 pm





Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri162


Promiscuas  


El valor atribuido por las mujeres hacia los hombres es superior a 35 años, y se mantiene hasta la vejez. Por contra, el valor atribuido por los hombres hacia las mujeres es más alto, y colapsa los últimos 35-40 años. Las mujeres se dan cuenta de esta ley del mercado, y es por esto, que deciden poner fin a una vida promiscua y a iniciarse a formar una familia a la edad en la que saben que van a toparse con “la pared”, más allá de que se conviertan en mujeres invisibles. Los hombres no quieren terminar como esa mujeres recatadas y ariscas feministas, las mismas que lloran a todas horas y, al final, mueren solas con su gato.


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Y hablando de promiscuas, he aquí, en la foto de ahí abajo, a una australiana de 36 años, llamada Gwyneth Montenegro, que según ella misma ha tenido hasta ahora sexo con más de 10.000 hombres

Cuenta en su libro que trabaja como puta de alto estanding en un burdel de lujo, donde cobra 3.000 dólares por cada noche, y si no puede asistir por enfermedad o por asuntos familiares,1.500 dólares tiene garantizados.


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Tal cual en esa imagen anterior, de esta guisa, espera siempre a su amante de turno. Pero su enorme poder mental la “obliga” a no enamorarse de ninguno de los que pasan por su cama, aunque la satisfaga sexualmente, sea millonario y repita sexo con ella. Ya dije antes lo que cobra esta australiana por noche (y eso que no es una mujer de corte espectacular y mucho menos despampanante) lo que no dije, porque aún no lo sé, es cuánto desembolsa cada cliente por tener sexo con ella que, sin duda, no debe ser baja su tarifa-minuta y que según fuentes ronda entre los 2.000/2.500 dólares. La propia Gwyneth dice en su libro que es una tigresa en la cama, admitiendo con total agrado toda clase de sexo (vaginal, bucal, anal, polla entre sus tetas…), más algunas otras fantasías extras que le pida el dueño de la polla de turno, por ejemplo que se trague todo el semen en su presencia El tiempo de cada intimidad sexual es de aproximadamente una hora, afirmando la meretrix en su libro que después de acabada la sesión sexual, suele recibir regalos de sus clientes: dinero o joyas. Un Forbes anónimo la obsequió con un Rolex de oro y brillantes la primera vez, y un Mercedes deportivo la segunda, y le dijo que repetiría, por lo que el coño, el culo y la lengua, las tetas, y la maestría para usar todo ese conjunto de esta fogosa y famosa ramera debe ser de medalla de oro olímpica.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 12:56 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri163


Mi compañera del trabajo Mamen

Era un sábado de mayo y estábamos en Sevilla. Ya en la habitación del hotel, me di una ducha con un gel perfumado para liberarme de los efluvios de la leña y el cordero asado que habíamos comido un ingeniero y una ingeniero (Isa) de nuestra misma empresa, y yo. Cuando salí de la ducha, llamé a la habitación del “objeto del deseo de todos los machos y de algunas hembras de toda la plantilla de nuestra empresa”: una despampanante rubia, llamada Mamen, que era una de mis otras compañeras. Quedamos para cenar juntos en el mismo restaurante 5 tenedores de aquel magnífico hotel 5 estrellas.

Mientras cenábamos iba contándole lo hablado en el almuerzo, omitiendo el episodio con Isa. Memorable. Habituado a la dosis de alcohol de los viernes por la noche, acabé la cena saboreando un Chivas, que no hacía sino acrecentar más mi casi molesta erección.

Mamen insistía en que teníamos que repasar los trabajos del lunes, lo que sería decisivo en el curso de las negociaciones con nuestro cliente. Propuso acabar la velada en la oficina de nuestra sucursal de Sevilla, que, por ser sábado, y solos los dos, podíamos trabajar con más tranquilidad, ultimando detalles. Caminando con un ademán profesional la seguí hasta la oficina. Ya en ella, la dejé proponerme mejoras en precio de nuestros productos, mientras yo me debatía entre mi envolvente etílico y un impulso de sellar un apretado beso en sus labios, y seguidamente empujarla suavemente contra la mesa del escritorio.

La miraba mientras hablaba. Hacía tiempo que trabajaba con ella y habíamos colaborado y hecho muchos viajes juntos. Nunca la había visto como la veía aquella noche. Desbordada mi polla por un deseo irrefrenable; ante mí, un pibón de 28 años, pelo rubio, cara guapa, ojos verdes (más verde que los de Isa), cuerpo no muy delgado, pero extraordinariamente proporcionado, e imaginaba tetas puntiagudas bajo la blusa. Por primera vez fijé mi vista en su redondo culo y en sus muslos, y los sopesé con la mirada mientras caminaba con un contoneo natural, pero excitante, para coger unas bebidas de la mininevera de la oficina.

Contra más la miraba, más se me empalmaba. Ardía mi miembro. Cogí dos bebidas y le di a ella la más fuerte Bebía distraídamente mientras tecleaba en el teclado del portátil. Pasado un instante, veía su contento como el calor que se desprendía de su normal compostura, más formal.

Esperé unos cuantos segundos hasta dejar que el efecto del alcohol fluyese como un incentivo. Sentada estaba en un sillón giratorio, el portátil sobre la mesa, y yo sentado en una silla de enfrente, pero me levanté, cogí la silla y me senté a su lado.

Empecé a acariciarle el cuello:

____ Deja eso ahora y relájate un poco. Permíteme que te masajee las cervicales.

Cedía a mi propuesta con cara de alivio. Bajaban mis dedos por su espalda, soltando Mamen un ¡ah! Alejó el portátil y se abandonó a mis dedos, que los acompañé con otros dos de la otra mano, hasta que se dejó caer sobre la mesa, vestida aún, pero con el culo en pompa entre el ordenador y los papeles esparcidos. Y entonces me incliné de lado sobre ella y le mordí la boca, metiendo mi deseosa lengua en busca de la suya.

Se dejaba hacer. Le palpé las tetas por encima de la ropa: eran como las había imaginado: gruesas y firmes. Le abrí la blusa y le quité el sostén, y aparecieron, en medio de dos aureolas marrones, dos rosados pezones erguidos; los mordisqueé, pero conteniendo mi vehemencia. Gemía ella mientras le quitaba el resto de la ropa.

Desnudos los dos, nuestros cuerpos envueltos, y mi miembro presionando contra sus nalgas.

Tras dos segundos, con rápida agilidad descendió y se sentó encima de mis muslos, follándome con la boca, húmeda y cálida. La sostuvo así un rato con un rítmico movimiento de su lengua, lo que me la endurecía hasta unos límites insoportables. Me giré para poder a mi vez lamerle el clítoris. Al ritmo de mis lamidas, ella gemía y la sentía estremecerse, pero seguía con mi miembro en su boca, envolviéndome el glande con sus labios superiores, lamiéndomelo con la lengua en toda su largura y grosor. Hubiese podido permanecer así toda una eternidad, merced al efecto retardado del alcohol. Pero me puso boca arriba, se empotró encima de mí y se la metió de golpe en la raja. Cabalgaba sobre una polla engrosada y marmórea, hasta explotar en un orgasmo que la acometía largos segundos, cayendo sobre mi pecho desnudo, y su cuerpo convulsionándose.

La dejé descansar, y luego la giré. Me posicioné sobre ella en su culo. Acaricié sus nalgas y le pasé el dedo del corazón de la mano derecha por la raja, metiéndoselo después en el agujero del ano, que estaba dilatado a consecuencia de la reciente corrida, y entonces le metí la polla vibrante empujando para ir ahondando. La oía gemir de gusto. Mantuve un ritmo permanente acometiéndolo varias veces, pero el culmen de mi excitación aceleraba mi polla, hasta que con una pronunciada sacudida me corrí largando rugidos. Me recliné sobre ella y le mordí los pezones. Nuestros cuerpos fundidos y enlazados, rendidos y satisfechos, y felices también.


Mientras tanto, el portátil pitaba insistentemente por falta de batería


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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 1:11 pm





Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri164


HISTORIA DE UN AMOR PROHIBIDO
EN UN MOTEL CUTRE POR AHÍ PERDIDO


.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.o.

MOTEL “SAN CUPIDO Y SUS SANTAS FLECHAS”,
A POQUÍSIMOS KILÓMETROS DEL CIELO.
VÍA: “EN EL PURO AMOR NO CADUCA LA FECHA”,
DESVÍO: “DESACELERACIÓN DE LOS MIEDOS”,
CARTEL: “CUARTA SALIDA A LA DERECHA”.

HAY EVIDENTE PUDOR Y VERGÜENZA EN DOS CARAS,
QUE AMEDRANTADAS ENTRAN CON MIRADAS AZARAS
UNA MANO EN ALTO, “LISTILLA” Y TUNANONA, LAS PARA,
Y DE DETRÁS DE UN MOSTRADOR UNA VOZ DISPARA:
“20 EUROS CUARTO CON BAÑO Y CON AGUA CLARA”.

“UN… UN… CUAR…TO… POR… FA…VOR
CON UNA CA…MA QUE BEN…DIGA DIOS”.

“¡A VER, DOCUMENTACIÓN DE LOS DOS!”.
“CUMPLIMOS YA LA MAYORÍA EN AMOR”.
“¡EN VUESTRAS CARAS NO LEO TAL DON!”.
“LO DICEN DOS CORAZONES EN ARDOR:
UNO, ELLA, CANDIDEZ PURA, DIECISÉIS.
EL OTRO, YO, CANDIDEZ PURA, DIECISÉIS”.
“¡15 EUROS MÁS Y YO MUDO, ASÍ ES MI LEY!”.

CUARTO 39, PASANDO DOS METROS LA ALBERCA,
UNDÉCIMA PUERTA DE CHAPA A LA IZQUIERDA.
“APAGO ESTA LUZ, ESTÁ TAN CERCA QUE MOLESTA,
PERO DEJO ENCENDIDA LA DEL BAÑO EN ALERTA.
TÚ, BLANCO Y TEMBLOROSO, TE ME ACERCAS.
YO, SIGO RIÉNDOME NERVIOSA, PERO DISPUESTA”.

“¿NOSOTROS QUE NOS AMAMOS HUYENDO A ESCONDIDAS?
¡AY, SI NUESTROS PADRES SUPIERAN MÁS DE LA VIDA!”
“MI AÑEJA ABUELITA DIRÍA… ¡ESO ES UN MORTAL PECADO!”
“MI MAMÁ REPLICARÍA… “¡SE AMAN, Y ESTO ES SAGRADO!”
“¡Y TODO LO DEMÁS ME TRAE SIN CUIDADO!”

ROPAS DIVERSAS DESPOSEÍDAS SE VAN ESPARCIENDO
POR TODOS LOS RINCONES DE UN CUARTO HORRENDO.
DOS CUERPOS, LIMPIOS Y PUROS, FELICES Y CONTENTOS.
UN AMOR CANDOROSO SE RESPIRA ALLÍ ADENTRO
POR CADA UNO DE LOS POROS DE DOS EPICENTROS
DE DOS INOCENTES ANATOMÍAS ADOLESCENTES.
Y EL DESEO Y LA PASIÓN, SIEMPRE LATENTES,
Y TODOS LOS SENTIDOS AL RELENTE.

LA SIEMPRE HUMANA ANIMALIDAD.
LA ANIMALIDAD HUMANA ES VERDAD.

“MI AMOR, YO NO TE DEFRAUDARÉ”.
“LO SÉ, YO SÓLO QUIERO TU AMOR SER.
Y TODA MI CARNE TAMBIÉN YO TE DARÉ.
PERO TENGO AHORA MUCHA CAGALERA”.
“¿MIEDO…? ¿A QUÉ…? ¿DE QUÉ…? ¿POR QUÉ…?”.
“TÚ SABES QUE TODAVÍA SOY VIRGEN ENTERA”.
“YA, PERO TÚ SABES QUE YO SOY TU SAN JOSÉ”.

“YA ESTÁS ENCIMA DE MI FLOR, QUE SE ABULTA
ME DOMINAS, PERO ESTO A MÍ NO ME DISGUSTA.
ME SIENTO TODA TUYA, Y ESTO MUCHO ME GUSTA”.
GRITOS QUE SALEN DE DOS GARGANTAS ASUSTAN.
AL FIN, AHORA, EL TIEMPO SE PARA Y SE AJUSTA.

“NOS ABRAZAMOS Y NOS DESTAPAMOS”.
“¡FUERA LAS SÁBANAS!”, Y LAS QUITAMOS.
“HACE MUCHO CALOR AQUÍ, Y SUDAMOS”.
“EL CALOR DEL SOL NO LO CONTROLAMOS,
CON EL DE NUESTROS CUERPOS, GOZAMOS”.

“¿SABES ALGO…? ¡TE QUIERO CADA VEZ MÁS!”.
“¿SABES ALGO…? ¡TE DESEO CADA VEZ MÁS!”.
“¿SABES ALGO…? ¡YO TE AMARÉ POR SIEMPRE!”.
“¿SABES ALGO…? ¡Y YO A TI HASTA LA MUERTE!”.

“AMOR MÍO, QUE SON YA LAS ONCE DE LA NOCHE,
OTRO DÍA SEGUIREMOS CON NUESTRO DERROCHE”.
“UN ÚLTIMO BESO ANTES DE LOS AJENOS REPROCHES.
VÁMONOS YA A MIS DOS RUEDAS, QUE ES MI COCHE,
PERO CON CARAS ALTAS, Y NO CON LAS DE ANOCHE”.

“¡ME CACHIS, NO QUIERE ARRANCAR MI VIEJA MOTO!”.
“PUES ENTREMOS DE NUEVO Y HAGÁMONOS EL LOCO”.
“ESTE MOTEL, AL ENTRAR ANTES, NO NOS GUSTABA,
PERO AHORA NOS ENAMORA MÁS… ¡ES LA CARABA!”.

Y DE NUEVO, OTRA VEZ OTROS 35 PAVOS.
Y ESO QUE 15 ACTUARON COMO DE REY MAGO.
“AQUÍ NO SIRVEN CUARTOS POR BUENOS PAGOS”.
“¿QUÉ ES LO QUE SIRVEN ENTONCES, MI AMADO?”
“SÓLO UN AMOR LIBRE, Y LAS EDADES AL LAGO”.

“TODA LA NOCHE CONTIGO, JUNTOS, BESÁNDONOS.
TODA LA NOCHE CONTIGO, JUNTOS, AMÁNDONOS.
Y SÓLO POR 7O PAVOS, LOS AHORROS DE MUCHOS DÍAS.
NOS MERECIÓ LA PENA ROMPER NUESTRAS ALCANCÍAS”.

“¡MI AMOR, MI PADRE ME MATA A MI REGRESO!”.
“Y EL MÍO ME ECHA DE CASA, O ME METEN PRESO”.
“TENEMOS QUE INVENTARNOS UN ALGO DE PESO”.
“EL AMOR ES UN DIOS PODEROSO, ESTO ES CONFESO”.

A LA MAÑANA SIGUIENTE A HORAS TEMPRANAS,
A LA SANTA IGLESIA DE UNA ALDEA CERCANA,
AMBOS DOS A ALLÍ SE ENCAMINAN CON GANAS.
EL CURA LES PIDE AUTORIZACIONES ALTOZANAS.
“¿NO LE VALE NUESTRO AMOR DE ALMAS SANAS?”.
“ESO ES UN FALSO DECIR DE LA JERGA MUNDANA,
AQUÍ SÓLO VALEN BENCICIONES NO PROFANAS”.

DOS FÉRETROS BLANCOS AL CEMENTERIO VAN.
1.500 EUROS POR CADA UNO. Y PUNTO, Y FINAL

DESDE EL MISMÍSIMO CIELO DE DIOS, EL CREADOR,
LUEGO DE PELEAR CON LAS FAMILIAS DE LOS DOS,
RECORDANDO ESTAMOS QUINCE HORAS DE AMOR
Y OLVIDANDO LAS IRAS DE NUESTRA SEPARACIÓN.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 1:22 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri165


Integral derivada



El teléfono suena. Intuyo que no es urgente, y es por esto, que, tranquilo, no lo atiendo. Arde mientras el aceite esencial de pino.

Su vientre, tembloroso sube y baja, baja y sube llenándose de aire de mar. El monte de Venus emana neutra ingenuidad. Espera tendente a la somnolencia, y entonces la veo ir y venir con los ojos, saltarines, segundo a segundo menos pacientes.

Sobre el mullido colchón recaen curvas de ancestral concupiscencia. Mis manos me quitan mal el pijama, amenazan con complementar numerosa sucesión de curvas, con ahogar el poder de dos apetitos en función de lentas florituras de los dedos y el oblicuo vuelo de una golondrina.

Siendo un cuerpo de área indefinida, más allá va su condición de maga, agudiza su oído ante un leve sonido del timbre de la puerta frente a un endeble quejido de la brisa y el albor de un chirimiri... El aroma a pino es conato de paz.

Primavera misteriosa es la que espía nuestros sexos dependientes, nuestras historias constantes de integración, caricias desviadas de las sugerencias no verbales...



¿Cuál será el resultado o la solución?


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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 1:33 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri166


Un escritor brillante


Un escritor (Andrés) y una chica admiradora de él (Luisa), estaban sentados y hablando en el despacho de él, atestada de libros la mesa caoba maciza, anaqueles llenos de carpetas Cae la tarde, la persiana bajada. Titila un punto de luz en el techo.

____ La libertad.

Luisa lo mira con ojos turbios.

____ ¿La libertad?
____ Sí, la libertad, dulce pura libertad. Nunca es hija de su tiempo. ¿Sabes? Los humanos viven esclavos de su hora, como la lombriz o la mosca del agua.
____ No entiendo.
____ Mi niña Luisa. Tú no entiendes porque tu papel en este mundo es otro, distinto. No naciste para entender. Yo, sin embargo, soy listo, inteligente, lúcido….
____ ¡Claro! ¡Tú eres un escritor brillante, Andrés! ¡Un genio!
____ Ah, quizá lo sea. Pero fíjate, jamás alcanzaré la gracia de las rameras, esas que pululan como tórtolas ciegas por el claro del mundo.
____ Pues a mí me gustas así.
____ Y haces bien, hija, haces bien. Además, eres tan hermosa. Oye, chúpame un poco la polla, ¿vale?

Y Luisa, sentada en su silla frente a Andrés:

____ Eres tan brillante, Andrés... Ah... eres mi amo…
____ Sigue chupando. Así, así. Haz que vea la luz. Pobre de mí…
____ ¿Me enseñarás ciertas cosas de la vida? ¿Querrás enseñarme? ¡Por favor, por favor...!
____ Por supuesto. Pero ahora no te detengas. Métetela en la boca. Así. Hasta el fondo.
____ Te admiré desde el primer día que te vi. Tú lo no lo sabías, pero cuando te observaba allí, sentado a la mesa del bar, sin aún conocerte, fantaseaba con tener algo contigo.
____ ¿De veras? Qué maravilla. Pero, ahora deja de hablar y sigue chupando, ¿vale?
____ ¿Te gusta cómo te la chupo?
____ Gustar es poco, me encanta, me chifla...
____ Eres un genio, Andrés.
____ También mi polla es genial.
____ Oh sí. Tu polla de es de premio Nobel.
____ Sí, mi polla cum laude, pero en tu boca. ¡Qué bien me la mamas!

Luisa se detiene

____ Andrés, tienes que prometerme...
____ ¡Ay Señor, Señor… qué…!
____ Prométeme que me enseñarás.
____ Qué cosa.
____ A ser como tú. A vivir la vida pura del intelecto.
____ Me temo que eso sería imposible en tu caso, Luisita mía.
____ ¡Pero por qué! Quiero conocer la verdad de la vida, puedes ilustrarme. Tú eres capaz de todo, Andresito pollón mío.
____ Verás… sigue con lo que estabas haciendo... eso es. divinamente, divinamente lo haces. ¿Por qué iba a necesitar una talentosa chica como tú conocer la verdad?
____ ¿De veras crees que tengo talento?
____ Tus talentos son los que son. Sigue chupándomela, chiquilla.
____ Mi madre decía que yo iba a llegar lejos... ¡glup!
____ Ah, desde luego, preciosa mía… ¡Ah…!
____ Pero ¿qué clase de talento ves tú en mí, Andrés, amor?
____ ¿Recuerdas que hablé de las furcias que pululan... ¡ah! por el claro del mundo? Pues tú tienes todos y cada uno de los dones de una divina furcia, sin serlo, por supuesto… ¡Ah!

Luisa se detiene de nuevo

____ No me gusta oírte decir eso.
____ Es la verdad. Yo escribo libros, tú la chupas como los ángeles. ¿Cuál es el problema?
____ Yo también quiero escribir libros.
____ Imposible. Sería como si yo chupase pollas, un absurdo, ¿entiendes?

Luisa engulle la polla hasta el fondo. Nota el bulto de él en su garganta, afloja la presión, sacándola hasta sentir el capullo en la estera de su lengua. Lame con fruición, deja escapar una lágrima. Andrés echa hacia atrás la cabeza con los ojos cerrados. Está casi a punto.

____ ¡Oh, soy un hombre listo, inteligente, lúcido…!
____ ¡Umppp…!¡Umppp…!
____ ¡Me corro! ¡Libérame! ¡Luisita mía, desata las mareas! ¡Ah!
____ Lo siento... Uhm...ugl...lo siento mucho, Andrés....
____ ¡¿Qué sientes qué?! ¡Ay!

Luisa aprieta los dientes. Un tajo profundo en la carne. El sabor de la sangre en su boca. El gañido de él lo ve derrumbarse al suelo con las manos entre las piernas, los pantalones por los tobillos, hasta que finalmente cae sobre un costado…


…y gime, y grita, y llora, él también ahora

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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 1:42 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri167


Pintor “pinta” pintando

____ Inclina un poco la cabeza hacia atrás, Paca.... así... así…
____ ¿Te soy suficientemente inspiradora, Alfredo mío?
____ Más que eso, Paca. Pero ahora quieta. ¡Eh, ¿qué haces?!
____ ¿No te gusta?
____ ¿Estás sobándote el coño?
____ Ya lo ves, ¿es que no te gusta?
____ ¡Espera! Deja ahí la mano, justo donde la tienes…
____ ¿Así?
____ Perfecto, quieta. Dame un minuto, sólo un minuto…
____ Píntame, mi calvo divino. Y luego fóllame, fóllame sin parar.
____ Espera... espera…
____ ¡Alfredo mío, no puedo más!
____ ¡Joder, no te muevas, Paca! ¡Quieta… quieta…!
____ ¡Fóllame aquí en el sofá, o en pie, o cómo quieras, o dónde quieras...!
____ ¡Quieta ya, joder! ¡Lo estás echando todo a perder!
____ ¡Párteme en dos con tu polla, pínchame las tetas con tu lápiz!
____ ¡Mierda! Vuelve a esa postura. La que antes tenías.
____ ¡Pero fóllame ya, artista mío!
____ ¡No me toques, no me toques, Paca! ¡Atrás, atrás!
____ ¡Entonces me follaré yo! ¡Pero no dejes de mirarme, me excita!
____ ¡Qué desastre de dibujo!
____ ¡Ahhh!
____ ¡Este dibujo es una mierda!
____ ¡Alfr… Alfre… Alfredooo, me corroooo! ¡Me co...! ¡Ahhhh…!
____ ¡Así no se puede dibujar! ¡Imposible! ¡No puedo!
____ Muéstrame tu bloc, maestro mío. ¡Eh, ¿qué es esto?!
____ Como no te estabas quieta....
____ ¡Oh, me encanta! ¡Es tan... frenético… tan… erótico…!
____ ¿De verdad que te gusta?
____ ¡Me fascina! ¡Es maravilloso!
____ ¿Esa porquería?
____ Pues a mí me resulta encantadora tu porquería.
____Tendré que pensar. Pero ahora que te has desahogado, quieta unos segundos, voy a dar el último retoque.
____ ¡Eh, ¿qué estás haciendo otra vez?!
____ Estoy ardiendo y creo que me voy a correr de nuevo.
____ Debí buscar otra modelo.
____ ¿Es que yo no te gusto como modelo?
____ ¿La verdad? Me gustas más como amante.
____ ¡Entonces deja el puto bloc, y el puto lápiz y méteme ya la polla!
____ No dejaré el fornicio, pero antes mi oficio.
____ ¡Pues entonces buscaré a alguien que me folle!
____ ¿Qué? ¡Al carajo el bloc y el lápiz!

Y se la folló, y bien follada quedó, incluso el polvazo la reventó, soltando rugidos los dos. ¡Qué digo rugidos, aullidos a porrón!


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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 1:50 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri168


Tú has dejado de quererme, o nunca me has querido

Tú sólo has querido de mí mi dinero, mi solvencia social y financiera y, sobre todo la protección que te he venido dispensando, pero que ya acabó.

Sin embargo, hoy me gustaría que hubiese un poco de sorpresa, una sutil novedad en el aire quieto de esta alcoba. Pero tú no puedes evitar ser tú misma. Te gusta pisar fuerte. Tu llave siempre encaja en todas las cerraduras, como si tuviese el don de la infalibilidad.

Sigo leyendo mi libro, mientras tú, airada, caminas sobre el suelo de este cuarto grande. Mientras vas caminando me vas maldiciendo porque crees que no te he comprado aún el reloj Rolex de oro y brillantes y el abrigo de piel de visón tan ansiados por ti desde tiempo. Tu presencia define la avaricia. Tú entera escapas a toda lógica.

Me fastidia que, con malos modos, empujes hacia el suelo la pierna que mantengo cruzada sobre la otra y que me sirve de apoyo para sostener el libro que leo desde años. Podrías ser más amable. Pero como sé cómo sigue la historia, paso de reprochártelo. Te miro mientras tus dedos, “obligados por tu alta minuta”, abren la cremallera de mi bragueta y se meten más adentro explorándome mis secretos. Y ahora me pregunto para mis adentros si alguna vez te he gustado. Suspiras falsamente, te enciendes un cigarrillo y sigues con tu comedia, como si lo que tienes entre tus indiferentes dedos no tuviese nada que ver con mi cuerpo.

El olor del cigarrillo invade la estancia mientras aposentas tu hermoso trasero en la cama, después de retirar el cenicero atiborrado de colillas. Me resulta despreciable el ver cómo tu respiración se acelera teatralmente, al tiempo que “la” que está toqueteando aumenta de volumen. Tengo que reconocer que al menos has tenido la delicadeza de sacármela al aire antes que estalle la tela de los calzoncillos. Me gustaría saber por qué me miras la polla con tan asqueada mirada en tus ojos, mientras tus dedos se desplazan con rudeza sobre la piel, tersa y caliente.

Abandono descuidadamente el libro sobre el suelo. No me preocupa saber por dónde he dejado la lectura porque podría recitar capítulos enteros. Pero esto me da igual en este momento. Ahora lo que me importa es recostarme sobre la cama y separar las piernas para ver y gozar el espectáculo de tu boca trabajándose mi miembro, que verterá enseguida parte de mi alma, grumos que empezarán a descender desde lo más alto de mi cumbre en busca de un lugar cálido.

Jamás dejará de sorprenderme el contraste entre tu naturaleza burda e incontenida y el brillo de tu piel, casi transparente, como también el aparente absurdo que existe entre tu vocación indecente y el color delicado de la gema que meses atrás adorabas.

No sé qué haces aquí ni quién te trajo. Espero con ansia el día que sea capaz de negarme a probar lo que me ofrece tu cuerpo, cuando, al fin, te quitas tus elegantes indumentarias y exhibes una completa desnudez en esta alcoba fría, y no porque no haya calefacción.

Me es imposible pasar por alto los escalofríos que me recorrían mientras te inclinabas y me la lamías. Pero hoy no es a mí a quien se lames, aun tus ojos pretendan ofuscarme. Ahora estás pensando en algún otro gilipollas como yo. Ahora calculas más y mejor el tiempo; más tiempo, más dinero. Es por ello que desaceleras la lengua con movimientos estudiados y con la avaricia de conseguir de mí más minuta.

Espero ansiosamente el día en que pueda negarme, pero no será hoy. Conozco y recuerdo aquellos momentos que invadían la mujer que conocí, mientras el surco de su geografía se apoderaba de todo mi cuerpo. Entonces se establecía un placentero movimiento entre mis estímulos y sus reacciones, una corriente de retroalimentación en la que todo tendía al infinito Cada gemido anunciaba uno más hondo mientras su boca lamía con desenfrenada pasión, y con la tranquilidad de una que no imaginaba ni por asomo que estaba próximo un calamitoso final. Entonces no había silencios desgarradores, sólo había amor, deseo y pasión.

Me gustaba el tono urgente con el que entonces ordenabas: ¡fóllame! Y no se te podía contrariar, y tampoco yo quería. Adoraba el obtener una corriente de sollozos cautivos, como única muestra de debilidad que podía conseguir de ti. Estabas siempre tan húmeda que parecías una prolífica fuente, y yo sabía lo que tenía que hacerte, pero que no quería hacértelo hasta que no me lo pedía la expresión en tu cara.

La rotundidad de tu respuesta se asociaba con las suaves caricias que mis manos aplicaban a tu bajo vientre, como queriendo alargar el placer. Tu sabiduría en este campo no tenía límites. Trasladabas tu ansiedad de lugar, como anticipo a tu siguiente y conocida orden. y pensando yo en cuánto campo podría regar. Pero ahora eres frígida e indiferente conmigo y es por esto, que con ninguno de mis intentos doy en tu diana. Claro que, pensando, esto no es una cosa que tenga hacerse en forma urgente. Es mucho mejor que corra el tiempo y el dinero, y así sentir siglos como segundos, mientras mis dedos entran lúbricos en tu oscura depresión, no prestándole tú atención al estertor que ruge sobre mi pecho.

Mentiría si te dijese que ya no te quiero, sólo sé que en este momento no lo recuerdo. Es como una borrachera de todos los sentidos, como si mi cuerpo fuese un mar revuelto de locuras o un pozo de deseos, en los que nunca cabe el pensamiento.

No sabría decir quién eres o quien soy mientras apoyas tus manos en mi cuerpo y empalas contra mi polla. Controlas tus vaivenes, pero mientras me bebo yo el sudor de tu cuerpo, loco por el ansia de recibirte plenamente. Cada embate mío, amenaza con hacerme arder en las mismísimas calderas de Pedro Botero, pero es tan sufrible ese calor de infierno, estas libres gotas de sal corriendo en tu cuello humedecido, ese sabroso olor a hembra rebelde... esta puta locura mía...

El sol está más alto, cuando, al fin, me entierro en tus entrañas. Corre el sudor en mi torso, como fina lluvia, mientras suspiro con una contención no lograda, y un chorro de líquido avanza incontenible, dejando su huella sobre la sábana.

Podría decirse que me quieres y me sientes mientras reposan nuestros cuerpos, exhaustos. Pero nada más lejos de la realidad. Pegas un salto y sales de la cama y te vas al cuarto de baño, y entonces creo ver un espejismo. ¿De quién es ese esbelto cuerpo que se aleja y me abandona? ¿De quién es este aroma que quedará dando vueltas por toda la casa? ¿Qué es lo que haces aquí, tú, que ya no te conozco?

“Has dejado de quererme o nunca me ha querido”, pienso

Luego de vestirte a una velocidad asombrosa y antes de salir de la alcoba, me exiges más dinero, y siempre sin mirarme a la cara. Pero yo, tan altruista de ordinario con tu persona, ya te había dejado un taco de billetes de 500, recién paridos, nuevos, encima de la mesita de la entrada, junto con un Rolex de oro y brillantes, y un abrigo de visón colgado en la percha del recibidor

Puedo oír un fuerte taconeo de pasos firmes y decididos sobre un parqué derrotado. Una puerta que se abre violentamente y se cierra de un portazo. Ni siquiera se ha molestado en decirme adiós, ni en darme un beso, aunque de despedida en la mejilla.

Es entonces que recupero el libro del suelo y, pensativo y también un poco entristecido, empiezo a leer de nuevo por cualquier página que de mis dedos abrió el libro.

Y mira por dónde, irónicamente aparece esta lectura...


Los hombres se rigen por las curvas del placer; las mujeres se rigen por la línea del interés



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 2:07 pm



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Maldiciones de una esposa traicionada


¡Ojalá que te enamores locamente de ella y que te sobrevengan delirios atortolados, propios de un loco de remate!

Ojalá que la veas la más hermosa, incluso que lo sea.

Ojalá que abuses de venerar su anatomía como si fuese un templo sagrado, y que la desees a todas horas con una intensidad ilógica, rozando lo enfermizo.

Ojalá se te fracture el cuello cuando te gires para ver la fascinante habilidad que tiene para mover sus caderas y su culo.

Ojalá que por conservar su aliento aprendas a respirar al revés.

Ojalá que diariamente te postres a sus pies para, con avaricia, lamérselos, y que tus ojos se den la vuelta hasta quedarse alucinando en blanco, el color máximo de la alucinación.

Ojalá que recibas la noticia de que vas a tener un hijo, y que un exceso de dicha dé pie a una boda, frustrada porque yo no te conceda divorcio, con decenas de fotos de la expresión de tu cara como recuerdo de tan enorme desilusión.

Ojalá que en la cocina permanezcas inmóvil o que te levantes a intempestivas horas de la madrugada para prepararle lo que a ella le salga de su coño, y que nadie como tú sepa hacerle los platos que más de su gusto sean.

Ojalá que te acoja cada día con la más dulce de las sonrisas dedicada a tu presencia, y a la vez tú la colmes de esperanzas que den sentido a vuestras vidas.

Ojalá que te enamores perdidamente de esa mujer con la que me la estás pegando, hijo de puta, que yo me estoy acostando con hombres más jóvenes que yo y que tú qué me hacen virguerías en la cama. Y que cuando estés más entregado, en forma irreversible, cuando tu voluntad sea la suya y sus errores tus complejos, cuando te falten cojones para ser capaz de ver el mundo si no es a través de sus avasalladores ojos, ojalá que entonces te ponga los cuernos hasta con tu puto padre, que ojalá te contagie una sífilis y que te salgan llagas hasta en las uñas.

Ojalá que tengas que perdonarla miles de infidelidades porque nunca puedas imaginar la vida sin ella, y ese amargor punzante te cause una incurable alopecia.

Ojalá que permanentemente hables solo por las calles.

Ojalá que te veas más solo y más perdido que el barco del arroz.

Ojalá que después de un molesto embarazo dé a luz un hijo idéntico a tu mejor amigo, que sus tetas queden brevas y que se le retuerza el vientre, que su cuerpo tenga más estrías que un barranco, que le salgan varices hasta en el paladar y que un sobrepeso la convierta en un amasijo de carne defectuosa y maloliente.

Ojalá que no quiera acostarse más contigo, culpándote de que no “la dejas satisfecha”, y que tú te conformes.

Ojalá que sus guisos te causen incontrolados cólicos, su café migraña y el olor de sus pies arcadas, y que a pesar de todo esto no consigas nunca dejar de amarla, aunque sólo sea eternamente.

Ojalá te engulla tu trabajo para poder saciar sus caprichos.

Ojalá que tu familia te abandone porque eres un cabrón miserable.

Ojalá que tus amigos más íntimos te pongan de mote el nombre de algún astado vitorino, y que se rían de tantas burlas apuñaladas a tu espalda.

Ojalá que de continuo escuches por todos lados zumbidos insoportables de infidelidades de ella.

Ojalá que no puedas dejar de amarla con desespero, sin ser correspondido por ella, hasta que tu muerte súbita os separe, que entonces seré yo, tu esposa, la que cobre la sabrosísima pensión de viudedad por tus 35 años, a la alta, cotizados.[/color]



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 2:14 pm



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Orgía entre amigos

Estaba medio borracha cuando se me pasaba por la cabeza. Sentada en el sofá junto a su nuevo flirt, y mis hormonas jugaban con mis sentidos. Me miraba con sus penetrantes ojos y de algún modo sus labios rojo carmín me incitaban a ser traviesa. Se lo estaba pasando bien. Era un fiestón entre amigos adolescentes de rock, alcohol, drogas y sexo. Pero había una distancia que no era capaz de recorrer. Habíamos hablado de sexo, y yo estaba ya que me subía por las paredes.

Año atrás, ella y yo habíamos tenido un episodio lésbico, pero desde que empezó a follar con uno, fin del libro. Cerraba con él y se abría con una tía. Pero ahora estaba sola, y a mi lado su amor. En verdad, me hubiera gustado explicarles abiertamente que me daba igual uno que una, o los dos a la vez, aunque, si soy sincera, confieso que prefería una: ella.

Sentía atracción por su chico y por cómo me había hablado ella de él. Su camiseta apenas dejaba ver lo que había bajo ella. No era de esos tipos que se acicalan como un modelo. Si no fuera por ella, me hubiese pasado totalmente desapercibido, y no creo que él tuviese interés por mí. Pero bueno, las hembras seguimos siendo el gran enigma para los machos.

Seguíamos bebiendo y charlando, y él allí, sin moverse del sillón, y yo en otro a su lado. No podía evitarlo, pero por vez mis ojos se iban a la parte más abultada de sus vaqueros que algo dejaba intuir. “¿La tendrá grande?”, pensé, mi pulso se aceleraba a mil. Ella me miraba apretando los labios, gesto que ambas solíamos hacer cuando queríamos decir... “¡uf, vaya escaparate!”.

Sus labios creaban un dilema; no sólo podían significar sexo, podían ser un beso, un coche u otra cosa, pero siempre implicaba un máximo deseo.

En ese momento, y con buena dosis de alcohol como excusa, si fuese necesario, me dejaba caer hacía atrás con el pelo cruzándome la cara. Mi mano se desplomaba en su bajo vientre... ¡Estaba terriblemente empalmado!

____ Alcánzame mi litrona -le pedía.

Todo estaba perfectamente calculado; mi litrona en la mesa, y al yo inclinarme para recogerla de su mano, la mía caía, “sin querer”, en su polla. Y ahí estaba su tranca, grande y tiesa bajo un pantalón ancho que, a mi parecer, no le hacía justicia.

Mi corazón se disparaba y una risa debía dejarse oír. Con toda probabilidad, una de mis risas más sinvergonzonas. Pero la cosa no quedaba ahí. Cuando cogía la litrona me disponía a beber, ¿y a qué no saben dónde estaba mi mano y cuál era su punto de apoyo? Pero yo, a mil y agarrada a su polla, pero él, ni parpadeaba. También ella estaba a igual velocidad que yo. Sus impolutas tetas parecían querer abrirse paso en el escote, y sus escrutadores ojos me devoraban. Y yo, aguantándome.

Justo cuando acababa de beber, llevaba la mirada al chico, que paralizado parecía. Pero lo que quedaba por descubrir era el consentimiento de su “novia”, para hacer un trío, uno de esos menage a trois, a decir de los franceses

Por un momento no quería hacer lo que estaba haciendo. No era pensar que había dejado de ser casta y pura. No. Era mi amiga ante mí, y la idea de follármela. Soltaba la tranca del tío y me retiraba mientras ponía la litrona en la mesa. Estaba borracha, había bebido demasiado. Era uno de esos momentos en que los ojos te muestran los movimientos a alta velocidad. El monitor HD de mi cabeza se habría jodido, y cuando venía a darme cuenta estaba quedándome frita.

Mi amiga me comentaba algo lascivo y aunque no lo entendía, pronto reaccionaba y sentía un escalofrío en mi cuerpo, que drenaba la temperatura, proyectándola, y ahora mi coño volvía a enfocar con precisión justa por la tigresa depredadora que llevo dentro de mí.

____ ¿Estás bien? -me preguntaba no sé quién, dos veces seguidas.
____ Sí, sólo que no tengo coño de levantarme -respondía, riéndome.

La verdad era que no me sentía tan mal, y una vez en pie, me veía mejor. Mi amiga, preocupada por mí, se había puesto a mi lado y me ofrecía su mano. Desde los15 años bailábamos danza tras danza.

Me cogía la mano y sentía su amabilidad hacía mí. Era una chica delicada. Tenía los ojos verdes más guay que nunca había visto, y su piel “me ponía”; suave de cabeza a pies, o como en este caso, hasta las puntas de sus dedos. Era guapísima: bellos rasgos en la cara y carnosos y suaves labios. Su pelo castaño, el yodo del mar lo convertía rubio. Pero, en todo caso, estaba como un queso, para los amantes de este lácteo; para los amantes de la RENFE, como un tren.

Sin duda alguna, esa noche estaba yo más caliente de lo habitual en mí al contacto físico. El mero roce de mi piel hacía erizarme entera. El chico nuevo estaba al loro y lo percibía.

____ ¡Estoy buenísima, de puta madre! -gritaba al aire.
____ No bebas más -me aconsejaba no sé quién.

Pero ese tono sonaba a insinuante, y no me extrañaba porque mi tonteo ponía más que cachondo a todiós, y hacía poco estaba cogiéndole y mimándole la polla a uno que no conocía de nada, como si algo mío fuese.

Alguien me llevaba al sofá y me tumbaba en él. Mi amiga y uno que aparecía, no sé por dónde se ponía a mi lado, y mi amiga en el otro lado.

El efecto de las luces era confuso. Sentía como si mi excitación batallase contra el alcohol en una encarnizada batalla, donde mi gran aliado era el contacto físico. Les preguntaba si se iban a ir a follar. Decían que no, que no querían dejarme sola. Con un gesto amable, les agradecía el detalle.

Después de esto, la charla derivaba a porno, y yo me sentía como las cataratas del Niágara. Con el chico me era extremadamente difícil un acercamiento, pero con mi amiga no. Me echaba en su regazo y sentía sus tetas contra mi pecho. Al poco, me incorporaba y le preguntaba:

____ ¿Puedo? -señalando una de ellas, atrapada en un sostén negro de licra.

Ella afirmaba y su amigo corroboraba. Luego, ella cogía mis pies y los sostenía con firmeza y también con ternura. Era mi mejor amiga, amable y considerada conmigo. Nos queríamos mucho.

Hacía algo que me sorprendía, pero enseguida me sacaba una sonrisa. Ponía mi pie sobre la polla de él. No estaba tan dura como antes, pero mis eróticos vaivenes iban a darle solución al problema. El otro pie lo sostenía en las manos y lo masajeaba. Era difícil que me diesen a mí un masaje en los pies y no me hiciesen cosquillas, pero él lo conseguía.

Mi amiga me miraba y jugueteaba con mi cabello. La charla ahora era excitante, debido a la calentura que teníamos. Por mi parte, introducía el brazo por detrás de la cintura de mi amiga, que no tardaba en dejar caer el suyo sobre mis muslos. Para mi desgracia, el tener su cabeza apoyada me imposibilitaba palpar el miembro de él; ahora duro, tan duro como para ser confundido con un palo. ¿He dicho palo? ¡Si no podía ser comparada con el de un semental, al menos no por mí! Era una tranca enorme, una de las que a cualquier mujer le encantaría follársela a sus anchas, una vez al menos, aunque a escondidas las casadas de sus esposos.

El chico nuevo y yo nos dedicábamos una mirada. Me miraba con esa cara de... “¿y ahora qué?”. Aun eso, parecía que se rendía fácilmente.

De inmediato, ponía mi otro talón sobre él. Dejaba de masajearme y por contra, se presionaba su polla con la herramienta que yo le había facilitado: mi pie, que yo lo movía a mi libre albedrío.

Jugueteaba con el pelo de mi amiga y pasaba el índice por sus labios. Me moría por follar con ella, y es que hacía tiempo que nada podía detener mi lívido, y más aún al estar sentada entre dos buenas piezas, de diferentes sexos, pero condenadamente guapas. No sé si era por las hermosas tetas de mi amiga con sus apetitosos pezones, o por el macho macizo de tripa dura y polla tiesa que, con buen tacto y no menos destreza, me había masajeado, y en semejantes o tales circunstancias el alcohol era una ridícula traba, hasta el punto de que ni la pejiguera de los riesgos morales de mi amiga podían impedir que fuese ella la que moviese la primera ficha.

Mis dedos se deslizaban en claro desacierto por debajo de su barbilla. Volvían a su boca, y allí me explayaba hasta que la abría. El gesto era erótico, y se mojaban mis dedos. Recorría sus mejillas dejando un mero rastro suave con la punta de las uñas; luego, dejaba caer los dedos en el borde del escote. Ella me miraba como si fuese mi confidente, y el chico, que lo intentaba pero que no podía, se hallaba incómodo pensando que de un momento a otro confesaría, y su novia estallaría en ira.

Cogía su pecho y tras suspirar, apretaba sus labios y me miraba fijamente. Sonreía y empezaba a acariciar mis muslos. Yo no podía más, así que le cogía la mano y me la pasaba por debajo de las bragas. Su mano se encontraba con mi joya, y yo tensaba los músculos. El corazón se me salía por la boca, incluso soltaba un rugido. Mi talón se clavaba en la polla del chico nuevo.

Mi amiga reía y se ponía roja como tomate, pero al girarse hacia su novio, él la cogía con ambas manos, arrastrándola y dejándome a mí sin ella. Me incorporaba y veía cómo la mano del chico nuevo se deslizaba bajo la blusa de mi amiga, tocando sus tetas como antes mis pies. Desde atrás besaba su cuello, y mi amiga extasiaba con sus labios entreabiertos y sus luceros verdes mirándome.

Le sonreía y trepaba por el sofá hasta que me era posible acapararla para chuparle los muslos. Subía restregando mi cara contra sus tetas, donde también trabajaba a destajo el chico nuevo, y después quedábamos cara a cara mirándonos, fijamente y con lujuria en los ojos.

Finalmente, mi mano derecha se posaba en su humedecida polla, y dos dedos de su mano, empapados, cortaban orejas y rabo dentro de mi coño.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 2:26 pm





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Dos cuarentonas me la exprimieron hasta la última gota


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Hola, Soy Javi, un chico sevillano, soltero, 27 años, alto y moreno. Me gustan a rabiar todas las mujeres, pero más las maduras, por lo que se puede decir, sin riesgo a errar, que soy un enamorado de las cuarentonas e incluso cincuentonas. Un día usé, sexualmente hablando, a dos maduras, amigas mías y clientas asiduas de mi negocio de SexShop. Pero nunca me insinué a ellas.

Diana rondaría en los 47; alta y grande, divorciada, y con algunos kilos de más, que su altura paliaba; melenita caoba, orejas normales, boca grande, ojos verdes, que se agrandaban detrás de sus bonitas gafas. No era fea, pero su cara era lo de menos, sus poderosas y moldeables tetas y su culo grande y redondo, hacían no fijarse en nada más. Siempre potenciaba su cuerpo con unos escotes pronunciados y mallas ajustadas. Era educada, pero a veces largaba contestaciones fuera de tono, que en el momento de pronunciarlas me habría gustado interrumpirla metiéndole la polla en la boca.

María andaba cerca de los 48; alta, y gordita también, y con unas mamas redondas que no escondía, porque, al igual que Diana, siempre aparecía con un escote que con sólo verlo me entraban ganas de bajarme los pantalones y meterle la polla en el canal. Su culo era también grande, pero bien plantado, que lo realzaba con tacones que la convertían en una Monroe. Rubia y atractiva, con el pelo largo, ojos azules y boca proporcionada. Se veía a leguas que más joven sería una Matahari. Al menos conmigo, siempre se mostraba sexy y atrevida, altamente experta en el sexo.

María seguía casada. Su cónyuge era un tipo bajito, calvo y muy hablador, que sería millonario, si no, no entiendo cómo había acabado con él, pues por su corpulencia se veía que era incapaz de satisfacer en sexo a su explosiva esposa. “Yo te dejaría el coño encharcado todas las veces que quieras”, pensaba cada vez que la veía entrar a mi tienda contonearse deliberadamente.

Un día mis deseos se hicieron realidad, y por partida doble. Diana tenía una tienda de ropa de caballeros y resulta que el hijo de María cumplía años al otro día y quería regalarle unos pantalones y casualmente se dio cuenta de que su hijo y yo teníamos la misma altura y hechura, así que me pidió con una insinuante sonrisa en los labios que si no me importaba hacerle de maniquí probador. Ingenuo que es uno, que no se me ocurrió pensar que entre las dos taimadas maduritas me habían tendido una trampa. Eso sí, una deliciosa trampa…

Aquella noche no tenía plan, así que accedí, aunque sólo por ver dos cañones de casi 50 años fuera de sus trabajos. Cuando cerré la tienda me encaminé hacia la tienda de Diana (está a dos calles de la mía) que ya habíamos quedado que estaría esperándome para que le sirviese de probador. Llegué y pulsé el timbre de la puerta de su casa. Parecía cerrada, pues tenía bajada la mirilla.

____ ¡Está abierta, empuja, Javi! -escuché la voz de Diana desde adentro.

Entré y cerré, y me fui al origen de la voz; y allí estaba Diana, apoyada en una larga mesa de madera, donde había un rollo de tela y un metro de sastre. Vestía camiseta de mangas cortas, con casi todos los botones desabrochados, que debido a su pose dejaba ver una provocativa iniciación de su canalillo, y sus pechos parecían luchar uno con el otro por salirse. Llevaba ajustada faldita azul de unos diez centímetros por encima de las rodillas, y unos zapatos de tacón medio. Maquillada con rímel en ojos, colorete en mejillas y rojo carmín en labios. Quedé hipnotizado con su imagen, pero medio me repuse y conseguí decirle:

____ Hola.
____ Hola Javi -alzó la vista y me pilló embobado mirando sus tetas-. Tengo listo ya los pantalones para que te los pruebes.
Se incorporó, me miró y enseguida se abrochó todos los botones. Luego. cogió de un muñeco maniquí un pantalón de pinza gris marengo.

____ ¿Me cambio aquí mismo? –le pregunté, buscando con la vista un lugar donde tener más intimidad.
____ A mí me da igual. Si no te importa a ti que te vea en calzoncillos… -me miró por encima de unas gafas modernas, pero era una mirada que no le había visto nunca, y se mordía ligeramente el labio posterior.
____ Pues si no te importa a ti… –respondí, con desparpajo.
____ ¿Cómo me va a importar el ver un chico joven y guapo en calzoncillos? -dijo en tono que no ocultaba insinuación.

De pronto, se hacía un corto e incómodo silencio, pero enseguida empezamos a reírnos. Me quité la camiseta, el pantalón y los calcetines. Me disponía a ponerme el pantalón de la prueba, cuando vi que Diana me miraba de arriba abajo.

____ Uf miarma, cómo se nota que te cuidas. Debes triunfar con las chicas-. -me dijo retirando enseguida la vista de mi cuerpo, como evitando excitarse.
____ La verdad es que no me puedo quejar. Pero me van más las chicas mayores -le respondí, aprovechando la coyuntura.

Me miró retadora, como a punto de decir algo, pero sonó el timbre de la tienda. Era María, que llegaba un poco tarde.

____ Está abierto, María -dijo Diana, mirando de nuevo mi cuerpo.

La recién llegada lo primero que miró al entrar era mi paquete. Vestía blusa verde, que apenas podía ocultar buenas tetas, y vaqueros muy ajustados que remarcaban sus curvas hasta el infinito.

____ ¡Jo Diana, que bien acompañada te veo!
____ Ya, ya podría estar así siempre -respondió Diana, riéndose pícaramente.
____ Pobre Javi, va a pensar que queremos violarle -me plantó dos besos. Entre su olor, la visión de las dos crujientes gorditas y lo subidito de tono desde que entré en la tienda hacían que se me empitonase la polla, observando que se estaban dando cuenta de que mi bragueta iba a estallar.
____ Bueno, voy a probarme el pantalón –cambié de tercio y cogí la prenda.
____ ¡Pero chico, ¿qué prisa tienes?! -dijo María-. Por nosotras no lo hagas, así estás mu requetebién.
____ Y por lo que veo tu polla también -terció Diana señalando mi paquete.
____ Es que dos bellezas maduras me estén mirando con esos ojos, pues… -conseguí decir un poco cortado.
____ ¿Pues qué? -preguntó María, sonriendo.
____ Pues que excita a cualquier tío que no sea maricón.
____ Podríamos hacer un trato con este chico guapísimo, ¿no, Diana?, dijo María acercándose a su amiga.
____ ¿Qué propones? -dijo Diana, aparentando estar descolocada.
____ Simple, si nos enseña cómo de excitado está, nosotras le ayudaremos a que se le baje la excitación -y paseó su lengua por sus labios.
____ ¿Lo dices en serio, María? -preguntó Diana.
____ Muy en serio. A Javi no le importará y yo estoy lampando por comerme una buena polla, que hace tiempo que no cato una así.

Miraba en silencio a las dos y también alucinado. Sabía que María era una “salida”, y aquello me lo confirmaba. ¿Estaba persuadiendo a Diana para que entre las dos me comiesen la polla? Bueno, no. Todo lo tenían bien estudiado.

Pero yo no lo dudé y les dije:

____ Me ofrezco a vosotras las veces que sean. Mi polla es vuestra -y dicho esto y sin esperar un segundo me bajé los calzoncillos y los aparté a un lado. Y salió mi briosa rebotando de arriba abajo, movimiento que ellas acompañaban con la vista.
____ ¡Guau! -gritó María acercándose más a mí dándome un morreo, me apretaba el culo con las manos. Yo hacía lo propio palmeando sus nalgas. Cuando dejó de besarme, empecé a sobarle las tetas, y salían de su cárcel de tela. Eran más grandes, y más firmes de lo que había imaginado, y sus pezones parecían decir: “chúpame”. Y obedecí. Hundí la boca en sus marrones y empecé a chuparlos. En ese momento no me hubiese importado cambiar mis dos piernas por dos bocas. María no paraba de gemir y de acariciarme la polla. Pero Diana, aún no se había movido. Flipando en colores estaba con lo que veía.
____ ¡Métetela en la boca y chúpamela! –le ordené, tremendamente caliente.
____ ¡Ahora mismo, loca estoy por comérmela! –y María se agachó mirándome a los ojos y con sus tetas al aire.

La engulló entera. Sentía su garganta en mi capullo y cómo se despegaba mientras la retiraba de su boca. Estaba de rodillas frente a mí con sus manos entre las piernas y dándole un homenaje con los dedos a su pipa.

____ ¡Qué rica! -era lo único que decía.

La cogí de la cabeza y acompañé sus movimientos, lentos pero constantes. Mi polla crecía muy dentro de su garganta. Diana parecía que se había volatilizado. María se percataba también. Veía a Diana más recatada, a pesar de ser una de las partes de aquella bien montada estrategia.

____ ¡Diana, no sabes lo que te estás perdiendo! –y apartaba mi polla de su boca y la apoyaba en su cara-. ¡No vayas ahora de estrecha, que ya hemos hablado de la polla de Javi mogollón de veces y estas deseando de comértela tanto o más que yo, pero ahora es mía! –y hablaba sin soltármela.
____ Sí, pero de ahí a hacerlo… Va a pensar Javi que somos unas putas.
____ Nada de eso. Sois estupendas y os gusta jugar. Diana, vente a aquí y comparte mi polla con tu amiga como buenas hermanas.

Se me quedó mirando como indecisa, y luego, como avergonzada, bajó la mirada y se arrodilló al lado de María. La cogí del brazo y la levanté para besarla, y después le acaricié las tetas a dos manos. A diferencia de las de María, las suyas eran blandas y parecían más grandes a través del tenso sostén. Estaba yo como loco haciéndolas vibrar ayudado de mi lengua, mientras María no dejaba de mamármela intentando sin éxito que saliera la leche calentita.

____ Por respeto, nunca me insinué a vosotras, pero ni imagináis las de veces que he deseado lamerle los pezones a Diana y que tú, María, me chupases la polla –les dije, disfrutando el momento.
____ ¡Mucho hablar y mucho sobar, pero María se ha apoderado de tu polla! -dijo Diana en uno de sus ataques.
____ Tranqui, Diana, luego de esta sesión de mamadas te voy a follar como nunca te han follado –y la cogí de la cintura.
____ No, si lo digo porque también quiero comerte la polla –se agachó y le arrebató a María mi trozo de carne verticalizado-. Para follarnos ya tendrás tiempo, si es que te lo ganas. Ahora quiero saborearla para saber a qué sabe -dijo relamiéndose los labios, desinhibida ya.
____ Ah, ¿pero hoy sólo me la vais a chupar?
____ Entre otros regalos –dijeron las dos casi al unísono y agachándose más María y metiéndose mi huevo izquierdo en la boca.

Diana rugía cada vez que la engullía. A ella le cabía entera. Entraba por sus labios y lamía su boca hasta que mi capullo pasaba a su garganta. Alargué el brazo y acabé de abrirle la camiseta para que sus tetas tuviesen más libertad, cogidas apenas por una tela en apuros, que también quité. María seguía aferrada a mis huevos, y Diana no dejaba de dar golpes de garganta en mi capullo. Con mi mano derecha acaricié las tetas de la rubia. Con la otra hacía igual en las de la morena, las dos rugían y se masturbaban el clítoris húmedo. “Otro día me follaré sus coños; ahora toca gozar de estas dos bocas expertas”, pensé.

Me cogí el instrumento y empecé a restregárselo a Diana por los labios y el rostro, golpeando sus mejillas. Con la otra mano cogí a María de la nuca y la subí a la polla. La secuencia era brutal: una polla tiesa retando a dos tías con los labios y las bocas llenas de sus babas. Tenía a las dos cogidas de la nuca, las uní para que se besaran y entremezclasen sus salivas. Al principio parecían incómodas, pero pronto le cogían gusto al gusto. Lento y suave comencé a follarme las dos bocas a la vez. La unión de sus labios recorría desde la base hasta el glande de mi polla, haciendo unos ruidos morbosos. Podía sentir dos lenguas recorrer cada palmo de mi tranca. Si seguía así más tiempo me iba a correr, y esto no podía pasar sin gozar antes más de las cuatro tetas que tenía para mí solito.

____ ¡Chicas, no me puedo correr sin antes follarme vuestras tetas! –grité.
____ De acuerdo, pero luego. Tu polla está demasiado buena para dejar de lamerla -dijo Diana volviendo como una posesa a su parte que le tocaba de mi tranca.

No la dejaban un momento sin chupar. Mientras una subía, la otra bajaba lamiendo y succionando cada milímetro. A veces no lograba vérmela, tapada por dos lascivas bocas. María me la cogía por la base para mantenerla fija, y las dos gozaban como si compartiesen un helado un día del verano. Llegaban hasta mi glande y fundían sus lenguas en una, para, alternativamente, meter la puntita en el meato. María empezó a acariciarse la cara con su parte, que estaba mojada con sus salivas y se deslizaba en cascada por sus mejillas. A Diana parecía darle envidia y copió a su amiga María. Aprovechando el momento, las volví a coger por la nuca y a follarme la unión de sus mejillas, rugían sin parar al notar mi duro mástil restregarse por sus caras que se amoldaban perfectamente a mi polla. Más abajo, sus mamas caían majestuosas y se rozaban entre sí.

Pero llegó el momento en que no podía soportar más el empuje de la leche y sentía que me venía vertiginosa.

____Se acabaron las mamadas –dije, levantándome-. ¡Yo quiero follarme esas cuatro tetas antes de correrme!

Y obedecieron. María me la cogió y empezó a restregarla en sus pezones, a la vez que la iba lamiendo. Diana me cogió la cabeza y la incrustó en sus tetas. Yo le cogía las tetas y le juntaba los pezones para comérmelos juntos a la vez, mientras María se la había puesto cerca de su corazón, en medio de dos brevas maduras de la huerta de una anatomía joven y fuerte, pero con un DNI delatador. Se las unía y veía cómo rebotaban dos rígidos mamelones en cada embestida y cómo mi glande asomaba y era lamido por su serpentosa lengua.

Era el turno de Diana. La bajé para que se pusiese de rodillas y le dije que se uniera las tetas con los antebrazos. Cogí a María por la nuca y le dije que escupiese sobre el enorme canalillo que fabricaban las tetas de Diana al juntarse. Estaba fuera de mí, lo que parecía gustarles a ellas. María obedeció y empezó a sobar y lamer las tetas de Diana. Me cogí la polla y la metí en medio de los lametazos, hasta que vi que estaba lubricado. Sin pensarlo llevé mi polla al canalillo del placer y me lo follé. Sus tetas aprisionadas entre sus brazos parecían a punto de explotar por tener que soportar las embestidas de una polla impetuosa. De vez en cuando metía la cabeza de María entre su canalillo para que lamiese lo que podía ver de mi polla. La corrida estaba cerca, así que las puse una al lado de la otra y yo en medio pajeándome entre sus cabezas, y viendo colgar aquellas tetas me llevó a una colosal corrida. No se hacía esperar, y el primer chorro le cerró un ojo a Diana, dejando su rastro en su nariz y mejillas; el segundo entró en la boca abierta de María y colgó de su labio al pezón derecho, y el resto lo repartí como buenamente podía entre sus caras y sus cuellos, intentando que las dos quedaran cubiertas de mi leche, la cual querían bebérsela como locas.

Luego de tan grandiosa corrida, expulsando más leche de lo que en mí era normal, repartí mi mirada entre las dos mujeres.

____ ¡Qué, ¿soy o no soy apto para follarlas?! -pregunté triunfante en pie y con mi polla medio flácida colgando.
____ Por mí no hay ningún problema si quieres follarme todos los días el resto de mi vida -dijo Diana con un ojo entrecerrado--. ¿Y por ti, María? –la miró.
____Por mí menos. Siempre tengo ganas. Y ahora mismo te lo voy a demostrar…


Sólo escritos eróticos - Página 6 Mazizo10


Y sin añadir una palabra más y aún con semen en la cara, hincó con inusitada fuerza y pasión su boca en mi polla y se las arregló, con lamidas largas, suaves y tiernas en prepucio, glande y meato, para endurecérmela de nuevo, que ya así, empezó a devorármela hasta conseguir rociar su boca de leche, degustándola a placer. Antes de salir de la tienda de Diana, nos prometimos repetir lo mismo a menudo, pero sin encoñamiento por ninguna de las partes.





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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 2:35 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri172


Mi tía Curra está buenísima


Mi nombre es Daniel, pero mi familia y mis amigos me llaman Dani. Desde mi adolescencia, estoy obsesionado con el culo de mi tía Curra, la hermana menor de 32 años de mi madre, y ella se percata que lo devoro con la mirada cada vez que lo veo, pero no me dice nada, sólo me mira y sonríe. A veces, cuando estamos solos los dos, encorva deliberadamente el cuerpo, se gira y disfruta con mostrarme su imponente trasero, realmente majestuoso.

Un sábado salí de fiesta con amigos y bebí demasiado, pero como la casa de mi tía queda cerca de la mía, fui y le pregunté que, si podía echarme un rato allí antes de irme a casa, evitando así una regañina de mi madre. Me respondió que sí, que por supuesto. Y como siempre se preocupa por mí, se dio cuenta de mi embriaguez y más pronto que tarde se fue hacia la cocina a prepararme un caldito caliente para que se me pasase un poco la borrachera.

Me pone tela marinera el culo de mi tía. Hasta el punto de que a veces pienso que quisiera meter mi lengua entre sus cachas y lamérselo, deleitándome también en la raja hasta el clítoris y después follármela por delante y por detrás. Supongo que eso son fantasías de gente joven como yo, que tengo 20 años.

Mientras mi tía permanecía en la cocina, entré a su cuarto y saqué un tanga verde del cajón de su armario y me masturbé oliéndolo. Y como un rito, siempre que voy a su casa me masturbo con sus tangas, prefiriendo los verdes, que para mí son más sexy, y digo esto porque la observo en su piscina luciendo cuerpazo en tanga verde, destacando su redondo culo, sus hermosas tetas y también su perfecta boca y sus ojos grises de ensueño, sin olvidar su melena semi pelirroja.

Un mediodía fui a la casa de mi tía con mi madre para visitarla, pues se había caído podando en su jardín y se había hecho un esguince en el tobillo del pie derecho.

Luego de estar un rato con ella, mi madre salió a comprar cosas que le hacían falta para hacer el almuerzo, y yo me quedé con mi tía, que de pronto me dijo que iba al baño a ponerse pomada y vendaje nuevo en el tobillo. Entonces aproveché y entré a su dormitorio a sobármela con uno de sus tangas verdes, pero de improviso entró a por algo que se le habría olvidado.

Me encontró oliendo el tanga en mi mano izquierda y la otra machacándomela. Se sorprendió, pero quizá más por las descomunales dimensiones de mi polla que por estar masturbándomela. Fuese lo fuese, no me dijo ni me recrinó nada.

Después de un silencio incómodo para mí, y supongo que también para ella, se me acercó con ojos lascivos, me arrebató el tanga y me metió parte de él en la boca, se quedó mirando mi erecta polla, se relamió los labios y me dijo:

____ Dani, lo que estabas haciendo aquí está mal, pero reconozco que, aunque mi dormitorio es sagrado, me ha excitado.

Sin más hablar, se quitó la bata y se quedó completamente desnuda. Grandes eran sus tetas y su culo grandioso. Mi polla no cabía ya en los calzoncillos. Sin pensar, me abalancé sobre ella y la besé en la boca, me correspondía y a la vez cogía mi polla y me ofrecía las tetas, que empecé a lamer los pezones. Un rato así, hasta que subía la mano y me decía algo que estaba deseando escucharlo de sus labios:

____ Vengo observando desde años atrás que te gustaría penetrarme, y al ver ahora tu tranca, también yo quiero que me penetres. Vamos al sofá y allí me la metes, pero sólo la puntita y no te vayas a correr dentro.

Y ya en el sofá le metí la puntita. Pero como gemía tanto y se retorcía de placer, sin avisar se la introduje entera, entrando y saliendo acompasadamente. Gritaba como una condenada.

____ ¡Ahhh! ¡Qué bien me trabajas, sangres mías! ¡Métemela hasta el fondo!

Y, claro, llegó un momento en que no podía aguantar más la leche. Estaba a punto. Pero si no se la sacaba, la podía embarazar. No tenía hijos, pero sabía por mi madre que era fértil.

Una parte de mí quería correrse dentro, para verla gozar al máximo, pero no quería ser tan irresponsable y la extraje y me corrí en su ombligo. La leche corría hacia sus muslos. Acabamos exhaustos. El sofá se manchó de semen, pero, ella, visiblemente cojeando, se apresuró a ir a su cuarto a por una sábana para cubrirlo, que al ser roja su funda se iba a notar más.

Al poco de acabar el mejor polvo hasta entonces de mi vida sexual, llegó mi madre con su compra, que no se sorprendía en absoluto al ver una sábana sobre el sofá, ya que creo que pensaría que su hermana se habría echado y se habría tapado con la suave tela.

Después de aquello tan sabroso, hago por ir a su casa a diario cuando salgo de la universidad, y en su cuarto de baño me deja follarle el culo con un condón, pero apenas siente que se acerca mi leche, me saca rápidamente la polla del culo, me quita el condón, se la mete en la boca y me la mama hasta correrme. Y cuando mi madre se va de viaje tres días y dos noches a otra ciudad a visitar a mi hermana y a mis sobrinos, me acuesto esas dos noches en su “sagrado” dormitorio con mi tía y nos follamos de todas las maneras posibles, gozando los dos a más no poder. Lo mejor: que tengo siempre a mi disposición un chocho para hacer lo que quiera con él y con el resto de su anatomía. Lo peor: nos estamos enamorando, y esto va a suponer un grandísimo disgusto familiar, y no sólo por ser incesto. Pero nosotros vamos a seguir dándonos gusto, y el tiempo hablará con nuestro gusto y ya se pronunciarán. ¡Y al carajo el incesto y las diferencias de edades!



Y he aquí de espaldas mi tía Curra. Díganme
si su culo no merece una obsesión



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 2:46 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri173


Aquel verano cambió mi vida  



Sólo escritos eróticos - Página 6 Aquel_13



Aquel verano marcó un antes y un después en mi vida. Eso que se conoce como punto de inflexión. Pero antes de empezar a contar mi historia, me presento. Me llamo Ana, tengo 43 años y soy maestra de COU. Llevo 23 años casada y tenemos dos hijos, uno de 22 años y otro de 21. O sea, cuarentena y bombo nuevo. Soy una mujer muy directa, pero también considerada y educada.

En verano tengo un mes de vacaciones y el final del curso coincide con el punto en que ahora estoy: agotada, y llega un momento en que necesito desconectar, y por eso paso las vacaciones en una casa que tenemos en una de las costas de Huelva, y aquel verano no era una excepción. Mi esposo sólo tenía una semana libre y mi hijo mayor estaba en Berlín buscándose la vida, por eso pasé mi mes de vacaciones con mi otro hijo en la playa.

Cada día la misma rutina. Al primer rayo del Sol, me levantaba, me ponía ropa de deporte y salía a correr o a caminar, dependiendo de las ganas. Después me iba a la playa antes que se llenase de gente, me daba un baño y regresaba a la casa. Salía a comprar lo necesario para cocinar y hacía la comida para mi hijo y para mí. Era el único momento del día en el que le veía. Luego, tocaba siesta. Caída la tarde me iba a la piscina que teníamos en el jardín de la casa; tomaba Sol y me bronceaba. Y en los anocheceres, a veces salía con algunas amigas a tomar algo o a cenar.

Con mi hijo apenas compartía momentos. Se pasaba la mañana entera durmiendo. Almorzábamos juntos, y no bien acabábamos se iba a la playa con sus amigos, o se los traía a casa y jugaban a la play. Y por las noches salía siempre a discotecas.

El verano transcurría en la más absoluta normalidad, hasta que un día por la tarde, estando junto a la piscina tomando el Sol, oí un ruido de detrás de los arbustos que rodeaban la zona de la piscina. Me giré y me pareció ver una cabeza que aparecía y desaparecía. Mi hijo y sus amigos estaban con la play, y al menos dos ellos fumaban. Tenía prohibido fumar dentro de la casa, así que cada cierto tiempo salían a fumar al jardín. Me levanté de la tumbona y me fui a los arbustos. Nadie había, pero vi una colilla en el suelo, humeando aún. Parecía que algún amigo de mi hijo había rulado por allí y me había visto en bikini. No le di importancia y, aunque me cabreó ver una colilla en el césped, preferí evitar una bronca. No quería que me viesen como una vieja gruñona.

Lo que tenía que quedar en una anécdota, volvía a pasar la tarde siguiente, y la otra y la otra. Me sentía observada mientras me tostaba al Sol. Pero, lejos de molestarme, me gustaba esa sensación.

Algún amigo fumador de mi hijo estaba espiándome a diario. El problema era que no sabía quién de ellos. Mi mente me hacía creer que quien me espiaba era Javi, un chico dos años más que mi hijo mayor, que ni estudiaba ni trabajaba, y según él no lo precisaba. Era hijo de padres pudientes. Iba por la vida de playboy perdonavidas, pero físicamente era un tío irresistible; alto, guapo, moreno, ojos verdes… Y un ligón de campeonato, que esto se notaba a leguas.

No sabía qué me estaba pasando. Echando memoria atrás, mi deseo sexual había desaparecido hacía mucho. Luego de dos hijos, el trabajo, las hipotecas, la familia y la maldita rutina diaria, la vida sexual entre mi marido y yo casi no existía. Apenas lo hacíamos mecánicamente una vez al mes. No me sentía deseada, y esto no quitaba que me sintiese querida por mis hijos. El sexo y la pasión se habían esfumado de mi vida. Y, de pronto, ahí estaba yo, imaginándome que un amigo de mi hijo pequeño me observaba. Lo curioso era que durante ese momento me sentía excitada, pero después en la casa me sentía fatal por haberme excitado y por haberme imaginado episodios eróticos. Yo, una cuarentona casada. Y lo peor para mi conciencia: ocultar todos esos pensamientos fuera de lugar a mi marido.

Por más que tratase olvidarlo, cada tarde ocurría lo mismo; movimientos en arbusto, colilla en césped y yo excitada tomando el Sol. Hasta que llegó el último día de julio. El uno de agosto mi hijo y yo teníamos que volver a Sevilla porque mi marido cogía una semana de vacaciones y nos íbamos un finde a París los dos, solos. Y, claro, bajo ningún concepto iba a dejar a un adolescente solo en la casa de la playa. ¡Menudo era mi hijo para liar una buena…!

Llegó la hora de la piscina, y como cada día, ahí estaba yo, tostándome bajo el Sol, cuando oí un ruido en los arbustos. “Ahí está mi admirador”, pensé. Pero ese día fue disímil, como si el morbo se apoderase de mí y me dejase sin control. Sin pensar, un impulso hizo que me quitase la parte de arriba del bikini; nunca había hecho topless ni estando sola, pero de pronto estaba dando masaje a mis pechos con crema solar. El bronceado del cuerpo en contraste con los senos blancos dibujaba un bikini ideal A medida que he ido madurando, me he sentido más ufana de mis pechos; no son grandes ni pequeños, sólo bien puestos. Mis amigas dicen que son de un tamaño perfecto, eso me anima a conservarlos con firmeza aun mi edad y de haber dado de mamar a 2 bebés. Y ahí están, con un blanco nuclear, aureolas grandes y rosadas y con pezones firmes. De púber, mis pezones me acomplejaban porque se marcaban, pero ahora imaginaba a Javi detrás del arbusto, mirándome y deseándome, y mis pezones parecían estallar. Estuve unos minutos en la tumbona, y después me di un baño y volví a la tumbona. No sé cómo, pero me quedé dormida. No sabía cuánto tiempo, calculo una media hora, y me despertó un ruido de una puerta cerrándose, lo que me hacía pensar que mi hijo y sus amigos salían de la casa.

Dormirme en la tumbona a esas horas podía haberme dado una insolación. Volví a ponerme el sostén del bikini, recogí la tumbona y la llevé al cobertizo que tenemos en el jardín, que además de ser donde mi esposo tiene las herramientas del jardín, allí hay ducha, útil, porque evita tener que subir a la casa cuando estás en la piscina. Luego de tomar Sol, me daba una ducha y subía a la casa vestida. Así iba a hacerlo, cuando, de pronto, en la ventana del cobertizo vi una cabeza. Me dio un susto de muerte. Quien fuese que estuviese allí se asustó más al ver mi reacción. Lo siguiente que oí fue un ¡ay! Salí corriendo, dando la vuelta al cobertizo, y en el suelo encontré a Jorge, el amigo gordito de 18 años de mi hijo, que se había subido a un cubo y, al asustarse, caía al suelo. Lo encontré quejándose y con un corte en una pierna.

____ ¡¿Te has hecho daño?!
____ ¡No… no… estoy… bien! –dijo intentando levantarse. Le dolía tanto que casi no podía hablar.
____ Déjame ayudarte –extendí una mano, y con la otra le cogí el brazo y le ayudé a levantarse -tenía dificultad para andar-. Pasa al cobertizo, que allí hay un botiquín y te voy a curar esa herida.
____ No… no hace falta, estoy bien… –dijo, cuando al apoyar la pierna herida casi se vuelve a caer.
____ ¡No hables más y entra ya! -le dije, enérgica.

Le acompañé y se sentó como pudo en la tumbona. Fui a por el botiquín y después me arrodillé a su lado y empecé a limpiarle y a desinfectarle la herida.

____ ¡Me vas a decir ahora mismo qué estabas haciendo ahí o me voy a enfadar!
____ ¿Yo…?, no… nada, señora, de verdad.
____ ¡Como me llames señora te voy a hacer un corte en la otra pierna!
____ Lo siento, señora… digo… Ana –respondía tembloroso, nervioso y sudando.
____ ¿Pero no os habíais ido?
____ Bueno, sí, pero no, quiero… decir… que… no… o sea… que sí… yo…
____ ¡¿Tú qué…?!
____ Yo… es… que… es que, bueno… yo estaba espiándola, lo siento, yo no quería, lo siento. No se lo diga a su hijo ni a mi madre.
____ ¡Se lo diré a los dos como me sigas tratando de usted!
____ Ah, sí, perdona, es que… bueno… íbamos a la playa y entonces hice como si mi madre me enviase un mensaje y les dije que tenía que irme, que mi madre me había puesto un mensaje diciendo que volviese a casa. Y me volví, pero cuando giraron la esquina, regresé de nuevo a aquí, y bueno… ¡Ay, me duele!
____ ¿Te duele mucho?
____ No… no... Sólo… un… poco…
____ ¡¿Y estabas espiándome?!
____ Sí –asintió con desparpajo.
____ ¡¿Me has espiado más veces?!
____ Todos los días te espío detrás de los arbustos –respondió, resuelto.
____ ¡Así que eras tú! –una parte de mí se sentía excitadísima al saber que era cierto que un chaval estaba espiándome. Pero, por otro lado, mi fantasía de que fuese Javi se evaporaba.
____ Sí, era yo.
____ Voy a vendarte la pierna, y si mañana te duele ve al médico ¿vale? –y cada vez que acababa una frase y subía los ojos para mirarle, le pillaba mirando mis pechos o mi trasero o mi entrepierna… o todo a la vez.
____ Sí… sí… iré… al médico….
____ ¿Y por qué me espiabas?
____Bueno… es que… uf… es que tú estás muy buena. Yo te veo así… Bueno, todos te vemos así...
____ ¿Muy buena…? ¿Yo…? Jajajaja.

“En verdad, hace muchos años que no me veo capaz de excitar a hombres y menos aún a jóvenes. Quizás es cierto que conservo buen cuerpo. Mi trasero es ahora más grande, y más redondo que cuando tenía 20 años. Tengo un poco de barriguita y un poco de celulitis, esto es evidente, pero… supongo que sí. ¡Qué porra, aún estoy para que me coman enterita!”, pensé sonriéndome.

____ ¡Joder, si hasta Javi, que se folla a todas las tías, dice que estás buenísima!
____ ¡Oye, ese vocabulario! –me encantó que dijese eso. Javi también creía que yo estaba muy buena. Un escalofrío me recorría todo el cuerpo.
____ Y mientras te espío, me masturbo imaginándome fantasías contigo…
____ Pues que sepas que eres un chico muy atrevido.
____ Lo sé, pero me merece la pena.
____ Vaya, eso lo puedo ver como un halago hacia mí. Gracias.
____ De nada.
____ ¿Y sólo tú me has espiado?
____ Sí. No se lo digas a nadie, por favor. Les decía que salía a fumar, y lo que hacía era ponerme a espiarte. Los otros no saben nada de esto.
____ Pero, hijo, ¿tú no tienes novia?
____ ¿Novia yo? ¡Qué va! Nunca le he gustado a ninguna chica.
____ ¿Eres virgen? –a veces soltaba preguntas sin pensarlas. Ser así, tan directa, me había causado más de un problema.
____ Nunca follé con nadie –dijo esto y tan campante quedó.
____ No debí preguntarte eso. Estas cosas son íntimas y personales, disculpa –pero de repente vi cómo se levantaba de la tumbona.
____ ¿A dónde vas?
____ Tengo que irme –en ese momento era evidente que algo había crecido dentro de su bañador.
____ Uy, Jorge… Jajajaja. ¡Tienes una erección!
____ Bueno… –tartamudeaba–. ¿Yo…? Sí, bueno, tengo que irme ya. No sé lo digas a nadie… no se lo diga a nadie…
____ A ver… –le dije a la cara–. Veo que no quitas ojo de mi cuerpo. Supongo que antes verías mis pechos mientras tomaba el Sol.
____ ¿Yo? –y miraba al suelo otra vez.
____ No contaremos nada de esto a nadie. Será nuestro secreto, ¿vale? –asintió con cara de alivio.
____ Pero no es bueno que te vayas así. A ver… relájate en la tumbona. Voy a darme una ducha y tú me miras. Yo no voy a mirarte, haz lo que quieras hacerte mientras me ducho –pero de pronto pensé: “¡Estás loca Ana, ¿qué puñetas vas a hacer?! No me reconozco”.
____ Y… ¿me vas a enseñar todo tu cuerpo?
____ No hables, sólo mira –y me levanté, recogí el botiquín y lo guardé.

Delante de la ducha, despacio me quité el sujetador, dándole la espalda a Jorge. Y luego las bragas. Suponía estaba teniendo una buena visión de mi trasero. No sabía qué estaba pasándome, pero ahí estaba, azuzada por un morbo incontrolable ante un chico de 18 años, que, por otro lado, no me atraía. Qué extraño era todo…

Me metí a la ducha y me enjaboné el cuerpo de frente, para que me pudiese ver el sexo y los pechos.

Empecé con tocamientos en pechos. Tenía que controlar mi risa, porque verme de stripper hacía reírme. Mis pezones seguían afilados. Mi marido, recién casados, decía que, mientras estaba excitada, mis pezones podían cortar diamantes. Me enjaboné con regodeo muslos y sexo. Me giré y me pellizqué el trasero, hasta que me volví a poner de frente para acariciarme. El agua dejó mi cuerpo limpio de espumas. Salí de la ducha y cogí la toalla, colgada a un lado. Eché un vistazo a Jorge. En la tumbona, sudando, los ojos fuera de sus órbitas, la mano dentro del bañador, frenéticamente masturbándose estaba aquel fogoso gordito.

____ Te dije que te relajases –me acerqué más a él. Me agaché, tiré del bañador y se lo bajé hasta quitárselo. Un pene enorme aparecía ante mí. Jorge era gordito, y no sé por qué imaginé que tendría un pene pequeño. Estaba errada. Jamás había visto un pene tan grande.
____ Así, sin bañador, mastúrbate. Te dejo me mires un poco más mientras me seco y me visto. Descarga ahí –le acerqué una toalla vieja pequeña. No era Jorge mi tipo, pero yo estaba extrañamente excitada.
Me puse a un lado y me sequé despacio todo el cuerpo. Sus ojos me recorrían. Cogí leche hidratante y la unté en mis enrojecidos pechos por culpa del Sol. Me los sequé suavemente, sin que él dejase de mirármelos. Creía que ya había descargado, pero no, seguía destrozándose su grueso y largo solomillo.

____ ¡Vaya, qué aguante tienes! –dije haciéndome la distraída.
____Aguante no –respondía, sin dejar de masturbarse –es que hoy me he hecho ya tres masturbaciones pensando en ti…

Quedé muda. Qué excitante era sentirme deseada. Mis manos estaban temblorosas. La situación empezaba a superarme. Pero, por suerte, en ese momento, Jorge soltó un suspiro, cerró los ojos y roció la toalla de semen. En silencio quedó un rato, con los ojos cerrados, y yo mirándole embobada y tratando de asimilar todo aquello.

____ Gracias -dijo, mientras yo recogía un poco de semen y lo llevaba a mis labios.
____ De nada. Ah, recuerda que esto no ha pasado, ¿eh?
____ ¡Claro! -dijo enfático, como corroborando que yo no se lo dijera a nadie.
____ Quizá repitamos esto mismo en otra ocasión -le dije de pronto.
____ Más motivo para ser una tumba.
____ ¡Buen chico, jajajajaja!

Cogí su toalla y la tiré al cubo de la basura, y luego volví a ponerle el bañador, con cuidado para que no le rozase la herida.

____ Me visto enseguida y te llevo a tu casa –no respondía, parecía extasiado, como si estuviese drogado.

Me puse sujetador y bragas a juego, y encima un vestido de hilo verde, veraniego y fresquito. Me peiné, y lista. Le ayudé a incorporarse y nos fuimos al garaje. Se sentó en el asiento del copiloto. En el trayecto, unos 15 minutos, no abría la boca. Seguro estaría pensando en nuestra próxima cita. Llegamos a su casa, detuve el coche en la puerta. Me agradeció que le curase la herida y que me hubiese dado a satisfacer su deseo, pero no dejaba de mirarme mientras salía del coche con dificultad. Antes de iniciarse a caminar le dije que dijese a sus padres que se había caído en la piscina de mi casa y por eso la herida. Después, sonriendo, di media vuelta rumbo de nuevo a mi dulce y erótico hogar playero.

Y a partir de ahora me apetece seguir narrando esta historia con palabras sucias…

Pero seguía excitadísima, como si mi cuerpo me pidiese follar, y sentía que no podía demorarlo. A medio camino había un Centro Comercial. Sin pensarlo, entré con el coche en el parking y aparqué en la parte más alejada. Apagué el motor, me quité las bragas y las dejé en el asiento de al lado. Recliné mi asiento y me tumbé. Me subí el vestido hasta la cintura y llevé la mano al coño, empapado. Miré dentro del coche y no veía nada que pudiese servirme. Abrí la guantera y hallé un trapo que usaba para limpiar el espejo retrovisor. Me servía. Lo puse en el asiento y me senté encima. Al menos no dejaba todo perdido. Me tumbé y puse las piernas en el salpicadero, cada una a un lado del volante. Desabroché tres botones de arriba del vestido y me saqué las tetas. Empecé a chupármelas, centrándome en los pezones puntiagudos. La otra mano otra vez al coño. Estaba chorreando, goteaba. Un rato gozando cada palmo de mi pipa. Cerré los ojos y mi imaginación me llevó de vuelta al cobertizo. Imaginaba la polla de Jorge en la tumbona. Desnuda me iba hacia él y me sentaba encima de su tranca, que él metía en mi coño. Necesitaba sentir tener algo grande dentro. Jorge me miraba con deseo y me decía lo buenísima que estaba. Cabalgaba encima de él, por vez más rápido. Ponía mis tetas en su boca y me lamía los pezones y tiraba de ellos con los dientes. No podía más y volvía a la realidad. Me metía varios dedos en el coño, pegando la palma de la mano a la pipa, que estaba rabiosamente salida. De pronto, una corrida me inundó todo el cuerpo, grité de gusto. Mis piernas se aflojaron y mi mente se apagó. ¿Cuánto hacía que no me masturbaba? Antes de casarme. ¿Y cuánto hacía que no me corría? Demasiado ya...

Pasó una eternidad hasta volver al mundo real. Miré a mis alrededores. Seguía sola. Nadie cerca. Subí el asiento a su postura normal y me bajé del coche. Cogí el trapo, totalmente mojado y lo eché a un cubo de basura que había a unos metros. Volví al coche y… oh, olía a coño. Arranqué y volví a casa con todas las ventanillas bajadas. Teníamos que volver a Sevilla mi hijo y yo en ese coche y… ¡todo el interior olía a mi coño y a mis flujos, como a marisco o a alguna flor afrodisíaca!

Al abrir el garaje, todo cambió; entré a casa y la sensación de excitación de morbo y lujuria se convertía en vergüenza y culpa. ¿Cómo podía haber hecho esto? Si Jorge era un adolescente y además amigo y colega del COU de mi hijo, si su madre era mi mejor amiga, si mi marido me reprocharía esto. Llorando entré a la cocina. Pasé una noche fatal, no podía dormir. Me sentía sucia. Había cometido una locura. Nunca había pensado que llegaría a ser infiel, pero ahora pienso que aquel incidente fue el detonante de algo que me ha cambiado vida…

El resto por narrar lo haré otro día. Adelanto que follo con Javi varias veces al mes, y que ahora no puedo ni quiero dar marcha atrás a mi dulce perversión. Mientras, mi siempre ocupado marido (menos en mí) parece no preocuparle que no le pida follar como antes le pedía. ¡Menudo cabrón está hecho! ¿Y sabéis algo? Los cuernos se los ha ganado él solito. Hasta la próxima, amigo lector.



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Sólo escritos eróticos - Página 6 Empty Re: Sólo escritos eróticos

Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 9:07 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri174


Un perfume mágico
   


El perfume puede despertar sensaciones ocultas, sensaciones que ni siquiera sabemos que existen. E incluso el perfume dice mucho de una persona: cómo es, qué come, cómo viste, qué gustos tiene…

A Lolo, un chico de 20 que estudia Anatomía le encanta los perfumes. El lunes pasado su abuela le regaló uno, pero le dijo que sólo lo usase en los días festivos. Al otro día, martes, laboral, Lolo se roció de perfume, desobedeciendo a su abuela, y después salió de su casa rumbo a la parada del autobús que lo llevaría a su Universidad.

Entrando en el aula, Lolo se encontró con su amigo Ernesto, que le dijo:

--- Hoy nos va a dar la profesora las notas del examen del viernes. No se te habrás olvidado, ¿verdad?
- No se me ha olvidado -respondió.

Sonó el timbre y todos entraron al aula. Lolo se sentó en su lugar, justo enfrente de la mesa de la profesora que impartía la clase de Biología, la señorita Pepa.

- Atención todos, chicos. He repasado vuestros exámenes y tengo que decir que estoy impresionada con uno de ellos. Como era de prever, el examen de Lolo ha sido el que mayor nota ha sacado.

Mientras transcurría la clase, la profesora les dijo a los chicos que se acercasen a su mesa a recoger sus exámenes. Pero cuando llegó el turno de Lolo, Pepa reaccionó de una manera extraña. Miró a Lolo y le dijo que olía bien, y después dijo a sus alumnos que era probable que no le diese tiempo a dar la clase de prácticas, que la dejaría para otro día, el próximo jueves. Luego le preguntó a Lolo:

- ¿Puedes acompañarme al cuarto de prácticas de biología que sabes está en el sótano, a recoger el muñeco anatómico?
- Por supuesto que sí, profesora –contestó Lolo.

Salieron rumbo al sótano. Cuando llegaron, Pepa le cedió el paso, entrando ella después, y ya los dos dentro, ella cerró la puerta con llave. Lolo se percató de lo que había hecho y se lo hacía saber. Pepa le respondió:

- No te impacientes. Ya lo verás.

Se deshacía el moño, dejando al aire su melena, se desabrochó la camisa y aparecían dos hermosas tetas. Lolo, sorprendido, no se creía lo que estaba viendo. Su recatada maestra estaba desnudándose ante sus ojos, que los cerró, y cuando volvió a abrirlos, Pepa estaba acariciándole la polla por encima del pantalón

Lolo, absorto, no entendía nada. Mientras buscaba una explicación, Pepa le iba quitando la ropa, hasta dejarlo en calzoncillos y luego empezó a besarle el pecho, subiendo al cuello, hasta que llegó a los labios. Lolo, no podía más.
Sus compañeros fantaseaban en sueños con Pepa, pero Lolo tenía ahora la oportunidad de hacer realidad esa fantasía.

Pepa tenía un cuerpazo, tanto que era el objeto del deseo de toda la Facultad, incluidas algunas chicas, pero Pepa, por sus principios o por pensar que podía vivir sin sexo, nunca daba el paso a tener algún rollo con alguien.

Lolo tomaba el mando. Le tocaba desnudarla. La cogió y la sentó sobre la mesa, le quitó zapatos y pantalón, dejándola sólo en tangas. Cuanto más le hacía, más se excitaba. Se acercaba a ella y empezaba a lamerle los pezones. Pepa gemía, excitada. Lolo la besaba, y ponía una de sus manos en sus muslos; los acariciaba y bajaba a la entrepierna. Le quitaba el tangas, se agachaba precipitadamente y comenzaba a trabajarse el coño a lengüetazos limpios.

Pepa se encontraba al filo de los primeros ¡ahh!, hasta que los soltó. Pasaron dos minutos y Pepa le dijo:

- Ahora me toca a mí.

Apoyó a Lolo contra la pared, le quitó los calzoncillos y cogió su polla. Empezó a sobarla y cuando estaba erecta se la metió en la boca. Lolo estaba pasmado. ¡Su profesora le estaba haciendo una mamada! A sus 20 años ninguna otra había logrado ponerle en el estado en que ahora estaba. Lolo se retiró un poco, levantó a Pepa, la tumbó sobre la mesa y la abrió de piernas, le metió la polla, empujando fuertemente. Aquel cuarto estaba completamente insonorizado, por lo que no había peligro de que se filtrasen los gemidos.

Pepa y Lolo, cachondos, sudorosos, cuanto más gemían más se excitaban. Pepa sentía que Lolo disminuía la marcha y se apartó y volvió su cabeza a la polla. Lolo iba a estallar, y Pepa seguía mamando, y fue entonces que Lolo explosionó largando un chorro de leche tibia en la boca de Pepa, que ella saboreaba y después tragaba.

Lolo quedó como si nada y ella parecía que también. Pasados unos minutos, empezaron a vestirse. Lolo veía que Pepa tenía una expresión insinuante, pícara, y le preguntó a qué se debía esta sorpresa. Pepa le respondió:

- Tengo 37 años, te saco 17, y no sé por qué imaginaba que eras bueno follando, y no me has defraudado. Mi primera experiencia sexual ha sido ésta, contigo, por lo que tendré que repetir más pronto que tarde.

A Lolo le emocionó las palabras de Pepa. Abrió la puerta del cuarto. Antes de salir le dio un beso en cada mejilla. Pero de pronto retrocedió y le dijo:

- Tengo más leche que dar. ¿Quieres que follemos otra vez y antes o después de follarnos me haces brujerías bucales en mi polla? Esa repetición que antes pedías puede ser ahora. ¿No te parece?
- Sabía que me lo ibas a pedir. ¿Por qué crees, si no, que le dije a los otros que a lo mejor no podía dar hoy la clase de prácticas?

Y dicho esto, con velocidad de meteoro se desvistió nuevamente, llevando directa su boca a la polla de Lolo. Y después follaron y repitieron, y ambos se corriéndose dos veces más, con la promesa de ella de que esto lo harían cada vez que previamente lo acordaran antes, y, que, por supuesto, sería su secreto.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 9:24 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri175


Nuria y su profesor

De camino al restaurante, el grupo hacía dos paradas en las cafeterías al paso. Rara era la mezcla entre la euforia por el final del curso y la incertidumbre por celebrar el acto de la despedida el viernes anterior a la evaluación final. Pero todas las disculpas eran buenas para divertirse y descargar la tensión de los últimos días, plagados de exámenes.

Nuria reía de las cosas ocurrentes que la primera dosis de alcohol causaba en sus colegas. Parecía que se le despertaban pensamientos más lúcidos que de ordinario, atando cabos. Cuando llegaban al lugar de la cena, mentalmente estaba dándole la razón a Martín.

Martín, el profesor, les había dicho que en junio bailaría. Se refería al jaleo que les esperaba con los exámenes, pero él se añadía un significado más literal, ya que en el restaurante contaban con una pequeña pista de baile.

Aunque Nuria intentaba no lanzarla, la pregunta estaba en su coco: “¿vendrá?” No quería que él notase que lo buscaba mientras miraba el salón. No quería admitir que le producía tristeza el pensar que a partir de hoy perdería de vista a sus amigos, y le era triste no seguir viendo cada día al que sin duda era su mejor amigo y además profesor. Ni siquiera quería asimilar que no lo veía sólo como profesor.

No lo vio. No era aficionado a las celebraciones. Apenas se había dejado ver en la sala de actos. Pero, de pronto, oyó su voz. Se contuvo para no mirar atrás. Lo vio pasar rumbo a su mesa acompañado de otros profesores.

El profesor le sonrió. Sorprendente era que una cara seria y tímida, y de ausencia incluso fuese capaz de deslumbrar con lo que llamaban sonrisa fugaz, un gesto que no duraba un segundo, pero bastaba para alegrarle el día.

Todavía no se había sentado nadie, pero el grupo se dirigía ya hacia las mesas con tanta determinación que no ofrecía dudas. Nuria tiró sutilmente de Lucía, que venía con Luis, y avanzó detrás de aquellos profesores. “Tal vez digan que soy una lanzada, pero sólo hay una oportunidad”, así que tomó posiciones y no bien Martín cogió una silla, se sentó a su derecha como si eso fuese lo normal. Hizo un gesto a sus amigas, como indicándoles que rodeasen la mesa.

Miró al otro lado de Martín y vio a la profesora del inglés. “Uf, habla por los codos, lo va a acaparar”. Pero se le iluminó la faz cuando vio a Alba enfrente. Con Alba allí, el centro de la conversación se inclinaría definitivamente hacia su lado, no tenía dudas.

Martín se sentía muy cómodo. Hacía varios años que no asistía a una despedida, pero algo lo había empujado después de tanto tiempo.

Sabía que su carácter serio y de pocas palabras no facilitaba una relación con nadie, pero también sabía que al final de curso se ganaba el aprecio de la totalidad de sus alumnos. Tenía la paciencia suficiente para tratarlos con respeto, también en esos días que ellos no mostraban una actitud correcta, y aunque con los pequeños no siempre funcionaba, los del último curso terminaban tratándolo como uno más. Desaparecía fácilmente el escalón profesor-alumno, aunque la distancia en años era considerable.

Este curso había sido especial. Desde el primer día, reinaba el buen ambiente en las clases, se sorprendía. Los alumnos y las alumnas que habían elegido sus asignaturas seguían las explicaciones y las propuestas con una atención propia de gente mayor. Los resultados eran buenos y su relación estrecha, aun estrictamente académica.

Hubiese sido craso error no aceptar la invitación. Como si lo hubieran estado esperando, todas sus alumnas se sentaron en las mesas colindantes. Él se sentía inseguro. No procedía pasarse toda la cena hablando de estudios y tampoco de su vida personal. Lo mejor era mostrarse interesado en los planes del futuro que estaría fraguando su alumnado. Esa sería la postura más acertada.

Y allí se hallaba Nuria, a su lado, que pensaba que, si le hubieran dado a escoger entre los asistentes, con quién le gustaría sentarse era con él. ¿Un pensamiento impropio? ¿Cómo ignorarlo? Era el sueño de mujer tan inalcanzable como lo hubiese sido para otras cuando era más joven, pero ahora por el motivo inverso. Y allí estaba él, anunciando lo agradable que le iba resultar tan grata compañía, porque el lado izquierdo –hablar con su colega del inglés- carecía de interés.

La cena transcurría tan bien como se esperaba. Martín se prodigaba en risas y en ningún momento dejaba el lado de la profesora del inglés, concediéndole comentarios puntuales, suficiente para no parecer descortés.

Tenía su natural capacidad para decir siempre lo más oportuno, tanto en los momentos en que se debatían cosas serias, como acompañar las ocurrencias tontas. Nuria aprovechaba, consciente, los momentos en los que no había más remedio que sucumbir ante las risas, siempre y cuando el toque del profesor multiplicaba la comicidad que dejaba caer algunos de sus alumnos. Nuria se permitía acariciarle la mejilla, incluso, muy atrevida, se acurrucaba en su cuello.

Él se dejaba hacer. Le hablaba al oído con la mano en la cara. Cuando la charla era menos interesante, Nuria ponía sus ojos en él. Su edad impedía una relación amorosa, aunque seguía siendo un maduro muy atractivo. Al menos podrían bailar. Una intervención de Luis fue providencial:

___ ¡A ver si ponen ya música, que tengo que bajar calorías!
___ ¿Y vas a hacer el mono tú sólo, o sabes bailar como la gente normal? —dijo Alba.
___ Claro que sé bailar. Y bailaré con vosotras porque no me queda otro remedio. Y eso si os portáis bien.
___ ¡Sí, hombre, si! Tendrás que pedírnoslo por favor, y ya veremos si alguna tiene suficiente estómago, Jajajaja…
___ Fuera favores. Las normas son las normas. Tengo derecho a un baile con cada una. Si no que te lo diga nuestro profe. ¿Eh, Martín? Pon tú un poco de orden. Aún estás a tiempo de suspenderlas.
___ Tienes razón. Lo estoy. Y a ti también, que lo sepas.
___ Pero yo me porto bien. Y, además, estoy de tu parte. El profe también tiene derecho a un baile con cada alumna —proclamó en alto.
___ Bueno… Eso si él quiere —terció Nuria mirando a Martín, como poniéndolo a prueba.
___ Quiero —dijo él, entre incómodo y animado.
___ Porque no te queda otra. No hay dónde escoger —volvió Pedro a la carga, mientras Alba y Lola, a ambos lados, lo castigaban con codazos.
___ No sé si te has percatado de que el nivel femenino de nuestra clase es muy alto. Mires a donde mires, se alegra uno la vista –dijo Martín a Pedro.
___ ¡Así se habla, profe! —dijo Lola aplaudiendo, y las otras la secundaban.

Comenzó la música y Alba Abad se levantó:

___ Yo soy la primera, ¿no? Es inevitable.

Se lo decía a Martín, refiriéndose a lo que había dicho en clase. El apellido Abad, aunque pío siendo, está condenado. Se le condena a ser siempre el primero que sale a la palestra. Es la ley del alfabeto.

El principio de la segunda canción, con la pista de baile a rebosar, coincidía con cruces de miradas hondas entre Nuria y Martín. Era inevitable. Y sin tiempo para pensar se vieron bailando, menos pegados los cuerpos de lo que parecía que los dos deseaban.

___ Me sorprendió tu evaluación sobre el nivel femenino. Es la primera vez que te escucho algo así.
___ Es un comentario galante, y cierto. Espero no haya resultado inapropiado. ¿Inapropiado? No estamos en clase, profe.
___ No. Pero seguimos siendo maestro y alumno. Vosotros podéis decir lo que os plazca, cualquier cosa fuera de tono, pero yo no. Se podría interpretar mal.
___ ¿Por eso eres tan cuidadoso siempre?
___ Sí, y porque es lo correcto. En el trabajo hay que ser escrupuloso.
___ Pero entonces debajo del profesor hay una persona de verdad.
___ Claro, por dentro somos gente normal.
___ Me alegra saberlo, y también escuchar que sabes decir… ¿cómo lo has llamado? Ah, sí, galante.
___ Lo cortés no quita lo valiente. ¿Estás segura de que por el hecho de que me caigas bien, incluso que me gustes no influye en mi trato ni por supuesto en mis notas hacia ti?
___ Lo estoy yo y cualquiera de los demás alumnos.
___ Pero si yo me pudiese calificar que me gustas, me pondría un diez.
___ Vaya, me vas a ruborizar —la canción terminaba, pero, en lugar de soltarse, se separaron un poco para seguir hablando:
___ Jo, qué diferentes somos. Tú diciéndome sutilezas, y a mí me viene al coco una imagen erótica que vi en la tele; un tío le dijo una cosa picante a una tía y a ella se le abrieron las piernas de pronto.

Martín quedó pensativo. Nuria no atinaba a saber si era por pudor o por estar conteniendo un deseo. Pero en ese momento empezaba otra canción, así que volvió a cogerlo y a dar vueltas de nuevo.

___ Perdona por lo que he contado antes. Soy muy bruta.
___ ¿Por qué? ¿Piensas que a mí no se me ocurren esa clase de cosas, o que no soy capaz de decirlas?
___ Me seguirías sorprendiendo, la verdad. Nunca dices una palabra de más. Y tampoco creo que tengas pensamientos tan lascivos.
___ Te equivocas. Lo que pasa es que hay quien los dice y hay quien no los dice.
___ Ah, pues te toca.
___ Porque me lo pides tú. No soy ciego, cuando llego a la clase tampoco puedo evitar ver lo guapas que sois y lo bien hechas que estáis.
___ ¡Vaya! ¡Qué galante!
___ Ahora se llevan mucho esas mallas negras, completamente ajustadas. Tú misma las usas as veces y…
___ ¡Y qué! ¡Huy, huy! Me está entrando un poco de miedo por todo lo sucio que pasa por esa cabecita cuando me miras el culo en clase. ¿Y eso es todo?
___ No.
___ ¿Qué más?
___ Una tarde me cogió desprevenido; entré y estabas echada hacia adelante explicándole alguna cosa a un compañero, y con esas mallas tan… En ese momento pensé: “y después quiero yo que los chavales atiendan lo que les digo; ellos, que están en plena efervescencia hormonal, y viendo estas cosas”. Pero el estímulo visual es inevitable y aseguro que sigue funcionándome a mis 43. Cuando llegó la hora del recreo no podía más y me fui al aseo a aliviarme. No hubiera podido dar las otras dos clases que me quedaban.

Disfruto Julia mentalmente al imaginar a su profesor masturbándose, pensando en ella. Se repuso y le dijo:

___ ¿Tanta excitación te provocó mi culo mientras hablaba con Luis?
___ Sí —hubo otra pausa–. Pero tan cerca y tan lejos…
___ La vida es así, un tópico. Como: “lo siento, pero lo nuestro es imposible”.
___ No sólo eso, es difícil que pase. Una pena —dijo ella con un deliberado roce de mejillas–. Por eso siempre quise ser mayor.
___ Y eres más madura de lo que crees. Pero alégrate de tu edad. Con 20 años menos estaría yo tanteando mis posibilidades contigo.
___ ¿Tanteando? Con 20 años menos estaríamos echando un polvo.
___ Pero la realidad es que tú follarás con algún afortunado, y yo seguiré mi camino…
___ ¿Tu vida sexual es buena?
___ Ahí vamos, claro que no ayuda el no tener ahora una pareja.
___ Pues a ver si yo tengo suerte.
___ ¿Por qué no? Tienes todas las cartas a tu favor. Cuentas con la ventaja de que vas a tener dónde elegir. Preocúpate de elegir bien.
___ Si, pero van a tener que competir contigo en millones de cosas.
___ Entonces, no serás muy exigente.

El tiempo finalizaba. Nadie estaba pendiente de ellos. Nuria apartó un poco la cabeza para mirarlo a los ojos.

___ Sólo me queda por averiguar dos cosas: a qué sabes y cómo besas…

Un beso breve pero profundo, apenas tres o cuatro segundos. Suficiente.

Nuria se quedó embelesada, sin poder hablar, relamiéndose los labios una y otra vez. Era evidente que ese beso le había gustado sobremanera. Se tocaba los labios reiteradamente y sonreía feliz. Había sido besada en la boca por algún chico, pero el beso de su profesor era muy diferente, Finalmente, eufórica, soltó:

___ ¡Qué cabronazo eres, profe! -exclamó mientras caminaban juntos hacia la mesa-. ¿Sabías que sabes a gloria y que besas de punta madre?

Martín, cumpliendo con su palabra, bailó con todas las chicas, y después siguió en la mesa con ellos hablando de cosas triviales. Pero, pasado un rato, se excusaba por no seguir la fiesta de discoteca en discoteca. Nuria no dejaba de mirarle, y, aunque tenía unas ganas locas de que siguiese allí, con ella a su lado, se despedían con dos besos, uno por mejilla.

No volvían a verse, hasta que, al cabo de 4 años, coincidían casualmente en unos grandes almacenes de la ciudad y al mirarse a los ojos saltaba la chispa del amor, aun la diferencia de edades, 47-27. Hablaron de todo, cenaron juntos y se acostaron juntos toda la noche, hasta que, finalmente, se daban cuenta de que sus corazones se estaban buscando, sin importarle a ninguno se los dos el tema edad, los prejuicios sociales y las habladurías.



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Mensaje  achl Lun Ago 24, 2020 9:30 pm



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri176


El Susurro    
Acerca su boca a mi mejilla fingiendo beso amigo. Sus labios me acarician furtivamente y dejan sus palabras en mi oído con tenue susurro, "te deseo". Se regodea en cada sílaba, sin ninguna prisa. Sus dedos coquetean con los míos a escondidas en un momento efímero, mientras decido cómo reaccionar. Miro a mi alrededor, confiando en que nadie se haya dado cuenta de la situación. No puedo hacer nada por disimular la emoción en mi piel, que espera otro roce, un simple roce clandestino que la devuelva a la vida

Nadie más debe saberlo porque no soy una mujer libre. Soy el fruto prohibido, la tentación anulada por los años y las decepciones. Una tentación que ya no se da cuenta de que aún puede levantar pasiones. Soy una sombra de mí misma que echa de menos las miradas y palabras lujuriosas de los que anhelaban una oportunidad junto a mí. Me he convencido de que ya no queda nada de aquella mujer deseada y, por lo tanto, que nadie siente interés por este cuerpo deteriorado, ni tan siquiera yo. Pero ese susurro, ese susurro me ha devuelto la ilusión, mariposas en el estómago, la juventud. Quiero más, necesito alimentar mi ego.

Con disimulo, poco a poco me va apartando de los otros; me percató y le sigo el juego. Ya a solas en su casa me mira a los ojos intentando perderse en los míos, convenciéndose de que no soy sueño, su sueño. Acaricia mi pelo, mis labios, gozando los primeros momentos como si no pudiese creer que está realmente conmigo. Sus pupilas se enganchan a las mías. Mi mente se debate entre lo correcto y el anhelo de volver a sentirme deseada. Sin darme tiempo a tomar una decisión, acerca su boca a la mía suavemente, apenas la roza, consiguiendo estremecer mi cuerpo que, en ese preciso instante, decide dejarse llevar por las sensaciones anulando cualquier intento de cordura.

Cierro los ojos.

Sus dedos empiezan a bajar por mi cuello, acompañados de besos, que vuelven a mis labios con más intensidad y pasión. "Te deseo", me susurra de nuevo al colocar mi espalda contra la pared, "siempre te he deseado". Puedo sentir sus nervios a flor de piel cuando sus manos se deslizan por debajo de mi camiseta, cogiendo mi cintura firmemente, con delicadeza. Se detiene por un momento para entender las sensaciones que recorren su cuerpo. Mis uñas se aferran a él pidiendo con callados gritos que no me suelte; descienden lentas intentando que él goce tanto como yo de este momento de locura. Se para en mis pechos, deleitándose con cada palmo de mi piel, dudando si debe seguir ese camino o si será osadía. Sus caricias siguen subiendo por mi espalda, sus besos empiezan a bajar por mi escote, y me abraza con unas ganas que no necesita contener. Enredo mi pierna en la suya, mi muslo apretando contra su entrepierna. La sensualidad deja paso a la sexualidad. Nuestra respiración empieza a acelerarse, a hacerse la protagonista con gemidos de un placer que no queremos reprimir más.

Mi mano coge con fuerza el bulto de su pantalón, arriba y abajo. Su lengua ha llegado a mis pechos y recorre mis mamelones mientras sus dedos se deslizan entre mis húmedas bragas. Mi primer impulso es cerrar las piernas, por pudor, pero él no cede el terreno conquistado. Me besa suave, "ya no hay vuelta atrás", dice para convencerme y poco a poco vuelve a tener el camino despejado para recorrerlo a su libre albedrío. El pudor no se va, pero tampoco interfiere.

Desabrocho su pantalón y le quito la camisa.

Nos echamos en la estera, desnudos, vulnerables, excitados como dos adolescentes en su primera vez, acariciando cada rincón de nuestros cuerpos. El ritmo vuelve a ser sensual, cálido. Ninguno de los dos quiere acelerar el final, no tenemos prisa. Tiene que hacer un esfuerzo por mantener sus instintos más básicos dentro de un límite. Coge mis muñecas sujetándome contra el suelo y sube mis brazos entrelazando sus dedos con los míos. Inicia la bajada, lentamente y dulcemente. Mi espalda se curva como la de gata en celo, mis uñas se clavan en su espalda dejando un rastro de una pasión no contenida, remuerdo su boca, le encierro entre mis piernas, cabalgo sobre su cuerpo mientras beso su pecho, su ombligo, su pene... Después, cambiamos posiciones y con su lengua me hace alcanzar un orgasmo que me llena todo el cuerpo. De repente, somos uno. Puedo sentirle dentro de mí. Toda su pasión, su deseo, lujuria guardada durante tanto tiempo para este momento. Todo lo puedo sentir mientras los movimientos de nuestros cuerpos se sincronizan. Mis caderas, de nuevo en él, continúan su ritmo, adelante, atrás, pequeños giros. Sus manos siguen recorriendo mi cuerpo y me cogen con fuerza cuando alcanza el clímax.

Nos quedamos quietos, abrazados, mirándonos, acariciándonos. Apoyo mi cabeza en su hombro para que no vea lágrimas deslizándose por mis mejillas. No quiero preguntas, no quiero pensar en respuestas; sólo quiero cerrar los ojos y sentir sus brazos rodeándome. Saber que hay alguien que ve en mí a la mujer que un día fui y que su piel se eriza con un simple roce de mi piel, me ha devuelto a la vida. Pero nadie más debe saber esto porque no soy una mujer libre. Soy aquella abnegada esposa que se ha cansado de ser invisible para su marido.


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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:31 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri177


Autoprivación de placeres carnales

Practicar sexo habitualmente potencia los sentidos y fortalecer las defensas. Descargan adrenalina, liberan toxinas y fortalece el cuerpo con más agilidad y elasticidad.

Cansancio e insomnio. Debido a la falta de tranquilizante natural (la hormona oxitocina que se lanza en la sangre durante el orgasmo), durante mucho tiempo la mujer puede dar muchas vueltas en la cama por la noche.

Envejecimiento. El colágeno que se origina con relaciones sexuales frecuentes hace que la piel esté sana, tensa, suave y sedosa. La falta de sexo afecta a tu ritmo de vida, esta falta aparece de distintas formas, en vez de usar un corrector de ojeras, es infinitamente mejor tener una noche loca de sexo.

Inflamación de la piel. La progesterona que se produce durante el sexo elimina cualquier imperfección (como acné) de la piel. También la misma progesterona hace que los senos de la mujer estén más firmes y los músculos más fuertes.

Cabello sin brillo natural, incluso con caída. Un excelente tratamiento de belleza es tener relaciones sexuales frecuentes, ya que se duplica el nivel de estrógeno en las mujeres y éste permite tener un cabello más brillante y sano.

Es irritante y cabreada con todos. La falta de endorfinas afecta a su percepción del mundo. Si te sientes muy estresada, puede que debas pensar cuánto tiempo hace que no tienes sexo. No te líes, no busques excusas, tienes falta de sexo y estás irascible e insegura, y esto también pasa en los hombres, pero tú como mujer, y aunque aún existan personas que no lo crean, también tienes como necesidad vital tener sexo. El sexo te aporta más seguridad y confianza, cuando una mujer tiene sexo, el color de la blusa a elegir no es tan oscuro.

A menudo toma analgésicos. Si tuviera más relaciones sexuales, no tendría que tomarlos a menudo, pues la oxitocina y el estrógeno suelen bloquear el dolor. Haz un experimento: cuando tengas dolor de cabeza, haz el amor, y verás que se te pasa.

Constantes enfermedades. La vida sexual aumenta el número de anticuerpos antivirales en un 30%. El sexo aumenta las defensas según estudios constatados, agudiza sentidos como el olfato y puede ser el mayor desinfectante conocido. Dar un beso supone ejercitar treinta músculos, además un beso transmite en tu pareja mejorando la autoestima. Por otro lado, el sexo es ejercicio, si no ejercitas tu cuerpo, pronto empezarás a notar señales de fatiga y falta de agilidad. Una vida sexual activa puede hasta curar resfriados, convirtiéndose además en un fuerte analgésico. Si tienes sexo, liberarás endorfinas, las cuales te ayudarán con el dolor de cabeza. No tienes excusa para no tener sexo, pues todo lo que te puede aportar, es bueno.

Olvidadiza. Haciendo el amor la sangre se oxigena y va al cerebro, con lo cual mejora la memoria y el aprendizaje de nuevos conocimientos.
Insatisfecha contigo. Nos guste o no, pero la falta de sexo afecta la autoestima de la mujer. A todos nos gusta gustar, es una verdad como templo y si te sientes deseada, seguramente tu ánimo será mucho más positivo.

Si tras un periodo largo de tiempo no has tenido sexo, lo más probable es que sientas una falta de deseo. Esta sensación se produce de una manera recíproca; es decir, puedes sentirte no deseada, al igual que no sentir deseo hacia nadie. Cuanto más sexo prácticas, más activo tienes el sentido de deseo, puesto que te sientes más motivada, y más querida. Pero con la falta de sexo y el descenso de la autoestima, tu deseo puede caer en picado. La falta de deseo puede llegar a ser contraproducente en tu salud, así que, si notas algún síntoma al respecto, intenta buscar este buen remedio: hacer el amor como una loca.



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Mensaje  achl Mar Ago 25, 2020 11:36 am



Sólo escritos eróticos - Página 6 Escri178


El Frasco

La última vez que vi a Pepa fue bajando, llorando, las estrechas escaleras detrás del féretro de su esposo. Me dolió que sus ojos no buscasen los míos al llegar al rellano de mi piso. Desde ese momento supe que no la vería nunca más.

Seis meses antes de aquello la encontré una tarde en el portal rodeada de cajas y maletas. Era una mujer de mediana estatura, de unos 40 años, de rostro y cuerpo agraciados y de melena rubia. Ojos tristes, que en un principio creía que reflejaban el dolor del fracaso que la hacía mudarse a esta mole gris, el último edificio de la ciudad, donde había alquilado un piso en la planta inmediatamente superior a la mía. Un buen rato la estuve ayudando a instalarse. Era una agradable excepción a la norma que regía en mi bloque, de insociables y gritones vecinos que tenía que soportar y con los que no me relacionaba. Sólo cruzaba con ellos los buenos días, las buenas tardes, o las buenas noches, a veces sin respuesta.

Tengo que decir que no sentía atracción por Pepa. Había enviudado año atrás y mi apetito sexual, que ya no existía, parecía haber sido enterrado con el cadáver de mi esposa.

Mi nombre es Alfonso, tengo 52 años y un físico aceptable, entrado ya en canas en sienes. Vivo solo desde el fallecimiento de mi esposa, hace dos años y siete meses.

Empezó Pepa a visitarme con diferentes y pequeños pretextos, lo que le agradecía, ya que suponía distraerme de mi tedioso trabajo que me proporcionaba un precario sustento a través de escribir textos para páginas en internet, después de ser despedido por recorte de personal por la crisis, como también a seis compañeros más, del periódico en el que había trabajado durante casi treinta años. Y lo que son las cosas, el responsable de mi despido me procuraba ahora este trabajo.

Pronto supe que Pepa se había trasladado a esta ciudad, para que tratasen médicamente a su marido, que estaba en coma por un fuerte golpe en la cabeza de accidente. Su marido, que aún no había visto, en su propia casa recibía tratamiento, aun nulas las expectativas de curación, según deduje de mi charla con su esposa. Pese a ello, Pepa siempre ligaba su futuro a tal posibilidad. De continuo decía frases como “cuando despierte”, o “no bien se cure". Veía en ello que seguía enamorada de su esposo y que no había otro futuro que no estuviese ligado a estas improbables esperanzas.

El día que conocí (supongo que no es esta la palabra más adecuada) a Andrés, estaba desnudo en su cama. Pepa me había pedido ayuda para bañarlo, lo que hacía dos veces al mes. La higiene diaria la hacía frotando cuidadosamente un paño húmedo por su piel, que debía bastar, pero no parecía ser suficiente para mi abnegada amiga. Era un hombre alto, bien dotado, de facciones atractivas. Parecería dormido si la terminación de una sonda gástrica no asomase por su nariz.

___ Ha perdido mucha masa muscular -me decía su esposa.

Aun la práctica que Pepa tenía, trasladar a Andrés hasta el baño era labor complicada para una sola persona, pero entre dos se hacía más llevadera.
Me acostumbré a ayudarla en su tarea una vez por semana. Tomábamos después un café y charlábamos en forma distendida durante algunos minutos.

Uno de aquellos días, mientras lo llevábamos en silla de ruedas de vuelta a su dormitorio, me sorprendió el ver cómo su pene iniciaba una erección. Cuando llegamos a su cuarto, con dificultad logramos tenderlo en la cama, porque Pepa, presa de un ataque de risa, se aflojaba y no atinaba con la ritual maniobra. Me di cuenta de que Andrés tenía la boca abierta; se la cerré, pero, lejos de apaciguar las risas de su esposa, la hacía reír con más fuerza. Lágrimas mezcladas con risas brotaban incontenibles.

Como siempre que bañábamos al hombre, Pepa sólo llevaba una camiseta que le cubría hasta la mitad de los muslos que, al acabar húmeda dejaba transparentar su cuerpo hasta parecer desnuda, sólo tapada por un tanga que además se le veía parte del coño cada vez que se inclinaba. Pero su desnudez nunca me excitó, hasta aquel momento en el que, cesando su risa, toqueteaba ferozmente el pene de su esposo. Pronto sus labios abarcaban el glande, succionando lento y rápido. Estaba en pie, inclinada sobre la cama, con su culo apuntando hacia mí y una maravillosa visión de sus hermosas tetas que no podían ser ocultadas por la holgada camiseta.

De pronto me excité, me bajé pantalón y slip, retiré su tangas y, sin pensar en las posibles consecuencias, la penetré, escorándome un poco a la derecha para ver las maniobras que Pepa hacía con la boca en el pene. Ahora succionaba con más fuerza y yo intentaba que mis acometidas no la apartasen de su objetivo. Cuando eyaculó Andrés y todo el semen resbalaba por la comisura de los labios de su esposa, ella empezó a gemir y, al unísono, los tres nos corrimos.

___ Ahora tienes que marcharte -me dijo, medio repuesta de tan sabrosa como inesperada experiencia sexual

Esas cuatro palabras “ahora tienes que marcharte”, rompían el hechizo.

A partir de ese tarde, mi vida parecía no tener otro sentido que el momento en que recibía un exiguo mensaje en mi móvil: “Sube”. Como si fuera lo más normal, sin la necesidad de decirlo con palabras. Nunca hubo sexo a solas entre ella y yo, sin la pasiva presencia de Andrés, con lo que nuestros encuentros sexuales eran condicionados a las involuntarias y extemporáneas erecciones de su esposo, que generalmente se producían cuatro o cinco veces al mes.

La cuarta vez, Pepa cogía mi mano y lenta pero decididamente la ponía sobre el pene de Andrés. Me gustaba su calor, su suavidad y cómo respondía, palpitante, a mi presión. No recuerdo que bobada dije para disimular mi turbación, pero estaba fascinado y no quería a soltarlo. Pepa empujaba ahora mi boca hacia el pene de Andrés, viéndome de pronto lamiendo glande y testículos mientras ella se deslizaba debajo de mí, metiendo mi polla en su empapado coño.

Recuerdo todas y cada una de estas sesiones sexuales, en total treinta y dos.

En la última, el pene de Andrés perdió turgencia antes de eyacular y, Pepa, preocupada, y yo, desolado, perdimos interés y lo dejamos. Quizá intuía lo que iba a pasar días más tarde.

Andrés siguió viviendo un mes más, hasta que un día se fue y con él mis sesiones sexuales con su viuda y él. A partir de entonces, me retiró la palabra. Y sin hablarnos estuvimos un año. Hasta que un día, sin previo aviso, apareció por mi piso portando un frasco, en el cual estaba depositado en un químico formol la polla de su difunto esposo. Me dijo:

___ Le pedí al forense que me la diese, y, después de firmar todos los papeles de rigor, me la entregó metida en este frasco alargado, pero me advirtió que para conservar su turgencia tengo que chuparla y masturbarla diariamente. Así que si tú ahora tienes ganas... manos a la obra…



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